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La muerte




Enviado por luis_lopez



    Indice
    1.
    Introducción

    2. La vida de Horacio
    Quiroga

    3. Cronología trágica de
    su vida

    4. Su vida reflejada en sus
    obras

    5. Predilección por los temas de
    muerte

    6. Miedo a la propia
    muerte

    7. Conjuración del miedo:
    proyección

    8. El hombre muerto
    9. Un escritor: cierre de la
    parábola

    10. Ambigüedad de Quiroga: las dos
    tendencias

    11. Conclusion
    12. Bibliografia

    1.
    Introducción

    Horacio Quiroga, un hombre al que
    le tocó protagonizar una sucesión de muertes muy
    confusas, o por lo menos tan infortunadas como para que se pueda
    hacer sensacionalismo alrededor de ellas.

    Cualquiera de ellas por separado habría bastado
    para alejarlo de la histeria modernista., pero la que más
    lo alteró fue la de su amigo Ferrando, al que mata
    accidentalmente. De todos modos, este sacrificio del amigo, se
    repitió, después, cuando Ana María Cires, su
    mujer, se suicida
    con cianuro en medio de la selva. Un poco antes, en su
    atormentado y oscuro pasaje por Buenos Aires,
    había muerto otra, una de la cual nadie habla y parece
    haber sido la gran mujer de su vida, muerta de tuberculosis.

    Es por ello que esta presencia dramática, llena
    de sucesos lastimosos, desgraciados y fatales en su vida, influye
    en sus obras, cargándolas de un gran contenido de
    tragedia.

    ¿Pero qué buscaba Quiroga al recaer
    constantemente en temas de muerte?
    ¿Por qué en esos temas es cuando obtiene sus
    mejores obras? ¿Por qué es allí que su
    estilo es el más personal y
    más limpio de influencias?.

    Es justamente la experiencia personal de Quiroga la que
    conducirá a esa preferencia por los temas de muerte,
    asunto que será desarrollado en la presente monografía.

    2. La vida de Horacio
    Quiroga

    Biografía:

    Nacido en 1878 en el Salto Uruguayo, donde su padre era
    vicecónsul de la Argentina.
    Horacio
    Quiroga, al regreso de un corto viaje a París,
    inició sus primeros ensayos
    literarios con el libro en prosa
    y verso Los arrecifes de coral (1901), fruto de la influencia de
    renovación poética que dirigía en su
    país Julio Herrera y Reissig.

    En 1903 un viaje con Leopoldo Lugones a Misiones le
    descubrió la belleza de esa selva, su mundo de misterio y
    de sonora soledad. Años más tarde estableció
    su hogar en los alrededores de San Ignacio sobre el río
    Paraná y reveló a las letras un ambiente y una
    vida ignorados. Se dedicó también a variadas
    empresas en
    las que su personalidad
    vigorosa se destacó ampliamente. Pero su auténtica
    vocación fueron las letras. Cultivó la poesía,
    la prosa y en la prosa, la novela y el
    cuento; pero
    fue principalmente en este último género donde
    mostró su talento excepcional, mereciendo el elogio
    permanente de la critica literaria.

    Muchas influencias pueden señalarse en él:
    Kipling, Poe, Dostoiewski, pero sus mejores obras son aquellas en
    que superada la etapa de lo extraño y de lo mórbido
    muestra la
    naturaleza y
    el alma de Misiones.

    Su vida llena de altibajos, de empresas quijotescas, de
    lucha tenaz, tuvo muchos episodios dolorosos que explican en
    parte sus actitudes y su
    conducta un tanto
    rara y extraña.

    Fue admirado y envidiado. Como todo valor nuevo y
    auténtico se lo discutió e imitó. De toda su
    obra lo sustancial son sus cuentos,
    limpios descarnados y humanos, que señalan un temple
    literario de primera magnitud.

    Falleció en Buenos Aires, el 19 de febrero de
    1937. Sus restos fueron enviados a Salto, su ciudad natal, con
    grandes homenajes.

