5. Visión
católica de la regulación de la
fertilidad
La verdadera práctica del amor conyugal
y toda la estructura de
la vida familiar que de él nace, sin posponer los otros
fines del matrimonio,
tienden a que los cónyuges, con fortaleza de ánimo,
estén dispuestos a cooperar con el amor del
Creador y del Salvador, que a través de ellos
continuamente dilata y enriquece su familia.
Cuando de la unión conyugal de los dos nace un
nuevo hombre,
éste trae consigo al mundo una particular imagen y
semejanza de Dios mismo: en la biología de la
generación está inscrita la genealogía de la
persona…
La paternidad responsable se ejercita, ya sea con la
deliberación ponderada y generosa de hacer crecer una
familia numerosa, ya sea con la decisión tomada por
motivos graves y en el respeto de la
ley moral de
evitar temporalmente, o aun por tiempo
indeterminado, una nueva concepción. En este segundo caso
se ubica el problema de la regulación de la
fertilidad.
En la evaluación
de los comportamientos en orden a esta regulación, el
juicio moral no depende sólo de la sincera
intención y de la evaluación de los motivos, sino
que va determinado por criterios objetivos, que
tienen su fundamento en la dignidad misma
de la persona humana y de sus actos. Se trata de la dignidad del
hombre y de la mujer y de su
más íntima relación.
El acto conyugal expresa la "conexión indivisible
entre los dos significados del acto: el significado unitivo y el
significado procreativo. Los actos, en efecto, con los cuales los
cónyuges se realizan plenamente e intensifican su
unión, son los mismos que generan la vida y
viceversa.
El amor que asume el "lenguaje del
cuerpo" en su expresión, es al mismo tiempo unitivo y
procreativo: "comporta claramente "significados esponsales" y
paternales conjuntamente". Esta conexión es
intrínseca al acto conyugal: "el hombre no
la puede romper por su propia iniciativa", sin desmentir la
dignidad propia de la persona y "la verdad interior del amor
conyugal".
Por tanto, mientras es lícito, por motivos
graves, valerse del conocimiento
de la fertilidad de la mujer,
renunciando a las relaciones
sexuales en los períodos de fecundidad, resulta
ilícito el recurso de los medios
contraceptivos.
Los métodos
naturales implican un acto conyugal que, de una parte no dan
lugar a una nueva vida y, de la otra, permanece todavía en
sí mismo destinado a la vida. Precisamente este respeto
legítimo, al servicio de la
responsabilidad en la procreación, el
recurso a los métodos naturales de regulación de la
fertilidad: éstos han sido precisados cada vez mejor desde
el punto de vista científico y ofrecen posibilidades
concretas para adoptar decisiones en armonía con los
valores
morales.
Los medios artificiales contradicen "la naturaleza del
hombre y de la mujer y la de su más íntima
relación". Aquí la unión sexual queda
separada de la procreación: el acto se ve privado de su
natural apertura a la vida. "Así se deforma y falsifica el
contenido originario de la sexualidad
humana, y los dos significados, unitivo y procreativo, innatos a
la naturaleza misma del acto conyugal, son separados
artificialmente. De este modo, se traiciona la unión, y la
fecundidad se somete al arbitrio del hombre y la
mujer".
Esto sucede con "cada acción
que, o en previsión del acto conyugal, o en su
cumplimiento, o en el desarrollo de
sus consecuencias naturales, se proponga, como finalidad o como
medio, hacer imposible la procreación". Surge así
"la diferencia antropológica y al mismo tiempo moral que
existe entre la contracepción y el recurso de los ritmos
temporales".
No se trata de una distinción a nivel simplemente
de técnicas o de métodos, en los cuales
el elemento decisivo estaría constituido por el carácter artificial o natural del procedimiento. Es
una diferencia que involucra dos concepciones de la persona y de
la sexualidad humana irreducibles entre sí.
Es necesario ahora reconocer y motivar la "diferencia":
"la razón última de cada método
natural no es simplemente su eficacia o
importancia biológica, sino su coherencia con la
visión cristiana de la sexualidad expresiva del amor
conyugal".
Se afirma con frecuencia que la anticoncepción,
segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz
contra el aborto. La
objeción, mirándolo bien, se revela en realidad
falaz… De hecho, la cultura
abortista está particularmente desarrollada justo en los
ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre
la anticoncepción.
Más que como instrucciones de uso, los
métodos naturales responden al significado atribuido al
amor conyugal, que dirige y determina la vivencia de la pareja:
La elección de los ritmos naturales comporta la
aceptación del tiempo de la persona, es decir, el de la
mujer, y recíproco, la responsabilidad común, el
dominio de
sí. En este contexto, la comunión conyugal viene
enriquecida con los valores de
ternura y de afectividad, los cuales constituyen el alma profunda
de la sexualidad humana, aun en su dimensión física.
