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“ANTROPOLOGÍA, SOCIAL, CULTURAL Y BIOLÓGICA” (página 2)




Enviado por latiniando



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A mediados del siglo XIX se crearon, además,
importantes fundaciones de arqueología científica,
sobre todo a cargo de arqueólogos daneses del Museo
Nacional de Antigüedades, Septentrionales en Copenhague. A
partir de unas excavaciones sistemáticas llegaron a
descubrir la evolución de los utensilios y herramientas
durante la edad de piedra, la edad del bronce y la edad del
hierro. El
fundador de la escuela
funcionalista de antropología, Bronislaw Malinowski,
afirmaba que las organizaciones
humanas debían ser examinadas en el contexto de su cultura
y fue uno de los primeros antropólogos en convivir con los
pueblos objeto de su estudio, los habitantes de las islas
Trobriand, cuya lengua y costumbres aprendió para
comprender la totalidad de su cultura.

La antropología aplicada nació en el siglo XIX
con organizaciones como la Sociedad Protectora de los
Aborígenes (1837) y la Sociedad Etnológica de
París (1838). Estas instituciones
se preocuparon por despertar en Europa una conciencia
contraria al tráfico de esclavos y a la matanza de pueblos
indígenas americanos y australianos.

3. Antropología
Física
 

La antropología física se ocupa principalmente de
la evolución
del hombre, la biología humana y el
estudio de otros primates, aplicando métodos de
trabajo
utilizados en las ciencias
naturales.

Evolución del hombre  
Una de las ramas de la antropología física tiene
como objetivo
reconstruir la línea evolutiva del hombre. En la
década de 1960 los paleoantropólogos Louis Seymour
Bazett Leakey, su esposa Mary Douglas Leakey y su hijo Richard
Erskine Leakey encontraron una serie de fósiles en la
garganta de Olduvai, África oriental, que
desencadenó una revisión profunda de la
evolución biológica de los seres humanos. Los
restos fósiles desenterrados a finales de 1970 y 1980
proporcionaron después pruebas adicionales, en el sentido
de que el género
Homo coexistió en África oriental con otras formas
evolucionadas de hombre-simio conocidas como australopitecinos
hace más de 4 millones de años. Estos dos
homínidos son al parecer descendientes de un fósil
etíope, el Australopithecus afarensis, que tiene una
antigüedad datada entre 3 y 3,7 millones de años
—la famosa Lucy, descubierta en 1974, es uno de los
fósiles encontrados. Estos antiguos antecesores del hombre
tenían las piernas y el cuerpo adaptados para caminar
erguidos (véase Bipedación), lo cual dejaba sus
manos libres para manipular diversos utensilios. Más
tarde, investigadores de la Universidad de
California descubrieron numerosos fósiles en la garganta
de Olduvai, lo que reforzó aún más la
tesis de la
irregularidad del proceso de evolución humana. Este nuevo
fósil tenía aproximadamente 1,8 millones de
años de antigüedad, presentaba huesos de los
brazos y las piernas que confirmaban una locomoción
vertical relativamente evolucionada, pero su capacidad craneana
reducida y marcadas diferencias de estatura entre hombres y
mujeres no diferían demasiado de Lucy.

Algunos utensilios de piedra sin tallar, hallados con ciertos
fósiles de Homo en yacimientos del este de África,
demuestran que hace casi 3 millones de años ya eran
capaces de fabricar herramientas. Esta habilidad técnica
contribuyó al aparente éxito
evolutivo del Homo habilis. En comparación con los
australopitecinos vegetarianos, los antecesores modernos de los
seres humanos, tipo Homo habilis, parecen haber evolucionado al
incorporar la carne como parte esencial de su dieta alimenticia,
a juzgar por la disposición de los dientes y la
utilización de ciertas herramientas.

A medida que han ido aumentando los descubrimientos de
fósiles homínidos, al parecer fue en África,
y no en Asia, donde se produjo la primera hominización.
Los fósiles de Homo habilis apuntan hacia una criatura de
unos 91 cm de estatura, con una capacidad craneana de unos 600
cm3. Sin embargo, se han hallado en África oriental restos
de una especie mayor de Homo con capacidad craneana superior a
los 800 cm3, de unos 1,5 millones de años de
antigüedad. Este protohumano mayor, denominado generalmente
Homo erectus, se extendió desde África hacia Europa
y Asia hace aproximadamente un millón de años, y
desarrolló una gama más completa de
herramientas.