    Sus cuentos más difundidos son: Cuentos de
    amor, de
    locura y de muerte, Los desterrados y Cuentos de la selva, entre
    otros.

    3. Cronología
    trágica de su vida

    – 1878 31 de diciembre: Nace en Salto Uruguay.

    – 1879: La familia va
    a una chacra, en San Antonio Chico, donde abunda la caza. A la
    vuelta de una excursión Prudencio Quiroga (su padre) muere
    al enganchársele la escopeta cuando descendía de la
    lancha.

    Poco después Horacio es llevado por su madre a
    Córdoba, a la que se trasladan para cuidar la salud de una de las hijas
    (aquejada por el asma). Al cabo de cuatro años regresan a
    Salto; Quiroga cursa estudios primarios en el colegio Hiram,
    sostenido por la masonería.

    1895: 5 de septiembre: Ascencio Barcos (su
    padrastro), enfermo, se suicida.

    – 1898: En las fiestas de carnaval de Salto, conoce a
    María Esther Jurkowsk, se enamora y quiere casarse con
    ella. Su familia se opone
    y se produce la ruptura, su primer gran amor desdichado ("fue un
    amador constante"), a la que más tarde hará
    protagonista de Una estación de amor y Las
    sacrificadas.

    – 1902: 5 de marzo: a raíz de un cruce de
    brulotes, Guzmán Papini y Zás y Federico Ferrando
    conciertan un duelo. Quiroga, que llega a Montevideo procedente
    de Salto, va a casa de Ferrando. El hermano de éste
    había comprado una Lafoucheux de dos caños (12 mm).
    Son las 19 horas: Quiroga examina el arma; se le escapa un tiro.
    "Oyóse un grito de dolor y Ferrando cayó sobre la
    cama, la bala le había penetrado en la boca,
    alojándose en el occipital sin salir". Muere en seguida.
    Quiroga es sometido a interrogatorio y trasladado posteriormente
    a la Cárcel Correccional. El Dr. Manuel Herrera y Reissig,
    hermano del poeta, asume la defensa. Consigue que sea puesto en
    libertad el
    sábado 9.

    Inmediatamente después abandona Montevideo. Se
    refugia en la casa de su hermana María, en Buenos
    Aires.

    14 de diciembre de 1915: Ana María Cires, su
    esposa, se quita la vida ingiriendo una fuerte dosis de
    sublimado. Su agonía dura ocho días.

    "Quiroga nunca hablaba de su primera esposa. Una vez sin
    embargo, al pasar por el cementerio de San Ignacio le dijo a
    Julio E. Payró (quién ha comunicado la
    anécdota) ´ Está enterrada allí
    ’. Payró le preguntó si visitaba la tumba.
    Quiroga le contestó que jamás. Y agregó:
    ‘Me he olvidado completamente de todo eso’.
    ‘Parecía muy duro’, advirtió
    Payró, pero después he llegado a comprender que esa
    era la única manera de seguir viviendo para el que
    queda’."

    – 1925 Regresa un tiempo a San
    Ignacio, allí se enamora de una joven de 17 años
    que se llama también Ana María. Sus padres impiden
    los encuentros. El entonces agota los medios para
    comunicarse: mensajes envueltos en tubo de palo raspado, cartas en clave y
    otros semejantes; hasta llega a cavar un túnel para
    raptarla. La muchacha es alejada subrepticiamente y Quiroga
    desiste.

    – 1934 15 de abril: se lo declara cesante: (La política uruguaya ya
    ha sufrido un vuelco a raíz del golpe de estado
    del 31 de marzo del año anterior; Brum se ha suicidado
    para no entregarse.) La S.A.D.E. (Sociedad
    Argentina de Escritores) envía una nota, que firman
    Roberto Giusti, Arturo Cerretani Y Cesar Tiempo, al presidente
    del Uruguay, Dr. Gabriel Terra, para que lo reponga en el
    Consulado. El pedido es denegado. La situación
    económica de Quiroga se torna apremiante.

