1. El
contexto artesanal
2. La visión
dispersa
3. Indecisamente, la
guerra
4. ¿Los límites de la
estrategia operacional?
5. Referencias
básicas
6. Resumen
La herencia
enteramente marcial tiene sus devotos por el mismo hecho de haber
moldeado el nacimiento del Estado
Nacional, aunque en el caso venezolano éste pudo llamarse
tal con la férrea dictadura de
Juan Vicente Gómez, concediéndole sus atributos
reales y característicos. La Ilustración impregnó los textos
constitucionales, traicionada a la postre por el megacaudillismo.
Pugna y concentración del poder que
abenegadamente levantó las banderas del orden, perdido el
derecho a la felicidad proclamada, sobreviviente al
establecimiento de la democracia
representativa con todo el arreo de sus representaciones,
desteñidas las de la reforma
agraria o la nacionalización petrolera. De esta
manera, no extraña que la intentona del 4 de febrero de
1992 no sólo dio oportunidad a una logia militar
obviamente secreta para salir (y aparatosamente sobrevivir) en
los escenarios desconocidos del debate
público, sino reinyectar un mesianismo amparado en la
figura de Bolívar, justificando las más variadas
inconformidades frente al sistema de un
modo, a veces, doctrinariamente improvisado. O, motivo de
preocupación por la mecánica aceptación de verdades que
no les han sido demostradas, seguros
portadores de la opinión del hogar, niños
entre 9 y 17 años de edad consideren a Pérez
Jiménez y Gómez como los mejores mandatarios que
hemos tenido .
La guerra
tradicional, la que sugiere la inmediata y sacrificada
movilización de todos los ciudadanos, actualiza el sentido
de pertenencia en términos no admitidos por la más
reciente tecnología
bélica. Propensos a la violencia, los
riesgos de un
conflicto que,
por indiscutido, portátil, son enormes si tomamos en
cuenta el desprestigio de la política, apenas un
tema de conversación ocasional (57%) entre los
venezolanos, por ejemplo . Y no es porque los asuntos
públicos deban predominar en la conversación
cotidiana de los ciudadanos, sino por la entronización de
sendos estereotipos que los simplifican abusivamente debido al
distanciamiento de las instituciones
que, como el Congreso, no cuentan con tiempo para
discutir y formalizar el estado de
hostilidad abierta de acuerdo al ritmo de los
acontecimientos.
Lo anterior ha facilitado la imposición y,
posiblemente, la inicial popularidad con la que han contado las
dictaduras en el continente. Establecen estados de guerra
interior, facilitados por las campañas pregolpistas que
asoman el régimen de fuerza como
remedio al desorden y la desintegración nacional. No saben
de los efectos democratizadores de las contiendas externas
escenificadas en otros continentes, ilustrados con el
mejoramiento de la salud en Gran Bretaña
durante la segunda guerra
mundial, satisfechas las exigencias vitamínicas,
calóricas y proteínicas con el mejor racionamiento
de los alimentos y la
contención de epidemias, gracias a las nuevas drogas como la
sulfanilamida y la penicilina e insecticidas como el DDT
.
Las protestas no alcanzan su natural prolongación
en el campo político, convertidas en oportunidades para
actos vandálicos, representado el onanismo social en los
célebres encapuchados, huérfanos de objetivos que
superen las 24 horas de sus jornadas callejeras, por lo que la
institucionalidad democrática no se ve frontal y
efectivamente cuestionada en relación a las
insatisfacciones que genera hasta por concepción. Los
conflictos
generalizados, aparentemente incontenibles, involucran
inmediatamente la nacionalidad, como si a todo trance
constituyeran el más acentuado peligro a la permanencia de
la patria alerta.
Otro fenómeno, el colombiano, habla de un
tratamiento diferente a los focos de conflicto que,
igualmente, traslada a los países vecinos. En un esquema
del deterioro que no tiene límites,
parafraseando al Alejandro Mayta de Vargas Llosa, las guerrilas
cumplen conciente o inconcientemente una invalorable misión de
Estado al
resguardar las fronteras. Distinto al caso peruano y sus feroces
grupos
terroristas, la estrategia de
catalización de las perturbaciones internas rinde frutos
en el culto a un pasado tanto o más promisorio que el
futuro, en un presente harto de las paradojas que lo
contextualizan.
Poco importa si se trata de una entidad nacional que
cuenta con recursos
bélicos complejos, sofisticados, espectaculares en fin.
Los movimientos estadounidenses de ultraderecha, reaccionando
contra el gobierno federal,
se han armado asombrosamente, reivindicando la noción de
patria que las minorías ponen en peligro, advierten . Por
supuesto, si pudieran acceder a las armas más
elaboradas, las emplearían sin rubor, pero seguramente les
restaría la vistosidad, el elemento propagandístico
que las más antiguas, las artesanales, brindan en dirección a sus evocaciones épicas.