Los restos más conocidos del Homo erectus son el
célebre hombre de Java, que antes se conocía
técnicamente como Pithecanthropus, así como el
igualmente famoso hombre de Pekín, una colección de
componentes de esqueletos hallados en Zhoukoudian, cerca de
Pekín (China), y que en principio recibió el nombre
de Sinanthropus pekinensis. Ambos son mucho más recientes
que los yacimientos que conforman el Homo habilis de
África oriental, y se remontan a 750.000 y 300.000
años. Los fósiles del hombre de Pekín son
especialmente interesantes, ya que el tamaño del cerebro es
incluso mayor que el de Java, con un promedio superior a los
1.050 cm3, y cuyo cráneo y otros elementos óseos
son ligeramente más modernos. También se han
hallado fósiles de Homo erectus en Europa y en
África junto a numerosos utensilios de piedra y otras
herramientas, que prueban la existencia de una sociedad de
cazadores-recolectores muy básica. En Zhoukoudian, los
arqueólogos se encontraron con el testimonio más
antiguo del uso del fuego por el hombre,
así como algunos indicios de canibalismo.

Hay antropólogos que consideran como antepasados
directos del hombre a los ejemplares de Neandertal y a las
docenas de fósiles emparentados; otros opinan que
sólo son una ramificación del Homo sapiens que se
extinguió hace decenas de miles de años. Se calcula
que hace entre 100.000 y 35.000 años, los hombres de
Neandertal ya eran una población de cazadores-recolectores
extendida por gran parte de Europa y de Oriente Próximo;
de constitución robusta y cejas espesas, con
capacidad craneana de unos 1.500 cm3, mayor que la de gran parte
de los Homo sapiens sapiens, especie a la que pertenecemos los
seres humanos modernos. Se han encontrado fósiles que
algunos consideran intermedios entre los de Neandertal y el Homo
sapiens sapiens. Estos restos podrían ser la prueba del
cruce de los Neandertal con los antepasados directos del hombre,
o simplemente reflejan una multitud de variantes dentro de la
misma población de Homo sapiens (las tesis más
modernas se inclinan hacia el primer supuesto). Desde las
últimas fases de los periodos glaciales, en Europa,
África y otros muchos lugares se han sucedido los
hallazgos de un sinfín de restos fósiles que se
asemejan al hombre moderno.

En el continente americano, sin embargo, ningún rastro
humano tiene más de 15.000 años, y los
únicos ejemplares óseos que cuentan algunos miles
de años pertenecen todos al Homo sapiens sapiens. Por
tanto, parece que la evolución biológica que
derivó en el hombre moderno tuvo lugar en el Viejo
Mundo.

Biología humana  
Otra de las ramas importantes de la antropología
física la constituye el estudio de los pueblos
contemporáneos y de sus diferentes rasgos
biológicos. Gran parte de los estudios y discusiones de
antaño se centraron en la identificación,
número y características de las razas principales.
A medida que se fueron desarrollando técnicas
más perfectas para medir el color de la
piel y los
ojos, la textura del cabello, el tipo sanguíneo, la
capacidad craneana y demás variables, la
clasificación de las razas se hizo más compleja.
Los teóricos modernos mantienen que cualquier idea sobre
las denominadas ‘razas puras’ o arquetipos
ancestrales es engañosa y errónea. Todos los seres
humanos actuales son Homo sapiens sapiens y descienden de los
mismos orígenes universales y complejos. Los rasgos
genéticos siempre han variado con la geografía
según la respuesta biológica de su
adaptación al entorno, pero en cada región la
herencia
genética
produce una gama de variedades tipo y combinaciones intermedias.
Por tanto, la asimilación de las personas a
categorías según posibles razas es más un
planteamiento social y político que biológico. Los
calificativos ‘asiático’, ‘negro’,
‘hispano’ o ‘blanco’ obedecen a
definiciones sociales que conllevan una gran mezcla de
características genéticas y culturales.

Después de que los antropólogos
biológicos centraran su atención en los complejos
patrones de la genética humana, estudiaron la interacción de las adaptaciones
genéticas y las adaptaciones (no genéticas)
fisiológicas y culturales, en relación con la
enfermedad, la desnutrición y la presión
del entorno, así como las grandes altitudes y los climas
calurosos. Los médicos y antropólogos especialistas
en nutrición
combinan los enfoques biológicos y genéticos con
datos
culturales y sociales, ya sea para estudiar enfermedades como la
hipertensión y la diabetes o para
investigar el crecimiento y el desarrollo en diferentes
condiciones de alimentación y
salud.

El médico estadounidense, galardonado con el Premio
Nobel, Daniel Carleton Gajdusek, adquirió especial
renombre por su descubrimiento de que el kuru
(‘temblores’), enfermedad debilitante que sólo
existe entre pueblos aislados de las montañas de Nueva
Guinea, estaba causada por un agente infeccioso lento denominado
prión (que consiguió aislar e identificar)
transmitido a través de la antropofagia (véase
Canibalismo). Algunos antropólogos biológicos han
detectado los esquemas genéticos de otras enfermedades,
como la anemia de
células
falciformes, talasemia y diabetes.

