1.
Introducción.
2. El hallazgo en Nag
Hammadi
3. Evangelios
Apócrifos
4. Gnosticismo
5. Los Evangelios Apócrifos y el
Gnosticismo
6. Anexo
7.
Bibliografía
El presente trabajo trata de establecer las eventuales
relaciones entre los evangelios llamados "apócrifos" y la
tendencia filosófico – religiosa conocida como
gnosticismo. En la medida de lo posible, el objetivo es
conservar la correspondencia entre ambos temas, para lo cual es
necesario primero aclarar sus significados. Sin embargo, antes de
hacerlo, no se puede obviar la importancia del descubrimiento en
Nag Hammadi de textos gnósticos apócrifos,
especialmente los Evangelios de Felipe y Tomás, aunque no
se dejan de lado otros documentos de
gran valor, como
los apócrifos perdidos o los fragmentos papiráceos.
La principal fuente de información y referencia es la
edición de Los Evangelios Apócrifos preparada por
Aurelio de Santos Otero e impresa por la Biblioteca de
Autores Cristianos.
Al final, se presenta un anexo con el texto
correspondiente a la IV Sesión del Concilio de Trento,
celebrada el 8 de abril de 1546, donde se establece la lista
definitiva de los evangelios canónicos.
En diciembre de 1945, en un pueblo egipcio llamado Nag
Hammadi (en árabe "Pueblo de Alabanza") unos campesinos
hallaron cerca de mil páginas en papiro: 53 textos
divididos en códices, cuya antigüedad se remonta
probablemente hacia el Siglo IV d.C. Estaban enterrados junto al
acantilado oriental en el alto valle del Río Nilo. Se
tratan de traducciones originales del griego al copto, que
contienen evangelios (de Tomás y Felipe), apocalipsis,
tratados
teológicos y palabras atribuidas a Jesús, de franca
orientación gnóstica y considerados por la Iglesia
Católica como apócrifos.
Lo que ahora se conoce como Nag Hammadi, se llamaba
antes Xhnobockeion, donde en 320 d.C. San Pacomio había
fundado el primer monasterio Cristiano. En 367 d.C., el obispo
Atanasios de Alejandría emitió un decreto
prohibiendo las escrituras no aprobadas por la Iglesia
central. Esto motivó a que algunos monjes locales copiaran
unas 45 de esas escrituras, incluyendo las de Tomás,
Felipe y Valentín, en 13 volúmenes encuadernados en
cuero. Esta biblioteca entera
fue sellada en una urna y escondida entre las piedras, por casi
1600 años.
Sin embargo, no se consideran "evangelios" (los de
Felipe y Tomás) por varias razones. Por ejemplo, se dice
que no fueron inspirados por Dios ni nacieron en comunidades
cristianas, que no hablaban la lengua en que
están escritos (copta sahídica). Tampoco esas
comunidades cristianas tuvieron consenso en considerarlos
inspirados. Su origen, a juzgar por su contenido, se da en
círculos gnósticos.
En la actualidad, los escritos de Nag Hammadi tienen una
gran vigencia que se extiende a varias ramas. No sería
extraño que todavía se estén haciendo
traducciones o actualizando las ya hechas, pues la importancia de
tal descubrimiento lo hace digno de un cuidadoso rigor
científico. Por otra parte, ha sido fuente para el
desarrollo de
numerosas investigaciones y
la producción de cantidad de artículos,
libros y hasta
películas.
La Biblia Católica se divide en Nuevo y Antiguo
Testamento, el cual a su vez se divide en Libros
Protocanónicos (39 libros en lengua hebrea,
canonizados primero) y Libros Deuterocanónicos (siete
libros en lengua griega, literalmente significa "segundo canon").
El Antiguo Testamento tiene como base el texto
masorético, autorizado por eruditos
judíos.
Podría decirse que el principal criterio para
calificar a un libro de
apócrifo es considerar que carece de inspiración
divina. El primero en usar ese término fue San
Jerónimo, para referirse a los libros que llegaron a ser
los deuterocanónicos, cuando tradujo la Vulgata latina. Su
origen es griego, generalmente traducido por "escondido" o
"secreto".
