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Bien común, política y civilización del amor




Enviado por gabrielt




    1.
    Resumen

    2. Dice el Catecismo de la Iglesia
    Católica

    3. El amor tiene una dinámica
    particular que se refleja en: la filia, el eros y el
    ágape.

    4.
    Bibliografía

    1.
    Resumen

    A partir del carácter
    social del hombre se
    descubren relaciones que lo llevan a conformar comunidades que
    trabajan buscando el Bien común. Es así que aparece
    la política
    como elemento aglutinante de todos aquellos esfuerzos que buscan
    el bien común, pero con el transcurso de los tiempos la
    política se convierte en asegurar el bien común de
    unos pocos: de los que llegan a poder. Una
    nueva civilización se construye basándosela en el
    precepto del amor. La
    política tiene también ahí su
    parte.

    A partir de la mera observación podemos deducir que el hombre no
    vive solo. De hecho, los hombres han vivido desde siempre en
    estado social.
    La sociabilidad le viene al hombre no del
    hecho de que convive con otros hombres sino de su propia naturaleza. De
    hecho, el hombre no
    puede ser comprendido sin incluir alguna referencia a su
    dimensión social. En este sentido, Aristóteles y Santo Tomás de
    Aquino enseñan que el hombre es un animal social y
    además político. Por eso el hombre como un animal
    social que desarrolla su actividad humana en diversas formas y
    niveles de convivencia, ya sea en la familia
    como en las modernas y complejas organizaciones
    estatales e internacionales, lo social no puede serle analizado
    como algo extraño con entidad propia, lo social es algo
    humano y el hombre es su fundamento.

    "El que el hombre es fundamento del orden social quiere
    indicarse, en primer lugar, que es el sujeto real en el cual lo
    social se verifica como realidad accidental o de inherencia. Lo
    social no es nunca un sujeto con consistencia real propia; no es
    substancia; por el contrario se verifica siempre como algo que es
    del hombre, vale decir, como accidente humano."

    El término social deriva del término
    latino socialis, el cual procede a su vez de societas y que, como
    adjetivo, indica la calidad del que
    acompaña a otro, mientras que como sustantivo es el sujeto
    que va con otro. "Social" implica originariamente la idea de un
    ir juntos de dos o más hombres.

    Como ya hemos dicho, el hombre es el fundamento de la
    vida social cualesquiera que sean las formas o manifestaciones de
    ésta. De allí que sea importante redescubrir al
    hombre como eje y centro de la dinámica social.

    2. Dice el Catecismo de
    la
    Iglesia
    Católica

    "La persona humana
    necesita de la vida social. Esta no constituye para ella algo
    sobreañadido, sino una exigencia de su naturaleza"

    Por lo tanto, toda doctrina sobre el orden social debe
    comenzar por una recta intelección del hombre, su vida y
    sus fines.

    Ahora bien, lo social al ser una propiedad del
    hombre, es decir un accidente que emana con necesidad de la
    naturaleza humana la forma más manifiesta de lo social, es
    decir de ese carácter social del hombre, y, por lo tanto,
    de su núcleo significativo, consiste en un obrar o hacer
    juntos de muchos. Vale decir, en una practica común o
    colectiva que tiende a un fin.

    En este sentido se puede entender la formación de
    grupos
    sociales primarios a partir de los cuales se forman estructuras
    sociales mayores que aparecen como una realidad dinámica buscando un fin
    determinado.

    Ahora bien el orden social encuentra su principio de
    ordenación en el fin social, que es siempre el bien
    común.

    "Por bien común, es preciso entender el conjunto
    de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los
    grupos y a
    cada uno de sus miembros conseguir más plena y
    fácilmente su propia perfección"

    En este sentido, el fin social de un grupo
    está determinado en su contenido por la perfección
    del hombre, que es siempre una forma de actividad o vida y el
    bien común no es otra cosa que la perfección de la
    vida social.

