1.
INTRODUCCIÓN
En la Santa Navidad de
496, durante el bautismo solemne del Rey de los
Francos—Clodoveo— y tres mil de sus súbditos
en la Catedral de Reims, el obispo Remigio pronunció las
siguientes palabras: "Doblega tu cabeza, oh Sicambro;
venera lo que hasta ahora perseguías, y persigue lo
que adorabas". Cuenta una leyenda que como el sacerdote que
debía llevar el óleo sagrado de la
consagración no podía atravesar la ciudad por la
multitud, una paloma blanca llevó en el pico la botellita
de óleo —ampulla— y un ángel
trajo una bandera bordada con flores de lis, símbolo que
sería enseña de los Reyes de Francia.
Desde entonces guardó una intensa fidelidad al
catolicismo y los caballeros franceses fueron los que aniquilaron
a los herejes cátaros del mediodía francés y
junto a San Luis participaron en la Cruzada contra los musulmanes en
Oriente Próximo.
No obstante su pasado católico, poco a poco
Francia dejó de reconocerse a sí misma como La
fille aînée de l’Eglise (La hija
primogénita de la Iglesia). No
era injusto ese título, ni mucho menos, porque la nación
más extensa, más moderna y la más culta del
continente europeo tenía una sociedad
católica. De los 26 millones de franceses, sólo
40.000 eran judíos
y 500.000 protestantes. Sí, se sabían parte de la
Iglesia universal, pero conscientes de su peso específico:
139 diócesis y 40.000 parroquias, en 1789; 135 obispos,
alrededor de 70.000 sacerdotes seculares —un sacerdote por
cada 364 feligreses—, unos 30.000 religiosos y 40.000
religiosas. Con razón escribió François
Furet que Francia, en vísperas de la Revolución
Francesa, "…tenía un paisaje
católico, pues iglesias, ermitas, santuarios y
monasterios integraban y, no pocas veces, modelaban pueblos y
ciudades".
Con razón escribió François Furet
que Francia, en vísperas de la Revolución
Francesa, tenía un paisaje católico, pues iglesias,
ermitas, santuarios y monasterios integraban y, no pocas veces,
modelaban pueblos y ciudades.
A parte, la Iglesia también era un poder
económico independiente; calculada su riqueza en
propiedades en 3 mil millones de libras, que le daba unas rentas
de 150 millones de libras de intereses.
En definitiva el 6 % de la tierra
francesa estaba bajo el dominio de la
Iglesia y le permitía sostener su independencia
del poder real. Además existían unas 50 mil
cofradías de carácter religioso que reunían a la
mayor parte del laicado católico francés en un
asociacionismo fuera del control del
Estado.
Sin embargo, a pesar de las cifras que describían
a una Iglesia francesa poderosa e influyente en la sociedad
francesa, existían síntomas complicaban su salud.
Desde 1750 se comprobaba un progresivo descenso en el
número de vocaciones religiosas. Las razones para este
descenso venían en parte por el retraso, desde 1768, a los
21 años del ingreso de los jóvenes en las
órdenes religiosas; la hostilidad de algunas familias,
influidas por las lecturas de los ilustrados a que sus
vástagos entren en religión;
relajación del modo de vida de algunas órdenes al
reducir el tiempo de
oración, consumir té y café y
salir a la calle sin permiso del superior.
Además, de estas causas persistía la
división entre los miembros del clero francés, al
permanecer enquistados defensores de las tendencias galicanas y
jansenistas. Los primeros eran favorables a una cierta
autonomía de la Iglesia francesa con respecto a Roma y un
acercamiento al poder civil y defendían la superioridad
del concilio con respecto a la figura del Papa. En cuanto a los
segundos, a parte de la defensa de la predestinación
favorecían el poder de los obispos a costa del
Pontífice romano.
No obstante, aunque la Iglesia francesa tuviese que
soportar a estos colectivos disolventes en su seno, que
serían utilizados en su contra hábilmente por el
poder político, la calidad del clero
galo no planteará problemas a la
fidelidad de la Iglesia.
Los miembros del clero estaban preparados e instruidos,
y no se les conocía ningún tipo de
escándalo. La preparación que tenían en el
seminario
duraba de dos a tres años, especializándose en
Teología o Sagrada Escritura.
Tomando como ejemplo algunas localidades, en Burdeos el
50 % de los canónigos eran doctores en Teología, un
tercio del clero del Périgord tenía título
universitario. En cuanto a los obispos, cumplían con sus
obligaciones
pastorales, pero en su mayor parte pertenecían a la
aristocracia, mientras que el resto del clero era reclutado entre
las nacientes clases medias del tercer estado
francés.
Además la Iglesia protagonizaba la ayuda social
de una manera determinante al disponer de la totalidad del
personal de
los hospitales y centros de beneficencia y al escolarizar a dos
tercios de los niños
en centros regidos por órdenes religiosas femeninas. A
parte, el estado
francés se encontraba muy necesitado de liquidez monetaria
por las deudas contraídas en las diversas guerras
coloniales realizadas contra el Imperio
Británico.
La Iglesia Católica aportó en 1780
7.300.000 libras al erario francés y en los últimos
cinco años anteriores a la revolución, la cantidad
donada por la Iglesia al Estado para hacer frente a las deudas
sumaba 76.000.000 de libras.
A partir del siglo XVIII los pensadores ilustrados
defienden tesis
racionalistas y atacan los fundamentos dogmáticos de la
Iglesia Católica:
- El análisis de la religión
cristiana, de Dumarsais. - El hombre máquina, de La
Mettrie. - El espíritu, de Helvetius.
- La carta sobre los ciegos, de
Diderot. - El Belisario, de Marmontel.
- El sistema de la naturaleza, de
D´Holbach. - Las obras de Voltaire y Rousseau.
Todos ellos difundieron una imagen negativa
de la Iglesia en círculos minoritarios, pero influyentes
por su posición social e intelectual, especialmente en los
centros urbanos.
El estallido, el 14 de julio de 1789, de la
Revolución Francesa —de neto contenido
Liberal y Masónico— como nueva etapa del
proceso
histórico del alejamiento del hombre de
Dios, lleva a la creación de un nuevo concepto de
Estado y sociedad, bajo el lema: "Libertad,
igualdad, fraternidad, o la
muerte", verdadera parodia de la tolerancia
democrática, uno de los valores
más cotizados y pregonados en el mercado
revolucionario; en la teoría,
todo se puede tolerar, pero en la práctica no se tolera
que se pongan límites a
la «libertad». No se tolera el orden, ni la
autoridad, ni
la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la
«libertad». Todos gritan a coro que el
valor absoluto
a defender es la «libertad»; y olvidan que
ésta, para ser verdadera, debe estar cimentada en la
Verdad y ordenada al Bien.
La Ilustración —difundida por los
enciclopedistas franceses— consigue hacerse con los
resortes del poder político, sobre todo a través de
la masonería y a partir de la Revolución francesa,
extendiendo poco a poco su influjo mediante el liberalismo;
error que lleva a la afirmación de la voluntad (de la
libertad) del hombre por sí misma, por encima de la
voluntad de Dios o incluso frente a ella. Es, pues, el rechazo de
la soberanía de Dios sobre el hombre y el
mundo, dando lugar a la revolución como proceso
histórico del alejamiento del hombre de Dios. Por ello, en
el nuevo régimen, los estamentos propios del orden natural
deben desaparecer en beneficio de la nación
francesa, ente subversivo.
La Iglesia Católica, Apostólica y Romana
en Francia, institución vital en la sociedad gala y pilar
fundamental para el sostenimiento de la Monarquía, sufrió desde los inicios
un ataque sistemático y perverso; surgieron los adoradores
de la diosa Razón, de la diosa Libertad y de la diosa
Humanidad, que buscaban reemplazar la fe
católica.
Comienza así la descristianización de
Francia, signada por una verdadera apostasía de sus
hombres, religiosos y laicos.
