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Indiana Jones y la aventura



Partes: 1, 2

    1. Indiana Jones: La Matriz
      Histórica
    2. Indiana
      Jones: Explorador y Aventurero
    3. Indiana
      Jones: el Nómade
    4. Indiana
      Jones: de Arqueólogo a Huaquero
    5. Alegato
      final

    Ensayo

    Introducción

    No siempre somos concientes de la profunda carga
    ideológica que tienen nuestros actos, ni de lo mucho que
    se esconde detrás de lecturas, escritos y películas
    que, en primera instancia, gozan de una aséptica
    inocencia. Por ello es conveniente contextualizar fidedignamente
    las cosas para comprenderlas en profundidad. Sólo la
    Historia nos
    permitirá ver al desnudo los procesos que
    interactúan para que se dé un determinado
    fenómeno social, en una época también
    determinada. Únicamente la perspectiva histórica
    desenmascara las intenciones no percibidas a simple vista,
    convirtiendo ciertos acontecimientos, procesos y personajes, en
    objetos dignos de ser etiquetados como "interesantes". Y
    para los historiadores este calificativo es más que
    suficiente como para que le dediquemos nuestro tiempo, al
    menos por un rato.

    En este breve ensayo
    procuraremos acercar un análisis pormenorizado de un personaje
    ficticio de fama mundial, Indiana Jones; cuyas aventuras
    nos vienen deleitando desde hace casi treinta años, pero
    que —en verdad— no es más que una
    prolongación de otros aventureros de mayor data, que
    hunden sus raíces en el siglo XIX.

    Él es la encarnación más reciente
    de la aventura en su estado puro;
    el responsable, desde 1981, de la renovación del género,
    cuando George Lucas y Steven Spielberg le dieron vida en
    Raiders of the Lost Ark (en castellano,
    Los cazadores del Arca Perdida), convirtiéndolo en
    el arquetipo del nuevo héroe e inspirador de toda una
    legión de imitadores (sin tanto éxito)
    que invadieron las pantallas de los cines en las dos
    últimas décadas del siglo XX.

    Con Indiana Jones, el género de aventura se vio
    revitalizado; arrastrando todo un bagaje de valores, ideas
    y gestos con los que, en primera instancia, solemos coincidir ya
    que son parte constitutiva de nuestra propia experiencia
    histórica como miembros de la civilización
    occidental.

    Son muchas las variables que
    se entrecruzan por encima del famoso sombrero fedora de Indy:
    viajes, exploración, aventuras y misterio; misticismo,
    expansión e imperialismo;
    arqueología, coleccionismo, historia y huaquerismo (robo
    de tumbas); reliquias y pensamiento
    místico
    . Todo un universo de temas
    que al relacionarse nos revelan los cambios y continuidades que
    siguen anidando muy dentro nuestro.

    Si bien es cierto que el entretenimiento y la
    evasión —tanto en literatura como en cine— no
    persiguen ambiciosas conclusiones metafísicas, esto no
    significa que no escondan relaciones que denoten posturas bien
    definidas ante el mundo y los otros. Enfoques que sus
    creadores seguramente fueron concientes, como lo he sido yo al
    escribir la cuatro novelas no-oficiales que tienen a
    Indy Jones como principal protagonista.

    Indiana Jones: La Matriz
    Histórica

    "La historia no es más que una

    perpetua crisis, una
    quiebra

    de la ingenuidad".

    Cioran

    Adiós a la filosofía, 1994.

    "Cuando uno no tiene miedo, es
    la

    prueba que no tiene
    fantasía"
    .

    Erich Kastner

    El 29 de octubre de 1929, con la estrepitosa
    caída de la bolsa de New York —conocida como el
    Crack de Wall Street— se inició uno de los
    períodos más negros en la historia económica
    de los Estados Unidos:
    la Gran depresión.
    Fue el primer y más importante colapso del sistema
    financiero internacional y el comienzo de toda una
    década signada por el desempleo y una
    estrepitosa caída del consumo. Nunca
    antes el capitalismo
    había sufrido tanto, ni la prosperidad de los
    norteamericanos —únicos acreedores del mundo tras la
    Primera Guerra
    Mundial— tan jaqueada por las circunstancias. El
    período que va de 1929 a 1933 fue el más duro,
    pudiéndolo prolongar hasta el año 1937, cuando el
    presidente Roosevelt puso en práctica la segunda fase de
    su New Deal, atemperando en algo el impacto social
    producido por la crisis.

