Entendiéndose la pre-historia como un periodo de la humanidad que
abarca desde los orígenes (2.5 millones A.C.) hasta
el inicio de la escritura (3500 a
3000 A.C.) aproximadamente. (5).
El ser humano durante el 95-99% del tiempo de su existencia en
la Tierra ha vivido como
cazador-recolector y ha debido resistir los frecuentes
períodos de carencia de alimentos. Este hecho produjo, a
través de un proceso de selección, el progresivo
predominio en el genoma humano de aquellos «genes
haorradores» que favorecían el depósito de
energía y permitían que estos individuos tuvieran una
mayor supervivencia y alcanzaran la edad de la reproducción.
(6).
figura 1: vida en la pre-historia
En gran parte de este periodo se da la lucha por la
supervivencia del ser humano con el medio natural y sus
competidores de otras especies. Como la
vida era muy dura, sólo una minoría de seres humanos
cumpliría los 40 años de vida y los que llegaran a esa
edad seguramente tendrían una vejez difícil, aquejados
de dolores de artritis, reumatismo, escorbuto, y amenazados de
muerte con cada hueso roto o
muela infectada. Aquí las
mujeres quedaban en " casa" , y en ocasiones debían esperar
a sus " cazadores" durante largo tiempo, agotándose el
alimento. Entonces solo las que habían acumulado más
grasa lograban sobrevivir a los periodos de hambruna.
Durante esta etapa la alimentación del hombre prehistórico
dependía básicamente de la recolección de plantas, tubérculos y otros
vegetales, así como de la ingestión de insectos,
huevecillos de insectos y animales pequeños. Los
primeros seres humanos cazaban presas pequeñas, pero con el
desarrollo de la vida
comunitaria y la tecnología de caza, luego pudo
convertirse en un depredador de manadas de animales salvajes o
grandes, como el mamut y el bisonte, o de peces una vez que inventó
redes. El hombre prehistórico no
mantenía una dieta equilibrada y en muchos casos su alimento
consistía en carne en estado de
semiputrefacción.
La única constatación que tenemos de la existencia
de obesidad en tiempos
prehistóricos proviene de estatuas de la edad de piedra
representando la figura femenina con exceso de volumen en sus formas. La
más conocida es la Venus de Willendorf, una pequeña
estatua de la edad de piedra que tiene una antigüedad
aproximada de 25.000 años y que está expuesta en el
museo de Historia Natural de Viena.
La estatua, con un gran abdomen y voluminosas mamas
péndulas, representa probablemente un símbolo de
maternidad y fecundidad (7), y no solo la de
Willendorf, sino también la de lespugue (La
estatuilla de marfil de mamut), la
de laussel (Es una estatuilla tallada en un bloque de
piedra caliza dura). Estas son figuras maternales obesas, con
adiposidad mórbida, esta obesidad se ve como una
representación clara, más que simbólica, de una
necesidad: que no se extinga la especie.
Es posible que en las grutas donde los cavernícolas del
paleolítico se juntaban para protegerse de los fríos
invernales, a la luz de las antorchas, se adorasen
estas estatuillas, como un culto a la vida y a lo cotidiano: al
fin y al cabo, la mujer era como una madre
tierra, ella guardaba el
sobrante de la cosecha y de la caza, disponía de todos los
bienes, y encendía o
apagaba el hogar según lo creyera
necesario.
Figura 2: la Venus de
Willendorf
Entonces vemos que en estos tiempos el excesivo tejido adiposo
se veía de cierta forma como una señal divina de
salud y de longevidad, como una
necesidad de supervivencia.
————- o ————-
OBESIDAD EN LA EDAD
ANTIGUA
Esta etapa abarca desde la aparición de la escritura
(3500 A.C a 3000 A.C) hasta la caída del
Imperio Romano (476 D.C.).
(5).
Dentro de esta etapa iniciaremos hablando de la cultura egipcia;
Egipto:
Tenemos restos cadavéricos que nos dicen que la obesidad
estuvo presente en la cultura egipcia, por ejemplo la
existencia de ateroesclerosis fue descrita hace más de 4000
años en la cultura egipcia. Las autopsias de las momias
egipcias encontraron que la arteriosclerosis coronaria y el
infarto de miocardio se
presentaban en personas ricas. (8).
En el Antiguo Testamento el
Faraón agradecido promete a José «toda la grasa de
la Tierra» o se señala que «el virtuoso
florecerá como el árbol de la palma… ellos
traerán abundante fruto en la edad avanzada: ellos
serán gordos y florecientes» (Salmos XCII, 13).
(9).
No obstante, en el Imperio Medio egipcio (siglos XXI-XVII
a.C.), en las enseñanzas del Kagemni, puede leerse por
primera vez en la historia una asociación de la
glotonería con la obesidad y una condena y
estigmatización del comer con exceso. Así, en este
texto se señala: «La
glotonería es grosera y censurable. Un vaso de agua calma la sed. Un
puñado de vegetales fortalece el corazón. Toma una sola cosa
en lugar de manjares. Un pedazo pequeño en lugar de uno
grande. Es despreciable aquel cuyo vientre sigue codiciando
después de que pasó la hora de comer. Se olvida de
aquellos que viven en la casa cuando devora. Cuando te sientes
con un obeso glotón, come una vez que se te haya pasado el
apetito».(9).
La dieta de esta época era abundante en calidad y en variedad,
dándose la obesidad en personas de rango social elevado,
como ya se ha dicho anteriormente. Pero también se ve que en
estos tiempos el conocimiento de dietas eran bien equilibradas,
obviamente en la gente pudiente; de tales virtudes dejan firme
constancia finas figuras y siluetas de los nobles y
funcionarios.
Figura 4:
La faraona Hatshepsut. (Hacia
1473-1458 a.C.).
Al faraón se le representa sin embargo tan apuesto y
atlético ante los dioses porque un cuerpo deforme por el
exceso de grasa rompería con el decoro debido y la etiqueta
obligada por el respeto; como sucede con los
armoniosos de las damas cortesanas, de bustos firmes, y cadera
estrecha, que denotaban no sólo una inclinación por un
ideal estético de la mujer egipcia, sino también
una invocación por el deseo, el gusto y la devoción de
presentarse armónicos ante las divinidades, aunque en la
vida real ya no poseyeran las fisonomías proporcionadas de
la juventud (10).
Dentro de los grandes obesos en la cultura egipcia
fueron Amenhotep III y Ramsés III, no olvidar a
Ajenatón, un individuo del que se han dicho
tantas cosas, colocadas tantas etiquetas sobre patologías
abrigadas y extrañas (10).
Figura 5:
Ajenatón
GRECIA:
Ya en la antigua Grecia, Hipócrates
reconoció que las personas que tienen una tendencia natural
a la gordura, suelen morir antes que las delgadas (11).