Salvo el uso de Internet.
Lluvia ácida, capitales, mano de obra,
armamentos, información, tecnologías, terrorismo,
circulan sin respeto a las
fronteras políticas
establecidas. La tendencia globalizadora, creciente y
necesariamente aceptada, pone en peligro las referencias
tradicionales. Es cierto, por ejemplo, el predominio de imágenes
en el venezolano que representan la ambición y dominio del
extranjero, viéndose a sí mismo como arribista y
traidor, pero también lo es que la crisis ha
reivindicado la necesidad de privatizar las empresas del
Estado o la de recibir las inversiones
foráneas como signos positivos, tratando de coexistir con
la creencia de un país rico, probablemente cercano a la
autarquía si se elimina la corrupción
administrativa.
Cinco mil Ciudades-Estado correspondientes a otras cinco
mil etnias, refieren los futurólogos, dibujan el rostro
político de la
globalización. Entidades semióticas, cuyo
sostén específico ha de ser la efectiva
satisfacción de las aspiraciones a un nivel superior de
vida, con tradiciones alimentadas por una cotidianidad que no
será otra que el procesamiento exitoso de las demandas de
grupos y
particulares, podría aseverarse. Las referencias
tenderán a ser otras y los conflictos bélicos,
silenciosos, casi inadvertidos, serán inherentes a la
pugna de las élites sometidas a una autoridad
mundial y/o regional probablemente de carácter
judicial, cuando los otros conflictos (sociológicos,
culturales, económicos, etc.) propicien una
simbología que asegure consenso, pertenencia, continuidad,
identidad.
El sistema
internacional ha adquirido tamañas complicaciones que
permite la aparición de nuevos actores, a veces altamente
beligerantes como Greenpeace o Amnistía Internacional,
además de los propios Estados que sufren una
transformación de sus tradicionales atribuciones o
visiones. Los esquemas de integración son variados y ocurre que la
adscripción al Pacto Andino no
le impide a Venezuela
ingresar a MERCOSUR (aunque
ahora se negocia el paquete andino completo) o la Tailandia
comprometida con la Zona Económica de Tonkin-Mekong
tampoco le imposibilita su ingreso al ASEAN. Se trata de una
madeja, cruces directos o indirectos, que puede desembocar en el
reclamo de los goajiros como una nación
independiente de Venezuela y
Colombia,
subrayando las fronteras ecológicos y semióticas
que se asoman. Por lo demás, en lugar de
geoeconomía, se habla de geoinformación,
expresión que avala la diferenciación entre
aquellos países o bases operacionales de las empresas
transnacionales, productores de conocimientos, imágenes,
cultura,
ideología, valores o
datos, como
resortes del crecimiento
económico que obligan a Toffler a concluir que el modo
de crear riqueza es el mismo de librar la guerra .
La libertad,
pluralidad, tolerancia
constituyen piezas claves del nuevo sostén difuso de ese
mundo disperso que pone en aprietos el sentido de lealtad y la
creencia en la legitimidad de las autoridades. Lucen mucho
más importantes las normas a
transmitir a los hijos que tienen que ver con la disciplina
interior (honestidad en la
vida, aplicación académica, respeto por los
demás) , que las ingestas ideológicas propias del
siglo XIX.
Podemos afirmar, con Habermas, que sólo los
pueblos que han sufrido grandes catástrofes políticas,
como el fascismo y
quizá por aquello de que nunca se sabe lo que se tiene
hasta que se pierde, tienen mayor inclinación hacia los
principios
universalistas del Estado de Derecho
y la democracia.
Sin embargo, habría que observar con detenimiento si, en
efecto, se "ha agudizado en todas partes la percepción
de, y la sensibilidad para, la violación de los derechos humanos,
la explotación, la miseria, las exigencias de los
movimientos nacionales de liberación, etc." que,
igualmente, provocan un miedo defensivo . Además, apunta
Pérez Schael: " a diferencia de otras culturas cuyas
identidades se levantan con tradiciones y logros de los pueblos,
o sobre la herencia de los
antepasados, nosotros, aparentemente huérfanos de todo
ello, canalizábamos la imagen de nuestra
entidad en los excepcionales y míticos atributos de un
hombre,
originalmente Simón Bolívar" .
Crecientes comunidades epistemológicas, basadas
en estructuras de
significados comunes, adquieren importancia política. Las
asociaciones positivas del venezolano en relación a la
democracia, conceden mayor importancia a las libertades y las
negativas versan sobre la corrupción, concluyendo en un alto nivel de
insatisfacción pero, consabidos los bajos niveles de
participación, tardan en aparecer referencias distintas y
efectivas a las que tradicionalmente tienen sabor a la "Venezuela
Heroica" de Eduardo Blanco (versionando a Jules Michelet). No
olvidemos, por ejemplo, en el imaginario infantil, que el
Presidente Caldera fácil (y portátilmente) es
considerado "muy viejo", obviando otras consideraciones
.
