La ética en la era de la globalización ¿Hay esperanza para los pobres de América latina?
- La "la globalización:
objeto cultural no identificado" - Globalizarnos
o defender la identidad: cómo salir de esta
opción - Conclusión
- Anexos
- Bibliografía
Vivimos en una época de cambios como por ejemplo:
el orden mundial ha cambiado, de la clasificación anterior
a 1990 en donde se hablaba del Primer Mundo y Tercer mundo. Se
habla ahora de un gran poder
dominante, expresado por el dominio de lo
Estados Unidos
y seguido por las grandes naciones industrializadas que conforman
el G-8. También, se habla del fin de los paradigmas y
de las utopías, y de que la utopía es ahora la de
una sociedad en la
que nadie tiene esperanza. Como latinoamericanos estamos
conscientes de nuestras realidades contusas en las cuales es
difícil caracterizarnos de una manera especifica. Vivimos
en un continente que es parte de un orden mundial en el cual el
sistema de
valores y la
cultura
prevaleciente se imponen.
Los gobiernos neoliberales latinoamericanos están
tratando de imponer, sin medir las consecuencias sociales y
posiblemente sin interesarles, la
globalización. Esto hace que nuestra sociedad
estratificada en las capas pobres del continente, en las que
sirven a la clase rica.
Nuestra tarea es pues, desafiante y compleja, ya que tenemos que
comprender cual es nuestra misión
hacia y desde dicho contexto.
Se necesita también, para el beneficio de nuestra
comprensión, hacer un sencillo análisis del concepto de
globalización ya que en forma decisiva, nos
guste o no, afecta nuestro quehacer profesional y nuestra forma
de ser. Desde una perspectiva pragmática la
globalización es una manera de llevar a cabo las
interacciones socio – económicas entre los distintos
países.
Por otro lado, la globalización representa una
manera de pensar acerca del mundo y una manera de ver el mundo.
Es una manera de organizar prioridades estableciendo por lo tanto
un sistema de valores para determinar la importancia. Hoy se dice
que vivimos en un mundo globalizado, es decir que somos parte de
un contexto que a través de la información y las comunicaciones
ya no reconocen barreras geopolíticas… Un segundo
ingrediente de esta globalización, es el neoliberalismo
como principio rector de la economía
mundial. El objetivo final
del neoliberalismo es que todos los países del mundo
abracen la economía de mercado libre. El
tercer elemento, es un cambio de
cultura, que los positivista llaman cultura del ciberespacio, que
es fruto de la globalización, ahora los que dominen la
tecnología, la
comunicación y la información son los que van
marcar los perfiles y los valores a
difundir.
En nuestro contexto latinoamericano pueden percibirse
fácilmente los efectos de la globalización. El
aparente desarrollo que
el neoliberalismo esta produciendo es mas bien una apariencia
cosmética que da la impresión de desarrollo, pero,
que a la larga agudiza la crisis,
especialmente de los mas desposeídos. Ahora, siendo un
poco mas especifico: La globalización marca los tiempos
de hoy, es algo que permea e integra todo y cuyos efectos se
sienten de manera cada vez mas creciente en toda la sociedad: la
desigualdad social, el poder omnipotente de las leyes de mercado,
la fragmentación social, religiosa y la exclusión
de personas, entre otras. En fin, el fenómeno globalizador
no significa una globalización, de la cualidad de vida de
la humanidad, y si una globalización de la cultura, de la
ética y
de la espiritualidad idolátrica de la muerte.
Entonces como cristianos somos llamados a levantar una voz de
protesta ante un sistema que destruye el espíritu y el
cuerpo y abiertamente opuesto a los principios
éticos de la vida. Ante esta problemática hemos
querido esbozar y reflexionar sobre el tema de la ética,
los valores y la espiritualidad en la globalización de las
economías del mundo: Las necesidades individuales son
colocadas por encima de las necesidades esenciales de la comunidad y de
hecho de la humanidad.
LA "LA
GLOBALIZACIÓN: OBJETO CULTURAL NO
IDENTIFICADO"La globalización debe situarse en la segunda
mitad del s. XX, siendo el resultado de la diferencia que
ésta tiene con la internacionalización y la
transnacionalización. La globalización se fue
preparando en estos dos procesos
previos a través de una intensificación de
dependencias recíprocas, el crecimiento y la
aceleración de redes económicas
y culturales que operan en una escala
mundial y sobre una base mundial. El desarrollo
tecnológico tiene el papel de facilitador en este
proceso.
