El
último escondite de María Magdalena
¿Llegó María Magdalena al sur de
Francia en el
siglo I? ¿Es cierto que vino acompañada por su hija
de raza negra? ¿Fue ésta el fruto de su amor con
Jesús de Nazareth? ¿Cómo se urdió un
mito tan
retorcido en plena Edad
Media?
En 1888 el pequeño pueblo marinero francés
de Les Saintes Maries de la Mer entró en la Historia por la puerta
grande. Hacía sólo medio siglo que había
cambiado su antiguo nombre de Notre Dame de la Mer por el de Les
Santes Maries, cuando un joven pintor holandés de 35
años lo eligió para pasar una temporada en
él. Se llamaba Vincent Van Gogh, y lo que vio en sus
playas lo marcó para siempre. El batir del
Mediterráneo contra la desembocadura del Ródano, la
luz y su
bullicio terminaron por hechizarlo. El inspirado por todo
aquello, en tiempo
récord, pintó más de 200 cuadros, muchos de
ellos con la arena y los velámenes marineros como
protagonistas.
Hoy sabemos que fue su periodo creativo más
fértil y que allí escribió uno de los
capítulos más brillantes de la reciente historia del
arte. Sin embargo, jamás tendremos la certeza de si
aquella estancia sirvió a Van Gogh para adentrarse en el
secreto que escondía el pueblo. Ni si se cuestionó
alguna vez sobre por qué aquel lugar cambió tantas
veces de nombre antes de su llegada.
Es curioso: Les Saintes Maries, con sus casi 2.500
habitantes permanentes presumían orgullosos del curioso
nombre de su villa. Saben que sus antepasados honraron así
una vieja y controvertida leyenda del lugar, según la cual
María Magdalena, María Salomé y María
la madre del apóstol Santiago desembarcaron en aquellas
mismas playas hacia el año 40 de nuestra era.
Huían de las primeras persecuciones cristianas, y
en su barca -una suerte de patera sin velas ni remos- las
acompañaban Lázaro, el resucitado; su hermana,
Marta; Máximo, futuro obispo de Aix-en-Provence y cierta
Sara, a la que algunos creyeron hija y otros, sirvienta de la
Magdalena.
Cuando aquella expedición puso pie en tierra,
sólo hallaron un campamento romano con nombre de dios
egipcio: Ra. El geógrafo y poeta romano Rufo Festo Avieno,
en su Descriptio Orbis Térrea, escrita 400 años
más tarde, contó que Ra mudó por primera vez
de nombre tras aquella ilustre visita. El fuerte dio paso a un
pueblo que se llamó Ratis, que significa barco. Y aunque
no mencionó si aquello estaba directamente relacionado con
la leyenda de la barca de las Marías, es más que
probable que fuera así.
¿Hija de Jesús? Hoy Les Santes Maries de
la Mer es un lugar popular para los amantes del misterio. Nadie
pregunta ya por Van Gogh. En cambio, las
dudas sobre la filiación de Sara crecen por
doquier.¿Era hija de María Magdalena? ¿Y
quién fue su padre? Todos especulan, pero nadie tiene
pruebas para
demostrar sus teorías. De momento, Sara la Kali es
allí la patrona de los gitanos. Cada 25 de mayo, miles de
ellos acuden a sacarla en procesión y honrarla. Kali
significa negra, y aunque de ese color es la
efigie que sumergen una vez al año en el
Mediterráneo, su simbolismo procede de otro
lugar.
Negro o Kemet era el nombre antiguo de Egipto. Como
egipcios o egipcianos era el apelativo ancestral de la raza
gitana. Pero esa negrura también es, «un
símbolo de su estado oculto;
era la reina desconocida, postergada, repudiada y vilipendiada
por la Iglesia a lo
largo de los siglos, en un intento por negar la descendencia
legítima y por mantener las propias doctrinas sobre la
divinidad y celibato de Jesús».
¿Se ha dado usted cuenta de lo que esconde la
palabra merovingio? Sus dos sílabas fundamentales, mer y
vin, son referencias en francés antiguo a María y
vino. El vino de María es una metáfora al producto de su
vientre.
Es probable que nunca sepamos si esa leyenda tuvo un
paso real o no. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de su
tremenda influencia. Diez años antes de El código Da
Vinci, el escritor Peter Berling ya noveló esa
supuesta descendencia sagrada en Los hijos del Grial. Incluso
Anne Rice, famosa gracias a su novela Entrevista con
el vampiro y sus sagas de terror gótico, decidió el
año pasado saltar a las novelas de
intriga religiosa para reconstruir los años olvidados de
Jesús. El libro de su
vida marital está, seguro, por
llegar.
Lo curioso es que toda esta «ficción»
empezó en la Edad Media. Fue en 1448 cuando se
descubrieron en Les Saintes Maries las reliquias de dos de las
tres Marías del mito, la jacobita y María
Salomé. Y con ellas se disparó el mito. En aquella
remota época de fabricación de objetos de culto,
sus huesos pronto se
convirtieron en un irresistible foco de atracción
piadosa.
Los peregrinos eran el motor
turístico del tiempo, y muchos desviaron sus pasos para
venerarlos. Los huesos de la Magdalena, sin embargo, no estaban
allí. Hacía tiempo que se guardaban en otro lugar:
en la iglesia de San Máximo en Sainte Baume, santo
bálsamo, como el frasco de alabastro con el que
tradicionalmente se representa siempre a María
Magdalena.
En Sainte Baume encontraron el cráneo de la santa
y algunos huesos más. Fue el 9 de septiembre de 1279
cuando Carlos II de Anjou, futuro rey de Nápoles, se
atribuyó su hallazgo. Más tarde, el papa Bonifacio
VIII aprobó su culto, ignorando que otra remota pero
importante ciudad, esta vez de la Borgoña, había
reclamado hacía tiempo la posesión de esos mismos
huesos: Vézelay.
Las supuestas reliquias de María Magdalena se
exhiben aún, en una especie de arca de cristal en la
cripta de la basílica que lleva el nombre de la santa. Lo
hacen en una especie de hornacina decorada con flores de lis -la
planta de la realeza gala-, y frente a un altar con una custodia
dorada con forma de ankh, la cruz ansata egipcia.
¿Era eso un acertijo? ¿Acaso un
guiño a otra antigua leyenda francesa, que situó el
parto de la
Magdalena en Egipto? En efecto: en el siglo VI, san Gregorio de
Tours, obispo de esa ciudad gala, recogió otra leyenda
sobre María Magdalena en su obra De miraculis. En ella
afirma que la santa huyó a Alejandría de las
persecuciones a los cristianos, y que allí dio a luz a
Sara. La misma Sara la Kali, la egipciana, que se encontró
en Les Saintes Maries. Sin embargo, San Gregorio no menciona
Francia en el periplo vital de ambas mujeres, sino que las relega
a Éfeso, donde pasarán el resto de sus días.
Y del padre de Sara no dice ni palabra. ¿Supo algo
Gregorio que nosotros ignoramos?
María Magdalena la
pionera
Durante las últimas décadas se está
produciendo un fuerte movimiento de
recuperación de la figura de María Magdalena por
parte de especialistas del Nuevo Testamento, preferentemente
mujeres, que leen los textos en perspectiva de género, de
historiadores e historiadoras, que llevan a cabo una
reconstrucción no patriarcal de los primeros siglos del
cristianismo,
y de la teología feminista, con su lúcida y certera
hermenéutica de la sospecha. Papel
fundamental han desempeñado en esta recuperación
los evangelios llamados apócrifos, sobre todo los de
carácter gnóstico, entre los que cabe citar el
Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Evangelio
de María y Pistis Sophia.
Están influyendo también, y de manera
decisiva, al menos en el imaginario religioso y social, algunas
obras de ficción centradas en la relación amorosa
entre Jesús y María Magdalena, sobre la que muy
poco dicen los textos y casi todo es producto de la
imaginación. Entre ellas cabe destacar la novela del
escritor griego Nikos Kazantzakis (1885- 1957) La última
tentación, de gran calidad
literaria, llevada al cine bajo la
dirección de Martin Scorsese, y más
recientemente El código
Da Vinci, también convertida en película que acaba
de estrenarse y que está provocando un alud de condenas
por parte de instituciones
católicas y del propio Vaticano.
