La nueva ciencia de la neuroeconomía: visión general de una disciplina incipiente (página 2)
La falta de elegancia y precisión, a que antes nos
refiriéramos, se reitera en esta última
definición que Wikipedia nos facilita…
Decisiones…
decisiones…
Continuemos
La
neuroeconomía y la ciencia
económica
La ciencia de la
Economía, fue fundada por el ciudadano
escocés Adam Smith
(1723-1790), famoso por la publicación de su obra
clásica: An Inquiry into the Nature and Causes of the
Wealth of Nations (Ensayo sobre la naturaleza y
las causas de la riqueza de las naciones). Como ciencia, la
economía, hasta ahora ha sido relegada por muchos a la
condición de ser una disciplina
marginal porque, hasta muy recientemente, ha carecido de métodos
científicos para desempeñar sus actividades,
mientras que alberga conceptos místicos como el de la
"mano invisible" de que Smith hablara, para apuntalar sus
fundamentos.
En sus ámbitos de acción
e interés, la economía estudia
decisiones y opciones, expandiendo su alcance en áreas
definidas como son la macroeconomía para grupos mayores y
la microeconomía para los individuos — como
ya hemos dicho.
Como pauta científica, entonces, la
neuroeconomía es el subconjunto de disciplinas que enfoca
en las decisiones personales y en los cambios mentales que se
asocian con las mismas decisiones y que aún puede que
asimismo las ocasionen. Un entendimiento clave para concebir esta
ciencia, es recordar que el substrato biológico de un
organismo vivo puede ser entendido como mecanismo implementador y
optimizador para facilitar adaptaciones a ese módulo
universal de supervivencia/reproducción que nos gobierna a todos.
La neuroeconomía y su aplicación a la investigación del dinamismo de los
negocios
La neuroeconomía igualmente incorpora otras
sub-disciplinas que se aplican a la
investigación y al análisis de los negocios.
Entre éstas contamos: la neurociencia
del consumidor, la
neurofinanza, y la rama que estudia la toma de
decisiones organizacionales.
La
neuroeconomía y la psicología
La psicología
estudia el pensamiento y
analiza las percepciones, dentro de áreas amplias, como
son el lenguaje,
la cognición, la memoria, el
comportamiento
de grupo y la
psicología anormal. La neuroeconomía, por su parte,
es el subgrupo que analiza los procesos
mentales que interactúan cuando cavilamos, especialmente
cuando estudiamos opciones y hacemos decisiones basadas en las
mismas. Ambas disciplinas, hoy laboran a la par.
La neuroeconomía y sus hallazgos tienden a confirmar
que ciertas emociones (entre
ellas la expectación esperanzada y el miedo) son
importantes factores que participan en muchas decisiones
económicas.
Los experimentos de
las ciencias
económicas conductistas
La evaluación
de experimentos controlados tradicionalmente ha formado la piedra
angular de la neuroeconomía.
En un experimento típico de economía
conductista, a un sujeto se le pide que haga una serie de
decisiones monetarias. Por ejemplo, se le pregunta qué
prefiere: si tener 45 centavos, o una hacer apuesta con un chance
de un 50% de ganar un dólar y otro de un 50% de perderlo
todo. El experimentador mide las variables
operacionales para determinar qué actividades tienen lugar
en la mente del voluntario, mientras hace su decisión.
Consulta neuroeconómica
Este tipo de experimento le ganó el Premio Nobel de
Economía a Daniel Kahneman en el año 2002.
Por su parte, el modelo de la
neuroeconomía extiende el método de
la economía conductista, arriba descrito, añadiendo
observaciones de las actividades del sistema nervioso
—mientras lo hace — al conjunto de variables
explicativas.
Los experimentos neuroeconómicos, ya más
avanzados, se conducen por medio del uso de escáneres
cerebrales usando instrumentos de resonancia magnética
para comparar los roles de las diferentes partes del cerebro que
contribuyen al proceso de
hacer-decisiones (decision-making process).
Otros ensayos en
uso, miden los resultados de la técnica conocida como ERPs
(Event-Related Potentials, muy parecidos al EEG) y la de
los magneto-encefalogramas (MEG) para determinar los derroteros
temporales que toman los diferentes eventos
cerebrales mientras contribuyen al proceso de tomar medidas
económicas, basados en las actividades cerebrales
involucradas.
Las tecnologías más avanzadas abarcan
impresiones directas de las respuestas de neuronas y las
concentraciones de neurotransmisores cerebrales en primates y en
seres humanos.
