Indice
1.
Oralidad y escritura
2. La hipótesis de la modalidad:
ojo por oído
3. La cultura escrita y la
metalingüística
4. La oralidad del lenguaje según
Ong
5. El descubrimiento moderno de
culturas orales primarias
6. La memorización
oral
7. La interioridad del
sonido
Nuestro tema de estudio es la oralidad y la escritura y la
relación entre ambas. Seguimos para el presente trabajo
los estudios de Olson y de Ong.
Siempre se ha creído que la escritura es
una muestra
más de la evolución
del hombre camino al conocimiento.
La escritura, se cree comúnmente, ha sido responsable,
históricamente, de la evolución de nuevas formas de discurso que
reflejaban un nuevo enfoque o comprensión del lenguaje y una
nueva mentalidad, más subjetiva y reflexiva. Pero si
consideramos la escritura como un paso de esa evolución y celebrarla es a la vez
considerar la "oralidad" como inferior, como algo que hay que
superar y de ser necesario erradicar.
En este tipo de pensamiento
quedan encubiertos varios errores de fondo con respecto al
tema.
Se termina adjudicando a los que saben leer características "superiores" que
también están presentes en sociedades
ágrafas.
Hay culturas que tienen escritura pero no está
relacionada con la modernidad ni
considerada como superior a la oralidad.
No hay diferencias sistemáticas entre las
estructuras
léxicas, sintácticas o de discurso de la
producción oral y de de la
escrita.
Si bien las premisas a partir de las cuales
extraían conclusiones los miembros de distintas culturas
eran diferentes, los procesos
lógicos en sí mismos no lo eran, y la cultura
escrita per se no tenía ningún efecto apreciable
sobre las soluciones
propuestas para esos problemas.
Ong dice que es "tiempo de retirar
la hipótesis de la cultura
escrita" y por eso se encarga de reformularla y limar sus
asperezas para volverla defendible en sus aciertos. Esta
hipótesis de la
cultura escrita no es sólo la capacidad de leer y escribir
de un individuo sino que es más general y se refiere a la
competencia
general requerida para tomar parte en una tradición de
escritura. Las condiciones para que se concrete esta cultura
escrita incluyen cuatro factores:
– Debe haber algún mecanismo para "fijar" y
acumular textos. El principal medio para fijar textos es un
sistema de
escritura. Es cierto que los textos pueden fijarse también
mediante la oralidad apoyándose en el ritmo, la
métrica y las expresiones formulares. Pero la escritura
tiene una enorme ventaja en tanto permite acumular una cantidad
de textos que excede en mucho la capacidad de almacenamiento de
cualquier experto individual.
– Debe haber instituciones
para usar los textos. El desarrollo de
la cultura escrita requiere algunas instituciones
que utilicen los textos: la iglesia, la
corte, el gobierno, la
academia, la familia. De
hecho, la cultura escrita es un factor de enorme importancia para
la especialización y la diferenciación de esas
instituciones.
– Debe haber instituciones para incorporar aprendices a esas
instituciones. Entre éstas se cuentan la familia, la
iglesia y,
sobre todo en las sociedades con
cultura escrita, la escuela.
– El más importante de los factores es que debe
desarrollarse un metalenguaje oral, ligado a un "lenguaje
mental", para hablar y pensar sobre las estructuras y
los significados de esos textos acumulados y sobre las
intenciones de sus autores y su interpretación en
determinados contextos. Este metalenguaje es el que permite a
quienes hablan y escriben referirse a un texto, a sus
propiedades y su estructura,
así como a su significado y su apropiada
interpretación.
Ong plantea cuatro hipótesis sobre el vínculo de la
cultura escrita y el pensamiento.
2. La
hipótesis de la
modalidad: ojo por oído
McLuhan (1962) fue uno de los primeros en opinar sobre
este vínculo entre cultura escrita y pensamiento. La
escritura puso, según él, en juego una
modalidad sensorial estrechamente asociada con el espacio; el ojo
venía a sustituir al oído.
Se observó que cuando los niños
empiezan a revisar sus textos, comienzan a escribir de un modo
más complejo. A partir de los 12 años las
producciones orales y escritas divergen, mostrando las escritas
un mayor grado de complejidad estructural, cuando hasta esa edad
producían textos orales y escritos en los que no
había ninguna diferencia.