La globalización es un nuevo régimen de
producción del espacio y el tiempo. No
hay acuerdo sobre el balance de la globalización
resulta negativo o positivo. Estas divergencias respecto del
significado y el alcance de la globalización muestran
las siguientes conclusiones:a) La globalización no es un paradigma
científico, ni económico ya que no cuenta con
un objeto de estudio claramente delimitado.b) tampoco se le puede considerar un paradigma
político ni cultural, en tanto no constituye el
único modo posible de desarrollo.Pensar sobre lo global exige trascender estas dos
posturas:1) La que hace de ella un paradigma único e
irreversible, y2) la que dice que no importa que no sea coherente
ni integre a todos.La hipótesis es que si no contamos con una
teoría unitaria de la
globalización, es porque lo fragmentario es un rasgo
estructural de los procesos globalizadores. Para ocuparse de
los procesos globalizadores hay que hablar, sobre todo, de
gente que migra o viaja, que no vive donde nació, que
intercambia bienes y
mensajes con personas lejanas. La globalización no
sólo homogeniza y nos vuelve más
próximos, sino que multiplica las diferencias y
engendra nuevas desigualdades. La globalización sin la
interculturalidad es un OCNI. Se pierde mucho de la
versatilidad de los procesos culturales cuando, para celebrar
aquello que los globalizadores no logran devorar, olvidamos
el deseo de participar en la globalización. Parece
mejor concebirla como un proceso con varias agendas, reales o
virtuales, que se estaciona en fronteras o en situaciones
translocales, y trabaja con su diversidad. Los países
latinoamericanos tienen opciones de política cultural para situarse en los
mercados.
Lo global no puede prescindir de lo local o nacional, ni esto
puede expandirse o aun sobrevivir desconectado de los
movimientos globalizadores.Según la metáfora de la obra
plástica de Yanagi, sugiere que las migraciones
masivas y la globalización convertirían el
mundo actual en un sistema de flujos e interactividad donde
se disolverían las diferencias entre las naciones.
Pero en cuanto a la cultura, no corresponde hablar de una
cultura global que reemplazaría a las culturas
nacionales. Más allá de las paredes de las
comunidades nacionales se dispersan bienes, personas y
mensajes. Diferentes imágenes muestran distintos modos de
concebir la redistribución que en este tiempo
está ocurriendo entre lo propio y lo ajeno. Todo
discurso
socioeconómico puede ser leído como narrativa,
y más aún cuando se refiere a los movimientos
globalizadores. De ahí el valor de
usar las metáforas y las narraciones de casos reales
que muestren como se vive en lo real la globalización.
En esta opinión, el futuro de los antropólogos
depende de que resumamos esa otra parte de la disciplina
que nos ha entrenado para examinar la alteridad y la
interculturalidad, las tensiones entre lo local y lo
global.Los siguientes son algunos cambios teóricos
necesarios en las nociones habituales de cultura y
globalización: La cultura redefinida: en
los sesente y ochenta, la cultura designaba los procesos de
producción, circulación y consumo de
la significación en la vida social. Sin embargo, no
incluye lo que constituye a cada cultura por su diferencia
con otras. De ahí, que varios autores propongan en los
noventa hablar de interculturalidad. Lo cultural abarca el
conjunto de procesos a través de los cuales
representamos e instituimos imaginariamente lo social,
concebimos y gestionamos las relaciones con los
otros.La globalización haciéndose cargo
de la cultura: los datos
macrosociales muestran la globalización como una etapa
histórica configurada en la segunda etapa del s. XX,
en la cual la convergencia de procesos económicos,
financieros, comunicacionales y migratorios acentúa la
interdependencia entre vastos sectores de muchas sociedades
y genera nuevos flujos y estructuras de interconexión
supranacional. Incluir el papel de las personas y, por tanto,
la dimensión cultural de la globalización,
permite tomar en cuenta tres aspectos: el drama, la responsabilidad y la posibilidad de reorientar
el itinerario. Hablar de las personas que hacen, reproducen y
padecen la globalización vuelve posible encontrar
responsables de estos procesos. La reorganización
mundializada de las sociedades parece ser un proceso
irreversible y que deja pocas posibilidades de éxito a quienes buscan regresar a
épocas previas o construir sociedades alternativas
desenchufadas de lo global. Dejar hablar a los actores desde
sus peculiares experiencias de la interculturalidad
transnacional puede contribuir a reconquistar poder frente al
fatalismo predominante de los economistas. Por último,
lo imaginario se impone como un componente de la
globalización.
Página siguiente |