1.
Resumen
2. Dice el Catecismo de la Iglesia
Católica
3. El amor tiene una dinámica
particular que se refleja en: la filia, el eros y el
ágape.
4.
Bibliografía
A partir del carácter
social del hombre se
descubren relaciones que lo llevan a conformar comunidades que
trabajan buscando el Bien común. Es así que aparece
la política
como elemento aglutinante de todos aquellos esfuerzos que buscan
el bien común, pero con el transcurso de los tiempos la
política se convierte en asegurar el bien común de
unos pocos: de los que llegan a poder. Una
nueva civilización se construye basándosela en el
precepto del amor. La
política tiene también ahí su
parte.
A partir de la mera observación podemos deducir que el hombre no
vive solo. De hecho, los hombres han vivido desde siempre en
estado social.
La sociabilidad le viene al hombre no del
hecho de que convive con otros hombres sino de su propia naturaleza. De
hecho, el hombre no
puede ser comprendido sin incluir alguna referencia a su
dimensión social. En este sentido, Aristóteles y Santo Tomás de
Aquino enseñan que el hombre es un animal social y
además político. Por eso el hombre como un animal
social que desarrolla su actividad humana en diversas formas y
niveles de convivencia, ya sea en la familia
como en las modernas y complejas organizaciones
estatales e internacionales, lo social no puede serle analizado
como algo extraño con entidad propia, lo social es algo
humano y el hombre es su fundamento.
"El que el hombre es fundamento del orden social quiere
indicarse, en primer lugar, que es el sujeto real en el cual lo
social se verifica como realidad accidental o de inherencia. Lo
social no es nunca un sujeto con consistencia real propia; no es
substancia; por el contrario se verifica siempre como algo que es
del hombre, vale decir, como accidente humano."
El término social deriva del término
latino socialis, el cual procede a su vez de societas y que, como
adjetivo, indica la calidad del que
acompaña a otro, mientras que como sustantivo es el sujeto
que va con otro. "Social" implica originariamente la idea de un
ir juntos de dos o más hombres.
Como ya hemos dicho, el hombre es el fundamento de la
vida social cualesquiera que sean las formas o manifestaciones de
ésta. De allí que sea importante redescubrir al
hombre como eje y centro de la dinámica social.
2. Dice el Catecismo de
la Iglesia
Católica
"La persona humana
necesita de la vida social. Esta no constituye para ella algo
sobreañadido, sino una exigencia de su naturaleza"
Por lo tanto, toda doctrina sobre el orden social debe
comenzar por una recta intelección del hombre, su vida y
sus fines.
Ahora bien, lo social al ser una propiedad del
hombre, es decir un accidente que emana con necesidad de la
naturaleza humana la forma más manifiesta de lo social, es
decir de ese carácter social del hombre, y, por lo tanto,
de su núcleo significativo, consiste en un obrar o hacer
juntos de muchos. Vale decir, en una practica común o
colectiva que tiende a un fin.
En este sentido se puede entender la formación de
grupos
sociales primarios a partir de los cuales se forman estructuras
sociales mayores que aparecen como una realidad dinámica buscando un fin
determinado.
Ahora bien el orden social encuentra su principio de
ordenación en el fin social, que es siempre el bien
común.
"Por bien común, es preciso entender el conjunto
de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los
grupos y a
cada uno de sus miembros conseguir más plena y
fácilmente su propia perfección"
En este sentido, el fin social de un grupo
está determinado en su contenido por la perfección
del hombre, que es siempre una forma de actividad o vida y el
bien común no es otra cosa que la perfección de la
vida social.
Ahora bien, el bien común comporta tres elementos
esenciales que conviene recordarlos:
- El respeto a la
persona: En
nombre del bien común se deben respetar los derechos fundamentales e
inalienables de la persona humana. - El bienestar social y el desarrollo
del grupo mismo:
En nombre del bien común se debe facilitar a cada uno lo
que necesita para llevar una vida verdaderamente humana:
alimento, salud, trabajo, educación, etc. - La paz: Esto significa la vigencia de un orden
justo.
Ahora bien, la pregunta que podría surgir es
¿dónde se realiza el bien común? Dejemos que
la misma Iglesia nos
responda.