    – 1936 En mayo, después de un año y medio
    de gestiones, se le acuerda la jubilación. Poco
    después su mujer y su hijita se marchan; y él queda
    solo.

    – 1937 18 de febrero: durante la tarde mantiene –
    según sus biógrafos – una
    conversación con los médicos, en la cual corrobora
    las sospechas que ya tiene sobre la enfermedad (cáncer
    gástrico) . Después sale a dar un paseo por la
    ciudad y regresa al Hospital a las once de la noche. En la
    madrugada del día 19 muere.(Un vaso con restos de cianuro,
    evidenciaba la causa del fallecimiento."

    Sus restos son velados en la Casa del Teatro, sede
    también de la S.A.D.E. – institución de la cual
    Quiroga había sido socio fundador y vicepresidente -; y
    posteriormente trasladados al Uruguay.

    4. Su vida reflejada en
    sus obras

    Todos los temas perecen sugerir algo de la vida misma
    del autor, como si en el desarrollo de
    las ideas hubiese un índice capaz de revelar cual fue la
    consagración más íntima y el sentido
    más profundo de esa vida.

    Quiroga es indiferente, frío y pesimista; estas
    actitudes marcan cierta predilección por los temas de
    muerte.

    1-Indiferencia: La falta de expresión subjetiva,
    de afectividad, la casi indiferencia por los personajes, a
    quienes muestra en sus torturas, caídas, miserias, sin
    manifestar hacia ellos simpatía aparente.

    2-Frialdad: En sus relatos el hombre
    lucha, se desespera, pero al fin fracasa y desaparece. Se
    diría que hay un cierto y velado fatalismo en Quiroga, que
    lo llevará a considerar inútil todo esfuerzo.
    Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible capaz de
    observar a los hombres, verlos en su angustia y verificar sus
    derrotas.

    3-Pesimismo: No obstante es preciso penetrar en esos
    seres de ficción para ver hasta que punto Quiroga es
    pesimista.

    " "El hombre intentó mover la cabeza, en vano.
    Echó una mirada de reojo a la empuñadura del
    machete, húmeda aún del sudor de su mano.
    Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria
    del machete dentro de su vientre, y adquirió, fría,
    matemática
    e inexorablemente la seguridad de que
    acababa de llegar al término de su existencia."

    "Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a
    morir." "

    5. Predilección por
    los temas de muerte

    Influencia y originalidad

    Cualquiera sea la cronología real de la producción de Quiroga, tomando la fecha de
    aparición de sus libros como el
    momento inmediatamente posterior a su elaboración, se
    puede observar que las influencias sufridas y la
    orientación propia casi nunca dejan de coexistir. Dicho de
    otro modo: se puede hablar de dos formas de la
    personalidad de Quiroga. Una, la relativa a la
    absorción de las influencias; otra, a su producción
    original.

    Los dos aspectos de la actitud de
    Quiroga se mezclan o interfieren llenando de altibajos constantes
    todos sus libros.

    La mezcla se da en Cuentos de amor, de locura y de
    muerte, donde la perfección narrativa alcanza su grado
    quizás más alto dentro de toda su
    producción, por la seguridad de los medios empleados y el
    rigor con que son trabajados.

    Las dos muertes

    Así, dos muertes recorren la obra de Quiroga: las
    muertes tradicionales y las muertes propias.

    La primera categoría corresponde a esos
    indistintos sentimientos que tuvo cuando era joven y que las
    lecturas desviaron para darles una forma que no le es propia pero
    que Quiroga sintió como la única posible, puesto
    que no estaba todavía en condiciones de juzgar y
    seleccionar. Este es el encanto que nos conquista cuando
    advertimos prematuramente que otros han dado cauce a las cosas
    que nos perturban e inquietan mientras nosotros carecemos de los
    medios para expresarnos en forma propia.