    Quiebras, suicidios, nomadismo urbano y paro se
    entrecruzaron con el hambre y la decepción de no tener
    perspectivas futuras ciertas. Los conflictos
    sociales se incrementaron y a la amenaza de quedar fuera del
    sistema se le
    sumó otra de índole
    político-ideológica: el miedo a la expansión
    del comunismo,
    triunfante en la Unión Soviética desde 1917. Y
    dadas estas circunstancias, se dio lo que se tenía que
    dar: un catastrófico "efecto dominó" que
    terminó arrastrando a todos los países que
    dependían de las inversiones,
    compras y
    créditos norteamericanos. En pocos meses,
    toda la economía del occidente capitalista se vio
    afectada, especialmente en Europa
    (originando un criminal sistema totalitario en Alemania) y
    América
    Latina (que desde entonces se sumió en un alud de golpes
    de estados y dictaduras militares).

    Fue sencillo caer. Lo dificultoso fue salir del pozo. Y
    es en este contexto en el que el cine de aventuras
    prosperó como nunca, alcanzando una vitalidad inusitada y
    comprensible, junto con las películas de terror y las
    musicales.

    No cabe duda de que en los años treinta y
    principios de
    los cuarenta ese tipo de filmes adquirieron una dimensión
    pocas veces vista con anterioridad; y no es extraño que
    ello hubiera ocurrido: la necesidad de evasión y fuga de
    la traumática realidad social, hicieron que millones de
    personas encontraran en los filmes de aventuras "un tiempo y
    espacio sagrado
    " (el del cine) en los que era posible
    abstraerse de los problemas
    cotidianos. Alguien definió esa práctica de
    "opio óptico" y fue ése el caldo de cultivo
    en el que se cocinaron toda una legión de personajes
    ficticios, estilo Indiana Jones; la matriz
    histórica del héroe que nos convoca.

    Aquel fue un momento axial en la historia del cine. El
    sonido (una
    verdadera novedad en la temporada 1928-1929) le dio a las
    películas una dimensión imposible de alcanzar en el
    cine mudo y la percepción
    óptica
    se convirtió, en sí misma, en un suceso
    apasionante.

    El contexto era ideal y así, en medio del
    pantanal de la decepción, se empezaron a definir algunas
    de las características que identificaron (e identifican)
    al género de aventura: la exaltación de la moral del
    esfuerzo, la glorificación de la acción
    (principalmente
    física) y el ennoblecimiento del riesgo como
    método de
    vencer todos los obstáculos que se presentaban en el
    camino
    .

    El cine de aventuras se convirtió en el espacio
    ideal de los sueños (irrealizables), de la
    libertad y de los horizontes infinitos que la
    realidad no les ofrecía a las mayorías. Pero, al
    mismo tiempo, se exacerbó uno de los signos
    más característicos de la crisis: el del
    individualismo; que es, sin duda, una de las notas
    esenciales del aventurero. Y así, estos viejos
    héroes del celuloide difundieron el modelo en el
    que abrevaron G. Lucas y S. Spielberg para imaginar al aventurero
    más emblemático de fines del siglo XX: Indiana
    Jones
    .

    Después de todo, la década que lo vio
    nacer (la de los ’80) contribuyó a su
    gestación.

    Tras una Era de Catástrofes, que se
    extiende desde 1914 a 1947, en la que dos guerras
    mundiales, la debacle económica, el totalitarismo y las
    revoluciones, signaron la vida de al menos dos generaciones,
    sobrevino un período de prosperidad, consumo y pleno
    empleo
    (encuadrado en lo que se denominó Estado de
    Bienestar
    ) que bien podríamos definir, siguiendo al
    historiador inglés
    Eric Hobsbawm, una Edad Dorada. Pero la siguiente etapa,
    que se inicia en 1973 (con el problema energético),
    volvió a recrear el marco y las condiciones de crisis que
    vimos al principio; especialmente durante la década
    ’80, conocida hoy como la "década perdida".
    Será entonces cuando, en 1981, el Dr. Henry "Indy"
    Jones se calzó el sombrero permanentemente y, como el
    aventurero por antonomasia, encarnaría (subliminalmente)
    los esfuerzos de todos en la lucha cotidiana por vencer las
    peripecias diarias, a las que nos había arrastrado el
    modelo neoliberal.

    Pero Indiana Jones trasunta otras ideas y tiene
    raíces mucho más profundas que las crisis de los
    ‘30s y ‘80s. A ellas nos dedicaremos en el apartado
    siguiente.

    Partes: 1, 2

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