En adultos, la presencia del texto escrito
permite repasar, releer, revisar. Las revisiones sobre un texto
leído van más a la estructura
básica del texto que las que se pueden hacer sobre un
texto escuchado, que apuntan más a lo
superficial.
Estas observaciones hicieron suponer que la
visión permitió un avance en el tipo de
pensamiento. En parte es cierto el cambio pero es
falso el avance. El pensamiento cambió su forma,
mutó en otra cosa pero no por eso es mejor. Es injusto,
además, pretender estudios exhaustivos de un discurso oral
en una cultura como la observada que fue educada en esta cultura
escrita. Es muy diferente –y no por ello inferior – la
estructura mental de un pueblo oral de la de uno con cultura
escrita.
Pero no está claro que existan efectos cognitivos
específicos que se asocien exclusivamente con los procesos
visuales de leer y escribir. La fórmula "ojo por
oído" de McLuhan es una metáfora y no una
explicación de las implicaciones de la cultura
escrita.
La hipótesis del medio: el habla y la escritura
como formas distintivas de discurso
De acuerdo con esta hipótesis, las implicaciones
cognitivas de la cultura escrita surgen no sólo de usar el
ojo (la modalidad) sino de aprender a aprovechar los recursos de este
medio de comunicación con sus géneros
especializados. Estos géneros se especializan para cumplir
determinadas finalidades:
– Alfabetización: para recuperar información,
– Categorías y listas: para organizar la información,
– Ficción: para entretener,
– Prosa ensayística: para examinar las implicaciones de
una exposición, otros.
Y además ha cambiado el destinatario de este
discurso. Ya no se trata de los primitivos auditorios orales sino
de una extensa red de lectores, unidos
sólo por su acceso a estas formas de discurso.
Pero las funciones que
cumplen estas formas de discurso, incluyendo las de describir,
explicar, ordenar, prometer, recordar y demás, tienden a
ser comunes a todas las culturas humanas, y las formas escritas
especializadas quizá tan sólo suministren otros
medios
posibles para alcanzar los mismos fines.
La hipótesis de las destrezas mentales: aprender
a pensar como un lector o escritor
Esta hipótesis soslaya las objeciones formuladas
a las dos anteriores pues admite que esas destrezas son
transferibles entre los distintos medios y
modalidades. Así, el
conocimiento adquirido al leer y escribir puede aplicarse al
hablar y al escuchar; habiendo aprendido a descomponer en letras
las palabras escritas, uno podría pasar a dividir en
sonidos las palabras habladas. Habiendo aprendido a reconocer las
palabras presentes en textos escritos, se podría pasar a
reconocer las palabras presentes en su habla. Y habiendo
aprendido a leer un texto y analizar sus implicaciones, se
podría llegar a tratar una emisión como si fuera un
"texto" y someterla al mismo tipo de análisis, y así
sucesivamente.
Pero hoy en día está prácticamente
confirmado que las destrezas de la cultura escrita pueden ser
transmitidas y adquiridas, al menos en parte, oralmente. Las
destrezas en cuestión, aunque propias de la cultura
escrita, se desarrollan a través del medio oral. Por
ejemplo, los maestros emplean un modo de hablar que contribuye a
desarrollar una orientación propia de la cultura escrita.
Por consiguiente, el carácter
directo del vínculo entre la práctica concreta de
leer y la adquisición de destrezas propias de la cultura
escrita es, por cierto, indirecto.
La hipótesis metalingüística:
convertir al lenguaje en un objeto de pensamiento y
discurso
Si la capacidad de usar el lenguaje es
la "capacidad lingüística", la de reflexionar sobre
el lenguaje
usado es la "capacidad metalingüística". Si hablar y
escuchar son capacidades primariamente lingüísticas,
entonces la lectura,
siendo una actividad secundaria, depende de la conciencia que
tenga el lector de esas actividades primarias.
El vínculo entre la cultura escrita y la conciencia
metalingüística surge del hecho de que al leer, y
especialmente al escribir, el lenguaje puede convertirse en
objeto de pensamiento y análisis.
3. La cultura escrita y la
metalingüística
La propuesta de Olson es que la escritura es, por
naturaleza,
una actividad metalingüística.
Existe, además de las relaciones de
representación entre el lenguaje y la escritura, un
metalenguaje oral que consta de términos como "letras",
"palabras", "oraciones", "relatos", "ensayos" y
demás, para referirse a aspectos de la forma
escrita.