Fue Hipócrates el primero que asoció la obesidad y
la muerte súbita hace
más de 2000 años (12).
Hipócrates, la gran figura de la Medicina griega (siglo V
a.C.), realiza un minucioso estudio de la enfermedad a
través de la observación de los
síntomas que presenta el paciente. Algunas de estas
inteligentes descripciones siguen siendo válidas en el
momento actual. En relación a la obesidad, Hipócrates
señala que «la muerte súbita es más frecuente
en los obesos que en los delgados», y que la obesidad es una
causa de infertilidad en las mujeres y que la frecuencia de
menstruación está reducida. Aparte de los interesantes
datos aportados por la
inteligente observación de los síntomas de los
pacientes, Hipócrates desarrolló varias teorías sobre el
funcionamiento del cuerpo basadas en los elementos y humores.
(13).
figura 6: Hipócrates de
cos
La salud era un estado en el cual había un adecuado
balance entre estos humores, mientras que en la enfermedad se
producía un estado de desequilibrio. Algunos consejos en
relación con el tratamiento de la obesidad vienen
condicionados por la teoría de los humores,
como: «El obeso con laxitud muscular y complexión roja
debido a su constitución húmeda
necesita comida seca durante la mayor parte del año».
En cambio, algunos otros consejos
apuntan en el correcto sentido de la importancia del
ejercicio.
Así: «Los obesos y aquellos que desean perder
peso deberían llevar a cabo unos fuertes ejercicios antes de
la comida», «… y pasear desnudos tanto tiempo como
sea posible». (13).
El gran filósofo Platón (siglo V-IV a.C.)
proclama una certera observación sobre la alimentación
y la obesidad al señalar que la dieta equilibrada es la que
contiene todos los nutrientes en cantidades moderadas y que la
obesidad se asocia con la disminución de la esperanza de
vida. (13).
Roma:
Aquí como principal protagonista tenemos a Galeno
(siglo II a.C.), que nació en Grecia pero residió en
Roma, es una de las
personalidades más importantes en la historia de la Medicina.
Escribió más de 125 libros médicos que
tuvieron gran repercusión en los siguientes 1.300 años.
Aunque él siguió fiel a la medicina hipocrática
creyendo en los cuatro elementos y los cuatro humores, en
relación a la obesidad elaboró algunos conceptos
juiciosos de valor clínico. Galeno
identifica dos tipos de obesidad: moderada e inmoderada. La
primera la considera como natural y la segunda como
mórbida.
En su libro De Sanite Tuenda,
Galeno expone que: «El arte higiénico promete
mantener en buena salud a aquellos que lo obedecen, pero no
así a aquellos que no lo hacen». Galeno veía, por
tanto, la obesidad en relación a un estilo de vida
inadecuado. Algunos de sus consejos van dirigidos a intentar
corregir esta desviación: «Yo he conseguido adelgazar a
un paciente obeso en un tiempo breve aconsejándole que
corriera velozmente». Tras el ejercicio, «…le di
abundante comida poco nutritiva a fin de saciarle y de que
aquélla se distribuyera poco en el cuerpo entero».
(13).
Galeno aprovecha a criticar en este tiempo la preparación
– entrenamiento– que llevan a cabo
los generales, tachándola de perezosa y poco activa, porque
la no ejercitación en la palestra provoca la obesidad y la
falta de virtud espiritual e incluso algunos llegan a engordar
tanto que se les hace imposible respirar (14).
Los griegos y los romanos son considerados los iniciadores de
la dietoterapia. Siendo Hipócrates el primero de los
grandes médicos que demostró interés por la Nutrición.
Esparta:
Los espartanos eran estrictos con respecto a las personas
obesas. Cada mes revisaban a los jóvenes, y a aquellos
que estaban subidos de peso se le obligaba a bajar de peso
siguiendo un rígido programa de ejercicios.
El plato típico de los espartanos era la sopa negra,
hecha con carne y sangre de cerdo. Parece haber
sido tan poca apetitosa que por toda Grecia se decía,
en son de broma, que los espartanos preferían la muerte en
batalla antes que seguir comiendo aquel potaje. Se comía en
conjunto -con dieta rigurosa- hasta los 60 años. Si alguno
mostraba signo manifiestos de sobrepeso, era inmediatamente
desterrado como una afrenta al rigor espartano. La obesidad era
uno de esos pecados que en Esparta no tenían perdón.
(15).
CULTURA CRISTIANA: IDEAS SOBRE LA GLOTONERÍA:
San Pablo (siglo I d.C.), en su Epístola a los
Filipenses, afirmó: «Los enemigos de la cruz de Cristo
cuyo final es la destrucción, cuyo dios es su barriga».
Tanto San Agustín en el siglo V,
como Gregorio I en el siglo VII, incorporaron la glotonería
como uno de los siete pecados capitales. La obesidad era
infrecuente en esta época y, por tanto, no se solía
relacionar con la glotonería durante este período, pero
esta conexión se estableció posteriormente a medida que
la disponibilidad de alimentos aumentó. (16).
————- o ————-
OBESIDAD EN LA EDAD MEDIA
Esta época comprende desde la caída del Imperio
Romano (476 D.C.), hasta la caída del Imperio
Bizantino (1453D.C.).(5).
En la Edad Media, la glotonería era más bien
común entre los nobles, que la consideraban un signo
tangible de bienestar. La iglesia, en cambio,
desaprobaba la glotonería.
La Iglesia Católica adjudicó a la
glotonería como pecado venial. Sin
embargo los artistas hicieron caso omiso y pintaban como algo
hermoso un cuerpo obeso. Esta omisión fue seguida durante
muchos años incluso por muchos monjes. La obesidad entre
ellos era frecuente encontrarla. Sin embargo fue en el siglo
XIII, cuando el papa Inocencio III insistió en el pecado de
la gula y recriminó a todos los sacerdotes y monjes
obesos.
Se descubrió en un monasterio del siglo XII en el sur de
Edimburgo, en Escocia, que monjes benedictinos habían creado
una poción natural para reducir el apetito y poder ayunar sin sentir
hambre. Según los antropólogos e historiadores, los
monjes benedictinos del monasterio y hospital de Soutra Aisle,
lograron crear esa poción natural hace 845 años, de
plantas amargas que masticaban para evitar sentir apetito.
(17).
Tras el hundimiento del Imperio Romano, la influencia de la
docencia médica pasó
de Roma al mundo Á rabe y a Bizancio, de tal
modo que durante la Edad Media la medicina
árabe alcanzó un gran prestigio y difusión.
Hablemos de la medicina árabe:
MEDICINA Á RABE:
Teniendo como principal protagonista a Avicenna (siglos
X-XI), que fue el médico más prestigioso de la
época. Su enciclopedia médica, que fue traducida al
latín con el título de Canon, se convirtió
en el texto básico que se utilizó para la enseñanza de la medicina
durante cinco siglos.