Los agentes de la salud pueden contribuir,
según su propia oportunidad, a favorecer esta
concepción humana y cristiana de la sexualidad, haciendo
accesible a los cónyuges, y primero aun a los
jóvenes, el
conocimiento necesario para un comportamiento
responsable y respetuoso de la dignidad peculiar de la sexualidad
humana. Esto explica por qué la Iglesia apela
también a la "responsabilidad" de los agentes de salud
para "ayudar con efectividad a los cónyuges a vivir su
amor en el respeto a la estructura y la finalidad del acto
conyugal que lo expresa".
6. Algunas otras
consideraciones religiosas
El Dr. Marsich habla de dos criterios
fundamentales para la valoración religiosa y ética de
todo tema relacionado con la reproducción humana. Parte de que la vida
es inviolable, pues es sagrada y la licitud de la
transmisión de la vida, reservada sólo en el
matrimonio y de manera natural, sin nada que intervenga para
obstaculizar, antinaturalmente, la procreación, como lo
establece la Biblia.
Si cualquier método de reproducción
asistida sustituye el acto sexual, entonces es totalmente
ilícito. Con técnicas, como la transferencia
intratubárica de gametos y la de ovocitos a la trompa de
Falopio, en donde sólo se ayuda al espermatozoide a llegar
hasta al óvulo, no hay impedimento
religioso-ético.
El debate
religioso con la ciencia y
su carácter ético surge al considerar el estatuto
del embrión, es decir, la discusión que surge en
torno a la
definición de si el embrión es o no humano, es
decir, a partir de qué momento se es humano. Decimos,
desde una antropología y una ética
personalista, que desde el momento de la fecundación hay otro ser distinto a las
células
progenitoras, y es ya una persona. El hecho de que no se valga
por sí misma, su diminuto tamaño y la forma
indefinida, no son argumentos para decir que el embrión no
es persona. Fundamentados en la metafísica, si ese pequeño ser, el
embrión, puede llegar a ser un humano como lo entendemos
todos, es que en su ser posee la potencialidad de ser hombre. Por
tanto, si ese aglomerado de células es potencialmente
humano y posee las condiciones necesarias para serlo, entonces
recibe la dignidad humana y es persona.
7. Diferencias
entre los científicos cristianos
Es evidente que hay diferencias entre los mismos
científicos cristianos al tratar de definir la licitud o
ilicitud de los medios de reproducción asistida. Algunos
califican de moralmente lícita la inseminación
artificial homóloga. El fundamento del que se parte es el
siguiente: se entiende el acto conyugal en una doble vertiente,
como acto de la persona y como acto de la naturaleza. El acto de
la persona consiste en la unión sexual de los esposos como
encuentro afectivo, mientras que el acto de la naturaleza es el
proceso
natural, físico, de la unión sexual
(entiéndase eyaculación, ovulación,
fecundación, etc.).
Si el acto conyugal, sostiene el Dr. Marsich, es un
verdadero acto de la persona, pero hay una falla en la naturaleza
que impide que todo se desarrolle como debe ser, ¿por
qué no ayudar a la naturaleza a funcionar perfectamente?
Moralmente es más grave que una pareja, sin razones, tenga
actividad sexual y obstaculice la concepción, que el que
una pareja que se ama inmensamente recurra a la técnica
para solucionar un desperfecto de la naturaleza. Este conflicto se
empieza a resolver en las sociedades
cultural y políticamente más avanzadas, mediante el
reconocimiento de los gobiernos al derecho de cada persona a
decidir sobre su vida.
Por otro lado, se necesita con urgencia anticipada a los
problemas que
plantean las TRA, la necesidad de establecer reglas claras de
convivencia y nuevas obligaciones
morales. Este reconocimiento lleva a estructurar nuevas
obligaciones éticas para los médicos que se
dediquen a realizarlas, que tomen en consideración a los
derechos
humanos, y que impliquen cambios acordes con una
aspiración común, la de traer al mundo niños y
niñas sanas que ayuden a sus padres a conformar una
familia cristiana.