Cuando algunos apócrifos se incorporaron a la
Septuaginta, los israelitas convocaron a un Concilio en Jamnia
para analizarlos. Acordaron aceptar los que reunieran ciertas
condiciones: concordancia con la ley mosaica,
haberse escrito en Palestina y en hebreo, y antes de la muerte de
Esdras, quien según los hebreos fijó bajo mandato
divino la lista de libros canónicos del Antiguo
Testamento. Debido a que esos libros, probablemente escritos
entre 150 a.C. y 100 d.C. (por lo menos dos siglos después
de que murió Esdras), no reunían las condiciones
establecidas, fueron separados de los otros.
Del Nuevo Testamento, el primer intento de agrupar los
libros dignos de ser integrados se da a finales del s. II y se
conoce como fragmento de Muratori. Data aproximadamente de 170 –
180 d. C. y contenía los cuatro Evangelios, el Apocalipsis
de Juan, trece cartas de Pablo y
Sabiduría. Faltaba la Epístola a los Hebreos y las
Epístolas de Pedro.
Son numerosas las listas de libros considerados como
revelados: de Melitón de Sardis (177 d.C.),
Orígenes (230 d.C.), Atanasio (326 d.C.), Cirilo (348
d.C.), Hilario de Pointiers (358 d.C.), Concilio de Laodicea (363
d.C., que prohibió leer los libros apócrifos en las
iglesias), Epifanio (368 d.C.), Gregorio Nacianceno (370 d.C.),
Anfiloquio (380 d.C.), Rufino (395 d.C.) y Jerónimo (395
d.C.). hay quienes dicen que en el Concilio de Hipona, en 393
d.C., convocado por el Papa Dámaso, es la primera
afirmación de la lista canónica.
Pero es hasta el año 1546, cuando tuvo lugar el
Concilio de Trento, que en su cuarta sesión del 8 de abril
de ese año se fijaron definitivamente los libros
canónicos y los apócrifos. Se excluyeron de la
vulgata tres de los diez que había agregado: el tercero y
el cuarto de Esdras y la Oración de
Manasés.
Los llamados Libros Canónicos son, por lo tanto,
los que la Iglesia acepta como revelados por Dios. Benedicto P.
XV, en su encíclica Spiritus Paraclitus, dice: "Los Libros
de la Sagrada Escritura
(…) fueron compuestos bajo la inspiración, o la
sugestión, o la insinuación, y aún el
dictado del Espíritu Santo, más todavía, el
mismo Espíritu fue quien los redactó y
publicó." Esta misma encíclica, se dice que
Jesús afirma la iluminación divina en el escritor, donde
Dios mueve su voluntad a escribir lo que ha de transmitirse a la
humanidad.
En el Segundo Concilio del Vaticano, en la Constitución Dogmática "Dei Verbum"
sobre la Divina Revelación, la Iglesia dice que por un
acto de bondad y amor a la
humanidad Dios ha decidido revelarse a sí mismo y a su
voluntad. Dios se ha manifestado a los Padres de la Iglesia para
prometer la salvación. Refiriéndose
explícitamente al Nuevo testamento, la Constitución sostiene que sus libros
principales son los Cuatro Evangelios y que si origen es
indudablemente apostólico, predicado por mandato de
Cristo, inspirado por el Espíritu Santo y trasmitido por
escrito por los cuatro apóstoles. Acepta la historicidad
de los evangelios, pero afirma que son fieles a la vida de Cristo
y que obedecen a una tradición oral. Lo reitera la
encíclica Divino Afflante Spiritu, de Pío P. XII en
1943.
La Iglesia Católica reitera su condena a los
libros apócrifos. Pío P. IX , en la
Encíclica Noscitis et nobiscum de 1849 ataca lo que
denomina "lecturas emponzoñadas" y privilegia la
difusión de libros escritos por "hombres de sana y
reconocida doctrina".
Las raíces del gnosticismo podrían
remontarse a la inversión que del sistema
platónico hace Filón de Alejandría en
función
del judaísmo. En su planteamiento, Dios estaría por
encima del Logos y del mundo de las ideas. A esto habría
de unirse el platonismo medio y la difusión de religiones
mistéricas, cuyo resultado sería un movimiento
aristocrático (explicable por darse en medios
intelectuales) cuyo contenido estaría plagado de
imaginería cosmológica y
filosofía.