Hay cuatro niveles de análisis:
1. El mundo de los objetos
2. El lenguaje oral que toma al mundo como su objeto (forma
lingüística de conciencia del mundo)
3. la escritura que toma al lenguaje oral como su objeto
(conciencia lingüística)un metalenguaje oral que
4. Toma a la escritura o a cualquier otro aspecto de una
emisión o texto como su objeto (conciencia
metalingüística).
La escritura es en principio metalingüística
por cuanto es una representación del lenguaje, y se puede
usar un metalenguaje oral para referirse a ciertos aspectos de la
escritura. Y la escritura es metalingüística en el
sentido de que convierte al lenguaje en un objeto.
El metalenguaje oral puede dirigir la atención hacia las características de la ortografía, convirtiéndola en un
objeto de discurso, mientras que la ortografía, por sí misma, convierte
al lenguaje en un objeto del que se tiene conciencia. Pero el
metaleguaje oral tiene una ventaja adicional. El metalenguaje
oral no está limitado a la cultura escrita. Por ejemplo,
existe también un metalenguaje más complejo que se
emplea para referirse al lenguaje, parte del cual es compartido
por el habla y parte del cual está especializado para la
escritura. Este metalenguaje incluye conceptos verbales como
contar, decir, preguntar, y conceptos nominales como cuento,
charla, canción y otros semejantes. Estos conceptos, de
manera similar a la escritura, convierten a algunas estructuras
verbales en objetos del discurso.
Olson introduce dos niveles de estructura
metalingüística:
El sistema de
escritura que marca, y por lo
tanto representa, los aspectos de la estructura
lingüística. Incluye distinciones entre sonidos,
representados por letras; distinciones entre palabras,
representadas pro espacios; distinciones entre cláusulas,
representadas por la puntuación; distinciones entre
elementos temáticos, representados por oraciones y
párrafos, y distinciones entre tipos de discurso,
representados por géneros.
El metalenguaje oral para referirse al contenido del
texto.
Pero hay que reconocer, dice Olson, que la escritura no
es el único medio de convertir al lenguaje en un objeto de
discurso. Todo lenguaje contiene un metalenguaje. Todas las
lenguas poseen términos para referirse a lo que se dijo y
a las distintas formas de discurso como cuentos,
plegarias y otros. Pero si bien los conceptos
metalingüísticos no son exclusivos de las sociedades
con cultura escrita, la escritura en estas sociedades tiende a
utilizarslos más que el habla.
La cultura escrita y el pensamiento
El lenguaje se usa para representar el mundo; permite
refelxionar sobre el mundo y tomar conciencia de él. La
escritura se usa para representar el lenguaje; permite
reflexionar sobre el lenguaje y tomar conciencia de él. Al
manejar lenguaje escrito, ya sea al escribirlo o leerlo, se toma
conciencia simultáneamente de dos cosas: del mundo y del
lenguaje.
La conclusión es que así como el lenguaje
es un mecanismo para "fijar" el mundo de un modo que lo convierte
en objeto de reflexión, la escritura "fija" el lenguaje de
manera de convertirlo en objeto de reflexión.
4. La oralidad del lenguaje
según Ong
La capacidad de leer y el pasado oral
El magno despertar al contraste entre modos orales y
escritos de pensamiento y expresión tuvo lugar no en la
lingüística sino en los estudios literarios,
partiendo claramente del trabajo de Milman Parry (1920-1935)
sobre el texto de la Ilíada
y la Odisea,
llevado a su terminación, después de la muerte
prematura de Parry, por Alber B. Lord, y complementado por la
obra posterior de Eric A. Havelock y otros.
Pero antes de abordar los descubrimientos de Parry en
detalle, es necesario plantear por qué el mundo erudito
tuvo que volver a despertar el carácter oral del lenguaje.
Parecería ineludiblemente obvio que el lenguaje es un
fenómeno oral. Dondequiera que haya seres humanos,
tendrán un lenguaje, y en cada caso uno que existe
básicamente como hablado y oído en el mundo del
sonido. En
todos los maravillosos mundos que descubre la escritura,
todavía les es inherente y en ellos vive la palabra
hablada. Todos los textos escritos tienen que estar relacionados
de alguna manera, directa o indirectamente, con el mundo del
sonido, el
ambiente
natural del lenguaje, para transmitir sus significados. Podemos
llamar a la escritura un "sistema secundario de modelado", que
depende de un sistema primario anterior: la lengua
hablada. La expresión oral es capaz de existir, y casi
siempre ha existido, sin ninguna escritura en absoluto; empero,
nunca ha habido escritura sin oralidad.