El espíritu de la libertad no
encuentra asidero en los opuestos extranjero-nación o
gobierno-pueblo
dominado, arraigada la creencia de una guerra independentista
inconclusa. Y ésta, tan sustancial al proceso de
creación del Estado Nacional, cohabita con la posmodernidad,
confundiendo la perspectiva que ofrecen las nuevas
tecnologías de la guerra y la propia decisión
de emplearlas.
El comercio
internacional de armas, con el
relativo libre tráfico, ha asestado un duro golpe al
convencimiento de que sólo puede monopolizarlas una rama
específica del Estado, permitiendo que el terrorismo,
impulsado por los ideales religiosos, étnicos e, incluso,
histórico-territoriales, se convierta en una fuerza
centrífuga de todo sentimiento uniforme y presuntamente
inmodificable de patria que pueda albergarse. Aún
tratándose de movimientos secesionistas, éstos no
escaparán -en caso de triunfar- de experiencias similares,
fragmentando un escenario que, como el internacional, se cree
solamente apto para las macroentidades.
Las guerras
mundiales de este siglo marcaron la transición hacia
etapas previamente anunciadas del fenómeno bélico.
El desarrollo de
la movilidad (tanques y aviones como elementos de ruptura),
disociada de la batalla como acto decisivo y central, ampliando
el teatro de
operaciones,
le otorgó mayor espectacularidad, la adecuada para innovar
la industria
cultural. La irresistible dinámica de los conflictos llevó,
junto al perfeccionamiento alterno de las armas químicas o
biológicas y la guerra llamada de baja intensidad, como la
padecida por Nicaragua en la última etapa del gobierno
sandinista, a ARPANET. Una red que interconectó
los centros académicos estadounidenses, cuya abolengo
científico no logró ocultar su utilidad militar,
precediendo a lo que hoy conocemos como la superautopista de la
información. Y ha sido posible porque en la
era nuclear, al peligrar el agresor tanto como el agredido, ya
los conocidos objetivos
políticos resultan inútiles.
Con anterioridad a la mítica caída del
muro de Berlín, distintos autores avisaron que los cambios
fundamentales de Europa
sobrevendrían por razones políticas más que
militares. La guerra de Vietnam
ejemplificó que la prioridad de la estrategia
operacional, confiada en la sola y aplastante superioridad
tecnológica, por encima de los objetivos políticos,
no es sinónimo de triunfo, sobre todo cuando el oponente
libró y ganó sus batallas en un terreno
inadvertido: la opinión
pública.
Los Estados (o las superpotencias) no disponen con
facilidad sobre la guerra y la paz, siendo escasas las ocasiones
en las que median formales declaraciones de guerra, habida cuenta
de la lentitud del cuadro institucional (deliberante) para
atender semejantes situaciones de emergencia. Más
aún, "hoy, la creciente voluntad de
autoconservación somete a todos los Estados al imperativo
de abolir la guerra como medio de solución de los
conflictos" . Una transformación de los fines que sirven
de guía a la sociedad, perenne
tensión entre lo aspirado y lo hecho que se refleja entre
sus miembros, con pérdida de la benigna violencia que
antiguamente portaban, reflejaban, justificaban. Nuevos,
especializados y cotizados mercenarios; civiles que incursionan
en el terreno estratégico con tanto o más talento
que los militares de oficio; inocentes y curiosos que pueden dar
con la fórmula de la bomba A, cohiben la elemental
difusión del mensaje épico.
La guerra abandona históricamente el brutal y
personal
enfrentamiento humano. De los golpes contundentes a la
formación de rifleros, en la coreografía que
admitió el asalto a las posiciones enemigas; la
mediación de artefactos y bestias; el atrincheramiento; la
pernición volante; el conducto electrónico; las
posibilidades simbólicas de los triunfos y las derrotas,
anticipado con la Agencia de Información de Estados Unidos o
Radio
Martí, tan sustanciadas de la Guerra
Fría. Reafirmación de la guerra que alcanza
objetivos políticos, con los efectos deseados en lo
económico, resumida en la idea de saber detenerse. Cuando
un conflicto nuclear sugiere la aniquilación de las
partes, se informaliza con el empleo de las
armas convencionales, como un accidentado cálculo
tecnoburocrático, quizás asumida la (sub) cultura del
mercado.
Aparece el contrapunteo del ser y del parecer.
Recordemos la estrategia kissingeriana de forzar, aún
intensificando los bombardeos, las negociaciones con los
norvietnamitas, quienes requerían de mayor tiempo para ganar
la batalla de la opinión pública en Estados Unidos,
con las encuestas pero
también que es necesario examinarlos serenamente, a pesar
de Noam Chomsky, para saber de las interioridades de una ansiedad
que lleva los electrones en su seno, al fluir en las redes con las cargas
genética de las guerras no
ganadas espectacularmente.