Sus principales líneas son:
- La trascendencia indudable de Dios, esto es, separado
de toda forma de materia. - La explicación del mundo sensible por una
complicada genealogía de seres que se encuentran entre
la materia y el
Dios del cual han emanado en decadencia. Los eones corresponden
al mundo de las ideas platónicas, y se encuentran en un
nivel inferior a Dios. - La negatividad al respecto de la materia, que ocupa
el menor grado en la sucesión de los seres. Introduce el
mal y por eso no es creación divina, al contrario, su
origen está en el pecado de algún ser intermedio
que viene a ser el Yavé del Antiguo Testamento, el Dios
semita. Para esto, el Dios verdadero envió a su hijo
Jesús para liberar a quienes creyeran en Él y
destruir el mal. Para Basílides, el cuerpo de
Jesús fue solamente aparente para manifestarse a los
hombres, hubiera sido indigno para su naturaleza un
cuerpo material. Basílides, por ejemplo, sostiene que
Cristo no sufrió la pasión, el crucificado fue
Simón Cireneo (quien le ayudó a llevar la cruz) y
luego Jesús tomó su forma y ascendió al
cielo. En los apócrifos, por ejemplo en el
Protoevangelio de Santiago y en general en los apócrifos
de la natividad, se reitera la inmaterialidad de Cristo y
abundan las imágenes
de un Cristo vengativo y hostil con respecto a lo creado. La
posición de la Iglesia es muy clara. En el decreto Ad
Gentes Divinus se dice: "…el hijo de Dios siguió los
caminos de una verdadera encarnación, para hacer a los
hombres partícipes de la naturaleza
divina (…) Él tomó la naturaleza humana
íntegra, cual se encuentra en nosotros" - La concepción antropológica dualista,
es decir, la idea de que el hombre
está compuesto de un principio malo, que es la materia,
su cuerpo, y otro bueno, que es su espíritu aprisionado
en este mundo y que puede regresar a la región superior
de donde procede. La salvación consiste en asimilar un
conocimiento
supuestamente oculto y que es revelado a ciertos
‘escogidos’. Esto es posible, no por Dios, sino por
uno de los eones intermedios, es decir, Jesús o
Logos.
San Justino, San Ireneo y San Hipólito consideran
que el gnosticismo aparece en Samaria con Simón de Gitton
(h 40). En Hechos de los Apóstoles aparece: Pero
había allí un hombre llamado
Simón, que antes había practicado la
brujería y que había engañado a la gente de
Samaria haciéndose pasar por una persona
importante (Hechos, 8, 9). Los versículos del 9 al 24
relatan que lo llamaban "el gran poder de
Dios". Se convirtió y quiso comprar la facultad de hacer
milagros a San Juan y a San Pedro, este último lo
condenó. A Simón se le atribuyen tendencias
gnósticas, era considerado como una encarnación
divina y a su esposa Elena como la de su pensamiento.
Hubo sectas consagradas a Elena, donde se despreciaba el
judaísmo y se privilegiaba la magia. Según la
explicación de Fraile, tales ideas no pueden ser
atribuidas con propiedad a
Simón, más bien, se quiso hacer de su figura una
justificación de los orígenes del gnosticismo. Tuvo
por discípulo a Menandro de Capparetta (h 60 –
80).
El auge del gnosticismo ocurre en el Siglo II. Aparecen
en Siria Satornilo (h 98 – 160), Cerdón (s. II),
discípulo de Valentín, y Marción,
discípulo de Cerdón. En Alejandría,
Basílides (h 120 – 161), su hijo Isidoro y
Carpócrates (h 130 – 160). En la región
itálica, aparece Valentín (s. II) y su pensamiento se
difunde por su región y por la oriental, a finales del
Siglo II y principios del
III. Probablemente, haya sido el gnóstico más
influyente. Su pensamiento fue ampliamente difundido, por
ejemplo, por Tolomeo (h 140) considerado como el autor de la
principal composición gnóstica: Epístola a
Flora, y Heracleón (h 145 – 180) quien le dio una
exégesis de orientación gnóstica al
Evangelio de San Juan.