El mundo moderno liberal —en el pensamiento y
las instituciones,
las leyes y las
costumbres— se va, pues, constituyendo ya en Occidente
como una contra-Iglesia, pues quiere vivir sin–Dios
y sin–Cristo. Y es apóstata, pues todo
él procede del cristianismo:
rechazando la guía de Cristo, en realidad se va
configurando contra– Cristo. Este mundo
liberal cree que «la razón humana, sin tener para
nada en cuenta a Dios, es el único árbitro
de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal; es
ley de
sí misma; y bastan sus fuerzas naturales para procurar el
bien de los hombres y de los pueblos» (San Pío
X, Syllabus, 1864, 3).
Así, con la finalidad de desmantelar la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana — ya que la
revolución se caracteriza por la idea de la
rebelión del hombre frente a Dios— se van sucediendo
cronológicamente una serie de disposiciones
revolucionarias:
- 4 de agosto de 1789: Abolición de los
derechos feudales por la Asamblea Nacional. - 24 de agosto de 1789: Votación por la
supresión de los diezmos. - 2 de noviembre de 1789: Nacionalización
de los bienes del clero y su conversión en bienes
nacionales para su posterior venta en beneficio del
Estado.
Estas medidas, que anulan en definitiva el poder de la
Iglesia Católica en Francia, tienen diversas
consecuencias, tales como: la separación Iglesia-Estado y
la formación del primer Estado aconfesional, la
desaparición del patrimonio
artístico francés, la asunción por el Estado
de la
educación y la asistencia social por el
desmantelamiento de la red educativa, y asistencia
de la Iglesia y la manutención del clero por el
Estado.
Esta última consecuencia —la
desamortización de los bienes de la
Iglesia— la lleva a la pérdida de su
independencia económica.
- Febrero de 1790: Primer juramento de
obediencia a la Constitución; se trataba de una simple
declaración de fidelidad a la nación, al
monarca y a las decisiones de la Asamblea Constituyente. La
totalidad del clero prestó su juramento, con la
excepción del obispo de Narbona, Mons.
Dillon. - 13 de febrero de 1790: Abolición de
los votos religiosos, lo que significa la supresión de
las órdenes regulares. Se exclaustra a monjas y
frailes, se incautan o incendian muchos
conventos. - 12 de julio de 1790: Aprobación de la
Constitución Civil del Clero, que es la base angular
de la instauración de una nueva iglesia y la
destrucción total de la vigente hasta entonces. Esta
reordenación consiste en diseñar de nuevo las
diócesis, que deben coincidir con los límites
de los departamentos. Sin embargo, esta medida significa la
supresión de 53 diócesis. Al mismo tiempo que
se produce la reordenación parroquial, en realidad, se
da la supresión de cuatro mil parroquias. - 18 de agosto de 1791: Supresión de
las congregaciones seculares. Estas medidas reducen los
efectivos de la Iglesia Católica a los sacerdotes
diocesanos; y para ellos también hay una medida de
reorganización, que les pondrá a las
órdenes directas del Estado.
En cuanto al personal de la nueva iglesia, la
elección de los obispos y párrocos por una asamblea
de electores (ciudadanos activos), pero
que por el censo está reducido a las clases más
acomodadas de la sociedad. Además, la ordenación de
los sacerdotes será por los obispos, pero estos
serán por el metropolitano y no por el Papa: es la ruptura
con Roma. Se reorganiza la Iglesia Francesa sin contar con Roma.
Se introduce el culto a la Diosa Razón. Se obliga a jurar
la Constitución a obispos, sacerdotes y
religiosos, con lo cual se origina un cisma (juramentados y
refractarios). Se persigue (muerte o
deportación) a quienes no juran. La enseñanza, antes muy dirigida por la
Iglesia, ahora es pública y laica. La Primaria queda
abandonada.
Como el nuevo clero depende del Estado en su organización y manutención y cumple
una función
pública como el resto de los funcionarios del Estado, sus
miembros deben jurar ser fieles a la nación y apoyar con
todo su poder la constitución decretada por la asamblea
nacional. Empero, estas medidas que eliminan a la Iglesia
Católica francesa cuentan con la total oposición
del Papa Pío VI, con lo que se da comienzo al cisma de una
iglesia galicana subordinada al poder civil, al margen de la
autoridad pontificia, de estructura
episcopalista y presbiteriana, donde los obispos y los
párrocos eran elegidos por el pueblo y los nombramientos
episcopales serían solamente notificados a Roma. Entre los
miembros del episcopado únicamente cuatro renegarán
de la fidelidad a Roma: Talleyrand, obispo de Autun;
Loménie de Brieme, Cardenal arzobispo de Sens; Jarente,
obispo de Orleans; y Lafont, obispo de Viviers. Entre los
miembros del clero se calcula en un 53% los refractarios al
juramento y reconocimiento de la ruptura con Roma. En cuanto al
pueblo creyente, éste se suma a la oposición al
clero oficial y asiste a ceremonias clandestinas. El Papa
Pío VI prohibió el juramento y excomulgó, el
12 de marzo de 1791, a los sacerdotes que lo
prestaran.
El rechazo a la reorganización eclesial es
respondido por las autoridades civiles revolucionarias con
fuertes medidas:
- 29 de noviembre de 1791: el clérigo que
no jure en ocho días será puesto bajo
vigilancia. - 27 de mayo de 1792: se vota un decreto que
sometía a la deportación más allá
de las fronteras a cualquier eclesiástico al que veinte
ciudadanos denunciaran como no juramentado y al que el distrito
reconociera como tal. - 10 de agosto de 1792: se aprueba la famosa ley
de sospechosos, donde el clero refractario forma uno de los
colectivos considerados enemigos declarados de la
revolución. - 26 de agosto de 1792: se redacta la ley de
deportación general de todos los miembros del clero que
se hayan opuesto al juramento. - 2 de septiembre de 1792: una banda de
revolucionarios sacó del carruaje en que se
conducía a la prisión a tres sacerdotes
refractarios y los colgó; comienzan así las
Matanzas de Septiembre. Las masacres empezaron con el
degüello de 23 sacerdotes encarcelados en la
prisión de la Abadía por unos federados
marselleses y bretones. Un grupo de los 150 sacerdotes que
estaban encarcelados en el convento de las Carmelitas, se
rindió. Cuando llegó el grupo ejecutor al
convento, los sacerdotes se dirigieron a la capilla en la que
fueron asesinados a golpes de pico, de hacha y bastón.
En este lugar fueron "juzgadas" y "ejecutadas" más de
300 personas. Stanislas-Marie Maillart ejecutor de las
órdenes del Comité de vigilancia, condenó,
uno a uno, a todos aquellos que se presentaron ante él
"a la fuerza". Cuando se abrieron las puertas del convento y
salieron, los condenados cayeron todos bajo las picas o las
bayonetas; esta masacre duró toda la noche. Ese mismo
día, 4 sacerdotes fueron asesinados en la iglesia de
Saint-Paul Saint Louis. Las matanzas se llevaron a cabo durante
cinco días en las demás cárceles: en la
Conserjería, en la Prison du Grand Châtelet, en la
Force en Salpêtriére, Bicêtre y en la Prison
des Carmes. Más de mil monárquicos
—aproximadamente unos doscientos cincuenta
sacerdotes— y presuntos traidores apresados en diversos
lugares de Francia, fueron sometidos a juicio y ejecutados; es
el primer asesinato colectivo. - 3 de septiembre de 1792: se redacta un nuevo
juramento en el cual se debe comprometer el juramentado a
mantener la libertad, la igualdad y la seguridad de las
personas y propiedades. - Marzo de 1793: los sacerdotes subsistentes en
territorio francés que se negaron a jurar la
Constitución Civil del Clero —llamados curas
refractarios— quedan condenados a muerte. Estas
medidas causan la salida de más de cuarenta mil
exiliados de condición religiosa, seis mil de los cuales
recalan en España y ayudarán a acrecentar desde
el catolicismo español un sentimiento contrario al
revolucionario francés, que se materializará en
1808 en la lucha contra Napoleón. - 5 de octubre de 1793: se sustituye el domingo
por el decadi. - A partir del 6 de noviembre de 1793, la
Convención permite la supresión del culto y los
miembros del clero constitucional se ven obligados por las
circunstancias adversas a renunciar a sus cargos. El
único culto cristiano que permanece es el que se celebra
de forma clandestina. - 23 de noviembre de 1793: se decreta que todas
las iglesias y templos serían cerrados.
