Indice
1.
Presentación
2. Contexto
político
3. Contexto social
4. Contexto
económico
5. Las exposiciones
6.
Bibliografía
La República Argentina guarda
en su historia
aspectos llamativos o acontecimientos olvidados que, muchas
veces, descansan entre el polvo de vetustos libros o en
memorias
añosas y cansadas. Esas anécdotas pérdidas
sirven para reconstruir el pasado de un país, conocer su
idiosincrasia, comprender a su gente, entender el presente y
organizar el futuro.
La década de 1910 fue un período especial
y trascendente en la vida de la Nación
Argentina. Fue
una época de bonanza, crecimiento, conservadurismo,
celebraciones, formación y florecimiento. Además,
aquellos tiempos coincidieron con los 100 años del
nacimiento de Primer Gobierno Patrio y
el fin de la dominación española sobre el
territorio del Río de la Plata.
Entonces, el país se concentró en
conmemorar el Centenario de la Revolución
de Mayo y aprovechó, también, para demostrarle al
mundo que su condición de potencia
internacional no había sido fruto de la casualidad. Parte
de aquellos festejos se concentraron en el embellecimiento de la
ciudad de Buenos Aires, la
inauguración de diversas obras como el Teatro
Colón, el Congreso y la construcción de numerosos monumentos,
varios de ellos con el objetivo de
enaltecer a los próceres de la Independencia.
También fue parte de aquel homenaje la realización
de varias exposiciones internacionales, las cuales figuran en los
registros
estadísticos del Bureau Internacional de Exposiciones
(BIE), entidad parisina que regula a nivel mundial la
organización de las muestras universales.
Quizás muchos desconozcan que la Argentina, para
1910, le enseñó a toda la humanidad su esplendor a
través de varias ferias que se desarrollaron en distintos
lugares de la ciudad y fueron recorridas por miles de visitantes
argentinos y extranjeros.
Hoy en día, a menos de una década del
2010, ya hay quienes desean aquella experiencia de grandeza
vuelva a repetirse. En la actualidad, hay quienes sueñan
que la Argentina, y especialmente Buenos Aires, sea
sede de una Exposición
Universal, la cual congregaría a las naciones de todo el
planeta para que, durante aproximadamente 6 meses, todos los
países del mundo muestren sus avances
tecnológicos, sus proyectos, sus
descubrimientos y sus recursos.
Este período se caracterizó por la
existencia de un estado
conservador y elitista y un sistema de
fraude electoral,
que ya se hacía insostenible pero que había servido
para mantener en el poder el
proyecto
político de la oligarquía. Incluso por esa
razón, la Unión Cívica Radical se
abstenía de participar en elecciones. Sus motivos eran las
faltas de garantías comiciales y puede decirse que el
levantamiento que este partido dirigió en febrero de 1905
fue a causa del reinado del "fraude como
método de
supervivencia del proyecto
establecido en el ochenta".
Hacia 1906, Figueroa Alcorta asumió como primer
mandatario argentino. Los cuatro años que transcurrieron
hasta que Roque Sáenz Peña triunfó en las
elecciones fueron momentos de huelgas y agitación obrera.
También de fraude electoral. Pero el gobierno de
Sáenz Peña marcó un punto de
inflexión en el país dado que durante su mandato se
promulgó la ley de voto
universal, secreto y obligatorio, poniendo fin a la democracia
restrictiva de la República Conservadora.
La candidatura de Roque Sáenz Peña se
proclamó bajo el lema de la unión nacional y la
libertad de
sufragio. La Unión Cívica se abstuvo de la
elección realizada el 10 de marzo de 1910 y solo unos
pocos votos socialistas quebraron la unanimidad la lista
única del régimen presentada a los
comicios.
El 12 de octubre Sáenz Peña y De la Plaza
se hicieron cargo del gobierno. En 1912 se aprobó la
reforma electoral, la cual permitió que la emergencia de
nuevos sectores sociales y la posibilidad de que en 1916
Hipólito Yrigoyen entrara a la Casa de
Gobierno.
La conmemoración por el centenario de la independencia
argentina se desarrolló en una república
conservadora dirigida por la famosa generación del '80. Ya
sea desde la política, la literatura o el periodismo,
este grupo de
hombres le dio forma al país.
