Demasiada gente, demasiada pobreza, demasiada miseria: El pobre, muriendo de hambre, mientras existe en un mar de riquezas que el rico, muy sólo, navega…
- El pobre no cuenta… La
pobreza sí… - ¿Por
qué? - ¡Regüeldo!…
Perdón, ¡aplauso! - La
obesidad y la sobrepoblación - El
hambre y nuestros antepasados del
paleolítico - El
desbalance en la escala causado por la
sobrepoblación - En
resumen
"Nature red in tooth and
claw" ("La Naturaleza
roja en diente y garra") (Alfred,
Lord Tennyson)
Cuando publicara mi ensayo El
Hambre y sus Paradojas en monografías.com, y cuando
dirigiera mis pensamientos a la falacia prepóstera que se
conoce en algunos de nuestros países como el desayuno
escolar, nunca hubiese imaginado que las condiciones que hacen de
este planeta un lugar inhospitable para remediar el hambre que
distingue a la pobreza de los
pobres, serían empeoradas por la indiferencia de tantos de
nuestros gobiernos y aún de los mismos sectores; que
diciéndose pertenecer a la "raza humana", acaparan de
manera egoísta y consumen en exceso lo que a todos
pertenece, agotando los recursos
colectivos y las reservas naturales, e incrementando, como
resultado, las miserias del desposeído.
Desayuno escolar: indigestible para los más y
en términos nutricionales, patentemente poco balanceado
para todos…
El pobre no
cuenta… La pobreza
sí…
He aquí la razón por lo antedicho: "es
bueno amar la pobreza porque nos suministra los pobres, ya que a
los pobres los utilizamos para pretender socorrerlos a ellos para
sentirnos mejor…" — palabras, las últimas, fueron
con las que Christopher Hitchens caracterizara a la Madre Teresa,
a la Princesa Diana y a muchos de los tantos "santos
benefactores" del mundo que se valen de los pobres para avanzar
sus fines. Lo dijo, igualmente, porque para él a los
pobres nadie los aprecia, pocos los respetan y todos los evitan
— quizás sea por miedo a que su triste condición
pueda resultar siendo contagiosa. (Véanse artículos
al respecto en Vanity Fair).
Mientras el pobre padece de miserias y privaciones
inimaginables, resulta paradójico, el hecho de que
nuestros políticos y algunas de las mujeres que ocupan o
ocuparan recientemente la cartera de la Secretaría de
Estado de
Educación,
en la República
Dominicana, fueran obesas por apariencias y
definición. La paradoja aquí aludida, surge del
hecho de que en esta posición ministerial recae la
"alimentación" del discípulo humilde
en la forma absurda del desayuno escolar. (Véanse mi
artículo: Economista: Alquimista en
monografías.com).
Que la corpulencia de estas damas no haya sido algo
intencional está sobreentendido– ya que a nadie,
especialmente a las mujeres, les place ser tan y
tan gordas — y, aunque, lo que, así siendo, las
excusa; aún no detrae del aspecto antitético de esa
desafortunada circunstancia.
Nos parece muy mal que algunas de entre ellas sean tan
ostensiblemente gordas.
¿Por
qué?
Porque la apariencia corpulenta no realza los
estándares de apariencia personal de
quienes representan muchas profesiones u ocupan posiciones
públicas. Ya que la apariencia voluminosa, cuando la vemos
en clérigos obesos que se alimentan opíparamente,
en políticos de presencias rotundas, en muchos
médicos y en otras personas cuyas tareas profesionales se
caracterizan por la probidad y discreción escueta
esperadas — como reflejos de su condición en el
ámbito social — resulta en algo repelente.
Pero la pobreza es, al menos para algunos, en este
complejo mundo, boleto hacia la mesa
epicúrea…
Para no aventurarnos muy lejos, aquí reproducimos
el menú con que se nutrieron, para festejar de manera
extravagante la pobreza de los hambrientos del mundo, los
líderes del G8 en Japón,
cuando se reunieron en julio del 2008 a discutir métodos
para combatir la pobreza mundial.
¡Regüeldo!…
Perdón, ¡aplauso!
La comida es, como la hidra, un animal de muchas
cabezas
Pero no es tan sólo la apariencia y el uso
sustancial de la comida como recreación, cuando sus resultados son
obvios, lo que entra en conflicto con
nuestros valores
éticos y morales. Es tal vez el hecho, de que en nuestro
descalabro hedonista hemos creado industrias
dedicadas a la venta y mercadeo de
nuestras necesidades básicas como si éstas fuesen
vehículos para satisfacer impulsos
sensoriales.
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