El romanticismo en Hispanoamérica. Vida y obra de Domingo Faustino Sarmiento y Jorge Isaacs
Resumen
El romanticismo se
contrapone a la tradición establecida en los siglos XVIII
y XIX, exaltando la naturaleza, la
belleza y el espíritu de rebeldía del hombre. En
Hispanoamérica encuentra un terreno fértil en las
repúblicas entonces recién surgidas,
enriqueciéndose con el patriotismo y el análisis histórico de la sociedad.
Entre sus figuras cimeras se destacan Domingo Faustino Sarmiento,
figura polémica pero que nos legó, entre otras
novelas, "
Civilización y barbarie: Vida de Juan Facundo
Quiroga" , en la que se describe las gentes, cultura,
historia y
política
en el entorno de una Argentina aún dando sus primeros
pasos como nación.
Jorge Isaacs nos legó su única novela "
María" , una de las más destacadas del
romanticismo hispanoamericano, que recrea, como contraste, la
vida americana en un entorno romántico y triste, pero que
también descansa en nuestras raíces. El
romanticismo se constituye en el principal movimiento
literario durante el siglo XIX hispanoamericano.
Introducción
Frente al racionalismo
ilustrado y positivista que imperaba en la Europa del siglo
XVIII, el romanticismo surgió, arrollador y vital, como un
movimiento de exaltación del hombre, la naturaleza y la
belleza, y como expresión del espíritu de
rebeldía, libertad e
independencia
que dominó todas las áreas del pensamiento y
la creación artística a lo largo de la segunda
mitad del siglo XVIII y primera del siglo XIX.
El uso de la palabra romántico se remonta al siglo
XVII, época en que en Francia e
Inglaterra, se
aplicaba determinado tipo de creación poética,
heredera de los romances medievales y de los cuentos y
baladas que florecieron en la Europa meridional durante los
siglos XVI y XVII. La fascinación por lo misterioso y
sobrenatural y la atmósfera de
fantasía y heroísmo que dominaban estas
composiciones enriquecieron el ámbito semántico del
término que, símbolo de la nueva estética, encontró sus primeras
manifestaciones, eminentemente literarias, en los movimientos
prerrománticos británicos y alemanes de fines del
siglo XVIII, para alcanzar su máxima plenitud en toda
Europa iniciado ya el siglo siguiente (Romanticismo Literario,
2007, Enrique Anderson, 2003).
El romanticismo fue una reacción frente a la
tradición establecida; propugnaba la emancipación
del individuo,
cuyos rasgos particulares parecían correr el peligro de
disolverse en la colectivización social creciente. Lo
subjetivo, lo irracional y lo imaginativo empezaron a abrirse
paso en un movimiento que planteó un giro total hacia lo
humano, la naturaleza y la belleza inalcanzable, ideal y sublime.
Los artistas románticos buscaron una huida de la realidad
circundante, en busca de los territorios menos explorados, dando
rienda suelta a la fantasía, la emoción y el
encuentro con la naturaleza y la historia.
La literatura
hispanoamericana se hace romántica por influjo de Europa.
El 9 de diciembre de 1824 se libra la batalla de Ayacucho, que
señala el fin de las guerras de
independencia y, por ende, de la dominación
española, y del establecimiento de las repúblicas.
Los territorios que España
poseía en América, excepto Puerto Rico y Cuba, nacen a
la vida libre y se definen desde el punto de vista
histórico, social y natural (Romanticismo Literario, 2007,
Enrique Anderson, 2003).
El romanticismo, primer movimiento literario en la vida libre
del Nuevo Mundo, llega a América a través de dos
vías:
– La del Atlántico, con el escritor argentino Esteban
Echeverría (1805-1851) al regresar de París en
1830.
– La del Pacífico, con los españoles Fernando
Velarde (1821-1880) y José Joaquín de Mora
(1782-1864).
Los poemas La
Cautiva, Elvira o La Novia del Plata y el relato El
Matadero, de Echeverría, son considerados las primeras
expresiones románticas importantes en el continente. Las
notas esenciales del movimiento originario; la libertad, el gusto
por el pasado, lo legendario y lo exótico, la
exaltación del yo y el sentimiento, se registran
también en su versión hispanoamericana, pero
ésta acentúa las notas del patriotismo, la
tendencia historicista y las actitudes
humanitarias del romanticismo social. La poesía,
el teatro, la novela,
el ensayo, el
artículo de costumbres y la leyenda son las formas
literarias más abundantes del romanticismo y bien puede
decirse que el movimiento es responsable del auge que goza la
novela y de su afianzamiento como género
(Encarta, 2005, Enrique Anderson, 2003).
En verdad, la cronología del romanticismo prueba que su
presencia fue larga y que alcanzó para cubrir dos o
más generaciones; incluso, cuando aparecen tendencias de
signo opuesto en el campo de la prosa, el espíritu
romántico se resiste a desaparecer y se metamorfosea bajo
distintas apariencias
que le insuflan nueva vida e incluso le permiten alcanzar su
verdadera grandeza. Ejemplos de eso son las tradiciones de
Ricardo Palma y la poesía gauchesca, que no son formas
ortodoxas del romanticismo pero sí reflejos o síntesis
americanas de su espíritu. El romanticismo estimuló
además la identidad o
conciencia
colectiva de cada comunidad
hispanoamericana y dio origen al concepto de
literatura nacional que, unida a teorías
de raíz positivista, orientaron los estudios literarios
hasta entrado el siglo XX. En una palabra, el romanticismo es el
fenómeno capital de la
literatura continental en el siglo XIX. Para justificar esa
afirmación, bastaría mencionar a
María de Jorge Isaacs, la novela más
representativa de este período y otras obras de
máxima importancia como el Facundo de Domingo
Faustino Sarmiento, la poesía de Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Víctor Andrade, la novela antiesclavista
Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde y los ensayos
políticos de Juan Montalvo, entre otros (Romanticismo
Literario, 2007, Encarta, 2005, Enrique Anderson,
2003).
Desarrollo
Domingo Faustino
Sarmiento
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