Indice
1.
Introducción
2. La vida de Horacio
Quiroga
3. Cronología trágica de
su vida
4. Su vida reflejada en sus
obras
5. Predilección por los temas de
muerte
6. Miedo a la propia
muerte
7. Conjuración del miedo:
proyección
8. El hombre muerto
9. Un escritor: cierre de la
parábola
10. Ambigüedad de Quiroga: las dos
tendencias
11. Conclusion
12. Bibliografia
Horacio Quiroga, un hombre al que
le tocó protagonizar una sucesión de muertes muy
confusas, o por lo menos tan infortunadas como para que se pueda
hacer sensacionalismo alrededor de ellas.
Cualquiera de ellas por separado habría bastado
para alejarlo de la histeria modernista., pero la que más
lo alteró fue la de su amigo Ferrando, al que mata
accidentalmente. De todos modos, este sacrificio del amigo, se
repitió, después, cuando Ana María Cires, su
mujer, se suicida
con cianuro en medio de la selva. Un poco antes, en su
atormentado y oscuro pasaje por Buenos Aires,
había muerto otra, una de la cual nadie habla y parece
haber sido la gran mujer de su vida, muerta de tuberculosis.
Es por ello que esta presencia dramática, llena
de sucesos lastimosos, desgraciados y fatales en su vida, influye
en sus obras, cargándolas de un gran contenido de
tragedia.
¿Pero qué buscaba Quiroga al recaer
constantemente en temas de muerte?
¿Por qué en esos temas es cuando obtiene sus
mejores obras? ¿Por qué es allí que su
estilo es el más personal y
más limpio de influencias?.
Es justamente la experiencia personal de Quiroga la que
conducirá a esa preferencia por los temas de muerte,
asunto que será desarrollado en la presente monografía.
Biografía:
Nacido en 1878 en el Salto Uruguayo, donde su padre era
vicecónsul de la Argentina.
Horacio
Quiroga, al regreso de un corto viaje a París,
inició sus primeros ensayos
literarios con el libro en prosa
y verso Los arrecifes de coral (1901), fruto de la influencia de
renovación poética que dirigía en su
país Julio Herrera y Reissig.
En 1903 un viaje con Leopoldo Lugones a Misiones le
descubrió la belleza de esa selva, su mundo de misterio y
de sonora soledad. Años más tarde estableció
su hogar en los alrededores de San Ignacio sobre el río
Paraná y reveló a las letras un ambiente y una
vida ignorados. Se dedicó también a variadas
empresas en
las que su personalidad
vigorosa se destacó ampliamente. Pero su auténtica
vocación fueron las letras. Cultivó la poesía,
la prosa y en la prosa, la novela y el
cuento; pero
fue principalmente en este último género donde
mostró su talento excepcional, mereciendo el elogio
permanente de la critica literaria.
Muchas influencias pueden señalarse en él:
Kipling, Poe, Dostoiewski, pero sus mejores obras son aquellas en
que superada la etapa de lo extraño y de lo mórbido
muestra la
naturaleza y
el alma de Misiones.
Su vida llena de altibajos, de empresas quijotescas, de
lucha tenaz, tuvo muchos episodios dolorosos que explican en
parte sus actitudes y su
conducta un tanto
rara y extraña.
Fue admirado y envidiado. Como todo valor nuevo y
auténtico se lo discutió e imitó. De toda su
obra lo sustancial son sus cuentos,
limpios descarnados y humanos, que señalan un temple
literario de primera magnitud.
Falleció en Buenos Aires, el 19 de febrero de
1937. Sus restos fueron enviados a Salto, su ciudad natal, con
grandes homenajes.
Sus cuentos más difundidos son: Cuentos de
amor, de
locura y de muerte, Los desterrados y Cuentos de la selva, entre
otros.
3. Cronología
trágica de su vida
– 1878 31 de diciembre: Nace en Salto Uruguay.