Tiene un marcado sentido elitista. Por ejemplo, se dice
que hasta inventaron un lenguaje
propio, resultado de una combinación entre caracteres
egipcios y griegos.
En los Evangelios Apócrifos aparece con
frecuencia la teoría
gnóstica del docetismo, según la cual el cuerpo de
Cristo es puramente aparencial. La divinidad de Cristo no le
permitiría, por definición, hacerse carne, su
cuerpo no pasa de ser aparente. Su principal exponente es
Marción, contra quien Melitón, Obispo de Sardes,
escribió Sobre la Encarnación de Cristo.
5. Los Evangelios
Apócrifos y el Gnosticismo
Durante el surgimiento de las primeras comunidades
cristianas, hubo un interés
popular por conocer detalles sobre la vida de Jesús, esto
motivó la aparición de diversos relatos que no
sólo se limitaron a leyendas, sino
a la difusión de tendencias gnósticas o maniqueas.
Ejemplo de estos relatos son Pistis Sophia y el Libro de Juan.
A su vez, escritores ortodoxos emplearon medios
similares para defender el dogma.
Fraile menciona a varios libros de carácter
gnóstico: Pistis Sophía, de origen copto que relata
el esparcimiento de los apóstoles por el mundo; Evangelios
de Eva, María, Judas Iscariote, Tomás,
Matías, Felipe, Basílides, de los egipcios y de los
doce apóstoles (podría agregarse el de
Marción y el de Bartolomé); Apocalipsis de
Adán, Abraham, Moisés y Nicotea. El Fragmento de
Muratori habla de un documento marcionita perdido llamado
La carta a los
alejandrinos.
Apócrifos perdidos:
Ente los perdidos, el más antiguo que se conoce
es el Evangelio de los Egipcios. Data del año 150 y debe
el nombre a sus lectores. Revela una concepción
gnóstica del alma y condena el matrimonio, en
particular la lascivia que despierta la mujer.
Clemente Alejandrino, Orígenes y San Epifanio lo
consideran herético. Aunque parece no tener
relación con este, se sabe de un Evangelio de los Egipcios
que forma parte de los 13 volúmenes de Nag
Hammadi.
El Evangelio de los Doce es considerado por
especialistas como idéntico al Evangelio de los ebionitas,
grupo
gnóstico que en dicho evangelio manipulan a su
conveniencia el Evangelio de San Mateo, así como el relato
de la vida de San Pedro. Algo similar ocurre con el Evangelio de
Matías, que los seguidores de Basílides (y Clemente
agrega a Valentín y Marción), emplearon para
respaldar su pensamiento. Por ejemplo, Matías aparece
condenando duramente la carne. Según Hipólito,
Basílides decía haber escuchado de Matías
discursos
revelados por Dios.
Epifanio menciona en Adversus haeres el libro
gnóstico apócrifo Preguntas de María, y al
igual que Filastrio se refiere al Evangelio de la
Perfección, quien resalta su carácter
fantasioso.
Otros evangelios pertenecientes a grupos menores
son el Evangelio de los Cuatro Rincones (gnósticos
simonistas, herejes que practicaban la magia); Evangelio de Judas
Iscariote (gnósticos "cayanitas", condenados por San
Ireneo); Evangelio de Eva (personaje destacado en el pensamiento
ofita); Tres clases de frutos de la Vida Cristiana; Nacimiento de
María.
Por su parte, Basílides y Marción tienen
evangelios propios. El primero, trata principalmente de un
compendio de ideas gnósticas del autor. Marción,
por su parte, lo que hizo fue eliminar cuanto elemento
judío pudo del Nuevo Testamento. Se dice que este
evangelio es recreado en el Evangelio de Apeles, su
discípulo. Además, Marción influyó en
el Evangelio de los Adversarios de la Ley y de los
Profetas, que San
Agustín lo censura.
Estos son los Evangelios Apócrifos Perdidos de
carácter gnóstico.
Fragmentos Papiráceos:
De los fragmentos papiráceos, cabe mencionar
especialmente el Fragmento Gnóstico de Oxyrhynchus.
Consiste en una supuesta conversación de corte
gnóstico de Jesús con sus
discípulos.
