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Librecambismo




Enviado por Adriana Deligdisch



Partes: 1, 2

    1. El Liberalismo Económico o
      Librecambismo
    2. Las teorías de los
      economistas británicos
    3. Conclusión
    4. Bibliografía

    Introducción

    El liberalismo
    económico o librecambismo es la teoría
    que se inició a finales del siglo XVIII y rige hasta hoy
    en día el comercio
    internacional como la forma de realizar negocios con
    la menor intervención del estado.

    Si bien, el trabajo
    podría presentar los avances, las aplicaciones o sus
    diversos puntos de los países llamados de primer mundo y
    sus contrastes con los países en desarrollo. Se
    optó por realizar una investigación bibliográfica de las
    diferentes teorías
    que surgieron a lo largo de los últimos siglos sobre esta
    nueva forma de comercio que
    unió a potencias con países en
    desarrollo.

    Primeramente, se expone la teoría de los
    economistas británicos, con su economía ortodoxa.
    Luego al renombrado Adam Smith,
    quien es el padre y símbolo del liberalismo. Para pasar en
    el apartado tercero a la teoría de la ventaja absoluta,
    con sus exponentes David Ricardo y
    John Stuart Mill, y terminar con la escuela
    neoclásica y el teorema de
    Heckscher-Ohlin-Samuelson.

    EL LIBERALISMO
    ECONÓMICO O LIBRECAMBISMO

    La norma que debe regir al comercio exterior
    es el librecambismo, es decir aplicación del principio
    laissez-faire, libertad de
    acción
    de los agentes económicos y reducción al
    mínimo la intervención del Estado.

    A través del siglo XIX se van imponiendo
    paulatinamente las teorías de librecambio, apoyadas en una
    serie de factores: los avances
    tecnológicos, mejora de los transportes y comunicaciones, aumento de la población… que llevaron al triunfo del
    librecambio.

    El liberalismo económico fue formulado entre
    finales del siglo XVIII y mediados del XIX por economistas
    británicos: A. Smith, Tomas Robert Malthus, David Ricardo
    y John Stuart Mill. En sus obras se elaboraron teorías
    sobre el valor de los
    bienes, los
    salarios o el
    crecimiento demográfico.

    1. Las
    teorías de los economistas
    británicos.

    • 1.1. La
      economía ortodoxa

    Incluimos en este apartado el pensamiento de
    Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y de la escuela
    neoclásica.

    • 1.2. Adam Smith.

    En La Riqueza de las Naciones, emprende un ataque
    frontal contra el proteccionismo de la época mercantil,
    originando así la teoría clásica del
    comercio internacional. En pocos autores como en Smith
    encontramos un nexo causal tan nítido entre comercio y
    crecimiento. La naturaleza de
    esa interacción se muestra desde los
    primeros capítulos de La Riqueza, atribuyendo el progreso
    de la capacidad productiva a la división del trabajo. Ahora
    bien, Smith también nos aclara que "la división del
    trabajo está limitada por la extensión del mercado". La
    naturaleza de los beneficios proporcionados por el comercio
    exterior se identifican explícitamente: "Cualesquiera sean
    los sitios que entablan dicho comercio, todos ellos obtienen del
    mismo dos tipos de ventajas. El comercio exterior retira la parte
    excedente del producto de su
    tierra y su
    trabajo, para la que no existe demanda en el
    país, y trae de vuelta a cambio de ella
    otra cosa para la que sí hay demanda. (…). Así,
    la estrechez del mercado local no impide que la división
    del trabajo en ninguna rama de las artes o las manufacturas
    alcance el grado más alto de perfección. Al abrir
    un mercado más amplio para cualquier parte del producto de
    su trabajo que pueda exceder el consumo del
    país, lo estimula a mejorar sus capacidades productivas y
    a expandir su producto anual al máximo, y de esta manera a
    incrementar el ingreso y la riqueza reales de la sociedad".