Estudio de los primates  
Debido a que los seres humanos son primates emparentados
genéticamente con otros simios y monos el estudio de la
conducta, la
dinámica de la población, los
hábitos alimenticios y otras cualidades de los mandriles,
chimpancés, gorilas y primates análogos, constituye
una dimensión comparativa esencial de la
antropología. La etóloga británica Jane
Goodall y sus colegas dedicaron años a la observación de los chimpancés en una
reserva del lago Tanganica (Tanzania) y descubrieron que estos
animales son capaces de usar útiles simples —sobre
todo, pequeños palos para conseguir termitas y
hormigas— y lanzar de forma eficaz piedras; en uno de los
experimentos
se observó a los chimpancés usando palos gruesos
para apalear a un leopardo disecado. Además se comunican
entre sí tanto vocal como físicamente. Estudios
realizados acerca de los esquemas de comunicación y de la vida en grupo de los
simios y los monos, facilitan la comprensión del pasado
remoto del hombre.

4. Antropología social y
cultural

Gran parte de la
investigación antropológica se basa en trabajos
de campo llevados a cabo con diferentes culturas. Entre 1900 y
1950, aproximadamente, estos estudios estaban orientados a
registrar cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que
determinadas culturas no occidentales experimentaran la
influencia de los procesos de
modernización y occidentalización. Los trabajos de
campo que describen la producción de alimentos, la
organización social, la religión, la vestimenta, la
cultura material, el lenguaje y
demás aspectos de las diversas culturas, engloban lo que
hoy se conoce por etnografía. El análisis comparativo de estas descripciones
etnográficas, que persigue generalizaciones más
amplias de los esquemas culturales, las dinámicas y los
principios
universales, es el objeto de estudio de la etnología.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la etnología
(que hoy se suele conocer como antropología cultural)
comenzó a relacionar su campo de estudio con el de la
antropología social, desarrollada por los
científicos británicos y franceses. En un breve
periodo se debatió intensamente si la antropología
debía ocuparse del estudio de los sistemas sociales
o del análisis comparativo de las culturas. Sin embargo,
pronto se llegó a la conclusión de que la investigación de las formas de vida y de
las culturas casi siempre están relacionadas, de donde
procede el nombre actual de antropología
sociocultural.

Parentesco y organización social  
Uno
de los descubrimientos importantes de la antropología del
siglo XIX ha sido que las relaciones de parentesco constituyen el
núcleo principal de la
organización social en todas las sociedades. En
muchas de ellas, los grupos sociales
más importantes comprenden clanes y linajes. Cuando la
pertenencia a dichas corporaciones de parentesco se asigna a las
personas sólo por la línea masculina, el sistema se
denomina de descendencia patrilineal (véase Patrilinaje).
Antes del desarrollo del comercio y de
la urbanización a gran escala, muchos
pueblos europeos estaban organizados desde el punto de vista
económico y político como grupos de
filiación patrilineal.

Las sociedades matrilineales, en las que el parentesco se
transmite por línea femenina (véase Matrilinaje),
son menos comunes hoy día. Herodoto fue el primer erudito
en describir este tipo de sistema social, que detectó
entre los habitantes de Licia, en Asia Menor.

La organización de parentesco bilateral, en la que se
tiene en cuenta la parte materna y la paterna, es la que
predomina en las sociedades más sencillas de
cazadores-recolectores (tales como los pueblos san en el sur de
África o los inuit de las regiones ártica y
subártica). El antropólogo británico Robert
Stephen Briffault defendió un concepto
relacionado, el matriarcado, y afirmó que este tipo de
organización social se encontraba latente en gran parte de
las sociedades más primarias.

En las sociedades basadas en el parentesco, los miembros de un
linaje, clan o demás grupos afines suelen ser
descendientes de un antepasado común. Este concepto es un
factor unificador, pues dota a grandes masas de individuos de
cierta cohesión para afrontar actividades guerreras o
rituales, lo que les hace sentirse diferentes de sus vecinos y
enemigos. Por ejemplo, entre las hordas centroasiáticas
que durante siglos atacaron a las sociedades europeas, o entre
los aztecas o mexicas
del continente americano, la compleja organización militar
se sustentaba en el parentesco patrilineal.

La evolución de los sistemas político-sociales
 
Las sociedades humanas que, en principio, se consideraron
más simples son los grupos de cazadores-recolectores, como
los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos. En
estos pueblos se agrupa un pequeño número de
familias para formar bandas o grupos nómadas de 30 a 100
individuos, relacionados por parentesco y asociados a un
territorio concreto.

Los grupos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas
de África, India y
Filipinas) nos permiten conocer el estado de la
organización social y cultural de casi toda la experiencia
histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco,
ideas religiosas, métodos sanitarios y
características culturales no sólo ilustran las
raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos
presentan a escala reducida y resultan más fáciles
de analizar. Las culturas de cazadores-recolectores que
aún perduran ponen de manifiesto las adaptaciones que son
necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e
inhóspitos.

Los sistemas sociales y económicos de mayor complejidad
no surgieron hasta que no se presentaron las condiciones
favorables que permitieron a las primeras sociedades asentarse en
comunidades estables y permanentes durante todo el año. Se
produjo entonces el avance crucial hacia la agricultura y
la cría de animales.