    Ahora bien, el bien común comporta tres elementos
    esenciales que conviene recordarlos:

    1. El respeto a la
      persona: En
      nombre del bien común se deben respetar los derechos fundamentales e
      inalienables de la persona humana.
    2. El bienestar social y el desarrollo
      del grupo mismo:
      En nombre del bien común se debe facilitar a cada uno lo
      que necesita para llevar una vida verdaderamente humana:
      alimento, salud, trabajo, educación, etc.
    3. La paz: Esto significa la vigencia de un orden
      justo.

    Ahora bien, la pregunta que podría surgir es
    ¿dónde se realiza el bien común? Dejemos que
    la misma Iglesia nos
    responda.

    "…la realización más completa de este
    bien común se verifica en la comunidad
    política…

    Analicemos un poco esta cuestión de la comunidad
    política. Obviamente que no podemos hablar solo de "lo
    político" ascépticamente. Hemos de hacerlo sobre
    algo más amplio que la política: sobre el hombre y
    sobre cierta concepción de hombre, porque según sea
    la idea que tengamos de él, es decir según sea
    nuestra antropología, será así
    también nuestra visión política.

    Ahora bien, en el análisis que hace Mariano Grondona en "La
    Argentina como
    vocación", observa que el ser humano es por un lado,
    "animal" y en tal sentido comparte con las especies inferiores
    ciertos instintos básicos como el hambre, el apetito
    sexual y la autopreservación. Pero también se eleva
    por encima de ellos porque es capaz de organizarse en ciudades o
    polis.

    Ahora bien, si pensamos que el hombre es un animal
    político la polis resulta una comunidad "natural". Es en
    ella y solo en ella en que realiza su vida, adquiere su propia
    plenitud, su auténtica libertad y
    solo en cuanto pertenece a la ciudad vive para ella en busca del
    bien común.

    En este sentido, la vida social tiene diversas formas de
    realización: la familia, el
    municipio, las asociaciones, corporaciones, el estado,
    entre otras. Si bien todas buscan la perfección, no todas
    alcanzan iguales niveles de perfección, pero es en
    el estado
    – la comunidad política – donde se puede
    alcanzar y asegurar la perfección del vivir humano. De
    ahí que el Estado sea
    definido, prácticamente, por su ordenación al bien
    común.

    Aunque no exclusiva, dentro de la estructura del
    Estado existe la realidad del poder y
    conviene tener presente que el mismo, como toda actividad humana,
    está ordenado necesariamente a un fin como a su
    última causa, razón o principio. De la
    desordenación al fin verdadero y de la correlativa
    dirección hacia un bien aparente deriva,
    por lo tanto, la injusticia del poder, es decir su
    descalificación como conducta valiosa
    y como fuente de bien común para los demás miembros
    de la polis. Mediante el poder se busca el bien común, y
    con él, la paz.

    "La paz social es una unión amistosa fundada en
    el querer del bien común y rectificada por la justicia. La
    paz verdadera es fruto del amor al bien
    más grande según el orden de la justicia".

    Antes de que los actores de televisión, los deportistas, los locutores
    y los periodistas se convirtieran en los asesores de los
    políticos y también, antes de que esos mismos
    actores de televisión, deportistas, locutores y
    periodistas se convirtieran ellos mismos en políticos,
    hubo un tiempo en el que
    los políticos y los estadistas solían abrevar en la
    fuente de las ideas de los filósofos. De allí que podemos
    hablar de una relación entre política y
    filosofía puesta de manifiesto en una distribución implícita de tareas
    asignadas a los filósofos y políticos tendiente a la
    búsqueda del bien común dentro de un marco
    específico: la polis. De allí que podamos hablar de
    la política como el cultivo de tácticas, técnicas y
    estratagemas destinadas a asegurar el bien común. En este
    sentido, la democracia
    ateniense ofreció a los ciudadanos la posibilidad de
    buscar una polis más bella y más armoniosa. De
    allí que Platón
    acuda al paradigma del
    arte de tejer
    para definir la política como el arte de
    entrelazar la urdimbre y la trama para el enriquecimiento de cada
    uno de los miembros de la polis y alcanzar así la paideia.
    En la Etica a Nicómaco
    se puede deducir que la Política no es una simple zona,
    sector o parcela del saber humano y de la existencia del ser
    humano, sino la culminación necesaria de la Etica. No es
    extraño entonces que quien mejor esté en
    condiciones de gobernar sea quien se haya entregado dignamente al
    estudio de la filosofía.