Avicena dedica un capítulo de uno de sus libros: el canon
de la medicina, a la obesidad. Y dice " la obesidad severa
restringe los movimientos y maniobras del cuerpo… los
conductos de la respiración se obstruyen
y no pasa bien el aire… estos pacientes
tienen un riesgo de muerte
súbita… son vulnerables a sufrir un accidente
cerebral, hemiplejia, palpitaciones, diarreas, mareos… los
hombres son infértiles y producen poco semen… y las
mujeres no quedan embarazadas, y si lo hacen abortan, y su libido
es pobre"
En el Canon, Avicenna describe las recomendaciones,
algunas muy juiciosas, para tratar la obesidad:
Figura 7: Avicena.
1) Procurar un rápido descenso de los alimentos
por el estómago y el intestino con
objeto de evitar su completa
absorción por el mesenterio.
2) Tomar alimentos voluminosos pero poco
nutritivos.
3) Tomar un baño, a menudo, antes de
comer.
4) Ejercicio intenso.
JAPÓN MEDIEVAL:
En el Japón medieval
existía un gran interés por la clasificación de
las enfermedades y en la
representación de los síntomas específicos. Este
interés está ricamente documentado en un pergamino del
siglo XII y que originalmente representaba 22 enfermedades con un
texto de unas pocas frases para explicar cada proceso
(16). El pergamino es considerado un tesoro de realismo dentro de la historia
del arte japonés. Algún tiempo después de su
producción, el pergamino
fue dividido en distintos grabados separados. Uno de ellos, que
puede contemplarse en el Museo de Arte de la ciudad de Fukuoka,
está dedicado a una «mujer obesa».
El texto que acompaña a este grabado representa el
concepto que se tenía de
la obesidad en el Japón de la época:
«…había una mujer prestamista que se volvió
excesivamente gruesa. A causa de que ella comía toda
clase de ricos comestibles, su
cuerpo se volvió grueso y su carne demasiado abundante. Ella
no podía caminar con facilidad y cuando lo hacía
precisaba la ayuda de sus sirvientes. Sin embargo, aun contando
con esta asistencia, ella sudaba profusamente, padecía una
respiración fatigosa y sufría sin cesar».
El grabado y el texto que lo acompaña indican, sin duda,
que en esta época en el Japón se relacionaba claramente
la obesidad con la ingesta excesiva de alimentos, y que se
conocían las graves consecuencias que tenía para la
salud la excesiva acumulación adiposa.
Otro aspecto de interés es la estigmatización de la
obesidad, que se desprende del grabado y del texto. El prestar
dinero con un alto
interés era considerado como una falta moral muy grave en el contexto
budista, y desde el punto de vista del karma, el sufrimiento «sin
cesar» de la mujer obesa podía considerarse una
inevitable retribución del fracaso moral de esta vida o
vidas anteriores.
IMPERIO BIZANTINO:
Las ideas sobre la causa y tratamiento de la obesidad de los
médicos bizantinos de la época son relativamente
correctas y no difieren demasiado de las vigentes en la
actualidad. El médico bizantino Aetius atribuía la
obesidad a la dieta abundante, a la falta de ejercicio y a la
crasis del cuerpo («temperamento» según la
idea de Galeno). Los médicos bizantinos de la época
prescribían vegetales, fruta, pescado y pollo, pero no
mantequilla, carnes y sus despojos, marisco, queso o vino.
Aconsejaban, también, fisioterapia, especialmente baños
termales con agua muy caliente que favoreciera la
sudación.
Se sabe también que hace más de 1.000 años, en
España, un rey
perdió la corona por perder la línea. Cuenta la
historia que el Rey leonés Sancho I, que accedió al
trono a los 25 años de edad, en el año 958, era un
obeso mórbido de tal magnitud que precisaba el auxilio de
una persona para poder caminar y
montar a caballo. Su obesidad era objeto de burlas y de ahí
que pasara a la historia con el sobrenombre de El Craso.
(18).
————- o ————-
OBESIDAD EN LA EDAD
MODERNA
Este tiempo esta comprendido desde la caída del impero
bizantino (1453 D.C.) hasta el año en que estallo la
revolución francesa
(1789) aproximadamente. (5).
Siglo XV: Estigmatización de la glotonería y
de la obesidad en la cultura cristiana
Como ya se ha comentado, la glotonería era claramente
condenada en la cultura cristiana antigua, de tal modo que San
Agustín en el siglo V y Gregorio I en el siglo VII,
incorporaron la gula entre los siete pecados capitales. En
Europa, al comienzo de la
Edad Moderna, a fines del
siglo XV, había mayor disponibilidad de comida y la
glotonería ya se relacionaba claramente con la
obesidad.(16).
Figura 8: los siete
pecados capitales
El célebre pintor neerlandés Hieronymus Bosch
(1450-1516), en su célebre obra «Los siete pecados
capitales», representó el Ojo de Dios, que todo lo
ve, en un pequeño círculo central, mientras que los
pecados eran representados en siete paneles formando en conjunto
un gran círculo. El significado de la pintura era que
fácilmente una transgresión podía conducir a otra.
La obesidad es claramente estigmatizada al identificarse la gula
con un sujeto obeso que come y bebe sin mesura.
Siglos XVI-XVII
En esta época como en otras anteriores de la humanidad,
el sobrepeso y la obesidad, utilizando la nomenclatura actual eran símbolos de fecundidad y
atractivo sexual, asi como de salud y bienestar.
Durante el transcurso de estos siglos, especialmente del XVII,
aumenta en Europa, como es lógico, la publicación de
textos y monografías médicos. Este hecho permite
conocer mucho mejor la historia de la Medicina y, también,
evidentemente, la de la obesidad.
Las primeras monografías cuyo tema principal es la
obesidad se publican a finales del siglo XVI y durante el siglo
XVII. Todos estos textos se publicaron en latín y trataron
principalmente de aspectos clínicos de la obesidad. Aunque
estos textos todavía estaban influenciados por el pensamiento de Hipócrates
y de Galeno, introducían ya nuevas ideas sobre aspectos
físicos y químicos que constituían una base
teórica para la comprensión de la función del organismo. Uno
de los máximos difusores de estas ideas fue el creador de la
escuela yatromecánica, el
italiano Giovanni Alfonso Borelli (1608-1679). Sus ideas sobre la
obesidad de base física o mecánica resultaron menos
culpabilizadotas para el obeso que las teorías de Galeno
hasta entonces vigentes.
Otra escuela del siglo XVII, la yatroquímica, relacionaba
la enfermedad con las fermentaciones y la putrefacción. El
médico flamenco Jan Baptiste Helmont (1577-1644), en su
libro Ortus Medicinae, relacionó la obesidad con las
teorías yatroquímicas. En esta época, como en
otras anteriores de la humanidad, el sobrepeso y la obesidad,
utilizando la nomenclatura actual, eran símbolos de
fecundidad y de atractivo sexual, así como de salud y
bienestar.