La transición neolítica —es decir, los
inicios de la aclimatación de los recursos
alimenticios— se produjo de forma independiente en el
Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos 12.000
años, según las pruebas arqueológicas
más recientes. Con las grandes concentraciones de
población y los asentamientos permanentes, surgieron las
organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a
diferentes grupos locales. Los nuevos sistemas locales, que a
menudo comprendían grupos de individuos procedentes de
comunidades aisladas, estaban unidos en la celebración de
ceremonias religiosas, en el intercambio de alimentos y en los
rasgos culturales.

Aunque los grupos más pequeños carecían,
en muchos casos, de un gobierno central,
el aumento de la población y de las fuentes de
alimentos crearon la necesidad, y la viabilidad, de la centralización política. Las
jefaturas representan los sistemas sociales a pequeña
escala, en los que los alimentos y el acatamiento político
confluyen en un dirigente central, o jefe, que a su vez
redistribuye los alimentos y es respetado por los miembros de la
comunidad.

El auge de las naciones-estado  
Los orígenes de las naciones-estado han sido objeto de
grandes controversias. En el antiguo Oriente Próximo, por
ejemplo, las primeras ciudades-estado aparecieron cuando el
aumento de la población provocó una mayor demanda de
alimentos, facilitada por el desarrollo de cultivos de
regadío para atenderla. Esto motivó la
expansión de sistemas militares que protegieran dichos
recursos. En otros casos, la ubicación en rutas
comerciales estratégicas —por ejemplo,
Tombuctú en la ruta sahariana del comercio de la
sal— favoreció la centralización militar y
administrativa.

Los estudios etnológicos y arqueológicos apoyan
la tesis de que los estados o reinos nacieron
de forma ligeramente distinta en situaciones históricas y
ecológicas diferentes; sin embargo, presentan en casi
todas partes los mismos esquemas de desarrollo. En sus primeros
momentos de existencia, los estados manifiestan una tendencia
universal a anexionar las regiones vecinas, para explotarlas
económicamente y someter a sus enemigos potenciales. En
las primeras civilizaciones urbanas —en el Oriente
Próximo, Egipto, el
norte de India, el sureste de Asia, China, México y
Perú— aparecieron pronto las fortificaciones
militares, por lo general acompañadas de templos y
rituales religiosos que manifestaban el auge y mayor poder del
sacerdocio. Sin embargo, la estratificación social, con
una reducida minoría militar-religiosa y una gran
población subordinada de campesinos, fue consecuencia
inevitable.

Desarrollo de los sistemas religiosos  
Los sistemas religiosos de las sociedades cazadoras-recolectoras
pueden ser muy complejos en relación con el mundo
sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y
el comportamiento
de los espíritus y los dioses. Estas sociedades
pequeñas, relativamente igualitarias, suelen carecer de
los recursos necesarios para mantener una clase
sacerdotal. Sin embargo, todos los grupos humanos, ya sean
grandes o pequeños, poseen en un momento determinado de su
evolución algún tipo de especialización
similar a los chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes
se cree mantienen contacto directo con los seres y fuerzas
sobrenaturales, y que reciben poderes especiales para solucionar
problemas como
las enfermedades. El chamán es muchas veces la
única persona con un
papel religioso especializado en este tipo de sociedades.

Por ejemplo, en las sociedades pequeñas que practican
la agricultura, los sistemas religiosos comunales implican al
pueblo en prácticas rituales complejas, y con frecuencia
se produce una rotación de las responsabilidades
sacerdotales. Cuando los grupos de parentesco constituyen los
elementos principales de la solidaridad
social, las ceremonias religiosas tienen como centro la familia y
el parentesco.

El auge de los sistemas sociales centralizados, con un sistema
de clases estratificado, casi siempre ha ido acompañado
del desarrollo de los sistemas religiosos que implicaban la
existencia de sacerdotes dedicados únicamente a las
funciones
religiosas, rituales para toda la población y una mayor
tendencia a legislar tanto en el plano moral como
político. Estos sistemas religiosos casi nunca eliminaban
las prácticas del chamanismo individualizado (sobre todo
para curar las enfermedades).

Las pruebas arqueológicas de las primeras
ciudades-estado corroboran los estrechos vínculos que
existían entre los dirigentes religiosos y los dirigentes
comerciales y políticos, poniendo de relieve el
aspecto conservador de la religión. Por otro lado, los
movimientos de reforma social radical han sido religiosos y en
las sociedades con niveles cambiantes de desarrollo
tecnológico aparecen con regularidad nuevas formas
religiosas. Por tanto, la religión unas veces está
al servicio de la
situación establecida y otras actúa como fuerza de un
cambio
radical.