    Pero con el tiempo la
    política se convirtió en el cultivo de
    tácticas, técnicas y estratagemas destinadas a la
    conquista del poder. En rigor se trataba de un "arte", pero
    consistente en manipular los conceptos y los valores
    para la conquista del poder.

    La política se convierte entonces en la lucha
    entre personas agrupadas en partidos dirigida a la conquista del
    poder y una vez instalados en el poder, el partido gobernante
    ejerce su "autoridad"
    para expandir su dominio y su
    autoridad
    sobre los demás integrantes de la polis.

    Esta búsqueda de poder llevó a elaborar
    teorías
    que consideran a la política independiente del bien
    común. Nicolás Maquiavelo
    propuso un espíritu que aún hoy se puede observar
    en ciertas actitudes y
    que es pretender legitimar cualquier conducta o
    actitud
    política siempre que ella estuviera en la línea de
    la defensa o el engrandecimiento del poder. Esta mentalidad
    tomó tal fuerza que se
    desvinculó del bien común y tomó la utilidad como
    finalidad. Ya no se dedica el tiempo para la
    contemplación, sino por el contrario, se lo dedica a la
    acción, a la actividad, en definitiva a saciar la sed de
    apetito de poder.

    Esta búsqueda de poder por el poder mismo
    generó el individualismo, el materialismo, el
    pragmatismo,
    el ánimo de lucro como motor y principio
    regulador de la economía, la lucha de
    clases, el relativismo y el agnosticismo. No puede establecerse
    una solidaridad
    básica capaz de asegurar la estabilidad de un orden
    social, cualquiera sea su signo. Las consecuencias es que se ha
    llegado a atentar frontalmente contra la vida humana aún
    antes del nacimiento, contra la estabilidad de la familia,
    contra todo el orden de la sexualidad,
    contra los derechos de los trabajadores
    en un clima de corrupción
    y decadencia.

    "En este sentido, la democracia,
    como forma política de organización del estado debe considerarse
    ilegítima, en la medida en que, de suyo, no es un
    régimen que tenga por fin el bien
    común."

    En función de
    lo expuesto, es entendible entonces, que la política no
    pueda ni deba incorporar a sus principios la
    caridad o el amor hacia
    el prójimo, pues esto significaría anularse a
    sí misma, ya que vive esencialmente de la rivalidad, la
    competencia y el
    cultivo de la aversión hacia los demás partidos. La
    política obliga a manejarse con un código
    y obrar acorde a los más puros mandatos
    maquiavélicos.

    Ahora bien, hemos presentado dos aspectos importantes
    dentro de lo político: por un lado hemos planteado el
    hombre filosófico cuya función era de ayudar a la
    política en su acción, por el otro lado hemos
    planteado el hombre político, que ha dejado de lado la
    filosofía y se ha dedicado únicamente a la
    búsqueda y conquista del poder.

    Ahora bien, como ha quedado planteado el pensamiento
    político, desde siempre, se ha fundado sobre algo
    más amplio que la política, se ha fundado sobre una
    cierta concepción del ser humano. Según sea la idea
    que tengamos del ser humano, es decir, según sea nuestra
    antropología, así será
    nuestra visión política.