Este hecho queda representado por diversas imágenes pictóricas,
como las realizadas por el famoso pintor flamenco Peter Paulus
Rubens (1577-1640). Se comentaba que para ser una modelo de Rubens, la mujer
debía pesar, por lo menos, 200 libras (19). Este
hecho resulta muy significativo para definir la valoración
positiva, cultural y social de la obesidad en esta
época.
Figura 9: las tres gracias de
Peter Paulus Rubens
Otro dato relativo a la valoración positiva de la
obesidad en la época es el texto literario de William
Shakespeare (1564-1616) que
hace declarar a Julio César que prefiere «… have men
about me that are fat…».
En otro texto literario, The mauden queen, de la misma
época, debido al escritor inglés John Dryden
(1613-1700), se describen las actitudes de las mujeres
inglesas en este siglo: «Yo estoy decidida a crecer gorda y
parecer joven hasta que cumpla los cuarenta y después
desaparecer del mundo con la aparición de la primera
arruga…»(9).
Siglo XVIII: primera mitad
En la primera mitad del siglo XVIII tuvieron gran auge y
difusión las enseñanzas del médico holandés
Herman Boerhaave (1668- 1738). Sus clases en Leyden alcanzaron
gran prestigio contando con alumnos de diversos
países de Europa. Boerhaave fue un ecléctico. Aunque
en sus clases de clínica y terapéutica retomó en
cierto modo al hipocratismo, mantuvo ideas de las escuelas
yatroquímica y yatromecánica, de Galeno y del mismo
Hipócrates. Creía que la salud depende de una adecuada
interacción de los vasos
y los fluidos. La enfermedad, por el contrario, dependía de
una inadecuada interacción y el tratamiento debía abrir
los vasos o bien restaurar los fluidos para recuperar un adecuado
balance.
Algunos de los factores causales de enfermedad, citados por
Boerhaave, pueden ser considerados válidos en el momento
actual: tipo de aire respirado; tipo y cantidad de alimento y
fluidos que ingerimos; tipo de evacuaciones; cantidad de reposo y
ejercicio; estado emocional de la mente; y cantidad y calidad del
sueño. Estos factores deberían depender del control individual. Así, en
cuanto a la obesidad, la glotonería era una alteración
con una responsabilidad individual,
una atribución moral del paciente.
Durante el siglo XVIII se publicaron al menos 34 tesis doctorales en
relación con la obesidad, lo que demuestra un gran
interés por este tema en esta época. Además, en
1727 se publicó la primera monografía escrita en
inglés sobre la obesidad, debida a Thomas Short:
Discourse on the causes and effects of corpulency together
with the method for its prevention and cure. Es curioso
constatar la frase de Short en la que hace constar el gran
número de casos de obesidad: «I relieve no age did ever afford
more instantes of corpulency that our own».
Short afirma que la «corpulencia» (término de
la época para denominar la obesidad) es un estado
mórbido, recuperando así un concepto hipocrático.
Aunque algunas de las causas indicadas o tratamientos propuestos
son claramente incorrectos, Short describe como causa de obesidad
el sedentarismo y la ingesta de algunos alimentos como
dulces, grasas y sustancias ricas en
aceite. La obesidad es
claramente estigmatizada por Short, ya que queda en buena parte
vinculada a la pereza y a la glotonería (7).
Siglo XVIII: segunda mitad
En la segunda mitad del siglo XVIII el centro más
prestigioso de la enseñanza médica se desplaza de
Leiden (Holanda) a Edimburgo (Escocia). En el año 1760 se
publica una segunda monografía sobre la
obesidad, original de Malcolm Flemyng, miembro de la escuela de
Edimburgo: A discourse on the nature, causes and cure of
corpulency. Flemyng, como Short, consideraba la obesidad
severa como una enfermedad, ya que limita las funciones del cuerpo, y acorta la
vida a través de la producción de peligrosas
alteraciones.
Flemyng señala cuatro causas de la obesidad. La primera
ligada al exceso de comida, especialmente de tipo graso, aunque
describe, con acierto, que no todos los obesos son grandes
comedores: «Not that all corpulent persons are great
eaters; or all thin persons space feeders. We daily see
instances of the contrary. Tho" a voracious appetite be one cause
of corpulency, it is not the only cause; and very often not even
the conditio sine qua non thereof».
Las otras tres causas de la obesidad, condicionadas por
teorías vigentes en la época, eran una alteración
en la textura de la membrana celular, un anormal estado de la
sangre que facilitaría el depósito de la grasa y una
«evacuación defectuosa».
Flemyng, en la citada monografía, da consejos
terapéuticos para combatir la «corpulencia» de
acuerdo con las causas que él creía responsables del
proceso.
En el primero de estos grupos de consejos relacionado
con la alimentación, establece una serie de recomendaciones,
en general juiciosas, de modo que algunas de las mismas siguen
vigentes en la actualidad. Así, señala que la dieta
debería ser moderada en cantidad y que los individuos
deberían levantarse de la mesa sin haber saciado total-mente
el apetito. También recomienda comer pan moreno en vez de
pan blanco, raíces, verduras y otros suculentos vegetales,
pero con uso escaso de la mantequilla.
En relación con la segunda y tercera causas de la
obesidad (la alteración de la membrana celular y el anormal
estado de la sangre), Flemyng insiste en el consejo de una pobre
ingesta de grasa y recomienda el ejercicio y los baños
fríos.
La cuarta causa de la obesidad era la «evacuación
defectuosa». Pese a esta absurda teoría y a la de que
el aceite debía abandonar el cuerpo a través del sudor,
la orina o las heces, los consejos para corregir este defecto
eran parcialmente válidos, ya que, junto a otras inadecuadas
recomendaciones, aconsejaba fuertemente el ejercicio
(7)..
En esta segunda mitad del siglo XVIII se produce un hecho
trascendental en la historia de la medicina: Joannes Baptista
Morgagni publica en 1765 su ingente obra en cinco tomos De
Sedibus et Causis Morborum per Anatomen Indagata. Con la
publicación de esta obra se inicia la teoría
anatomopatológica de la enfermedad, ya que Morgagni realiza
una minuciosa observación de las vísceras e intenta
relacionar estos hallazgos con la presentación clínica
de las enfermedades.
En el De Sedibus existen dos descripciones de obesidad
visceral con comorbilidades asociadas que podían ser
consideradas un antecedente histórico de la obesidad
androide o central, casi doscientos años antes de su
descripción inicial por Jean
Vague.
