1- Europa y
América del Norte en la segunda mitad del siglo
XIX
2- Napoleón
III y el Segundo Imperio Francés
3- El gobierno de
Francia
4-
5- La fase
revolucionaria
6- La fase
diplomática y militar
7- Unificación
Alemana
8- Bismarck y la
cuestión de Schleswig-Holstein
9- La Guerra
Austro-prusiana (1866)
10- La
Confederación de Alemania del Norte
11- La Guerra Franco
– prusiana y la unificación alemana
12- La Inglaterra
Victoriana
13- Inglaterra
durante el reinado de Victoria
14- Estados
Unidos
15- La
guerra de Secesión
17- La
controversia regional
18- La aprobación de la
esclavitud
19- La
crisis secesionista
20- La
guerra civil
21- La guerra y las relaciones
exteriores
22- El
final de la esclavitud
23- Resultados de la
guerra
24- La
Reconstrucción en los estados del
Sur
25- Lo
ocurrido en America y Europa a mediados del siglo
XIX
26- Bibliografía
1- Europa y América
del Norte en la segunda mitad del siglo XIX
La Revolución
Francesa y la Revolución
Industrial habían determinado el nacimiento de una
nueva sociedad en la
que la burguesía iba a ocupar el lugar de clase dominante.
La formación de Estados Nacionales fue uno de los procesos
característicos de la constitución de la sociedad
burguesa. Así, Estados poderosos (basándose en la
similitud del idioma, el parentesco racial, la religión común
o la situación geográfica) alegando el principio de
identidad
nacional y la comunidad de
intereses, confederaron grupos
íntegros de naciones.
Entonces, los acontecimientos mas importantes de esta
época fueron, en Europa, la
constitución de los Estados Nacionales, y
en América
fue la guerra civil
de los Estados
Unidos.
2- Napoleón III y el Segundo Imperio
Francés.
Carlos Luis Napoleón
Bonaparte nació en París el 20 de abril de
1808. Era el menor de los tres hijos de Luis Bonaparte (rey de
Holanda) y Hortensia Beauharnais, y sobrino de Napoleón I
Bonaparte. Su familia
había sido desterrada de Francia
después de la caída de su tío, por lo que el
joven se educó en Suiza y Baviera. Su madre le
instruyó en la gloria de la leyenda napoleónica y
orientó su camino para que restableciera el poder de los
Bonaparte.
El joven Luis escribió ensayos y
tratados con el
propósito de adquirir popularidad y exponer su programa
político, en el que se presentaba como un reformador
social de talante liberal, un militar con experiencia y un firme
promotor del desarrollo
agrícola e industrial.
Encabezó entonces dos rebeliones destinadas a
derrocar el régimen del rey Luis Felipe I de Orleans en
1836 y 1840. Fue condenado a cadena perpetua tras ser capturado
en la última revuelta, pero consiguió escapar de
prisión en 1846, atrayendo nuevamente la atención del pueblo sobre su persona.
3- El gobierno de
Francia
Una vez que Luis Felipe fue derrocado en 1848, Luis
Napoleón se presentó como candidato a la
presidencia de la nueva República francesa y, ante el
asombro de los políticos veteranos, ganó por una
mayoría abrumadora, ya que recibió mas de 5.000.000
de los 7.000.000 de votos.
Napoleón III reformó el ministerio para
asegurarse un gabinete devoto de su persona.
Desacreditó a los legisladores al apelar directamente al
pueblo por encima de sus cabezas.
La Constitución prohibía un segundo
periodo consecutivo para el presidente, y cuando no logró
que se hiciera una enmienda a esa disposición, Luis
Napoleón y sus consejeros íntimos prepararon un
golpe de
Estado que estalló el 2 de diciembre de 1851.
Destacados periodistas y diputados de la oposición fueron
detenidos durante la noche; un levantamiento popular en el barrio
de Saint Antoine fue aplastado con gran derramamiento de sangre; se
proclamó el estado de
sitio en las provincias trastornadas; y Luis Napoleón
anunció que había salvado las libertades del
pueblo.
Después del golpe, se promulgó la
constitución de 1852 que estableció el
régimen imperial; el poder
ejecutivo estaba concentrado en las manos de Napoleón
III y el poder
legislativo, dividido entre el emperador y dos asambleas, el
Senado y el Cuerpo Legislativo, que carecían de poder.
A pesar de que existían pequeños grupos de
oposición, el amplio respaldo popular alentó a Luis
Napoleón a trasformar la II República en el Segundo
Imperio. Dado que el hijo de Napoleón I fue conocido entre
sus seguidores como Napoleón II, Luis decidió
adoptar el título imperial con el nombre de
Napoleón III.