"el Señor de todo no es el Padre, sino el
progenitor. Pues el Padre es principio solamente de las cosas
futuras; mas el padre de él es Dios, el progenitor de
todas las cosas desde su origen en adelante"
Otro fragmento es el de la Logia de Oxyrhynchus, donde
aparece en boca de Jesús la teoría
gnóstica de la ubicuidad. También los Fragmentos
Evangélicos Coptos tienen relación, por ejemplo con
el himno gnóstico de los Hechos de Juan. Entre estos, los
Papiros Coptos de Berlín contienen tres evangelios de
carácter gnóstico: el Evangelio de María
Magdalena, que confirma la tesis de que
los textos coptos relacionada con el gnosticismo tiene un origen
helénico; el Apócrifo de Juan, que contiene
supuestas revelaciones celestiales hacia Juan para que él
las haga llegar a sus discípulos; y la Sabiduría de
Jesucristo, de relatos cosmológicos cuya posible
influencia es de Valentín. Luego, en el Agrapha, libro que
contiene diversas sentencias atribuidas a Jesús y no
incluidas en los cuatro evangelios, Jesús dice en el
Agrapha de origen Musulmán:
"Dijo Jesús (a quien Dios salude):
¿Cómo va a ser contado entre los sabios el que,
(después de estar) andando por la senda que conduce a la
vida futura, dirige sus pasos hacia la vida de este
mundo?"
Apócrifos de la Natividad:
A diferencia de los anteriores, estos evangelios han
llegado enteros a nosotros. Su finalidad común es defender
el honor de María. Entre ellos cabe destacar el
Protoevangelio de Santiago y el Evangelio del Pseudo Mateo, este
último se supone que es una reelaboración latina
del otro. Tuvieron posteriormente una fuerte influencia. Se
caracterizan por un uso de la imaginación que por momentos
pareciera excesivo.
Es posible ubicar presencia del gnosticismo ofita,
cuando María llega al sexto mes de embarazo y
José lo ignora. En este momento, José, angustiado,
piensa que al igual que Eva, María fue engañada y
seducida por la serpiente.
En el Protoevangelio, hay quienes sostienen influencia
docética, considerando el parto de
María como medio para la manifestación aparencial
del cuerpo de Cristo. En todo caso, el norte de esta clase de
libros relativos a la natividad es reiterar el carácter
virginal de María, aún después del
alumbramiento. Es particularmente dramático el episodio de
la partera y Salomé, donde esta última examina la
virginidad de María:
"Por vida el Señor, mi Dios, que no creeré
tal cosa si no me es dado introducir mi dedo y examinar su
naturaleza (…) ¡Ay de mí! ¡Mi maldad y mi
incredulidad tienen la culpa! Por tentar al Dios vivo se
desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada!"
La idea del parto virginal
de María está más presente en el Evangelio
del Pseudo Mateo, empleado por maniqueos y priscilianistas. Se
reitera en III, 3 y IX, 4 de dicho evangelio, y en Liber de
Infantia Salvatoris, en los versículos 69, 75 y 76 .
Además, se le agrega la fecundación, por intervención
divina, de Ana, esposa de Joaquín y madre de María,
a pesar de su esterilidad. El Ángel enviado por Dios le
dice a Joaquín:
"Sábete, pues, que Ana, tu mujer, va a darte
a luz una hija, a
quien tú impondrás el nombre de María (…)
y ya desde el vientre de su madre se verá llena del
Espíritu Santo. No comerá ni beberá cosa
alguna impura ni pasará su vida entre el bullicio de la
plebe…"
Este párrafo
particularmente muestra
además la condición austera y aristocrática
del gnosticismo.