8. El espacio laico
y la religión
El espacio laico en el que la religión ha dejado de
ser un factor conflictivo ha tenido lugar, en el Occidente
moderno, dentro de un más amplio, y menos reconocido,
espacio religioso de origen cristiano, o judeocristiano, o
bíblico. Podemos expresarlo de muchas maneras: por
ejemplo, con el reconocimiento de que la secularización
que caracteriza a la modernidad (al
igual que la racionalización capitalista, vinculada por
Weber a la
ética protestante y al monoteísmo bíblico)
es un fenómeno típico del mundo cristiano. O
asumiendo que, también paradójicamente, la idea
misma del pluralismo de las culturas existe, y tuvo su
desarrollo, en el interior de una cultura específica, la
de Occidente (…) La tesis que se
pretende sostener es que, por un lado, hay en la actualidad
signos
evidentes de que en muchas comunidades cristianas (en las
diversas Iglesias) se extiende la tentación de oponer, al
universalismo comprometido con el eurocentrismo
del pensamiento y
de la política occidental moderna, formas de
cerrazón que van de los diversos tipos de comunitarismo
(con la vuelta de un cierto apartheid de la cultura) al verdadero
y propio fundamentalismo no claramente opuesto a ramificaciones
violentas; por otro lado, al creer que puede ser ajeno a los
resultados perversos del racionalismo
moderno, de la secularización, etc., el cristianismo,
en realidad, renuncia a su misión de
civilización, que sólo podría recuperar
reencontrando, bajo formas, por supuesto, ya ni evolucionistas ni
imperialistas, su propia y profunda solidaridad con
el destino de la modernización. Es como si la alternativa
ante la cual se halla hoy el cristianismo como un término
genérico: ¿con él se entiende la Iglesia
católica? ¿Las Iglesias cristianas? ¿El
pensamiento de los creyentes?… fuese: o cargar a cuestas con el
destino de la modernidad (y de su crisis, de su
paso a lo postmoderno) o, por el contrario, reivindicar su propia
otredad. Pero si eligiese esta segunda vía –y hay
signos, que orientan a que las sociedades se incorporan al
modernismo ya
sea porque llegan con la transcultura de un país
desarrollado a uno menos desarrollado, de que existe tal
tentación– renunciaría a ser una
civilización y un mundo para volver a convertirse en lo
que quizás era en el origen: una secta entre otras muchas
y un elemento objetivo de
disgregación social. En este momento que entra la
globalización y el Internet se hace
dueño de los medios de
comunicación, los seres humanos conocen las
últimas técnicas que se desarrollan y en ocasiones
en el momento que éstas se están produciendo, por
lo que ya, las parejas con problemas de infertilidad cada
día conocen más los procedimientos y
en ocasiones podrían contarlos con lujos de detalles a su
médico tratante.
Esta es una gran verdad que orienta al mundo a llevar
limites dentro de la libertad, a
entender que es necesario reflexionar sobre lo que establece Pico
della Mirandola: "La única esencia del hombre es la de no
tener una esencia, y de elegirla libremente. No hay límites a
nuestra libertad de hacer las leyes sino en el
respeto de la igual libertad del otro. Y donde el otro, como en
el caso del embrión, no puede ser consultado, no es
difícil dirigirse a sus tutores "naturales", que le son
más cercanos: la madre, sobre todo, cuando se trata de un
aborto; y,
también en los casos, ciertamente más complicados,
de la fecundación asistida; o, al otro extremo, cuando se
habla de eutanasia
–también aquí, como antes de nacer,
dependemos "naturalmente" de otros, en quienes por lo
demás podemos confiar voluntariamente con un "testamento
biológico". Incluso el problema de la
clonación humana, dado que se mueve en un terreno
científicamente todavía incierto, sobre todo en lo
que respecta a la seguridad y al no
perjuicio de los procedimientos– se puede dejar la
decisión a la libre, y obviamente informada,
elección democrática. O debemos pensar en el
verdadero y puro carácter de las leyes que prohíben
la
investigación sobre células embrionarias
(investigación que podría acelerar el
descubrimiento de curas para muchas enfermedades, de la diabetes al
cáncer o al sida) se muestra la
urgencia de abandonar el fantasma de la ley "natural", que
últimamente ha hecho prosélitos también en
el pensamiento de filósofos seguramente democráticos y
liberales.
Parece difícil luchar entre la religión y
la ciencia. Hasta
fechas muy recientes, los matrimonios infértiles se
veían obligados a tener que aceptar su suerte o recurrir a
la adopción.
La ciencia y la técnica no ofrecían solución
alguna a sus deseos de descendencia cuando la naturaleza se
revelaba hostil. Sólo quedaban los remedios populares en
las diversas culturas: religiosos, mágicos, etc. En la
actualidad, los avances científicos y técnicos han
permitido reactivar la esperanza a estos matrimonios, sin
conseguir siempre satisfacer sus aspiraciones.
Por reproducción asistida se entiende todo
proceso tecnocientífico en el que, no de manera natural y
en relación directa con el uso de la ciencia y la tecnología, se logran
obtener resultados de reproducción de seres vivos de
manera artificial.
Como hemos visto la religión que más se
opone a la reproducción asistida en humanos, TRA, es la
católica. Esta religión desde hace varios siglos
cuenta con hombres de ciencia que dentro de la población han trabajado para el
conocimiento de la misma, sabedores de que la ciencia, y con
mucha más ventaja en cuanto a años y desarrollo
tecnológico, ha logrado este tipo de resultados
reproductivos en animales.
9. La
Religión y ¿matrimonio o
cohabitación?
Las Iglesias cristianas explican a sus seguidores sobre
las TRA, para evitar la confusión sobre el valor o la
necesidad del matrimonio, como lo Expresa el Revdo. Juan
Sánchez Araujo: "Para poder recibir
ayuda a través de las TRA, están llegando a
nuestras iglesias, hoy día, hermanos que se preguntan
qué mal hay en convivir como pareja, sin estar casados, y
querer procrear los hijos teniendo problemas por lo que se
necesita acudir a las TRA, si se está unida a una persona
a la que se quiere. ¿No puede considerarse a esa
relación como un matrimonio?