Los historiadores dividen su reinado en dos periodos:
uno de carácter
dictatorial o Imperio autoritario, que se mantuvo hasta 1860 y
una segunda etapa marcada por una serie de reformas liberales que
culminó en una monarquía limitada —el Imperio
liberal— hasta 1870.
Durante la primera etapa, Napoleón III
ejerció un poder despótico. Suprimió casi
todas las libertades políticas.
La prensa fue
vigilada y amenazada incesantemente. Se suprimieron las
libertades de asociación y de reunión; la
oposición fue amordazada por la policía. En 1858, a
raíz de un atentado, se dicto la Ley de Seguridad
General, que otorgo al gobierno un arma
terrible contra todos lo adversarios políticos. La
oposición fue imponente. La mayoría del
país, satisfecha del orden y de a notable prosperidad, y
seducida por los éxitos aparentes de la política exterior,
aprobaba y sostenía al gobierno.
El casamiento de Napoleón con la condesa
española Eugenia de Montijo y el nacimiento del
príncipe imperial parecieron consolidar el
régimen.
La segunda etapa liberalizadora se caracterizó
por el desarrollo de
una legislación sobre asuntos laborales, la apertura hacia
el librecambismo y la rehabilitación de los partidos de la
oposición. Es posible que la empresa
más perdurable de Napoleón III fuera la
reordenación urbanística de París
planificada y dirigida por George Eugène Haussmann. No
obstante sus éxitos se vieron ensombrecidos por una
política
exterior demasiado idealista en ocasiones, que impidió al
emperador advertir los peligros que se cernían sobre
Francia:
- Napoleón III hizo intervenir a Francia en la
guerra de
Crimea: el desarrollo de la potencia
rusa en Oriente y las pretensiones del zar Nicolás I
sobre Turquía, desataron la guerra de Crimea; la
batalla de Alma y el sitio de Sebastropol fueron sus
principales episodios; el tratado de Paris puso fin al
conflicto. - Apoyó al Piamonte en las guerras
que tuvieron como consecuencia la unificación
italiana: la alianza de Francia el Piamonte, afianzada por
la
entrevista de Plombieres, provoco la guerra con Austria;
la campaña de 1859, señalada por las victorias
de Magenta y Solferino, termino con la Paz de Zurich; la
Lombardia quedo para Piamonte, que cedió a Francia la
Saboya y el condado de Niza. - Inició una serie de expediciones cuyo fin
era aumentar el prestigio y el territorio del Imperio tanto
en Indochina como en América
Latina, concretamente en México donde con el apoyo de los grupos
políticos más conservadores promovió la
instauración de un efímero Imperio, en la
persona de su sobrino Maximiliano de Austria. - La amenaza que representaba Prusia, concretamente,
fue percibida demasiado tarde y el país no estaba
preparado para hacer frente al conflicto
que sobrevino en 1870.
La derrota fulminante del ejercito francés en la
batalla de Sedan durante la Guerra Franco-prusiana. La ruptura
estallo en 1870, entre Francia y Prusia. Tuvo como pretexto la
candidatura de Leopoldo de Hohenzollern al trono de España;
desde el principio de la guerra, los ejércitos franceses
fueron aplastados en Alsacia y Lorena. Metz fue sitiada y
obligada a capitular. La derrota de Napoleón en Sedan
provocó la captura del emperador, y su régimen fue
derrocado en París el 4 de septiembre de 1870. Huyó
al exilio y falleció en Chislehurst (Inglaterra) el 9
de enero de 1873.
4- Unificación Italiana
En el Congreso de Viena de 1815, posterior a las
Guerras
Napoleónicas, Italia
quedó totalmente dividida, sin ningún tipo de
institución unificadora. Existían tres
obstáculos para la unidad. El primero era la
ocupación del reino de Lombardía y Venecia, bajo
soberanía austríaca, en el norte y
noreste de la península Itálica. El segundo eran
los Estados Pontificios, bajo la soberanía del Papa, situados en el centro
de la península. El tercer obstáculo lo
constituían un grupo de
estados independientes.
El reino de Piamonte-Cerdeña se ocupaba la region
noroeste de Italia, que se
había ido extendiendo lentamente desde la edad media y
era el Estado
más avanzado de Italia, con capital en
Turín. Un segundo reino, el de las Dos Sicilias, ocupaba
la mitad sur de la península. Tres ducados más
pequeños, Toscana, Parma y Módena, eran gobernados
por miembros de la dinastía Habsburgo austríaca.