El poder
atomizado, en el que tienden a desaparecer los puntos focales,
protagónicos, centrales. La excentricidad, la
dispersión, la particularidad que apunta a una
reformulación de la política convertida en
antipolítica como reacción a la tradicional,
convencional. Formas aparentemente diversas y vaciadas de poder
que ocultan el poder mismo. Varias y simultáneas
militancias: vecinal, partidista, gremial, culturales,
religiosas. La multiplicación de los sentidos, la
intuición desestabilizada por la consulta permanente,
rápidamente evacuada por los medios
electrónicos. El camino de los apoyos portátiles,
sin que impliquen inmediatos sacrificios personales, en el marco
de una democracia descontextualizada de las articulaciones
reales de poder y los contenidos históricos, las
implicaciones éticas y epistemológicas, como
esbozan algunos analistas. Así, por lo general, las
agrupaciones de la ultraderecha, nostálgicas del
patriotismo de guerra y reacias al patriotismo de la constitución, cuentan con el éxito
de un código
binario de afirmaciones-negaciones: amigos-enemigos,
nosotros-ellos, verdad-mentira, facilitando no sólo la
simple adhesión emocional, sin argumentaciones, sino la
ruptura ilusoria de la intrincada, abigarrada, complicada
realidad que no logra asimilarlas, digerirlas, reconvertirlas
.
El misticismo, las esperanzas innatas, las
preconcepciones, las estigmatizaciones abonan el camino de la
victoria y refuerzan la identidad del
colectivo en guerra. Para Castex "el contagio mental
desempeña allí un gran papel", pues
"la derrota del frente repercute sobre la retaguardia, la que,
como siempre, se desmoraliza más pronto que el frente, si
no ofrece la resistencia
requerida" y, a la inversa, " la retaguardia daña el
frente transmitiéndole la depresión
que resiente". Por lo tanto, "si ningún acontecimiento
feliz concurre a mejorar la situación, las cosas se van
agravando indefinidamente" . La moral de la
nación, aunque persista la ilusión de las guerras
cortas, constituye una pieza fundamental en el desarrollo de
los acontecimientos.
La tecnología garantiza
el alcance, la velocidad y la
letalidad como el trío innovador que sintetiza la mejor
administración del conocimiento,
traducida en la alta precisión de los objetivos, la libre
iniciativa con el mínimo de esfuerzos, la envidiable
integración sistémica confiada en el
soldado que procura mantener su individualidad en el combate. Un
sugerente catálogo advierte los conflictos
autónomos, espaciales y simulados, afianzados en la
robótica,
el terrorismo científico o la fuga de cerebros y tomando
en cuenta el desarrollo del armamento no letal (infrasonido,
lubricantes, soporíferos, etc.).
Sin embargo, no existe mayor novedad doctrinaria cuando
se habla del avance tecnológico, pues, por ejemplo, se
insiste en la destrucción de las líneas de mando,
comunicación o logística, como en aquello de rehuir el
combate frontal ante los puntos sólidos del enemigo. Las
clásicas maniobras envolventes, realzadas en la Guerra del
Golfo, resultan semejantes a la de "envolvimiento", ensayada por
Negrín al intentar agredir a Gil Robles en el parlamento
español,
utilizando el pasillo más distante, como relatara Santiago
Carrillo en sus "Memorias". En
consecuencia, no se asoma diferencia alguna entre una y otra
situación estratégica.
Principios como el clausewitziano brutal enfrentamiento,
la economía
de fuerzas y la libertad de acción de Foch o la
relación fin-medios,
optimización de los medios, la agilidad permanente, el
beneficio de la sorpresa de Liddell Hart, no sufren alteraciones
con la tecnología bélica de estos días. Como
siempre, el desequilibrio de los recursos
disponibles y el extravío de los fines políticos en
aras de la supramacía operacional, obviando el
paragüas nuclear, conforman la clave. Autores comercialmente
célebres, como Toffler, asumen, en el juego del
mercado, la
posibilidad de la libre denuncia y subsiguiente recompensa en
relación a los brotes nucleares o el pago de mercenarios
no artesanales que aseguren la paz . Por lo demás, queda
pendiente la clarificación en torno a los
productos que,
como los satélites,
tienen utilidad civil o
mercantil y militar, habida cuenta del choque entre los medios de
comunicación social y los estamentos militares.
¿ Dónde queda el sentido tradicional de la
identidad?, ¿ la moral de la
nación combatiente?, ¿ el liderazgo
aciago, infausto, impotente frente a la activa desobediencia
civil?.