Evolución de la cultura  
Los esquemas
más bien simples de evolucionismo cultural propuestos
durante el siglo XIX han sido objeto de discusiones elaboradas y
modificadas a la luz de los nuevos
datos arqueológicos y etnológicos. Destacados
antropólogos de principios del siglo XX, como el
germano-estadounidense Franz Boas y el estadounidense Alfred
Louis Kroeber, adoptaron puntos de vista bastante
antievolucionistas, ya que mantenían que los procesos
culturales y sociales han sido tan dispares en todo el mundo que
es difícil discernir algún proceso o tendencia
general.

Existen dos posturas radicalmente diferentes para explicar la
evolución cultural. Los evolucionistas del siglo pasado
defendían que en las distintas sociedades se producen
procesos muy similares de desarrollo cultural debido a la unidad
psíquica fundamental de toda la humanidad. Así, los
procesos paralelos hacia la estratificación social y las
minorías gobernantes se explican como efectos de las
cualidades psíquicas y mentales de los individuos. Claude
Lévi-Strauss fue un defensor tardío de este
enfoque, sin hacer hincapié en el carácter
evolucionista.

La postura contraria encuentra la clave en las condiciones
materiales de
vida: en las fuentes de energía, las tecnologías y
los sistemas de producción de los grupos humanos;
además, resalta las influencias ambientales en el
desarrollo de los complejos sistemas culturales, ya que se han
visto favorecidos por determinadas características
geográficas y climáticas. Por ejemplo, el Oriente
Próximo prehistórico era rico en animales de caza y
plantas silvestres que resultaron especialmente aptos para su
domesticación y aclimatación.

5. Métodos Y
Aplicaciones  
Los métodos de investigación en antropología son tan variados como los
distintos temas de estudio.

Investigación arqueológica  
Para los arqueólogos resulta fundamental establecer
esquemas cronológicos a partir de los restos y
fósiles que descubren en sus excavaciones. Entre los
modernos métodos de datación arqueológicos,
la técnica del carbono
radiactivo tal vez sea la más utilizada. Este método se
basa en que las plantas y los
animales vivos
contienen unas proporciones fijas de una variedad radiactiva del
carbono, denominada carbono 14, que se va degradando a ritmo
constante hasta convertirse en carbono no radiactivo. La medición de los restos del radiocarbono en
madera
carbonizada, restos de plantas, fibras de algodón, madera y otras sustancias, permite
determinar con bastante precisión edades de hasta 60.000 y
70.000 años de antigüedad.

La edad de los antiguos yacimientos fósiles en África
oriental, que datan de hace varios millones de años, se ha
podido fijar con ayuda de otra potente herramienta
radiológica: el método del potasio-argón
—el potasio radiactivo, potasio 40, se degrada con enorme
lentitud para convertirse en argón 40.

Las secuencias temporales de los restos arqueológicos
se determinan todavía de forma bastante primaria mediante
la observación meticulosa de la
estratigrafía, depósito secuencial de sustancias
terrestres orgánicas y de restos de la actividad humana.
Estos depósitos van creciendo poco a poco y cubren cada
una de las fases previas de cualquier asentamiento humano. Las
técnicas utilizadas para determinar las
secuencias estratigráficas incluyen el análisis del suelo, los
estudios geológicos y el estudio de restos animales y
vegetales, así como la laboriosa tarea de unir restos de
suelos, fosas de
almacenamiento y
demás construcciones.

Investigación social y cultural  
En la antropología social y cultural, la
investigación se ampara en la idea fundamental de la
observación participante dentro del seno de una comunidad o
sistema social.
El antropólogo se introduce primero en la vida de la
comunidad y, a través de los contactos y las observaciones
cotidianas, es aceptado por ella. Esta primera fase de la
investigación de campo requiere semanas, incluso meses,
sobre todo si hay que aprender la lengua local.
Los primeros etnógrafos
obtenían los datos a partir de
entrevistas en
profundidad con algunos informantes clave, personas expertas en
la cultura y en
el sistema social local. Estos datos se verificaban y cruzaban
con los de otros informantes y con las observaciones directas del
propio trabajador de campo.

Sin embargo, la investigación de las distintas sociedades y
pueblos exige hoy otras herramientas
metodológicas. Las entrevistas estructuradas (con muestreo) se
utilizan de forma rutinaria para la obtención de una
información; por ejemplo, el consumo de
alimentos, el
comportamiento
sanitario, los recursos
económicos, los movimientos migratorios laborales, el
tiempo libre y
otros aspectos. Para analizar la conducta
económica hay que registrar con minuciosidad las
transacciones en el mercado, las
horas de trabajo, las
capturas de peces y
animales de caza, así como los rendimientos de las
cosechas. Cuando se tratan de estudiar los aspectos de la
personalidad
se utilizan pruebas
psicológicas. También se someten a análisis
los posibles datos de los registros
parroquiales, los textos locales, los informes
gubernamentales y otras fuentes
escritas.