Todos estos estados eran absolutistas.
Con anterioridad a 1848, el sentimiento nacionalista
italiano se limitaba a pequeños grupos de la aristocracia
y de la clase media. Entre estos últimos eran muy
numerosos los oficiales del Ejército retirados que
habían luchado contra Napoleón. En 1820 estos
grupos ya habían formado sociedades
secretas, siendo la más importante la de los carbonarios.
Posiblemente estuvieron más interesados en conseguir
constituciones y reformas liberales para sus reinos absolutistas
que en lograr un gran objetivo
nacional. En 1820 se produjeron revoluciones en Nápoles y
Piamonte, encabezadas por los carbonarios, y en 1831 tuvieron
lugar otras en Bolonia, contra el papa Gregorio XVI, y en los
pequeños ducados de Parma y Módena. Todos estos
levantamientos fueron reprimidos por la intervención
armada de Austria.
El movimiento
revolucionario adquirió un marcado carácter
nacionalista gracias al trabajo de Giuseppe Mazzini. Creía
que Italia debía conseguir, no sólo la independencia,
sino también la unidad como república integrada. Su
sociedad secreta, Joven Italia, formó células
revolucionarias en toda la península. El nuevo papa,
Pío IX, elegido en 1846, se sumó al fervor
nacionalista que culminó en las revoluciones de 1848. La
primera de ellas obligó a Fernando II de Borbón,
rey de las Dos Sicilias, a otorgar una Constitución a todo
su reino. Mientras tanto, en Roma, Pío
IX concedía reformas sorprendentemente radicales. El rey
de Piamonte-Cerdeña, Carlos Alberto, levantó la
censura impuesta a la prensa y
otorgó el denominado Estatuto Fundamental. Tras la
revolución
en Viena se sucedieron los levantamientos italianos en contra de
los austríacos en Milán y Venecia, y Carlos Alberto
se convenció de la necesidad de declarar la guerra a
Austria.
En la primavera de 1848 la independencia,
o incluso la unidad, de Italia parecía una posibilidad
inmediata. Sin embargo, los piamonteses fueron derrotados por los
austríacos, y Carlos Alberto hubo de abdicar en favor de
Víctor Manuel II. La intervención francesa, que fue
solicitada por el Papa (lo que le supuso la antipatía de
numerosos patriotas italianos), acabó con la
República instituida por Mazzini en Roma, a pesar de
la heroica defensa de Giuseppe Garibaldi. Sólo en Piamonte
logró sobrevivir un régimen constitucional. El
nombramiento del conde Camillo Benso di Cavour como presidente
del Consejo en 1852, que mantuvo el sistema
parlamentario y permitió un gran desarrollo
económico del reino, atrajo la simpatía de
numerosos liberales italianos que apoyaban la unificación.
Una política perspicaz, oportunista y flexible
permitió realizar la unificación de Italia en poco
más de una década.
6- La fase
diplomática y militar
Cavour, tras involucrar a Piamonte en la guerra de
Crimea como aliada de Francia, planteó en el Congreso de
París (1856) la cuestión italiana a Europa.
Después intentó asegurarse el apoyo
diplomático y militar del II Imperio Francés,
encabezado por Napoleón III. En la entrevista y
acuerdo secreto de Plombières ambos planearon una guerra
contra Austria, y acordaron que Francia recibiría la
cesión de Niza y Saboya por parte del Piamonte.
En la primavera de 1859 Cavour provocó que los
austríacos enviaran un ultimátum a la capital
piamontesa de Turín exigiendo el desarme piamontés.
Cavour rechazó el ultimátum, y en la guerra
posterior los franceses apoyaron a los piamonteses. Los
austríacos fueron derrotados en las dos sangrientas
batallas de Magenta y Solferino; Napoleon III
firmo, con el emperador Francisco José, el armisticio de
Villafranca, ratificado por un tratado de paz mediante el cual
Austria cedía la Lombardia, con su gran ciudad de
Milán, al Piamonte.
Los ducados de Toscana, Parma y Módena, y la
provincia pontificia de la Romania, optaron, mediante plebiscitos
populares, por la unión con Piamonte, que se había
convertido en el reino de Italia del Norte en el transcurso de la
primera mitad de 1860. La inquietud que estos cambios provocaron
en Napoleón III se calmó con la decisión de
Cavour, acordada en el Tratado de Turín (1860), de ceder
las provincias de Saboya y Niza a Francia. Esta medida no tuvo
buena aceptación en Italia, y enfureció a
Garibaldi, que había nacido en Niza.
