- Nuevo…
Inesperado-Fecundidad y esperanza - Sendas
desconocidas en el desierto- Rumbos de poesía y
libertad
Nuevas y viejas huellas.
Pensamientos sueltos.
P. Fr. ALBERTO E.
JUSTO
Introducción
No sé qué tengan que hacer estos fragmentos que
caen sin orden y sin presura en el mágico espacio del
papel… Lo mejor que puedo decir es que no esperan cumplir con
función
alguna. Son como centellas que brotan de rayos singulares
descargados en la soledad de la noche. Desde luego no tienen
por-qué…
Es difícil encuadrarlos hoy o sujetarlos a rigurosa
disciplina.
Como digo, brotan con libertad y
audacia, pero sin apresuramiento alguno.
No, tampoco caben definiciones. El autor ha salido al campo a
buscar lo que no se halla por ninguna parte. Esto es admirable…
Porque, en el fondo, todos buscamos lo que no puede encontrarse.
Y si no caemos en la cuenta de ello es porque nos embriagamos con
distracciones, apresuramientos y ruidos de toda especie.
Quizá suena la hora de la sinceridad… Quizá
-por fin- no nos asuste esa verdad fulminante (propiamente
increíble, decía un Cartujo) que es
necesario recibir con coraje.
Hemos comprobado que al hombre le
falta cierta audacia, que hace la dignidad de su
peregrinación por el planeta… Por ello hemos visto y
padecido toda suerte de engaños y de subterfugios.
Pero ha llegado la hora decisiva. A pesar de hallarnos
prisioneros en ese Gulag que no acertamos a calificar, a pesar de
los límites
que nos imponen esos pretendidos tiranuelos y malversadores, a
pesar, digo, de la severidad de los espacios que aparecen ante
nuestros sentidos, resuena en el corazón un
himno silencioso y potente. Es la hora de la libertad y de la
asunción de los riesgos que
comporta. Es la hora de nuestras respuestas a las tentaciones en
el Desierto…
Veamos, sí, veamos y… nada más.
Alberto E. Justo
Esta figura del Desierto es subyugante. No lo
sería, desde luego, si no abriera de inmediato una
profunda y misteriosa correspondencia en nuestro interior. El
Desierto, antes que nada, es un estado
escondido y una realidad de la hondura humana, anterior a
cualquier manifestación o expresión. Es lo mismo
que el Silencio o la Soledad, y lo descubrimos
en símbolos admirables.
Habida cuenta de esta realidad, oculta y sublime, podemos
caminar sin apresuramiento alguno, con la certeza del valor y
proyección de cada paso…
Una luz sutil, no
imaginada, envuelve el paisaje con las delicadas tonalidades de
oro, que
descienden del sol. Pero es necesario adivinarlo primero y
descubrirlo después. Ningún trazo es violento. Nada
es torpemente evidente… La dulzura no se deja
conquistar enseguida, tampoco se la percibe a primera
vista.
Este desierto, que ahora atravieso, posee notas
asombrosas, casi siempre inesperadas. Es un valle, sí, un
valle entre montañas, maravillosamente florecido. El
bosque lo cubre y lo viste, poblando hondonadas y laderas con
altos pinos que se levantan y estiran hacia el cielo.
1. Me preguntaron: "¿a quién perteneces?". Y yo
respondí: -a nadie. Insistieron: "¿a qué
perteneces?". Y volví a responder:-a nada. Endurecieron el
entrecejo y el semblante… Alguno me miraba, severo,
compadeciéndome un tanto. Otros, detrás,
sonreían mientras giraban para volverme la espalda… El
más cercano se aprestaba a darme una lección de
moral
barata… Y yo descubrí, dentro muy dentro, la presencia y
la absoluta contemporaneidad del Espíritu. Todas las
voces
venían de un pasado ya muerto. Sonaron, en realidad, ayer.
¡Qué maravilla! Las oía en lo que me
parecía ese momento, pero eran sólo eco de un
pasado, de lo que fue y no es más… Fantasmas de
una pesadilla al despertarme, sucesión de gemidos de otro
tiempo, ocaso
de las estrellas muertas, caída y ruina de los
cuestionamientos sin sentido… Sólo el Espíritu y
el pensamiento
son contemporáneos, sólo es presente el "tú"
que me dice Dios.
2. Una vez estaba yo detenido en la noche. Sosegada quietud…
Y no podía hallar otra cosa que pequeñas luces,
trazas en todos lados de la Única Realidad.
3. El espacio se transforma en un tiempo sublime que es
ocasión y paso del presente a la eternidad. Ya no existe
lugar ni ambición de mudanza alguna. Y si los parajes no
existen ni hay sectores ni fronteras; si los caminos no llevan a
ninguna parte… : ¡busca dentro, muy dentro, que por esos
senderos invisibles hallarás la luz!
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