El matrimonio es una institución universal a
pesar de sus diferentes matices culturales. Desde siempre la
sociedad
humana ha reconocido, apoyado y defendido la unión entre
un hombre y una mujer que hace de ellos una nueva entidad social
cuyo propósito es el apoyo mutuo, la procreación y
la crianza y la educación de los
hijos. El respeto por el matrimonio beneficia a la sociedad
misma; de ahí que todas las razas y culturas lo hayan
reconocido y protegido.
La Biblia establece en el Antiguo
Testamento, que el matrimonio fue instituido por Dios nada
más tras crear al hombre, para proporcionar a éste
el compañerismo y la ayuda necesarios y hacer posible la
procreación de hijos (Gén. 1:27, 28; 2:18, 21-25).
Sin embargo, es cierto que Jesús despojó al
matrimonio de aditamentos que se le habían ido pegando a
lo largo de la historia – como la poligamia o el divorcio– y reafirmó el propósito inicial
del mismo como una unión de por vida entre un hombre y una
mujer; y esto lo hizo remontándose, precisamente, al
relato bíblico de la Creación que tenemos en el
libro del
Génesis (Gén. 2:24).
Estas aclaraciones son las que llevan a la sociedad a
buscar ayuda en las legislaciones terrenales, para evitar que las
TRA se realicen sin un control claro.
Tanto la poligamia como el divorcio han
sido practicados y se practican todavía en diferentes
culturas; e incluso se toleraron en el pueblo de Israel en los
tiempos del Antiguo Testamento (Gén. 35:22-26; Deut.
24:1-4). Pero, si empleamos las palabras de Jesús, "al
principio no fue así", entendemos que esas
prácticas no formaban parte del plan inicial de
Dios para la pareja humana. En Mateo 19:4-6, Cristo,
deslegitimando el divorcio – salvo en
el caso de infidelidad de uno de los cónyuges (v.
9)- , dejó claro el
carácter permanente de la unión entre un hombre y
una mujer: "Así que no son ya más dos, sino una
sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el
hombre" (v. 6).
Esta parte de la religión cristiana arroja
abundante luz sobre la
forma de cómo reglamentar las TRA, en las parejas que las
necesitan, para formar una familia estable y de amor, bajo la
bendición de Dios su creador.
Por otro lado las iglesias cristianas aportan sobre el
sentido del matrimonio, entre un hombre y una mujer, como lo
estableció Dios. La Biblia distingue, por tanto, entre
"matrimonio" y "fornicación": lo uno es un estado
honroso, mientras que lo otro merece el juicio de Dios (Heb.
13:4). "Fornicación" (en griego porneia, de donde
procede la palabra "pornografía") significa en su sentido
más amplio "inmoralidad sexual"; pero de un modo
más específico se aplica a las relaciones sexuales
entre hombre y mujer fuera del matrimonio. Están de
acuerdo con la inseminación homóloga y
heteróloga. Bajo los parámetros establecidos de
inseminación no acto conyugal.
¿Y cuál es la diferencia entre lo uno y lo
otro? El matrimonio es un pacto de por vida (de ahí la
incongruencia del divorcio), entre un hombre y una mujer (lo cual
deja fuera a las relaciones homosexuales), excluyente de terceros
en cuanto a las relaciones sexuales (de otro modo sería
adulterio),
independientemente del respeto de las familias del esposo y la
esposa – "Dejará el hombre a su
padre y a su madre…" (Gén. 2:24)- , y cuyo propósito es satisfacer la
necesidad de compañerismo, intimidad y asistencia mutua
entre los cónyuges – "y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne"
(Gén. 2:18, 24)- y, si Dios lo
concede, traer hijos al mundo (Gén. 1:28). La
fornicación no cumple estas condiciones, y en algunos
casos no es más que una búsqueda egoísta e
incluso perversa del placer sexual sin ningún tipo de
compromiso subyacente.
En todas las culturas, aun en aquellas que no han tenido
acceso a la revelación bíblica, se le reconoce una
importancia especial al pacto matrimonial y se defiende el mismo
contra las amenazas internas y externas. ¡En todas las
culturas menos en la sociedad occidental moderna! En esta
última el matrimonio está cada vez más
desprotegido y despojado de su dignidad, al tiempo que se
promueven todo tipo de sucedáneos, cuando menos mucho
más pobres y frágiles, y en el peor de los casos
sumamente nocivos.
¿Qué mal hay –
se preguntan algunos- en que el
matrimonio no dure para toda la vida? ¿O por qué ha
de ser solamente entre un hombre y una mujer? ¿O
qué perjuicio puede haber en las relaciones sexuales fuera
del matrimonio si la pareja se siente atraída o se quiere?
Los males son muchos, y de muy distintas índoles. Las
relaciones sexuales sin un pacto de por vida son egoístas
– "placer sí, responsabilidad
no"- y carecen por lo tanto de ese
factor que puede llevarlas a su madurez y plenitud. ¡Hay
mucha gente vacía y destrozada por ahí de tanto
picar aquí y allá; de tanto hacerse "una sola
carne" con éste y con aquél! (1 Cor.
6:16).