Cavour, con mucha habilidad, no procedió a la
anexión del reino de las Dos Sicilias, sino que
dejó, en apariencia, la iniciativa a un independiente:
José Garibaldi. Garibaldi en mayo de 1860 embarcó
en dos pequeños barcos, desde un punto próximo a
Génova, con un contingente formado por poco más de
mil jóvenes soldados (‘expedición de los
Mil’, también llamados los ‘camisas
rojas’). Desembarcó en Sicilia, que fue ocupada
rápidamente. Su extraordinaria campaña
culminó en el mes de septiembre con la entrada en
Nápoles, poniendo fin al reino de las Dos Sicilias.
Garibaldi creó un sistema
dictatorial en Nápoles y se preparó para marchar a
Roma, lo que
provocaría un conflicto internacional.
Con el fin de recuperar la iniciativa, y para
contrarrestar la proyectada marcha de los Mil hacia Roma, Cavour
ocupó los territorios pontificios y trasladó un
ejército piamontés a Nápoles, donde el
antiguo republicano reconoció como rey a Víctor
Manuel. Un parlamento que representaba a toda Italia, excepto a
Roma y a Venecia, proclamó a Víctor Manuel II rey
de Italia el 17 de marzo de 1861. Cavour murió poco
después.
Tras su intervención en la Guerra Austro-prusiana
(1866) como aliada a Prusia, Italia obtuvo el Estado de
Venecia por la Paz de Viena.
A fines de 1861, solo faltaba para completar la unidad
del reino, incorporar Venecia (en poder de los austríacos)
y el Lacio, ultima provincia pontificia. El Lacio era importante,
porque allí estaba Roma, única capital posible para
los italianos. Los sucesores de Cavour, siguiendo sus métodos,
terminaron la unión nacional.
La cuestión veneciana se resolvió mediante
una nueva guerra con Austria, llevada a cabo en 1866. La firma de
la Paz de Viena permitió la incorporación de
Venecia a Italia después de otro plebiscito.
La cuestión romana solo fue resuelta
después de la caída del Segundo Imperio
Francés, en 1870. Los italianos ocuparon Roma. La
proclamación de la milenaria ciudad como capital de Italia
fue ratificada, por la mayoría del pueblo romano, en
octubre de 1870. Pero el Papa Pío IX rehuso de reconocer
el hecho consumado, y se considero prisionero en su palacio de
Vaticano. Desaparecieron los Estados Pontificios y,
transitoriamente, el poder temporal del Papado.
En 1929, por el tratado de Letrán, firmado por el
cardenal Gasparini y Benito Mussollini, el Estado
italiano reconoció la soberanía papal dentro del
pequeño Estado del Vaticano.
Alemania, como Italia, había repetido desde 1850,
el modelo
político previo a 1848: dividida en múltiples
Estados, la Confederación Alemana era solo un nombre.
Restablecido el régimen reaccionario, la influencia
austríaca se hizo sentir nuevamente. Esta situación
no mejoró entre 1850 y 1862. Los gobiernos se volvieron
cada vez más autoritarios y Austria reforzó su
predominio. Todo parecía impedir la puesta en marcha de un
plan de unidad
nacional.
A pesar de los graves factores que conspiraban contra la
unidad alemana, había algunos que le eran favorables. En
primer lugar, la potencia
económica de Prusia; en segundo lugar, las industrias
prusianas que revitalizaron a Alemania
gracias a la Unión Aduanera; por ultimo, la construcción de una importante red ferroviaria. Y si muchos
patriotas desconfiaban de Prusia, como Estado reaccionario, los
hombres de negocios
alemanes deseaban la unión del país bajo la
dirección prusiana. Consideraban que una
Alemania,
así unificada, llegaría a ser la nación
mas prospera de Europa.
Otto von Bismarck, un aristócrata prusiano y el
artífice de la unificación alemana, fue nombrado
ministro – presidente de Prusia por el kaiser Guillermo I en
septiembre de 1862. En estas fechas, el gobierno prusiano y la
Dieta (parlamento) de Berlín se hallaban enfrentados a
causa del proyecto de
reforma del ejército elaborado por el Ministerio de la
Guerra, y que consistía en la ampliación del
periodo de servicio
militar obligatorio y en la abolición de los Landwehr, una
milicia compuesta por ciudadanos. El sector liberal de Prusia,
que contaba con mayoría en el Landtag (parlamento),
rechazó esta propuesta por considerarla un conjunto de
medidas reaccionarias destinadas a incrementar los poderes de la
corona prusiana y se negó a aprobar el presupuesto de
defensa. Bismarck, decidido a vencer, gobernó el
país y recaudó los impuestos sin
contar con el consentimiento del parlamento.