2. EPOPEYA VANDEANA
a) Antecedentes
La política religiosa
del nuevo régimen y las medidas de excepción contra
los sacerdotes no juramentados trajeron una consecuencia cuya
trascendencia iba a ser considerable: la sublevación del
oeste de Francia, no solamente La Vendée, sino más
o menos todo el país que se extiende desde el norte del
Poitu hasta la Bretaña y a los confines de
Normandía, en los territorios actuales de los obispados de
Poitiers, Angers, Lucon y Nantes. Si bien la adhesión a la
causa realista intervendría también en su
estallido, la fidelidad a la Fe Católica y a la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana constituyó sin
duda el móvil mayor de aquella epopeya.
La "Epopeya de La Vendée" refiere a
la gesta católica emprendida por campesinos y sus familias
—acompañados por nobles y sacerdotes— que
llevaban prendidos escarapelas del Sagrado Corazón y
se autodenominaban como ejército católico y real;
se resistían a que la presencia social de Cristo Rey fuera
desterrada de sus pueblos, de gran mayoría
cristiana.
Esta región, evangelizada un siglo atrás
por San Luis María Grignion de Montfort, terciario
dominico —que insistía en la devoción filial
a Nuestra Señora— fue tan inmunizada contra el
virus de la
Revolución, que se levantó en armas contra el
gobierno
republicano y anticatólico de Paris.
San Luis María Grignion de Montfort tenía
a la Santísima Virgen la devoción más
ardiente, y hasta compuso en su alabanza el "Tratado de la
Verdadera Devoción", que constituye hoy el fundamento
más fuerte de toda la piedad mariana profunda.
Por otro lado, con sus misiones aproximaba al pueblo a
los sacramentos y lo enfervorizaba en la devoción al
Rosario. También la sagrada insignia difundida por el
santo —el Sagrado Corazón en tela roja,
encuadrado por las iniciales de Jesús y
María— fue colocado por los combatientes sobre
sus chalecos, blusas, o dispuesto como escarapela en los
sombreros de amplias alas.
El día de la beatificación de este
apasionado apóstol, el ilustre obispo de Angers, Mons.
Freppel, lo proclamaba solemnemente ante 20.000 vandeanos en St.
Laurent-Sur-Sèvre, lugar donde reposan los restos del
extraordinario conmovedor de almas:
«…fue por Montfort y sus hijos
espirituales, los Misioneros de San Lorenzo, por quienes
corrió el flujo fecundo de savia cristiana en los campos
del Oeste durante todo el siglo XVIII. Si ese siglo fue en otros
lugares un tiempo de decadencia moral, en el
Oeste, por el contrario, salvo en las grandes ciudades, fue una
época de vivificación cristiana durante la cual el
pueblo de esta región estuvo como lleno de dos
sentimientos igualmente apropiados para engendrar el
heroísmo: la Fe religiosa y la fidelidad al poder
legítimo. Por ello es que, cuando en un día de odio
y de obcecación se llegó a atacar a los ungidos del
Señor, a todo lo que representaba Cristo en el estado y en
la Iglesia, este pueblo se estremeció y se levantó
para defender todo lo que amaba y todo lo que
respetaba».
b) 1er. levantamiento en La Vendée:
1792
El 27 de noviembre de 1791 la Asamblea decreta "que
enviaba a la cabeza de partido a los curas refractarios",
alejándolos de su comuna, de su centro de actividad
pastoral; los trasladaba a la gran ciudad, sometidos a la
inspección, a la inquieta vigilancia de las sociedades
patrióticas. Imposible referir todos los clamores que
suscitó este decreto; el aldeano estaba unido al sacerdote
por una razón muy natural: el sacerdote era el mismo
aldeano, su hijo, su hermano o su primo.
Los sacerdotes refractarios, reunidos en la cabeza del
partido, conocían perfectamente el estado de las
campiñas, el dolor profundo de las familias y la
sombría indignación de los hombres. Esto les
infundió una gran esperanza, y se propusieron
comunicárselo al rey. En una multitud de cartas que le
escribieron en la primavera de 1792, le animaban para que se
mantuviera firme, que no tuviera miedo a la Revolución y
que la paralizara valiéndose del derecho
constitucional: el veto.
El 9 de febrero de 1792, sacerdotes refractarios
reunidos en Angers, redactaron una carta para el
Rey, que puede considerarse como el "Acta originaria de la
Epopeya de La Vendée", ya que la anuncia y
predice:
"(…) Señor, sois un hombre
piadoso, no lo ignoramos. Haréis lo que podáis…
Pero sabedlo, al fin, el pueblo está cansado de la
Revolución. Su espíritu ha cambiado; le ha vuelto
el fervor, frecuenta los sacramentos. A las canciones han
sucedido los cánticos… El pueblo está con
nosotros…" "(…) ¿Se dice que excitamos a las
poblaciones?… Pero es todo lo contrario. ¿Qué
sería del reino si no contuviéramos al pueblo?
Vuestro trono no se apoyaría más que en un
montón de cadáveres y ruinas… Ya sabéis,
demasiado sabéis, señor, lo que puede hacer un
pueblo que se cree patriota. Pero no sabéis de lo que
sería capaz un pueblo que se ve arrebatar su culto, sus
templos y sus altares".
Las dificultades comenzaron con la Constitución
del Clero y su juramento: apenas uno de entre cuatro o cinco
sacerdotes estuvo dispuesto a jurar. La resuelta hostilidad de
los paisanos de La Vendée para con el clero constitucional
se empezó a manifestar: en mayo de 1792 los alcaldes y
oficiales municipales de treinta y cuatro comunas de las Mauges
se reunieron para tratar esta situación.
El 12 de julio de 1792, la Asamblea Nacional
proclamó la "Patria en peligro"; decretó la
leva de nuevos batallones de voluntarios. En cumplimiento de
dicha ley, el Director del Departamento de Deux-Sèvres
ordenó a todos los municipios, por resolución del
22 de julio, confeccionar dos listas de ciudadanos: una con
aquellos que se alisten y otra con aquellos que se nieguen. Esta
novedad causó una profunda agitación en la
región. El domingo 19 de agosto la noticia de la
inscripción de voluntarios y de las persecuciones
religiosas provocó la "primera explosión". Los
jóvenes de doce municipios vecinos, armados de
guadañas y horquillas para recoger paja, se reunieron en
Moncoutant; se agruparon alrededor del alcalde de Bressuire,
Adrien Joseph Delouche y llamaron a todos los hombres para que
acudieran a las armas con ellos contra un gobierno de tiranos al
que se negaban servir, pidiendo el restablecimiento del Rey en su
plena autoridad como único medio de retorno al orden
social y a la libertad religiosa. Los campesinos se dirigieron
hacia el castillo de Pugny, residencia del Marqués de
Mouroy, antiguo coronel del regimiento de Mèdoc, para
constituir a éste en jefe y fortificarse en sus tierras;
no lo encontraron allí, pero obtuvieron de su regidor la
bandera de su antiguo regimiento: de seda blanca sembrada de
flores de lis en oro, con las
armas reales en el centro; fue el primer estandarte de la
guerra de La
Vendèe.
