Introducción
Hablar de la muerte es hablar de la vida, desde el inicio de
nuestra existencia está implicado nuestro fin, por
más sanos que estemos no sería raro morir.
La muerte es al mismo tiempo personal e intransferible, nadie
puede morir por nosotros, no podemos retrasar ni cambiar la
muerte de una persona por la de otra, la muerte es a la vez lo
más individulizador e igualitario: en ese momento nadie es
más ni menos que nadie.
Puede ser entendida de dos maneras: ante todo de un modo
ambiguo, luego, de una manera restringida. Ampliamente entendida,
la muerte es la designación de todo fenómeno en el
que se produce una cesación. En sentido restringido en
cambio es considerada exclusivamente como la muerte humana. Lo
habitual ha sido atenerse a este último significado, a
veces por una razón puramente terminológica y a
veces porque se ha considerado que solo en la muerte humana
adquiere plena significación el hecho de morir.
Todo lo que sabemos de la muerte es muy seguro pero nadie
puede contar cómo se vive desde uno mismo, se suele saber
lo que es "morirse", pero no lo que es "morirme". Pero para dar
sentido a la muerte e intentar explicar un poco el morirme
siempre ha estado la religión, si la muerte no existiese
no habría dioses.
La leyendas más antiguas no pretenden consolarnos sino
más bien intentar explicar cómo evitarla, por
ejemplo la "Odisea", de Homero. En cambio otras posteriores como
la concepción antropológica dualista de
Platón que alude que la muerte es solo
corpórea, ya que según él, el alma es
inmortal y su unión al cuerpo es accidental, siendo este
su cárcel; el alma será liberada para volver al
mundo inteligible y luego reencarnará en otro cuerpo,
así sucesivamente hasta llegar a su mayor grado de
perfección y pertenecer por siempre al mundo de las
ideas.
Más adelante la concepción cristiana al hablar
de la muerte promete una existencia más feliz y luminosa
que la vida terrenal para los que cumplan los preceptos de la
divinidad (al contrario para los que no los cumplan).
Reseña
histórica
Antropologías y concepciones de la muerte
prefilosoficas:
Dos antropologías significativas, que han influido en
la antropología europea, pueden ilustrar cómo el
dualismo no es primario ni universal:
la antropología contenida en los escritos de Homero
refleja una civilización que no revela ese curioso y
fuerte dualismo entre el cuerpo y alma que más tarde
caracterizaría a la filosofía griega. Incluso
cuando se emplean los mismos términos griegos, no nos
encontramos ni mucho menos en presencia de una
antropología dualista.
El termino psyché, por ejemplo, no significa el
alma en contraposición al cuerpo, ni mucho menos la unidad
o la fuente de los actos espirituales e intelectuales. Es
más bien un soplo vital que abandona al hombre a
través de la boca y las heridas. Aunque hay después
de la muerte algo de la psyché que sobrevive, no es
la persona humana, sino una sombra inconsistente, sin
personalidad, imagen aérea y fugaz del hombre terreno.
De la misma forma el término soma no es el cuerpo
en oposición al alma, sino el cadáver. Más
aun, el cuerpo humano, en esta antropología
implícita de Homero, no se concibe como una estrecha
unidad de partes, sino más bien como una
yuxtaposición de órganos y de elementos
separados.
Por otra parte la antropología semita o hebrea,
contenida en las páginas de la Biblia, es otro ejemplo de
interpretación del hombre que no conoce el dualismo
cuerpo-alma. El hombre semita vive y se interpreta a sí
mismo como unidad, aun cuando esa unidad puede presentar aspectos
diversos según las relaciones en las que está
inserto el hombre. De todas formas no hay nada que sea semejante
al dualismo griego. Pueden ilustrarlo algunos términos
típicos:
Basar, traducido por sarx (caro, carne, a veces cuerpo). La
"carne" no significa el cuerpo en oposición al alma
espiritual; significa a todo el hombre, corpóreo y
espiritual, unidad psicofísica bajo el aspecto de ser
débil y frágil.
Nefes traducido por psique (anima). El significado ha pasado
de garganta, cuello, a respiración, aliento vital o vida.
No se trata de la noción abstracta de vida sino del ser
viviente. El hombre es nefes, ser viviente.
Ruah, traducido, por pneuma (spiritus). Significa literalmente
respiración o viento. Indica generalmente, no ya una
sustancia en oposición a la materia, sino aquello que en
el hombre lo hace capaz de escuchar a Dios. Así pues la
antropología semita se muestra sensible a una
interpretación unitaria y no-dualista de
hombre.
Después de la muerte la nefesh permanece en
relación con el cadáver aunque no se extingue
totalmente, es como el centro de conciencia, como la unidad
nuclear del poder vital. En fin, no es una parte del hombre, sino
el hombre entero considerado desde un cierto ángulo la
vitalidad secreta y personal del hombre.
Mientras que la nefesh permanece más unida al
cadáver, es el ruah el que una vez "retirado" por
el Creador produce la muerte:
"Tú ocultas tu rostro, ellos se espantan, tú
retiras tu ruah, ellos mueren, al polvo retornan".
La doctrina de la resurrección se relaciona
directamente al ruah y no a la nefesh:
"He aquí que Yo abriré vuestras tumbas y os
haré salir fuera de vuestras tumbas, oh mi pueblo
(hamí)… Yo infundiré mi espíritu
(rují) en vosotros y viviréis
(jaiitém); Yo os daré tranquilidad sobre
vuestro suelo, y sabréis que Yo, Yehvah, lo he dicho y
hecho"
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