8- Bismarck y la
cuestión de Schleswig-Holstein
El ministro – presidente deseaba ampliar el territorio
de Prusia y aumentar su poder a expensas de los estados vecinos
de Alemania del norte; a su juicio, este plan
uniría a la mayoría de los prusianos en torno a la Corona
y, por lo tanto, los liberales quedarían
aislados.
Bismarck no contaba con un plan diseñado de
antemano para llevar a cabo la unificación alemana, como
declaró en sus memorias. Era
un hombre
implacable y estaba dispuesto a aprovechar las divergencias entre
las otras grandes potencias para lograr sus objetivos. El
ejército prusiano, recientemente reorganizado y mejor
equipado, sería el instrumento con el que
alcanzaría sus objetivos en
política exterior.
Su oportunidad llegó en 1863, cuando la
Confederación Germánica, una unión de
estados alemanes presidida por el Imperio austriaco,
protestó ante el intento de Cristián IX de
Dinamarca por incorporar a su reino el ducado de Schleswig, que
en esa época se encontraba bajo el control oficial
de Dinamarca. En el Protocolo de
Londres de 1852, se había dispuesto que Schleswig quedara
"indisolublemente" unida al ducado vecino de Holstein, que,
además, también era miembro de la
Confederación Germánica. Bismarck pretendía
sacar provecho de esta complicada disputa en favor de los
intereses de Prusia y persuadió al emperador austriaco,
Francisco José I, para que se uniera a Prusia en su
defensa de los términos del Protocolo de
Londres, lo que obligaría a Dinamarca a renunciar a su
soberanía sobre las dos provincias. Se inició
así la llamada guerra de los Ducados. Las fuerzas
austríacas y prusianas invadieron Jutlandia. El rey de
Dinamarca se vio forzado a transferir Schleswig-Holstein a los
dos vencedores tras la derrota de su ejército en el mes de
agosto, y las fuerzas de Austria y Prusia ocuparon el territorio
conquistado.
9- La Guerra
Austro-prusiana (1866)
Después de la victoria, era preciso decidir el
futuro de los dos ducados: Bismarck deseaba anexionarlos a
Prusia, una solución a la que Austria se oponía
rotundamente. Se intentó resolver este asunto de distintas
formas: en primer lugar, se celebró una conferencia en
Londres a la que asistieron las grandes potencias; tras el
fracaso de esta reunión, negociaron directamente las
naciones en conflicto. Esta última vía tampoco
condujo a ningún acuerdo y, finalmente, Prusia y Austria
entraron en guerra el 14 de junio de 1866. Austria contaba con el
apoyo de gran parte de la Confederación Germánica.
Prusia firmó una alianza con Italia (a la que
prometió la provincia austriaca de Venecia en el caso de
que vencieran), con el fin de presentar dos frentes de
batalla.
Los estados alemanes proaustriacos no tardaron en ser
derrotados por Prusia. El ejército austríaco fue
completamente aniquilado en Sadowa (Köninggrätz),
situada en Bohemia, el 3 de julio de 1866. Austria se vio
obligada a firmar el Tratado de Praga en el que se
comprometía a renunciar a sus anteriores competencias en
Alemania.
10- La
Confederación de Alemania del Norte
Prusia se anexionó el reino de Hannover, los
ducados y otros Estados pequeños. La Confederación
Germánica fue disuelta. Prusia constituyó, con los
demás Estados del norte del Main y Sajonia, la
Confederación de Alemania del Norte. Los reinos de
Baviera, Wurttenberg y el gran ducado de Baden permanecieron
independientes, pero firmaron alianzas con Prusia en el campo
militar y aduanero.
Tras la victoria prusiana, Italia se apoderó de
Venecia a pesar de que había sido derrotada por Austria
tanto en los combates terrestres como navales.
Bismarck promulgó una nueva Constitución
para la recién creada Confederación en 1867.
Guillermo I, rey de Prusia, fue nombrado presidente hereditario
de la Confederación, mientras que el poder real de la
misma era otorgado a Bismarck como canciller. Se
constituyó un Reichstag (parlamento o asamblea
representativa), elegido por sufragio universal masculino, pero
con poderes limitados. Los ministros del nuevo gabinete fueron
nombrados por el Rey. Los liberales prusianos apoyaron a Bismarck
en esos momentos por sus éxitos recientes, y la Dieta
prusiana aprobó una ley de
indemnización para absolverle de todas las acciones
ilegales realizadas desde 1862.