Las actuales investigaciones
sociológicas, de historia social, de antropología cultural y hermenéutica
feminista sobre los orígenes del cristianismo
sitúan el grupo de
seguidores y seguidoras de Jesús en el horizonte de los
movimientos de renovación del judaísmo del siglo I,
junto con los esenios, terapeutas, penitenciales y otros. Lo
ubican asimismo dentro de los movimientos que lucharon contra la
explotación patriarcal en las distintas culturas: griega,
romana, asiática y judía. En la historia de
Israel hubo
intensas luchas protagonizadas por mujeres que
desempeñaron un papel político y cultural muy
importante.
Las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres
galileas que se reunían para comidas comunes, eventos de
oración y encuentros de reflexión religiosa con el
sueño de liberar a toda mujer en Israel.
Fue precisamente esa corriente emancipatoria del dominio
patriarcal la que posibilitó el nacimiento del movimiento
de Jesús como discipulado igualitario de hombres y
mujeres, en el que éstas desempeñaron un papel
central y no puramente periférico. La presencia y el
protagonismo de las mujeres en dicho movimiento, fue de la mayor
importancia para la praxis de
solidaridad desde
abajo. Su actividad fue determinante para que el movimiento de
Jesús continuara después de la ejecución del
fundador y se extendiera fuera del entorno
judío.
Las diferentes tradiciones evangélicas coinciden
en señalar que estas mujeres fueron protagonistas en
momentos fundamentales: al comienzo en Galilea, junto a la cruz
en el Gólgota y en la resurrección como primeras
testigos. La mayoría de las veces se citan tres nombres de
mujeres dentro de un grupo femenino numeroso. Es la misma
tendencia seguida en el caso de los varones (Pedro, Santiago y
Juan). Con ello se pretende mostrar el lugar destacado que unas y
otros ocupan en la comunidad.
La mujer que aparece casi siempre citada en primer lugar
en el grupo de las amigas de Jesús es María
Magdalena, que toma el nombre de su lugar de origen, Magdala,
pequeña ciudad pesquera de la costa oriental del lago de
Galilea, entre Cafarnaún y Tiberiades. Ella es
discípula de primera hora, pertenece al grupo más
cercano a Jesús, ocupa un lugar preeminente en él,
hace el mismo camino que el Maestro hasta Jerusalén,
comparte su proyecto de
liberación y su destino. Las mujeres que siguen a
Jesús suelen ser citadas en los evangelios en referencia a
un varón; María Magdalena, no: una prueba
más de su independencia
de toda estructura
patriarcal.
La fidelidad o infidelidad a una causa y a una persona se
demuestran cuando vienen mal dadas, en la hora de la
persecución y del sufrimiento. Cuando Jesús es
condenado a muerte, los
discípulos varones huyen por temor a ser identificados
como miembros de su movimiento y correr la misma suerte que
él. Sólo las mujeres que le habían seguido
desde Galilea le acompañan en el camino hacia el
Gólgota y están a su lado en la cruz. Dentro del
grupo de mujeres, los evangelios llamados sinópticos
(Marcos, Mateo y Lucas) citan a María Magdalena en primer
lugar. Ella funge como discípula fiel no de un
Mesías triunfante, sino de un crucificado por subvertir el
orden establecido tanto religioso como
político.
Testigo de la resurrección Los distintos relatos
evangélicos coinciden en presentar a las mujeres como
testigos de la resurrección y a María Magdalena
como la primera entre ellas. Es precisamente ella quien comunica
la noticia a los discípulos, quienes reaccionan con
incredulidad.
La Magdalena cumplió las tres condiciones para
ser admitida en el grupo apostólico: haber seguido a
Jesús desde Galilea, haber visto a Jesús resucitado
y haber sido enviada por él a anunciar la
resurrección. El reconocimiento de María Magdalena
como primera testigo del Resucitado explica su protagonismo en el
cristianismo primitivo, al mismo nivel que Pedro, e incluso mayor
en algunas iglesias.
Sin embargo, en las cartas paulinas y
otros escritos del Nuevo Testamento, el testimonio de las mujeres
ya no aparece y María Magdalena es sustituida por Pedro.
Ello se debe a que la Iglesia estaba empezando a someterse al
dominio masculino, que muy pronto comenzó a suprimir el
importante papel que Jesús encomendó a las
mujeres.
El silenciamiento, por parte de Pablo y de otras
tradiciones neotestamentarias, de la aparición de
Jesús a María Magdalena y a otras mujeres
llevó derechamente a la exclusión de éstas
de los ámbitos de responsabilidad comunitaria. Más, a pesar
de ese silencio, las mujeres constituyen la referencia
indispensable de la transmisión del mensaje
evangélico; más aún, el eslabón
esencial para el nacimiento de la comunidad cristiana. Sin el
testimonio de las mujeres, hoy no habría Iglesia
cristiana.
Interlocutora preferente En los diálogos de
revelación de los evangelios apócrifos de tendencia
gnóstica, María Magdalena aparece como
interlocutora preferente de Cristo resucitado y hermana de
Jesús, discípula predilecta y compañera del
Salvador.
Esa posición privilegiada provoca celos en
algunos apóstoles, especialmente en Pedro, quien,
según el apócrifo Pisis Sophia, reacciona en estos
términos: "Maestro, no podemos soportar a María
Magdalena porque nos quita todas las ocasiones de hablar; en todo
momento está preguntando y no nos deja
intervenir".
Apóstol de apóstoles es el título
que da a María Magdalena Hipólito de Roma, quien no
considera a las mujeres mentirosas, sino portadoras de la verdad,
y las llama apóstoles de Cristo. En la misma línea
se expresa san Jerónimo, quien reconoce a María
Magdalena el privilegio de haber visto a Cristo resucitado
"incluso antes que los apóstoles".
Sin embargo, con el proceso de
patriarcalización, clerizalización y
jerarquización del cristianismo, María de Magdala
fue relegada al olvido; más aún, representada como
la penitente y la sirvienta de Jesús en agradecimiento por
haber expulsado de ella los malos espíritus. Mejor suerte
tuvo María de Nazaret, madre de Jesús, que fue
declarada Madre de Dios, elevada a los altares y tratada casi con
honores divinos.
Veinte siglos después se vuelve a hacer justicia a
María Magdalena. Lo que falta es vencer las resistencias
del pensamiento
androcéntrico y de la
organización patriarcal de la mayoría de las
Iglesias cristianas, y recuperar en la práctica la
tradición del movimiento de Jesús como discipulado
de iguales, aunque no clónicos.
María Magdalena es quizás la figura
más calumniada y malentendida desde el inicio de la
Cristiandad. Desde el cuarto siglo, ha sido presentada como una
prostituta y pecadora pública quién, después
de encontrarse con Jesús, se arrepintió y
pasó el resto de su vida en oración y
penitencia.
En el mundo del arte y la
hagiografía Cristiana, María ha sido
increíblemente idealizada románticamente,
simbolizada, y mistificada. Algunas de las pinturas
históricas, son casi pornografía beata, presentándola
como un epítome de sensualidad y espiritualidad. El efecto
neto ha sido reforzar la desafortunada noción de que la
sexualidad,
especialmente la femenina, es algo vergonzoso, pecador y digno de
arrepentimiento. El relato bíblico real de María
Magdalena pinta un retrato muy diferente al de la reformada
prostituta con los pechos desnudos del arte
Renacentista.
En ningún lugar del evangelio se identifica a
María como una pecadora o una prostituta. Al contrario,
los cuatro Evangelios, la muestran como la primera testigo de los
eventos Cristianos más centrales. Viajó con
Jesús en el apostolado de Galilea y, con Joanna y Susana,
apoyó la misión de
Jesús con sus propios recursos
económicos (San Lucas 8:1-3). En los Evangelios
Sinópticos, María guía al grupo de mujeres a
dar testimonio de la muerte y
entierro de Jesús, la tumba vacía, y Su
Resurrección.
En los Evangelios Sinópticos también se
compara el abandono de Jesús por los discípulos con
la fortaleza fiel de las discípulas, quienes, guiadas por
María lo acompañan en esta muerte tan vergonzosa y
agonizante. Algunos han atribuido la fidelidad de estas mujeres
al hecho de que corrían menos riesgo de ser
crucificadas. Sin embargo los eruditos bíblicos demuestran
que los romanos crucificaron a mujeres e incluso a niños
en su brutal y, tal como llegó a resultar, inútil
intento de desanimar la insurrección.
Los eruditos consideran que el mensaje de la
Resurrección encomendado primero a la mujer
según el evangelio, es una de las pruebas más
grandes de la historicidad del relato de la Resurrección.
De acuerdo a la ley Judía,
el testimonio de la mujer no se reconocía. Si los relatos
sobre la Resurrección de Jesús fueran fabricados,
nunca se hubiera incluido a la mujer como testigo.El nombre de
María Magdalena aparece en los cuatro Evangelios como
encabezando el grupo que descubrió la tumba vacía.
Sin embargo, la identidad de
las mujeres que la acompañaron varía de evangelio a
evangelio. En San Mateo, Marcos y Lucas aparece María, la
madre de Jaime y José. No obstante, San Marcos incluye a
Salomé, mientras que San Lucas añade a Juana pero
no a Salomé.
El evangelio de San Juan nombra solamente a María
Magdalena como la primera en descubrir la tumba vacía. El
autor San Juanista reporta que corrió a contarle a Pedro y
a los demás quienes verificaron que efectivamente la tumba
estaba vacía, y salieron. María se quedó,
llorando, y recibe la primera aparición de Jesús
resucitado. Algunos eruditos creen que solamente María
Magdalena descubrió la tumba vacía. Dicen que el
relato de San Juan, a pesar de que fue escrito después de
los sinópticos, es actualmente uno de los primeros textos
históricos.
Los cuatro evangelios fueron escritos para cuatro
comunidades Cristianas dispares en un período de treinta a
cuarenta años. El que se nombre a María Magdalena
idénticamente en todos indica que fue reconocida por todos
como la principal testigo de la Resurrección..
El Evangelio de San Juan también muestra al Cristo
Resucitado enviando a María Magdalena a anunciar la Buena
Nueva de su Resurrección a los otros discípulos.
Esto hizo que los Padres de la Iglesia la nombraran "el
apóstol de los apóstoles." Los primeros escritos
Cristianos sobre este tema, describen a comunidades de fe
completas desarrollándose en el ministerio de
María. Los eruditos creen que esto indica que era una
líder
mujer muy conocida a principios de la
Cristiandad.
Entonces, ¿qué sucedió para que los
cristianos del siglo XXI no hayamos nunca escuchado sobre la
función
que tuvo el fuerte liderazgo de
María durante la vida de Jesús, y su importante
liderazgo durante el comienzo de la Iglesia? Hay varias posibles
explicaciones. Una es la común mala interpretación del Evangelio de San Lucas
que nos dice que "de la que habían salido siete demonios"
(San Lucas 8:1-3). Para los cristianos del primer siglo esto
significaba solamente que María había sido curada
de alguna enfermedad seria, no que era pecadora. Como no
entendían muy bien las enfermedades internas,
comúnmente se atribuían al trabajo de
espíritus malos, sin que la presencia de tal enfermedad
necesariamente estuviera asociada con el pecado. El número
siete sólo simbolizaba una enfermedad grave o que era
contagiosa.
Otra mala interpretación muchas veces es tratar
de identificar a María Magdalena en los siglos IV y V como
la "pecadora que amó mucho" como aparece en San Lucas
7:36-50. Esta mujer "de mala vida que vivía en el mismo
pueblo" baña los pies de Jesús con sus
lágrimas, los seca con su cabello, y derramó sobre
ellos un perfume caro. Jesús alaba su gran amor y utiliza
la ocasión para enseñarle a su anfitrión
Simeón la naturaleza del
perdón. Simeón nota que Jesús no
sabía quién era la mujer.
La historia del discípulo Galileo (San Lucas
8:1-3) aparece inmediatamente después de este recuadro,
por lo que algunos la han asociado equivocadamente con
María, "de la que habían salido siete demonios" con
la mujer arrepentida. Sin embargo algunos estudiosos
bíblicos consideran que es poco probable de que se nombre
a Magdalena en San Lucas 8:1-3 y que sin embargo no se
identifique en el texto
anterior.
Otra posible si bien dolorosa explicación es que
en los siglos III y IV, los líderes masculinos de la
Iglesia trataron con éxito
de oprimir el liderazgo equitativo de las discípulas. La
comunidad Cristiana se encontraba en medio de un conflicto
cultural al cambiar su veneración en hogares iglesias
donde el liderazgo de la mujer era aceptado y se sentía
como algo apropiado, a venerar en lugares públicos donde
el liderazgo de la mujer se consideraba inapropiado y vergonzoso.
Las Iglesias Montanistas y Valencianas que tenían
líderes masculinos y femeninos, eventualmente se
suprimieron. Los eruditos dicen que las comunidades Montanistas y
Valencianas eran ortodoxas y que fueron suprimidas no porque sus
enseñanzas eran heréticas, sino porque las mujeres
al igual que los hombres participaban en liderazgo.
Durante esta misma etapa vemos la memoria de
María Magdalena cambiar de una discípula fuerte y
proclamadora de la Resurrección a una prostituta y
pecadora pública arrepentida. Algunos eruditos
hipotéticamente dicen que eso se hizo para minimizar la
poderosa función de liderazgo de la mujer en los
Evangelios, y de esta forma desanimar el liderazgo femenino de la
Iglesia en los Siglos III y IV. La identificación final de
María como una pecadora reformada públicamente
logró una postura oficial en las homilías del Papa
Gregorio el Grande (540-604).
La identificación de Gregorio hacia María
como una pecadora sexual arrepentida apelaba a la
imaginación popular y estaba orientada a reconstruir su
historia en las Escrituras. Con el tiempo fue borrándose
el recuerdo de muchas mujeres amigas de Jesús. El dulce
ungimiento de María de Betani antes de la pasión de
Jesús estuvo unida al de la mujer "de mala
reputación" cuyas lágrimas bañaron y
ungieron los pies de Jesús en la casa de Simeón.
Los textos de ungimiento se unieron en uno genérico de la
mujer pecadora, "Magdalena." De ahí en adelante,
María Magdalena no se llegó a conocer en la
historia como una mujer líder fuerte que amó a
Jesús durante una muerte aterradora, que fue la primera
testigo de su Resurrección y que proclamó al
Salvador Resucitado en las primeras iglesias, sino como una mujer
sensual que necesitaba arrepentirse y que vivía escondida
(y se esperaba que también de silencio) en
penitencia.
Agradecidamente, los eruditos del siglo XX han
restaurado el testimonio que nos dio una mujer fuerte que fue
María Magdalena. Se espera que dos mil años de
malas interpretaciones sean restituidos. María Magdalena
nuevamente vuelva a convertirse en el modelo
ejemplar para las discípulas del siglo XI que fue para
aquellos quienes dieron testimonio al Cristo Resucitado en los
orígenes de la Cristiandad.
María Magdalena y Simón, el
Fariseo
SIMON de Betania era considerado discípulo de
Jesús. Era uno de los pocos fariseos que se habían
unido abiertamente a los seguidores de Cristo. Reconocía a
Jesús como maestro y esperaba que fuese el Mesías,
pero no le había aceptado como Salvador. Su
carácter no había sido transformado; sus principios
no habían cambiado.
Simón había sido sanado de la lepra, y era
esto lo que le había atraído a Jesús.
Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de la
última visita de Cristo a Betania ofreció un
festín al Salvador y a sus discípulos. Este
festín reunió a muchos de los judíos.
Había entonces mucha excitación en
Jerusalén. Cristo y su misión llamaban la atención más que nunca antes.
Aquellos que habían venido a la fiesta vigilaban
estrechamente sus movimientos, y algunos, con ojos
inamistosos.