    Es la muerte
    propia por un motivo central la que se confunde con la
    situación misma que vive el personaje. En cierto modo ,
    esa muerte que le sobrevendrá le corresponde, no siendo
    sin embargo el castigo de ninguna falta. El personaje
    jamás se siente tan infatuado como para ignorar a
    qué conduce su desdichada presencia, que siente vaciada y
    menoscabada por algo que no sabe qué es, lo cual no le
    impide la extrema y serena combatividad. Sin embargo el
    ámbito de pelea nunca es pretensión de un resultado
    distinto a la segura muerte. Propia también por un motivo
    accesorio: porque es el mismo Quiroga quién juega su
    muerte en la muerte de sus personajes; y propia por un motivo
    técnico: porque es la más lograda
    estéticamente, sin las vacilaciones que tienen las muertes
    del otro estilo, meras anécdotas que combinan lecturas con
    imágenes sugeridas por la
    realidad.

    Responsabilidad

    No fue, como se ve, un espectador más o menos
    cercano de la muerte de los otros, familiar y desolado.
    Más que los demás, Horacio Quiroga tuvo que
    sentirse responsable y aún culpable. En parte, porque,
    como todos, no supo evitar que esos otros se murieran; en parte,
    por las causas o la comisión material de las muertes de
    los demás, la cual podía, con muy justas razones,
    atribuirse.

    Lucha con y contra la muerte: Sentido de la
    aceptación

    Incorporó así a su vida, visto que ya su
    suerte tenía continuidad y un equilibrio
    bastante siniestro la muerte como una instancia real y
    condicionante. Si todos los proyectos caen
    víctimas de ella, si ella preside lo más importante
    de nuestra existencia, ¿cómo no llegar a la
    conclusión de que ella es lo más importante de
    nuestra existencia, que ella es nuestra existencia misma?.
    Quiroga puede haberse dicho que era necesario trazarse un
    plan puesto
    que las cosas son como son. Y luchó en el sentido de no
    desvirtuar esa muerte con la vida, haciendo de esta un
    trampolín resbaloso que a cada rato le recordaba la
    inminencia de la caída, afrontando yararás,
    crecidas del Paraná, bandidos paraguayos,
    disenterías y toda otra alternativa que puede darse cuando
    uno mismo va en busca de las cosas desagradables, sin
    despreciarlas, sino tomándolas como lo que en realidad
    son: parte del juego vital y
    lucha con los elementos que representan la muerte.

    Aceptó haciendo una nueva composición del
    lugar. Entonces estuvo en condiciones de equiparar vida y muerte
    y pudo haber dicho que puesto que la vida ya no era el bien
    supremo, tanto daba perderla en cualquier momento, lo cual no
    implicaba que no quisiera extraer de todos los momentos un jugo
    que satisfacía sus máximas exigencias. Su
    egoísmo se acentuaba después de los desastres y
    Quiroga se recoge más y más en su caparazón.
    Cada cosa que se propone hacer le parece de imperiosa
    ejecución y no vacila en torturar o molestar a los otros
    poseído por esa urgencia. Así se le da por
    construir botes en un sótano de la calle Canning, en le
    que vive con sus dos hijos niños todavía. Ni se le
    ocurre que, excepción hecha de su experiencia de la
    muerte, los otros, ignorantes de ella, quieran ponerse a cumplir
    proyectos que van más allá de su perentoria
    urgencia por ganarle a la muerte un cuarto de hora. Su
    egoísmo, brutal y desenfrenado, aunque inconsciente de
    sí mismo, tiene su raíz en esta aceptación
    que, si bien emponzoña su vida, también le hace
    comprender otras realidades tales como el sentido de la soledad,
    por ejemplo.