De Pugny, los campesinos se dirigieron a la morada de
Brachain, a casa de un noble de la región, antiguo
oficial, M. Gabriel Baudry d‘Asson, quien, después
de haber titubeado, aceptó el mando de los casi dos mil
hombres presentes y lanzó un llamado a las armas. El 22 de
agosto, en Chantillón, hubo una revuelta de unos seis a
diez mil hombres. La población de la villa, siempre hostil a los
principios
revolucionarios, no opuso resistencia al
ejército de M. Baudry d‘Asson, que entró
vigilante y triunfante al son de tambores y pífanos. Se
dirigieron a la sede de la
administración del distrito, quemando los archivos. El 23
de agosto, Bressuire opuso sus viejos muros a los sublevados,
mechados no obstante por los fusiles de caza y las
guadañas de los aldeanos. El 24 de agosto, día de
San Bartolomé, se dio un último combate, en el
lugar llamado "les Moulins de Cornet". Los aldeanos, en
número de seis mil y a órdenes del M. Baudry
d‘Asson, seguido por M. Richeteau de la Coindrie, M. Calais
de Puylouet y M. de Feu, armados con algunas escopetas de caza,
barras de hierros, picas, largas horcas, y otras armas
improvisadas, hicieron frente a las fuerzas republicanas,
reforzadas con las tropas enviadas por el director del
departamento de Deux-Sévres: dos compañías
de infantería de marina de Rochefort con dos piezas de
artillería, las guardias nacionales de Niort, La
Mothe-Sain-Héraye, San Maixent y Parthenay, bien armadas
con fusiles. Éstas hicieron fuego sobre los campesinos y
los dispersaron. Más de cien perecieron, cerca de
quinientos fueron apresados y el resto corrió huyendo a
través del campo.
El "Journal des Deux-Sèvres"
escribió que ciento dieciocho sublevados se quedaron
allí y añade que "estaban cubiertos de cruces y
rosarios". Los soldados republicanos, llenos de cólera,
se ensañaron con los cadáveres: cortaron las orejas
para hacer escarapelas para los sombreros, que serían
exhibidas en la villa de Bressuire. Los prisioneros fueron
llevados ante el tribunal criminal de Niort; este
consideró que debía ser indulgente y los puso en
libertad. Así, el primer levantamiento en La Vendée
se frustró.
Paralelamente a estos acontecimientos los sacerdotes
juramentados, muy mal recibidos, debían apelar a la
guardia nacional para mantenerse; la mayoría de los
feligreses deseaban y preferían quedarse sin sacerdote que
tener a un constitucional al que no conocían. Ante estos
hechos, las autoridades departamentales dejan estallar su
resentimiento contra los sacerdotes refractarios. Comienza la
deportación: cerca de cuatrocientos padres de
Maine-et-Loires de la Sarthe, atados de a dos, son conducidos
bajo guardia a Paimboeuf o son embarcados para España.
Otros, cerca de doscientos cuarenta, parten de
Saint-Gilles-sur-Vie o de Sables-d‘Olonne.
c) 2do. Levantamiento en La Vendée:
1793
1) Introducción:
La Convención Nacional vota la condena a muerte
del rey Luis XVI; los votantes son 721. De ellos, 361 dicen
«sí» a la guillotina, 360 dicen
«no»; la diferencia es de un solo voto, pero para el
rey y la monarquía es el fin.
Ilustran bien el clima en que se
desarrollaron la discusión y el voto, declaraciones como
la del diputado jacobino Legendre, quien dijo estar convencido de
la necesidad de «degollar al puerco» y enviar
luego un trozo a cada departamento, como advertencia a los
reaccionarios y exhortación para los revolucionarios.
Danton recuerda en la Convención: «No queremos
juzgar al rey, queremos matarlo». Y Robespierre:
«Ustedes no son jueces, no hay que hacer ningún
proceso. Decapitar al rey es una medida indispensable para la
salud pública». El abbé
Grégoire, el obispo líder
de la Iglesia cortesana, quien ha jurado fidelidad al nuevo
régimen, truena: «Los reyes son, en el orden
espiritual, lo que la gangrena es en el orden
material».
La ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793,
conmocionó a toda Europa. Ello,
unido a la política anexionista de la Convención,
hizo que la hostilidad exterior contra la Revolución
aumentara. La Francia, entusiasmada, declaró la guerra a
Inglaterra y
Holanda (1 de febrero de 1793), a España (7 de marzo) y a
los Estados italianos. La Francia revolucionaria estaba en guerra
contra toda Europa (excepto Suiza y los países
escandinavos); por ello decreta el 24 de febrero de 1793 la
movilización de 300.000 hombres.
Las primeras proscripciones de sacerdotes habían
comenzado en otoño, y la noticia de las matanzas de
septiembre llegó hasta las más apartadas aldeas; a
fines de enero, la de la ejecución del Rey causó
peor impresión. El incendio finalmente estalló en
marzo de 1793.
El 3 de marzo, en el mercado de Cholet, se supo que los
funcionarios de Paris habían decidido que los
jóvenes entre dieciocho y veinticinco años fueran
alistados y enviados al ejército; aproximadamente unos
quinientos jóvenes juraron públicamente no aceptar
jamás la milicia revolucionaria. Las autoridades locales,
desoyendo el clima que se vivía, ordenaron el sorteo de
los alistados en los centros de distrito, lo que suponía
la reunión de ellos en grandes grupos; en
muchísimos lugares estallaron incidentes.
El 11 de marzo, en Machecoul, los guardias nacionales
intentaron imponer el sorteo, lo que costó la vida a
treinta de ellos. "La pretensión de reclutar 3.520
soldados en la Vendée y 5.920 en el departamento de
Deux-Sèvres-de conformidad con el decreto de 7 de febrero,
que disponía la movilización de 300.000 hombres-
suministró la ocasión para la
insurrección".
El 12 de marzo, en Saint- Florent, se realizó la
convocatoria de los conscriptos; estos exigieron la
rendición de las fuerzas republicanas, que si bien eran
inferiores en número, contaban con sesenta armas de fuego
y soldados de oficio. Los vandeanos declararon: "Han matado
a nuestro Rey, expulsaron a nuestros sacerdotes, robaron
los bienes de nuestra Iglesia, comieron todo lo que
teníamos, y ahora quieren nuestros cuerpos. ¡No
los tendrán!". Ante la negativa de los
republicanos, se lanzaron sobre ellos; los cañonearon sin
éxito y
tuvieron que replegarse; los paisanos quemaron las listas de
conscripción.
El 13 de marzo, Jacques Cathelineau —de
profesión carretero, conocido y respetado por su
devoción religiosa, de tan solo 34 años, casado y
con cinco hijos— es anoticiado por su cuñado
Jean Blon de lo sucedido en Saint-Florent; al poco tiempo entran
preocupados en su casa varios vecinos: el sastre, el carpintero,
el herrero, el zapatero y labradores en número de
veintisiete, para consultarlo. Entonces se armó de una
pistola, ató a la cintura el santo rosario y fijando sobre
el pecho la imagen del sagrado Corazón de Jesús,
salió a la plaza pública para hablar con sus
paisanos; antes de llegar al extremo del pueblo, quinientos
hombre lo seguían: toda la población de
Pin-en-Mauges. Marcharon al castillo de Jallais, donde
había un pequeño destacamento de la guardia
nacional con un cañón y lo tomaron; luego
cayó la población de Chemillé.
El 14 de marzo, el abate Barbotin, vicario de Gardes dio
una misa de campaña, en latín y de cara a Dios, al
incipiente ejército paisano y católico de
aproximadamente unos quince mil hombres; cantaron el Te
Deum, se repartieron escapularios y todos tenían
cosidos en sus ropas los Sagrados Corazones, y habiendo recibido
del sacerdote la absolución de sus faltas, se
lanzaron a las órdenes de Cathelineau sobre la ciudad de
Cholet. Ni un solo campesino,
frente a la cruz que se elevaba en aquella plaza, quedó
sin arrodillarse y descubrirse, mostrando una fe
inquebrantable.