Evangelio de Tomás:
El segundo de los trece códices hallados en Nag
Hammadi contenía en los folios 33 al 51 el Evangelio
según Tomás, en lengua copta sahídica. Su
origen probablemente se remonta al s. II. Actualmente, se
encuentra en el Museo Copto del Antiguo Cairo. Otras partes de la
biblioteca descubierta se encuentran en el Instituto Jung de
Zürich. Más que evangelio, se trata de una
compilación de enseñanzas atribuidas a Cristo y
reveladas a Dídimo Judas Tomás, quien las
escribió dirigidas, a juzgar por su introducción, a
un sector docto capaz de darles la correcta interpretación
(esto es, a un sector gnóstico). San
Agustín afirma, en Contra epistulam quam vocant
Fundamenti, que este escrito fue conocido por el gnóstico
Mani y posteriormente empleado por la secta maniquea,
según los relatos de Timoteo de Constantinopla (De
receptione haereticorum) y Teodoro de Raithu (De Sectis), que
también mencionan el Evangelio de Felipe. Se considera a
Tomás como autor de otros dos escritos gnósticos:
Pistis Sophia y Actas Apócrifas de
Tomás.
El sentido gnóstico de este evangelio se ubica en
la ambivalencia de ciertas expresiones, como las parábolas
e imágenes:
Dijo Jesús: "Los fariseos y los escribas
recibieron las llaves del conocimiento y
las han escondido: ni ellos entraron, ni dejaron entrar a los que
querían. Pero vosotros sed cautos como las serpientes y
sencillos como las palomas. (Tomás, 39)
Evangelio de Felipe:
Es un evangelio que la complejidad de su contenido lo
hace ver dirigido a medios gnósticos capaces de
interpretarlo. Su orientación es valentiniana , pues
reproduce la teoría de la unión de principios a
nivel cósmico y cuyos resultados van degradando. Se
distingue, además, entre hombres poseedores y carentes de
gnosis. Hay una curiosa aprobación a ciertos tipos de
sacramentos, por ejemplo, el de la redención y el bautismo
tienen un claro trasfondo gnóstico.
Sirven de base para este evangelio los libros
canónicos de Mateo y Juan y sus epístolas. En
línea con el gnosticismo, afirma su subordinación
con respecto a Dios y niega la corporeidad de Cristo.
Jesús los llevó a todos a escondidas, pues
no se manifestó como era (de verdad), sino de manera que
pudiera ser visto (…) por ello su Logos se mantuvo oculto a
todos. (Felipe, 26)
Evangelios de la Pasión y la
Resurrección:
El Evangelio Apócrifo de Bartolomé
contiene relatos fantásticos y misteriosos, de influencia
egipcio, y se preocupa de temas comunes a los gnósticos:
descenso al infierno, encarnación, etc.
Los Evangelios Apócrifos han inspirado
tradiciones e iconografías alrededor del tema de la
Natividad. Por ejemplo, fue la base de La Roldana para "El
descanso en la huida a Egipto" de
1691, que muestra la huida
de la Sagrada Familia a
Egipto. Pero
atendiendo a la tradición, la celebración de la
Navidad en
diciembre se dice que los canónicos tomaron gran parte de
información de los apócrifos.
Detallan hechos específicos acerca del nacimiento de
Cristo y factores que lo rodean. Por ejemplo, la llegada de los
Tres Reyes Magos. Para esto, es fuente principal el
Protoevangelio de Santiago.
Actualmente, en Valencia, España, se
celebra La Festa o Misteri d'Elx, un drama cantado en valenciano,
excepto algunos versos en latín, único en el mundo
y celebrado en la Basílica de Santa María y basado
en los Evangelios Apócrifos. Tratan sobre la muerte,
asunción y coronación de la Virgen María, y
defiende su virginidad. Se compone de piezas medievales,
renacentistas y barrocas. Surgió en el área
mediterránea de Europa.
Después del Concilio de Trento las representaciones
teatrales realizadas dentro de templos fueron prohibidas. El
Misteri fue lo único que quedó gracias a una Bula
emitida en la primera mitad del s. XVII. Tiene lugar los
días 14 y 15 de agosto de cada año, y al finalizar
se reparten entre los asistentes hojas de palma
bendita.
6. Anexo
Concilio de trento
Las sagradas escrituras
Celebrada en 8 de abril de 1546
Decreto sobre las escrituras canónicas
El sacrosanto, ecuménico y general Concilio de
Trento, congregado legítimamente en el Espíritu
Santo y presidido de los mismos tres Legados de la Sede
Apostólica, proponiéndose siempre por objeto, que
exterminados los errores, se conserve en la Iglesia la misma
pureza del Evangelio, que prometido antes en la divina Escritura por
los Profetas, promulgó primeramente por su propia boca.