Por otra parte, cuando dos personas del mismo sexo contraen
matrimonio, como ocurre en diferentes países occidentales,
se establece una confusión en la sociedad sobre el
carácter complementario de los dos sexos biológicos
y el derecho a la procreación, que se da en la
relación entre hombre y mujer. Este derecho, en estos
momentos, puede traer grandes consecuencias para la humanidad y
conduce a la larga a la extinción de la especie humana
(por faltar la capacidad reproductora). Estos "matrimonios" por
ley y derecho en esos países, llevan aparejado
además el derecho a la adopción de hijos, que
mañana no tendrán en el hogar un modelo de
referencia masculino y femenino, tendrán un aprendizaje de la
relación entre un mismo sexo.
En los homosexuales, en cuanto a la cohabitación,
ésta significa empezar la casa por el tejado: el acto
sexual, que es el sello de un pacto de por vida, se trivializa y
acaba siendo contraproducente, ya que en vez de disfrutarlo la
pareja en el saludable clima de una
relación estable, se halla constantemente acosado por la
duda que rodea al futuro de la relación. Cuando las
pruebas o una
supuesta "incompatibilidad" sexual o de carácter se
presentan, la relación termina, no sin perjuicios para la
pareja – y para los hijos si los
hubiere- . La relación sexual
es como un potente adhesivo que, una vez que ha unido a dos
personas, éstas no se pueden separar sin sufrir terribles
daños emocionales, morales y espirituales.
Por otro lado, pensando en la unión libre de una
pareja de diferente sexo, cierto es que algunas cohabitaciones
pueden estar sustentadas por un pacto tácito que las
convierte en matrimonios de hecho –
aunque no existan papeles civiles o religiosos que den fe de
ello- , pero eso sólo lo sabe
Dios, que conoce los corazones, y no puede pedirse, por ejemplo,
a la iglesia que admita tales matrimonios; y cierto es,
también, que muchos de los matrimonios que han pasado por
la oficialía civil, teniendo todos sus documentos en
orden, no son matrimonios en absoluto, porque no existe
compromiso de por vida ni de fidelidad mutua entre los
cónyuges.
Las parejas que van a recibir las TRA, sin regularizar
la esencia del matrimonio en su relación, que no son
casados, cuyo compromiso no es más que una unión
ente los dos, deben presentar datos de personas
que conozcan a la pareja como lo establece el Revdo, Juan
Sánchez Arahujo . "Una pareja no puede someterse a las
TRA, si antes no se conoce su filiación con la pareja que
lleva a la consulta".
La sabiduría de la Palabra de Dios resulta
evidente para todo el que esté dispuesto a reconocerla;
como también la insensatez de los sucedáneos
modernos del matrimonio, vistas las consecuencias que
están produciendo. La inestabilidad en las relaciones, los
celos y la violencia
doméstica, muchos hijos sin un hogar estable o desgarrados
entre el amor y la lealtad al padre o a la madre, el sida y otras
enfermedades de
transmisión sexual, etcétera, dan testimonio
del fracaso de los nuevos modelos
sexuales.
La norma bíblica del matrimonio como un pacto de
fidelidad mutua y de por vida entre un hombre y una mujer, hecho
público según las normas vigentes
de la comunidad a la
que se pertenece, y coronado por la unión sexual, sigue
siendo el modelo más efectivo para la felicidad de la
pareja, el bien de los hijos y el bienestar de la sociedad.
¡No es lo mismo matrimonio que
cohabitación!
En lo relacionado a la cohabitación, se han
tejido varias teorías, bajo el planteamiento de los gay,
pero éstas significan empezar las cosas al revés:
el acto sexual, no es el que daría como resultado la
reproducción humana, se trivializa y acaba siendo
contraproducente, ya que en vez de procrear adoptan, con
perjuicios para la pareja y para los hijos que forman ese
núcleo aberrante. Las TRA, no se deben utilizar para dar a
estas parejas de gay hijos, debido a que las técnicas
creadas por el hombre, independientemente de la forma natural,
están destinadas a poner en contacto los elementos
ontogenéticos del hombre y la mujer, el espermatozoide con
el óvulo, con el pretendido resultado de una
fecundación. Estos elementos no están presentes en
la unión gay, el binomio hombre–mujer es el que da
como resultado la reproducción.
Las TRA, no deben ser consideradas como una
solución terapéutica "ni como un medio alternativo
de procreación latu-sensu para parejas
infértiles hombre–mujer sin constituir pareja, como
sujetos individualizados que pretendieran beneficiarse de las
ventajas del procedimiento"
El hecho, por otra parte, de que dos personas del mismo
sexo puedan contraer matrimonio inyecta aún más
confusión en la sociedad sobre el carácter
complementario de los dos sexos biológicos y la bondad de
la relación entre hombre y mujer, y conduce a la larga a
la extinción de la especie humana (por faltar la capacidad
reproductora). Si dicho "matrimonio" lleva aparejado
además el derecho a la adopción de hijos, en el
mejor de los casos, priva a los niños de la posibilidad de
crecer en un hogar con modelos de referencia masculino y
femenino, así como del aprendizaje – por el ejemplo- de
la interacción entre ambos sexos.