A veinte pasos de la cruz, bajo las balas enemigas, los
vandeanos rezaban con la misma tranquilidad que si estuvieran en
sus iglesias. Cholet fue la primera villa importante que
cayó dentro de la escarcela realista. Así, al grito
de "¡Viva la Religión!", se levantaba
en armas toda La Vendée.
2) Desarrollo:
El clima de los ejércitos vandeanos, que iban al
asalto detrás de los estandartes con el Sagrado
Corazón y encima la cruz y el lema "Dieu et le
Roy", fue profundamente religioso: las columnas avanzaban
rezando el santo rosario; no podían pasar frente a una
cruz sin arrodillarse y rezar, aunque muy rápidamente, un
Pater Noster; lanzábanse al asalto cantando el
Vexilla Regis; los capellanes impartían la
absolución antes de que se trabara el combate.
Ese espíritu religioso se daba también
entre aquellos jefes salidos del pueblo, como el buhonero Jacques
Cathelineau, llamado el "Santo de Anjou" y el ex-soldado y
leñador Jean Nicolas Stofflet. Entre los nobles, a quienes
los campesinos buscaron en sus propias mansiones y castillos para
ponerlos al frente de sus fuerzas, esa religiosidad fue menos
espontánea al principio; pero una vez tomada la
decisión, todos ellos: Maurice Louis Joseph Gigost
d‘Elbée; Louis-Marie de Salgues, Marquis de Lescure;
Charles Melchior Artus, Marquis de Bonchamps; Bernard de Marigny;
Louis Celestin de Sapinaud; François Athanase Charette de
la Contrie; Henri du Vergier, Marquis de La Rochejaquelein y
Antoine Philippe de La Tremoille, Prince de Talmont, se mostraron
dignos de la fe sólida y simple de sus hombres.
En forma general se puede dividir la Guerra de
Vendée en los siguientes períodos:
- La Primera Guerra: marzo a octubre de
1793. - El Gran Viraje: octubre a diciembre de
1793. - Las Columnas Infernales: enero a marzo
de 1794. - El Camino a la Paz: abril de 1794 a
febrero de 1795. - La Segunda Guerra: junio de 1795 a
marzo de 1796.
La zona llamada "Vendée Militar"
comprendió aproximadamente unos 14.000 km² y 800.000
habitantes.
Límites geográficos:
- El Loire, al norte.
- Les Pont-de-Cé, al
nordeste. - Thouars, al este.
- Fontenay le Comte al sudeste.
- Les Sables d' Olonnes, al
sudoeste.
Regiones:
- El "Pays de Retz", es llano, pantanoso y de
poca madera. Las praderas están rodeadas de canales
llamados "zanjas". - El "Marais", terreno de costas bajas y
anegadizas, que formaban extensos pantanos. Los caminos son
raros: cuatro parten de Nantes y empalman respectivamente con
Beaupréau, La Rochelle, aux Sables por
Légé y con Saint Gilles. De Saumur otros tres
parten hacia Poitiers, Niort por Thouars y Parthenay y les
Sables por Doué, Vihiers, Cholet y Mortagne. - El "Pays de Mauges", al sur del
Loire - El "Bocage", caracterizado por sus caminos
hondos, angostos y sinuosos; un laberinto de arroyos,
ríos y hondonadas cubiertas de malezas. Es un terreno
ideal para la guerra de emboscadas. - La "Llanura" de Aunis, entre Niort y La
Rochelle. - La "Gâtine", terreno casi
idéntico al del bocage.
Como bien nos señala Daniel Rops:
«A decir verdad, dos Francias se enfrentaron
en aquella lucha fraticida. La una, católica y
tradicionalista, en la que se confundían convicciones
cristianas y realistas hasta el punto de borrar en ella el
sentido de la comunidad
nacional y aceptar el lanzarse a una revuelta en el instante en
que la Patria era invadida por todas partes»; al
tomar las armas contra un gobierno al que consideraban
ilegítimo y tiránico, no pensaban en absoluto en
"traicionar a Francia". «La otra, la Francia "de la
montaña", vagamente deísta, violentamente
anticlerical, que no tenía en el fondo otra
religión que la de la Patria».
3) Consecuencias
La Vendée fue un levantamiento popular, que
forzó a los titubeantes clérigos a tomar partido y
produjo la salida de incógnito de muchos nobles temerosos
de comprometerse: nada de aristócratas y clero que
incitaban al pueblo a defender sus privilegios.
Rebelión religiosa frente al feroz volterianismo
ideológico que se imponía a sangre y fuego
desde París. Una insurrección en defensa del
cristianismo, que constituye un hecho único en la historia por sus
proporciones y el alcance de su brutal represión y
exterminio, siendo sin duda el "Primer Genocidio de la Modernidad".
Muchos de los Comisarios Revolucionarios enviados a La
Vendée han pasado a engrosar la galería universal
de genocidas. En ella tenemos a Le Bon, que en Pas-de-Calais
asistía a las masivas decapitaciones y reía
burlonamente ante la chusma sedienta de sangre, porque ninguno de
los guillotinados recogía la cabeza como hizo San
Dionisio; Albitte, que obligaba a los Sacerdotes, antes de subir
al Cadalso del Martirio, a seguir por las calles, en irreverente
procesión, a un asno revestido con las vestiduras de
Obispo; Carrier, el sádico criminal que inventó
como método de
ejecución, los ahogamientos de cientos de campesinos en
Nantes; el terrible Fiscal de la
Revolución, Fouche, sacerdote renegado convertido al
Jacobinismo más izquierdista y radical, conocido como
"el cañoneador", por idear como rápido
procedimiento
de exterminio el masacrar a cañonazos a los prisioneros de
Lyon. Las matanzas son seguidas de enterramientos sin
identificación o simplemente los cadáveres son
arrojados a los ríos y a los pozos.
Las "guillotinas secas", que eran barcos donde
fueron asesinados cientos de prisioneros, sometidos a atroces
torturas en horribles condiciones higiénicas, y dejados
ahí a morir de hambre, de sed y de epidemias.
El "Matrimonio republicano", procedimiento
macabro que consistía en amarrar desnudos a los
prisioneros laicos y religiosos, de distintos sexos, y ahogarlos
con horquetas en los ríos utilizando barcos especialmente
construidos para estos fines.
Se encerraban a las víctimas en un edificio, por
lo general, en la Iglesia, y se abatía el edificio a
cañonazos.
Oficiales republicanos luciendo botas hechas de pieles
curtidas de los campesinos de La Vendée; en el
ejército escaseaban las botas, y la idea de utilizar la
piel humana
fue de Saint-Just. Todavía hoy se puede contemplar en el
museo de Historia Natural de Nantes una piel de vandeano
debidamente curtida; finos y suaves guantes hechos de mujeres por
tener la piel más aterciopelada; centenares de
cadáveres hervidos para extraer grasa y jabón, que
se empleaba en los hospitales y para engrasar los fusiles, son
solo algunas muestras del salvajismo de la
revolución.
Todos estos sicarios, a las órdenes del Sicario
Mayor, Robespierre, fueron los que levantaron la democracia
liberal sobre una montaña de cadáveres
mutilados.
Las cifras más conservadoras —en
relación con el programa de
exterminio establecido en París y realizado por los
oficiales revolucionarios— llevan a los siguientes
resultados: en dieciocho meses, en un territorio de sólo
10.000 km2, fueron eliminadas 120.000 personas, por lo menos el
15% de la población total; diez mil edificios fueron
completamente destruidos, el 20% de los de La
Vendée.
En tal sentido resultan muy ilustrativas las siguientes
expresiones:
- "La destrucción de La Vendée, el
castigo de los traidores, la extirpación del
monarquismo, he aquí nuestras
necesidades…". - "¡Soldados de la libertad! Los ladrones de
La Vendée han de ser exterminados antes del fin de
octubre. (…)". - "¡Valientes defensores que lleváis el
nombre de columnas infernales! ¡Os conjuro en nombre de
la ley: pegad fuego en todas partes, y no perdonéis a
nadie, ni siquiera mujeres y niños, fusilad a todos,
incendiad todo!". - "La Vendée, compatriotas republicanos, ya
no existe. Murió bajo nuestros sables, con sus mujeres y
niños. Yo la enterré en los pantanos y selvas de
Savenay. Siguiendo las órdenes que vosotros me disteis,
he pisoteado a muerte a los niños con nuestros caballos.
