- El joven
revoltoso - Un gobernador
bisoño - Un diputado
ruidoso - El exiliado
epistolar - La Revolución
Liberal Restauradora - El Cabito no llevado a
cabo - Bibliografía
La figura violenta, contradictoria,
alternativamente libertina
y heroica de Cipriano Castro contribuye
a darle bizarro color
y casi epiléptico impulso a la
Historia
venezolana de los
primeros años del 900. No me
atrevo a decir que sea uno de
esos personajes que Plutarco hubiera
querido incorporar
entre sus arquetipos. Su personalidad
marca,
más bien, una
hora de crisis de
Venezuela. Es
el último gran guerrero
brotado con toda la fuerza del
monte y con una retórica que
tiene asimismo la viciosa
proliferación de nuestros bejucos
tropicales.
Mariano Picón
Salas
El joven
revoltoso
Mi hijo es como el símil del
gallo,
hecho para la hembra y la
pelea.
Don Carmelito Castro
El 12 de octubre de 1858, trescientos sesenta y seis
años después que Colón y sus pávidos
marineros desembarcaron en la isla coralina denominada
Guanahaní por los nativos indios
lucayos, a fin de tomar formal posesión de ella
en nombre de los Reyes Católicos y bautizarla con el
cristiano nombre de San Salvador, en la Valencia de Venezuela, se
discutía, en protocolar Convención, una nueva
Constitución Nacional, como Presidente
Interino de la
República actuaba Julián
Castro, mientras que en Capacho Viejo, en el remoto
Táchira venezolano, otro Castro, José del Carmen,
conocido familiarmente como Carmelito, brindaba con miche por el
feliz nacimiento de un niño varón recién
parido por su mujer, Pelagia
Ruiz, quien iba a ser también cristianamente bautizado con
el sonoro nombre de Cipriano.
Cipriano nació pequeño y creció
pequeño aunque de muy encumbradas aspiraciones.
El Cabito fue llamado por sus aires de grandeza, por
emular y querer ser el propio Napoleón
Bonaparte, cuando no Simón Bolívar.
Las dimensiones corporales, la limitada estatura física de El
Cabito, mote tributario del endilgado en Francia –
le pétit caporal – al emperador francés,
siempre fueron constante motivo de guasa y chacota por parte de
sus innúmeros adversarios. Eleazar López Contreras
recuerda que Castro "sostenía la cabeza y movía los
brazos a los lados; parecía que quería ganar
altura." Pío Gil, por su parte, señala que EL
Cabito andaba "como si hubiera echado raíces en
el suelo, para
traer las miasmas, empinábase inexorable, con su tipo
lombrosiano."
El niño Cipriano es bautizado por el
presbítero Pedro N. Sánchez, siendo su padrino de
sacramento Don Antonio de Pablos. Tempranamente el vástago
es enviado por sus padres a la escuela para
realizar, en el propio y todavía en pie Capacho Viejo,
estudios primarios bajo la dirección del ilustrado y recto
señor Vicente Durán. Luego del terremoto que
destruyó Capacho Viejo en 1875 y originó la
fundación de Capacho Nuevo por al Pbro. José
Encarnación Montilla, Ciprianito se muda con su familia, con la
dolorosa excepción de su madre Pelagia, ya difunta, al
nuevo Capacho llamado Libertad; en
su novísima escuela es educado bajo la dirección
del valerano Dr. Federico Bazó. De acuerdo con
López Contreras, la influencia que tuvieron el trujillano
y otros educadores tachirenses sobre el inmaduro Castro fue muy
significativa en la formación del futuro Cabito:
"ilustrado por las lecturas históricas, escribía en
estilo claro y preciso, con capacidad de orador y fortuna para
expresar sentimientos y modos de pensar."
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