- Indiana Jones: La Matriz
Histórica - Indiana
Jones: Explorador y Aventurero - Indiana
Jones: el Nómade - Indiana
Jones: de Arqueólogo a Huaquero - Alegato
final
Ensayo
Introducción
No siempre somos concientes de la profunda carga
ideológica que tienen nuestros actos, ni de lo mucho que
se esconde detrás de lecturas, escritos y películas
que, en primera instancia, gozan de una aséptica
inocencia. Por ello es conveniente contextualizar fidedignamente
las cosas para comprenderlas en profundidad. Sólo la
Historia nos
permitirá ver al desnudo los procesos que
interactúan para que se dé un determinado
fenómeno social, en una época también
determinada. Únicamente la perspectiva histórica
desenmascara las intenciones no percibidas a simple vista,
convirtiendo ciertos acontecimientos, procesos y personajes, en
objetos dignos de ser etiquetados como "interesantes". Y
para los historiadores este calificativo es más que
suficiente como para que le dediquemos nuestro tiempo, al
menos por un rato.
En este breve ensayo
procuraremos acercar un análisis pormenorizado de un personaje
ficticio de fama mundial, Indiana Jones; cuyas aventuras
nos vienen deleitando desde hace casi treinta años, pero
que —en verdad— no es más que una
prolongación de otros aventureros de mayor data, que
hunden sus raíces en el siglo XIX.
Él es la encarnación más reciente
de la aventura en su estado puro;
el responsable, desde 1981, de la renovación del género,
cuando George Lucas y Steven Spielberg le dieron vida en
Raiders of the Lost Ark (en castellano,
Los cazadores del Arca Perdida), convirtiéndolo en
el arquetipo del nuevo héroe e inspirador de toda una
legión de imitadores (sin tanto éxito)
que invadieron las pantallas de los cines en las dos
últimas décadas del siglo XX.
Con Indiana Jones, el género de aventura se vio
revitalizado; arrastrando todo un bagaje de valores, ideas
y gestos con los que, en primera instancia, solemos coincidir ya
que son parte constitutiva de nuestra propia experiencia
histórica como miembros de la civilización
occidental.
Son muchas las variables que
se entrecruzan por encima del famoso sombrero fedora de Indy:
viajes, exploración, aventuras y misterio; misticismo,
expansión e imperialismo;
arqueología, coleccionismo, historia y huaquerismo (robo
de tumbas); reliquias y pensamiento
místico. Todo un universo de temas
que al relacionarse nos revelan los cambios y continuidades que
siguen anidando muy dentro nuestro.
Si bien es cierto que el entretenimiento y la
evasión —tanto en literatura como en cine— no
persiguen ambiciosas conclusiones metafísicas, esto no
significa que no escondan relaciones que denoten posturas bien
definidas ante el mundo y los otros. Enfoques que sus
creadores seguramente fueron concientes, como lo he sido yo al
escribir la cuatro novelas no-oficiales que tienen a
Indy Jones como principal protagonista.
Indiana Jones: La Matriz
Histórica
"La historia no es más que una
perpetua crisis, una
quiebra
de la ingenuidad".
Cioran
Adiós a la filosofía, 1994.
"Cuando uno no tiene miedo, es
la
prueba que no tiene
fantasía".
Erich Kastner
El 29 de octubre de 1929, con la estrepitosa
caída de la bolsa de New York —conocida como el
Crack de Wall Street— se inició uno de los
períodos más negros en la historia económica
de los Estados Unidos:
la Gran depresión.
Fue el primer y más importante colapso del sistema
financiero internacional y el comienzo de toda una
década signada por el desempleo y una
estrepitosa caída del consumo. Nunca
antes el capitalismo
había sufrido tanto, ni la prosperidad de los
norteamericanos —únicos acreedores del mundo tras la
Primera Guerra
Mundial— tan jaqueada por las circunstancias. El
período que va de 1929 a 1933 fue el más duro,
pudiéndolo prolongar hasta el año 1937, cuando el
presidente Roosevelt puso en práctica la segunda fase de
su New Deal, atemperando en algo el impacto social
producido por la crisis.