    6. Miedo a la propia
    muerte

    De ésta viene el miedo, que no lo es de un objeto
    concreto, sino
    de su propia muerte, una vez que aprendió bien como era de
    cerca la de los demás y una vez que esta ya no le
    hacía más daño al producirse porque todo el
    daño estaba hecho. No le tuvo miedo a los perros, como les
    sucede a muchos, o a los leones o las carabinas. Al parecer
    tenía una decisión y serenidad pasmosas frente a
    circunstancias que hacían retroceder a otros. No son
    necesarias las anécdotas sabiendo donde vivió y los
    años que permaneció allí. Su casa en
    Misiones está sobre una meseta desde la cual se ve el
    Paraná, que allí mismo se abre y redondea. La cubre
    una vegetación descuidada y fulgurante. Aún hoy el
    camino que la une con San Ignacio es dificultoso y largo. Hay
    unos buenos veinte minutos de automóvil hasta las ruinas.
    En el medio hay ahora labrantíos que combaten contra la
    flora subtropical que los ahoga. Haber vivido en ese lugar hacia
    1910 debió haber requerido nervios poco comunes y una
    energía que no necesita de muchos ejemplos.

    Sin embargo Quiroga tiene miedo a su propia
    muerte.

    Por una ventaja que tiene el escritor sobre el hombre
    corriente, puede volcar ese miedo en su literatura y descargarse de
    él, en lugar de caer encima de los amigos o volver a la
    infancia.

    Uno de sus cuentos más personales, El desierto,
    nos muestra el mecanismo del miedo. Subercasaux, el protagonista,
    tiene dos hijos como Quiroga. Vive con ellos en la selva teniendo
    que hacer de padre y madre, pues esta murió hace poco,
    como la mujer de
    Quiroga. La primera parte del cuento es descriptiva:

    " "Duro, terriblemente duro
    aquello…

    "Pero ahora reía con sus dos cachorros que
    formaban con él una sola persona, dado el
    modo curioso como Subercasaux educaba a sus hijos.

    "Aprendió – no a cocinar porque ya lo
    sabía – sino a fregar las ollas con la misma arena del
    patio, en cuclillas y al viento helado que le amorataba las
    manos.".

    Hasta aquí todo se parece a lo que sabemos de
    Quiroga mismo, pero luego la cosa toma un giro inesperado.
    Víctima de un accidente trivial en Misiones, un pique en
    una uña, Subercasaux muere dejando a los niños
    solos:

    "Ni uno ni el otro se atrevía a hacer ruido. Pero
    tampoco le llegaba el menor ruido del cuarto vecino, donde desde
    hacía tres horas su padre, vestido y calzado bajo el
    impermeable, yacía muerto a la luz del
    farol.".

    7. Conjuración del
    miedo: proyección

    Quiroga sabe lo que le puede pasar, porque está
    solo e inerme. Y tiene miedo. Entonces imagina su propia muerte
    para sacársela de encima, quiere conjurar la muerte
    imaginándose tocado y buscado por ella de modo que,
    satisfecha en un plano su potencia, lo deje
    tranquilo en el otro, en el que realmente lo puede amenazar.
    Escribe su muerte para quedarse tranquilo porque en realidad los
    ruidos que hace el bosque por la noche no auguran nada bueno,
    siendo así que la muerte existe y preside todos nuestros
    actos y decisiones.

    Este impulso a imaginar la muerte tiene una manifiesta
    expresión en el cuento La insolación:

    "-¡Es el patrón! exclamó el
    cachorro, sorprendido de la actitud de
    aquéllos.

    "- No, no es él – replicó Dick.

    "Lo cuatro perros estaban juntos gruñendo
    sordamente, sin apartar los ojos de Mister Jones, que continuaba
    inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo
    fue a avanzar, pero Prince le mostró los
    dientes.

    "- No es él, es la Muerte.

    "El cachorro se erizó de miedo y
    retrocedió al grupo.

    "- ¿Es el patrón muerto?- preguntó
    ansiosamente.

    "Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con
    furia, siempre en actitud temerosa. Pero Mister Jones se
    desvanecía ya en el aire
    ondulante."