La primera de estas observaciones de Morgagni
correspondía a una mujer obesa, de aspecto androide, de 74
años, que murió de un accidente vascular cerebral y en
cuyo estudio anatómico se descubrió el gran predominio
de la obesidad en el abdomen con extensa infiltración grasa
visceral. El segundo caso correspondía a un paciente
varón de 63 años que también murió de un
accidente vascular cerebral. La descripción clínica y
anatómica corresponde claramente a la de una obesidad
androide con las comorbilidades asociadas (síndrome metabólico)
(20).
Figura 10:
morgagni de Sedibus 1761.
A finales de este siglo algunos textos médicos refieren
agudas y certeras intuiciones acerca del
equilibrio calórico, de
la importancia de la producción de calor y de la
consideración de la obesidad como una enfermedad. Así
E. Rigby (1785) afirma que la principal causa de la gordura es un
exceso de ingesta en relación a las necesidades del
organismo, ya sea por glotonería, por mayor aprovechamiento
de los alimentos o por circunstancias que alteran el equilibrio
entre necesidades y aporte. Así, Rygby resume que
«… retention of a matter of heat is a principal cause
of animal fat».
Por otra parte, T. Beddoes (1793) afirma que la
«corpulencia» era debida a un defecto en la
oxidación de la grasa y recomendaba el incremento de aporte
de oxígeno durante el
ejercicio para facilitar la utilización de la grasa.
Al finalizar el siglo, concretamente en 1799, J. Tweedie
delimita el concepto de enfermedad para la obesidad mórbida:
«Corpulency is in very different degrees in different
persons; and may be often considerable without being considered a
disease but, howe-ver, there is a certain degree of it which Hill
generally be allowed to be a disease».
————- o ————-
OBESIDAD EN LA EDAD
CONTEMPORÁ NEA
Esta etapa de inicia desde la revolución francesa (1798),
hasta nuestros días. (5).
Siglo XIX
Después de la revolución francesa, a inicios del
siglo XIX, el principal y más prestigioso foco de la
enseñanza de la Medicina se trasladó de Edimburgo a
París.
Medicina francesa:
Durante las tres primeras décadas del siglo, la Escuela
Clínica de París gozó de un gran prestigio. Cuatro
claros avances caracterizan a dicha Escuela. El primero es la
unificación de la cirugía y la medicina interna para
constituir un único curriculum de educación médica. El segundo es
que el hospital se convierte en el centro de la práctica
clínica y de la investigación
médica. El tercero es la introducción de nuevos
métodos para la
exploración médica y el diagnóstico. Y,
finalmente, el cuarto e importante avance es la introducción
de la anatomía patológica
como fuente de conocimiento en Medicina (7).
Figuras eminentes de esta época fueron Bichat, con
su teoría tisular de la enfermedad, y Laennec, con
sus estudios sobre la auscultación y su descubrimiento del
estetoscopio. De hecho, el examen físico del aparato respiratorio, tal como
hoy día lo conocemos, basado en la percusión y la
auscultación mediante el estetoscopio, se inicia en estos
años en los hospitales de París.
Durante esta época el interés por la obesidad o
polisarcia (como era también denominada la acumulación
adiposa en este período) se demuestra por el número de
publicaciones que tratan del tema. Aunque el número de tesis
doctorales disminuyó, el de monografías que trataban el
tema aumentó de forma muy notable.
Imagen 11:
Christian Wilhelm Hufeland
(1762-1836)
Las ideas sobre la obesidad, propias de este período de
auge de la Medicina francesa, quedan resumidas en el texto
dedicado a la «polisarcia» en el Textbook of
Medicine de Hufteland (1842). Se reproduce a
continuación el texto que hace referencia a la obesidad en
los apartados de diagnóstico, patogenia y
terapéutica:
«Diagnóstico. Excesiva acumulación de
grasa en todo el organismo o en alguna de sus partes; formando
externamente tumores adiposos (esteatoma); internamente, con
acumulación alrededor del corazón, en el mesenterio y
cubriendo los riñones. Los efectos son: impedir las
funciones de la parte afecta y, cuando la afección es
generalizada, dificulta la locomoción por sobrecarga del
sujeto, altera la función general del organismo, dificulta
la circulación, obstruye la secreción y excreción;
produce inflamaciones erisipelatosas externas y abscesos;
finalmente transición a la caquexia y a la
hidropesía.
Patogenia. Inmoderado uso de los alimentos,
especialmente de la carne, mientras que el ejercicio y la
eliminación son escasos; un temperamento flemático,
fibra y constitución laxa, supresión de las hemorragias
habituales, por consiguiente aparición en las mujeres
después de la cesación de las menstruaciones. En
general, una disposición congénita tiene una gran
influencia; algunos hombres continúan delgados aunque hagan
una alimentación rica y otros se engordan a pesar de estar
sujetos a una restricción alimentaria.
Terapéutica. La idea central del tratamiento es
disminuir la ingesta y aumentar la eliminación de alimentos.
Los principales remedios son, consiguientemente, alimentos
escasos, no nutritivos, vegetales, comida acuosa, ejercicio
corporal intenso; poco sueño, excitación de aficiones
mentales, promoción de todas las
secreciones, especialmente de la respiración y
evacuación; ayuno, tratamiento mercurial, en casos extremos
yodo.»
En este texto reproducido persisten elementos culpabilizadores
para el obeso y, entre consejos muy razonables, persisten
recomendaciones absurdas, por otra parte también presentes
en «remedios milagrosos» de la actualidad.
Transcurridas las tres primeras décadas del siglo, el
máximo prestigio de la Medicina de la época se
trasladó de París a Alemania,
Medicina alemana:
Aquí se produjeron importantes avances basados en
estudios de laboratorio. En los dos
primeros tercios del siglo XIX, Alemania estaba dividida en
diversos estados independientes. Estos estados contaban con un
potente sistema universitario que
favoreció un intenso ambiente competitivo e
investigador centrado en las ideas de la
Naturphylosophy, que invocaba que había una
unidad en la naturaleza y que ésta
tenía una historia temporal con bases importantes comunes de
tipo filosófico (7).
El primer y más importante avance de la medicina alemana
de la época fue el descubrimiento de la teoría celular.
En primer lugar, el naturalista Matthias Jakob Schleiden
(1804-1881), en su obra Beiträge Zur Phytogenesis
(1838), en la que estudia el desarrollo de las plantas,
sentó las bases de la teoría celular que poco
después desarrolló Theodor Schwann (1810-1882) en su
obra Mikroskopische Untersuchungen (1839), en la que
destaca la similitud entre animales y plantas en cuanto a su
estructura y crecimiento.
Poco después (1849), A. Hassall publica en The Lancet7
el trabajo titulado
Observations on the development of the fat vesicle, en el
que defiende la teoría, que tuvo gran prestigio hasta muy
avanzado el siglo XX, de que algunos tipos de obesidad
podían depender de un aumento del número de células adiposas.