Y he masacrado a las mujeres: no alumbrarán más
bandoleros. No pueden acusarme de tomar un sólo
prisionero: los he exterminado a todos… los caminos
están cubiertos de cadáveres, y abundan en varios
sitios formando pirámides. Pero los pelotones de
fusilamiento aún trabajan incesantemente en Savenay,
porque a cada momento llegan bandoleros que pretenden rendirse
como prisioneros. ¡Y ya no más prisioneros!
Estaríamos obligados a alimentarlos con el pan de la
libertad, mas la compasión no es una virtud
revolucionaria". - "Tenemos que convertir La Vendée en un
cementerio nacional". - "… los saqueos no son, con todo, lo peor. En
todos los rincones se veían violaciones y barbarie.
Republicanos han violado mujeres en las carreteras y luego las
han fusilado o degollado. Otros llevaban niños de pecho
en la punta de sus bayonetas o de las
picas…". - "El Gobierno ha calculado el número de los
habitantes y hallado que es imposible mantener tanta gente; por
lo tanto hay que tomar medidas para disminuir la
población". - "Un suceso de género enteramente nuevo ha
venido a disminuir el número de los
curas". - "Perseverad en vuestra actitud revolucionaria,
porque tenéis poderes ilimitados, y tomad todas las
medidas exigidas por la salvación de la causa
pública. La amnistía es un crimen, y los
crímenes contra la República no se rescatan;
necesariamente tienen que ser castigados por la cuchilla.
Descargad la espada sobre los traidores, y caminad siempre con
energía, ciudadano colega, por la senda que os
habéis trazado. El comité aplaude vuestros
trabajos".
Y los siguientes hechos:
- El 27 de febrero de 1794, una Columna Infernal al
mando del General de escasos veintiséis años,
Cordellier, penetra en la villa de les
Lucs–sur-Boulogne, formada por la Petit y la Grand Luc;
los campesinos y sus familias se refugian en la iglesia de
Petit-Luc. El párroco, de sesenta y seis años,
Rvdo. P. Voyneau, les sale al encuentro; es brutalmente
asesinado. Los quinientos sesenta y cuatro habitantes, entre
ellos cien niños de entre siete años y meses, son
sádicamente masacrados. - El 25 de marzo de 1794, dos Columnas Infernales al
mando de los generales Grignon y Crouzat, penetraron en el
bosque de Vezins, donde Stofflet había levantado un
hospital, que no solo recibía a los heridos, sino
también a las familias desplazadas y perseguidas.
Más de mil personas fueron vilmente
asesinadas.
En su alocución consistorial del 17 de junio de
1793, Su Santidad el Papa Pío VI, a dos meses del inicio
de la epopeya vandeana, decía:
"Se ha asesinado sin distinción. Se ha hecho
sufrir con el tratamiento más bárbaro a un gran
número de eclesiásticos. Se ha degollado
obispos… Se ha decretado que cada uno sería libre
de ejercer la religión que quisiera, como si todas las
religiones
condujeran igualmente a la salud eterna; y no obstante la
religión católica era la única proscripta.
Sólo ella vio correr la sangre de sus discípulos en
las plazas públicas, sobre los caminos reales y en las
propias casas. Se diría que ser católico se ha
convertido en un crimen".
3. MÁRTIRES DE LA FE
Señalaba S.S. Benedicto XIV, en el
«Tratado de Canonización de los
Santos»: "Hay martirio cuando el perseguidor, movido
de hecho por su odio a la fe, inflige la muerte, aunque se
vanaglorie de hacerlo por otra causa".
La llamada «Humanista, gloriosa y liberadora
Revolución Francesa», costó a la
Cristiandad más de tres mil sacerdotes asesinados, una
multitud de religiosas profanadas, violadas y torturadas hasta la
muerte, pueblos enteros destruidos y miles de mártires
fusilados, guillotinados, descuartizados, ahogados, incendiados
vivos, torturados, por oponerse a la Revolución Liberal y
Masónica por fidelidad a la Religión
Católica, Apostólica y Romana; entre los
beatificados figuran:
- Beatos Mártires Luis
José François y Juan Enrique
Gruyer. Sacerdotes pertenecientes a la
Congregación de la Misión. Por negarse ambos a
jurar la Constitución Civil del Clero, fueron
asesinados. El primero fue lanzado por la ventana y el segundo
atravesado por una espada, el 3 de septiembre de 1792.
Beatificados por S.S. Pío XI, el 17 de octubre de
1926. - Beatos Mártires "de los
Carmelitas". Ciento catorce
víctimas inmoladas a la pasión antirreligiosa,
entre ellas 95 recibieron el 17 de octubre de 1926 los honores
de la beatificación, pudiéndose establecer
así, en todo su horror y en toda su gloria, el balance
de la matanza hecha el 2 de septiembre de 1792 a los sacerdotes
encerrados en el convento de los carmelitas de París.
Eran todos refractarios al juramento exigido por la Asamblea
Legislativa al dar la constitución civil del clero,
solemnemente condenada el 12 de julio de 1790 por el Papa
Pío VI: se les llamaba los no juramentados. - Beato Noel
Pinot. Sacerdote diocesano. Detenido en la
noche del 9 de febrero de 1794, cuando se preparaba para
celebrar la Santa Misa. El 21 de febrero de 1794 se
abrió en Angers el proceso contra él. Las
acusaciones fueron: presunta colaboración con los
insurrectos de La Vendée, negación de juramento a
la constitución civil, presunta cooperación para
la reposición de la monarquía y, sobre todo, el
prohibido ejercicio de la profesión de sacerdote.
Condenado a muerte, subió al patíbulo vestido con
alba y casulla. Momentos antes de su decapitación tuvo
que quitarse la casulla, pero los fieles le pusieron más
tarde el ornamento después de la consumación del
sacrificio. Beatificado por S.S. Pío XI, el 21 de
octubre de 1926, quién expresó: "Noel Pinot
atestiguó, llevando hasta el momento de su
ejecución la casulla, que la tarea primordial,
más importante y más sagrada del sacerdote
es la celebración de la Santa Eucaristía
según el encargo del Señor: «Haced esto
en memoria mía»". - Beatas Mártires de
Cambrai. Cuatro Hijas
de la Caridad, pertenecientes a la comunidad de Arrás,
guillotinadas el 26 de junio de 1794, por negarse a jurar la
Constitución Civil del Clero. Beatificadas por S.S.
Benedicto XV, el 13 de junio de 1920. - Beatas Mártires de
Compiègne. Dieciséis
carmelitas son detenidas y encarceladas en junio de 1794;
posteriormente guillotinadas el 17 de julio. En el trayecto
cantaron el Miserere y luego el Salve, Regina. Al
pie ya de la guillotina entonaron el Te Deum, canto de
acción de gracias, y, terminado éste, el Veni
Creator. Por último, hicieron renovación de
sus promesas del bautismo y de sus votos de religión;
subieron a su pequeño calvario cantando el
Laudate con uncida compenetración, no sin antes
perdonar con el corazón y la verdad a sus despiadados e
inmisericordes asesinos. El 16 de diciembre de 1902 su S.S.