Pero lamentablemente se ha tendido a considerar las
creaciones orales como variantes de las producciones escritas; o
bien como indignas del mundo especializado serio.
Salvo en las décadas recientes, los estudios
lingüísticos se concentraron en los textos escritos
antes que en la oralidad por una razón que resulta
fácil comprender: la relación del estudio mismo con
la escirtura. Todo pensamiento, incluso el de las culturas orales
primarias, es hasta cierto punto analítico pero el examen
abstractamente explicativo, ordenador y consecutivo de
fenómenos o verdades reconocidas resulta imposible sin la
escritura y la lectura. Los
seres humanos de las culturas orales primarias, aquellas que no
conocen la escritura en ninguna forma, aprenden mucho, poseen y
practican gran sabiduría, pero no estudian.
Cuando el estudio se hace posible con la
incorporación de la escritura, a menudo una de las
primeras cosas que examinan los que saben leer es la lengua misma y
sus usos. Por ejemplo, la retórica en esencia se
refería al discurso oral, aunque siendo un "arte" o ciencia
sistematizado o reflexivo, la retórica era y tuvo que ser
un producto de la
escritura. Después de pronunciar el discurso, no quedaba
nada de él para el análisis. Lo que se empleaba
para el "estudio" tenía que ser el texto de los discursos que
se habían puesto por escrito, comúnmente
después de su declamación y por lo regular mucho
más tarde.
La concentración de los especialistas en los
textos tuvo consecuencias ideológicas. Con frecuencia
prosiguieron a suponer que la articulación verbal oral era
en esencia idéntica a la expresión verbal escrita
con la que normalmente trabajaban, y que las formas
artísticas orales en el fondo sólo eran textos,
salvo en el hecho de que no estaban asentadas por escrito.
Tenemos un término como "literatura", que
básicamente significa "escritos" para cubrir un cuerpo
dado de material escrito pero no contamos con ninguna palabra o
concepto
similarmente satisfactoria para referirnos a una herencia
meramente oral.
Ong llama "oralidad primaria" a la oralidad de una
cultura que carece de todo conocimiento
de la escritura o de la impresión. Es "primaria" por el
contraste con la "oralidad secundaria" de la actual cultura de
alta tecnología, en la cual se mantiene una
nueva oralidad mediante el teléfono, la radio,
la
televisión y otros aparatos electrónicos para
que su existencia y funcionamiento dependen de la escritura y la
impresión.
La escritura hace que las "palabras" parezcan semejantes
a las cosas porque concebimos las palabras como marcas visibles
que señalan las palabras a los decodificadores: podemos
ver y tocar tales "palabras" inscritas en textos y libros. Las
palabras escritas constituyen remanentes. La tradicioón
oral no posee este carácter de permanencia.
Aunque las palabras están fundadas en el habla
oral, la escritura las encierra tiránicamente para siempre
en el campo visual. Una persona que ha
aprendido a leer no puede recuperar plenamente el sentido de lo
que la palabra significa para la gente que sólo se
comunica de manera oral.
Por ello el término "literatura oral" es
monstruoso. Hablar de "literatura oral" es semejante a decir
"escritura oral". No es lógico. No es posible describir un
fenómeno primario comenzando con otro secundario posterior
y reducir poco a poco las diferencias sin producir una
deformación grave e inoperante.
5. El descubrimiento
moderno de culturas orales primarias
Una conciencia temprana de la tradición
oral
Los antiguos lingüistas se habían resistido
a la idea de la distinción entre las lenguas hablada y
escrita.
La cuestión homérica
La nueva interpretación evolucionó por
varios caminos pero acaso pueda seugirse mejor en la historia de la
"cuestión homérica". La "cuestión
homérica" como tal se originó en la crítica
superior de Homero en el
siglo XIX, que había madurado junto con la crítica
superior de la Biblia, pero cuyas raíces se remontabn
hasta la antigüedad clásica. Más que cualquier
otro investigador anterior, el clasicista estadounidense Milman
Parry (1902-1935) logró socavar la patriotería
cultural a fin de penetrar en la poesía
homérica "primitiva" en las condiciones propias de la
misma, aunque éstas se oponían a la opinión
aceptada de lo que debían ser la poesía
y los poetas.