El Salvador había llegado a Betania solamente
seis días antes de la Pascua, y de acuerdo con su
costumbre había buscado descanso en la casa de
Lázaro. Los muchos viajeros que iban hacia la ciudad
difundieron las noticias de
que él estaba en camino a Jerusalén y
pasaría el sábado en Betania. Había gran
entusiasmo entre la gente. Muchos se dirigieron a Betania,
algunos llevados por la simpatía para con Jesús, y
otros por la curiosidad de ver al que había sido
resucitado…
Los informes
llevados de vuelta a Jerusalén por los que visitaron
Betania aumentaban la excitación. El pueblo estaba ansioso
de ver y oír a Jesús. Por todas partes se indagaba
si Lázaro le acompañaría a Jerusalén,
y si el profeta sería coronado rey en ocasión de la
Pascua. Los sacerdotes y gobernantes veían que su
influencia sobre el pueblo estaba debilitándose cada vez
más, y su odio contra Jesús se volvía
más acerbo…
Jesús y sus amigos estaban invitados al
festín de Simón. A un lado del Salvador, estaba
sentado a la mesa Simón a quien él había
curado de una enfermedad repugnante, y al otro lado Lázaro
a quien había resucitado. Marta servía, pero
María escuchaba fervientemente cada palabra que
salía de los labios de Jesús. En su misericordia
Jesús había perdonado sus pecados, había
llamado de la tumba a su amado hermano, y el corazón de
María estaba lleno de gratitud. Ella había oído
hablar a Jesús de su próxima muerte, y en su
profundo amor y tristeza había anhelado honrarle. A costa
de gran sacrificio personal,
había adquirido un vaso de alabastro de "nardo
líquido de mucho precio" para
ungir su cuerpo. Pero muchos declaraban ahora que él
estaba a punto de ser coronado rey. Su pena se convirtió
en gozo y ansiaba ser la primera en honrar a su Señor.
Quebrando el vaso de ungüento, derramó su contenido
sobre la cabeza y los pies de Jesús, y llorando postrada
le humedecía los pies con sus lágrimas y se los
secaba con su larga y flotante cabellera…
El murmullo [provocado por la declaración de
Judas] circuyó la mesa: "¿Por qué se pierde
esto? Porque esto se podía vender por gran precio, y darse
a los pobres."
María oyó las palabras de crítica. Su corazón temblaba en su
interior. Temía que su hermana la reprendiera como
derrochadora. El Maestro también podía considerarla
impróvida. Estaba por ausentarse sin ser elogiada ni
excusada, cuando oyó la voz de su Señor: "Dejadla;
¿por qué la fatigáis?" El vio que estaba
turbada y apenada. Sabía que mediante este acto de
servicio
había expresado su gratitud por el perdón de
sus pecados, e impartió alivio a su espíritu.
Elevando su voz por encima del murmullo de censuras, dijo: "Buena
obra me ha hecho; que siempre tendréis los pobres con
vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien; mas
a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que
podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo
para la sepultura."
El don fragante que María había pensado
prodigar al cuerpo muerto del Salvador, lo derramó sobre
él en vida. En el entierro, su dulzura sólo hubiera
llenado la tumba, pero ahora llenó su corazón con
la seguridad de su
fe y amor. José de Arimatea y Nicodemo no ofrecieron su
don de amor a Jesús durante su vida. Con lágrimas
amargas, trajeron sus costosas especias para su cuerpo
rígido e inconsciente. Las mujeres que llevaron
substancias aromáticas a la tumba halla ron que su
diligencia era vana, porque él había
resucitado.
Pero María, al derramar su ofrenda sobre el
Salvador, mientras él era consciente de su
devoción, le ungió para la sepultura. Y cuando
él penetró en las tinieblas de su gran prueba,
llevó con sigo el recuerdo de aquel acto, anticipo del
amor que le tributarían para siempre aquellos que
redimiera…
María no conocía el significado pleno de
su acto de amor. No podía contestar a sus acusadores. No
podía explicar por qué había escogido esa
ocasión para ungir a Jesús. El Espíritu
Santo había pensado en lugar suyo, y ella había
obedecido sus impulsos. La Inspiración no se humilla a dar
explicaciones. Una asistencia invisible habla a la mente y al
alma, y mueve
el corazón a la acción.
Es su propia justificación.
Cristo le dijo a María el significado de su
acción, y con ello le dio más de lo que
había recibido. "Porque echando este ungüento sobre
mi cuerpo – dijo él -, para sepultarme lo ha hecho." De la
manera en que el alabastro fue quebrado y se llenó la casa
entera con su fragancia, así Cristo había de morir,
su cuerpo había de ser quebrantado; pero él
había de resucitar de la tumba y la fragancia de su vida
llenaría la tierra.
"Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave" (Efe.
5:2).
"De cierto os digo – declaró Cristo -, que donde
quiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo,
también será dicho para memoria de ella,
lo que ésta ha hecho." Mirando en lo futuro, el Salvador
habló con certeza concerniente a su Evangelio. Iba a
predicarse en todo el mundo. Y hasta donde el Evangelio se
extendiese, el don de María exhalaría su fragancia
y los corazones serían bendecidos por su acción
espontánea. Se levantarían y caerían los
reinos; los
nombres de los monarcas y conquistadores serían olvidados;
pero la acción de esta mujer sería inmortalizada en
las páginas de la historia sagrada. Hasta que el tiempo no
fuera más, aquel vaso de alabastro contaría la
historia del abundante amor de Dios para con la especie
caída…
Al elogiar la acción de María, que
había sido tan severamente condenada, Cristo había
censurado a Judas. Antes de eso, nunca le había hecho el
Salvador un reproche directo. Ahora la reprensión
había provocado resentimiento en su corazón y
resolvió vengarse. De la cena fue directamente al palacio
del sumo sacerdote, donde estaba reunido el concilio, y
ofreció entregar a Jesús en sus
manos…
En las Escrituras, se menciona el ungimiento de
Jesús por María para distinguirla de las otras
Marías. Los actos de amor y reverencia para con
Jesús son una evidencia de la fe en él como Hijo de
Dios. Y el Espíritu Santo menciona, como evidencia de la
lealtad de una mujer a Cristo: "Si ha lavado los pies de los
santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha seguido toda buena
obra" (1 Tim. 5:10).
Cristo se deleitó en el ardiente deseo de
María de hacer bien a su Señor. Aceptó
la abundancia del afecto puro mientras que sus discípulos
no lo comprendieron ni quisieron comprenderlo. El deseo que
María tenía de prestar este servicio a su
Señor era de más valor para
Cristo que todo el ungüento precioso del mundo, porque
expresaba el aprecio de ella por el Redentor del mundo.
El amor de
Cristo la constreñía. Llenaba su alma la sin par
excelencia del carácter de Cristo. Aquel
ungüento era un símbolo del corazón de la
donante. Era la demostración exterior de un amor
alimentado por las corrientes celestiales hasta que
desbordaba.
El acto de María era precisamente la
lección que necesitaban los discípulos para
mostrarle que la expresión de su amor a Cristo le
alegraría. El había sido todo para ellos, y no
comprendían que pronto serían privados de su
presencia, que pronto no podrían ofrecerle prueba alguna
de gratitud por su grande amor. La soledad de Cristo, separado de
las cortes celestiales, viviendo la vida de los seres humanos,
nunca fue comprendida ni apreciada por sus discípulos como
debiera haberlo sido. El se apenaba a menudo porque sus
discípulos nunca le daban lo que hubiera debido recibir de
ellos. Sabía que si hubiesen estado bajo la influencia de
los ángeles celestiales que le acompañaban, ellos
también hubieran pensado que ninguna ofrenda era de
suficiente valor para manifestar el afecto espiritual del
corazón.
Su comprensión posterior les dio una verdadera
idea de las muchas cosas que hubieran podido hacer para expresar
a Jesús el amor y la gratitud de sus corazones, mientras
estaban junto a él. Cuando ya no estaba con ellos y se
sintieron en verdad como ovejas sin pastor, empezaron a ver
cómo hubieran podido hacerle atenciones que hubieran
infundido alegría a su corazón. Ya no cargaron de
reproches a María, sino a sí mismos. ¡Oh!, si
hubiesen podido recoger sus censuras, su presentación del
pobre como más digno del don que Cristo. Sintieron el
reproche agudamente cuando quitaron de la cruz ele cuerpo
magullado de su Señor.
La misma necesidad es evidente en nuestro mundo hoy. Son
pocos los que aprecian todo lo que Cristo es para ellos. Si lo
hicieran expresarían el gran amor de María,
ofrendarían libremente el ungüento, y no lo
considerarían un derroche. Nada tendrían por
demasiado costoso para darlo a Cristo, ningún acto de
abnegación o sacrificio personal les parecería
demasiado grande para soportarlo por amor a él.
Las palabras dichas con indignación: "¿Por
qué se pierde esto?" recordaron vívidamente a
Cristo el mayor sacrificio jamás hecho: el don de
sí mismo en propiciación por un mundo perdido. El
Señor quería ser tan generoso con su familia humana
que no pudiera decirse que él habría podido hacer
más. En el don de Jesús, Dios dio el cielo entero.
Desde el punto de vista humano, tal sacrificio era un derroche
desenfrenado. Para el raciocinio humano, todo el Plan de la
Salvación es un derroche de mercedes y recursos. Podemos
ver abnegación y sacrificio sincero en todas partes. Bien
pueden las huestes celestiales mirar con asombro a la familia
humana que rehúsa ser elevada y enriquecida con el
infinito amor expresado en Cristo. Bien pueden ellas exclamar:
¿Por qué se hace este gran derroche?
Pero la propiciación para un mundo perdido
había de ser plena, abundante y completa. La ofrenda de
Cristo era sumamente abundante para enriquecer a toda alma que
Dios había creado. No debía restringirse de modo
que no excediera al número de los que aceptarían el
gran Don. No todos los hombres se salvan; sin embargo, el plan de
redención no es un desperdicio porque no logra todo lo que
está provisto por su liberalidad. Debía haber
suficiente y sobrar.
Simón, el huésped, había sentido la
influencia de la crítica de Judas respecto al don de
María, y se había sorprendido por la conducta de
Jesús. Su orgullo de fariseo se había ofendido.
Sabía que muchos de sus huéspedes estaban mirando a
Cristo con desconfianza y desagrado. Dijo entre sí: "Este,
si fuera profeta, conocería quién y cuál es
la mujer que le toca, que es pecadora."
Al curarlo a Simón de la lepra, Cristo lo
había salvado de una muerte viviente. Pero ahora
Simón se preguntaba si el Salvador era profeta. Porque
Cristo permitió que esta mujer se acercara a él,
porque no la rechazó con indignación como a una
persona cuyos pecados eran demasiado grandes para ser perdonados,
porque no demostró que comprendía que ella
había caído, Simón estaba tentado a pensar
que él no era profeta. Jesús no sabe nada en cuanto
a esta mujer que es tan liberal en sus demostraciones, pensaba
él, de lo contrario no permitiría que le
tocase.
Pero era la ignorancia de Simón respecto a Dios y
a Cristo lo que le inducía a pensar así. No
comprendía que el Hijo de Dios debía actuar como
Dios, con compasión, ternura y misericordia. El plan de
Simón consistía en no prestar atención al
servicio de penitencia de María. El acto de ella, de besar
los pies de Cristo y ungirlos con ungüento, era exasperante
para su duro corazón. Y pensó que si Cristo era
profeta, debería reconocer a los pecadores y
rechazarlos.
A estos pensamientos inexpresados contestó el
Salvador: "Simón, una cosa tengo que decirte…. Un
acreedor tenía dos deudores: el uno le debía
quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos de
qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues,
¿cuál de éstos le amará más? Y
respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual
perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has
juzgado."
Como Natán con David, Cristo ocultó el
objeto de su ataque bajo el velo de una parábola.
Cargó a su huésped con la responsabilidad de
pronunciar sentencia contra sí mismo. Simón
había arrastrado al pecado a la mujer a quien ahora
despreciaba. Ella había sido muy perjudicada por
él. Por los dos deudores de la parábola estaban
representados Simón y la mujer. Jesús no se propuso
enseñar qué grado de obligación
debían sentir las dos personas, porque cada una
tenía una deuda de gratitud que nunca podría pagar.
Pero Simón se sentía más justo que
María, y Jesús deseaba que viese cuán grande
era realmente su culpa. Deseaba mostrarle que su pecado superaba
al de María en la medida en que la deuda de quinientos
denarios excedía a la de cincuenta.
Simón empezó ahora a verse a sí
mismo desde un nuevo punto de vista. Vio cómo era
considerada María por quien era más que profeta.
Vio que, con penetrante ojo profético, Cristo había
leído el corazón de amor y devoción de ella.
Sobrecogido de vergüenza, comprendió que estaba en la
presencia de uno que era superior a él.
"Entré en tu casa – continuó Cristo
-, no me diste agua para mis
pies;" pero con lágrimas de arrepentimiento, impulsada por
el amor, María ha lavado mis pies, y los ha secado con su
cabellera. "No me diste beso, mas ésta," que tú
desprecias, "desde que entré, no ha cesado de besar mis
pies." Cristo enumeró las oportunidades que Simón
había tenido para mostrar el amor que tenía por su
Señor, y su aprecio de lo que había sido hecho en
su favor. Claramente, aunque con delicada cortesía, el
Salvador aseguró a sus discípulos que su
corazón se apena cuando sus hijos dejan de mostrar su
gratitud hacia él con palabras y hechos de
amor.
El que escudriña el corazón leyó el
motivo que impulsó la acción de María, y vio
también el espíritu que inspiró las palabras
de Simón. "¿Ves esta mujer?" le dijo él. Es
una pecadora. "Por lo cual te digo que sus muchos pecados son
perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco,
poco ama.
La frialdad y el descuido de Simón para con el
Salvador demostraban cuán poco apreciaba la merced que
había recibido. Pensaba que honraba a Jesús
invitándole a su casa. Pero ahora se vio a sí mismo
como era en realidad. Mientras pensaba estar leyendo a su
Huésped, su Huésped estaba leyéndolo a
él. Advirtió cuán verdadero era el juicio de
Cristo en cuanto a él. Su religión había
sido un manto farisaico. Había despreciado la
compasión de Jesús. No le había reconocido
como al representante de Dios. Mientras María era una
pecadora perdonada, él era un pecador no perdonado. La
severa norma de justicia que había deseado aplicar contra
María le condenaba a él.
Simón fue conmovido por la bondad de Jesús
al no censurarle abiertamente delante de los huéspedes. El
no había sido tratado como deseaba que María lo
fuese. Notó que Jesús no quiso exponer a otros su
culpa, sino que, por una correcta exposición
del caso, trató de convencer su mente, y subyugar su
corazón manifestando benevolencia. Una denuncia severa
hubiera endurecido el corazón de Simón contra el
arrepentimiento, pero una paciente admonición le
convenció de su error. Percibió la magnitud de la
deuda que tenía para con su Señor. Su orgullo fue
humillado, se arrepintió y el orgulloso fariseo
llegó a ser un humilde y abnegado
discípulo.
EVANGELIO DE MARÍA MAGDALENA
(Fragmento griego)
«… lo restante del camino, de la medida justa,
del tiempo, del siglo, descanso en silencio». Dicho que
hubo esto, María calló, como si el Salvador le
hubiera hablado (solamente) hasta aquí. Entonces dice
Andrés: «Hermanos, qué os parece de lo dicho?
Porque yo, de mi parte, no creo que haya hablado esto el
Salvador, pues parecía no estar de acuerdo con su
pensamiento». Pedro dice: « ¿Pero es que,
preguntado el Señor por estas cuestiones, iba a hablar a
una mujer ocultamente y en secreto para que todos (la)
escucháramos? ¿Acaso iba a querer presentarla como
más digna que nosotros?»
[Laguna]
…del Salvador?». Leví dice a Pedro:
«Siempre tienes la cólera
a tu lado, y ahora mismo discutes con la mujer
enfrentándote con ella. Si el Salvador la ha juzgado
digna, ¿quién eres tú para despreciarla? De
todas maneras, Él, al verla, la ha amado din duda.
Avergoncémonos más bien, y, revestidos del hombre
perfecto, cumplamos aquello que nos fue mandado. Prediquemos el
evangelio sin restringir ni legislar, (sino) como dijo el
Salvador». Terminado que hubo Leví estas palabras,
se marchó y se puso a predicar el evangelio según
María.
EVANGELIO DE
MARÍA
(Fragmento copto berolinense)
[Faltan las páginas
1–6].