    1. Idea central del párrafo de Adam Smith.

    Este párrafo presenta dos ideas centrales: la
    primera, consiste en la teoría de la "salida del
    excedente", según la cual el comercio internacional supera
    la estrechez del mercado doméstico y brinda la posibilidad
    de exportar la producción no absorbida por la demanda
    interna; la segunda idea da forma a la teoría de la
    productividad,
    la cual establece que el comercio internacional, al ampliar la
    extensión del mercado, permite mejorar la división
    del trabajo, elevando el nivel de productividad del país.
    Por el momento nos interesa resaltar el argumento según el
    cual el comercio exterior, al ampliar la extensión del
    mercado, promueve el incremento de la productividad mediante la
    división del trabajo. En él tienen su origen o
    precedente muchos de los beneficios del comercio exterior
    actualmente admitidos, con la excepción de las ganancias
    estáticas derivadas de la
    asignación de recursos en
    función
    de las ventajas comparativas ricardianas. El nexo causal entre
    comercio exterior y crecimiento
    económico discurre como sigue: ya que para Smith la
    actividad económica sólo puede aumentar "en
    proporción a su capital", el
    comercio exterior, al aumentar tanto la producción como la
    renta de la nación,
    eleva la proporción del ingreso destinado al ahorro y, por
    tanto, fomenta la acumulación de capital y la
    expansión de la actividad económica.

    Sin embargo, los beneficios del librecambio son
    también apreciados por Smith (1) desde la óptica
    de la "libertad natural", si bien, como ha notado Schumpeter,
    esos beneficios son un residuo de las doctrinas del derecho
    natural sin ningún valor científico; (2) como
    medio de acceder a bienes inexistentes en el mercado
    doméstico, argumento inmediato e irrebatible; y (3) desde
    la perspectiva del consumo, conectada con el crecimiento
    económico por el aumento de la renta, en lo que desde
    entonces constituirá un argumento clásico en favor
    del librecambio:

    "El consumo es el único fin y objetivo de
    toda producción, y el interés
    del productor merece ser atendido sólo en la medida en que
    sea necesario para promover el del consumidor.
    (…). Sin embargo, en el sistema mercantil
    el interés del consumidor es casi constantemente
    sacrificado frente al del productor, porque parece considerarse
    que la finalidad y propósito últimos de cualquier
    actividad y comercio es la producción y no el consumo".
    Smith explica también la pérdida del consumidor en
    el caso de los aranceles a la
    importación (el sobreprecio que éste
    debe soportar), en las subvenciones a la exportación (doble, en este caso: el
    impuesto para
    financiar el subsidio más el sobreprecio) y en los
    tratados
    comerciales preferenciales (anticipando el concepto de
    desviación de comercio, como se verá en el tema
    dedicado al regionalismo). Este argumento, como hemos visto,
    forma parte del paso que liga comercio y crecimiento, pero
    resulta novedoso en tanto considera el interés general y
    se presenta revestido de consideraciones éticas;
    difícilmente podía ser de otra manera
    tratándose de un profesor de
    moral.

    Smith también anticipa otros lugares comunes del
    liberalismo de nuestros días, en una sucesión de
    argumentos en favor del librecambio que sigue impresionando al
    lector más de 200 años después de su
    formulación. Así, encontramos enunciados liberales
    tales como el carácter anti-monopólico del libre
    comercio, la desconfianza hacia los gobernantes ("nunca he visto
    muchas cosas buenas hechas por los que pretenden actuar en bien
    del pueblo") y hacia los grupos de
    presión formados por industriales y comerciantes, el
    escepticismo frente a la tesis de la
    industria
    naciente y numerosas críticas al mercantilismo:
    al argumento proteccionista del empleo, a la
    política
    de empobrecer al vecino, al fraude motivado
    por las primas a la exportación y a la misma
    política de promover las exportaciones
    mediante subvenciones, a los tratados preferenciales, a los
    impuestos a la
    exportación y a lo que hoy conocemos como sesgo de
    incentivos en
    favor de una actividad económica determinada
    (refiriéndose al colbertismo). No obstante, también
    contempla la conveniencia de imponer cargas a la actividad
    extranjera en caso de que ésta afecte a la defensa del
    país (por ejemplo, las Leyes de
    Navegación, que buscaban proteger la supremacía
    naval británica) y considera discutible tal
    actuación en reciprocidad (él habla de "venganza")
    o cuando puede acarrear la pérdida de numerosos empleos,
    si bien en estos dos últimos casos las matizaciones son
    extremas y concluye recomendando una apertura gradual.

    Smith, después de haber criticado las
    analogías efectuadas por los mercantilistas entre la
    actuación individual o familiar y la de una nación,
    cae en la misma tentación en uno de los pasajes más
    conocidos de su libro:

    "La máxima de cualquier prudente hombre de
    familia es
    nunca intentar hacer en casa lo que le costaría más
    hacer que comprar. (…). Lo que es prudente en la conducta de una
    familia nunca será una locura en la de un gran reino. Si
    un país extranjero nos puede suministrar una
    mercancía a un precio menor
    que el que nos costaría fabricarla, será mejor
    comprársela con el producto de nuestro trabajo, dirigido
    en la forma que nos resulte más ventajosa".

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