    Se ve muerto aún antes de morir como
    dándose una última oportunidad. Si logra expulsar
    esa imagen de su
    vista o cerebro
    quizás no muera. La única manera que se le ocurre
    para expulsarla es escribirse muerto, única arma con la
    que cuenta para conjurar y deshacer la imagen que lo aterroriza y
    cohibe.

    Y así, los cuentos en los que entran los
    elementos más entrañables a Quiroga: el medio
    geográfico, el sentido de la experiencia, la actividad por
    la que encuentra al hombre común, la soledad y el exilio,
    incluyen estos finales que son la mejor solución a la
    anunciante carga de la vecina y propia muerte.

    Lo que hay es convicción y evidencia.
    ¿Quién lo dudaría este final de La
    insolación?:

    "Los perros comprendieron que esta vez todo
    concluía, porque su patrón continuaba caminando a
    igual paso como un autómata, sin darse cuenta de nada. El
    otro llegaba ya. Los perros hundieron el rabo y corrieron de
    costado, aullando. Pasó un segundo y el encuentro se
    produjo. Mister Jones se detuvo. Giró sobre sí
    mismo y se desplomó.

    "Los peones, que lo vieron caer, lo llevaron a prisa al
    rancho, pero fue inútil toda el agua;
    murió sin volver en sí. Mister Moore, su hermano
    materno, fue allá desde Buenos Aires, estuvo una hora en
    chacra y en cuatro días liquidó todo,
    volviéndose en seguida al sur. Los indios se repartieron
    los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos e iban
    todas las noches, con hambriento sigilo, a robar espigas de
    maíz en las chacras ajenas.".

    En este párrafo, no solo notable por su
    concisión y seriedad, está condensado, o mejor
    dicho ejemplificado, lo dicho anteriormente sobre el sentimiento
    de muerte. Viene y nada se puede hacer. El hombre está
    inerme frente a ella, no tanto porque ella es más fuerte
    de lo que podemos pretender para nosotros mismos, es nosotros
    mismos , se desprende, sale afuera y cuando regresa, la unidad
    que se recompone es definitiva.

    La convicción conque Quiroga manifiesta la muerte
    no abandona ninguno de los cuentos de la "muerte
    propia".

    8. El hombre
    muerto

    "El hombre muerto es un relato breve, un instante
    trágico que el cuentista ha detenido para
    ofrecérnoslo en toda su trascendencia.".

    Es el momento en que un hombre caído por
    accidente, va a morir solo, al rayo del sol, junto a su caballo,
    mirando el bananal que ha cultivado.

    Técnicamente el cuento está realizado con
    maestría, aunque no da lugar a ningún pensamiento
    trascendente, a algún atisbo de lo sobrenatural, esa
    muerte, tan seca y tan terrible trasciende por sí sola al
    hombre y a lo que le rodea. Es una fugaz sugerencia y una larga
    meditación.

    ¿Por qué Quiroga es un gran cuentista?
    Sencillamente porque no dice nada más que lo que tiene que
    decir. Porque no emplea adjetivos altisonantes para expresar lo
    que el mismo hecho descubre. La sobriedad es signo de fuerza. Y su
    falta de piedad queda demostrada con ese grito de ternura:
    ‘¡Piapiá!’( grito del niño que va
    a buscar a su padre que yace muerto).

    " "El hombre echó en consecuencia una
    mirada satisfecha a los arbustos rosados, y cruzó el
    alambrado para tenderse un rato en le gramilla.

    "Mas al bajar el alambre de púa y pasar el
    cuerpo, su pié izquierdo resbaló sobre un trozo de
    corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le
    escapaba de la mano. Mientras caía el hombre tuvo la
    impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano
    en le suelo….
    Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente debajo del
    cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de
    la hoja del machete, pero el resto no se veía".

    "Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a
    morir."…".