    Para Aristóteles lo que hay cuando uno piensa,
    por lo pronto, es la polis. El individuo adquiere sentido en
    cuanto ciudadano a partir de ella. Ahora bien, si lo que hay, por
    lo pronto es el individuo, la vida en sociedad ha de
    pensarse como expresión del cálculo de
    costos y
    beneficios que cada individuo realiza en función de su
    propio bienestar. Cuando el cálculo lo
    lleva a preferir la vida en sociedad como una
    fórmula que promete más beneficios que costos, contrata
    con otros la constitución de una sociedad, de una
    nación,
    del orden político. La idea de que nos debemos al bien
    común ha sido dejada de lado y es usada por los
    dueños del poder para someter a los demás miembros
    de la comunidad.

    Es interesante mirar la consecuencia para poder actuar a
    tiempo. El resultado es la aparición de un homo economicus
    donde hay un repliegue del hombre sobre sí mismo y un
    movimiento en
    función de propios intereses. Todos, de una manera u otra
    actúan desde el ángulo del homo economicus, con
    vistas a su cálculo individual de costos y beneficios
    dando lugar a la aparición de la corrupción.

    Ahora bien, es importante y urgente iluminar lo real
    desde la verdad. Juan Pablo II ilumina e ilustra la realidad con
    una propuesta muy particular: el
    amor.

    Nada escapa a la mirada de fe de Juan Pablo II. Ese "ir
    a las cosas mismas" de Max Scheler, el Papa lo encarna y cuando
    transmite ideas, éstas no son abstractas, sino que por el
    contrario comunica experiencias de fe y vida cotidiana
    ensambladas por la experiencia unitiva del amor.

    De allí que con esa mirada Juan Pablo II se de
    cuenta que la civilizazión del amor es posible y no una
    simple idea descabellada. De hecho es importante un cambio en la
    mentalidad del hombre, es necesario que conozca cuales son sus
    puntos débiles y sus concepciones, para que sobre ellas,
    pueda asumir otras actitudes.

    "Esto significa que es necesario conocer la verdad sobre
    la sociedad familiar y las actitudes auténticas que deben
    observarse en la comunidad política"

    Juan Pablo II descubre que el hombre es sujeto causal de
    las civilizaciones. El hombre es capaz de originar una
    civilización, que favorezca el desarrollo
    integral de la persona humana. También es capaz de crear
    una civilización inhumana. En este sentido, basta una
    mirada a sus cartas
    encíclicas y apostólicas, a sus exhortaciones y a
    los mensajes que lleva a cada pueblo que visita, para persuadirse
    de ello.

    El Papa propone y promueve la civilización del
    amor, de esta forma también se procura la paz y la
    justicia.

    Ahora bien, una característica fundamental del amor es ser
    fecundo, de allí que podamos proponer: ¿puede el
    amor ser el motor principal
    en la generatividad de sociedades
    humanas empapadas de solidaridad, de
    subsidiariedad entre todos sus miembros? ¿Se puede, sin
    amor, llevar adelante el proceso y
    hasta la utopía de construir una sociedad humana universal
    en donde reine el consenso de un compromiso a vivir en la
    libertad, la
    justicia y la bondad? Podríamos decir en respuesta a estos
    interrogantes que el amor todo lo puede y sin amor nada se
    construye, pero construir en el amor es una tarea ardua llena de
    exigencias.

    Un genuino amor siempre invoca a la justicia. No hay
    acto de amor donde abierta o disimuladamente no se le da al otro
    lo que le corresponde, se lo atropella, se lo denigra, se lo
    destruye física
    o espiritualmente, se lo seduce, engaña o halaga para el
    logro de su propio provecho. La paz es un don de Dios, no se
    puede alcanzar la paz sin la justicia. No hay justicia sin amor.
    Por eso, del amor nacen los verdaderos movimientos que
    reivindican los derechos que los otros tiene para crecer en la
    vida y en el mismo amor. El amor es un principio unitivo. En esta
    hermenéutica es el amor el fundamento de una nueva
    antropología y de una nueva civilización
    .