El siglo XIX presenció el desarrollo de
las teorías
homéricas de los llamados Analistas, iniciadas por F. A.
Wolf. Los analistas interpretaban los textos de la Ilíada
y la Odisea como
combinaciones de poemas o
fragmentos anteriores. Sin embargo, supusieron que los trozos que
se reunían eran simplemente textos. Les siguieron a los
analistas, los Unitarios, que sostenían que la
Ilíada y la Odisea estaban tan bien estructuradas, tan
congruentes en la representación de personajes y, en
generla, eran manifestaciones artísticas tan elevadas, que
no debían ser sino la creación de un solo hombre.
El descubrimiento de Milman Parry
Se descubren las fórmulas y epítetos
repetidos en los poemas
homéricos. En todo caso, el Homero de la
Ilíada y la Odisea era considerado un poeta consumado,
excelso. Sin embargo, empezaba a decirse que mentalmente
había recurrido a algún género de
libro de
frases. Homero unió partes prefabricadas. En lugar de un
creador, se tenía a un obrero de línea de montaje.
Esta idea resultó particularmente amenazadora para los
letrasdos de grandes vuelos, pues los letrados son aleccionados
para, en principio, no utilizar nunca lugares comunes.
Pero los griegos de la edad de Homero valoraban los
lugares comunes porque no sólo los poetas sino todo el
mundo intelectual oral o el mundo del pensamiento dependía
de la constitución formularia del pensamiento. En
una cultura oral, el
conocimiento, una vez adquirido, tenía que repetirse
cosntantemente o se perdía. Luego con la llegada de la
escritura, la nueva manera de almacenar conocimiento fue el texto
escrito y ya no las fórmulas mnemotécnicas. Ello
liberó a la mente para el pensamiento más abstracto
y original.
Algunas psicodinámicas de la oralidad
La palabra articulada como poder y
acción
Las personas enteramente letradas sólo con gran
dificultad pueden imaginarse cómo es una cultura oral
primaria, o sea una cultura sin conocimiento alguno de la
escritura o aun de la posibilidad de llegar a ella. Tratemos de
concebir una cultura en la cual nadie hay anunca tratado de
indagar algo en letra impresa. Sin la escritura, las palabras
como tales no tienen una presencia visual, aunque los objetos que
representan sean visuales. Las palabras son sonidos. Tal vez se
las "llame" a la memoria, se
las "evoque". Pero no hay dónde buscar para "verlas". Las
palabras son acontecimientos, hechos.
No es sorprendente que el término hebreo dabar
signifique "palabra" y "suceso". Tampoco resulta asombroso que
los pueblos orales por lo común, y acaso generalmente,
consideren que las palabras poseen un gran poder. El
sonido no puede manifestarse sin intercesión del
poder.
El hecho de que los pueblos orales comúnmente, y
con toda probabilidad en
todo el mundo, consideren que las palabras entrañan un
potencial mágico está claramente vinculado, al
menos de manera inconsciente, con su sentido de la palabra como,
por necesidad, hablada, fonada y, por lo tanto, accionada por un
poder.
Uno sabe lo que puede recordar: mnemotécnica y
fórmulas
En una cultura oral, la restricción de las
palabras al sonido determina no sólo los modos de
expresión sino también los procesos de
pensamiento.
Uno sabe lo que puede recordar. Los conocimientos
organizados que estudian los letrados hoy en día para
"saberlos", es decir, para recordarlos, se han reunido y puesto a
su disposición por escrito con muy pocas excepciones, si
las hay. Una cultura oral no disponde de textos. Debe organizar
su material de otra manera para poder recordarlo.
¿Cómo se hace posible traer a la memoria aquello
que se ha preparado cuidadosamente? Pensando cosas memorables. En
una cultura oral primaria, para resolver eficazmente el problema
d eretener y recobrar el pensamiento cuidadosamente articulado,
el proceso
habrá de seguir las pautas mnemotécnicas,
formuladas para la pronta repetición oral. El pensamiento
debe originarse según pautas equilibradas e intensamente
rítmicas, con repeticioens o antítesis,
alteraciones ya asonancias, expresiones calificativas y de tipo
formulario, marcos temáticos comunes, proverbios que todo
el mundo escuche constantemente, de manera que vengan a la mente
con facilidad, y que ellos mismos sean modelados para la
retención y la pronta repetición, o con otra forma
mnemotécnica. El pensamiento serio está entrelazado
con sistemas de
memoria.