Esa elite poderosa e ilustrada fue conservadora en lo
político, partidaria del liberalismo en
lo económico, impuso un modelo
agroexportador, fuertemente ligado al mercado inglés;
promovió la inmigración; rescató la idea de
progreso e impulsó la laicización del Estado. Ellos
admiraban al Viejo Continente e importaron la moda, los usos
y las costumbres de grandes y refinadas ciudades europeas como
Londres y París. Así se puede entender que la
década de 1910 fuera aprovechada para homenajear los 100
años de la emancipación española con
edificaciones, monumentos, actos y exposiciones. Buenos Aires se
transformó en la "Gran Aldea", en la "París de
Sudamérica".
Los presidentes que se sucedieron hasta el '10 fueron
los siguientes: Julio Argentino Roca (1880-1886), Juárez
Celman (1886-1890), Carlos Pellegrini (1890-1892), Luis
Sánez Peña (1892-1895), José Evaristo
Uriburu (1895-1898), Julio Argentino Roca (1898- 1904), Manuel
Quintana (1904-1906), Figueroa Alcorta (1906-1910). Luego
gobernará Victorino de la Plaza (1914-1916), a quien lo
sucederá el Hipólito Yrigoyen con quien
comenzará la época radical, período que se
prolongará hasta 1930.
En el período 1880-1914, la ciudad de Buenos
Aires registró una alta tasa de urbanización debido
a la llegada de grandes contingentes de inmigrantes europeos. La
metropóli se expandió físicamente, se
formaron los barrios de la ciudad y la imagen de Buenos
Aires cambió radicalmente. La "Gran Aldea" perdió
sus rasgos coloniales y se plagó de construcciones que
seguían los modelos
estilísticos europeos.
Para principios de
siglo, Buenos Aires presentaba la siguiente estructura
social: una clase alta, formada por una burguesía de
origen terrateniente y comercial; una clase obrera, en su
mayoría trabajadores rurales, ferroviarios, portuarios,
frigoríficos, industriales y de servicios
públicos; y una clase media, integrada por profesionales,
empleados públicos y pequeños comerciantes. Por
otra parte, existían los viejos trabajadores criollos, los
inmigrantes que acababan de llegar al país y la clase
media.
La Argentina era considerada el "granero del mundo" y
eso la convirtió en un foco de atracción para los
ciudadanos europeos, tanto es así que para el '10 ya se
contabilizaban casi un millón de inmigrantes.
Además, no hay que olvidar que la Constitución Nacional de 1853
promovió este proceso para,
entre otras cuestiones, poblar el campo. De los 6.5000.000
europeos que ingresaron al país entre 1857 y 1941,
regresaron 3.100.000 y se afincaron 3.500.000.
Pero, paradójicamente, no todos los extranjeros
que llegaron al país se pudieron dedicar a la actividad
agrícola-ganadera, ya que no era fácil acceder a la
posesión de la tierra. El
acceso a la propiedad de
la tierra estaba
cerrado. Esta se repartía en grandes latifundios y los
inmigrantes solo podían transformarse en arrendatarios,
empleados o peones. En consecuencia, la distribución extranjera se concentró
sobre todo en las provincias de la región pampeana, en
algunas del litoral y Cuyo y en la ciudad de Buenos Aires y sus
alrededores. En esta ciudad, las demandas de la construcción de las obras públicas y
de infraestuctura requería de mano obra a gran escala y los
inmigrantes se encargaron de satisfacer esta necesidad.
También, la industria
alimenticia, textil y frigorífica constituyeron un
importante mercado de
trabajo para los extranjeros. Para dar una idea del proceso, se
estima que Buenos Aires recibió un tercio del total de la
inmigración europea que arribó a la
Argentina. Esta situación determinó el
cosmopolitismo y el rápido crecimiento de la Capital.
La inmigración provocó la formación
del movimiento
obrero y de partidos
políticos portadores de una ideología nacida en Europa como el
Partido Socialista y las distintas corrientes
anarquistas.
La aparición de la clase media, por su parte,
está vinculada con la llegada de los inmigrantes, dado que
estuvo constituida por hijos de extranjeros nacidos en el
país. Este sector creció socialmente por su
inclinación hacia los estudios medios y
universitarios, los que les permitieron acceder a las profesiones
liberales (médicos, abogados) y otras actividades como
oficinistas y empleados públicos.
Esta clase, entonces, en gran medida depende del Estado
(manejado por la élite) quien por un lado controla las
universidades y por otro, es el que permite ampliar o disminuir
la llegada al sector
público de acuerdo a la distribución del gasto
público.