11- La Guerra Franco
– prusiana y la unificación alemana
Las otras grandes potencias, Francia, Gran
Bretaña y Rusia, que habían permanecido neutrales
durante el conflicto, no habían previsto la rapidez y
magnitud de la derrota austríaca. Napoleón III, el
emperador francés, exigió a Prusia compensaciones
por la ampliación de su territorio, y sugirió a
Bismarck la cesión de algunas zonas de Renania,
Bélgica o Luxemburgo como posibles
retribuciones.
Hacia finales de la década de los sesenta,
España,
cuya reina, Isabel II, había sido depuesta recientemente,
por la revolución
de 1868, ofreció su trono al príncipe Leopoldo de
Hohenzollern, pariente de Guillermo I. Napoleón III, que
no deseaba verse rodeado por Prusia, protestó por esta
propuesta y la candidatura de Leopoldo fue retirada bajo la
presión
del Kaiser. No obstante, Napoleón III insistió
nuevamente para que Guillermo I ofreciera garantías de que
la candidatura de Leopoldo no se volvería a presentar.
Ante esta situación, el embajador francés de Prusia
se trasladó a Ems para entrevistarse con Guillermo, que se
encontraba descansando. Éste, indignado porque se pusiera
en duda su palabra, telegrafió a Bismarck, que se
encontraba en Berlín, para comunicarle que se negaba a
ofrecer ninguna otra confirmación al embajador
francés, al que había despedido. Bismarck
manipuló el telegrama para que produjera la
impresión de que un rey de la dinastía Hohenzollern
había sido insultado, y lo publicó en la prensa.
Las opiniones de corte nacionalista proliferaron en ambos
países y Francia declaró la guerra a Prusia el 19
de julio, encolerizada por el supuesto agravio cometido contra su
embajador.
Bismarck también hizo públicas las
demandas de Napoleón III sobre Bélgica y
Luxemburgo, lo que reafirmó a Gran Bretaña en su
decisión de permanecer neutral en el conflicto. Los
estados alemanes del sur, irritados por los proyectos
previstos por el Emperador francés para el territorio
renano, que Bismarck también se encargó de filtrar
a la prensa, se unieron a Prusia. Los ejércitos de
Napoleón III fueron derrotados en la batalla de Sedan y en
Metz; a continuación, los prusianos sitiaron París.
Napoleón abdicó y se proclamó la III
República en Francia.
Se formó un Gobierno de Defensa Nacional que
intentó organizar la resistencia en
las zonas no ocupadas del sur del país. Los nuevos
ejércitos franceses, apoyados por guerrilleros, lucharon
durante un tiempo contra
unas fuerzas muy superiores, pero las autoridades se vieron
obligadas a firmar un armisticio con Prusia el 28 de enero de
1871, que incluía la capitulación de Parias,
agotada por el largo sitio sufrido. Francia tuvo que ceder a
Prusia las provincias de Alsacia y Lorena y pagar una gravosa
indemnización de guerra (5 mil millones de francos) en
virtud de lo establecido en el Tratado de Frankfurt.
El rey de Prusia, Guillermo I, fue proclamado emperador
de Alemania por otros príncipes alemanes en enero de 1871;
la ceremonia tuvo lugar en Versalles, donde se encontraba en
estos momentos el cuartel general del ejército prusiano.
La Constitución de la ya inexistente Confederación
de Alemania del Norte fue aprobada definitivamente el 16 de abril
de 1871, por el segundo Imperio alemán.
Victoria de Hannover
Alejandrina Victoria nació en el palacio de
Kensington (Londres) el 24 de mayo de 1819. Su madre, Victoria
María Luisa, era hija del duque de
Sajonia-Coburgo-Saafeld; su padre, Eduardo Augusto, duque de
Kent, era el cuarto hijo de Jorge III y el hermano menor de Jorge
IV y Guillermo IV, reyes ambos de Gran Bretaña. Cuando
Guillermo IV ascendió al trono en 1830, Victoria se
convirtió en su futura sucesora, dado que su tío no
tenía descendencia legítima. Guillermo IV
falleció el 20 de junio de 1837 y Victoria fue coronada
reina a los 18 años.
Victoria contrajo matrimonio en
1840 con su primo carnal, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, a
quien había conocido cuatro años antes. A pesar de
que se trataba de un matrimonio de
Estado, ambos cónyuges se enamoraron, y la reina se
ocupó de los asuntos de la vida familiar. Tuvo nueve
hijos.