Otras características del pensamiento y la
expresión de condición oral
En una cultura oral primaria, el pensamiento y la
expresión tienden a ser de las siguientes
clases.
Acumulativas antes que subordinadas: Lo aditivo es
propio de lo oral en tanto la subordinación lo es de lo
escrito.
Acumulativas antes que analíticas: Los elementos
del pensamiento y de la expresión de condición oral
no tienden tanto a ser entidades simples sino grupos de
entidades, tales como términos, locuciones u oraciones
paralelos; términos, locuciones u oraicones
antitéticos; o epítetos.
Redundantes o "copiosos": La escritura establece en el
texto una "línea" de continuidad fuera de la mente. Si una
distracción confunde o o borra de la mente el contexto del
cual surge el material que estoy leyendo, es posible volver
atrás y repasar el texto. En el discurso oral no. La mente
debe avanzar con mayor lentitud por eso la redundancia, la
repetición de lo apenas dicho, mantiene eficazmente tanto
al hablante como al oyente en la misma
sintonía.
Conservadoras y tradicionalistas: Dado que en una
cultura oral primaria el conocimiento conceptuado que no se
repite en voz alta desaparece pronto, las ociedades orales deben
dedicar gran energía a repetir una y otra vez lo que se ha
aprendido arduamente a través de los siglos. Esta
necesidad establece una configuración altamente
tradicionalista o conservadora. El conocimiento es precioso y
difícil de obtener, y la sociedad respeta
mucho a aquellos ancianos y ancianas sabios qe se especializan en
conservarlo. Al almacenar el saber fuera de la emnte, la
escritura y aún más la impresión degradan
las figuras de sabiduría de los ancianos, repetidores del
pasado, en provecho de los descubridores más
jóvenes de algo nuevo.
Cerca del mundo humano vital: En ausencia de
categorías analíticas complejas que dependan de la
escritura para estructurar el saber a cierta distancia de la
experiencia vivida, las culturas orales deben conceptualizar y
expresar en forma verbal todos sus conocimientos, con referencia
más o menos estrecha con el mundo vital humano, asimilando
el mundo objetivo ajeno
a la acción recíproca, conocida y más
inmediata, de los seres humanos. La cultura oral primaria se
preocupa poco por conservar el conocimiento de las artes como un
cuerpo autosuficiente y abstracto.
De matices agonísticos: Muchas, tal vez todas las
culturas orales o que conservan regustos orales dan a los
instruidos una impresión extraordinariamente
agonística en su expresión verbal y de hecho en su
estilo de vida (insultos, descripción de violencia
física)
Empáticas y participantes antes que objetivamente
apartadas: Para una cultura oral, aprender o saber significa
lograr un identificación comunitaria, empática y
estrecha con lo sabido, identificarse con él. La escritura
separa al que sabe de lo sabido y así establece las
condiciones para la "objetividad" en el sentido de una
disociación o alejamiento personales.
Homeostáticas: A diferencia de las sociedades con
grafía, las orales pueden caracterizarse como
homeostáticas. Es decir, las sociedades orales viven
intensamente en un presente que guarda el equilibrio u
homeóstasis desprendiéndose de los recuerdos que ya
no tienen pertinencia actual. Goody y Watt relatan un caso
impresionante de "amnesia estructural" entre los gonja en Ghana.
Los registros
escritos hechos por los ingleses a principios del
siglo XX muestran que la tradiciónoral gonja presentaba
ntonces a Ndewura Jakpa, fundador del estado de
Gonja, como padre de siete hijos, cada uno de los cuales era
soberano de una de las siete divisiones territoriales del
estado. Para
cuando los mitos del
estado fueron reunidos otra vez, sesenta años más
tarde, dos de las siete divisiones habían desaparecido,
una por asimilación a otra y la segunda en virtud de
cambio de
frontera. En estos mitos
posteriores, Ndewura Jakpa tenía cinco hijos, y no se
hacía mención de las dos divisiones suprimidas. Los
gonja aún estaban en contacto con su pasado, eran tenaces
en cuanto a esta relación en sus mitos, pero la parte del
pasado con ninguna pertinencia manifiestamente perceptible con el
presente había simplemente desaparecido.