    "Es evidente que una persona constructora de la
    civilización del amor actuará según el
    espíritu y reconocerá en cada ser humano un co
    – sujeto de amor. El amor verdadero hace imposible la
    situación de des – humanización."

    Para hablar con acierto sobre el amor, no se lo puede
    restringir a la esfera de lo privado. La aventura de vivir en el
    amor muestra
    cómo hay que ejercitarlo y vivirlo juntamente en lo
    privado y en lo público: por eso no puede dejar de lado la
    justicia. Así el amor genera vida. El amor es siempre don
    y graciosa y gratuitamente dado. Quiere ser siempre justo, pero
    colorea la justicia de equidad, que es mirar al otro en una
    presencia "cara a cara" donde se refleja una habitual
    propensión a la bondad que matiza las rigurosas
    prescripciones de la justicia legal y sus fastidiosas
    burocracias. Es importante entonces, saber dar al otro lo que se
    le debe en justicia mediante gestos y palabras que descubran la
    solidaridad del amor. Porque solo el amor podrá cambiar la
    historia, pero
    nunca lo hará si no se encarna en una justicia
    real.

    "… para crear la civilización del amor, se
    necesita la colaboración de cada persona. A medida que los
    hombres actúen según su recta conciencia,
    irán desapareciendo las estructuras de
    pecado. Se irá gestando la civilización del
    amor"

    Es importante plantear entonces que en una época
    marcada por la absolutización del mercado, en donde
    todo se comercializa incluso hasta lo más sagrado, una
    renovación de la economía para que
    evolucione hacia una economía justa del don porque
    será más fácil que en este ámbito se
    establezcan relaciones recíprocas de colaboración
    que tendrán un marcado tinte de justicia social empapada
    en su raíz por el amor.

    3. El amor tiene una
    dinámica particular que se refleja en: la filia, el eros y
    el ágape.

    En la filia el amor se ve como reciprocidad, basado en
    el reconocimiento de cualidades idealmente equivalentes entre las
    partes; es el amor que merece sellar una relación entre
    ambas por los valores
    existentes en las dos, que los iguala en la bondad.

    En el eros se propone un modelo de amor
    como un deseo sublimado en el que los deseos individuales y
    egoístas ceden lugar al deseo de lo bello y lo verdadero,
    dando así nacimiento a la moral y
    consecuentemente a la posibilidad de una vida social ordenada y
    justa.

    Pero es en el ágape donde nos referimos al amor
    de caridad que remite inmediatamente al amor de Dios por los
    hombres y a la relación de amor entre los hombres, hecho
    posible por este amor divino. Se trata de un amor radical,
    absolutamente gratuito, imposible de ser medido o comparado con
    cualquier cosa. Un amor de presente, fuera de la lógica
    del dar para recibir.

    Todo sería motivado por la dinámica del
    amor, no mirando tanto sus intereses y menos de una manera
    egoísta, sino mirado por las exigencias y gratificaciones
    que brotan del compromiso con el bien común de toda la
    humanidad. Pero esto es un desideratum, y como bien se puede
    entender, un régimen que no es de este mundo. Con todo, no
    hace mal anhelarlo, como lo hace Juan Pablo II cuando habla de la
    civilización del amor y de la cultura de la
    vida.

    El amor por lo tanto es una exigencia siempre renovable
    que un hecho ya logrado en la historia. La realidad del
    amor es una experiencia tan profunda e inefable que es imposible
    definir claramente lo que es el amor, pero por sus frutos se lo
    conoce:

    a. amar en su plenitud es principalmente buscar siempre
    el bien integral del otro y encontrar en ello su más
    grande satisfacción. El amor entre en un grado heroico,
    cuando el otro no responde o destruye con su maldad al amante. El
    amor llega a su coronación final cuando se da una plena
    reciprocidad entre el amante y el amado. Cuando en una sociedad
    los amantes son amados y los amados son amantes, la utopía
    de la civilización del amor se hace una
    realidad

    b. Se puede considerar como hombre amante aquel que
    propone motivaciones y ofrece recursos para que
    los otros se sientan continuamente solicitados a ser buenos,
    viendo la bondad de la vida y la palabra de su interlocutor. Y
    esto se hace mucho más influyente cuando las estructuras
    sociales, oficiales y privadas se inspiran en esa misma actitud.