Otra aportación importante de la Medicina alemana de esta
época es el desarrollo de la teoría de la
conservación de la energía. El fisiólogo y
físico Hermann Helmholtz (1821-1894), en su obra Uber die
Erhaltung der Kraft, eine physikalisdie Abhandlung
(1847), concluía que durante la actividad muscular se
conservaban la masa y la energía. Esta teoría
aportó una base para estudiar si los individuos obesos se
comportaban de un modo distinto, debate, por otra parte,
todavía no del todo cerrado en la actualidad.
Adolphe Quetelet:
La aplicación de los métodos cuantitativos en el
estudio de la enfermedad representa un importante avance en la
medicina de este siglo. El estadístico, matemático y
sociólogo belga Adolphe Quételet (1796-1874)
publicó en 1835 la obra Sur l"homme et le
développement de ses facultés: essai de phisique
sociale, en la que establece la curva
Antropométrica de distribución de la población belga y propone
que el peso corporal debe ser corregido en función de la
estatura (Kg./ m²). Este índice de Quételet, hoy
día conocido como índice de masa corporal
(IMC) y absolutamente generalizado como medición de la obesidad
en estudios epidemiológicos y clínicos, fue olvidado,
tras su descripción por su autor, hasta muy avanzado el
siglo XX.
Figura 12: Adolphe
Quételet
(1796-1874)
Medicina inglesa:
Durante la mayor parte del siglo XIX la medicina inglesa no
alcanza la importancia que tuvo la Escuela de París y la
Medicina alemana en cuanto a avances relativos al conocimiento
del fenómeno morboso. No obstante, la medicina inglesa
durante esta centuria contó con importantes personalidades
que contribuyeron de manera brillante a la descripción de
semiología clínica, síndromes o enfermedades.
Entre estos grandes nombres de la medicina clínica inglesa
de la época deben ser citados Graves, Stokes y Corrigan, de
la Escuela de Dublín, y Hodgkin, Bright, Addison y Gull, de
la Escuela de Londres.
Las contribuciones de la medicina inglesa de la época en
el campo de la obesidad se limitan a aspectos descriptivos en
distintas obras. Una de las más importantes es el libro de
W. Wadd (1829) Comments on corpulency, lineaments of
leanness, en el que se describen diversos casos de
obesidad mórbida y sus graves riesgos, entre los que destaca
la muerte súbita, ya señalada por Hipócrates.
Los consejos terapéuticos revelan la dramática
impotencia en el tratamiento de la obesidad grave, y oscilan
entre los medicamentos «más ligeros»
(homeopatía) y otros «más agresivos». Wadd
señala que: «Truly it has been said some Doctors let
the patient die, for fear they should kill him, while others kill
the patient, for fear he should die».
El libro más importante sobre obesidad en lengua inglesa publicado en el
siglo XIX es Corpulence, or excess of fat in the human
body (1850), original de T.I. Chambers. (15) En esta obra el
autor desarrolla interesantes ideas en distintas áreas. En
la de la antropometría discute el concepto de
«normalidad» y de «sobrepeso» a través
de los valores obtenidos en 2.560
varones sanos. Estos datos parecen preceder a los publicados por
Quételet. Chambers afirma que «si un hombre excede
considerablemente el promedio de peso en relación a otros de
la misma estatura, nosotros nunca debemos juzgar que este
excesivo peso depende del músculo o del hueso sino del
tejido adiposo».
En el área de la fisiopatología, Chambers desarrolla
dos conceptos importantes: el primero es que el origen de la
grasa humana depende de las partes oleaginosas de los alimentos
ingeridos, y que aunque es posible que otros componentes no
oleaginosos de la dieta puedan convertirse en grasa dentro del
cuerpo, este factor no desempeña un papel importante en la
génesis de la acumulación adiposa; el segundo concepto
importante es el que refleja la siguiente frase textual:
«For the formation of fat it is necessary that the
materials be digested in a greater quantity than is sufficient to
supply carbon to respiration».
Este concepto del desequilibrio calórico es básico y
recoge los experimentos de calorimetría
de Lavoisier y la primera ley de termodinámica de
Helmholtz (7). En el área clínica Chambers
clasifica la obesidad según la edad de aparición y
define certeramente que en la mayoría de los casos la
obesidad en los primeros años de vida es reversible, pero no
así en la edad prepuberal. Y en el área
terapéutica el citado autor aconseja caminar y una dieta con
una ingesta moderada de grasa, y también sugiere que el
licor potásico tomado con leche puede ser útil,
pero, en cambio, no aprueba el uso del vinagre o del yodo.
Un libro curioso relacionado con la obesidad y la medicina
inglesa de la época es el titulado A letter on corpulence
addressed to the public, original del abogado W. Harvey. En
esta publicación, que probablemente es el primer libro
popular sobre dietas, el autor expone el método dietético que le
permitió adelgazar siguiendo los consejos de su médico,
el Dr. W. Harvey.
Obesidad y sociedad:
A lo largo del siglo XIX el ideal de belleza femenina
continuó vinculado a siluetas con formas redondeadas. Un par
de textos literarios ilustran este concepto. Walter Scott, en
At Roman"s Well, escribe «…whom our excellent
and learned Doctor looks with uncommon regard? Fat, fair and
forty», said Mr. Winterblossom, «that is all I know of
her…». La frase «fat, fair and
forty», hoy día vinculada a la probabilidad de que una mujer
padezca litiasis biliar, contiene la palabra
«fair» que en el siglo XIX significaba de
excelente apariencia… vinculada a la obesidad
(«fat») (9).
Otro texto literario muy demostrativo, que se reproduce
textualmente, se encuentra en la obra Beauty Illustrated
Chiefly by an Analysis and Classification of Beauty in Women,
original de Alexander Walken (Londres, 1836): «Her face
is round… her shoulders are softly rounded… her bo"som, in
its luxuriance, seems literally to protrude on the space occupied
by her arms; her waist, though sufficiently marked, is, as it
were, encroached on by the embonpoint of all the
contiguous parts, her hanches are greatly expanded; her
thigs are large in proportion… the whole figure is soft and
voluptuous in the extreme» (19).
Siglo XX
Primera mitad:
Al comenzar el siglo XX sigue vigente el prestigio de la
medicina francesa y alemana, especialmente de ésta
última. Tras la I Guerra Mundial, el cenit de la
medicina empieza a desplazarse hacia Estados Unidos.
En esta primera mitad de siglo la obesidad suele ser
clasificada en endógena o exógena, según
predominen los factores genéticos, muy poco conocidos, o los
exógenos (exceso de ingesta y sedentarismo). Al mismo tiempo
se identifican las características de algunos tipos
especiales de obesidad, sobre todo de tipo hormonal
(síndrome de Cushing, hipotiroidismo).
