- La epistemología de la
indefección - La epistemología del
límite - La ética del límite:
la compasión del ser por el ser - Despedida
- Referencias
Introducción
Comprender al hombre como un ser limitado,
indigente de ser, implica que su relación consigo
mismo, con los demás y con su entorno se ha de dar, en forma
tal, que sea respetuosa de sus propios límites.
El planteamiento ético en forma de pregunta
sería: Si soy un ser limitado ¿Cómo
debería comportarme ante mis propios límites, antes mis
fallas y ante las de los demás que también son seres
limitados? La aceptación o rechazo del ser del hombre
(del límite) queda delineada entonces como un problema
ético. En palabras de Jung, la aceptación de
sí mismo es la esencia misma del problema moral.
Pero antes de iniciar propiamente con la ética
del límite es necesario que establezcamos algunos
conceptos sobre la formación de "modelos mentales" que son los
que nos generan una perspectiva (epistemología), una forma
de ver los sucesos y la vida. Esto es importante, ya que "nuestra
perspectiva" favorece o bloquea la comprensión humana. En
particular nos interesará delinear dos perspectivas. Una de
ellas, a la que llamaremos epistemología de la
indefección, es fundamentalmente de tipo racionalista y
está inspirada en el concepto de perfección; y la
otra, que llamaremos epistemología de la defectibilidad o
del límite, con mayores recursos de inteligencia de tipo intuitiva
y que está referida a la naturaleza limitada del
hombre. Aunque ninguna de estas posiciones epistemológicas
tiene la hegemonía absoluta sobre el sistema mental, si se le puede
adjudicar a una u otra, cierta dominancia sobre la
configuración de la realidad percibida.
Advirtamos que al hablar de epistemología, no se
recurre al sentido que tiene dicho término en el ámbito
de la filosofía tradicional,
entendida como ciencia o teoría del conocimiento.
No es éste el problema ni el sentido de epistemología
que aquí interesa. En su acepción sociocultural hablar
de epistemología equivale a referirse a "las premisas
básicas que subyacen en la acción y en la
cognición". Se matiza no tanto la problemática de la
fuente (razón o experiencia), naturaleza, método y validez, sino los
supuestos, la premisa del conocimiento. La
epistemología es también una especie de perspectiva,
"la posición desde la que vemos". Aquí la entendemos
como "la manera de pensar como pensamos" o "la manera de percibir
como percibimos". En otras palabras, las visiones que tenemos del
mundo, resultado de nuestras percepciones y reflexiones, tienen,
por decirlo genéricamente, un previo punto de vista. Hay una
correspondencia entre cómo una persona piensa y cómo una
persona percibe y siente.
La percepción como tal depende
a su vez de los presupuestos que tenemos en
nuestro sistema mental. Dichos esquemas contienen la "pauta" de
la forma en que percibimos lo que percibimos. Y en este nivel se
puede establecer una relación entre la psicología (sistema mental) y la
filosofía (epistemología) del conocimiento.
La actitud designa una
pre-disposición de naturaleza cognitiva-emotiva a la
conducta e inclina a
reaccionar, positiva o negativamente, ante ciertos estímulos
que encuentra el individuo fuera o que genera
dentro de sí mismo.
¿De qué depende que la actitud ante ciertos
estímulos sea de rechazo, devaluación o culpa, contra
uno mismo, los demás o la vida en algunas personas; mientras
que en otras existe una inclinación a la aceptación, la
autoestima profunda y la
compasión? ¿A qué tipo de planteamiento ético
se responde en cada caso?
A continuación trataremos de dar respuesta a estos
cuestionamientos
Como coordenadas de referencia, usaremos tres ejes. El
primero de ellos alude a la visión del universo como predecible o
caótico, el segundo tiene que ver con las valoraciones
que realizamos en una escala de
absoluto-relativo (visión de valor), y el tercero, dentro
de la hominidad-humanidad (una visión de evolución de lo
humano).
Dentro de la visión del universo, en nuestro eje
predecible-caótico, podemos ubicar en uno de sus extremos la
concepción básica de que el universo es predecible. La
razón toma preeminencia e incluso llega a convertirse en el
"único habitante" en la zona. Solamente lo repetible,
experimentable y comprobable tiene sentido de realidad, es el
reinado en solitario de la ciencia; la
simplificación extrema de los ambientes del laboratorio. Orden y estructura tiene su asiento
real; es el espacio adecuado para las leyes y para los "gases ideales", los principios y el deber. En el otro
extremo del continuo, el universo que conocemos es más bien
el resultado temporal de infinitas colisiones. Es el "orden del
caos", es la existencia real con sus imponderables, el principio
de incertidumbre, la evolución, el cambio, la sobrevivencia. La
intuición y la flexibilidad son necesarias para subsistir
ahí. La luna, no es sólo la romántica
acompañante de nuestro espacio cercano que muestra ciclos y órbita de
precisión cronográfica, es también el probable
resultado de un choque meteórico. En esta zona el azar
obliga "solamente" a la aproximación probabilística. El
error estadístico no sólo es útil sino
imprescindible. La entropía, energía de
desorden, nos recuerda con contundencia existencial, que la casa
se caerá y la taza se romperá, siempre en esa dirección.
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