La elite podía llegar a pactar con la clase media
siempre y cuando ésta no amenazara sus intereses, es
decir, alcanzar el poder. Si
bien, por otra parte, los inmigrantes no tenían
ningún derecho político, sus hijos, en cambio, que
eran nativos argentinos podían llegar a aspirar al poder
político.
En la década de 1900, la expansión urbana
de Buenos Aires se relacionó, en alguna medida, con el
desarrollo de
industrias
vinculadas a la exportación como frigoríficos y
molinos harineros y otras relacionadas al consumo. Pero
el factor determinante de su crecimiento no fue de ninguna manera
la industria sino
el desarrollo del
comercio exterior
y los servicios y la
especulación inmobiliaria. La dispersión hacia la
periferia tuvo que ver con el desarrollo de los tranvías
(electrificados en 1897), el auge de la venta de lotes a
plaza (1904) y el aumento de los salarios producto de la
prosperidad económica de los años
1904-1912.
Para el centenario los inmigrantes estaban vinculados
principalmente a la industria y el comercio como
propietarios, empleados u obreros, y los argentinos nativos se
ocupaban del orden, la administración
pública, la justicia, la
defensa y la educación. Ya a
mediados de 1900 había extranjeros trabajando en casi
todas las actividades económicas de la ciudad.
1910 fue un año clave no sólo por los
festejos patrióticos sino también por que el
país atravesaba una etapa de auge económico.
Durante este período, la Argentina vio consolidado el
modelo
económico agroexportador, el cual regía desde las
últimas décadas del siglo XIX . La expansión
del país se basó en un "crecimiento hacia fuera",
que dependió de la exportación de granos y carnes,
especialmente con el Reino Unido.
Asimismo, durante esos años llegaron cuantiosas
inversiones
foráneas, principalmente de Gran Bretaña y, en
menor proporción, de Francia,
Alemania y
luego Estados Unidos.
La mayor parte de ese capital se
destinó a la financiación de obras públicas.
Es decir se volcó hacia los ferrocarriles, la
construcción de servicios urbanos de aguas corrientes,
gas, luz y
tranvías.
En 1880, la Argentina ocupaba el cuarto lugar en el
mundo en cuanto a la inversión de fondos ingleses y en 1890,
pasó a instalarse en el primer lugar, situación que
se prolongó hasta el estallido de la Primera Guerra
Mundial en 1914. Además, para 1910 era la tercera
exportadora de trigo del mundo. Hacia 1913, los mayores
dividendos de los capitales británicos eran obtenidos por
las empresas
inmobiliarias, los bancos, las
compañías de seguro y los
frigoríficos.
En Buenos Aires aparecieron industrias chicas
y medianas, la mayoría desarrollada con capitales
nacionales. Entre ellas se destacaron la gráfica, la
sombrerera, del vestido, la alimentación y la
construcción.
A principios de
siglo, la industria más floreciente fue la
frigorífica. El gran protagonista del frigorífico
fue el ganado vacuno, aunque en sus primeras épocas
compitió con el ovino. Los primeros establecimientos se
ubicaron en Buenos Aires, La Plata, San Nicolás y Campana
y el ferrocarril, que llegaba a todas esas zonas, se
constituyó en un importante elemento
unificador.
A partir de 1095, la Argentina es el principal
exportador de carne vacuna congelada, aventajando a Estados Unidos.
Desde 1910, comienza a registrase una mayor participación
de capitales provenientes de Norteamérica en la industria
frigorífica y los británicos empezaron a quejarse
de la intervención estadounidense.
Tanto la inmigración europea como los capitales
extranjeros resultaron ser los elementos fundamentales del
proceso de transformación de la Nación.
La propiedad de
la tierra se
basó en una estructura
latifundista, la cual cimentó a un sector terrateniente
ligado al exterior y a la explotación agrícola –
ganadera.
"En 1910, mientras el mundo esperaba poco menos que una
catástrofe a causa del cometa Halley, los porteños
se preparaban para un acontecimiento único. Se
cumplían cien años desde la Revolución de
Mayo y la capital a orillas del Plata decidió celebrarlo
con bombos y platillos. Para eso montó una
exposición universal cuyo nombre no pudo ser más
atinado: Exposición Internacional del
Centenario".
Quizás son pocos los que saben o recuerdan este
acontecimiento de carácter
internacional, mediante el cual el país puedo exponer su
producción nacional y a su vez admirar los
adelantes provenientes del exterior.
