Miremos los problemas del medio ambiente desde la filosofía
Resumen
El presente trabajo
destaca cómo al abordar el problema del medio ambiente
debe tenerse presente la dinámica de la relación del hombre con su
entorno así como su especificidad, dado que éste no
es un problema simple sino que encierra aspectos
económicos, políticos, éticos, educativos,
cuestiones de identidad,
etc., lo que pone de manifiesto la urgencia de estudios
filosóficos que rebasen el marco particular presente en la
mayoría de las investigaciones
realizadas, pues la Filosofía siempre ha estado
vinculada al conocimiento y
ha sido expresión de diferentes concepciones del mundo que
han caracterizado las comunidades humanas, en tanto su
reflexión gira en torno a los
problemas de
la relación hombre- mundo.
Introducción
La problemática ambientalista ha venido a ocupar
uno de los espacios significativos hoy en los más diversos
círculos de intelectuales,
políticos, economistas, cientistas de las más
variadas ramas, tecnólogos,organizaciones,
personalidades, hombres, mujeres y niños
de diferentes naciones, credos, culturas, etc. Las relaciones del
hombre con su entorno y del hombre con el hombre se
hacen cada vez más controvertidas, pues éste
históricamente ha tratado de satisfacer sus necesidades a
costa de la naturaleza y
no pocas veces en detrimento de las de sus semejantes, lo que
ocasiona el deterioro del planeta, que en los últimos
tiempos ha alcanzado un ritmo acelerado. Para superar la
desfavorable situación se toman numerosas medidas de
carácter sociopolítico,
económico, jurídico, científico y
técnico, que no siempre constituyen la solución a
los problemas.
Las complejas relaciones de los organismos vivos con su
medio y las consecuencias que de ello se derivan no son hoy
asunto privativo de las ciencias
biológicas en general ni de la ecología en
específico. Las ciencias, tanto sociales como naturales y
técnicas, están llamadas a enfrentar
con urgencia y en mancomunidad la misión de
encontrar soluciones
duraderas, o mejor, definitivas, al grave estado de deterioro a
que la actual civilización ha sometido a nuestra casa
común.
Compartimos este mundo con muchas otras especies; la
diversidad biológica está cerca de alcanzar el
punto más alto en la historia de la evolución del planeta y somos la especie
superior. Pero como nos enseña la Biología
Evolucionista, la superioridad no representa un papel decisivo en
la determinación de los organismos que sobreviven, sobre
todo en los períodos de extinción en masas; tenemos
que admitir, por tanto, que "somos una parte del batallón
de los afortunados supervivientes de las convulsiones
catastróficas del pasado y no las expresiones de una
antigua superioridad". (Leakey y Legwin, 1992).
En la historia del planeta se abrió una fase
nueva cuando el hombre empezó a interferir en el equilibrio de
la naturaleza, de un modo esencialmente diferente a otros
organismos, inicialmente carecía de una comprensión
clara de lo que hacía y en ocasiones obtenía
resultados inadecuados como lo es, por ejemplo, el exterminio de
animales y
plantas de los
que se alimentaba o el agotamiento de los terrenos de cultivo,
pero las reducidas dimensiones de las alteraciones que
producía impedía que se produjera un perjuicio
permanente en la tierra.
Bien distinta es la situación hoy, las ciencias han dotado
al hombre de conocimiento y poder, y los
éxitos de la moderna agricultura,
por ejemplo, se obtienen al precio de
arrasar el suelo y cambiar
el clima
desfavorablemente, sin tener presente que como bien
avizoró Federico Engels en su obra "El papel del trabajo
en la transformación del mono en hombre", la naturaleza se
venga del hombre por las acciones
nocivas por él realizadas.
Lo anterior no es, como tratan de presentar ciertos
propagandistas y pesimistas, fruto de la perversidad ni de la
estupidez del hombre, ni tampoco de un desarrollo
desenfrenado y ya incontrolable de las ciencias y la
técnica modernas, como postulan los alarmistas, sino que
es producto de
una concepción prevaleciente de desarrollo, basada en un
modo y estilo esencialmente depredador, fruto de la cultura
occidental que impera en distintos territorios y que pretende
consolidar su hegemonía a escala planetaria
en esta, la era de la
globalización neoliberal.
Nuestro planeta vive hoy una situación de
precariedad que permite constatar con claridad, que la crisis
ambiental encierra, de hecho, una crisis que como bien observara
Guimaraes "sus causas y sus implicaciones revelan dimensiones
económicas, políticas,
institucionales, sociales y culturales, y sus efectos trascienden
las fronteras nacionales. Sus manifestaciones se proyectan, por
una parte, en el ámbito ecológico (empobrecimiento
progresivo del patrimonio
nacional del planeta) y ambiental (debilitamiento de la capacidad
de recuperación de los ecosistemas),
pero revelan además el carácter eco político
de la crisis (político-institucional), directamente
relacionado con los sistemas
institucionales de poder que regulan las prioridades, distribución y uso de los recursos
naturales. Las propuestas de superación de la crisis,
en especial, las que privilegian la sustentabilidad de un nuevo
estilo de desarrollo, ponen al descubierto, por ultimo, su
dimensión cultural, al advertir la necesidad del cambio en el
propio modelo de
civilización hoy dominante, particularmente en lo que se
refiere al patrón de articulación sociedad–
naturaleza " (Guimaraes 1998).
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