La decisión de ir a la guerra constituye todo un
laberinto ante de las preguntas: ¿con quién y
cómo ?. La política no institucional, centro de la
expresividad democrática, compite con los partidos no
programáticos, "recogelo-todo" ("catch-all"),
electoralistas, sujetos al constante mercadeo
político en las clases medias (con mayor acceso a la
cultura y educación
sistemática y propensas al activismo de la más
variada índole: ecológico, homosexual, pacifista,
etc.). A la larga, toda saturación conflictiva, poniendo a
prueba el elenco institucional disponible, puede degenerar en una
guerra civil, si llegara a traspasar los linderos de la guerra
psicológica, trasfondo de la innovación tecnológica actual,
dependiente de las hostilidades moldeadas y las imágenes
continuamente transgredidas, con los obvios límites de
desgaste. ¿Guerra civil mundial?.
Con el desarrollo de la desobediencia civil, el
patriotismo de la constitución adquiere una contundente
relevancia y aminora, condiciona, supedita toda decisión
de ir a la guerra. La formulación de las demandas
políticas escapa de los conocidos, probados y ciertamente
anacrónicos canales políticos, sujetas a la
potencial dispersión que no significa frustración
de reclamos o peticiones sino rediseño de productos y
resultados.
4. ¿Los
límites de la estrategia operacional?
Los medios electrónicos, como elementos para
hacer la guerra, imposibilitan o dificultan el análisis en términos de capacidad de
fuego y movimiento;
cantidad de fuerzas, hombres y materiales
disponibles; volumen de las
fuerzas enemigas; espacio del teatro de
operaciones.
No hay formal distinción entre la guerra y la paz, como
tampoco los consabidos factores estables: físicos,
económicos, culturales, jurídicos. Ya los
países con grandes excedentes no tienen necesidad de
movilizar todos sus recursos materiales
para apuntar al oponente, coaccionarlo, presionarlo, pues la
fuerza física,
en este aspecto del fenómeno bélico, no concurre
para alcanzar los objetivos: ¿ se trata del desarrollo
táctico que es empleo,
privilegio de las armas en combate o de lo logístico, por
indefinición de la estrategia general?, ¿ no
estamos en presencia de la estrategia operacional?. Si tomamos en
cuenta a Beaufre, es aconsejable " no sólo conciliar los
objetivos elegidos por la estrategia general con las
posibilidades determinadas por las tácticas o por las
técnicas, sino también orientar la
evolución de las tácticas y de las
técnicas para adaptarlas a las necesidades de la
estrategia" . De esta manera, concretamente, la informática nos remite a las movilidades
estratégicas (fuera del combate), más que a las
movilidades tácticas (dentro del combate): "Pero la
estrategia no se juega como el ajedrez, con
peones de valor
constante y definido. Sus soluciones se
asemejan a un guiso en que fuera preciso mezclar ingredientes en
constante estado de transformación" . Las nuevas
tecnologías interpelan las viejas estrategias sin
éxito.
Ahora bien, la estrategia disuasiva se hace inductiva
por vía electrónica. Se dice, no hay documento
oficial alguno que defina la "guerra de la información",
aunque la Junta de Jefes de Estado Mayor estadounidense la
concibe como "guerra de comando y control"
("Command and Control Warfare"
– WC) El blanco del conflicto informativo es la mente humana, las
ideas, las formas de pensar y decidir. El desequilibrio del
oponente está subordinado al empleo de los misiles
epistemológicos, por llamar de alguna manera la
dislocación, manipulación, violencia ejercida sobre
el sostén difuso de las comunidades, sus recursos
simbólicos y lingüisticos, científicos y
técnicos, éticos e ideológicos, creencias y
valores. Y
ello, sin considerar que a través de los hologramas,
creando y generalizando el pánico de la población civil, pueden simularse grandes
bombardeos aéreos.
Puede asegurarse que las experiencias dictatoriales en
América
Latina recogen buena parte de los fundamentos de la guerra
informativa que es psicosocial. Tácticas publicitarias,
relieve de la
crisis
moral,
acentuación del asedio guerrillero, provocación
sistemática de miedo, amenaza del caos,
prefiguración del mesianismo militar y, por supuesto, los
enemigos semánticos de siempre que se esconden tras una
expresión demoníaca y multívoca: comunistas,
buscando la legitimación de los grupos paramilitares. El
aspecto más entorpecido es el de las comunicaciones, la prensa escrito y
audiovisual. Y todo lo anterior tiene relación con "las
pobres condiciones ideológicas y altos niveles de
confusión política, social e ideológica de
la mayor parte de las masas oprimidas latinoamericanas" y,
así, "la aplicación violenta del terrorismo de
Estado las encuentra en un particular estado de
indefensión yoica, especialmente vulnerable a la
indefensión y que ataca directamente la integración
de su sí mismo, provocando la aparición de
múltiples sistemas
defensivos" .