10. La
condición actual del ser humano y las
religiones
El Antiguo Testamento, aceptado por todas las religiones,
establece que el ser humano ya no es el mismo que cuando Dios lo
creó en un principio. La desobediencia del primer hombre y
la primera mujer al mandamiento de su Creador, que nos relata el
capítulo 3 del libro del Génesis, trajo consigo la
desgracia de la muerte y de
la corrupción a toda la humanidad y al resto
del mundo creado (Rom. 5:12; Gén. 3:17-19; Rom. 8:20). Con
lo que se conoce como la caída de Adán se
distorsionó la imagen de Dios en el ser humano,
convirtiéndose éste de un cuidador de la vida y la
naturaleza en el mayor depredador de sus semejantes y de toda la
creación, y necesitándose sólo de los
avances científicos y tecnológicos que hoy en
día tenemos a nuestro alcance para darle a la vida en el
planeta el golpe de gracia.
Esta naturaleza
humana caída la hereda hoy en día todo hombre y
toda mujer que viene al mundo, y es lo que se conoce en
términos teológicos como el "pecado
original". Nacemos con la imagen del hombre caído en
nosotros: la imagen del Creador distorsionada por el pecado de
Adán, la cual sólo Cristo puede restaurar
(Gén. 5:3; Col. 1:15; 3:10; 1 Cor. 15:49). Aun así,
la Biblia sigue considerándonos portadores de la imagen
divina y acreedores a una gran dignidad. Pero el ser humano ha
convertido el mundo creado por Dios, y declarado "bueno en gran
manera" por él (Gén. 1:31), en un campo de batalla
donde pugnan los intereses egoístas. Estos escritos llevan
a una reflexión sobre la ciencia y la tecnología,
donde el fuerte se aprovecha del débil y donde hay
guerras,
crímenes, o – como dice
Santiago- "perturbación y toda
obra perversa" (Stgo. 3:15).
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros?- sigue diciendo
Santiago- ¿No es de vuestras
pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Codiciáis y no tenéis; matáis y
ardéis de envidia, y no podéis alcanzar;
combatís y lucháis, pero no tenéis lo que
deseáis… (Stgo. 4:1, 2).
El primer hecho sangriento del que tenemos noticia
después de la Caída fue el fratricidio de
Caín en la persona de su hermano Abel. Y la Biblia explica
que la situación del mundo no ha cambiado desde entonces;
es más, el apóstol Pablo anuncia un empeoramiento
del carácter humano en los últimos tiempos (2 Tim.
3:1-5). La Iglesia Reformada Episcopal conocedora de estos
problemas, se une a otros sectores de las iglesias cristianas que
reclaman la protección de la vida humana desde el momento
de su concepción; ya que si en el pasado había
dudas en cuanto a cuándo comienza la vida en el interior
de la madre, o en las técnicas de Reproducción
Asistida, TRA, ahora está claro que ese momento es el de
la fecundación del óvulo por el espermatozoide,
(otras consideraciones son más bien de carácter
especulativo).
Por esa misma causa, la Iglesia se opone a la producción de embriones por técnicas
de reproducción asistida que no sea con la finalidad de
llevar a término su gestación sin que haya
excedentes que tengan luego que congelarse o destruirse. Tampoco
el uso o la manipulación de dichos embriones con fines
terapéuticos u otros que no tengan por objeto el beneficio
del propio embrión, se pueden considerar más que un
atentado contra la dignidad o la vida de seres humanos inocentes.
Las iglesias cristianas y la Iglesia Reformada Episcopal no
están en contra de las TRA, lo que quieren es una claridad
sobre los hechos relacionados con los embriones
sobrantes.
11. Inseminación artificial con semen del
marido
La Religión Católica y Romana establece
que no es permitida la inseminación artificial usando
semen del marido AIH (Artificial Insemination by Husband) aunque
se utilice cuando el marido puede producir semen, pero su semen
no sea completamente adecuado para lograr la
fertilización. Lo inadecuado del semen puede ser atribuido
a un bajo numero de espermatozoides activos o a la
incapacidad de los espermas de nadar lo suficientemente deprisa
hasta el óvulo. La AIH también puede ser utilizada
cuando el marido está padeciendo de eyaculación
precoz.
En la AIH, el esperma se obtiene del marido mediante su
masturbación, siendo entonces concentrado y mejorado en el
laboratorio.
Este semen luego es introducido dentro del cuello del
útero de la mujer, mediante una inyección, en sus
días más fértiles. Dependiendo de las
regulaciones de cada instituto, no de cada país, la
inyección puede ser aplicada por un médico, una
enfermera o por la misma pareja.
Por lo que respecta al Islam,
religión musulmana, no hay problema en la AIH cuando se
realiza entre una pareja casada legalmente ya que la
masturbación, aunque está prohibida en general, es
permitida en los casos en que es la esposa la que se la practica.