Situacionales antes que abstractas: Todo pensamiento
conceptual es hasta cierto punto abstracto. Un término tan
"concreto" como
"árbol" no se refiere simplemente a un árbol
"concreto"
único, sino que es una abstracción, tomada,
arrancada de la realidad individual y perceptible; alude a un
concepto que
no es ni éste ni aquel árbol, sino que puede
aplicarse a cualquier árbol. Las culturas orales tienden a
utilizar los conceptos en marcos de referencia situacionales y
operacionales abstractos en el sentido de que se mantienen cerca
del mundo humano vital. Por ejemplo, en los estudios hechos por
Luria, los individuos analfabetos (orales) identificaban las
figuras geométricas asignándoles los nombres de
objetos, y nunca de manera abstracta como círculos,
cuadrados, etcétera. Al círculo podía
llamársele plato, reloj, luna.
La capacidad de la memoria
verbal es, comprensiblemente, una valiosa cualidad en las
culturas orales. Sin embargo, el modo como funciona la memoria
verbal en las formas artísticas orales es bastante
diferente de lo que comúnmente se pensaba en el pasado. En
una cultura que conoce la escritura, el aprendizaje de
memoria, palabra por palabra, por lo general se logra
basándose en un texto, al cual la persona recurre
tan a menudo como sea necesario para perfeccionar y poner a
prueba el dominio literal.
En tiempos pasados, era común que quienes sabían
leer supusieran que el aprendizaje de
memoria en una cultura oral por lo regular alcanzaba el mismo
objetivo de
una repetición total, palabra por palabra.
Pero el trabajo de
Parry con los poemas homéricos encauzó la
cuestión. La obra de Parry mostró que las
fórmulas métricamente dispuestas gobernaban la
composición de la antigua epopeya griega y que era posible
cambiarlas de un lugar a otro con bastante facilidad, sin
interferir con la trama o el tono del poema. Para saber si la
epopeya era memorizada palabra por palabra, se hicieron estudios
de los poetas narrativos vivos de la Yugoslavia moderna. Parry
encontró que tales poetas creaban narraciones
épicas orales para las que no había texto escrito.
Sus poemas narrativos, como los de Homero, eran métricos y
formulaicos. Lord continuó y amplió la obra de
Parry y podemos extraer las siguientes conclusiones:
El aprender a leer y escribir incapacita al poeta oral:
introduce en su mente el concepto de unt exto que gobierna la
narración y por lo tanto interfiere en los procesos orales
de composición, los cuales no tienen ninguna
relación con textos sino que consisten en "la remembranza
de cantos escuchados".
Los poetas orales no memorizan palabra por palabra.
Básicamente repiten las mismas fórmulas y temas,
pero son hilados o "poetizados" de modo distinto en cada
interpretación, incluso por el mismo poeta, según
la reacción del público, la disposición del
poeta o la ocasión, así como otros factores
sociales y psicológicos.
Sin embargo, los hallazgos de Goody y de los otros ponen
de manifiesto que los pueblos orales en ocasiones sí
procuran la repetición palabra por palabra de poemas u
otras formas de arte orales. La
mayoría de las veces el éxito
que tienen es mínimo según criterios de escritura
(un 60% del "texto").
La memorización oral merece mayor y más
profundo análisis, especialemtne en lo que atañe al
rito. La expresión ritual no suele ser de
repetición exacta.
En todos los casos (ya fueran de reproducción exacta o no) la
memorización está sujeta a la variación
producida por presiones sociales directas. Los narradores cuentan
lo que pide o va a tolerar el público. Cuando se agota el
mercado para un
libro impreso,
las imprentas dejan de funcionar, pero es posible que queden
miles de ejemplares. Cuando desaparece totalmente el mercado para una
genealogía oral, igual suerte corre la genealogía
misma. La interacción en vivo con el público puede
interferir dinámicamente en la estabilidad verbal: las
expectativas del público ayudan a fijar los temas y las
fórmulas.
Estilo de vida verbomotor
Gran parte de la descripción anterior de la
oralidad puede utilizarse para identificar lo que puede llamarse
culturas "verbomotoras", es decir, culturas en las cuales, por
contraste con las de alta tecnología, las
vías de acción y las actitudes
hacia distintos asuntos dependen mucho más del uso
efectivo de las palabras y por lo tanto de la interacción
humana; y mucho menos del estímulo no veral (por lo
regular de tipo predominantemente visual) del mundo "objetivo" de
las cosas. Ong considera
culturas verbomotoras no sólo las que tenían una
tradición fundamentalmente oral y que, env ez de regirse
por los objetos, se inclinaban por la palabra. Incluye
también las que conservan huellas de su tradición
oral en una medida que les permita seguir prestando a las
palabras –antes que a los objetos – una
atención considerable en un contexto de ineracción
personal (el
contexto de tipo oral).