León XIII declaraba venerables a las dieciséis
carmelitas. Se sucedieron los milagros, como una
garantía de su santidad, y el 13 de mayo de 1906 el Papa
San Pío X declaraba beatas a aquellas "que,
después de su expulsión, continuaron viviendo
como religiosas y honrando devotamente al Sagrado
Corazón". - Beatas Mártires de
Orange. Ifigenia Gaillar, Teotisa
Pélissier, Andrea Minutte, Mariana De Rocher, Mariana
Béguine-Royal y 27 Religiosas más, guillotinadas
entre el 6 y el 26 de julio de 1794; subieron al cadalso
riendo, cantando, orando por sus verdugos. Beatificadas por
S.S. Pío XI, el 10 de mayo de 1925. - Beatas Mártires de
Valenciennes. Once hermanas ursulinas
recluidas en arresto domiciliario el 3 de septiembre de 1794 y
condenadas a muerte el 23 de octubre por "haber
enseñado la Religión Católica
Apostólica". Esa tarde en la plaza de la ciudad
subieron a la guillotina cantando. Beatificadas por S.S.
Benedicto XV, el 13 de junio de 1920. - Beatos Mártires de
Angers. El
Terror desatado por la Revolución Francesa ha producido
miles de víctimas en Anjou; el Padre Gruget estima que
2000 vendeanos, fieles a la fe, fueron fusilados. La Causa de
Beatificación, introducida en 1905, comprendía a
99 personas: 15 que fueron guillotinadas en Angers, y 84 que
fueron fusiladas en Champ-des-Martyrs d’Avrillé,
entre el 30 de octubre de 1793 y el 14 de octubre de 1794.
"Nos, acogiendo el deseo de nuestros hermanos Jean
Orchampt, obispo de Angers,(…), así como de otros
muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles
cristianos, después de haber escuchado el parecer
de la Sagrada Congregación para las Causas de los
Santos, con nuestra Autoridad Apostólica establecemos
que los venerables Siervos de Dios Guillermo Repin y
compañeros (…), de ahora en adelante llamados Beatos y
que su fiesta pueda celebrarse todos los años en
los lugares y del modo establecido por el derecho, el
día del tránsito para el cielo: el 1 de
febrero para los Beatos Guillermo Repin y compañeros
(…). En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo". Con esta fórmula S.S. Juan
Pablo II declaró Beatos al R. P. Guillaume Repin y 98
mártires franceses (11 sacerdotes, 3 religiosas y 84
seglares —4 varones y 80 mujeres— que murieron por
la Fe en Angers en 1793-94, durante la Revolución
Francesa). La ceremonia tuvo lugar en la basílica de San
Pedro, Roma, el domingo 19 de febrero de 1984. La
homilía del Papa el día de su
beatificación tiene puntos que esclarecen mucho este y
otros martirios: "Son, en primer lugar, los numerosos
mártires que, en la diócesis de Angers, en
los tiempos de la Revolución Francesa, aceptaron la
muerte, porque como dijo Guillaume Repin, quisieron
«conservar su fe y su religión», con
firme adhesión a la Iglesia católica y
romana; sacerdotes que se negaron a prestar un juramento
que consideraban cismático, y que no quisieron abandonar
su cargo pastoral; laicos que permanecieron fieles a
estos sacerdotes, a la Misa celebrada por ellos y a las
manifestaciones de culto a María y a los santos. Sin
duda, en un contexto de fuertes tensiones
ideológicas, políticas y militares, se pudo
hacer pesar sobre ellos sospechas de infidelidad a la
patria; se les acusó, en las actas de las
sentencias, de compromiso con las «fuerzas
antirrevolucionarias». Así sucede en casi
todas las persecuciones, de ayer y de hoy. (…) "Nos
admiran sus respuestas decididas, tranquilas, breves,
francas, humildes, que no tienen nada de
provocación; y que son tajantes y firmes en lo esencial:
la fidelidad a la Iglesia. Así hablan los
sacerdotes, todos guillotinados como su venerable decano
Guillaume Repin, las religiosas que se negaban incluso a dejar
creer que habían prestado juramento, los cuatro
hombres laicos". (L’Osservatore Romano,
pág.2 (118) – 16 de febrero de 1984). - Beato Pedro Renato
Rogue. Sacerdote de la Congregación
de la Misión. Tras unos meses de cárcel y malos
tratos, sobrellevados con paciencia y buen ánimo
sirviendo de apoyo a otros fieles, murió decapitado el 3
de marzo de 1796. Beatificado el 10 de mayo de
1934. - Beatos Mártires de
Rochefort: el
sacerdote Juan Bautista Souzy, Vicario General de La Rochelle,
y 63 compañeros, entre otros muchos, que murieron
víctimas de los sufrimientos soportados por la fe
durante la Revolución francesa. Se les llama "los
mártires de los pontones de Rochefort" porque fue en
esos barcos donde fueron encarcelados. El nombre de
pontón se daba a viejos barcos que eran utilizados como
almacenes, hospitales o prisiones; dos de esos barcos que
servían de prisión: "Les Deux
Associés" y el "Washington", y estaban
anclados en Rochefort, en la desembocadura del río
Charente en el mar, en la región de La Rochelle. Todos
tuvieron que soportar terribles sufrimientos y vejaciones por
su fe, y murieron como consecuencia de esos malos tratos.
Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 1 de Octubre
de 1995.
4.
GENOCIDIO
La Revolución Francesa y sus armas republicanas
no se pueden librar de todos los excesos cometidos en nombre de
la fraternidad, de la libertad, de la patria, por la
aplicación de ese famoso adagio: "Pas de
liberté pour les ennemis de la
liberté".
Aquella bestial represión de los católicos
de La Vendée fue, como ha dicho Pierre Chaunu, "la
más cruel entre todas las hasta entonces conocidas, y
el primer gran genocidio sistemático por motivo
religioso". Y quizá lo más lamentable fuera que
—también por primera vez en la historia— esta
masacre se llevó a cabo bajo la bandera de la
tolerancia.
Según la definición de
politicólogos reconocidos, la esencia del "genocidio" no
reside en un método particular de exterminio
—siempre relativo al nivel de desarrollo
técnico— ni a los resultados efectivos, igualmente
contingentes, sino más bien sobre "la intención
de los responsables". La voluntad de exterminar totalmente
una comunidad
humana suficientemente grande a identificar, si está
acompañada de una racionalización de los medios
disponibles.
Como señala Hans Graf Huyn:
"…fueron violadas las monjas; cuerpos vivos de
muchachas soportaron el descuartizamiento; se formaron hileras
con los niños para ahogarlos en estanques y pantanos;
mujeres embarazadas se vieron pisoteadas en lagares hasta morir,
y en aldeas enteras los vecinos perecieron por beber agua que
había sido envenenada. Casi ciento veinte mil habitantes
de La Vendée fueron asesinados, y arrasadas decenas de
miles de viviendas".
En tal sentido, Jean Meyer observa:
"La cuestión de fondo de aquel enfrentamiento
no estuvo en la disyuntiva entre monarquía o
república, ni fue un conflicto
entre estamentos, sino que consistió más bien en la
decidida intención de extirpar esas creencias sin reparar
en medios".
Seguramente sería una equivocación
argüir solo de los excesos del Terror para condenar toda la
obra de la Revolución; como asimismo sería injusto
querer limpiar a los criminales y los asesinos no considerando
más que el momento erigido por la Convención, ya
que en ella se habla expresamente, refiriéndose al
catolicismo, de "fanatisme outre", de "fanatisme invincible", y
de "crimen de fanatismo" al hecho de profesar la fe
católica. La Revolución Francesa no es sino una
versión histórica más de la
"Revolución", que es sola y única —en verdad
su causa verdadera y profunda la comprobamos en el
espíritu de rebelión y soberbia que
caracterizó el pecado de
Lucifer y de sus ángeles, en primer lugar, y en el de
nuestros primeros padres en el paraíso terrenal, en
segundo lugar—. Por ello, la Revolución Francesa no
puede juzgarse como un proceso situado en el plano de abstractos
ideales sin relación a sus supuestos ideológicos o
a los hechos nefastos por ellos desencadenados; un juez
revolucionario sentenció a un sacerdote refractario, que
se negó a suscribir el juramento constitucional por deber
de conciencia,
diciendo: "Cuando la ley habla, la conciencia debe
callar".