PALABRAS DE
JESÚS
La materia y
el mundo
7 […] entonces,
¿será destruida o no la materia? El Salvador dijo:
«Todas las naturalezas, todas las producciones y todas las
criaturas se hallan implicadas entre sí, y se
disolverán otra vez en su propia raíz, pues la
naturaleza de la materia se disuelve en lo que pertenece
únicamente a su naturaleza. Quién tenga
oídos para escuchar, que escuche.
La materia y el
pecado
Pedro le dijo: «Puesto que nos lo has explicado
todo, explícanos también esto: ¿cuál
es el pecado del mundo?». El Salvador dijo: «No hay
pecado, sin embargo vosotros cometéis pecado cuando
practicáis las obras de la naturaleza del adulterio
denominada «pecado». Por esto el bien vino entre
vosotros, hacia lo que es propio de toda naturaleza, para
restaurarla en su raíz».
Prosiguió todavía y dijo: «Por esto
enfermáis y morís, puesto que
8 [practicáis lo
que os extravía. Que quien pueda comprender] comprenda.
[La materia engendró] una pasión carente de la
semejanza, puesto que procedió de un acto contra natura.
Entonces se produce un trastorno en todo el cuerpo. Por esto os
dije: Estad en armonía (con la naturaleza), y si no
estáis en armonía, sí que estáis en
armonía ante las diversas semejanzas de la naturaleza.
Quien tenga oídos para escuchar, que
escuche».
Últimos
preceptos
Después de decir todo esto, el Bienaventurado se
despidió de todos ellos diciendo: «La paz sea con
vosotros, que mi paz surja entre vosotros. Vigilad para que nadie
os extravíe diciendo: «Helo aquí, belo
aquí», pues el hijo del hombre está dentro de
vosotros; seguidlo. Los que lo busquen lo hallarán. Id y
proclamad el evangelio del reino. No 9 impongáis
más preceptos que los que yo he establecido para vosotros,
y no deis ninguna ley, como el legislador, para que no
seáis atenazados por ella».
Dicho esto, partió.
INTERMEDIO
Ellos, sin embargo, estaban entristecidos y lloraban
amargamente diciendo: «¿Cómo iremos hacia los
gentiles y
predicaremos el evangelio del reino del hijo del hombre? Si no
han tenido con él ninguna consideración,
¿cómo la tendrán con
nosotros?».
Entonces Mariam se levantó, los saludó a todos y dijo
a sus hermanos: «No lloréis y no os
entristezcáis; no vaciléis más, pues su
gracia descenderá sobre todos vosotros y os
protegerá. Antes bien, alabemos su grandeza, pues nos ha
preparado y nos ha hecho hombres». Dicho esto, Mariam
convirtió sus corazones al bien y comenzaron a comentar
las palabras del [Salvador].
10 Pedro dijo: «Mariam, hermana, nosotros
sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las
demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador
que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, que nosotros
no hemos escuchado». Mariam respondió diciendo:
«Lo que está escondido para vosotros os lo
anunciare». Entonces comenzó el siguiente
relato:
PALABRAS DE MARÍA
MAGDALENA
Visión de
María
«Yo —dijo— vi al Señor en una
visión y le dije: «Señor, hoy te he visto en
una visión». Él respondió y me dijo:
«Bienaventurada eres, pues no te has turbado al Verme, pues
allí donde está el Intelecto, allí
está el tesoro». Yo le dije: «Señor,
ahora, el que ve la visión ¿la ve en alma o en
espíritu?». El Salvador respondió y dijo:
«No la ve ni en alma ni en espíritu, sino que es el
Intelecto que se halla en medio de ellos el que ve la
visión, y él es el que […]».
[Laguna: faltan las páginas
11–14].
La ascensión del
alma
15 […] a él, y la Concupiscencia dijo:
«No te he visto bajar y ahora te veo subir. ¿Por
qué mientes, si me perteneces?». El alma
respondió diciendo: «Yo te he visto, pero tú
no me has visto ni me has reconocido. Por la vestimenta, que era
tuya, y no me reconociste». Una vez dicho esto, (el alma)
se apartó con gran alegría y seguidamente
cayó en manos de la tercera potestad, la llamada
Ignorancia. Esta interrogó al alma diciendo:
«¿A dónde vas? En maldad estás
atenazada; puesto que estás dominada, no juzgues».
El alma dijo: «¿Por qué me juzgas tú a
mí, si yo no te he juzgado? Yo he sido dominada, pero no
he dominado. No he sido reconocida, pero be sabido que el
universo está siendo disuelto, tanto en las cosas
terrenales 16 como en las cosas
celestiales».
Una vez el alma hubo sobrepasado la tercera potestad,
continuó ascendiendo y divisó la cuarta potestad,
la de siete formas. La primera forma es la tiniebla; la segunda,
la concupiscencia; la tercera, la ignorancia; la cuarta, la
envidia de muerte; la quinta, el reino de la carne; la sexta, la
loca inteligencia
de la carne; la séptima, la sabiduría irascible.
Estas son las siete potestades de la ira, las cuales preguntan al
alma: «¿De dónde vienes, homicida? ¿A
dónde vas, dueña del espacio?». El alma
respondió diciendo: «Lo que me ata ha sido matado y
lo que me atenaza ha sido aniquilado, y mi concupiscencia se ha
disipado y mi ignorancia ha perecido. A un mundo he sido
precipitada 17 desde un mundo, y a una imagen desde una
imagen celestial. La ligadura del olvido dura un instante. En
adelante alcanzaré el reposo del tiempo
(kairós), del tiempo (chrónos), (el
reposo) de la eternidad, en silencio».
EPÍLOGO
María Magdalena reveladora
de Jesús
Después de decir todo esto, Mariam
permaneció en silencio, dado que el Salvador había
hablado con ella hasta aquí. Entonces, Andrés
habló y dijo a los hermanos: «Decid lo que os parece
acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el
Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien
extrañas». Pedro respondió hablando de los
mismos temas y les interrogó acerca del Salvador:
«¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no
manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y
escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros. 18
Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro:
«Pedro, hermano mío, ¿qué piensas?
¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por
mí misma o que miento respecto al Salvador?
Entonces Leví habló y dijo a Pedro:
«Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo
ejercitándote contra una mujer como si fuera un
adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna,
¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto
es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la
amó más que a nosotros. Más bien, pues,
avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto,
partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el
evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo
que dijo el Salvador».
Luego que 19 [Leví hubo dicho estas
palabras], se pusieron en camino para anunciar y
predicar.
¿Judah, hijo de Jesús y María
Magdalena?
"Jesús mantuvo una relación sentimental
con María Magdalena, tuvo un hijo con ella llamado Judah y
los tres fueron enterrados en unas tumbas encontradas, las unas
junto a las otras, en Jerusalén hace 27 años". Eso
-al menos- es lo que asegura el documental The Lost Tomb
of Jesus (La Última Tumba de Jesús),
firmado por el director de Titanic, el oscarizado James
Cameron.
Ha hecho la cinta junto al cineasta israelí de
origen canadiense Simcha Jacobovici. Ambos dicen
haberse basado para su trabajo en los años de investigación de renombrados
arqueólogos, expertos en documentos
históricos y especialistas en material
genético.
La cinta sustenta esas teorías en el hallazgo, en
marzo de 1980, de unos sepulcros que supuestamente
pertenecerían a Jesús y a su familia. Hace
27 años, unos trabajadores de la construcción encontraron en el este de
Talpiot, un suburbio de Jerusalén, una cueva de más
de dos mil años de antigüedad con diez
tumbas.
De acuerdo con la Autoridad de
Antigüedades de Israel, seis de esos nichos tendrían
grabados los nombres de Mateo; María Magdalena;
Jesús, hijo de José; María, madre de
Jesús; José, hermano de Jesús; y
Judah, hijo de Jesús.
Según Cameron, rigurosos estudios y
análisis de ADN demuestran que las
sepulturas son las de Jesús y su familia, y tal
descubrimiento no significa que Jesucristo no resucitara tres
días después de su muerte, según la creencia
cristiana.
Arqueólogos sostienen que las tumbas
pertenecerían a una familia judía con nombres muy
similares a la de Jesús, nombres muy comunes, por cierto,
en aquella época, según el
arqueólogo israelí Amos Kloner.
