- La protesta y
el choque de miradas - Bailando en medio de la
calle - El origen del Gran
Poder - Los unos y los
otros - Los cambios con el paso del
tiempo - Las innovaciones en el gran
poder - La religiosidad y lo
mundano - La estrategia
narrativa - El bullicio contra el
silencio - Bibliografía
¿Quiénes habitan la ciudad de La
Paz?, ¿Por qué ésta ciudad se debate entre la tradición
y la modernidad? y ¿cómo
usan los paceños la ciudad?
Esta urbe andina de un millón y medio
de habitantes, se destaca por ser cosmopolita, donde los
migrantes aymaras conforman la mayor parte de la población. La imagen de La Paz es aquélla
que muestra distintos rostros, esos
que hacen a su diversidad cultural. Una imagen saturada de gente
que no sólo transita de un lugar a otro sino que vive la
ciudad intensamente.
En su interior están presentes varias
ciudades imaginadas donde sobreviven tradiciones indígenas,
mezcladas con las prácticas de la sociedad de consumo. Sus altos edificios y
automóviles lujosos son imágenes que se contraponen
a la calle de las Brujas y a los Tambos de la Calle
Sagárnaga.
Al margen de su topografía accidentada,
una de sus características es que oscila entre el
conflicto social, la cotidianidad y la fiesta. A
través de estos tres elementos es posible interpretar
cómo los habitantes usan la ciudad.
La protesta y el choque de
miradas
Desde la revolución de 1952 cuando el
país ingresó en un proceso de modernización
y dejó de lado el Estado feudal, los
movimientos sociales han ocupado las principales calles de la
ciudad, en actitud de protesta por las
condiciones de pobreza e injusticia social, las
que perduran en la actualidad.
Al ser un enclave nacional por su
condición de sede de gobierno, la convulsión
social ha marcado a la ciudad como el escenario principal de la
protesta política. Sobre sus principales calles
y avenidas se realizan, varias veces al año: mítines,
paro de actividades, bloqueos
y marchas protagonizadas por maestros, trabajadores, comerciantes
minoristas, universitarios, indígenas y
campesinos.
La avenida Mariscal Andrés de Santa
Cruz, principal arteria que divide en dos a la ciudad, es el eje
troncal donde frecuentemente se efectúan marchas de
numerosas personas en actitud de disconformidad con los gobiernos
de turno, cantando estribillos contra la clase política, coreando
vivas a sus organizaciones sindicales y
mueran a los políticos como a las leyes que en los últimos
años propiciaron la estabilización económica de la
nación y al mismo
tiempo, son responsables de la
caída del nivel adquisitivo de los salarios.
Estas acciones que consisten en
interrumpir el libre flujo vehicular, se han vuelto muy comunes
para el conjunto de la ciudadanía y aún
así no dejan de provocar controversia entre los que aprueban
y rechazan esta situación, mientras las autoridades de la
ciudad no encuentran la solución para hacer frente a los
problemas del estado.
La ocupación del espacio público
es, de forma expresa, una estrategia discursiva utilizada
por las organizaciones gremiales y sindicales de todos los
sectores de la población.
La protesta en las calles consiste en hacer
evidente la disconformidad y el desencanto, entorpeciendo el
libre transito de vehículos y provocando el caos y el
descontento de la ciudadanía. Esta expresión callejera
produce la imagen de una ciudad convulsionada, ambiente en el que se propicia
un juego de miradas, de aquellos
que toman las calles y de quienes son espectadores casuales del
hecho. En el cruce de miradas se produce una relación
dinámica de puntos de
vista ciudadanos, en los que se marcan claramente los roles que
cada actor tiene en esta escena. Para cada actor (marchista y
transeúnte) subyace un relato manifiesto: por un lado
están los que demandan mejores condiciones de vida y por el
otro los ciudadanos que ven entorpecidas sus actividades
cotidianas.
La protesta callejera al ser atravesada por
los medios masivos de comunicación, produce un
imaginario donde la ciudad es escenario del conflicto.
Es evidente que los paceños, ven a
ésta ciudad como la representación misma del Estado o
del país, el discurso informativo de
los medios de
comunicación nos predispone a esta imagen y no permiten
ver a la ciudad por fuera de su rol de sede de
gobierno.
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