– 1879: La familia va
a una chacra, en San Antonio Chico, donde abunda la caza. A la
vuelta de una excursión Prudencio Quiroga (su padre) muere
al enganchársele la escopeta cuando descendía de la
lancha.
Poco después Horacio es llevado por su madre a
Córdoba, a la que se trasladan para cuidar la salud de una de las hijas
(aquejada por el asma). Al cabo de cuatro años regresan a
Salto; Quiroga cursa estudios primarios en el colegio Hiram,
sostenido por la masonería.
– 1895: 5 de septiembre: Ascencio Barcos (su
padrastro), enfermo, se suicida.
– 1898: En las fiestas de carnaval de Salto, conoce a
María Esther Jurkowsk, se enamora y quiere casarse con
ella. Su familia se opone
y se produce la ruptura, su primer gran amor desdichado ("fue un
amador constante"), a la que más tarde hará
protagonista de Una estación de amor y Las
sacrificadas.
– 1902: 5 de marzo: a raíz de un cruce de
brulotes, Guzmán Papini y Zás y Federico Ferrando
conciertan un duelo. Quiroga, que llega a Montevideo procedente
de Salto, va a casa de Ferrando. El hermano de éste
había comprado una Lafoucheux de dos caños (12 mm).
Son las 19 horas: Quiroga examina el arma; se le escapa un tiro.
"Oyóse un grito de dolor y Ferrando cayó sobre la
cama, la bala le había penetrado en la boca,
alojándose en el occipital sin salir". Muere en seguida.
Quiroga es sometido a interrogatorio y trasladado posteriormente
a la Cárcel Correccional. El Dr. Manuel Herrera y Reissig,
hermano del poeta, asume la defensa. Consigue que sea puesto en
libertad el
sábado 9.
Inmediatamente después abandona Montevideo. Se
refugia en la casa de su hermana María, en Buenos
Aires.
14 de diciembre de 1915: Ana María Cires, su
esposa, se quita la vida ingiriendo una fuerte dosis de
sublimado. Su agonía dura ocho días.
"Quiroga nunca hablaba de su primera esposa. Una vez sin
embargo, al pasar por el cementerio de San Ignacio le dijo a
Julio E. Payró (quién ha comunicado la
anécdota) ´ Está enterrada allí
’. Payró le preguntó si visitaba la tumba.
Quiroga le contestó que jamás. Y agregó:
‘Me he olvidado completamente de todo eso’.
‘Parecía muy duro’, advirtió
Payró, pero después he llegado a comprender que esa
era la única manera de seguir viviendo para el que
queda’."
– 1925 Regresa un tiempo a San
Ignacio, allí se enamora de una joven de 17 años
que se llama también Ana María. Sus padres impiden
los encuentros. El entonces agota los medios para
comunicarse: mensajes envueltos en tubo de palo raspado, cartas en clave y
otros semejantes; hasta llega a cavar un túnel para
raptarla. La muchacha es alejada subrepticiamente y Quiroga
desiste.
– 1934 15 de abril: se lo declara cesante: (La política uruguaya ya
ha sufrido un vuelco a raíz del golpe de estado
del 31 de marzo del año anterior; Brum se ha suicidado
para no entregarse.) La S.A.D.E. (Sociedad
Argentina de Escritores) envía una nota, que firman
Roberto Giusti, Arturo Cerretani Y Cesar Tiempo, al presidente
del Uruguay, Dr. Gabriel Terra, para que lo reponga en el
Consulado. El pedido es denegado. La situación
económica de Quiroga se torna apremiante.
– 1936 En mayo, después de un año y medio
de gestiones, se le acuerda la jubilación. Poco
después su mujer y su hijita se marchan; y él queda
solo.
– 1937 18 de febrero: durante la tarde mantiene –
según sus biógrafos – una
conversación con los médicos, en la cual corrobora
las sospechas que ya tiene sobre la enfermedad (cáncer
gástrico) . Después sale a dar un paseo por la
ciudad y regresa al Hospital a las once de la noche. En la
madrugada del día 19 muere.(Un vaso con restos de cianuro,
evidenciaba la causa del fallecimiento."
Sus restos son velados en la Casa del Teatro, sede
también de la S.A.D.E. – institución de la cual
Quiroga había sido socio fundador y vicepresidente -; y
posteriormente trasladados al Uruguay.
4. Su vida reflejada en
sus obras
Todos los temas perecen sugerir algo de la vida misma
del autor, como si en el desarrollo de
las ideas hubiese un índice capaz de revelar cual fue la
consagración más íntima y el sentido
más profundo de esa vida.
Quiroga es indiferente, frío y pesimista; estas
actitudes marcan cierta predilección por los temas de
muerte.
1-Indiferencia: La falta de expresión subjetiva,
de afectividad, la casi indiferencia por los personajes, a
quienes muestra en sus torturas, caídas, miserias, sin
manifestar hacia ellos simpatía aparente.
2-Frialdad: En sus relatos el hombre
lucha, se desespera, pero al fin fracasa y desaparece. Se
diría que hay un cierto y velado fatalismo en Quiroga, que
lo llevará a considerar inútil todo esfuerzo.
Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible capaz de
observar a los hombres, verlos en su angustia y verificar sus
derrotas.
3-Pesimismo: No obstante es preciso penetrar en esos
seres de ficción para ver hasta que punto Quiroga es
pesimista.
" "El hombre intentó mover la cabeza, en vano.
Echó una mirada de reojo a la empuñadura del
machete, húmeda aún del sudor de su mano.
Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria
del machete dentro de su vientre, y adquirió, fría,
matemática
e inexorablemente la seguridad de que
acababa de llegar al término de su existencia."
"Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a
morir." "
5. Predilección por
los temas de muerte
Influencia y originalidad
Cualquiera sea la cronología real de la producción de Quiroga, tomando la fecha de
aparición de sus libros como el
momento inmediatamente posterior a su elaboración, se
puede observar que las influencias sufridas y la
orientación propia casi nunca dejan de coexistir. Dicho de
otro modo: se puede hablar de dos formas de la
personalidad de Quiroga. Una, la relativa a la
absorción de las influencias; otra, a su producción
original.
Los dos aspectos de la actitud de
Quiroga se mezclan o interfieren llenando de altibajos constantes
todos sus libros.
La mezcla se da en Cuentos de amor, de locura y de
muerte, donde la perfección narrativa alcanza su grado
quizás más alto dentro de toda su
producción, por la seguridad de los medios empleados y el
rigor con que son trabajados.
Las dos muertes
Así, dos muertes recorren la obra de Quiroga: las
muertes tradicionales y las muertes propias.
La primera categoría corresponde a esos
indistintos sentimientos que tuvo cuando era joven y que las
lecturas desviaron para darles una forma que no le es propia pero
que Quiroga sintió como la única posible, puesto
que no estaba todavía en condiciones de juzgar y
seleccionar. Este es el encanto que nos conquista cuando
advertimos prematuramente que otros han dado cauce a las cosas
que nos perturban e inquietan mientras nosotros carecemos de los
medios para expresarnos en forma propia.
Es la muerte
propia por un motivo central la que se confunde con la
situación misma que vive el personaje. En cierto modo ,
esa muerte que le sobrevendrá le corresponde, no siendo
sin embargo el castigo de ninguna falta. El personaje
jamás se siente tan infatuado como para ignorar a
qué conduce su desdichada presencia, que siente vaciada y
menoscabada por algo que no sabe qué es, lo cual no le
impide la extrema y serena combatividad. Sin embargo el
ámbito de pelea nunca es pretensión de un resultado
distinto a la segura muerte. Propia también por un motivo
accesorio: porque es el mismo Quiroga quién juega su
muerte en la muerte de sus personajes; y propia por un motivo
técnico: porque es la más lograda
estéticamente, sin las vacilaciones que tienen las muertes
del otro estilo, meras anécdotas que combinan lecturas con
imágenes sugeridas por la
realidad.