La noción de realidad, la que permite al ser
humano adentrarse en ella identificando sus posibilidades,
percibir los límites de su libertad y adquirir ciertos
niveles de seguridad y poder
sobre el entorno, tomando a Pérez Schael, puede
extraviarse con los flujos electrónicos,
sistemáticamente dirigidos a tal objetivo.
Constituye el rompimiento del dúo lejano-cerca,
rico-pobre, comercial-residencial,lugar de trabajo-hogar,
visible-invisible, luz-sombra, como
si la distorsión informativa pudiera internarnos a todos
en la casa que sorprendió y reprimió, con ahogos de
sensualidad, incluso, al protagonista de "Aura" de Carlos
Fuentes.
Bélicamente, se trata del oscurecimiento de la
información de combate: bases y sistemas de
fusión
de datos,
procesamiento electrónico y sistema de presentación
en los centros neurálgicos de mando y control, frenando el
acceso a terceros mediante conexiones satelitales. Tras el
absoluto silencio de los conflictos, declarados o no, sin mayor
oportunidad para apelar a la moral de la
nación, puede, en términos de psicosegundos,
inyectar virus, avalanchas
de datos, dislocar los sistemas ferroviarios y eléctricos,
con relativa libertad de acción, anónimos soldados
atrincherados en sus computadoras
que, por sí misma, despliegan el combate, o, enlazando con
los núcleos de dirección del personal militar
o desplazamiento de las armas convencionales o no, deshebran
cualquier sistema defensivo. Los daños por ataques
vía Internet a las
empresasmercantiles, casi nunca denunciados, alcanzaron la cifra
de US $ 5 mil millones . Pensemos, por un momento, en los
terroristas de la red y el anchísimo
campo de maniobras que se ofrece, sin sujeción a un
sentido de patria, con referencias estrictamente personales. Ya
el poder de la red de redes está comprobada
y, aunque supongamos que los zapatistas no cuentan con el apoyo o
dominio
popular, transparente y convincente en el interior de México,
las campañas propagandísticas del exterior dicen lo
contrario y son alrededor de 60 mil personas las que han visitado
su página
Web.
Las hojas de la alcachofa electrónica, tomando a Beaufre, lucen
más adecuadas en este tipo de conflictos silenciosos:
acciones
rápidas y brutales para luego detenerse, alcanzando
objetivos parciales, reemprendiendo sucesivamente la marcha. Lo
que sugiere el privilegio de los grupos de inteligencia,
una mayor comunicación entre analistas y decisores,
centralización de las instancias de
concepción y planificación y descentralización de las ejecutoras,
centrados en la decisionética:"complicar o confundir el
proceso de
producción de decisiones del oponente para
que no pueda obrar o comportarse de un modo coordinado o
efectivo" . Sin embargo, la sorpresa no está asegurada en
tanto haya una creciente interconexión y
domesticación militar de las nuevas armas.
En América
Latina, Brasil fue el
país con mayor ventas de
pc’s en 1995 (40,3%), seguido de México
(14,1%), Argentina
(10,5%), Colombia (7,8%),
Chile (6,7%) y
Venezuela (4,8%). En éste último país, la
colocación de redes se proyecta del 3,1% en 1995 a 17,0%
en 1999 y, en relación a la distribución por sectores, es de observar
que la
educación representa el 10,15%; gobierno, 4,13%;
hogar, 18,99% y las grandes y medianas empresas, 65,77% .
Rápidamente se infiere que es la población civil la que mejor está
equipada en cuanto a unidades y redes .
Ahora bien, la guerra de la información, en los
términos de Stein, se verifica a través de los
conflictos ampliados o restringidos de nación a
nación, de sociedad a
sociedad, adquiriendo las características de la guerra revolucionaria
de corte maoísta, con claros objetivos (maximizados) de
confrontación política, desestabilización.
No obstante, por los diferentes intereses en pugna, fragmentada o
dispersa crecientemente la vida social, que -en lo
político- abren alternativas como el fortalecimiento de la
autogestión el mandato directo, la nueva socialidad y
sensibilidad, la autonomía frente a la expansión
hogeneizante.
La política es confrontación, proceso,
negociación que resulta de la
combinación de los intereses parciales contrastando,
inevitablemente, con las fórmulas tradicionales de
surgimiento del liderazgo.
Así, surge el patriotismo de la constitución que
puede franquearse como otra modalidad del patriotismo de la
guerra, sin apelar a la consabida simbología, dando cauce
al realismo
virtual, pues potencialmente toda persona o
agrupación puede esgrimir el armamento que tiene en sus
manos para imponer ideas o simplemente divertirse con
ellas.
