En el presente trabajo
investigativo se ha tratado el análisis de las vanguardias
tardías del siglo XX contextualizándose a partir de
los años sesenta hasta nuestros días. Una evolución prolífica, planta la
simiente del arte conceptual y
la difusión de medios como la
fotografía
y el videoarte.
El pensamiento de
Marx aunado a
su dialéctica tiene especial influencia en el surgimiento
de estas vanguardias, además de los aportes de Sigmund Freud,
Albert
Einstein, Nietzsche y
Bergson. El artista ya no es aquel de la concepción
romántica individualista e incomprendido, el artista es
sujeto y objeto de la obra que representa, la
negación absoluta del arte engendra su
re-creación y vuelta hacia sí mismo.
En este sentido, se examinarán las tendencias y los
representantes con más asidero teórico y
sustancial, dado que, proponer un examen exhaustivo de todos los
temas estudiados, de todos los artistas implicados y los
movimientos surgidos así como sus ideas primigenias, la
afirmación de sus manifestaciones a partir de las
constantes negaciones que identifican dichas vanguardias,
sería una tarea ambiciosa además de incurrir en un
análisis superficial para la extensión que nos
ocupa.
De allí que, en la presente investigación orientada hacia fines
analítico-descriptivos se desplieguen las ideas del arte y
la estética plasmadas en las obras de mediados
del siglo XX en el marco de la transición entre la
modernidad y
la posmodernidad[1],
básicamente es por esto que el presente análisis se
basará más en las relaciones existentes entre las
diversas manifestaciones que en una ontología acerca de términos,
artistas, representaciones o corrientes.
En esta época, el arte pasa a ser sujeto y
objeto, causa y consecuencia, entrando al sur le
motiv de sus precedentes impresionistas del siglo XIX que ya
las primeras vanguardias habían comenzado a
justificar.
Se hace mención al gran aporte del Dadaísmo y el Surrealismo.
Del primero, que comienza en Zurich en 1916 Mario de Micheli
aduce lo siguiente:
Propugna (…) la desenfrenada libertad del
individuo, la
espontaneidad, lo inmediato, actual y aleatorio, la
crónica contra la intemporalidad, la contradicción,
el no donde los demás dicen sí y el sí donde
los demás dicen no; defiende la anarquía contra el
orden y la imperfección contra la perfección. Por
tanto, en su rigor negativo también está en contra
del modernismo, es
decir, el expresionismo,
el cubismo, el
futurismo, el abstraccionismo, acusándoles en
última instancia, de ser sucedáneos de cuanto ha
sido destruido o está a punto de serlo, y de ser nuevos
puntos de cristalización del espíritu, el cual
nunca debe ser aprisionado en la camisa de fuerza de una
regla, aunque sea nueva y distinta, sino que siempre debe estar
libre, disponible y suelto en el continuo movimiento de
sí mismo, en la continua invención de su propia
existencia (…) No existe una libertad establecida para
siempre, sino un incesante dinamismo de la libertad, en la que
ésta vive negándose continuamente a sí
misma.[2]
Esta riqueza de significados es evidente también en el
Surrealismo donde se buscaba en el inconsciente el soporte de la
creación poética y artística en general,
resulta ejemplarizante a la vez de compleja la obra de Salvador
Dalí, quien aplicando el método
paranoico-crítico consiguió exponer relaciones
interesantes entre objetos comunes. En este orden de ideas,
Agustín Sánchez Vidal arguye que:
En realidad Dalí trataba, básicamente, de captar
objetos y situaciones mediante un golpe de vista desprejuiciado
que los presentara inicialmente como extraños, procediendo
a continuación al establecimiento de relaciones no
previstas. Para culminar con éxito
tal proceso, debe
producirse una momentánea suspensión del juicio, un
desentendimiento-siquiera mínimo- de la racionalidad, para
volver a su percepción
normal ya de una manera distanciada. El
extrañamiento resultante, era la base de la
paranoia crítica, y debía asegurar la
objetividad y estandarización de la percepción,
eliminando toda ganga subjetivadora, emotiva o estética
(…) Durante mucho tiempo
Dalí pensó que el medio ideal para tal
operación era la fotografía o -mejor aún- el
cine, dada su
capacidad sintáctica y secuenciadota, ya que para
él los elementos de la realidad eran menos importantes que
las relaciones que la mente establecía entre
ellos.[3]
Seguidamente, en la obra de Duchamp vemos como el objeto
cotidiano vuelve a tener especial atención, adquiriendo un poder de
expresión propio, dando pie a diversas formas de
manifestación y significados, según sea el uso del
objeto. Unas de estas manifestaciones son el ready made y
el art trouvé surrealista. Duchamp mantuvo una
actitud de
búsqueda de nuevos elementos y conceptos para plantar el
sentido creador del arte, y una de esas innovaciones fueron los
ready made dadaísta "objetos manufacturados,
modificados o no, firmados, dotados de títulos y
expuestos, promovidos así al rango de objetos de arte por
la sola decisión del
artista"[4]
Más adelante, Compagnon, hace una conexión entre
Duchamp y el pop art, evidenciando que, desde que las imágenes
de latas de sopa de Andy Warhol enaltecieron la publicidad a la
categoría de arte, haciéndose énfasis en sus
exigencias estéticas, el pop art es una reacción a
la frialdad del expresionismo abstracto como veíamos en el
dadaísmo y su contenido encierra una crítica a la
sociedad de
consumo y su
mero utilitarismo representado en su superficialidad. Compaignon
menciona que:
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