He aquí un relato excepcional, una verdadera joya
literaria. No soy de impresionarme fácilmente, pero
confieso que cuando terminé de leerlo, el final resulta
tan sorpresivo que durante unos segundos me quedé
literalmente estupefacto. El autor-un español
inmigrante- fue mi discípulo durante los años duros
de la dictadura militar
argentina. Ya por entonces me parecía un escritor
destinado a sorprender y hacer escuela.
Volví a verlo 25 años más tarde y me
sorprendí de que no hubiere logrado la merecida
consagración (pero…ya se sabe: el destino dicta las
reglas de juego; y en el
arte-como
sabemos-suele ser muy injusto). Me ha pedido que le prologue un
libro de
cuentos-este
relato forma parte del mismo- y una novela. En fin,
espero que gocen efectivamente con la lectura.
Seguramente, al final de la misma, colegirán conmigo que
se trata de un cuento
magistral.
Eduardo Gudiño Kieffer
El
inmortal.
El cerebro parece
una roca esculpida."Serás inmortal sin necesidad de
venderle el alma al
Diablo". Como tantas otras veces, el Maestro ha puesto la
cuña del recuerdo en mi cerebro. ¡Parece
increíble que hayan pasado más de tres siglos
y medio! Claro que esto lo pienso desde el tiempo de
mortal que alguna vez me tocó vivir… Desde mi
nueva vida, tiempo y espacio se comprimen, formando un
todo que me permite divagar a través de las
frecuencias del pasado para recrear los acontecimientos a
mi antojo; es decir: puedo circular como un simple
espectador, o bien sumergirme en sus coordenadas de manera
interactiva, volviendo a re-vivir, aquello que ya fue.
Sabemos que el Gran arquitecto permite muchas cosas en el campo
de la inmortalidad, menos modificar los acontecimientos. Lo hecho
-para bien o para mal-hecho está.
El caso es que hoy se cumple un nuevo aniversario de mi trance
a la inmortalidad.
No sin cierto estupor, soy testigo de que en los albores de
este siglo XXI, se ha terminado de instalar la violencia
demencial. Ahora comprendo las angustias de mi madre,
cuando- Biblia en mano- me alertaba a fin de estar preparado para
el mensaje de la revelación: las palabras que Dios
había puesto en el atribulado espíritu de Juan,
anticipando el final de la raza humana.
Resulta difícil que un creador acepte sus propios
errores; cuánto más, el propio Dios; sin embargo,
es evidente que el Gran Hacedor ha terminado por admitir que
aquello del libre albedrío fue un acto de extremada
sobre-estimación de su criatura como llave maestra
de la existencia (ya se sabe que Dios nos hizo a medias,
confiando en que el libre albedrío terminaría por
completar su obra. ¡Sacro error!)
Los tiempos se aceleran. Hace poco, asistí- desde el
privilegio de mi nueva vida- a la herida de muerte de la
nueva Babilonia, la gran central mundial que
controla los destinos humanos. Pronto, el fuego de la
destrucción final se extenderá a lo largo y ancho
del planeta. Y no es casual que la devastación y la muerte se
generen a través de un enfrentamiento de carácter religioso, tomando al propio Dios
como bandera.
Si el hombre
-religiosidad mediante-, movido por su espíritu mezquino,
fracasó en su intento de llegar a su creador, resulta
natural que el holocausto del
castigo sobrevenga a través de su propia medicina.
Razón suficiente para que el Apocalipsis prometido refleje
connotaciones de carácter religioso.
Estoy seguro de que
sobrevendrá por medio de una gigantesca pira que
habrá de consumir toda manifestación de vida (no en
vano arde el bosque cuando la relación entre sus criaturas
se torna insostenible). Resumiendo: que Dios ha decidido
soltar la mano del hombre.
De cualquier forma, no es de esto que quería hablaros.
Se trata de una historia ligada a mis
vivencias humanas pasadas.
¡Claro que añoro mi
existencia de mortal!
Uno disponía de mayores elementos para la
reflexión; las cosas se sucedían de manera
decantada: el lento discurrir de los acontecimientos
acompañaba a las disquisiciones filosóficas; no
como ahora en que el tiempo no puede absorber el tropel del
pensamiento
por culpa de tantos cambios repentinos.
¿Será por eso que me he vuelto un
nostálgico? ¿Un maniático que recorre los
corredores ancestrales en busca de su oráculo perdido?
En esta eternidad en la cual, pasado, presente y futuro
son, nada resulta más fácil que revivir
los sucesos pasados, a través de un acto reflejo de
la ultra conciencia.
Para nosotros, pensamiento y acción
son una misma cosa; así es como se me aparece el
Madrid de
mediados del siglo diecisiete con toda su desnuda geografía.
La memoria
está virgen como el primer día, cuando llegó
a mis oídos el revolucionario proyecto del
Maestro.
Desde ni envidiada función en
la Cámara Real, tenía el exclusivo privilegio de
estar al tanto de todas las cuestiones domésticas:
hipocresías, traiciones y todo tipo de intereses mezquinos
y personales, movilizados generalmente a consecuencia de
trascendentes decisiones.
En aquel ambiente de
estúpida alegría y tenebrosa realidad, uno
desconfiaba de la propia sombra.
Había aprendido a volar como el águila pero
también sabía reptar como la serpiente.
Si uno quería sobrevivir, se imponía renunciar a
la Biblia como libro de cabecera. El secreto
consistía en saberse de memoria los pensamientos de
Maquiavelo. Pues bien, yo soñaba con un ambicioso
plan, y no
escatimé medios para
llevarlo a cabo.
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