A medida que los datos son más complejos e intrincados,
y se hace necesario el tratamiento rutinario de miles o incluso
cientos de miles de fragmentos de información, los
arqueólogos han recurrido a las computadoras y
equipos informáticos para dibujar las secuencias
temporales, las relaciones espaciales y demás esquemas.
Las tendencias del cambio
cultural, la interacción entre las actividades
económicas y sociales, las interrelaciones étnicas
y otros patrones complejos se comprueban hoy mediante avanzados
métodos estadísticos.

Estos métodos técnicos y cuantitativos en la
investigación no han sustituido a los estilos
tradicionales de investigación de campo. Al contrario, las
entrevistas en profundidad a los informantes clave, así
como el complejo análisis cualitativo de los sistemas
simbólicos, las ceremonias y otras prácticas
culturales, constituyen todavía una parte esencial de la
metodología holística (doctrina
epistemológica que hace hincapié en el estudio de
los elementos desde su totalidad).

Tendencias Actuales  
La antropología moderna se está convirtiendo poco a
poco en una ciencia
aplicada, ya que los investigadores se están concentrando
en aspectos sociales como la sanidad, la educación,
protección del entorno y el desarrollo
urbano. Hoy son muchos los antropólogos contratados por
organismos públicos, empresas de
investigación, grupos
independientes de presión,
organizaciones
indigenistas y agencias sanitarias para realizar trabajos de
campo en entornos culturales, ya sean proyectos
educativos, sanitarios o programas de
desarrollo agrícola a gran escala en
regiones rurales.

El desplazamiento hacia el estudio de sistemas
heterogéneos y diversificados, así como el auge de
los métodos cuantitativos de investigación han
promovido la necesidad de la investigación en equipo.
Anteriormente, una investigación, por lo general,
sólo implicaba a un trabajador de campo que se aislaba
durante meses en algún poblado remoto; hoy, por el
contrario, la mayor parte de los proyectos de campo necesitan el
apoyo de diferentes profesionales, incluidos los asesores
estadísticos, biólogos, sociólogos y
estudiantes colaboradores.

Por cuestiones de metodología, los antropólogos
han desarrollado vínculos sociales con las comunidades
objeto de estudio. Estas relaciones muchas veces han pasado a ser
verdaderas asociaciones que, en la mayoría de los casos,
han beneficiado a estas comunidades. A cambio, la
aplicación pragmática de estos métodos ha
abierto nuevos caminos en la teoría
social y bioculturaL

El antropólogo inglés
Edward Evans-Pritchard murió sin terminar de escribir esta
obra, basada en una serie de conferencias, a menudo
polémicas, impartidas a los alumnos del Instituto de
Antropología Social de Oxford. En el siguiente fragmento,
Evans-Pritchard comenta algunos de los escritos del
antropólogo de origen polaco Bronislaw Malinowski, a quien
considera figura clave e innovadora del trabajo de campo en
antropología, pero del que presenta interrogantes y
críticas sobre sus interpretaciones sociológicas y
su pensamiento
científico.

Fragmento de Historia del pensamiento
antropológico.
De Edward Evans-Pritchard.
Su obra más conocida es Argonauts of the Western Pacific,
publicada en 1922. Empieza por un análisis general del
método y el alcance de su trabajo de campo y
después expone los antecedentes etnológicos que lo
respaldan: una descripción general del país y de
los habitantes del distrito kula y su modo de vida;
después una descripción similar de los nativos de las
Islas Trobiand. Después de haber descrito con muchos
pormenores los intercambios kula y un gran volumen de
información periférica, finalmente Malinowski hace
el intento de explicarnos el significado del kula. El intento es
un fracaso, porque no nos ofrece interpretación sociológica de
ningún tipo. ¿Por qué? Malinowski no
tenía ni idea de lo que era un análisis abstracto
y, por tanto, de la estructura. En
la medida en que tenía alguna idea de «sistema
social» era puramente en un nivel descriptivo. Un suceso
sigue a otro y son descritos sucesivamente con digresiones
explicativas. Para hacer kula se han de tener canoas, así
que se describe la construcción y el uso que se hace de
éstas; implica visitar a pueblos forasteros, así
que se describen sus costumbres, artesanías y
demás; para propósitos diversos relacionados con el
kula se utilizan hechizos mágicos, así que se ha de
entrar detalladamente en cada uno de los aspectos de la magia;
hay historias de expediciones kula en el pasado, así que
tiene que haber una digresión sobre el mito; y
así sucesivamente. Al no tener ni idea de la estructura,
no hay una pauta que sea pertinente sociológicamente. La
pauta no consiste más que en los vínculos entre los
acontecimientos reales y el supuesto análisis no es
más que un comentario. El libro
está mucho más orientado a la magia que al kula.
Todo lo que nos dice pudiera haber ocupado 50 páginas en
vez de las 500 que ocupa. En cierto sentido, es un ejemplar de
libro que responde al modelo de
novela
sociológica escrita, por ejemplo, por Zola. El intento
fallido de eludir un mero registro de las
observaciones y de llevar a cabo un análisis mediante una
serie de abstracciones significa no sólo que no se nos
transmite nada sobre las interrelaciones políticas
de las comunidades implicadas en el kula y nada sobre el sistema
de parentesco, sino incluso que se omiten los hechos esenciales
respecto al kula. Malinowski no nos dice quién comerciaba
con quién; no nos dice nada de las interrelaciones de las
personas que componen las aldeas que toman parte en el kula; y
así sucesivamente.