En España, Gregorio Marañón (1887-1960), el
creador de la Endocrinología en nuestro país, se
ocupó de la obesidad, entre otros textos, en su
monografía «Gordos y flacos» (1926)
(21). En esta obra, Marañón repasa los
conocimientos etiopatogénicos acerca de la obesidad de la
época. Admite la multifactorialidad, aunque da demasiada
importancia al factor endocrino, influido por el prestigio de la
reciente especialidad. Entre sus agudas intuiciones clínicas
hace una casi descripción del síndrome metabólico
(diabetes, gota,
arteriosclerosis), enfatiza la importancia para la salud de
perder unos pocos kilos (4 o 5) e insiste en la importancia de la
prevención dada la gran dificultad del tratamiento.
Así, dice: «El obeso adulto, constituido, debe tener en
cuenta que un adelgazamiento no será obra de un plan
médico, sino de un cambio total de régimen de
vida».
En Francia, en relación al
tema de la obesidad, destaca la figura del endocrinólogo
Jean Vague, quien realizó una precisa descripción del
que muchos años después sería más conocido
como síndrome X, metabólico o plurimetabólico,
vinculado a la distribución topográfica androide o
central de la grasa. La descripción inicial se realizó
en 1947 en la Presse Médicaleen el trabajo: La differentiation
sexuelle, facteur déterminant des formes de l"obésite
(22). Aunque este trabajo y otros posteriores, que
definían claramente la obesidad androide, tuvieron amplia
difusión y fueron aceptados, en general, por los
clínicos europeos, la gran trascendencia de la
distribución topográfica de la grasa en las
complicaciones metabólicas y circulatorias de la obesidad no
fue ampliamente reconocida por la comunidad científica
internacional hasta su aceptación por los National
Institutes of Health de Estados Unidos en 1989.
Segunda mitad:
Finalizada la II Guerra Mundial, Estados Unidos
afianza su liderazgo en la investigación médica y,
por tanto, también en el campo de la obesidad. Se inicia el
estudio de la obesidad experimental y la profundización en
los estudios metabólicos para mejorar la comprensión de
los mecanismos de la acumulación adiposa. Asimismo se
desarrolla la investigación en relación a la ingesta
alimentaría y a su control, y empiezan a desarrollarse los
métodos de modificación de la conducta alimentaría para el
tratamiento de la obesidad.
Durante la segunda mitad del siglo XX se ha hecho un mantenido
y creciente esfuerzo para mejorar los resultados
terapéuticos en la necesaria lucha para tratar la obesidad.
Pese a los esfuerzos realizados, los resultados han sido muy
modestos y se ha constatado que la reganancia del peso perdido es
casi constante, sea cual fuere el método empleado, excepto,
quizás, en la cirugía bariátrica más
agresiva.
Los consejos alimentarios y el aumento del ejercicio siguen
siendo las recomendaciones indispensables, como en los tiempos
más remotos, para tratar la obesidad.
La modificación conductual, el tratamiento
psicológico y la utilización de fármacos son
métodos que pueden ser útiles en muchos pacientes. La
cirugía bariátrica para tratar casos seleccionados de
obesidad mórbida ha tenido un creciente auge, paralelo al
aumento de prevalencia de obesidad, en las dos últimas
décadas del siglo XX y en este inicio del siglo XXI. Este
creciente uso de la cirugía bariátrica y de sus
técnicas más
agresivas y malabortivas es un fehaciente exponente del habitual
fracaso del tratamiento médico.
En el año 1994 se produce un descubrimiento de gran
importancia en la investigación básica sobre la
obesidad. La revista Nature publica
el artículo Positional cloning of the mouse obese gene and its human
homologue, debido al grupo liderado por J. Friedman
de la Rockefeller University (Estados Unidos) (23). En
esta publicación se describe el gen ob en el
ratón, la proteína que codifica, la leptina, y el gen
homólogo en el ser humano.
Figura 13: el
ratón obeso tiene cinco veces más de grasa que su
hermana normal
y carece de un solo gen: ob.
El ratón ob/ob con el gen ob mutado y
carente de leptina padece obesidad, hiperfagia, dislipemia,
hiperinsulinemia y diabetes. Esta situación es reversible
mediante la administración de
leptina a estos animales. Las esperanzas de que este importante
descubrimiento fuera útil en el tratamiento de la obesidad
humana se desvanecieron pronto al descubrirse que los pacientes
obesos cursan con hiperleptinemia. El descubrimiento de la
leptina produjo una extraordinaria avalancha de publicaciones,
una auténtica leptinomanía, que permitió avanzar
no sólo en el conocimiento de los efectos
reguladores de la leptina sobre el apetito en el ser humano, sino
también, y especialmente, en el conocimiento de su
función de señal de déficit nutricional y del
nivel suficiente de reservas energéticas para poner en
marcha la activación del eje
hipotálamo-hipófiso-gonadal en la pubertad.
El descubrimiento del grupo de Friedman estimuló de forma
ingente la investigación en biología molecular y en genética en relación a
la obesidad, lo que ha permitido aumentar nuestros conocimientos
sobre la genética de la obesidad, la regulación del
peso corporal y las funciones hormonales de la célula adiposa. En los
últimos diez años, desde el año 1994 en que se
descubrió el gen ob y la leptina, se han producido enormes
avances en nuestro conocimiento sobre la genética de la
obesidad. De unos pocos genes vinculados a la acumulación
adiposa conocidos en 1994, se ha pasado al conocimiento de
más de cuatrocientos genes que pueden tener relación
con la predisposición a la obesidad (24). Este
espectacular avance ha sido producido por estudios de genes
candidatos y de escaneo genómico en humanos y en roedores, y
también en modelos animales de obesidad
espontánea y tras manipulación genética.
En el momento actual se ha podido identificar algunos casos,
muy infrecuentes, de obesidad monogénica en el hombre y
precisar las regiones genómicas, cuyas mutaciones pueden
condicionar la mayor tendencia a la acumulación adiposa en
la obesidad poligénica común. Como ya se sospechaba a
lo largo de la historia, el componente genético que
condiciona una mayor o menor tendencia a la obesidad varía
en los distintos individuos y, en general, es mucho más
importante en los pacientes que padecen obesidad
mórbida.
Obesidad y sociedad:
En Estados Unidos, tras la I Guerra Mundial se produce un
súbito cambio del ideal de belleza femenino
entronizándose figuras femeninas andróginas, sin
formas, de extrema delgadez. Este ideal de belleza de los
años 20 se expande también en Europa. Así,
Gregorio Marañón, en nuestro país, en su
monografía, ya citada «Gordos y flacos»
(1926) (25). hace referencia a la «moda de la delgadez» de la
época y la defiende con insistencia por razones de tipo
médico. En los años 30 hubo un breve retorno a la
admiración de la figura femenina con curvas, con Mae West y
otras actrices de cine de la época, pero
tras la II Guerra Mundial la moda de la delgadez se afianza y
extiende hasta nuestros días (19).