El papel
intelectual de las grandes figuras heroicas y de lo
fantástico
La tradición heroica de la cultura oral primaria
y de la cultura escolarizada temprana está relacionada con
el estilo de vida agonístico, pero se explica mejor y de
manera más contundente desde el punto de vista de las
necesidades de los procesos intelectuales orales. La memoria oral
funcioan eficazmente con los grandes personajes cuyas porezas
sean gloriosas, memorables y, por lo común,
públicas. Las personalidades incoloras no pueden
sobrevivir a la mnemotécnica oral. A fin de asegurar el
peso y la calidad de
notables, las figuras heroicas tienden a ser genéricas: el
sabio Néstor, el aguerrido Aguiles, el astuto Odiseo.
Resulta más fácil acordarse del Cíclope que
de un monstruo de dos ojos; o del Cancerbero que de un perro
ordinario de una cabeza.
A medida que la escritura y finalmente la imprenta
modifican de manera gradual las antiguas estructuras
intelectuales orales, la narración se basa cada vez menos
en las grandes figuras hasta que, unos tres siglos después
de la invención de la imprenta, puede fluir
fácilmente en el mudno vital humano ordinario que
caracteriza la novela. Lo
heroico y lo maravilloso desempeñaron una función
específica en la
organización del conocimiento en el mundo
oral.
Otras peculiaridades (además de su
relación con el tiempo: su
fugacidad) del sonido también determinan o influyen en la
psicodinámica oral. La más importante es la
relación única del oído con la interioridad,
cuando se le compara con el resto de los
sentidos.
Ninguno de los otros sentidos puede penetrar en la
interioridad de un objeto sin que ésta deje de serlo. En
cambio, el oído nos permite escuchar el sonido de un
objeto dentro de una caja sin necesidad de abrirla. Todos los
sonidos registran las estructuras interiores de lo que los
produce. Y, fundamentalmente, la voz humana proviene del interior
mismo del organismo humano, que produce las resonancias de la
misma.
La vista aísla; el oído une. Mientras la
vista sitúa al observador fuera de lo que está
mirando, a distancia, el sonido envuelve al oyente. La vista
divide. Por contraste con la vista (el sentido divisorio), el
oído es, por lo tanto, un sentido unificador. Un ideal
visual típico es la claridad y el carácter
distintivo, diferenciar. El ideal auditivo, en cambio es la
armonía, el conjuntar.
En una cultura oral primaria, donde la existencia de la
palabra radica sólo en el sonido, sin referencia alguna o
cualquier texto visualmente perceptible y sin tener idea siquiera
de que tal texto pueda existir, la fenomenología del sonido penetra
profundamente en la experiencia que tienen los seres humanos de
la existencia, como es procesada por la palabra hablada, pues la
manera como se experimenta la palabra es siempre trascendental en
la vida psíquica. La acción concentradora del
oído (el sonido que envuelve) afecta la percepción
que el hombre
tiene del cosmos. Para las culturas orales, el cosmos es un
suceso progresivo con el hombre en
el centro.
La oralidad, la comunidad lo
sagrado
Puesto que, en su constitución física como sonido,
la palabra hablada proviene del interior humano y hace que los
seres humanos se comuniquen entre sí como interiores
conscientes, como personas, la palabra hablada hace que los seres
humanos formen grupos
estrechamente unidos. La escritura y lo impreso
aíslan.
La palabra hablada también crea unidades en gran
escala: es
probable que los países en los cuales se hablan dos o
más idiomas tengan graves problemas de
establecer o guardar la unidad nacional, como sucede hoy en
día en el Canadá, Bélgica o muchas naciones
en vías de desarrollo.
La fuerza de la
palabra oral para interiorizar se relaciona de una manera
especial con lo sagrado, con las preocupaciones fundamentales de
la existencia. En la mayoría de las religiones, la palabra
hablada es parte integral de la vida ritual y devota.
Autor:
Verónica Andrea Ruscio