Su primogénita, Victoria Adelaida María
Luisa, fue más tarde emperatriz de Alemania. Su primer
hijo, Alberto Eduardo, príncipe de Gales y posteriormente
el rey de Gran Bretaña con el nombre de Eduardo VII,
nació en 1841. Cuando el
príncipe Alberto, de mentalidad conservadora,
convenció a Victoria de que la política liberal
hacía peligrar el futuro de la Corona, comenzó a
disminuir la admiración de la reina por este
partido.
A partir de 1841, tras la caída del gobierno de
Melbourne y el ascenso de sir Robert Peel, era ya una ferviente
defensora del Partido Conservador. Asimismo, la influencia de su
marido la llevó a cuestionarse hasta qué punto el
soberano británico debía limitarse a
desempeñar un papel
consultivo.
En 1850, Victoria desafió la autoridad de
lord Palmerston, ministro de Asuntos Exteriores del gabinete
liberal que asumió el poder en 1846. En opinión de
la reina, se debería al menos discutir con el monarca lo
referente a la política exterior del país.
Palmerston, independiente y enérgico, ignoró la
solicitud de la reina. Esta pugna alcanzó su momento de
máxima tensión en 1851, cuando el primer ministro,
lord John Russell, que también desaprobaba los métodos
arbitrarios de Palmerston, le destituyó de su cargo. La
estima que el pueblo sentía por los soberanos
disminuyó a causa de sus diferencias con Palmerston, uno
de los líderes políticos más populares de
Gran Bretaña. Su imagen
pública se vio aún más afectada en 1854,
cuando intentaron impedir la guerra de Crimea. No obstante,
brindaron su apoyo incondicional a esta causa una vez iniciado el
conflicto. La reina instituyó en 1856 la Cruz Victoria, el
más alto reconocimiento al valor en
tiempo de
guerra.
Victoria concedió a Alberto el título de
príncipe consorte en 1857. Éste falleció
cuatro años después, y la reina acusó este
hecho durante el resto de su vida. Evitó las apariciones
en público y dejó que fuera el príncipe de
Gales quien cumpliera con la mayoría de los deberes
protocolarios de la Corona. No obstante, persistió su gran
interés
por los asuntos de Estado.
Varios políticos ocuparon el cargo de primer
ministro durante la última etapa del reinado de Victoria
I, pero únicamente el jefe del Partido Conservador,
Benjamin Disraeli, que presidió el gobierno en 1868 y
desde 1874 a 1880, se ganó su confianza gracias a su gran
cultura y
talento para los halagos. Asimismo, le permitió seguir su
propio criterio en el nombramiento de cargos religiosos,
militares y, en ocasiones, políticos.
Victoria respaldó firmemente la política
de fortalecimiento y expansión del Imperio
Británico de su primer ministro; gracias a la
política emprendida por Disraeli en este sentido, Victoria
se convirtió en emperatriz de la India en 1876
(a lo que ella correspondió otorgándole el
título de conde de Beaconsfield). Sin embargo, Victoria I
no mantuvo el mismo entendimiento con el jefe del Partido
Liberal, William E. Gladstone, quien ejerció como primer
ministro en cuatro ocasiones entre 1868 y 1894; desaprobó
las reformas democráticas que éste anunció,
tales como la abolición de la compra de nombramientos
militares y la legalización de los sindicatos, y
se opuso firmemente a la concesión del Home Rule
(autogobierno) a Irlanda propugnada por Gladstone. El líder
del Partido Conservador, lord Salisbury, que presidió el
gobierno en tres ocasiones entre 1885 y 1902, contó con
mayor respaldo por parte de la reina.
La popularidad de la reina Victoria entre todas las
clases
sociales del país culminó en las dos
últimas décadas de su reinado. Las celebraciones de
su quincuagésimo (1887) y sexagésimo aniversario
(1897) en el trono fueron motivo de gran regocijo popular. Muchos
de sus súbditos disfrutaban en esos momentos de un periodo
de prosperidad sin precedentes, y el entusiasmo con que
emprendió la Guerra Boer (1899-1902), hizo aumentar la
admiración que se sentía por ella en Gran
Bretaña y en el extranjero.
Falleció el 22 de enero de 1901. Su reinado, que
duró 63 años, fue el más largo de la
historia de Gran
Bretaña. La mayoría de sus descendientes, entre los
que se contaban cuarenta nietos, contrajeron matrimonio con
miembros de diversas casas reales europeas.
El reinado de Victoria I, al que se denominó 'Era
Victoriana' se convirtió en símbolo de la
consolidación del Imperio Británico, fue testigo
del ascenso de las clases medias y se caracterizó por una
moralidad profundamente conservadora y un intenso nacionalismo.
