- Epilepsia y otros trastornos
convulsivos - crisis
convulsivas - Crisis
generalizadas - Crisis
parciales o focales - Síndromes
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relacionadas con crisis convulsivas - Patología
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de la herencia - Abordaje
clínico de las epilepsias - Desmayo y
síncope - Causas de la
crisis de desmayo y síncope - Síncope
de origen cardiaco - Síncope
relacionado con enfermedad vascular cerebral - Métodos
especiales de exploración - Tratamiento
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sueño - Neurofisiología
del sueño - Trastornos del
sueño - Tratamiento
del sueño - Trastornos
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EPILEPSIA Y OTROS
TRASTORNOS CONVULSIVOS
La frecuencia y la importancia de la epilepsia en la sociedad
contemporánea difícilmente pueden exagerarse. De
los estudios epidemiológicos de Hauser y colaboradores
cabe extrapolar que según el último censo en
Estados Unidos
cerca 1.77 millones de personas eran víctimas de epilepsia
(es decir, experimentaban convulsiones corticales cerebrales
recurrentes crónicas) y alrededor de 44 casos nuevos por
100 000 habitantes ocurren cada año. Estas cifras son
exclusivas de los pacientes en quienes las crisis convulsivas
complican las enfermedades febriles y
otras intercurrentes o los traumas craneoencefálicos.
Se estima también que cerca de 1% de los habitantes de
ese país tendrá epilepsia hacia los 20 años
de edad (Hauser y Annegers). Cerca de dos terceras partes
de todas las crisis epilépticas inician durante la
infancia (en
especial en el primer año de la vida) y éste es el
periodo de edad durante el cual las convulsiones adoptan la
variedad más amplia. La incidencia aumenta un poco
después de los 60 años. La epilepsia es uno de los
trastornos más frecuentes en el ejercicio de la
neurología pediátrica. La cronidad de las formas
infantiles y su persistencia en los pacientes de todas las edades
incrementan su importancia. Por todas estas razones es
indispensable que todos los médicos tengan conocimiento
de la naturaleza de
los trastornos convulsivos y su tratamiento.
La epilepsia puede definirse como el trastorno intermitente
del sistema nervioso
causado por "una descarga excesiva y desordenada del tejido
nervioso cerebral sobre los músculos". Hughlings Jackson, el eminente
neurólogo inglés,
postuló esto en 1870 y la electrofisiología moderna
no ofrece pruebas en
contra. La descarga ocasiona una pérdida casi
instantánea del conocimiento, alteraciones de la percepción, trastorno de la función
psíquica, movimientos convulsivos, alteración en
las sensaciones o alguna combinación de estos
fenómenos. La diversidad de las manifestaciones
clínicas plantea una dificultad terminológica. El
término convulsión se refiere a un paroxismo
intenso de contracciones musculares repetitivas
involuntarias, y no parece apropiado para un trastorno que
sólo consiste en una alteración sensorial o de la
conciencia.
Ataque se prefiere como un término
genérico porque abarca diversos sucesos
paroxísticos y también porque se presta para su
clasificación.
Por tanto el término ataque convulsivo o motor no es
tautológico y podría hacerse referencia de manera
semejante a un ataque sensorial o ataque psíquico. La
palabra epilepsia se deriva del griego "apoderarse" o "ser presa
de". Los antiguos se referían a este fenómeno como
"caer enfermo" o "quedar poseído por el demonio".
Aunque son términos médicos de utilidad para
indicar que se trata de convulsiones recurrentes, las palabras
epilepsia y epiléptico aún tienen connotaciones
desagradables para el público en general y deben usarse
con prudencia al tratar con pacientes.
Vista en sus muchos contextos clínicos la primera
crisis convulsiva solitaria o el primer ataque breve de
conclusiones puede presentarse durante la evolución de muchas enfermedades
médicas. Indica siempre que la corteza cerebral se
infectó a causa de enfermedad, ya sea de manera primaria o
secundaria. Por su naturaleza si se repiten cada varios minutos,
como en el estado
epiléptico, las convulsiones pueden poner en peligro la
vida.
Igual de importante es que una crisis convulsiva o una serie
de convulsiones pueden ser manifestaciones de una enfermedad
neurológica en evolución que requiere el empleo
máximo de medidas diagnósticas y
terapéuticas especiales, como en el caso de un tumor
cerebral.
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