ENSAYO
INTRODUCCIÓN
Pocos días antes del estreno de la última
película de Steven Spielberg, Indiana Jones y el Reino
de la Calavera de Cristal, en la que el famoso
arqueólogo de la ficción —ya entrado en
años— inicia la afiebrada búsqueda de una
extraña reliquia de (supuesto) origen precolombino, un
diario de la ciudad de Buenos Aires
(República Argentina) me convocó para que diera una
opinión respecto de la influencia de "Indy" en el quehacer
cotidiano de los arqueólogos e historiadores de la vida
real. Por sugerencia directa mía se remitieron a un ensayo que
escribí hace unos meses y en el que intenté
realizar una radiografía del personaje dando una
visión retrospectiva, propia de la historia, no carente de
cariño y agradecimiento por los buenos momentos que
siempre me ha hecho pasar "el viejo profesor
Jones".
Pero mayúscula fue la sorpresa cuando, a mi
correo
electrónico personal,
empezaron a llegarme duras críticas de distintas partes
del mundo por los "ásperos conceptos que había
vertido sobre Indy". Como hasta ese momento no había
tenido acceso a la nota periodística, me puse en
campaña y la busqué por Internet a fin de confirmar
cuál había sido la herejía
cometida.
Me llamó la atención la repercusión que mis
dichos habían tenido. Diarios de México,
España,
Alemania e
Italia
habían levantado la nota del periódico
porteño y difundido mi apellido junto a consumados
enemigos del famoso arqueólogo.
Entre otras cosas, el artículo hacía
referencia al desprestigio que Indiana Jones acarreaba a la
arqueología y "a lo indignados que
estábamos todos por el mensaje de sus películas".
Indy se convertía así en el chivo expiatorio de
miles de ladrones de tumbas "profesionales" que —con o sin
títulos universitarios— han venido saqueando el
pasado y el patrimonio
arqueológico de diferentes países, desde hace
décadas, en completo silencio y anonimato.
En principio quisiera hacer un descargo: no me siento
parte de aquellos de critican duramente al doctor Jones. Creo que
sería estúpido tomar en serio a un personaje que,
desde el principio, sabemos pertenece al universo de la
ficción fílmica y literaria. Como escribí
anteriormente, no ha sido mi intención juzgarlo. Lejos de
mí estuvo caer en semejante ridículo. Las
películas de Indy no pretenden otra cosa más que
divertir, entretener, pasar un rato agradable y, por su
intermedio, soñar con las aventuras de nuestra infancia y
adolescencia.
Jones no es más que el canal que nos vincula con la
inocencia de los tiempos idos, con aquellas tardes en que
jugábamos a ser exploradores en mundos perdidos. Él
es la encarnación más reciente de la aventura en su
estado puro;
el responsable, desde 1981, de la renovación del género,
convirtiéndose en el arquetipo del nuevo héroe e
inspirador de toda una legión de imitadores (sin tanto
éxito)
que invadieron las pantallas de los cines en las dos
últimas décadas del siglo XX.
INFLUENCIAS
Pero, ¿qué influencia tuvo —y
tiene— Indiana Jones en historiadores y arqueólogos
reales?
Creer que la arqueología y la historia proceden
del modo en que él lo hace es, lisa y llanamente, una
estupidez. Es no conocer nada de los aspectos
metodológicos de ambas profesiones y volver a confundir
realidad con ficción. Aún así, el carisma
del personaje ha influido indudablemente en la vida personal de
muchos profesionales del pasado y canalizado la vocación
de otros.
¿Quién no ha soñado ser Indiana
Jones alguna vez? ¿Quién no ha aspirado a encontrar
reliquias sagradas con poderes sobrenaturales o toparse con
civilizaciones perdidas en medio de la selva
amazónica?
Yo sí.
De hecho, he invertido poco más de la mitad de mi
vida en la búsqueda del Paititi, una legendaria ciudad
incaica que, como en el último film, permanece aún
por descubrir en las selvas orientales del Perú. Es un
tema fascinante y encontrar restos arqueológicos en sitios
en donde los especialistas más ortodoxos creen no poder
encontrar nada, pone al organismo en un extraño estado de
ebullición adrenalínica. En situaciones como
ésas es imposible no sentirse un poco Indiana
Jones.
Es que el "Viejo Indy" combina, como si fuera un
cóctel extravagante, aventura, exotismo, nomadismo y
misterio, ruinas sagradas y extrañas costumbres, comidas
inimaginables y peligros que van más
allá de nuestra cotidianeidad..
Indy nos traslada a un mundo extra-ordinario. Un
mundo que rara vez podemos saborear los mortales comunes. Por
eso, cuando la vida nos pone en situaciones de esas
características, es imposible no recordar al ficticio
arqueólogo del Marshall College.
Él es la contraimagen misma de la mediocridad y,
como él, cuando se viven circunstancias fuera de lo
común, en lugares poco comunes, la frase del gran Joseph Conrad
se convierte en una realidad ineludible:
"Me encontré de regreso (de la selva) en la
ciudad sepulcral donde me molestaba la vista de la gente
apresurándose por las calles para sacarse un poco de
dinero unos a
otros, para devorar sus infames alimentos, para
tragar su insalubre cerveza, para
soñar sus insignificantes y estúpidos
sueños. Se entrometían en mis pensamientos. Eran
intrusos cuyo conocimiento
de la vida era para mí una irritante pretensión,
porque yo estaba seguro de que era
imposible que supieran las cosas que yo sabía. Su conducta, que era
simplemente la conducta de individuos vulgares ocupándose
de sus negocios con
la certeza de una perfecta seguridad, era
ofensiva para mí, como ultrajantes ostentaciones de
insensatez ante un peligro que es incapaz de comprender. No
tenía ningún deseo especial de ilustrarles, pero me
resultaba bastante difícil contenerme y no reírme
en sus caras, tan llenas de estúpida
importancia".
Página siguiente |