"…la realización más completa de este
bien común se verifica en la comunidad
política…
Analicemos un poco esta cuestión de la comunidad
política. Obviamente que no podemos hablar solo de "lo
político" ascépticamente. Hemos de hacerlo sobre
algo más amplio que la política: sobre el hombre y
sobre cierta concepción de hombre, porque según sea
la idea que tengamos de él, es decir según sea
nuestra antropología, será así
también nuestra visión política.
Ahora bien, en el análisis que hace Mariano Grondona en "La
Argentina como
vocación", observa que el ser humano es por un lado,
"animal" y en tal sentido comparte con las especies inferiores
ciertos instintos básicos como el hambre, el apetito
sexual y la autopreservación. Pero también se eleva
por encima de ellos porque es capaz de organizarse en ciudades o
polis.
Ahora bien, si pensamos que el hombre es un animal
político la polis resulta una comunidad "natural". Es en
ella y solo en ella en que realiza su vida, adquiere su propia
plenitud, su auténtica libertad y
solo en cuanto pertenece a la ciudad vive para ella en busca del
bien común.
En este sentido, la vida social tiene diversas formas de
realización: la familia, el
municipio, las asociaciones, corporaciones, el estado,
entre otras. Si bien todas buscan la perfección, no todas
alcanzan iguales niveles de perfección, pero es en
el estado
– la comunidad política – donde se puede
alcanzar y asegurar la perfección del vivir humano. De
ahí que el Estado sea
definido, prácticamente, por su ordenación al bien
común.
Aunque no exclusiva, dentro de la estructura del
Estado existe la realidad del poder y
conviene tener presente que el mismo, como toda actividad humana,
está ordenado necesariamente a un fin como a su
última causa, razón o principio. De la
desordenación al fin verdadero y de la correlativa
dirección hacia un bien aparente deriva,
por lo tanto, la injusticia del poder, es decir su
descalificación como conducta valiosa
y como fuente de bien común para los demás miembros
de la polis. Mediante el poder se busca el bien común, y
con él, la paz.
"La paz social es una unión amistosa fundada en
el querer del bien común y rectificada por la justicia. La
paz verdadera es fruto del amor al bien
más grande según el orden de la justicia".
Antes de que los actores de televisión, los deportistas, los locutores
y los periodistas se convirtieran en los asesores de los
políticos y también, antes de que esos mismos
actores de televisión, deportistas, locutores y
periodistas se convirtieran ellos mismos en políticos,
hubo un tiempo en el que
los políticos y los estadistas solían abrevar en la
fuente de las ideas de los filósofos. De allí que podemos
hablar de una relación entre política y
filosofía puesta de manifiesto en una distribución implícita de tareas
asignadas a los filósofos y políticos tendiente a la
búsqueda del bien común dentro de un marco
específico: la polis. De allí que podamos hablar de
la política como el cultivo de tácticas, técnicas y
estratagemas destinadas a asegurar el bien común. En este
sentido, la democracia
ateniense ofreció a los ciudadanos la posibilidad de
buscar una polis más bella y más armoniosa. De
allí que Platón
acuda al paradigma del
arte de tejer
para definir la política como el arte de
entrelazar la urdimbre y la trama para el enriquecimiento de cada
uno de los miembros de la polis y alcanzar así la paideia.
En la Etica a Nicómaco
se puede deducir que la Política no es una simple zona,
sector o parcela del saber humano y de la existencia del ser
humano, sino la culminación necesaria de la Etica. No es
extraño entonces que quien mejor esté en
condiciones de gobernar sea quien se haya entregado dignamente al
estudio de la filosofía.
Pero con el tiempo la
política se convirtió en el cultivo de
tácticas, técnicas y estratagemas destinadas a la
conquista del poder. En rigor se trataba de un "arte", pero
consistente en manipular los conceptos y los valores
para la conquista del poder.
La política se convierte entonces en la lucha
entre personas agrupadas en partidos dirigida a la conquista del
poder y una vez instalados en el poder, el partido gobernante
ejerce su "autoridad"
para expandir su dominio y su
autoridad
sobre los demás integrantes de la polis.
Esta búsqueda de poder llevó a elaborar
teorías
que consideran a la política independiente del bien
común. Nicolás Maquiavelo
propuso un espíritu que aún hoy se puede observar
en ciertas actitudes y
que es pretender legitimar cualquier conducta o
actitud
política siempre que ella estuviera en la línea de
la defensa o el engrandecimiento del poder. Esta mentalidad
tomó tal fuerza que se
desvinculó del bien común y tomó la utilidad como
finalidad. Ya no se dedica el tiempo para la
contemplación, sino por el contrario, se lo dedica a la
acción, a la actividad, en definitiva a saciar la sed de
apetito de poder.
