Para los que vivimos en cualquier
parte.
En el mundo o fuera de él
Más allá de todo mundo
y en cualquier tiempo
LECTOR:
Tienes la oportunidad de dejar este mundo y de
seguir al Señor. No dudes un instante. No
permanezcas observando lo que queda atrás, en el camino,
ni sueñes con tu fantasía, gestando fantasmas en
un futuro que no es y que, seguramente, nunca
será.
Deja. Aventúrate, en cambio, por
las sendas de la Eternidad, que ya están a tu
disposición. No sólo no están lejos sino que
en este mismo instante se abren para ti.
Tal vez pensabas que alcanzarías una vida mejor
mudando de lugar o escapándote del tiempo. Nada de
eso. Aquí hallarás una pequeña senda para
horadar el instante y el lugar en que te encuentras y pasar del
otro lado. Más allá.
No te turbe tu pasado. No te angustie el mañana.
Simplemente estás aquí y ahora con el Señor.
Es Él quien te llama.
Y no quieras saber otra cosa. No te pierdas en
vericuetos ni te distraigas en tu propio laberinto. No te
justifiques buscando razones para escapar de la senda del
Señor. Que no te deslumbren los espejismos de un mundo que
perece.
Aquí intentamos no caer en el precipicio de
la muerte.
Aquí pedimos al Señor la Salvación… No
pretendemos dar lecciones sino aprender a abrir las puertas de
par en par al Salvador.
Abre estas páginas y reconoce, en ellas, una
insinuación. Una suerte de invitación a subir mucho
más alto. Solo son un punto de partida.
PRIMERA
PARTE
Conducta y
actitudes en
la jornada
1. Al comenzar el día, ármese, el lector,
con la señal de la Cruz y conságrelo, todo entero,
en un breve acto al Señor.
2. Renuncie explícitamente, con una
cortísima invocación, a cualquier vanidad o
distracción durante la jornada. Haga el propósito,
sinceramente, de no apartarse del Señor. Recuerde el
aforismo de San Juan de la Cruz que nos enseña que
sólo Dios es digno del pensamiento
del hombre.
3. Pida, en fin, con plegarias e invocaciones, la gracia
de la contemplación y de su perseverancia.
4. Sepa que el diablo lo tentará con
muchísimas distracciones u ocupaciones disfrazadas de la
razón de bien. Rechace, con vigor, estos engaños y
no viva volcado hacia afuera sino recogido y advertido.
Pida al Señor el don del discernimiento y busque la paz.
Su principal ascesis sea el silencio.
5. No por mucho empeñarse logrará mejores
resultados. Combata la ansiedad que lo oprime y permanezca
quieto, atento al silencio interior. El Señor no quiere
esos sus trabajos y sus cosas sino a toda su persona. No
pierda el tiempo.
6. El mundo, en el que le toca peregrinar, se asemeja al
caos. La mayoría de los hombres, en los centros urbanos,
vive en desorden y desarmonía. No tema, ni se deje atrapar
por ningún lazo. Sobre todo, no preste atención a lo efímero.
7. La mano izquierda no ha de saber lo que hace la
derecha. Transcurra la jornada en olvido de sí.
8. Recuerde que lo más grande siempre resulta
incómodo. Con la ayuda de Dios vencerá
cualquier asedio. El Verbo de Dios, en la estrechez e
incomprensión de este mundo, en su humillación y
obediencia, no pierde grandeza sino que es exaltado.
9. No se apresure. Deténgase y sosiéguese.
No haga una cosa después de otra con precipitación.
Anímese a dejar que se vaya su medio de locomoción.
No corra detrás de nada. Vuélvase a cerrar
delicadamente las puertas cuando pasa a través de ellas y,
como aprenden los Cartujos en su Noviciado, no las cierre de un
golpe sino articulando su mecanismo. Entre paso y paso
descubrirá el silencio.
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