Responsabilidad
No fue, como se ve, un espectador más o menos
cercano de la muerte de los otros, familiar y desolado.
Más que los demás, Horacio Quiroga tuvo que
sentirse responsable y aún culpable. En parte, porque,
como todos, no supo evitar que esos otros se murieran; en parte,
por las causas o la comisión material de las muertes de
los demás, la cual podía, con muy justas razones,
atribuirse.
Lucha con y contra la muerte: Sentido de la
aceptación
Incorporó así a su vida, visto que ya su
suerte tenía continuidad y un equilibrio
bastante siniestro la muerte como una instancia real y
condicionante. Si todos los proyectos caen
víctimas de ella, si ella preside lo más importante
de nuestra existencia, ¿cómo no llegar a la
conclusión de que ella es lo más importante de
nuestra existencia, que ella es nuestra existencia misma?.
Quiroga puede haberse dicho que era necesario trazarse un
plan puesto
que las cosas son como son. Y luchó en el sentido de no
desvirtuar esa muerte con la vida, haciendo de esta un
trampolín resbaloso que a cada rato le recordaba la
inminencia de la caída, afrontando yararás,
crecidas del Paraná, bandidos paraguayos,
disenterías y toda otra alternativa que puede darse cuando
uno mismo va en busca de las cosas desagradables, sin
despreciarlas, sino tomándolas como lo que en realidad
son: parte del juego vital y
lucha con los elementos que representan la muerte.
Aceptó haciendo una nueva composición del
lugar. Entonces estuvo en condiciones de equiparar vida y muerte
y pudo haber dicho que puesto que la vida ya no era el bien
supremo, tanto daba perderla en cualquier momento, lo cual no
implicaba que no quisiera extraer de todos los momentos un jugo
que satisfacía sus máximas exigencias. Su
egoísmo se acentuaba después de los desastres y
Quiroga se recoge más y más en su caparazón.
Cada cosa que se propone hacer le parece de imperiosa
ejecución y no vacila en torturar o molestar a los otros
poseído por esa urgencia. Así se le da por
construir botes en un sótano de la calle Canning, en le
que vive con sus dos hijos niños todavía. Ni se le
ocurre que, excepción hecha de su experiencia de la
muerte, los otros, ignorantes de ella, quieran ponerse a cumplir
proyectos que van más allá de su perentoria
urgencia por ganarle a la muerte un cuarto de hora. Su
egoísmo, brutal y desenfrenado, aunque inconsciente de
sí mismo, tiene su raíz en esta aceptación
que, si bien emponzoña su vida, también le hace
comprender otras realidades tales como el sentido de la soledad,
por ejemplo.
De ésta viene el miedo, que no lo es de un objeto
concreto, sino
de su propia muerte, una vez que aprendió bien como era de
cerca la de los demás y una vez que esta ya no le
hacía más daño al producirse porque todo el
daño estaba hecho. No le tuvo miedo a los perros, como les
sucede a muchos, o a los leones o las carabinas. Al parecer
tenía una decisión y serenidad pasmosas frente a
circunstancias que hacían retroceder a otros. No son
necesarias las anécdotas sabiendo donde vivió y los
años que permaneció allí. Su casa en
Misiones está sobre una meseta desde la cual se ve el
Paraná, que allí mismo se abre y redondea. La cubre
una vegetación descuidada y fulgurante. Aún hoy el
camino que la une con San Ignacio es dificultoso y largo. Hay
unos buenos veinte minutos de automóvil hasta las ruinas.
En el medio hay ahora labrantíos que combaten contra la
flora subtropical que los ahoga. Haber vivido en ese lugar hacia
1910 debió haber requerido nervios poco comunes y una
energía que no necesita de muchos ejemplos.
Sin embargo Quiroga tiene miedo a su propia
muerte.