Sin embargo, a través de la "historia oficial
francesa", el estado francés sigue reivindicando
públicamente las "obras de la Revolución" como
ápice de humanidad y, paralelamente, continúa
silenciando el "Genocidio de La Vendée",
como "Crimen de lesa humanidad".
Nunca Francia pidió perdón por la
docencia del
Terror.
¡Qué importante sería que
algún día no muy lejano, el Estado Francés
reconozca y asuma públicamente ante el mundo los excesos
cometidos en su nombre por la Revolución Francesa bajo el
lema "Libertad, Igualdad,
Fraternidad o la muerte" y pida perdón por el
"Primer Genocidio de la Modernidad", en La
Vendée!
En un texto titulado
"A vueltas con la Inquisición", traducido por el
diario español La
Razón, de junio de 2005, el periodista italiano Vittorio
Messori recuerda que: "…para otros periodos
históricos se han hecho recuentos precisos: un sólo
año de Revolución Francesa, el 1793 del Gran
Terror, causó muchas más víctimas que
todos los siglos de todas las inquisiciones unidas
(…)".
Un forcejeo incesante entre la Iglesia de Cristo y el
mundo liberal moderno, que quiere construirse sin Dios, al margen
de Dios y, a veces, contra Dios. Por ello, mientras los
cristianos católicos afirmamos que "es preciso que
reine Cristo" sobre nuestros pueblos (1Cor. XV, 25), los
modernos, liberales y derivados, siguen queriendo lo contrario:
"no queremos que éste reine sobre nosotros" (Lc.
XIX, 14).
Nos corresponde, pues, a los católicos, a la
Iglesia, todo el peso histórico en esta durísima
lucha para mantener a Dios como fundamento de las leyes y del
orden cultural y social, y para afirmar que no hay
salvación para los hombres y para los pueblos y sociedades
sino en la medida en que se acepta a Cristo como Rey (Hch.
IV,12), a quien, después de su victoria en la cruz, ha
sido dado «todo poder en el cielo y en la
tierra» (Mt. XXVIII, 18).
5.
BIBLIOGRAFÍA
- Bainville, Jacques:
«Historia de Francia». Ed. Dictio.
Buenos Aires. 1981. - Bayet, C.: «La Grande
Encyclopédie». Société Anonyme
de la Grande Encyclopédie.Paris. Tomo XI. verbete
Clovis. p. 720. - Bertadud, J. P:"Francia en los tiempos de
la revolución.1789-1795". Buenos Aires. Vergara.
1990. - Boulenger, Pe. A.: «Histoire
de l'Église». Librairie Catholique Emmanuel
Vitte. Paris. 1925. p. 157. - Bouloiseau, M: "Robespierre". Buenos
Aires. Ed. Mirasol. 1961. - Burke, Edmund: "Reflexiones sobre la
Revolución Francesa y otros escritos". Ed. Dictio.
Buenos Aires. 1980. - Calderón Bouchet, Rubén: "La
contrarrevolución en Francia". Ed. Huemul. Buenos
Aires. 1967. - Calderón Bouchet, Rubén: "La
Revolución Francesa". Ed. Santiago Apóstol.
Buenos Aires. 1999. - Cammilleri, Rino: "Los Monstruos de la
Razón. Viaje por los delirios de utopistas y
revolucionarios". Ed. Rialp. Madrid.
1995. - Chiappe, Jean François: "La
Vendée en Armes". Ed. Perrin. Paris. 1982. Tomos
1-2-3. - Furet, F: "Pensar la Revolución
Francesa". Barcelona. Ed. Petrel. 1980. - Guerin, D: "La lucha de clases en el apogeo
de la Revolución Francesa. 1793-1795". Madrid.
Alianza Editorial. 1974. - Hampson, N: "Historia social de la
revolución francesa". Madrid. Alianza Editorial.
1970. - Hobsbawm, E: "La Era de la
Revolución. 1789-1848". Buenos Aires. Ed.
Crítica. 1998. - Hugo, Víctor: "El Noventa y
tres". Ed. Ramón Sopena, S. A. Barcelona.
1932. - Jarnoux, Chanoine A: "Au Pays Nantais. Ceux
– Ci. Furent Traqués". 1974. - Kurth, Godefroid: in "The Catholic
Encyclopedia". Robert Appleton Company. 1908. Online
Edition by Kevin Knight, verbete Clovis. - Lefebvre, G.: "La Revolución
Francesa y los campesinos". Buenos Aires. Ed. PAIDOS.
1974. - Lefebvre, G: "La Revolución Francesa
y el Imperio". México. Ed. F. C. E.
1996. - L’ OSSERVATORE ROMANO: Pag.2 (118) – 16
de Febrero de 1984. - Marambaud, Pierre: "Les Lucs. La
Vendée, La Terreur et La Mémoire».
Vendée. Éditions de L`Étrave.
1993. - Mme Larochejaquelein: "Memoires de Mme
Larochejaquelein". Paris. 1815. - Miglioranza, Fray Contardo: "San Luis
María Grignión de Montfort". Editora Patria
Grande. Buenos Aires. 1988. - Mousnier, R y Labrousse, E.: "El siglo
XVIII. Revolución intelectual y política
(1715-1815)". Barcelona. Ed. Destino libro.
1981. - Papa León XIII: Carta Encíclica
"Nobilissima Gallorum Gens", sobre las cuestiones
religiosas de Francia, promulgada el 8 de febrero de
1884. - Papa Pío VI: "Alocución
consistorial". Roma. 17 de junio de 1793. - Peronnet, M.: "Del siglo de las Luces a la
Santa Alianza". Madrid. Ed. AKAL. 1991. - Peronnet, M, Bercé, A y Moliner,
A: "El siglo XVIII. De la Contrarreforma a las
Luces" Madrid. AKAL. 1991. - Roger, Jean: "Ideas políticas de los
católicos franceses". Instituto de Investigaciones
Científicas. Madrid. 1951. - Rops, Daniel: "La Iglesia de las
Revoluciones". Luis de Caralt Editor. Barcelona. 1962. cap.
1. - Secher, Reynal: «Le genocide
franco-français. La
Vendée-Vengé». Puf. París.
1988. - Soboul, A; Lemarchand, G; Fogel, M: "El
siglo de las Luces. Los inicios (1715-1750)". Madrid. Ed.
AKAL. 1992. - Soboul, A.: "La Revolución
Francesa". Barcelona. Ed. Oikos-Tau. 1981. - Soboul, A.: "La Revolución Francesa.
Principios ideológicos y protagonistas colectivos".
Barcelona. Crítica. 1987. - Thenon, Jorge: "Robespierre y la
psicopatología del héroe". Ed. Meridion.
Buenos Aires. 1958. - Voltaire: "Ensayo sobre la tolerancia".
Madrid. Ed. Alfaguara. 1978. - Vovelle, M: "La caída de la
monarquía. 1787-1792". Barcelona. Ed. Ariel.
1972. - Vovelle, M: "Introducción a la
Historia de la Revolución Francesa". Barcelona. Ed.
Crítica. 1984. - Weiss, Juan Bautista: "Historia
Universal". Tipografía La Educación.
Barcelona. 1927. Tomo IV, p. 378.
Autor:
Lic. Gustavo Carrére Cadirant
República Argentina
Máster en Educación con
Orientación en Innovaciones Curriculares. Licenciado en
Ciencias de la
Educación. Profesor para
la Enseñanza Primaria. Capacitador de capacitadores en
proyectos de
informática educativa. Especialista en
Integración de las TICs en la
Educación. Asesor pedagógico.
Profesor de Historia. Historiador e Investigador sobre
temas de política e historia educativa
argentina.
Historiador e Investigador sobre temas
específicos de la historia de las persecuciones religiosas
en Francia del siglo XVIII, China de los
siglos XIX y XX, México de
los siglos XIX y XX, España de los siglos XIX y XX,
Alemania de
los siglos XIX y XX, y Argentina del siglo XX y
XXI
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |