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La agentividad sexual de las mujeres, una asignatura pendiente en el proceso de igualdad



Partes: 1, 2

    1. Sinopsis
    2. ¿En qué se
      diferencian varones y mujeres respecto del placer y el deseo
      sexual?
    3. El conocimiento no es inmutable,
      es subjetivo, parcial, contextual e
      histórico
    4. ¿Cómo
      se inscribe y conforma la identidad sexual? ¿Qué
      instancias y herramientas sirven a la
      adscripción/aceptación del dimorfismo
      jerarquizado entre los sexos propio del sistema
      patriarcal?
    5. La
      España de comienzos del siglo XXI y la asimetría
      en agentividad sexual
    6. ¿Qué
      actitudes y conductas sexistas deben ser cuestionadas en la
      España del siglo XXI para favorecer la agentividad
      sexual de las mujeres favoreciendo a la vez la
      igualdad?

    Sinopsis:

    Desde el desvelamiento de los sesgos
    androcéntricos y etnocéntricos en las investigaciones
    relacionadas con los sexos y sus relaciones, se analiza el
    modelo sexual
    predominante: heterosexual y coital y las repercusiones del mismo
    en la salud física y
    psíquica de las mujeres. Centrando la mirada en la
    España
    del s. XXI se cuestionan algunas creencias y conductas que
    están enmascarando y obstaculizando la percepción
    de las mujeres sobre su derecho a la agentividad y la
    satisfacción de su deseo y placer sexual.

    LA AGENTIVIDAD
    ERÓTICO-SEXUAL DE LAS MUJERES,

    UNA ASIGNATURA PENDIENTE
    EN EL PROCESO DE
    IGUALDAD.

    ¿En qué se
    diferencian varones y mujeres respecto del placer y el deseo
    sexual?

    Formular esta pregunta exige cuanto menos dirigir la
    mirada hacia las mujeres cuestionando el dominio focal
    androcéntrico, objetivo y
    universal de las ciencias.
    Responder esa pregunta demanda un
    somero recorrido por algunos de los vaivenes del conocimiento
    humano al respecto de los sexos y sus relaciones.

    Hoy se acepta que la realidad es percibida
    subjetivamente, que "la ideología influye en todas las miradas y
    que las teorías
    científicas se han construido preñadas de
    significados no científicos (creencias, postulados,
    suposiciones,… que no han sido comprobadas, ni tan siquiera
    investigadas)". "Hay mucho más en lo que se ve que lo que
    descubre el globo ocular".(Chalmers). "La ciencia no
    es asexuada: es un hombre, un
    padre y también está contaminada…" (Virginia
    Woolf)

    El
    conocimiento no es inmutable, es subjetivo, parcial, contextual e
    histórico.

    Hasta mediados del siglo XX, los estudios de las
    ciencias humanas sobre los sexos y sus relaciones han estado
    afectados por dos sesgos fundamentales: el etnocentrismo y el
    androcentrismo.

    La actitud
    prepotente y chovinista de l@s investigador@s occidentales
    respecto de las otras culturas ha impregnado de prejuicios las
    descripciones e interpretaciones de las culturas estudiadas. Esta
    mirada etnocéntrica fue denunciada por M. Mead y
    Lévi-Strauss; sus estudios fueron un ataque a la supuesta
    universalidad de los roles sexuales y de la naturalización
    de la división sexual del trabajo
    propios de la tradición europea y anglosajona.

    El androcentrismo ha universalizado el sistema de
    relaciones patriarcal y burguesa (ha trasladado a cualquier
    sociedad la
    ideología dominante naturalizando y legitimando un sistema
    de valores
    jerarquizado en el que las mujeres eran engullidas dentro de la
    categoría hombre al tiempo que su
    papel y sus "peculiaridades naturales" eran devaluados,
    subordinados, criticados, envilecidos o invisivilizados, salvo
    milagrosas excepciones..

    La "naturalidad" de la mirada androcéntrica
    dificulta su cuestionamiento. Con el paradigma
    crítico y el impacto del movimiento
    feminista de segunda ola, a partir de 1960, se activan las
    alertas que lograr visibilizar este sesgo en las ciencias y
    saberes científicos anteriores. Pierden validez algunos
    postulados relativos a los sexos y sus relaciones:

    • Que la anatomía externa de
      los genitales determine la caracterización
      dicotómica de las personas en hombres o mujeres, siendo
      la categoría ‘sexo
      holística, innata e inmutable.
    • Que la dicotomía sexual sea en razón de
      naturaleza.
    • Que por la asignación a uno u otro sexo las
      personas desarrollen de manera natural universos
      simbólicos (creencias, valores, imaginarios, rasgos de
      personalidad, actitudes,
      capacidades, intereses y conductas) diferenciados sexualmente y
      desiguales.
    • Que la aparente emergencia natural de conductas
      acordes a universos simbólicos dicotomizados sexualmente
      sea razón suficiente para justificarlos
      socialmente.
    • Que la subordinación de las mujeres a los
      varones arranque en la noche de los tiempos y se justifique por
      su dependencia de la reproducción.
    • Que la invisibilidad de las mujeres en los hallazgos
      y demás fuentes que
      se han manejado para la construcción de las teorías
      científicas, "describa" la irrelevancia de su papel
      social.

    Bajo la mirada androcéntrica las mujeres han sido
    vistas como objetos pasivos de la historia, insistiendo en dos
    tipos extremos de androcentrismo, la invisibilidad de las mujeres
    y la misoginia. (Margrit Fichler, 1987).

    Etnocentrismo y androcentrismo han contribuido a
    universalizar la desigualdad entre los sexos mucho más
    allá de las evidencia anatómico-biológicas.
    Etnocentrismo y androcentrismo han contribuido a naturalizar y
    legitimar la ideología sexista.

    Desde mediados del siglo XX, con la emergencia del
    paradigma crítico y el cuestionamiento del estatus de
    neutralidad, objetividad y universalidad del conocimiento
    científico, se produce un magnífico trabajo
    impulsado principalmente por investigadoras feministas que ha
    permitido dotar a las ciencias
    sociales de un equipamiento conceptual, epistemológico
    y técnico capaz de enjuiciar y falsar los postulados de
    naturalidad de las diferencias entre las personas y la
    jerarquía por razón de su sexo asignado, por su
    adscripción sexual (dicotómica o ambigua) por su
    genitalidad externa. El desarrollo de
    la categoría género
    (Robert J. Stoller, 1968) ha permitido que las ciencias sociales
    se quitasen el androcentrismo sobre el que se había
    construido e interpretado la humanidad.

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