"No acepto esta teoría", ha señalado Kloner a la
BBC. "Lo que buscan es hacer dinero", ha
añadido.
"Nosotros hemos hecho nuestro trabajo; y ahora es
momento de que se abra el debate", ha
dicho Cameron. Vecinos de la zona en que se hallan los nichos han
declarado que están encantados con el
documental.
"Esto significa que el precio de nuestras casas
subirá porque los cristianos querrán vivir
aquí", ha manifestado una mujer a la BBC.
El documental será emitido en todo el
mundo por Discovery Channel y amenaza con armar un
revuelo similar o mayor al levantado en su día por El
Evangelio de
Judas, de National Geographic.
Discovery cita a Aarón Brody,
profesor de
estudios bíblicos y arqueología de Museo Bade en
California, quien asegura que los osarios y las tumbas "son muy
típicos de la región en esos tiempos".
De acuerdo con Discovery, al menos cuatro de los
más importantes epigrafistas han corroborado que las
inscripciones de los osarios corresponden al llamado Periodo
Herodiano (por Herodes, rey de Israel entre 1 a. de C y 1 d de
C).
Frank Moore, profesor emérito
del departamento de Lenguas y Civilizaciones del Oriente Medio en
la Universidad de
Harvard, "el arameo en el que están escritos estaba en uso
en esa época".
Jodi Magness, jefa adjunta del
departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de North
Caroline, aseguró que "los datos
corresponden a los de un Jesús histórico, tal como
se desprende de lo descrito incluso en la Biblia".
Además de la inscripción "Judah, hijo de
Jesús", otra caja dice "Jesús, hijo de
José", y otra "María", versión latina de
Miriam". Matia, la palabra aramea que designa a Mateo, y una
escrita en griego, que dice Mariamne e Mara, que de acuerdo con
Francois Bovon, profesor de Historia de las Religiones de Harvard, es
como en esos tiempos se identificaba literalmente a
"María, la cercana al Maestro", es decir, la María
Magdalena histórica, quien encontró vacía la
tumba de Jesús en uno de los Evangelios.
En uno de los libros
apócrifos, no incluidos en la Biblia y llamado
"Actos de Felipe", escrito en griego en el siglo 14, se menciona
a Mariamne, hermana de Felipe, en un significativo enunciado que
dice: "eran los apóstoles y Mariamne, esta última
quien inspiraba fortaleza al grupo, y quien después tuvo
su propio núcleo de seguidores, llamados Mariamnistas,
quienes perduraron hasta bien entrado el siglo 3".
Los estudios de ADN fueron
realizados por el laboratorio
más importante de estudios paleogenéticos del
mundo, que pertenece a la Universidad Lakehead de Notario,
Canadá.
Carney Matheson, experto de esta
Universidad, examinó los restos encontrados en las cajas
marcadas con los nombres de Jesús y María
Magdalena, y determinó que no tenían ninguna
relación de parentesco.
Los expertos no han encontraron material genético
suficiente para establecer sin lugar a dudas que el ADN de la
caja correspondiente a Judah sea de un hijo del Jesús
histórico, "pero las muestras son
consistentes".
Un argumento posible contra la historia que cuenta la
Tumba de Talpiot es que los nombres es esta familia son una
coincidencia.
Andrey Feuerverger, profesor de
estadística y matemáticas de la Universidad de Toronto,
calculó las posibilidades de que las coincidencias entre
los miembros de una familia pudieran repetirse en esta
época y las cruzó con todas las inscripciones en
tumbas encontradas en el siglo 1 en Jerusalén.
Para "Jesús hijo de José" encontró
una frecuencia de uno en 190 veces, mientras que para Mariamne,
una en cada 160.
De forma conservadora, él dividió los
números resultantes por 25 por ciento, un stándard
estadístico, y luego entre 1000, como un estimado que
considerara todas las tumbas existentes –y las no
descubiertas—, y los resultados son apabullantes: La tasa
de probabilidad de
las coincidencias de nombre es al menos 600 a 1, o de otra
manera, la conclusión es afirmativa 599 veces en
600.
¿Qué relaciones tuvieron
Pedro y María Magdalena?
El evangelio de San Juan refiere cómo al
día siguiente al sábado, María Magdalena se
dirige al sepulcro de Jesús y, al ver corrida la piedra
que lo cerraba, echó a correr a comunicárselo a
Simón Pedro y al discípulo amado. Al recibir la
noticia ambos corren al sepulcro, adonde más tarde
María regresa y tiene un encuentro con Jesús
resucitado (Jn 20,1-18). Esto es todo lo que los evangelios nos
dicen sobre la relación de Pedro con María
Magdalena. Desde el punto de vista histórico no se puede
añadir más. El Evangelio de Pedro, un evangelio
apócrifo quizá del siglo II, que relata las
últimas escenas de la pasión, la
resurrección y las apariciones de Jesús resucitado,
se refiere a ella como "discípula del
Señor".
En la literatura marginal que se
origina en círculos gnósticos se encuentran algunos
escritos en los que se dan confrontaciones entre Pedro y
María. Como premisa, conviene recordar que son textos que
no tienen carácter histórico y que acuden a
diálogos ficticios entre diversos personajes como medio de
transmisión de doctrinas gnósticas. El Evangelio de
María es uno de estos textos en donde se relata la
incomprensión por parte de Pedro de la revelación
secreta que ha recibido María. Otro escrito, al parecer
más antiguo, es el Evangelio de Tomás. Aquí,
se narra al final que
Simón Pedro dijo: "¡Que se aleje Mariham de
nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida". A lo que
Jesús respondió: "Mira, yo me encargaré de
hacerla varón, de manera que también ella se
convierta en un espíritu viviente, idéntico a
vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón,
entrará en el reino del cielo". También en Pistis
Sophia Pedro se impacienta y protesta porque María
comprende mejor que los demás los misterios en sentido
gnóstico y es felicitada por Jesús: "Señor,
no permitas hablar siempre a esta mujer, porque ocupa nuestro
puesto y no nos deja hablar nunca". (Aquí, sin embargo, la
presencia de Marta puede sugerir que la María que aparece
no es la Magdalena sino la hermana de Marta y Lázaro,
aunque bien podían haberse identificado las dos
Marías – definitivamente cada uno lo puede
interpretar a su manera). En estos textos se observan rasgos
heredados de la mentalidad rabínica, según la cual
las mujeres eran incapaces de apreciar la doctrina religiosa (cf.
Jn 4,27), y elementos propios de la antropología
gnóstica, donde lo femenino ocupa un lugar destacado como
vehículo de comunicación de revelaciones
esotéricas. Esto no pueden aceptar los teólogos
¿Por qué no?
Las relaciones entre Pedro y María Magdalena
debieron de ser similares a las que había entre Pedro y
Juan, Pedro y Pablo, Pedro y Salomé, etc. Es decir, las
propias del que estaba al frente de la Iglesia con los otros que
habían sido discípulos del Señor y que,
después de su resurrección, daban testimonio del
resucitado y proclamaban el Evangelio. Otras relaciones son
fantasía. Todas las cosas de los evangelios a mi parecer
son puras fantasías.
Obviamente amigos lectores estos son opiniones de los
teólogos del Opus dei, que solamente se atreven a decir lo
mismo que dijo Juan y los otros 3 evangelios; y además
sostienen que históricamente no se puede añadir
más al hecho, entonces nos preguntamos si se lo hubiera
ocurrido a Juan incluir otros hechos de trascendencia,
estaríamos hablando de otros hechos que no pueden, ni
siquiera comprobarse a ciencia
cierta. A pesar de los siglos, todavía nuestros
teólogos "modernos" siguen sosteniendo que el Evangelio de
Pedro, es un evangelio apócrifo; nos preguntamos
¿Por qué no podemos decir que los 4 evangelios,
impuestos por
la iglesia, son los más apócrifos que existen?
Seguramente nos tildarían de herejes, blasfemios, ateos,
demonios, diablos, y muchos sinónimos
más.
También conviene recordar que los 4 evangelios
(impuestos) y los demás que existen y muchos que
todavía no son descubiertos, son textos que muchos de
ellos no tienen carácter histórico y que acuden a
diálogos ficticios entre diversos personajes como medio de
transmisión de sus doctrinas, que a mi parecer son
acomodadas a sus conveniencias político –
religiosos.