Críticas de
ésta nueva disciplina
La nueva ciencia no está absuelta de críticas
bien argumentadas, porque, de sobra, las merece.
Un antagonista de mucha distinción a esta disciplina es
el economista hebreo Ariel Rubinstein, quien en un simposio mundial,
en el 2005 se refirió a la ciencia neuroeconómica
como "un campo que se vende a sí mismo en exceso, y sin
razón para hacerlo".
Mientras que otros, igualmente autoritativos en este campo,
han argumentado que la metodología de la neuroeconomía
solamente tiene respuestas para preguntas irrelevantes, porque
proporciona las satisfacciones más hedonistas de los
voluntarios experimentales en lugar de afincarse en las
realidades impredecibles del mundo de la realidad.
En lo antedicho, estamos de acuerdo.
Pensando… pensando…
Ramificaciones
La neuroeconomía, como todo lo que respecta al cerebro,
promete la posibilidad de contribuir de modo significativo
al conocimiento
científico en maneras, hasta ahora, insospechadas.
Promete, pero nada más…
Pero, a pesar de ello, muchos investigadores la consideran
disciplina vital en la determinación de los factores que
controlan la ciencia del mercadeo.
Mientras que otros razonan que la neuroeconomía
podría ser una fuente de instrumentos manipulativos
utilizado por vendedores, y oportunistas, para influenciar las
decisiones de compra y consumo.
Puede decirse que, hasta ahora, todavía muchos
consideran la ciencia neuroeconómica como rama simple y
circunstancial de nuestro conocimiento.
Ahora, hablaremos de cómo se intenta integrar esta
nueva disciplina dentro del campo de las neurociencias, donde
aspira a pertenecer
En el año1996 Joseph LeDoux profesor de
neurociencia en la Universidad de
New York publicó un libro, The
Emotional Brain: the Mysterious Underpinnings of Emotional
Life que fue de mucha influencia en establecer la disciplina
que hoy se conoce como la neuroeconomía.
Hacia la conclusión de la década de los 1990s
una generación de investigadores economistas y
académicos; respondiendo a las declaraciones hechas por
LeDoux y otros, acerca de los descubrimientos que resultaran de
las aplicaciones de las técnicas
del escáner de
la resonancia magnética (MRI), descubrieron que ciertas
áreas de la sustancia gris del encéfalo
están asociadas con diferentes tipos de actividades
emocionales durante el proceso de la toma de decisiones — la
amígdala constituyendo el ejemplo más
reconocido.
Neurocientíficos han demostrado que este racimo de
neuronas en forma de almendra, localizado profundamente dentro de
los lóbulos temporales centrales, juega un papel
importante en las respuestas emocionales del individuo —
especialmente en las del miedo.
Basados en éstas y otras premisas, estos nuevos
neuroeconomistas pensaron que sería posible apartar el
campo de la economía alejándola del ámbito
acostumbrado del método racional — hecho borroso por los
intereses propios — inclinado esencialmente a la
obtención del máximo rendimiento monetario.
Entonces, en lugar de conjeturar acerca de los comportamientos
del llamado H. economicus, ellos podrían
observar en la actualidad lo que sucedía dentro de su
cabeza.
La ciencia ajada, que hasta entonces existiera, ya comenzaba a
alejarse de la economía conductista que la precediera.
Desde los años 1980s los investigadores que laboraban en
esta nueva amplificación de la disciplina habían
comenzado a utilizar métodos derivados de la
psicología para desarrollar modelos
más realísticos para estudiar el proceso de la toma
de decisiones, en medio del cual muchas personas, con frecuencia,
se comportaban de modos a veces contrarios al propio
interés.
Los investigadores pensaban que la neuroeconomía
poseía el potencial de ir más lejos si se
estudiaban los procesos neurales que, durante los comportamientos
examinados, ocurrían en el cerebro.
La amígdala cerebral
éxitos tempranos obtenidos por algunos economistas
utilizando nuevos métodos adaptados de la neurociencia,
revelaron algunos defectos provenientes de los métodos que
de antes aplicaran los economistas conductistas. Un ejemplo muy
citado es el del "juego del
ultimato". En este último, un participante propone la
división de una suma de dinero entre
él y un segundo participante. El otro jugador debe de
aceptar o rehusar una oferta. Si el
otro la rehúsa, ninguno recibe un centavo.
De acuerdo a la estándar teoría
económica, con tal de que el primer jugador le ofrezca
cualquier suma de dinero al segundo, la oferta sería
aceptada, porque el segundo participante siempre preferirá
recibir algo a recibir nada. Sin embargo, en la situación
experimental, los economistas conductistas, determinaron que el
segundo jugador muy a menudo, rechazó ofertas bajas —
tal vez, ellos sugieren — para castigar al primer jugador por
ofrecer una división poco equitativa.
Los neuroeconomistas han hecho un esfuerzo para explicar este
comportamiento — a todas luces irracional — por medio del uso
de un método de resonancia magnética "activa".
En este último método, mientras el sujeto yace
tranquilo durante el procedimiento, se
espera que conteste preguntas específicas acerca de temas
relacionados a la transacción, mientras que la
circulación cerebral se examina en detalle para determinar
donde se concentra el flujo sanguíneo mientras que las
decisiones se imaginan. Por medio de este proceso los
investigadores determinaron que el rechazo de una baja oferta
tendía a asociarse con niveles altos de actividad en el
cuerpo estriado, una parte del cerebro que la neurociencia
mantiene que está involucrada en los dinamismos de
recompensa y castigo — especialmente, cuando se hacen
decisiones. Suministrando, ellos creen, algún soporte a
las teorías
del comportamiento y a sus bases neurales.
Además del juego del ultimato, los neuroeconomistas han
enfocado su interés en tales temas como son las razones
por las que la gente confía en otras personas, el por
qué se toman riesgos
irracionales, la valuación relativa de beneficios a corto
y a largo plazo, la razón por comportamientos altruistas y
caritativos, y el papel que la mente juega en las adicciones.
(Véanse mis publicaciones al respecto).
Muchos creen que la determinación de las descargas de
dopamina, el neurotransmisor cerebral del placer, pueden ser
indicadores de
la actividad del proceder económico.
Escáner cerebral
También se cree que dos estados de actividad cerebral
participan directamente en el proceso de la toma de decisiones:
un estado
frío de objetividad y otro caliente y emocional durante el
cual la facultad de tomar medidas sensibles se esfuma. La
interacción potencial entre esos estados
son sujetos ideales de estudio para los neuroeconomistas.
Para muchos nuevos neuroeconomistas, la incorporación
de las neurociencias en su disciplina flamante, puede resultar en
la transformación de la economía tradicional
proveyéndole a ésta con un entendimiento mejor,
abarcando temas tan dispares, como son el efecto en el
público de la propaganda y
publicidad, hasta
las decisiones de obreros de participar en huelgas.
Igualmente, se cree que la neuroeconomía puede aportar
mucho a las neurociencias, por su introducción a la última de sus
métodos de
investigación.
Herbert Gintis, miembro de la facultad del Santa Fe
Institute cree que los avances en las neurociencias
resultarán en la integración final de todas las
ciencias del comportamiento alrededor de un modelo común,
basado en el estudio del cerebro y de cómo la gente hace
decisiones.
Pero existen escépticos…
Los ataques más feroces contra la neuroeconomía
y la economía conductista han venido de dos facultativos
de la Universidad de Princeton, Faruk Gul y Wolfgang
Pesendorfer.
Reproducido con atribuciones de The
Economist
En un artículo publicado en el año 2005,
titulado The Case for Mindless Economics, ambos
académicos argumentaron que la neurociencia no
podría transformar el campo de la economía, porque
lo que sucede en el cerebro es totalmente irrelevante a esa
disciplina. Lo que importa, dicen ellos, son las decisiones que
hacen las masas y no el proceso por el cual ellas transcurren
para hacerlas. Ellos, asimismo mantienen la posición
de que entender cómo la sociedad se
ajusta a las consecuencias de esas decisiones es lo que
últimamente importa.
Para ellos los modelos existentes y sus aplicaciones, bastan
para los fines de lugar.
Actualmente los neuroeconomistas no son los únicos
científicos, considerados marginales, que han
soñado con mirar con curiosidad dentro del cerebro. En el
año 1881, un tiempo
después de que William Jevons proclamara que las funciones del
cerebro nunca podrían ser conocidas, Francis Edgeworth
propuso la creación de un "hedonímetro", que
mediría la utilidad derivada
por cada individuo de sus decisiones.
Hasta el momento, la única razón por la cual los
economistas en las etapas finales del siglo XIX y mucho del siglo
XX pusieron la racional del individuo que se empecinaba
exclusivamente en la idea de maximizar los beneficios propios en
el centro de sus modelos no fue porque ellos no deseaban mirar en
el cerebro, sino porque carecían de los métodos
para lograrlo.
La economía se convirtió en una ciencia
deductiva porque nadie poseía las tecnologías para
hacerla inductiva. Ahora, por el uso de herramientas
estadísticas más eficientes y el uso
de los conocimientos adaptados del campo de la neurociencia,
comienzan a abrirse las posibilidades de que la economía
puede tornarse en una ciencia de naturaleza abductiva, una que
combina los elementos del razonamiento inductivo y deductivo.
La pregunta de mayor interés es si las herramientas que
la neurociencia proporciona le permitirán al campo de la
economía satisfacer la visión de Edgeworth, o que
por lo menos, que se arraigue en la realidad física del
cerebro.
Las investigaciones
en la primera década de la investigación
neuroeconómica dependió casi exclusivamente en la
actividad de los MRI escáner. El regocijo inicial que
demostraban los neuroeconomistas en sus seminarios cuando
proyectaban imágenes
del cerebro iluminándose en respuesta a los diferentes
experimentos, ha resultado en demostrar, tristemente, los
límites
de los escáneres, llegando a la convicción de que
éstas son técnicas de muy poco valor como
sabemos.
Un MRI estándar identifica actividades en un
área muy extensa del encéfalo para poder
suministrarnos más que correlaciones imprecisas e
inespecíficas. De acuerdo a Kevin McCabe, un
neuroeconomista a George Mason University, "el movimiento de
la sangre es
sólo una medida indirecta de lo que sucede en el cerebro
— un instrumento boto…"
Reproducido con atribuciones de The
Economist
Progresivamente los neurocientíficos están
explorando la manera de lograr respuestas más concretas
analizando las neuronas individualmente, lo que sólo es
posible usando técnicas invasivas, como sería la de
insertar una aguja en el cerebro. Para los economistas, los
riesgos envueltos pesan más que los beneficios.
Por ahora, todas las pruebas
invasivas del cerebro se conducen en animales de
laboratorio,
los que, a pesar de poseer sistemas de
incentivos
basados en la dopamina, similares a los nuestros, carecen de la
sofisticación y de la capacidad de hacer decisiones
análogas a las nuestras.
Una técnica de introducción reciente que ha sido
adoptada por algunos neuroeconomistas es la estimulación
magnética transcraneal, en la cual una bobina puesta en la
proximidad de la cabeza emite un pulso magnético de baja
intensidad que perturba la actividad en una cierta parte del
cerebro, para establecer si su acción cambia las
preferencias individuales.
La técnica descrita tiene limitaciones profundas, ya
que no puede lograr acceso a las partes profundas del cerebro
donde residen las actividades más básicas en el
sistema de
recompensa. (Véanse mis artículos al respecto).
Todavía muchos, arraigados en el optimismo, creen que
la ciencia de la neuroeconomía nos revelará sus
mayores éxitos dentro de muy pocos años. Los que
así piensan están convencidos de que un día
llegará cuando la interacción entre las funciones
del cerebro y el mundo que nos rodea podrán ser
cuantificados de tal manera que podrán guiarnos en
determinar la agenda pública.
De ser posible este prospecto, los científicos no
pueden especificar aún cómo piensan lograrlo.
El éxito
final de la neuroeconomía como ciencia no significa
necesariamente que la economía conductista
triunfará sobre una economía basada en la
racionalidad.
Actualmente, muchos economistas conductistas permanecen
extremadamente pesimistas del prospecto de que los estudios del
cerebro resultarán en hallazgos de utilidad cierta.
A pesar de todo, Daniel Kahneman, cuyo nombre
mencionáramos antes. Es un promotor entusiasta de la nueva
disciplina.
En resumen
Las ciencias aplicadas de la psicología a los negocios
y al mercadeo no han suministrado soluciones
viables a un mundo perplejo for el fallo de sus instituciones
bancarias y financieras.
Las ciencias económicas no han podido impedir que los
economistas utilicen sus métodos empíricos para
dilapidar el erario de nuestros pueblos, enriqueciéndose a
sí mismos y a los políticos que los protegen.
Grandes empresas se
aprovechan de los talleres que les montan firmas de consultantes
que les prometen maximizar en su productividad y
eficiencia,
dejando detrás como estela de su presencia fugaz,
clichés para que quienes los repitan se sientan
conocedores, sin serlo.
Pero, hasta que nuevos acontecimientos lo justifiquen, la
neuroeconomía, como disciplina, nos recuerda del seductivo
encanto de las explanaciones basadas en las neurociencias
( 2008 Mar 20(3):470-7) y del famoso
veredicto escocés: Not proven…
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Para más información, visite: www.Questia.com/Economic_History
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
República Dominicana
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