INTERNET: El verdadero número de la Bestia (…y algunas especulaciones del pensamiento)
Analizando la euforia social generada por Internet, una de las ideas
recurrentes es la de imaginar que nos han instalado un caballo de
Troya entre nosotros; pero…a diferencia de la astucia de
los griegos para presentarlo como un presente, ellos
(Ellos… son el oculto poder que
tiene un plan preciso de
dominación mundial) ni siquiera tuvieron en cuenta esa
delicadeza; tal es la arrogancia y la omnipotencia con la
cual se ha manejado el Imperio en todo esto.
Cuando Orwel (George, claro) imaginó el futuro recreado
en "1984", sólo se anticipó un par de
décadas al mundo de pesadilla que convertirá a
Internet en eje y esencia del mismo. Luego fue Tofler, Alvin.
Pero como todos sabemos, ambos hablaron casi de lo mismo con una
óptica
diametralmente opuesta. Hay quien sugiere que el optimismo de
Tofler respecto a la incidencia benefactora de las ciencias y las
tecnologías en el mundo por venir lo compromete
-consciente o inconscientemente- con las oscuras manifestaciones
económicas generadas por la
globalización.
Personalmente, no creo en esto. Sí, creo que el
sociólogo -movido por un pensamiento y
un sentimiento genuino de fe, credulidad y confianza ilimitada en
el espíritu humano-, ha imaginado un mundo futuro con una
proyección grandiosa de beneficios en lo económico,
lo cultural y lo social, devenidos del uso intensivo de la
electrónica, la informática y del paradigma
científico por excelencia: la tecnología
nano-escalar.
En síntesis,
el maná que habría de traer la tan deseada
panacea universal. Pero -optimismo aparte- Tofler actuó
con mucha inocencia en lo que atañe a las implicancias
sociales y políticas
de Internet, al no evaluar en toda su verdadera dimensión,
el monstruo que la propia sociedad
estaba gestando alegremente. Cosa que sí hicieron Clarke
(Arthur C) y Asimov
-sólo por citar dos de los popes de la ciencia
ficción-, quienes intuyeron de manera perturbadora que
esta especie de cerebro
electrónico en constante y desmesurado crecimiento
terminaría digitando y controlando vida y obra de la
humanidad, en un futuro muy cercano.
A propósito de lo apuntado, me sorprende cierta
ingenuidad cada vez que uno expone la idea de un plan de
dominación política a escala
planetaria, lanzado con precisión de laboratorio a
comienzos de la década del 90. Un plan pergeñado
por encima de la decisión soberana de los Estados y cuya
finalidad suprema, es la de lograr la manipulación y el
control social
absoluto del mundo entero. Algunos se han sonreído y me
han dejado el sarcasmo a modo de respuesta. Otros- de estilo
más directo- se me han reído en la cara a carcajada
limpia. Pero hombre,
¿tú también crees en esas conspiraciones
tipo Iluninatti y no sé cuántas fantasías
más?
Cuando escuchamos voces de este
tenor, es porque el Imperio está trabajando bien: trata de
que pensemos lo que ellos quieren que pensemos. No
olvidemos que además de ser esclavos de nuestros propios
conceptos, actuamos como consecuencia y en consonancia con los
mismos.
Meditemos unos momentos; retrocedamos unos pasos en el
tiempo.
La historia
está llena de cicatrices sociales; profundos cambios y
derroteros sorpresivos que cambiaron radicalmente el curso de la
humanidad para bien o para mal.
Sin embargo, veamos cómo dos hechos concretos que hacen
a una parte de nuestros sellos genéticos, no modificaron
sus improntas hacia cotas de superación. Por el contrario,
animados por circunstancias favorables y nuevos actores
secundarios que los fagocitaban en comparsa, estos dos hechos se
potenciaron para desgracia del género
humano. Y me estoy refiriendo a la codicia y a la obstinada
proyección de la violencia, dos improntas de nuestra
conducta
predadora.
Hoy se sabe -porque las ciencias de la genética
así lo han demostrado- que estos síntomas, estos
patrones de comportamiento, vinieron al mundo con nosotros.
Evolución sin responsable, o determinismo
creador, en ambos casos, la semilla de la conducta fue
escrita en nuestros primeros ladrillos de ADN como marca distintiva
de la raza. No son el producto de
ecuaciones
pedagógicas o la potencial incidencia del medio ambiente
con toda su carátula cultural.
Ahora bien, ¿a qué viene todo esto?
¿Qué tiene que ver Internet con estas
disquisiciones?
En primer lugar, que la red de redes está muy lejos
de ser el elemento tecnológico más
democrático creado por el hombre.
En segundo, no olvidemos que la Red nació como
apéndice técnico al servicio de
academias militares controladas por el Pentágono. Y por
último -y como parte de ese sello genético al que
hiciera referencia- que la actitud
predadora del hombre se va a servir de cuánto elemento
tenga a mano para la prosecución de sus fines; y en este
caso, Internet es un medio ideal para ejercitar estas
prácticas perversas.
Sé que a muchos les sorprende pensar que Internet es
una de las armas secretas
dentro de la escenografía de dominación mundial en
ciernes. Pero así es. Por otra parte, lo de
"secreta" parece absurdo, en un medio al que tiene acceso
irrestricto la población en general.
Pero hablamos de herramienta críptica porque los
fines verdaderos de su inserción en la sociedad no han
sido divulgados por quienes tomaron el control político de
la red (puede resultar absurdo pero yo estoy convencido de que ni
siquiera los titulares de los grandes servidores del
sistema:-llámense Microsoft,
Google, Yahoo,
etc- saben de qué manera el gobierno entre
las sombras, le ha asignado a Internet uno de los papeles
más relevantes en el Imperio por venir).
Y para quienes puedan sorprenderse de que un elemento
cibernético haya sido delineado como una temible arma de
conquista,
deberían replantear su antigua concepción del
poder. El imperio ya no necesita del uso de su antigua secuela de
guerras
abiertas e incubiertas, torturas y represiones sociales de
variado cuño, para imponer condiciones políticas de
control territorial. Si lo sigue haciendo, es sólo para
favorecer los intereses muy poderosos de un complejo militar
industrial que amerita los focos de conflicto
bélico para mantener y acrecentar su poder
económico(dicho sea de paso, poder éste que ya es
un apéndice más, dentro de los protocolos de
dominación que están escritos y se vienen
cumpliendo de manera inexorable).
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