Esta búsqueda de poder por el poder mismo
generó el individualismo, el materialismo, el
pragmatismo,
el ánimo de lucro como motor y principio
regulador de la economía, la lucha de
clases, el relativismo y el agnosticismo. No puede establecerse
una solidaridad
básica capaz de asegurar la estabilidad de un orden
social, cualquiera sea su signo. Las consecuencias es que se ha
llegado a atentar frontalmente contra la vida humana aún
antes del nacimiento, contra la estabilidad de la familia,
contra todo el orden de la sexualidad,
contra los derechos de los trabajadores
en un clima de corrupción
y decadencia.
"En este sentido, la democracia,
como forma política de organización del estado debe considerarse
ilegítima, en la medida en que, de suyo, no es un
régimen que tenga por fin el bien
común."
En función de
lo expuesto, es entendible entonces, que la política no
pueda ni deba incorporar a sus principios la
caridad o el amor hacia
el prójimo, pues esto significaría anularse a
sí misma, ya que vive esencialmente de la rivalidad, la
competencia y el
cultivo de la aversión hacia los demás partidos. La
política obliga a manejarse con un código
y obrar acorde a los más puros mandatos
maquiavélicos.
Ahora bien, hemos presentado dos aspectos importantes
dentro de lo político: por un lado hemos planteado el
hombre filosófico cuya función era de ayudar a la
política en su acción, por el otro lado hemos
planteado el hombre político, que ha dejado de lado la
filosofía y se ha dedicado únicamente a la
búsqueda y conquista del poder.
Ahora bien, como ha quedado planteado el pensamiento
político, desde siempre, se ha fundado sobre algo
más amplio que la política, se ha fundado sobre una
cierta concepción del ser humano. Según sea la idea
que tengamos del ser humano, es decir, según sea nuestra
antropología, así será
nuestra visión política.
Para Aristóteles lo que hay cuando uno piensa,
por lo pronto, es la polis. El individuo adquiere sentido en
cuanto ciudadano a partir de ella. Ahora bien, si lo que hay, por
lo pronto es el individuo, la vida en sociedad ha de
pensarse como expresión del cálculo de
costos y
beneficios que cada individuo realiza en función de su
propio bienestar. Cuando el cálculo lo
lleva a preferir la vida en sociedad como una
fórmula que promete más beneficios que costos, contrata
con otros la constitución de una sociedad, de una
nación,
del orden político. La idea de que nos debemos al bien
común ha sido dejada de lado y es usada por los
dueños del poder para someter a los demás miembros
de la comunidad.
Es interesante mirar la consecuencia para poder actuar a
tiempo. El resultado es la aparición de un homo economicus
donde hay un repliegue del hombre sobre sí mismo y un
movimiento en
función de propios intereses. Todos, de una manera u otra
actúan desde el ángulo del homo economicus, con
vistas a su cálculo individual de costos y beneficios
dando lugar a la aparición de la corrupción.
Ahora bien, es importante y urgente iluminar lo real
desde la verdad. Juan Pablo II ilumina e ilustra la realidad con
una propuesta muy particular: el
amor.
Nada escapa a la mirada de fe de Juan Pablo II. Ese "ir
a las cosas mismas" de Max Scheler, el Papa lo encarna y cuando
transmite ideas, éstas no son abstractas, sino que por el
contrario comunica experiencias de fe y vida cotidiana
ensambladas por la experiencia unitiva del amor.
De allí que con esa mirada Juan Pablo II se de
cuenta que la civilizazión del amor es posible y no una
simple idea descabellada. De hecho es importante un cambio en la
mentalidad del hombre, es necesario que conozca cuales son sus
puntos débiles y sus concepciones, para que sobre ellas,
pueda asumir otras actitudes.
"Esto significa que es necesario conocer la verdad sobre
la sociedad familiar y las actitudes auténticas que deben
observarse en la comunidad política"
Juan Pablo II descubre que el hombre es sujeto causal de
las civilizaciones. El hombre es capaz de originar una
civilización, que favorezca el desarrollo
integral de la persona humana. También es capaz de crear
una civilización inhumana. En este sentido, basta una
mirada a sus cartas
encíclicas y apostólicas, a sus exhortaciones y a
los mensajes que lleva a cada pueblo que visita, para persuadirse
de ello.