Jesucristo, hijo de Dios, y Señor nuestro, y mandó
después a sus Apóstoles que lo predicasen a toda
criatura, como fuente de toda verdad conducente a nuestra
salvación, y regla de costumbres; considerando que esta
verdad y disciplina
están contenidas en los libros escritos, y en las
tradiciones no escritas, que recibidas de boca del mismo Cristo
por los Apóstoles, o enseñadas por los mismos
Apóstoles inspirados por el Espíritu Santo, han
llegado como de mano en mano hasta nosotros; siguiendo los
ejemplos de los Padres católicos, recibe y venera con
igual afecto de piedad y reverencia, todos los libros del viejo y
nuevo Testamento, pues Dios es el único autor de ambos,
así como las mencionadas tradiciones pertenecientes a la
fe y a las costumbres, como que fueron dictadas verbalmente por
Jesucristo, o por el Espíritu Santo, y conservadas
perpetuamente sin interrupción en la Iglesia
católica. Resolvió además unir a este
decreto el índice de los libros Canónicos, para que
nadie pueda dudar cuales son los que reconoce este sagrado
Concilio. Son pues los siguientes. Del antiguo Testamento, cinco
de Moisés: es a saber, el Génesis, el Exodo, el
Levítico, los Números, y el Deuteronomio; el de
Josué; el de los Jueces; el de Ruth; los cuatro de los
Reyes; dos del Paralipómenon; el primero de Esdras, y el
segundo que llaman Nehemías; el de Tobías; Judith;
Esther; Job; el Salterio de David de 150 salmos; los Proverbios;
el Eclesiastés; el Cántico de los cánticos;
el de la Sabiduría; el Eclesiástico; Isaías;
Jeremías con Baruch; Ezequiel; Daniel; los doce Profetas
menores, que son; Oseas; Joel; Amos; Abdías; Jonás;
Micheas; Nahum; Habacuc; Sofonías; Aggeo;
Zacharías, y Malachías, y los dos de los Macabeos,
que son primero y segundo. Del Testamento nuevo, los cuatro
Evangelios; es a saber, según san Mateo, san Marcos, san
Lucas y san Juan; los hechos de los Apóstoles, escritos
por san Lucas Evangelista; catorce Epístolas escritas por
san Pablo Apóstol; a los Romanos; dos a los Corintios; a
los Gálatas; a los Efesios; a los Filipenses; a los
Colosenses; dos a los de Tesalónica; dos a Timoteo; a
Tito; a Philemon, y a los Hebreos; dos de san Pedro
Apóstol; tres de san Juan Apóstol; una del
Apóstol Santiago; una del Apóstol san Judas; y el
Apocalipsis del Apóstol san Juan. Si alguno, pues, no
reconociere por sagrados y canónicos estos libros,
enteros, con todas sus partes, como ha sido costumbre leerlos en
la Iglesia católica, y se hallan en la antigua
versión latina llamada Vulgata; y despreciare a sabiendas
y con ánimo deliberado las mencionadas tradiciones, sea
excomulgado. Queden, pues, todos entendidos del orden y método con
que después de haber establecido la confesión de
fe, ha de proceder el sagrado Concilio, y de que testimonios y
auxilios se ha de servir principalmente para comprobar los dogmas
y restablecer las costumbres en la Iglesia.
