- Orígenes
- Notación
neumática - Notación
cuadrada - Notación
redonda - Notación
bizantina - Guido
D'Arezzo - Evolución
- Otras
grafías
La semiótica estudia todos
los sistemas de signos, todos los lenguajes
"cualquiera que sea la naturaleza de los entes" que
los emplean, ya sean éstos hombres, animales o autómatas,
máquinas inteligentes
creadas por la razón humana.
La semiótica está
íntimamente ligada con otra ciencia nueva, la cibernética. Desde las
posiciones de ésta, tanto el hombre como el animal y el
autómata pueden considerarse como dispositivos
cibernéticos, que realizan operaciones sobre distintos
sistemas de signos y contextos.
Los signos, las señales… En el lenguaje corriente a menudo
no los distinguimos los unos de los otros. Pero para la ciencia de los signos es
imprescindible efectuar la distinción.
De ahí que sea razonable empezar a
exponer los principios de la semiótica
estableciendo la diferencia entre la señal y el
signo.
Los fenómenos más diversos del
mundo que nos circunda nos traen información. Su portador
material se denomina señal.
Los impulsos de la corriente eléctrica, las
letras de un libro, las fotografías de
los periódicos, las biocorrientes del cerebro, son todas
señales.
Una variedad de las señales son los
signos, que se diferencian de las primeras porque son
convencionales.
El humo de la hoguera se convierte en signo
si convenimos en que significará "todo va bien" o "alarma" o
"estoy aquí".
La señal lleva una información.
Las velas rojas, negras o blancas nos informan de su color, rojo, negro, blanco, y
nada más.
Pero cuando Teseo, el célebre
héroe griego, al partir de viaje, se puso de acuerdo con su
padre el rey Egeo en que las velas negras en su barco
significarían desgracia, y las blancas, éxito. Esa
simplísima señalización ya fue un sistema de signos; el color de
las velas no sólo informaba de su color, sino además de
algo que estaba fuera de él: el color era un
signo.
Las velas negras significaban para Egeo
la muerte de su hijo; para los
marinos de los siglos XVI y XVII, un barco pirata.
El signo siempre tiene un emisor, un
remitente del mensaje, y tiene un receptor, el destinatario. La
señal puede no tenerlos; cuando vemos una espesa humareda
encima de un árbol hacemos la conjetura de que ocurrió
un incendio. Pero la señal esa no tiene emisor, pues nadie
intencionalmente mandó el humo para transmitirnos una
información.
La semiótica distingue tres clases de
señales. La primera comprende las señales –
índices; las llaman "signos naturales" porque no hubo
acuerdo previo acerca de ellos, nadie estableció convenio
alguno sobre lo que significaría uno u otro
signo.
Por ejemplo, un ciervo percibe el olor de
un tigre; ese olor implica para él que el tigre está
cerca, muy cerca, aunque el ciervo no vea a la fiera.
Cuando miramos desde la ventana a los
transeúntes que se arrebujan en sus abrigos, nos enteramos
de que hace frío en la calle. Se trata de signos naturales,
de signos – índices.
En realidad, toda la información que
obtenemos de los fenómenos de la naturaleza, de los
animales, la recibimos mediante los signos – índices… Por
otra parte, no toda.
Tomemos, como ejemplo, las huellas de los
animales.
¿Señales – índices?
Parecerían serlo. No nos hemos puesto de acuerdo con el lobo
o la liebre en que sus huellas significarían que por
allí ha pasado alguno de ellos. Son señales de origen
natural.
Pero las huellas tienen una
característica peculiar que las distingue de los signos
naturales. Las huellas, o sea las señales, se parecen a lo
que representan, se parecen a la zarpa del lobo o a la pata de la
liebre. Esta señal tiene un significado (contenido) y una
forma exterior; la particularidad de esta segunda clase de señales (las
llaman señales -copias) consiste en que el significado
(contenido) y la forma exterior (expresión) tienen una
semejanza entre sí. Las huellas de los animales o de los
hombres son ejemplos de estas señales; otros ejemplos
más son las fotografías, los moldes, las impresiones,
etcétera.
Finalmente, hay otra clase: las
señales
de comunicación o los signos
convencionales que son los signos propiamente dichos.
A ellos pertenecen la mayoría de las
señales que emplean los hombres.
Página siguiente |