    Con este fragmento queda demostrada la falta de
    afectividad y la casi indiferencia por el personaje, a
    quién muestra en su caída, tortura y muerte. En
    este relato el hombre lucha, se desespera pero al fin fracasa y
    desaparece, considerando inútil todo esfuerzo.

    Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible,
    capaz de observar a los hombres, verlos en su angustia y
    verificar sus derrotas.

    Surgen de sus cuentos relaciones con las que él
    fue consecuente, no solo porque fue depurando el tema hasta
    llegar hasta un plano casi religioso en él sino
    también porque terminó por encontrarse
    definitivamente con ella, voluntaria y concientemente porque
    sabía que estaba enfermo y que habría de morir en
    pocos días. Apurar ese plazo fue su última muestra
    del coraje con el que se enfrentó al miedo y la
    consecuencia de todo lo que había llegado a expresar sobre
    la muerte: que la temía y que la aceptaba, que hasta por
    el hecho de suicidarse le demostraba cuánto había
    luchado contra ella.

    9. Un escritor: cierre de la
    parábola

    El estilo de Horacio Quiroga:

    Horacio Quiroga no era un estilista, no le preocupaba la
    elegancia ni el refinamiento formal. Le preocupaba en cambio, la
    eficacia
    expresiva, la frase vigorosa, plástica y precisa. Llenas
    entonces de plasticidad, fuerza y exactitud, tan ricas de
    vivencias y conocimiento
    del medio, como de sensaciones y puntualidad visual.

    Experiencia vital y experiencia literaria de
    Quiroga.

    Mundo real y mundo de la literatura

    La diferencia entre el mundo real y el mundo de la obra
    es mínima (aunque el signo bajo el que viven sea
    profundamente distinto), el crítico a veces se pierde y
    considera los elementos que están en la obra con las
    calificaciones que tiene para con los elementos que componen la
    realidad inmediata.

    Las cuatro líneas de la obra de
    Quiroga

    Uno de los cuatro elementos es el sentido de la
    experiencia como rasgo fundamentalísimo de la literatura
    contemporánea y motivación
    del estilo de Quiroga. Este elemento colora todo lo demás,
    que vienen a constituirse en una suerte de objetos o contenidos
    de la disposición para la experiencia y son: la presencia
    de la actividad como forma expresa de una situación del
    hombre contemporáneo, la presencia de la soledad como
    camino para el descubrimiento y la aceptación de los
    propios límites y la presencia de la muerte como instancia
    vital más importante que exige la más dificultosa
    adecuación de la literatura.

    Dos maneras de escribir

    Quiroga toma dos actitudes para escribir: una, que se
    hace cargo del peligroso compromiso personal que significa
    descubrir el mundo al exclusivo efecto de describirlo, con la
    clara consecuencia de que por ello el mundo real se conmueve en
    su peso y queda destruido; y otra, que procede a partir de la
    convicción valorativa de que no hay diferencia entre el
    mundo de los objetos y el tiempo real y el mundo de la
    literatura, y que uno y el otro poseen el mismo tipo de realidad;
    lo cual supone que no habrá dificultad en expresar la
    realidad o cualquiera de sus aspectos, porque las palabras son
    representación cabal y eterna de las cosas y no hay margen
    entre una y otras.

    10. Ambigüedad de
    Quiroga: las dos tendencias

    Pocas veces llegaba a armonizar las dos tendencias.
    Parece haber sufrido una atracción poderosa por el
    ejercicio simultáneo de ambas. Seguramente la nefasta
    curiosidad por la muerte, unida a la muerte ajena que ya
    había conocido, le provocaba tal inquietud que era como un
    aura proyectada sobre los otros para entristecerlos y llevarlos a
    ejecutar eso que, por haber comprendido la ambigüedad,
    él mismo no podía hacer. La muerte de su primera
    mujer, por ejemplo. Quizás haya habido razones para que
    ella se suicidara. Lo real es que la mujer de Quiroga se suicida
    y eso siempre significa un fracaso del que queda vivo. Al no
    haber podido conjurar en sus orígenes los motivos que la
    llevaron a ello, de algún modo Horacio es culpable de
    haberlos favorecido. Después de muerto sus hijos
    también se matan. Son las criaturas que el formó y
    a quienes les dio existencia. Y ese vaivén no lo deja
    descansar, pero al acuciarlo le exige tanto que le extrae sus
    mejores expresiones.

