Entrevista de semblanza
"De los muchos y diversos sindicalistas que han surgido
en nuestro país durante más de diez años, el
más estable y él más representativo de la
lucha de los trabajadores es Carlos Nolasco Santillán" o
"El Perro" como se lo conoce en su Jujuy natal.
Su vida es apasionante e intensa, construida desde la
adversidad. La fuerte figura de Carlos asumió un carácter de mito viviente,
aunque él rechaza esta creencia popular, ya que se
considera una persona normal,
sencilla y cercana a su pueblo. Como bien él lo define "un
hombre de
carne y hueso de un metro setenta y cinco".
El contexto
familiar ha sido el cimiento y la base sobre la cual ha
edificado su personalidad.
Carlos habla con orgullo y cariño de su sangre, de sus
raíces bolivianas y argentinas," mis primeros años
de vida marcaron mi identidad y mi
compromiso condicionándome hacia una idea de progreso que
siempre está presente y resonando en cada
accionar".
Su infancia
transcurrió en un hogar muy humilde, integrado por su
padre, su madre y su hermana mayor. Nunca conoció la
abundancia, siempre tuvo lo necesario para subsistir; "Muchas
veces comíamos mazamorra y algún mate cocido, pero
nunca dejamos de comer".
Sus padres fueron y siguen siendo el primer ejemplo que
"tuvo de honestidad",
palabra tan olvidada y tan bastardeada como él lo
declama.
A pesar de haber carecido de ciertas necesidades
básicas nunca se sintió en inferioridad en
comparación a otros niños.
La primera escuela fue su
hogar, el entorno campestre, su propio reino.
Santillán terminó la primaria en la
escuela "Bernardo de Monteagudo". Continúo sus estudios en
la Escuela Industrial de Palpalá, donde forjó y
constituyó su ideología. Las experiencias que más
recuerda son las que realizaba con su inseparable amigo Caqui
Amado, y por supuesto, las vivencias del mes de Septiembre. "En
ese tiempo no era
el Gobierno el que
manejaba la fiesta, éramos nosotros los protagonistas y
por eso era muy lindo y único, diferente al
actual".
Durante esta época se originaron ideas
progresistas que marcaron la década. La muerte del
"Che" Guevara, el "Mayo Francés" y "El Cordobazo"
obligaron a Carlos ha adoptar una posición social
impensable en defensa de la libertad que
estaba desapareciendo poco a poco, sucumbiendo ante el
autoritarismo político y militar.
Su primera movilización fue cuando murió
en Córdoba un estudiante secundario, Santiago
Pampillón. Marcha que dejo una huella en Carlos, muy
profunda.
En cuarto año dejó la Escuela de
Palpalá y se paso a la Escuela Técnica de Jujuy.
Este cambio le
permitió continuar un camino que muchos años
posteriores quedarían reflejados al asumir como Secretario
General del gremio de los municipales. Ejemplos elocuentes como
la Marcha Federal en 1994 y la Marcha de la Dignidad en
1996, demostraron el gran acompañamiento de la sociedad
argentina que el dirigente poseía, transmitiéndole
sus esperanzas de cambio a quien lo rodeaba.
Fue en la Escuela Técnica, donde Santillán
halló su vocación como líder.
Durante "el Jujeñazo" estaba más fuerte y unido que
nunca junto a sus compañeros de lucha.
Una vez concluida la etapa del colegio secundario
ingresó al Colegio Militar de la Nación.
Elección que adoptó creyendo en una imagen que
mantenía del Ejército Libertador de San
Martín. Perfil que posteriormente se desmoronó
con el pasar de los meses: "La mentira era tan
elocuente. Si los militares sirven a alguien es a las
élites, a los poderosos, a los que mandan, no al
pueblo".
En la Universidad de
Tucumán, Carlos aprendió a relacionarse con gente
que militaba. La idea de transformación de la Argentina
contra el imperialismo y
todas sus derivaciones fueron sus nuevos altercados.
Lamentablemente no pudo continuar sus estudios universitarios
hasta 1985 cuando ingreso a la Facultad de Humanidades y Ciencias
Sociales de la Provincia, en la carrera de Antropología.
Su actividad sindical comenzó en la Dirección de Agua Potable
de la Provincia. En 1976 mientras el Golpe de Estado
estaba firmemente instaurado, perdió su trabajo.
Santillán fue perseguido por sus ideas.
Durante un año se escondió en casa de sus
padres esperando que no lo encontraran. En ese tiempo
compartía la militancia con Patrignani, Bernard y Weisz,
sindicalistas desaparecidos de la Azucarera Ledesma, y la tan
recordada purmamarqueña Marina Vilte perteneciente al
gremio de los docentes
primarios, también secuestrada y aún
desaparecida.
Estos grandes protagonistas lo guiaron en la
comprensión de la clase obrera,
y del porque la lucha de clases era tan necesario. "Me
permitió observar las grandes diferencias que existen en
Argentina entre los terratenientes, como los ex – propietarios
del Ingenio Ledesma, y la gente que trabaja noche y día
con la familia
entera para poder
subsistir. Lo que consiguientemente me llevó a militar
activamente dentro de la CCC" (Corriente Clasista
Combativa).
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