De acuerdo a nuestra Constitución,
significaría, a sabiendas de las dificultades en mantener
la independencia
e integridad territorial, asegurar la libertad, la paz, la
estabilidad de las instituciones,
la garantía de los derechos de la persona humana,
el repudio a la guerra y otras formas de predominio y el orden
democrático. Reglas de juego y
voluntad de respetarla, perfeccionando la democracia posmoderna
hasta convertirla en instrumento capaz de resolver los problemas
cotidianos y desembocar en una sociedad de derechos humanos
y calidad de
vida.
La moral estratégica encuentra en Castex,
imputada al gobierno, alto mando y nación, los tropiezos
de la "extensión considerable de las constituciones e
instituciones democráticas" y, además, con el
ejemplo francés durante la primera contienda mundial,
asoma el peligro de monopolizar las transformaciones morales .
Sin embargo, la guerra electrónica, informática, informativa o
infopsicológica no pone en peligro esa moral de la
nación, pues, por una parte, se verifica entre las
élites políticas y militares principalmente, casi
sin que el resto de la sociedad pueda darse cuenta de ella, y,
por otra, las referencias tradicionales pierden velozmente su
eficacia y el
fenómeno bélico merma como medio, instrumental,
detonante del sentido de pertenencia, identidad, continuidad en
crisis, favoreciendo, todavía con lentitud, las
comunidades ecológicas y semióticas. Salvo que,
dicha guerra, provoque daños colaterales, pues, una
ilustración frecuente, el operador no puede
introducir y desarrollar una campaña racista hacia el
oponente, cuando, perteneciendo formalmente a otra nacionalidad,
es de la misma raza.
De todos modos, lo que está en el tapete es el
problema estratégico de los conflictos silenciosos
supeditados a una pregunta clave: ¿cuál idea de la
victoria puede tenerse y sostenerse?, ¿no queda la guerra
como un recurso para legitimar unas élites que se resisten
a lo volátil del poder único y central, más
que profundizar en la identidad de extensas y variadas
poblaciones antes incuestionablemente apegadas a la figura del
Estado Nacional?. Con Beaufre y Stein, se puede decir que no
existe credibilidad en el genio de los estrategas, derrotados por
la visión de las guerras catastróficas y las
tertulias de café,
pero es necesario concebir la estrategia de la posmodernidad
para que la tecnología llegue sin superarla, subordinarla,
hipotecarla, banalizando lo extraordinario. Es administrar las
incertidumbres, sin apelar a los símbolos convencionales
del patriotismo de guerra.
-Beaufre, André. "Introducción a la estrategia". Editorial
Ríoplatense. Buenos Aires.
1977.
-Castex (Almirante). "Teorías
estratégicas". S/e, s/f. Tomo IV.
-Da Rous, Héctor. "Una forma de dominación de la
autocracia militar en el cono sur: la guerra psicosocial"; en:
AA.VV. "Terrorismo de Estado y violencia psíquica". Fondo
Editorial Tropikos. Caracas. 1987.
-Habermas, Jürgen. "Identidades nacionales y
postnacionales". Editorial Tecnos. Madrid. 1989.
-Hamon, Léo. "Estrategia contra la guerra". Ediciones
Guadarrama. Madrid. 1969.
-Jensen, Owen. "La guerra de información: principios de una
guerra de la tercera ola". Airpower Journal. Edición
Hispanoamericana. Verano de 1995. Internet, ruta y
dirección:http://www/cdsar.af.mil/apj-s/sjensen.html.
-Lanz, Rigoberto. "Discurso
democrático y posmodernidad" y "Política y
utopía: ¿cómo encontrar de nuevo la voluntad
y el pensamiento?";
en: AA.VV. "El malestar de la política". ULA.
Mérida. 1994.
-Molist,Mercé."Internet:armadeguerra":http://www.partal.com/web/mayo/artículos. html.
-Pérez Schael, María Sol. "Petróleo,
cultura y poder en Venezuela". Monte Avila Editores
Latinoamericana. Caracas. 1993.
-Stein, George. "La guerra de información". Airpower
Journal. Edición Hispanoamericana. Verano de
1996:http://www/cdsar.af.mil/apj-s/sstein.html.
-Rey, Juan Carlos. "Apogeo y decadencia de la democracia
representativa"; en: AA.VV. "América
Latina: alternativas para la democracia". Monte Avila
Editores. Caracas. 1992.
-Romero, Aníbal. "Tiempos de conflicto (ensayos
político-estratégicos)". Ediciones de la
Asociación Política Internacional. Caracas.
1986.
-Toffler, Alvin (y Heidi). "Las guerras del futuro". Plaza y
Janés. Barcelona.
1994.-
-Werz, Nikolaus. "Pensamiento
sociopolítico moderno en América
Latina". Nueva Sociedad. Caracas. 1995.
-Woolley, Benjamin."Posmodernidad, ficción y
virtualidad":http://www.iztapalapa.
vam.mx/iztapala.www/topodrillo/35td_12.html.
