- Breve resumen
- Marco
Teórico. Fundamento bíblico, histórico y
teológico de los “Signos de los
tiempos” - La
expresión “Signos de los tiempos” en el
Concilio Vaticano II - Síntesis,
importancia teológica, respuesta de la Iglesia e
implicaciones actuales del tema “Signos de los
tiempos” - Conclusiones
- Bibliografía
BREVE
RESUMEN
El presente trabajo parte
del convencimiento de que Dios acompaña el caminar de la
historia humana.
Luego, investiga qué entiende por “signos de los
tiempos” el Vaticano II. Analiza el documento G.S.
para concluir con la importancia de esta expresión y las
implicaciones actuales para la teología, y el papel de la
Iglesia. La
expresión “signos de los tiempos” aparece por
primera vez en los evangelios, como una llamada de
atención a la llegada del reino de Dios.
Históricamente, la expresión “signos de los
tiempos” se remite al concepto:
“lugar teológico”, usado por Tomás de
Aquino (1225 – 1274) y más tarde por Melchor Cano
(1479 – 1560).
El concepto siguió en su evolución conceptual,
hasta Juan XXIII que vuelve a usar la expresión
“signos de los tiempos”, y el Vaticano II la asume.
Dios suscita en la Iglesia luces para una interpretación
de los “signos” y su voluntad. Se mencionan algunos
criterios de discernimiento que facilitan su
interpretación.La expresión que fue introducida al
Concilio Vaticano II por Juan XXIII, se establece como una forma
de interpretar hoy las manifestaciones de Dios. Para Juan XXIII,
el “signo” de la época era que la Iglesia
perdía el liderazgo de
la cristiandad y la modernidad ya no
la obedecía. Era la oportunidad para volver al evangelio y
abrirse a los cambios. El Vaticano II seguirá la
línea de Juan XXIII. GS expresará
qué “signos de los tiempos” ve hoy, y
cuál debe ser la respuesta evangélica de la Iglesia
a ellos.La expresión, siguió evolucionando
teológica, pastoral y doctrinalmente. En América
Latina, Medellín y Puebla entendieron que “los
pobres” son un “signo de los tiempos”
privilegiado en el mundo de hoy. La respuesta creativa de la
Iglesia latinoamericana ha sido el énfasis preferencial en
una “Iglesia de los pobres”.
INTRODUCCIÓN
Dios es Señor de la historia y su hijo Jesucristo,
punto culmen de la revelación. La historia no es ajena o
externa a Dios, no es el escenario donde actúa
pasajeramente. Dios es afectado por la historia positiva o
negativamente. Dios conduce, interpela y acompaña el
caminar de la historia humana, sin intervenir directamente o
manipular las decisiones y el proceder del hombre. El
señorío de Dios sobre la historia significa que los
seres humanos están llamados a responderle a Dios en la
historia misma, es decir, con la fe como respuesta a la
revelación, y así se contribuye a hacer posible su
señorío (reinado de Dios). Dios nos confía
el sentido de la historia y lo pone en nuestras manos. Dios se
comunica a través de muchos canales, o medios
humanos, no se reduce a la Sagrada Escritura,
sino también, a través del Espíritu, se hace
presente en diversos signos y manifestaciones de todos los
tiempos, que se constituyen en lugares de encuentro entre Dios y
el ser humano.
Estos lugares de encuentro entre Dios y el ser humano se
constituyen como signos teológicos de la
manifestación de Dios en la historia y por tanto,
serán signos de nuestro tiempo,
nuestra época y sociedad,
donde Dios se hace presente para revelar su voluntad.
La expresión “signos de los tiempos”
aparece en la Sagrada Escritura, concretamente en los evangelios
y en boca de Jesús de Nazaret (Mt. 16, 1-4; Mc. 8, 12; Mc
13, 1-23; Lc. 12, 54 – 56), como una invitación a la
perspicacia y atención constante al Reino de Dios. Pero es
introducida por primera vez, en la historia de la
teología, de modo sistemático y a nivel de estudio,
con motivo del Concilio Vaticano II.
Esta expresión es utilizada por el Papa Juan XXIII, el
cual, haciendo referencia a la cita evangélica de Mt. 16,
1-4; abordará en sus escritos Humanae Salutis
(25. 12. 63) y Pacem in Terris. (11. 04. 63), que
el significado de esta expresión, debe entenderse como
una nueva forma de interpretación de las
manifestaciones de Dios en las mediaciones humanas,
particularmente la historia, concretamente, las realidades
sociales, políticas, religiosas y culturales del mundo y
de la Iglesia.
La relación de la Iglesia con el mundo estaba en el
corazón de las preocupaciones de Juan XXIII. Lanza un
llamamiento a la paz entre los hombres. Introduce la idea de que
era preciso leer los “signos de los tiempos”, es
decir, que a pesar del pesimismo sobre el mundo
contemporáneo que se expresaba en sus primeros discursos,
había que saber discernir la acción del
Espíritu Santo en la evolución de la historia.
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