Las exhibiciones se dividieron en temas: Bellas Artes,
Agricultura,
Higiene,
Industria y Ferrocarriles y no se instalaron en un lugar
específico de la Capital Federal. Se situaron varios
puntos de la ciudad tomando como eje la entonces Avenida Alvear,
hoy del Libertador. La exposición de la Higiene se
instaló en el predio que actualmente ocupa la Biblioteca
Nacional, la de Agricultura en
lo que hoy es La Rural, la de Industria en el Parque Tres de
Febrero, la de Bellas Artes, en la Plaza San Martín y la
de Transporte y
Ferrocarriles se situó cerca del Hipódromo de
Palermo, en el Regimiento 1 de Patricios. Como sostiene el
escritor Horacio Salas en su libro "El
Centenario", se levantó una verdadera ciudad –
exposición, que era el reflejo de la modernidad que
dominaba a la Argentina.
Para la inauguración hubo un desfile militar al
que asistieron diplomáticos de 50 países y una de
las figuras destacadas fue la infanta española Isabel de
Borbón.
La muestra de Bellas
Artes, de la cual participaron casi todos los países de
América
Latina y Europa, se
montó en la Plaza San Martín frente al Hotel Plaza, el más lujoso y moderno
de la época. Entre los nombres ilustres que se vincularon
la exposición del arte
figuró el del emperador de Alemania,
quien envió su propia colección de telas y
diseños. Asimismo, para albergar esta parte de la expo se
utilizó el edificio que había funcionado como
Pabellón Argentino en la Exposición Universal de
París en 1889, la cual fue organizada en la capital
francesa para conmemorar el centenario de la toma de la Bastilla
y durante la cual se inauguró la Torre Eiffel.
Según fotos y
testimonios de aquellos años, el recinto era un edificio
de estructura metálica, decorado con paneles que mostraban
imágenes vinculadas con las ciencias, las
artes y el trabajo.
Ese pabellón fue abierto al público el 12 de julio
de 1910, luego de su reacondicionamiento y del agregado de nuevas
instalaciones debido a los envíos extranjeros superaron
las expectativas de los organizadores. En total se presentaron
2.375 obras. El acto de inauguración corrió por
cuenta Güiraldes y a él asistieron el presidente
José Figueroa Alcorta, miembros de su gabinete y el
intendente municipal.
En el predio de la Sociedad Rural
Argentina (SRA) se realizaron diversas actividades
agrícolas y hubo una exhibición de productos del
campo de todo el país. Esta muestra no
ofreció demasiadas variantes respecto de las que se
venían haciendo en forma anual desde 1886. A su acto
inaugural fue la infanta española, quien se llevó
como obsequio una pareja de caballos. Junto a esta feria esperaba
ponerse en funcionamiento la Exposición de Agricultura,
pero su apertura se retrasó. Allí se mostraron
semillas de distintas clases, mazorcas de diverso tamaño y
color, planos y
fotos del campo
argentino y modernos arados. También se construyó
un gran vivero con plantas
exóticas y especies facilitadas por el Jardín
Botánico de Buenos Aires.
Por su parte, la Exposición de Higiene
mostró avances sanitarios, maquetas de tendidos de
cloacas, moderno instrumental médico e instalaciones para
hospitales. También participaron algunas empresas de
agua mineral y
hubo stands donde se presentaban las más conocidas
farmacias porteñas y varios laboratorios, los cuales
enseñaron su producción medicinal y de
perfumería. Asimismo, en forma parelala a la
exposición, se congregó en Buenos Aires, el
Congreso Interamericano de Medicina e
Higiene, en la cual se destacaron los disertantes argentinos por
el nivel de sus ponencias. Como contrapartida, ese mismo
año se produjo un fuerte brote de viruela en La Rioja y la
tuberculosis
afectó con vigor el norte del país.