Por una ventaja que tiene el escritor sobre el hombre
corriente, puede volcar ese miedo en su literatura y descargarse de
él, en lugar de caer encima de los amigos o volver a la
infancia.
Uno de sus cuentos más personales, El desierto,
nos muestra el mecanismo del miedo. Subercasaux, el protagonista,
tiene dos hijos como Quiroga. Vive con ellos en la selva teniendo
que hacer de padre y madre, pues esta murió hace poco,
como la mujer de
Quiroga. La primera parte del cuento es descriptiva:
" "Duro, terriblemente duro
aquello…
"Pero ahora reía con sus dos cachorros que
formaban con él una sola persona, dado el
modo curioso como Subercasaux educaba a sus hijos.
"Aprendió – no a cocinar porque ya lo
sabía – sino a fregar las ollas con la misma arena del
patio, en cuclillas y al viento helado que le amorataba las
manos.".
Hasta aquí todo se parece a lo que sabemos de
Quiroga mismo, pero luego la cosa toma un giro inesperado.
Víctima de un accidente trivial en Misiones, un pique en
una uña, Subercasaux muere dejando a los niños
solos:
"Ni uno ni el otro se atrevía a hacer ruido. Pero
tampoco le llegaba el menor ruido del cuarto vecino, donde desde
hacía tres horas su padre, vestido y calzado bajo el
impermeable, yacía muerto a la luz del
farol.".
7. Conjuración del
miedo: proyección
Quiroga sabe lo que le puede pasar, porque está
solo e inerme. Y tiene miedo. Entonces imagina su propia muerte
para sacársela de encima, quiere conjurar la muerte
imaginándose tocado y buscado por ella de modo que,
satisfecha en un plano su potencia, lo deje
tranquilo en el otro, en el que realmente lo puede amenazar.
Escribe su muerte para quedarse tranquilo porque en realidad los
ruidos que hace el bosque por la noche no auguran nada bueno,
siendo así que la muerte existe y preside todos nuestros
actos y decisiones.
Este impulso a imaginar la muerte tiene una manifiesta
expresión en el cuento La insolación:
"-¡Es el patrón! exclamó el
cachorro, sorprendido de la actitud de
aquéllos.
"- No, no es él – replicó Dick.
"Lo cuatro perros estaban juntos gruñendo
sordamente, sin apartar los ojos de Mister Jones, que continuaba
inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo
fue a avanzar, pero Prince le mostró los
dientes.
"- No es él, es la Muerte.
"El cachorro se erizó de miedo y
retrocedió al grupo.
"- ¿Es el patrón muerto?- preguntó
ansiosamente.
"Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con
furia, siempre en actitud temerosa. Pero Mister Jones se
desvanecía ya en el aire
ondulante."
Se ve muerto aún antes de morir como
dándose una última oportunidad. Si logra expulsar
esa imagen de su
vista o cerebro
quizás no muera. La única manera que se le ocurre
para expulsarla es escribirse muerto, única arma con la
que cuenta para conjurar y deshacer la imagen que lo aterroriza y
cohibe.
Y así, los cuentos en los que entran los
elementos más entrañables a Quiroga: el medio
geográfico, el sentido de la experiencia, la actividad por
la que encuentra al hombre común, la soledad y el exilio,
incluyen estos finales que son la mejor solución a la
anunciante carga de la vecina y propia muerte.
Lo que hay es convicción y evidencia.
¿Quién lo dudaría este final de La
insolación?:
"Los perros comprendieron que esta vez todo
concluía, porque su patrón continuaba caminando a
igual paso como un autómata, sin darse cuenta de nada. El
otro llegaba ya. Los perros hundieron el rabo y corrieron de
costado, aullando. Pasó un segundo y el encuentro se
produjo. Mister Jones se detuvo. Giró sobre sí
mismo y se desplomó.