El Papa propone y promueve la civilización del
amor, de esta forma también se procura la paz y la
justicia.
Ahora bien, una característica fundamental del amor es ser
fecundo, de allí que podamos proponer: ¿puede el
amor ser el motor principal
en la generatividad de sociedades
humanas empapadas de solidaridad, de
subsidiariedad entre todos sus miembros? ¿Se puede, sin
amor, llevar adelante el proceso y
hasta la utopía de construir una sociedad humana universal
en donde reine el consenso de un compromiso a vivir en la
libertad, la
justicia y la bondad? Podríamos decir en respuesta a estos
interrogantes que el amor todo lo puede y sin amor nada se
construye, pero construir en el amor es una tarea ardua llena de
exigencias.
Un genuino amor siempre invoca a la justicia. No hay
acto de amor donde abierta o disimuladamente no se le da al otro
lo que le corresponde, se lo atropella, se lo denigra, se lo
destruye física
o espiritualmente, se lo seduce, engaña o halaga para el
logro de su propio provecho. La paz es un don de Dios, no se
puede alcanzar la paz sin la justicia. No hay justicia sin amor.
Por eso, del amor nacen los verdaderos movimientos que
reivindican los derechos que los otros tiene para crecer en la
vida y en el mismo amor. El amor es un principio unitivo. En esta
hermenéutica es el amor el fundamento de una nueva
antropología y de una nueva civilización
.
"Es evidente que una persona constructora de la
civilización del amor actuará según el
espíritu y reconocerá en cada ser humano un co
– sujeto de amor. El amor verdadero hace imposible la
situación de des – humanización."
Para hablar con acierto sobre el amor, no se lo puede
restringir a la esfera de lo privado. La aventura de vivir en el
amor muestra
cómo hay que ejercitarlo y vivirlo juntamente en lo
privado y en lo público: por eso no puede dejar de lado la
justicia. Así el amor genera vida. El amor es siempre don
y graciosa y gratuitamente dado. Quiere ser siempre justo, pero
colorea la justicia de equidad, que es mirar al otro en una
presencia "cara a cara" donde se refleja una habitual
propensión a la bondad que matiza las rigurosas
prescripciones de la justicia legal y sus fastidiosas
burocracias. Es importante entonces, saber dar al otro lo que se
le debe en justicia mediante gestos y palabras que descubran la
solidaridad del amor. Porque solo el amor podrá cambiar la
historia, pero
nunca lo hará si no se encarna en una justicia
real.
"… para crear la civilización del amor, se
necesita la colaboración de cada persona. A medida que los
hombres actúen según su recta conciencia,
irán desapareciendo las estructuras de
pecado. Se irá gestando la civilización del
amor"
Es importante plantear entonces que en una época
marcada por la absolutización del mercado, en donde
todo se comercializa incluso hasta lo más sagrado, una
renovación de la economía para que
evolucione hacia una economía justa del don porque
será más fácil que en este ámbito se
establezcan relaciones recíprocas de colaboración
que tendrán un marcado tinte de justicia social empapada
en su raíz por el amor.
3. El amor tiene una
dinámica particular que se refleja en: la filia, el eros y
el ágape.
En la filia el amor se ve como reciprocidad, basado en
el reconocimiento de cualidades idealmente equivalentes entre las
partes; es el amor que merece sellar una relación entre
ambas por los valores
existentes en las dos, que los iguala en la bondad.
En el eros se propone un modelo de amor
como un deseo sublimado en el que los deseos individuales y
egoístas ceden lugar al deseo de lo bello y lo verdadero,
dando así nacimiento a la moral y
consecuentemente a la posibilidad de una vida social ordenada y
justa.
Pero es en el ágape donde nos referimos al amor
de caridad que remite inmediatamente al amor de Dios por los
hombres y a la relación de amor entre los hombres, hecho
posible por este amor divino. Se trata de un amor radical,
absolutamente gratuito, imposible de ser medido o comparado con
cualquier cosa. Un amor de presente, fuera de la lógica
del dar para recibir.