Decreto sobre la edición y uso de la sagrada
escritura
Considerando además de esto el mismo sacrosanto
Concilio, que se podrá seguir mucha utilidad a la
Iglesia de Dios, si se declara qué edición de la
sagrada Escritura se ha de tener por auténtica entre todas
las ediciones latinas que corren; establece y declara, que se
tenga por tal en las lecciones públicas, disputas,
sermones y exposiciones, esta misma antigua edición
Vulgata, aprobada en la Iglesia por el largo uso de tantos
siglos; y que ninguno, por ningún pretexto, se atreva o
presuma desecharla. Decreta además, con el fin de contener
los ingenios insolentes, que ninguno fiado en su propia
sabiduría, se atreva a interpretar la misma sagrada
Escritura en cosas pertenecientes a la fe, y a las costumbres que
miran a la propagación de la doctrina cristiana,
violentando la sagrada Escritura para apoyar sus
dictámenes, contra el sentido que le ha dado y da la santa
madre Iglesia, a la que privativamente toca determinar el
verdadero sentido, e interpretación de las sagradas
letras; ni tampoco contra el unánime consentimiento de los
santos Padres, aunque en ningún tiempo se hayan
de dar a luz estas
interpretaciones. Los Ordinarios declaren los contraventores, y
castíguenlos con las pensas establecidas por el derecho. Y
queriendo también, como es justo, poner freno en esta
parte a los impresores, que ya sin moderación alguna, y
persuadidos a que les es permitido cuanto se les antoja, imprimen
sin licencia de los superiores eclesiásticos la sagrada
Escritura, notas sobre ella, y exposiciones indiferentemente de
cualquiera autor, omitiendo muchas veces el lugar de la
impresión, muchas fingiéndolo, y lo que es de mayor
consecuencia, sin nombre de autor; y además de esto,
tienen de venta sin
discernimiento y temerariamente semejantes libros impresos en
otras partes; decreta y establece, que en adelante se imprima con
la mayor enmienda que sea posible la sagrada Escritura,
principalmente esta misma antigua edición Vulgata; y que a
nadie sea lícito imprimir ni procurar se imprima libro
alguno de cosas sagradas, o pertenecientes a la religión, sin nombre
de autor; ni venderlos en adelante, ni aun retenerlos en su casa,
si primero no los examina y aprueba el Ordinario; so pena de
excomunión, y de la multa establecida en el canon del
último concilio de Letran. Si los autores fueren
Regulares, deberán además del examen y
aprobación mencionada, obtener licencia de sus superiores,
después que estos hayan revisto sus libros según
los estatutos prescritos en sus constituciones. Los que los
comunican, o los publican manuscritos, sin que antes sean
examinados y aprobados, queden sujetos a las mismas penas que los
impresores. Y los que los tuvieren o leyeren, sean tenidos por
autores, si no declaran los que lo hayan sido. Dese
también por escrito la aprobación de semejantes
libros, y parezca esta autorizada al principio de ellos, sean
manuscritos o sean impresos; y todo esto, es a saber, el examen y
aprobación se ha de hacer de gracia, para que así
se apruebe lo que sea digno de aprobación, y se repruebe
lo que no la merezca. Además de esto, queriendo el sagrado
Concilio reprimir la temeridad con que se aplican y tuercen a
cualquier asunto profano las palabras y sentencias de la sagrada
Escritura; es a saber, a bufonadas, fábulas,
vanidades, adulaciones, murmuraciones, supersticiones,
impíos y diabólicos encantos, adivinaciones,
suertes y libelos infamatorios; ordena y manda para extirpar esta
irreverencia y menosprecio, que ninguno en adelante se atreva a
valerse de modo alguno de palabras de la sagrada Escritura, para
estos, ni semejantes abusos; que todas las personas que profanen
y violenten de este modo la palabra divina, sean reprimidas por
los Obispos con las penas de derecho, y a su arbitrio.
Asignación de la sesión
siguiente
Item establece y decreta este sacrosanto Concilio, que
la próxima futura Sesión se ha de tener y celebrar
en la feria quinta después de la próxima
sacratísima solemnidad de Pentecostés.
Altaner, Berthold. Patrología. Espasa –
Calpe, Madrid, 1962.
La Biblia. Sociedades
Bíblicas Unidas, 1979.
Colección completa de Encíclicas Pontificias 1830
– 1950. Preparada por las Facultades de Filosofía y
Teología de San Miguel, República Argentina.
Editorial Guadalupe, Buenos Aires,
1952.
Documentos
Completos del Vaticano II. Editorial Mensajero, Bilbao, 1974.
Fraile, Guillermo. Historia de la
Filosofía II. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,
1960.
Puech, Henri – Charles. En Torno a la
Gnosis. Taurus Ediciones, Madrid, 1982.
De Santos Otero, Aurelio. Los Evangelios Apócrifos.
Décima Edición. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 1999.
Zernov, Nicolas. Cristianismo
Oriental. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962.
Autor:
Roger Prendas
Estudiante de Filosofía
Universidad de
Costa Rica.
(1978).