    Liquidación de la ambigüedad:
    muerte

    Una alternativa concluida, puede consagrarse a la otra.
    Acabada la posibilidad de escribir, Quiroga puede dedicarse a la
    posibilidad de vivir, que por una lógica
    secuencia, se trueca en la posibilidad de morir. Esta muerte que
    por angustia fue esquivada, aunque de algún modo la
    irradiaba, tuvo la suerte de reencontrarse con él y hacer
    que su destino fuera consecuente. Horacio Quiroga se suicida
    empujado seguramente a ello porque estaba enfermo. Salvo esta
    razón, muy poderosa por cierto pero no la única,
    tal vez haya caído bajo el foco de su propia influencia.
    Quizás, una vez que la ambigüedad estuvo rota,
    asumió el impulso del que fue víctima en su
    juventud, pero
    que retuvo proyectándolo exclusivamente sobre los otros.
    Matarse no es eliminar problemas. Es
    reunirlos todos en el momento previo al acto y asumir el riesgo de
    anularlos anulándose.

    11.
    Conclusion

    Queda demostrado que hay una predilección por los
    temas relacionados con la muerte y, aún más, que la
    muerte es la variante y cauce en el que se resuelve la mayor
    parte de las situaciones que describe.

    Quiroga se aproxima gradualmente más al
    ámbito de la muerte, sobrepasando y superando el recurso
    que en general se emplea como solución de los conflictos,
    para llegar a la instancia de la muerte, a la expresión de
    una dimensión en la que el hombre actúa y a la que
    está de alguna manera consagrado.

    El progreso hacia esta hondura lo es en el sentido de un
    sentimiento de la muerte, viene y nada se puede hacer. El hombre
    está inerme frente a ella, no tanto porque ella es
    más fuerte que lo que podemos pretender para nosotros
    mismos sino porque además el hombre está solo y ha
    aceptado y, por otra parte, ella está en nosotros mismos,
    es nosotros mismos, se desprende y sale fuera y cuando regresa,
    la unidad que se recompone es definitiva.

    12.
    Bibliografia

    -JITRIK, Noé. Horacio Quiroga. Una obra de
    experiencia y riesgo. Buenos Aires.,

    Ediciones Culturales Argentinas, 1959.

    -MIGNON DOMÍNGEZ, Petrona. 16 Cuentos argentinos.
    Selección, prólogo y notas.17ª

    edición. Bs. As. Ed . Abril S.A.,1988
    (Clásicos Huemul N°70).

    -QUIROGA, Horacio. Cuentos de amor, de locura y de
    muerte. Bs.As., Kapeluz,1996.

    (Grandes Obras de la Literatura Universal).

    -QUIROGA, Horacio. Cuentos de la selva y otros cuentos.
    Cántaro Editores, 1998.

    Resumen:

    Esta monografía intenta abordar como tema la
    "predilección de Horacio Quiroga por los temas de muerte".
    Horacio Quiroga fue un hombre al que le tocó protagonizar
    una sucesión de muertes muy confusas, la presencia
    dramática, llena de sucesos lastimosos,
    desgraciados y fatales en su vida, influye en sus obras,
    cargándolas de un gran contenido de tragedia.
    Pero, ¿qué buscaba Quiroga al recaer constantemente
    en temas de muerte? ¿por qué es en esos temas
    cuando obtiene sus mejores obras? ¿por qué es
    allí en donde
    su estilo es el más personal y más limpio de
    influencias?.

    Trabajo enviado y realizado por:
    Luis Gonzalo López

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