- El retorno del
holograma - El
holograma - El
dolor, como sensación especial - Filomena y los dolores
de su cuello, o espasmo cervical
estrés-inducido - Explicación
- En
resumen - Referencias
"El dolor que no se desahoga con lágrimas puede
resultar en que los órganos sean los que lloren."
Francis J. Braceland
Psiquiatra
"Yesterday upon the stair
I saw a man who wasn't there
He wasn't there again today
Oh how I wish he'd go away"
William Hughes Mearns (1875–1965)
Para todos parece ser obvio que nuestros sentimientos de
amor, hambre,
encono y otros afectos similares son realidades internas, y que
el sonido de una
orquesta interpretando una melodía, el calor del sol
que nos tonifica, o el aroma que emana de una rosa, son
realidades externas, porque creemos que provienen de "afuera".
Siendo en apariencia así, lo que aun no se entiende son
los mecanismos que entran en juego para
hacer que el cerebro
diferencie entre una y otra de estas percepciones,
asignándole a cada una un lugar diferente en tiempo y
espacio.
Por ejemplo, cuando miramos a una persona, la
imagen de esa
persona está en realidad en la superficie de nuestras
retinas. Sin embargo, no apreciamos que la persona mirada
está localizada en ese órgano funcional de la
visión. Por el contrario, nuestra impresión es que
esa persona está "fuera de nuestro cuerpo" en ese mundo
exterior que nos rodea.
Esa es la magia de la visión del holograma del que
tanto hemos hablado y del que continuaremos hablando.
Igualmente, cuando tropezamos y nos lastimamos un dedo
percibimos el dolor en el dedo del pie afectado aunque el dolor
no está en el dedo realmente. La percepción
que se siente es resultado de un proceso
neurofisiológico que ocurre en algún sitio,
misterioso, del cerebro — pensemos en ello.
Holograma
La cuestión es, entonces, cómo es que el cerebro
distribuye la totalidad inmensa de los procesos que
se manifiestan como nuestras experiencias, todos los cuales son
internos, conduciéndonos a pensar que algunos son
centrales — viviendo dentro de nosotros — y que otros
están localizados más allá de los confines
de nuestra masa encefálica, en apariencia, siendo
externos.
El retorno del
holograma
Como hemos aprendido en otras lecciones, crear la
ilusión de que las cosas existen donde no están es
la quintaesencia del holograma.
Como igualmente hemos visto, que si se mira un holograma
éste parece poseer una extensión de solidez en el
espacio, pero si se pasa una mano a través del mismo se
descubre el hecho sorprendente de que no tiene sustancia, de que
nada sólido existe donde éste se vislumbra —
dentro de ese ámbito que ocupa dentro del espacio
exterior, sensorial/visual.
Esto es así porque un holograma es meramente una imagen
etérea que parece estar donde está, pero
sin estarlo — que está donde no
está — y que posee no más extensión
física que
la que tiene la imagen tridimensional que vemos cuando nos
contemplamos en un espejo.
Igualmente que la imagen reflejada en el espejo reside en la
capa de plata detrás de la superficie reflejante, la
localización de un holograma, como es en el caso de los
espejismos — cuyos emplazamientos son remotos —
está contenida en la emulsión del film que la
registra.
Looking glass por Pino
Pero todo lo que percibimos, como seres vivientes, se hace a
través de actividades del cerebro — de índoles
psíquicas y somáticas — nociones que tan son
inextricables como indivisibles.
Evidencia palmaria de que el cerebro puede engañarnos,
haciéndonos creer que los procesos internos que nos
afectan están localizados afuera de nuestros cuerpos
derivan de los esfuerzos de un científico galardonado con
el premio Nobel, Georg von Bekesy, quien demostró que se
puede estimular el cerebro a creer que los impulsos nerviosos
pueden ser falsificados en sí y ser representados en
áreas del cuerpo en las cuales no existen receptores
sensoriales.
¡Logro este último de extraordinario
significado!
Esta noción puede bien explicar el fenómeno
neurológico del "órgano fantasma" del que
habláramos en otras ponencias.
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