    c. Todo esto no significa que el amor no pueda corregir
    al que yerra y sancionar al culpable, por eso el amor no puede,
    en efecto, sobrepasar a la justicia. La justicia si no se empapa
    de amor, termina por convertirse en una gran injusticia. De
    allí que se hable de equidad. La equidad, en efecto,
    modera el cumplimiento de la letra de la ley con la
    consideración de la dignidad de la persona humana. La
    equidad es siempre una manifestación del amor. La plena
    verdad y la justa ley han de ser
    siempre seriamente respetadas, pero solo si están
    informadas y estimuladas por el amor sincero y generoso a los
    hombre pueden vivificar el orden jurídico y dar lugar a un
    orden más humano y cordial que satisfaga las necesidades
    concretas del hombre y sus instituciones
    y conmueva a los corazones nobles por el culto que manifiesta a
    la virtud de la magnanimidad. La grandeza de corazón
    que nunca se cansa, aunque no siempre reciba respuesta, por mover
    a los que se comportan mal a la recuperación es una de las
    grandes cualidades de la civilización del amor.

    d. El amor maduro del hombre siempre da lugar a un
    estilo de vida peculiar. Esto da lugar a sociedades que
    no hacen manifestaciones públicas en función
    exclusiva de los "bienes", del
    tener, apetecer, figurar y poder sino privilegian aquellas que
    promueven los bienes del ser
    y del servir.

    e. El amor es una realidad dinámica. Siempre es
    susceptible de crecimiento hacia una plenificación final.
    El que de veras ama, siempre crece en su conciencia, en su
    libertad, en su responsabilidad, aunque pueda tener caídas
    o tenga que vivir su testimonio en situaciones dolorosamente
    adversas. Amar se le hace algo connatural. El que así ama
    no se cansa de trabajar por la unidad, el consenso, la
    armonía, la conciliación y se esfuerza por
    desterrar todo lo que engendra apatía, agresividad,
    resentimiento, envidia, rencor. Es una tarea sin duda de largo
    alcance y costosa. Solo el que ama de veras puede conocer en su
    amplitud lo que es la civilización del amor.

    f. "Obras son amores y no buenas razones" dice el
    refranero popular y esto muestra que el
    verdadero amor es siempre operativo, no se estanca en huecas
    declamaciones. El amor sabe mantenerse dispuesto al servicio
    desinteresado, inteligente y discreto de quienes necesitan
    más que uno. Servicio que
    en una "civilización del amor" es asumido tanto a nivel
    personal como
    a nivel societario y gubernamental. Y esto que a primera vista
    parece imposible, es lograble si uno se deja iluminar y conducir
    por el Amor.

    g. el amor maduro vive en una certeza existencial que
    una seria fidelidad a sus exigencias es el principal factor de
    unidad entre los eres humanos. En la medida en que crezca el amor
    mutuo, cuyo punto de partida es el respeto, se
    reconocerá que el bien común hace bien a todos y
    cada persona no se sentirá engañada o violada en
    sus derechos humanos.
    Esta experiencia permite afianzar una "civilización del
    amor" y una "cultura de la
    vida"

    Esta conversión a la civilización del amor
    comienza por el corazón
    del hombre. Cualquier cultura y civilización se va
    integrando dentro de la civilización del amor cuando se
    mantiene perseverante en sus esfuerzos de integración, equidad, consenso, creatividad.
    Lo cual, por otra parte, teniendo en cuenta la misteriosa
    condición humana, es algo fácil de afirmar pero
    difícil de cumplir.