Todo sería motivado por la dinámica del
amor, no mirando tanto sus intereses y menos de una manera
egoísta, sino mirado por las exigencias y gratificaciones
que brotan del compromiso con el bien común de toda la
humanidad. Pero esto es un desideratum, y como bien se puede
entender, un régimen que no es de este mundo. Con todo, no
hace mal anhelarlo, como lo hace Juan Pablo II cuando habla de la
civilización del amor y de la cultura de la
vida.
El amor por lo tanto es una exigencia siempre renovable
que un hecho ya logrado en la historia. La realidad del
amor es una experiencia tan profunda e inefable que es imposible
definir claramente lo que es el amor, pero por sus frutos se lo
conoce:
a. amar en su plenitud es principalmente buscar siempre
el bien integral del otro y encontrar en ello su más
grande satisfacción. El amor entre en un grado heroico,
cuando el otro no responde o destruye con su maldad al amante. El
amor llega a su coronación final cuando se da una plena
reciprocidad entre el amante y el amado. Cuando en una sociedad
los amantes son amados y los amados son amantes, la utopía
de la civilización del amor se hace una
realidad
b. Se puede considerar como hombre amante aquel que
propone motivaciones y ofrece recursos para que
los otros se sientan continuamente solicitados a ser buenos,
viendo la bondad de la vida y la palabra de su interlocutor. Y
esto se hace mucho más influyente cuando las estructuras
sociales, oficiales y privadas se inspiran en esa misma actitud.
c. Todo esto no significa que el amor no pueda corregir
al que yerra y sancionar al culpable, por eso el amor no puede,
en efecto, sobrepasar a la justicia. La justicia si no se empapa
de amor, termina por convertirse en una gran injusticia. De
allí que se hable de equidad. La equidad, en efecto,
modera el cumplimiento de la letra de la ley con la
consideración de la dignidad de la persona humana. La
equidad es siempre una manifestación del amor. La plena
verdad y la justa ley han de ser
siempre seriamente respetadas, pero solo si están
informadas y estimuladas por el amor sincero y generoso a los
hombre pueden vivificar el orden jurídico y dar lugar a un
orden más humano y cordial que satisfaga las necesidades
concretas del hombre y sus instituciones
y conmueva a los corazones nobles por el culto que manifiesta a
la virtud de la magnanimidad. La grandeza de corazón
que nunca se cansa, aunque no siempre reciba respuesta, por mover
a los que se comportan mal a la recuperación es una de las
grandes cualidades de la civilización del amor.
d. El amor maduro del hombre siempre da lugar a un
estilo de vida peculiar. Esto da lugar a sociedades que
no hacen manifestaciones públicas en función
exclusiva de los "bienes", del
tener, apetecer, figurar y poder sino privilegian aquellas que
promueven los bienes del ser
y del servir.
e. El amor es una realidad dinámica. Siempre es
susceptible de crecimiento hacia una plenificación final.
El que de veras ama, siempre crece en su conciencia, en su
libertad, en su responsabilidad, aunque pueda tener caídas
o tenga que vivir su testimonio en situaciones dolorosamente
adversas. Amar se le hace algo connatural. El que así ama
no se cansa de trabajar por la unidad, el consenso, la
armonía, la conciliación y se esfuerza por
desterrar todo lo que engendra apatía, agresividad,
resentimiento, envidia, rencor. Es una tarea sin duda de largo
alcance y costosa. Solo el que ama de veras puede conocer en su
amplitud lo que es la civilización del amor.
f. "Obras son amores y no buenas razones" dice el
refranero popular y esto muestra que el
verdadero amor es siempre operativo, no se estanca en huecas
declamaciones. El amor sabe mantenerse dispuesto al servicio
desinteresado, inteligente y discreto de quienes necesitan
más que uno. Servicio que
en una "civilización del amor" es asumido tanto a nivel
personal como
a nivel societario y gubernamental. Y esto que a primera vista
parece imposible, es lograble si uno se deja iluminar y conducir
por el Amor.
g. el amor maduro vive en una certeza existencial que
una seria fidelidad a sus exigencias es el principal factor de
unidad entre los eres humanos. En la medida en que crezca el amor
mutuo, cuyo punto de partida es el respeto, se
reconocerá que el bien común hace bien a todos y
cada persona no se sentirá engañada o violada en
sus derechos humanos.
Esta experiencia permite afianzar una "civilización del
amor" y una "cultura de la
vida"
Esta conversión a la civilización del amor
comienza por el corazón
del hombre. Cualquier cultura y civilización se va
integrando dentro de la civilización del amor cuando se
mantiene perseverante en sus esfuerzos de integración, equidad, consenso, creatividad.