Por lo tanto, en el caso de la AIH, la mujer puede masturbar al
marido para obtener el semen. En cambio: "La
Iglesia Católica Romana solo permite la
inseminación artificial si el semen del marido que es
usado es el producto del
coito con su mujer, no de la masturbación, pero esto
supone normalmente el coito en la consulta de un médico",
y eso, entre otras cosas, es poco espontáneo y menos
romántico.
12. Inseminación
artificial con semen de un donante
La AID (Artificial Insemination by Donor) es bastante
similar a la AIH. Sin embargo, la AID es usada en casos donde el
semen del marido es definitivamente inadecuado en cantidad o
calidad. En la
sociedad occidental, algunas mujeres solteras que desean
permanecer sin marido pero desean tener un niño, usan este
método para conseguir un embarazo. En
Inglaterra,
anualmente dos de cada cuatrocientos nacimientos son atribuidos a
la AID.
Por lo que al Islam se refiere, la Inseminación
Artificial con semen de un donante está absolutamente
prohibida, porque se realiza con el semen de un donante y no con
el del marido de la mujer. Pero para esta religión como no
implica ninguna relación sexual entre el donante y la
mujer, no puede ser calificado como adulterio – El
Corán dice claramente: "Di a las creyentes que bajen la
vista con recato y que custodien sus partes pudendas."
(Corán, 24:30).
El mandato divino de custodiar las partes privadas es
incondicional; no dice solamente que se guarden de las relaciones
sexuales ilícitas, dice que se guarden de todos excepto de
su esposo. Alláh describe a los creyentes como aquellos
"que custodian sus partes pudendas salvo de sus esposas…
mientras quienes desean más allá de eso,
ésos son los que violan la ley." (Corán, 23:5-7).
Por tanto, hasta la inyección del esperma de otro hombre
constituye una trasgresión y una violación del
mandato de Alláh.
La Iglesia católica acepta la práctica de
la inseminación homóloga, aunque condicionada, pero
considera a la heteróloga como una abominación y un
desorden moral condenable. Pío XII se pronunció en
el IV Congreso Internacional de Médicos Católicos
de 29 de septiembre de 1949, en el sentido de considerar la
fecundación artificial fuera de matrimonio, pura y
simplemente como inmoral. La procreación de una nueva vida
no puede ser fruto sino del matrimonio. La fecundación
artificial en el matrimonio producida por un tercero es
igualmente inmoral y, como tal, debe reprobarse.
La instrucción vaticana ha manifestado: "Obtener
gametos de una tercera persona para disponer de esperma o de
óvulos constituye una violación del compromiso
recíproco de los esposos y de una falta grave contra
aquella propiedad
esencial del matrimonio que es la unidad."
La Religión Católica defiende en esta
técnica el status del niño concebido por la AID, lo
califica como fuera del matrimonio ya que no es del esposo, en
cambio la Religión del Islam establece: Alláh
prohíbe a una mujer concebir un niño mediante la
AID, el niño así concebido no podrá ser
considerado un niño ilegítimo, ya que no ha sido
concebido mediante adulterio, lo cual implica relaciones sexuales
ilícitas. La relación niño-madre es clara en
tales casos; en cuanto a la relación niño-padre, la
mayoría de nuestros actuales 'ulama' declaran claramente
que él será considerado el hijo del donante
–el niño le heredará, siendo mahram a su
mujer e hijos.
En cambio, para otras religiones, como las
protestantes, la inseminación artificial no produce
ningún cuestionamiento.
La decisión de los muytahids está basada
en un hadiz que proporciona un ejemplo muy similar al caso de un
niño concebido por la AID. Este hadiz ha sido narrado por
varias fuentes del
Imam Hasan, el Imam Muhammad al-Bâqir y el Imam Ya'far
as-Sâdiq (la paz sea con todos ellos). Se les
presentó a los Imames el caso de una mujer que
había hecho el amor con su marido, e inmediatamente
después ella fue con su esclava y tuvo relaciones sexuales
con ella, en las cuales el semen de su marido pasó desde
ella hasta la vagina de su esclava, quedando esta embarazada.
¿Qué sucede en este caso? Los Imames,
después de detallar el castigo impuesto a las
dos mujeres, dijeron que el niño nacido de la esclava
estaría emparentado, y sería dado en custodia, al
dueño del semen. (Este es un buen ejemplo de cómo
nuestros 'ulamá' solucionan problemas en los días
modernos, utilizando las mismas fuentes antiguas del
Islam).
13. OTRAS POSIBILIDADES DE REPRODUCCIÓN HUMANA
DISCUTIDAS POR LOS 'ULAMÁ'.
Es interesante saber que los muytahids se mantienen por
delante de la tecnología científica a la hora de
decidir sobre temas religiosos o éticos de la
reproducción humana. Mientras tratan de la
inseminación artificial, ellos también hablan de
las siguientes posibilidades:
- Es permisible inventar un óvulo artificial,
fertilizado con esperma de un hombre y permitir que el
niño se desarrolle en un útero artificial. En
este caso, el niño estará completamente
emparentado con su padre. Como mucho, él o ella
serán niños sin una madre
biológica. - Es permisible inventar un esperma artificial e
inseminarlo dentro del útero de una mujer. Tal
niño estará emparentado completamente a la madre.