-Zapata, Roberto. "Los valores de
los venezolanos". Conciencia 21.
Caracas. 1995.
-(*)
// Apartado postal 17367 Parque Central Caracas Venezuela //
Trabajo elaborado a mediados de 1996, expuesto en el ciclo de
conferencias "Internet o los nuevos espacios públicos",
Sala de Cibermedios, Fracción Parlamentaria del Partido
Socialcristiano COPEI, Caracas, Enero de 1997. Editado por la
referida Fracción.
La guerra de masas, inherente al Estado Nacional,
está en declive por fuerza del desarrollo
tecnológico. Tiende a no actualizar el sentido de
identidad. Se debe, fundamentalmente, al fenómeno de la
dispersión del poder y la muy probable
consolidación de las comunidades ecológicas y
semióticas. Así, el patriotismo de la guerra
cederá espacio al patriotismo de la constitución y
la guerra electrónica, informativa o epistemológica
irrumpirá sin contar con una doctrina estratégica
general: al privilegiar los medios, evidenciando los
límites de la estrategia operacional. La vieja
épica no bastará para suscitar el entusiasmo y
reforzar la moral de la nación. La realidad
virtual se encargará de ello. Conflictos silenciosos o
sistémicos que hablan de la infoguerra y
posmodernidad.
El estímulo y ampliación de los
conflictos, resueltos o no, ayudan a la supervivencia del Estado
en relación a la clásica tríada que lo
define: poder – territorio – población. El soldado, su
más cultivada expresión romántica, remite a
una tradición que es de futuro y a una memoria que se
dice del pasado, reforzando el sentido de identidad. No obstante,
el presente puede ser (y lo es) de amargas dificultades que se
afanan (y alivian) en los ejemplos de la historia superada, quedando
pendiente la otra historia con sus promesas de
triunfo colectivo, sin adivinar que la guerra, reputada y
jerarquizada cada vez más por el desarrollo
tecnológico, estuvo en los hombros del mercenario
artesanal.
El Estado Nacional en América Latina es fruto de
la guerra que ya había fusionado la etapa preliminar con
la batalla, escenario deslumbrante que, al enfatizar el principio
divisionario (organizacional y logístico) y el
perfeccionamiento de las armas, permitió cubrir grandes
distancias propicias para la recreación
y exaltación plásticas. La guerra naval y, luego,
la aérea requerirá de un personal crecientemente
especializado para hacerla, afín a los adelantos de la
técnica que desembocará en la
administración del secreto a través de un
complejo sistema de comunicaciones, excepto el manejo de un
código que le ha permitido atraer y cultivar a las masas
mediante las fulgurantes maniobras que compiten con la imagen del
soldado blindado por sofisticados dispositivos láser,
rayando en la robótica.
Es decir, su visibilidad responde más a los súbitos
resultados espectaculares, con el bombardeo de puertos y
ciudades, que al proceso de conscripción, convencimiento,
reanimación y celebración de sus eventuales
espectadores.
El sistema político, generalmente urgido de
recursos simbólicos que ayuden a equilibrarlo en atención a los apremios y las demandas que
permanentemente recibe, apela al patriotismo de la guerra, real o
imaginaria, para solventar sus problemas de
consenso. El culto al pasado heroico, infalible, motivador,
evocador de actos y actores recogidos en el lienzo, en la
imprenta, en la épica -por definición- siempre
inconclusa. Frente a contrincantes tan difusos, difíciles
aunque no imposibles de encarnar, como la inflación, el
déficit de viviendas o los brotes epidémicos,
insiste en los orígenes casi sobrehumanos que conceden la
identidad y continuidad necesarias, pues son muchos los
años en los que el imaginario está fundado en la
maniquea acentuación del bien y del mal, no admitiendo las
zonas grises de una realidad que son varias a la vez.
Así, se apela con facilidad al enemigo
común, antes el imperialismo
desde un flanco o el comunismo desde
otro, y, con mayor soltura, el país vecino,
depósito de todas las desdichas, previa conclusión
de la Guerra
Fría. Es el grupo de
rock
venezolano, los "Spías", quien tiene una exitosa
presentación en el sector más duro al sur de
Bogotá y, en una entrevista
radial, consideran que la calidad de su
música
finalmente pudo vencer las reservas xenofóbicas
enfrentadas. Y es que no se va a la guerra, incluso, pero siempre
hay un discurso
predispuesto hacia ella como elemento de aglutinación.
Ocurre que las lamentables escaramuzas entre Perú y
Ecuador,
oportunas para la reelección de Fujimori, ocultaron la
violación de los derechos humanos, empleados
los indígenas como carne de cañón,
según las 200 mil denuncias recibidas por José
Ayala Lasso, representante de la ONU
Autor:
Luis Barragán J.