"Los peones, que lo vieron caer, lo llevaron a prisa al
rancho, pero fue inútil toda el agua;
murió sin volver en sí. Mister Moore, su hermano
materno, fue allá desde Buenos Aires, estuvo una hora en
chacra y en cuatro días liquidó todo,
volviéndose en seguida al sur. Los indios se repartieron
los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos e iban
todas las noches, con hambriento sigilo, a robar espigas de
maíz en las chacras ajenas.".
En este párrafo, no solo notable por su
concisión y seriedad, está condensado, o mejor
dicho ejemplificado, lo dicho anteriormente sobre el sentimiento
de muerte. Viene y nada se puede hacer. El hombre está
inerme frente a ella, no tanto porque ella es más fuerte
de lo que podemos pretender para nosotros mismos, es nosotros
mismos , se desprende, sale afuera y cuando regresa, la unidad
que se recompone es definitiva.
La convicción conque Quiroga manifiesta la muerte
no abandona ninguno de los cuentos de la "muerte
propia".
"El hombre muerto es un relato breve, un instante
trágico que el cuentista ha detenido para
ofrecérnoslo en toda su trascendencia.".
Es el momento en que un hombre caído por
accidente, va a morir solo, al rayo del sol, junto a su caballo,
mirando el bananal que ha cultivado.
Técnicamente el cuento está realizado con
maestría, aunque no da lugar a ningún pensamiento
trascendente, a algún atisbo de lo sobrenatural, esa
muerte, tan seca y tan terrible trasciende por sí sola al
hombre y a lo que le rodea. Es una fugaz sugerencia y una larga
meditación.
¿Por qué Quiroga es un gran cuentista?
Sencillamente porque no dice nada más que lo que tiene que
decir. Porque no emplea adjetivos altisonantes para expresar lo
que el mismo hecho descubre. La sobriedad es signo de fuerza. Y su
falta de piedad queda demostrada con ese grito de ternura:
‘¡Piapiá!’( grito del niño que va
a buscar a su padre que yace muerto).
" "El hombre echó en consecuencia una
mirada satisfecha a los arbustos rosados, y cruzó el
alambrado para tenderse un rato en le gramilla.
"Mas al bajar el alambre de púa y pasar el
cuerpo, su pié izquierdo resbaló sobre un trozo de
corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le
escapaba de la mano. Mientras caía el hombre tuvo la
impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano
en le suelo….
Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente debajo del
cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de
la hoja del machete, pero el resto no se veía".
"Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a
morir."…".
Con este fragmento queda demostrada la falta de
afectividad y la casi indiferencia por el personaje, a
quién muestra en su caída, tortura y muerte. En
este relato el hombre lucha, se desespera pero al fin fracasa y
desaparece, considerando inútil todo esfuerzo.
Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible,
capaz de observar a los hombres, verlos en su angustia y
verificar sus derrotas.
Surgen de sus cuentos relaciones con las que él
fue consecuente, no solo porque fue depurando el tema hasta
llegar hasta un plano casi religioso en él sino
también porque terminó por encontrarse
definitivamente con ella, voluntaria y concientemente porque
sabía que estaba enfermo y que habría de morir en
pocos días. Apurar ese plazo fue su última muestra
del coraje con el que se enfrentó al miedo y la
consecuencia de todo lo que había llegado a expresar sobre
la muerte: que la temía y que la aceptaba, que hasta por
el hecho de suicidarse le demostraba cuánto había
luchado contra ella.
9. Un escritor: cierre de la
parábola
El estilo de Horacio Quiroga:
Horacio Quiroga no era un estilista, no le preocupaba la
elegancia ni el refinamiento formal. Le preocupaba en cambio, la
eficacia
expresiva, la frase vigorosa, plástica y precisa. Llenas
entonces de plasticidad, fuerza y exactitud, tan ricas de
vivencias y conocimiento
del medio, como de sensaciones y puntualidad visual.
Experiencia vital y experiencia literaria de
Quiroga.