Las interdependencias que sí cita no son las de las
abstracciones dentro de un marco de referencia teórico
como el que encontramos en cualquier ciencia natural (Malinowski
defendía que la antropología social era una de
ellas), si no entre las diferentes formas de comportamiento,
acontecimientos. Los habitantes de las Islas Trobiand hacen magia
para proteger sus jardines y canoas o para que los primeros
florezcan y las segundas naveguen. Es una interdependencia de
actividades económicas y rituales en el sentido de
conexión temporal y espacial, de yuxtaposición.
Pero si fuera una interdependencia funcional, por ejemplo,
¿cultivarían de otra manera o menos sin la magia?
Con este método de investigación no podemos
saberlo. Sólo podemos saberlo utilizando la
situación experimental que nos proporciona la historia o
utilizando el método comparativo. Ciertamente, para la
utilización del método comparativo se requiere la
idea de «sistema» o «estructura». Uno no
compara una ballena y un ratón como cosas reales y
concretas. Uno compara sus sistemas anatómicos y
fisiológicos. Del mismo modo, uno no puede comparar
instituciones
reales en diferentes sociedades —únicamente
características o aspectos o cualidades de ellas—,
es decir, abstracciones. Por ejemplo, yo he comparado la magia
zande con la magia trobiand, pero sólo en relación
con la naturaleza del
encantamiento en conexión con las leyes de la
herencia. La
debilidad del planteamiento de Malinowski se hace patente cuando
trata de decir algo general sobre las sociedades humanas y no
sobre una sociedad en
particular.

En un libro posterior, Crime and Custom in Savage Society
(1926), Malinowski dice: «Lo único que nos queda es
abogar por la rápida y completa desaparición en los
informes de trabajo de campo de estas briznas de
información sobre costumbres, creencias y normas de
conducta que flotan en el aire o que
más bien llevan una existencia insulsa en el papel, con la
tercera dimensión, la de la vida, totalmente ausente. Si
así fuera, los razonamientos teóricos de la
antropología podrían desprenderse de las
interminables letanías de informes ensartados que hacen a
los antropólogos sentirse estúpidos y a los
salvajes parecer ridículos» (pág. 126).

Fundamentado en este tipo de información, se ha erigido
un enorme edificio de teoría antropológica. Como la
información carecía en gran parte de sentido, las
construcciones basadas en ella también. Malinowski
pensó que su labor tenía que consistir en sacar a
la antropología de este callejón sin salida. Este
libro trata del salvaje místico de Lévy-Bruhl, de
las ideas de Rivers y de la escuela francesa
sobre la solidaridad
clánica, y de las reconstrucciones hipotéticas de
Rivers y otros. La ley primitiva ha
merecido la atención de Bachofen, Post, Kohler y otros
en el siglo pasado, pero todos ellos se atenían a
enunciados inadecuados; en un tema complejo como la ley, las
observaciones de aficionado eran en conjunto inútiles.
Estaban también ligadas a la doctrina de Morgan y otros:
promiscuidad primitiva, matrimonio
grupal, comunismo
primitivo, etc. «En suma», escribe Malinowski,
«subyacente a todas estas ideas estaba el supuesto de que
en las sociedades primitivas el individuo
está completamente dominado por el grupo
—la horda, el clan o la tribu—, que obedece los
mandatos de su comunidad, sus tradiciones, su opinión
pública, sus decretos, con obediencia servil, fascinada y
pasiva» (pág. 3). A Malinowski le resulta
fácil mostrar que todo esto es absurdo y le debemos mucho
por haber actuado como disolvente crítico de la
teoría aceptada, aun cuando su contribución fuera
más negativa que positiva. Pero fue falto de
escrúpulos en el uso que hizo de los autores
teóricos como hombres de paja y poco constructivo
teóricamente: no nos ofrece ninguna verdadera
teoría de la ley y ni siquiera una definición
elemental de ella o una clasificación de sus tipos.

Los planteamientos más maduros de Malinowski
están contenidos en su libro póstumo, pero casi
totalmente revisado, A Scientific Theory of Culture and Other
Essays (1944). Es un buen ejemplo del marasmo de verborrea y
trivialidad a que puede llevar el intento de aparentar ser un
científico natural. Malinowski fue en todo caso un
pensador fútil.