Como mucho, él o ella serán niños sin un
padre biológico. - Es permisible coger un óvulo artificial y un
esperma artificial, fertilizarlo y desarrollarlos en un
útero artificial. Tal niño no estará
emparentado a nadie. - Si nacen niños gemelos mediante los anteriores
procedimientos, entonces en el primer caso ellos serán
hermanos normales –por ejemplo, no podrán casarse
entre sí- pero en el tercer caso, no podrán ser
considerados, ni siquiera hermanos ya que no tienen
padres.
14.
FERTILIZACIÓN IN VITRO
Los primeros dos métodos eran para casos en que
al esperma del marido le faltaba calidad o cantidad. La IVF (In
Vitro Fertilization) es una técnica usada mayoritariamente
en mujeres cuyos oviductos se encuentran bloqueados y no puede
ser remediado mediante operación quirúrgica.
También para aquellas que fracasan en la
concepción, a pesar de tener los oviductos normales y
cuando todas las posibles causas de infertilidad han sido
excluidas. 'In vitro' significa en un tubo de ensayo.
En la IVF, uno o más óvulos son tomados de
la madre mediante una pequeña jeringuilla y son colocados
en una placa de petri de ensayo. Entonces el esperma del marido
es usado para fertilizar el óvulo. Después de la
fertilización, se induce el desarrollo en la placa de
ensayo, hasta el estado de
cuatro u ocho células. Después se implanta dentro
del útero de la madre.
La IVF puede también ser usada cuando el semen
del marido contiene pocos espermatozoides y tiene dificultad para
fertilizar a un óvulo en la trompa de Falopio. Mediante la
IVF, el esperma de tal persona es usado para fertilizar el
óvulo en una placa de ensayo.
Por lo que respecta a la shar'iah, la
fertilización in vitro está permitida siempre que
se realice entre una pareja casada.
Para la Religión Católica esta prohibida
porque no es natural; lo normal es la fertilización entre
la pareja a través del coito.
15. MATERNIDAD SUPLENTE
La maternidad suplente es un sub-producto de la
inseminación artificial. Su práctica creó
gran controversia en los círculos legales y éticos
del mundo, especialmente después del caso del bebé
'M' de 1987.
La maternidad suplente significa que una mujer permite
que un óvulo fertilizado de otra pareja sea inyectado
dentro de su útero. Entonces, ella lleva al niño
hasta el término de su embarazo para la otra pareja. Esto
se puede hacer libremente o a cambio de algún dinero como
fue en el caso del nacimiento del bebe 'M'. Este procedimiento de
reproducción humana es adoptado cuando una mujer tiene
problemas de llevar a su niño hasta su completo
término.
Desde el punto de vista de la shar'iah, la maternidad
suplente como se describió anteriormente no está
permitida porque implica la introducción de esperma de otra persona
dentro del útero de la mujer. Esto va en contra de la
aleya del Corán que dice que las creyentes deben guardar
sus partes privadas excepto de sus maridos.
Hay, sin embargo, ciertos procedimientos en el sistema
islámico del matrimonio que podrían permitir alguna
forma de la maternidad suplente. Por ejemplo, si una mujer
está teniendo problemas en llevar el bebe de su marido
hasta su término completo, entonces el marido puede tomar
a otra mujer (con base temporal o permanente) y entonces un
óvulo de la primera mujer fertilizado con el esperma del
marido puede ser inyectado dentro del útero de la segunda
mujer con su aprobación.
¿A cuál de las dos mujeres pertenece el
niño? ¿Pertenece a la madre genética
(la primera esposa) o a la madre biológica (la segunda
esposa)? De acuerdo con el Ayatolláh al Jomeiní
esto depende de la edad del feto. Si fue
inseminado en el útero de la segunda mujer después
de cuatro meses, entonces pertenece a la primera mujer –la
segunda sería como un receptáculo. Si fue
inseminada antes de su cuarto mes, entonces será
difícil considerar que el niño pertenece a la
primera mujer.
Sin embargo, hay otro modo de mirar esta
relación, sobre las definiciones 'urfi y sar¡'. En
el presente caso, la gente común tiene una percepción
sobre la relación niño-madre. La 'urfí
diría que la mujer que da a luz es la madre. Así,
basado en esta percepción, 'urfí, diría que
el niño pertenece a la madre biológica, la segunda
madre, con independencia
de la edad en el momento de la inseminación. El
niño será mahram para sus otros hijos y
también la heredará.
Por lo que se refiere a la relación entre el
niño y la primera mujer, diría que aunque ella no
es su madre biológica, su status como madre
genética la sitúa por encima de una madre
rizá'i (Una madre rizá'i es una mujer que no dio a
luz al niño, pero lo amamantó). Basado sobre esta
relación, el niño será mahram para todos los
hijos de la primera mujer, incluso si ellos son de diferentes
padres; sin embargo, él o ella no heredarán de ella
porque el derecho a la herencia
está basado en relaciones uterinas.
La Religión Católica Romana, no permite la
maternidad suplente.
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