13- Inglaterra durante el reinado de
Victoria
El cartismo.
En 1838, algunos miembros del partido liberal
organizaron una nueva campaña política en favor del
sufragio universal. Su programa,
la Carta del
Pueblo, incluía Seis Puntos:
- sufragio universal
- votación secreta
- elecciones anuales
- distritos electorales
- iguales salarios
para los miembros del Parlamento - abolición de los requisitos de la propiedad
para quienes se presentaban a una elección.
Los carlistas organizaron mitines, manifestaciones y
petitorios durante 1838, 1842 y 1848. Los Seis Puntos del
cartismo (que hoy son inofensivos) parecieron demasiado
extremistas en 1839 y 1840, y desagradaron a una legislatura
dominada por las clases acomodadas. El Parlamento rechazó
las reformas v encarceló a los agitadores.
Después de 1848 el cartismo, desgastado,
perdió fuerza. Las
revueltas y las manifestaciones fueron duramente reprimidas; la
oposición y el desprestigio minaron sus filas. El cartismo
fracasó. No obstante, años más tarde, muchas
de sus demandas fueron satisfechas.
La transformación política
inglesa.
La transformación de las estructuras
políticas inglesas comenzó en 1832.
Las camarillas aristocráticas perdieron influencia en los
partidos
políticos e hicieron lugar a los nuevos dirigentes
burgueses. Los lories y wighs se convirtieron en conservadores y
liberales. Se estableció un régimen parlamentario
por el cual, la elección del primer ministro
dependería, en adelante, del resultado de una
elección.
La vida política, dentro del nuevo esquema,
mantuvo gran regularidad. Ambos partidos alternaron en el poder.
Hasta 1851, hubo una sucesión de ministerios liberales y
conservadores. Robert Peel fue, sin duda, el hombre de
Estado más notable. Entre 1851 y 1865, existió un
período de predominio liberal, durante el cual Henry
Palmerston mantuvo la dirección de los negocios. Un
tercer período se inició después de su
muerte, con la
entrada de dos hombres prestigiosos: el conservador
Benjamín Disraeli y el liberal William Gladstone.
Aquél hizo votar una segunda reforma electoral que
otorgó el sufragio a casi un millón de nuevos
electores; Gladstone instituyó el voto secreto, para
reforzar la honestidad del
sufragio.
El librecambio: motor de la
economía
británica.
El librecambismo era un sistema económico que
apuntaba a la supresión de todas las tarifas aduaneras.
Organizado y dirigido por industriales de Manchester tuvo, en
Richard Cobden, su iniciador. Según él, el
establecimiento de este sistema resolvería el problema
social, al mismo tiempo que acrecentaría la riqueza de la
industria. Se
podría, en adelante, importar a bajo precio el
trigo de América; bajaría el costo de vida;
podrían reducirse los salarios y
aumentaría la exportación de las manufacturas
británicas.
En 1846, Gran Bretaña adoptó el sistema.
El ministro conservador Richard Peel (apoyando las ideas de
Cobden) propuso e hizo votar la ley. Tal como Cobden asegurara,
el librecambio impulsó las industrias
británicas. Las exportaciones
hacia la India y los
países orientales, así como las dirigidas hacia el
continente, se multiplicaron cada vez más y sus beneficios
fueron considerables.
La condición de los obreros especializados
(recargados a causa del progreso de la producción) mejoró sensiblemente.
Sin embargo, el crecimiento de la población y la ausencia de una verdadera
legislación social, hicieron que las masas obreras, a
pesar del menor costo de vida,
continuaran en la indigencia.
La situación social.
Ya en 1815, Inglaterra había experimentado un
avance sobre los otros países, desde el punto de vista
técnico y económico, que se acrecentó hasta
1840. Durante esos veinticinco años el problema social se
agudizó. La población había crecido
rápidamente: de 18 millones de habitantes en 1815, se
pasó a más de 26 millones hacia 1840. La miseria
popular aumentó en forma paralela.
Los campesinos, todavía numerosos, eran apenas
arrendatarios reducidos por los grandes terratenientes. Los
obreros, hacinados en tugurios, trabajaban 15 horas por
día por un salario
insignificante. Una Ley de Indigentes permitía, en caso de
desempleo, su
internación en Casas de Trabajo, más parecidas a
prisiones que a asilos. No obstante, el escándalo mayor
consistía en la suerte reservada a las mujeres y a los
niños,
empleados masivamente en las nuevas manufacturas o en las
minas.
Página siguiente |