Quiebras, suicidios, nomadismo urbano y paro se
entrecruzaron con el hambre y la decepción de no tener
perspectivas futuras ciertas. Los conflictos
sociales se incrementaron y a la amenaza de quedar fuera del
sistema se le
sumó otra de índole
político-ideológica: el miedo a la expansión
del comunismo,
triunfante en la Unión Soviética desde 1917. Y
dadas estas circunstancias, se dio lo que se tenía que
dar: un catastrófico "efecto dominó" que
terminó arrastrando a todos los países que
dependían de las inversiones,
compras y
créditos norteamericanos. En pocos meses,
toda la economía del occidente capitalista se vio
afectada, especialmente en Europa
(originando un criminal sistema totalitario en Alemania) y
América
Latina (que desde entonces se sumió en un alud de golpes
de estados y dictaduras militares).
Fue sencillo caer. Lo dificultoso fue salir del pozo. Y
es en este contexto en el que el cine de aventuras
prosperó como nunca, alcanzando una vitalidad inusitada y
comprensible, junto con las películas de terror y las
musicales.
No cabe duda de que en los años treinta y
principios de
los cuarenta ese tipo de filmes adquirieron una dimensión
pocas veces vista con anterioridad; y no es extraño que
ello hubiera ocurrido: la necesidad de evasión y fuga de
la traumática realidad social, hicieron que millones de
personas encontraran en los filmes de aventuras "un tiempo y
espacio sagrado" (el del cine) en los que era posible
abstraerse de los problemas
cotidianos. Alguien definió esa práctica de
"opio óptico" y fue ése el caldo de cultivo
en el que se cocinaron toda una legión de personajes
ficticios, estilo Indiana Jones; la matriz
histórica del héroe que nos convoca.
Aquel fue un momento axial en la historia del cine. El
sonido (una
verdadera novedad en la temporada 1928-1929) le dio a las
películas una dimensión imposible de alcanzar en el
cine mudo y la percepción
óptica
se convirtió, en sí misma, en un suceso
apasionante.
El contexto era ideal y así, en medio del
pantanal de la decepción, se empezaron a definir algunas
de las características que identificaron (e identifican)
al género de aventura: la exaltación de la moral del
esfuerzo, la glorificación de la acción (principalmente
física) y el ennoblecimiento del riesgo como
método de
vencer todos los obstáculos que se presentaban en el
camino.
El cine de aventuras se convirtió en el espacio
ideal de los sueños (irrealizables), de la
libertad y de los horizontes infinitos que la
realidad no les ofrecía a las mayorías. Pero, al
mismo tiempo, se exacerbó uno de los signos
más característicos de la crisis: el del
individualismo; que es, sin duda, una de las notas
esenciales del aventurero. Y así, estos viejos
héroes del celuloide difundieron el modelo en el
que abrevaron G. Lucas y S. Spielberg para imaginar al aventurero
más emblemático de fines del siglo XX: Indiana
Jones.
Después de todo, la década que lo vio
nacer (la de los ’80) contribuyó a su
gestación.
Tras una Era de Catástrofes, que se
extiende desde 1914 a 1947, en la que dos guerras
mundiales, la debacle económica, el totalitarismo y las
revoluciones, signaron la vida de al menos dos generaciones,
sobrevino un período de prosperidad, consumo y pleno
empleo
(encuadrado en lo que se denominó Estado de
Bienestar) que bien podríamos definir, siguiendo al
historiador inglés
Eric Hobsbawm, una Edad Dorada. Pero la siguiente etapa,
que se inicia en 1973 (con el problema energético),
volvió a recrear el marco y las condiciones de crisis que
vimos al principio; especialmente durante la década
’80, conocida hoy como la "década perdida".
Será entonces cuando, en 1981, el Dr. Henry "Indy"
Jones se calzó el sombrero permanentemente y, como el
aventurero por antonomasia, encarnaría (subliminalmente)
los esfuerzos de todos en la lucha cotidiana por vencer las
peripecias diarias, a las que nos había arrastrado el
modelo neoliberal.
Pero Indiana Jones trasunta otras ideas y tiene
raíces mucho más profundas que las crisis de los
‘30s y ‘80s. A ellas nos dedicaremos en el apartado
siguiente.
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