Conversión versus
consejo
Algunos pensadores caracterizados por la misoginia a
menudo dicen que las únicas personas reales son los
hombres. Se supone que todas las mujeres son iguales y no es
posible encontrar una verdadera personalidad
en ellas. Según ellos, el objetivo de
todas las mujeres es preocuparse del cuidado y de la familia, no
pueden pensar y, por naturaleza, están dispuestas a
complacer y servir al hombre. "Las mujeres pertenecen a la
cocina". Con este argumento, ellas son criaturas inferiores y
ambivalentes: aunque maternales y atractivas, son, en primer
lugar, esclavas de Adán, la verdadera persona. Esta imagen
sexista de las mujeres se ha eliminado oficialmente, por lo menos
en la cultura
occidental. Sin embargo, en todas partes aún hay discriminación cuando se trata de otras
criaturas, y de manera especial de animales.
En el especieísmo, que significa la discriminación sobre la base de la especie
animal, los animales se consideran -de igual forma que las
mujeres en el sexismo- miembros prácticamente
idénticos de su especie, es decir, no se les considera
individuos únicos. También son vistos como
criaturas de segunda clase que se
pueden usar como esclavos y que son reemplazables por otros
miembros de su especie. Los animales son asesinados por los
más triviales antojos humanos y esto se legitima, como
fuese, al convertirlos en entes lo más bajos e
insignificantes posible. Es un humor especieístico,
cuando, por ejemplo, los cerdos anuncian su propia carne. Los
intereses económicos son de tal importancia que bastan
para seguir con la tortura de los animales en las granjas
automatizadas y mantener otras formas de explotación
sistemática.
Dentro de la jerarquía de la ideología sexista, las prostitutas tienen
una posición muy baja. Ellas se confrontan con el soberano
hombre sexista que tiene necesidades sexuales que las gusta
disfrutar en secreto, pero que trata de negarlas en las
relaciones sociales cotidianas. Las prostitutas tienen algo de
rebelde, especialmente si no están "protegidas" por un
proxeneta y se ganan la vida por ellas mismas. En este sentido,
se les puede comparar con animales salvajes que no necesitan al
hombre para sobrevivir. Las prostitutas demuestran que pueden
autoabastecerse y que necesitan a los hombres solamente en
calidad de clientes con
necesidades sexuales. Para los sexistas heterosexuales, estas
demuestran que los hombres no son superiores a las
mujeres.
Dentro de la tradición cristiana, sabemos de una
mujer que desde siempre se presenta como una prostituta
convertida: María de Magdala o Maria Magdalena. En las
recientes películas sobre Jesús de Nazaret, la
muestran como una mujer fuerte e independiente que alberga
desprecio por sus clientes masculinos. Sólo Jesús
sabe cómo suavizarla y logra que ella renuncie a su
antigua vida para convertirse en uno de sus seguidores.
María lavó los pie de Jesús con sus
lágrimas y los seco con su pelo. Un acto que parece ser un
tipo de estilización santificada de los servicios
usuales prestados a sus antiguos clientes. Ella probablemente los
ha masajeado sin el amor real que siente por
Jesús.
A comienzos del cristianismo, la antigua prostituta se
convirtió en la primera apóstol entre los
apóstoles, lo que indica que tenía una
relación especial con Jesús. Las fuentes
apócrifas van más allá declarando que el
tenía algún tipo de conexión de amor
erótico con Maria Magdalena y que incluso se casaron.
Según algunas tradiciones occidentales ocultas, este caso
se lleva aún más allá: Maria Magdalena no
era una prostituta comercial cualquiera, sino que una sacerdotisa
para alguna deidad misteriosa. Con este antecedente,
adquirió importancia ideológica para la
formación de los movimientos esotéricos dentro de
la cristiandad. Estas imágenes
ortodoxas y heterodoxas (ocultas) están más
separadas de lo que aparenta a primera vista. La imagen
extraoficial de María como prostituta muestra que
convirtió su vida de mujer independiente en una vida
casta, siguiendo a un hombre, sin importar qué tan
prominente fuera con los discípulos. María como
sacerdotisa del templo, según algunas fuentes
confidenciales, contribuye bastante a las doctrinas secretas de
principios de la cristiandad, como un ser igual a Jesús,
por lo tanto, sin someterse a él.
En cierto modo estas visiones se parecen tanto a los
movimientos moderados como a los radicales en la
emancipación de la gente de "color" en los Estados Unidos.
Aunque Maria Magdalena en la cristiandad se considera valiosa
desde ambas perspectivas, en la visión oficial es
importante que ella se adapta al valor reinante de la
superioridad masculina; a pesar de que este fue un hombre
especial quién se le acercó como una persona,
más de lo que era usual, y, de acuerdo a los cercanos a
él, incluso ultrajantemente. Dentro de las tradiciones
ocultas, vemos una Maria Magdalena que sale victoriosa por
entremedio de la opresión en que vivían las
mujeres. Su antecedente de sacerdotisa del templo se considera
positivo, algo de lo cual estar orgullosa en vez de sentir
vergüenza. Su independencia es la base para la
emancipación e igualdad.
De vuelta al especieísmo, María convertida
puede considerarse un símbolo de actitud
moderada en la cual se abandona la resistencia
"fortalecida" y las personas buscan otro tipo de "hombre", otro
tipo de figura poderosa. Esta actitud moderada también se
encuentra entre los protectores de los animales, quienes negocian
con los exponentes del especieismo. Se contentan con las
más pequeñas adaptaciones de la realidad, sin
haberse producido una revolución
profunda. Un ejemplo de ello es la incomprensible
satisfacción que sienten al referirse al término
"valor intrínseco", el cual ha formado la base de los
derechos animales
durante 20 años. (Sólo en las leyes
holandesas). Sin embargo, esto no ha dado paso a que se produzcan
casos judiciales y aún menos a una mejora del bienestar
animal.
María Magdalena, la independiente sacerdotisa del
templo puede ser un símbolo para muchos formas
interesantes de resistencia: una forma que no sólo se
presupone una manera de servidumbre, pero también pensando
bastante acerca de un cambio radical de la realidad. El
especieísmo puede limitarse a través de
negociaciones con aquellos en el poder, pero
sólo puede eliminarse con una filosofía igualitaria
que libere a los animales de la injusticia a que ellos se
encuentran estructuralmente sometidos. Esta filosofía
igualitaria significa que se les den a los animales los mismos
derechos básicos que reciben las personas y,
concretamente, el derecho a la libertad para
comportarse de manera natural. Además, que no sean los
animales los que se deben someter a una limitación, sino
que las personas quienes injustamente se sienten superiores y
quienes desean infringir estos derechos.
María Magdalena, como prostituta convertida, es
la mujer que voluntariamente se somete a un hombre bueno. Como
sacerdotisa somete una realidad corrompida.
Esta María Magdalena es una mujer que ataca
radicalmente la injusticia desde su raíz. Es una imagen
con la cual pueden trabajar los partidarios de la
liberación animal.
BIBLIOGRAFÍA
- V. SAXER, Maria Maddalena, en Biblioteca
Sanctorum VIII, Roma 1966, 1078-1104; M. - FRENSCHKOWSKI, "Maria Magdalena", en
Biographisch-Bibliographischen Kirchenlexikons. - Fiorenza, ES. "Feminist Theology as Critical Theology
of Liberation."Theological Studies, 1975. - Haskins, Susan. Mary Magdalen, Myth and Metaphor, NY:
Harcourt-Brace 1993. - Housley, Kathleen. "Solid Citizen or Prostitute – Two
Millennia of Misinformation: Dialog, Fall, 1998 - Kitzberger, Ingrid Rose. " Mary of Bethany and Mary
of Magdala" New Testament Studies, Oct. 1993. - WHITE, Elena de La Fiesta en la Casa de
Simón - TAMAYO Juan José director de la
Cátedra de Teología y Ciencias de
las Religiones,
de la Universidad Carlos III de Madrid, y
autor de Nuevo diccionario
de teología (Trotta. Madrid, 2005). - www.opusdei.org
Por:
Dante Enrique Rojas Linares
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