Lo que Malinowski denomina teoría no es en absoluto una
teoría, sino una guía para la recolección y
la ordenación de datos, un vade mecum para el investigador
de campo, un prolijo Notas y dudas. No supera nunca el nivel
descriptivo y operativo del análisis; y es en su mayor
parte una elaboración verbosa de lo obvio y la
elevación de lugares comunes a conceptos
científicos. Parece que el propio Malinowski así lo
percibió. Él dice (pág. 175) de su libro, o
mejor, de la teoría funcional que contiene, que
«está dirigida principalmente a equipar al
investigador de campo con una perspectiva clara y con todas las
instrucciones necesarias respecto a qué observar y
qué registrar». También dice: «Este
tipo de análisis funcional se expone fácilmente a
la acusación de tautología y trivialidad,
así como a la crítica
de que implica un círculo lógico, porque,
obviamente, si definimos la función
como la satisfacción de una necesidad, es fácil
sospechar que la necesidad que se ha de satisfacer ha sido
introducida con el fin de satisfacer la necesidad de satisfacer
una función. Así pues, por ejemplo, los clanes son
obviamente un tipo adicional de diferenciación interna.
¿Podemos hablar de la necesidad legítima de
semejante diferenciación, especialmente cuando la
necesidad no siempre está presente, puesto que no todas
las comunidades tienen clanes, y aun así funcionan muy
bien sin ellos?» El libro es un ejercicio de pragmatismo y,
por tanto, Malinowski yerra cuando analiza algo que no le gusta,
la guerra.
Él estima que la guerra no satisface una necesidad en la
Europa moderna.
Entonces, ¿por qué la tenemos?

6.
Conclusión

Antropología: el más completo cráneo de
homínido primitivo
Según una información proporcionada por Associated
Press el 27 de abril, un equipo de paleontólogos
desenterró el cráneo de hombre-mono
más completo y mejor conservado . Fue descubierto en
octubre de 1994, en Drimolen, un lugar a 32 km al noroeste de la
ciudad surafricana de Johannesburgo. Es "uno de los
descubrimientos más extraordinarios de la
paleontología", según afirmó Lee Berger,
director de la sección de paleontología de la
Universidad de
Witwatersrand, en Suráfrica.
Se trata de una hembra de Paranthropus robustus con entre 1,5 y 2
millones de años de antigüedad. Junto al
cráneo de la hembra se encontró también la
mandíbula de un macho. Los restos fueron bautizados con
los nombres de los amantes de la mitología griega Orfeo y Eurídice.
Su estudio proporcionará a los investigadores una buena
oportunidad para comparar las diferencias entre el macho y la
hembra de este homínido.
El Paranthropus robustus vivió hace entre 1,5 y 2 millones
de años y era un animal vegetariano capaz de usar
rudimentarias herramientas de hueso. Se extinguió hace
aproximadamente un millón de años, probablemente
como consecuencia de la dominación del hombre primitivo.
"Se trata de una criatura que entró en competición
directa con nuestros primeros ancestros", afirmó Andre
Keyser, paleontólogo y director del yacimiento en el que
fueron encontrados los fósiles.
Hasta hoy, los científicos desconocían con
precisión las características de la hembra del
Paranthropus robustus. Ahora ya saben que ésta era
más pequeña que el macho, que sus dientes eran
también más pequeños, y que había
perdido una protuberancia en la parte superior del cráneo,
una diferencia entre macho y hembra que comparten con el gorila,
según afirma Keyser.

7.
Bibliografía

Augé, Marc. Hacia una
antropología de los mundos contemporáneos. Barcelona:
Editorial Gedisa, 1995. Original aplicación de los
principios de
la antropología al análisis de la época
contemporánea.
Boas, Franz. Cuestiones fundamentales de antropología
cultural. Barcelona: Círculo de Lectores, 1990. Obra
clásica de introducción a los temas fundamentales de
la antropología cultural.
Caro Baroja, Julio. Reflexiones nuevas sobre viejos temas.
Madrid: Ediciones
Istmo, 1990. Conjunto de ensayos sobre
diferentes temas antropológicos desde la perspectiva
particular de Caro Baroja.
Carrithers, Michael. ¿Por qué los humanos tenemos
culturas?: una aproximación a la antropología y la
diversidad social. Madrid:
Alianza Editorial, 1995. Ensayo sobre
la diversidad cultural, con análisis sobre temas
esenciales de la antropología cultural.
Espina Barrio, Ángel. Manual de
antropología cultural. Salamanca: Amaru Ediciones, 1992.
Introducción a la antropología cultural, con
indicaciones bibliográficas.
Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas.
Barcelona: Editorial Gedisa, 1995. Original interpretación
de temas centrales de antropología cultural, que se ha
convertido en clásico.
Harris, Marvin. Introducción a la antropología
general. Madrid: Alianza Editorial5ª ed., 1996. . Excelente
manual introductorio, con bibliografía.
Fuente: Evans-Pritchard, Edward. Historia del pensamiento
antropológico. Recopilación de André Singer.
Madrid. Ediciones Cátedra, 1987.

  

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