    Todo hombre, si quiere ser noble no puede quedar al
    margen de jugarse por el amor social y su fruto, la
    civilización del amor. Por eso hay que ser hombres de paz,
    que trabajando con hecho de vida, puedan engendrar y hacer crecer
    la civilización del amor.

    Concluyendo diremos que estamos llamado a continuar
    construyendo una Argentina
    gloriosa. Estamos llamados a incorporar en la vida de nuestra
    Patria valores que
    dejen a los que vienen un mundo mejor. De esta forma el futuro
    del país comenzará a dibujarse sobre la tierra como
    norte para las demás naciones del mundo. Un futuro que es
    hoy y que se abre frente a las puertas del Tercer
    Milenio.

    Estamos llamados a ser libres, libertad asumida con
    responsabilidad, pensando en el bien común
    porque al bien común le toca crear las condiciones
    necesarias para que las personas puedan trabajar, negociar y
    ganar en todos los aspectos, por eso el bien común debe
    prevalecer y estar por encima de todo bien particular.

    En este sentido, es importante generar espacios de
    entendimiento y crecimiento en común. Es cierto que
    nuestra sociedad necesita urgentemente una dosis de amor. Hoy en
    esta sociedad de mercado, donde se
    compran y venden cosas sin saber qué valor tienen
    es necesario volver a instalar un puestecito surtido de valores,
    actitudes, virtudes o normas
    éticas y en ese puestecito ofrecer lo clásico:
    respeto mutuo, honradez, competencia
    profesional, transparencia, lealtad, cooperación dentro de
    un marco de justicia, solidaridad, no solo nacional sino
    también internacional y ese largo etcétera que
    levanta el ánimo de las personas y sociedades.

    Sobre la base del amor es posible la construcción de una patria de hermanos en
    un clima de
    solidaridad y justicia, de búsqueda permanente del bien
    común, de privilegiar los intereses de la patria por sobre
    los intereses partidistas, sectoriales o personales, de luchar
    por la justicia y bregar por la paz, de elegir los caminos del
    diálogo y
    la integración, de evitar y combatir todo tipo
    de corrupción, de privilegiar la cultura nacional, de
    respetar y amar los símbolos patrios. Lo contrario implica
    un servilismo a intereses ajenos a nuestra
    Nación.

    Por eso, así como todo hombre aspira a ser
    alguien en su familia, toda
    familia en su clase, toda clase en su pueblo, aspiremos
    también nosotros a que nuestro pueblo sea alguien en la
    humanidad

    4.
    Bibliografía

    • CAMPS, Victoria. Los valores
      de la
      educación Anaya – 4º Edición
      Madrid marzo de
      1996
    • GRONDONA, Mariano: Bajo el imperio de las ideas
      morales – las causas no económicas del desarrollo
      económico Editorial Sudamericana, Tercera
      edición, Colombia, Julio
      1993,
    • IDEM: La Argentina como vocación –
      ¿Qué nos pide la Patria a los argentinos de hoy?
      Planeta, Buenos Aires,
      Tercera edición, Julio 1995
    • IDEM: Las condiciones culturales del desarrollo
      económico – Hacia una teoría del desarrollo Ariel Planeta-
      Buenos
      Aires, Segunda Edición, Julio 1999
    • LLERENA AMADEO, Juan Rafael; VENTURA, Eduardo: El
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      1997
    • SANCHEZ AGESTA, Luis: Principios
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      SRL, Buenos Aires 1986.
    • Aristóteles: Moral a
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    • POPESCU, Stan: Ateísmo y política en
      Cursos de
      Cultura Católica Ateísmo Contemporáneo,
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    • ARAUJO AZAROLA, María C.: Juan Pablo II y la
      Civilización del Amor; , Colección Sentir en la
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    Categoría: Religión
    Filosofía

     

     

    Autor:

    Prof. Gabriel A. Tejerina Navarro

    Profesor de enseñanza primaria
    Profesor en Filosofía y Ciencias de la
    Educación
    con Orientación en Pastoral Juvenil
    Salta – Argentina

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