Lo cual, por otra parte, teniendo en cuenta la misteriosa
condición humana, es algo fácil de afirmar pero
difícil de cumplir.
Todo hombre, si quiere ser noble no puede quedar al
margen de jugarse por el amor social y su fruto, la
civilización del amor. Por eso hay que ser hombres de paz,
que trabajando con hecho de vida, puedan engendrar y hacer crecer
la civilización del amor.
Concluyendo diremos que estamos llamado a continuar
construyendo una Argentina
gloriosa. Estamos llamados a incorporar en la vida de nuestra
Patria valores que
dejen a los que vienen un mundo mejor. De esta forma el futuro
del país comenzará a dibujarse sobre la tierra como
norte para las demás naciones del mundo. Un futuro que es
hoy y que se abre frente a las puertas del Tercer
Milenio.
Estamos llamados a ser libres, libertad asumida con
responsabilidad, pensando en el bien común
porque al bien común le toca crear las condiciones
necesarias para que las personas puedan trabajar, negociar y
ganar en todos los aspectos, por eso el bien común debe
prevalecer y estar por encima de todo bien particular.
En este sentido, es importante generar espacios de
entendimiento y crecimiento en común. Es cierto que
nuestra sociedad necesita urgentemente una dosis de amor. Hoy en
esta sociedad de mercado, donde se
compran y venden cosas sin saber qué valor tienen
es necesario volver a instalar un puestecito surtido de valores,
actitudes, virtudes o normas
éticas y en ese puestecito ofrecer lo clásico:
respeto mutuo, honradez, competencia
profesional, transparencia, lealtad, cooperación dentro de
un marco de justicia, solidaridad, no solo nacional sino
también internacional y ese largo etcétera que
levanta el ánimo de las personas y sociedades.
Sobre la base del amor es posible la construcción de una patria de hermanos en
un clima de
solidaridad y justicia, de búsqueda permanente del bien
común, de privilegiar los intereses de la patria por sobre
los intereses partidistas, sectoriales o personales, de luchar
por la justicia y bregar por la paz, de elegir los caminos del
diálogo y
la integración, de evitar y combatir todo tipo
de corrupción, de privilegiar la cultura nacional, de
respetar y amar los símbolos patrios. Lo contrario implica
un servilismo a intereses ajenos a nuestra
Nación.
Por eso, así como todo hombre aspira a ser
alguien en su familia, toda
familia en su clase, toda clase en su pueblo, aspiremos
también nosotros a que nuestro pueblo sea alguien en la
humanidad
- CAMPS, Victoria. Los valores
de la
educación Anaya – 4º Edición
– Madrid marzo de
1996 - GRONDONA, Mariano: Bajo el imperio de las ideas
morales – las causas no económicas del desarrollo
económico Editorial Sudamericana, Tercera
edición, Colombia, Julio
1993, - IDEM: La Argentina como vocación –
¿Qué nos pide la Patria a los argentinos de hoy?
Planeta, Buenos Aires,
Tercera edición, Julio 1995 - IDEM: Las condiciones culturales del desarrollo
económico – Hacia una teoría del desarrollo Ariel Planeta-
Buenos
Aires, Segunda Edición, Julio 1999 - LLERENA AMADEO, Juan Rafael; VENTURA, Eduardo: El
Orden Político, A-Z Editora, Buenos Aires,
1997 - SANCHEZ AGESTA, Luis: Principios
Cristianos del Orden Político; Ediciones Temática
SRL, Buenos Aires 1986. - Aristóteles: Moral a
Nicomáco, Ediciones Espasa, Colección Austral,
traducción de Patricio de Azcárate, Madrid,
España, 10ma Edición,
1997 - POPESCU, Stan: Ateísmo y política en
Cursos de
Cultura Católica Ateísmo Contemporáneo,
Volumen VII,
Universidad
Católica Argentina, Buenos Aires 1989 - ARAUJO AZAROLA, María C.: Juan Pablo II y la
Civilización del Amor; , Colección Sentir en la
Iglesia 7, 1988
Categoría: Religión –
Filosofía
Autor:
Prof. Gabriel A. Tejerina Navarro
Profesor de enseñanza primaria
Profesor en Filosofía y Ciencias de la
Educación
con Orientación en Pastoral Juvenil
Salta – Argentina