La Exposición Ferroviaria y del Transporte
estuvo abierta desde el 17 de julio de 1910 hasta principios de
enero del año siguiente. Fue la de mayores dimensiones y
la más concurrida. En ella se exhibieron los
últimos modelos de
automóviles: los Isotta Francini italianos, los mercedes
alemanes y los Peugeots franceses. También se pudieron
apreciar yates, embarcaciones deportivas para la práctica
de remo y aeroplanos. En esta feria cada uno de los países
participantes contó con un edificio y el pabellón
italiano fue uno de los más atractivos, ya que se trataba
de una construcción con cientos de ventanas que albergaba
la réplica de una estación ferroviaria presidida
por un busto del rey Vícto Manuel III. En el
pabellón argentino también se exponía una
pequeña estación de trenes y además
locomotoras, vagones, camiones autobomba, carretas, una carroza
presidencial, autos
último modelo, coches de paseo y motores a vapor y
eléctricos. Asimismo, todos los días Jorge Newbery
realizaba algunas ascensiones en dos globos desde el cual algunos
visitantes podían observar desde la altura los alrededores
de Palermo y el río. Los visitantes también se
sentieron atraídos por las primeras locomotoras que
circularon por la Argentina, entre ellas la Porteña de
1857.
Según el libro "Buenos
Aires 1910, Memoria del
Porvenir", las obras de las exposiciones no estuvieron a cargo
del Estado, sino que fueron realizadas por grupos de
ciudadanos involucrados con las distintas temáticas
(Unión Industrial, Sociedad Rural
Argentina, Sociedad Médica Argentina). Pero el Estado
sí se encargó de "intervenir, en parte en la
distribución de pabellones y locales que ocuparon las
exposiciones del centenario, como también en lo referente
a la distribución de muebles y artículos diversos
que se destinaron a reparticiones públicas y asociaciones
particulares", recuerda el texto.
El Centro de Almaceneros, por su parte, realizó
una exposición donde se mostraron fiambres, conservas y
bebidas alcohólicas. Todo de diferente tipo y
procedencia.
La Exposición de la Industria fue inaugurada
cuatro meses después de lo previsto, el 25 de septiembre,
y allí se pudieron conocer modernas maquinarias
industriales, muchas de las cuales todavía no funcionaban
en el país. La tecnología alemana
fue la que despertó mayor asombro.
También se abrió una Exposición
Filatélica en la que se mostraban sellos de países
remotos y tarjetas postales
firmadas por celebridades de todo el mundo, entre ellas ex
presidentes como Mitre, Roca, Saénz Peña,
Pellegrini, Uriburu y Quintana. En algunas vitrinas se exhibieron
manuscritos de los próceres de la Independencia y
maniquíes vestidos con uniformes de empleados de correos
que se remontaban a 1810.
La mayoría de los pabellones fueron desmontables
aunque algunos de ellos se conservan, por ejemplo, en la Sociedad
Rural y en los cuarteles del Regimiento de Patricios.
"El espíritu de la exposición era lanzar
la ciudad hacia el futuro. En los albores del siglo, Argentina
buscaba ubicarse entre las naciones líderes de Occidente y
estaba dispuesta a dar el gran salto, aunque para eso fuera
necesario pasear a una infanta española por las callecitas
porteñas".
Según Salas, la comisión de festejos
estaba presidida por Manuel J. Güiraldes, quien le
encomendó a Carlos Thays, director del Jardín
Botánico de Buenos Aires, arreglar todos los jardines de
la zona de Palermo porque el paseo sería una de las
atracciones que se le enseñarían a los
huéspedes.
Los diarios de entonces difundían noticias de los
cambios que iba sufriendo la ciudad y anunciaron por ejemplo, el
regalo que la colectividad británica le haría a la
Argentina: la construcción de una torre en el centro de la
plaza ubicada frente a la estación Retiro. Esa
edificación hoy se conoce como Torre de Los
Ingleses.
"A lo largo de todo 1910 se desató una
auténtica fiebre estatuaria: se colocaron varias piedras
fundamentales de futuros monumentos, algunos proyectados por el
propio gobierno, otros como homenaje de las colectividades
extranjeras residentes en la Argentina, a los que se sumaron los
que regalaron a la ciudad gobiernos extranjeros, muchos de los
cuales demorarían años en ser
inaugurados".
También invadió la idea de que era preciso
modernizar a Buenos Aires y se lanzaron proyectos para
modificar el aspecto de la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno,
entre otros. En ese año se colocó la piedra
fundamental de lo que sería el Colegio Nacional Buenos
Aires.
Buenos Aires celebró con el mundo, Revista Ferias
& Congresos Nº93 julio/agosto, pag. 90.
Bustinza, Juan Antonio. Historia 5 – Instituciones
políticas y sociales. Argentina y América, Ed. AZ Editora, Buenos Aires,
1991.
El Gran Libro del Siglo, Clarín, Buenos Aires, 1998.
Salas, Horacio. El Centenario, Ed.
Autor:
María José Iriarte