Como consecuencia, la obesidad ha sido estigmatizada social y
culturalmente. Este hecho ha conllevado, como en otras
épocas de la historia, una injusta culpabilización del
paciente obeso, que aunque se ha intentado combatir
racionalmente, persiste en buena parte de la sociedad actual.
La «moda de la delgadez» ha llegado en algunos
momentos a notables excesos, como en el caso de algunas
«modelos ideales» de alta costura. Una consecuencia
negativa de esta tendencia es el incremento de la prevalencia de
los trastornos de la conducta alimentaría, que puede poner
dificultades a las, por otra parte, necesarias campañas
preventivas de la obesidad.
La estigmatización de la obesidad desde el punto de vista
cultural, social y estético a lo largo de todo el siglo XX
ha venido en buena parte ligada a la «moda de la
delgadez» tal como ya se ha comentado. Un aspecto importante
y de trascendencia en la lucha sanitaria contra la obesidad ha
sido que los profesionales de ciencias de la salud, y
más concretamente los médicos, también han
participado, en su gran mayoría, en esta visión
negativa de la obesidad y del paciente obeso. En un estudio
(26) publicado en 1969, los médicos encuestados
declaraban que les disgustaban los pacientes obesos y
preferían no tratarlos. Estos médicos, representando a
sus compañeros de profesión, incluidos los
endocrinólogos, consideraban que la obesidad era una
enfermedad no atractiva y que era consecuencia de una falta de
control. Los obesos graves eran descritos como «débiles
de voluntad» y «desagradables ».
Los médicos encuestados tenían una visión de
los obesos aún más negativa de la que tenían los
pacientes de sí mismos. Esta actitud negativa de los
médicos hacia la obesidad y hacia el paciente obeso, por
otra parte muy extendida a lo largo de la historia, tiene un
fuerte componente cultural, pero al mismo tiempo también
está influida por el convencimiento de que la obesidad es un
proceso «intratable », con una tendencia casi constante
a la reganancia del peso perdido.
Los grandes avances alcanzados en la última década
en el mejor conocimiento de la regulación del peso corporal
y en la genética de la obesidad y la necesidad de
incrementar la lucha contra la acumulación adiposa
quizás ayuden a cambiar algo las citadas actitudes de los
profesionales de las ciencias de la salud. El reconocimiento del
amplio componente genético en el desarrollo de la obesidad
debería ayudar a disminuir la culpabilización del
paciente obeso, pero por otra parte será difícil que
promueva actitudes realmente activas y motivadas entre los
profesionales mientras no se disponga de métodos
terapéuticos más
efectivos.
A continuación presentamos el hombre y la mujer mas
obesos del mundo, el; Jon Brower Minnoch
(1941 – 1983) 1,82 y 635 Kilos de peso, precisaba de 13 personas
para poder moverlo de la cama, ella; Carol
Yager (1960 – 1994) con 1,70 de estatura y 725 Kilos de peso,
pasa por ser la mujer más gorda del
mundo.
La epidemia del siglo XXI
Y se hubo que esperar hasta el año 1999 para que se
publicara la Declaración de Milán, en la que los
países pertenecientes a la Unión Europea asumieron
que la Obesidad constituye un trastorno básico a partir del
que se desarrollan comorbilidades de todo tipo (cardiacas,
reumatológicas, digestivas, endocrinas, etc.). En 2002,
la Organización Mundial
de la Salud, en su resolución WHA 55.23, desarrolló la
Estrategia Mundial sobre
Régimen Alimentario, Actividad Física, y Salud, que fue
aprobada por los estados miembros en mayo de 2004
(Resolución WHA 57.17), momento en el que se etiquetó a
la Obesidad como " epidemia del siglo XXI" .
En este inicio del siglo XXI los datos relativos al incremento
de la prevalencia de obesidad resultan preocupantes. en
países de nuestro entorno, la prevalencia de obesidad
aumenta en la población adulta, y lo que es peor,
también lo hace en la población infantojuvenil. Este
hecho conlleva un incremento de las comorbilidades asociadas,
especialmente la diabetes mellitus tipo 2, con el
consiguiente aumento de los costos sanitarios y
económicos. Por los citados motivos, la OMS ha considerado a
la obesidad como «una epidemia del siglo XXI» y lidera
junto a diversas instituciones y sociedades científicas
una llamada internacional para luchar contra el sobrepeso y la
obesidad (13-16).
La movilización para luchar contra la obesidad, como muy
bien se detalla en la llamada del U.S. Department of Health and
Human Services (2001), no sólo debe implicar a los
profesionales sanitarios, sino también a los gobiernos, a
los servicios de salud pública, a la
industria alimentaria, a la
restauración colectiva, a los educadores, a los
técnicos en urbanismo y espacios públicos para
facilitar el deporte y la actividad
física, y al público en general.
Una esperanza en estos inicios del siglo XXI es que los
avances científicos, especialmente en genética, puedan
contribuir en el futuro a la indispensable lucha contra la
obesidad. Es muy dudoso que la terapia génica pueda aportar
en un plazo razonable un progreso significativo, entre otras
razones por la excepcionalidad de las formas monogénicas de
obesidad, pero quizás el conocimiento de la alteración
génica pueda facilitar la elección de las mejores
estrategias relativas a la
distribución de los componentes de la dieta y a la mayor o
menor importancia de la actividad física.
Otra esperanza, quizás más previsible, es que el
mejor conocimiento de los mecanismos de regulación del peso
corporal pueda contribuir al futuro desarrollo de medicamentos
más eficaces de los que hemos podido disponer hasta haora
para el tratamiento de la obesidad.
Últimamente y tras el descubrimiento de hormonas como la Leptina,
Adiponectina, y neurotransmisores como el Neuropéptido Y
(por citar los más importantes), el interés por esta
patología ha crecido y como consecuencia, se han
desarrollado fármacos como el Orlistat, la Sibutramina y el
Rimonabant (ya en el mercado) y otros en desarrollo
como el Tanabanant. Todos ellos vienen a complementar los dos
pilares básicos para el tratamiento de la Obesidad
establecida que son la Actividad Física y la
Alimentación.
Pero, posiblemente el reto más importante que tienen las
sociedades de los países industrializados es la
Prevención.
Teniendo en cuenta la modificación del ocio y de los
hábitos dietéticos con el acceso a alimentos de alta
densidad energética y al
sedentarismo, es prioritario actuar antes de que se desarrolle la
Obesidad, sobre todo en los repuntes de la segunda infancia y la adolescencia pues los adolescentes obesos serán
los que desarrollen enfermedades metabólicas como la
Diabetes Mellitus Tipo 2 en la década de los treinta. Si hoy
sabemos que esta enfermedad es la primera causa de infartos de
miocardio, ceguera e insuficiencia renal, estamos
ante un reto importantísimo no sólo para las futuras
generaciones sino para la sociedad actual.
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Autor:
Licenciado Hever Falcon Tomayconza
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