Mundo real y mundo de la literatura
La diferencia entre el mundo real y el mundo de la obra
es mínima (aunque el signo bajo el que viven sea
profundamente distinto), el crítico a veces se pierde y
considera los elementos que están en la obra con las
calificaciones que tiene para con los elementos que componen la
realidad inmediata.
Las cuatro líneas de la obra de
Quiroga
Uno de los cuatro elementos es el sentido de la
experiencia como rasgo fundamentalísimo de la literatura
contemporánea y motivación
del estilo de Quiroga. Este elemento colora todo lo demás,
que vienen a constituirse en una suerte de objetos o contenidos
de la disposición para la experiencia y son: la presencia
de la actividad como forma expresa de una situación del
hombre contemporáneo, la presencia de la soledad como
camino para el descubrimiento y la aceptación de los
propios límites y la presencia de la muerte como instancia
vital más importante que exige la más dificultosa
adecuación de la literatura.
Dos maneras de escribir
Quiroga toma dos actitudes para escribir: una, que se
hace cargo del peligroso compromiso personal que significa
descubrir el mundo al exclusivo efecto de describirlo, con la
clara consecuencia de que por ello el mundo real se conmueve en
su peso y queda destruido; y otra, que procede a partir de la
convicción valorativa de que no hay diferencia entre el
mundo de los objetos y el tiempo real y el mundo de la
literatura, y que uno y el otro poseen el mismo tipo de realidad;
lo cual supone que no habrá dificultad en expresar la
realidad o cualquiera de sus aspectos, porque las palabras son
representación cabal y eterna de las cosas y no hay margen
entre una y otras.
10. Ambigüedad de
Quiroga: las dos tendencias
Pocas veces llegaba a armonizar las dos tendencias.
Parece haber sufrido una atracción poderosa por el
ejercicio simultáneo de ambas. Seguramente la nefasta
curiosidad por la muerte, unida a la muerte ajena que ya
había conocido, le provocaba tal inquietud que era como un
aura proyectada sobre los otros para entristecerlos y llevarlos a
ejecutar eso que, por haber comprendido la ambigüedad,
él mismo no podía hacer. La muerte de su primera
mujer, por ejemplo. Quizás haya habido razones para que
ella se suicidara. Lo real es que la mujer de Quiroga se suicida
y eso siempre significa un fracaso del que queda vivo. Al no
haber podido conjurar en sus orígenes los motivos que la
llevaron a ello, de algún modo Horacio es culpable de
haberlos favorecido. Después de muerto sus hijos
también se matan. Son las criaturas que el formó y
a quienes les dio existencia. Y ese vaivén no lo deja
descansar, pero al acuciarlo le exige tanto que le extrae sus
mejores expresiones.
Liquidación de la ambigüedad:
muerte
Una alternativa concluida, puede consagrarse a la otra.
Acabada la posibilidad de escribir, Quiroga puede dedicarse a la
posibilidad de vivir, que por una lógica
secuencia, se trueca en la posibilidad de morir. Esta muerte que
por angustia fue esquivada, aunque de algún modo la
irradiaba, tuvo la suerte de reencontrarse con él y hacer
que su destino fuera consecuente. Horacio Quiroga se suicida
empujado seguramente a ello porque estaba enfermo. Salvo esta
razón, muy poderosa por cierto pero no la única,
tal vez haya caído bajo el foco de su propia influencia.
Quizás, una vez que la ambigüedad estuvo rota,
asumió el impulso del que fue víctima en su
juventud, pero
que retuvo proyectándolo exclusivamente sobre los otros.
Matarse no es eliminar problemas. Es
reunirlos todos en el momento previo al acto y asumir el riesgo de
anularlos anulándose.
Queda demostrado que hay una predilección por los
temas relacionados con la muerte y, aún más, que la
muerte es la variante y cauce en el que se resuelve la mayor
parte de las situaciones que describe.
Quiroga se aproxima gradualmente más al
ámbito de la muerte, sobrepasando y superando el recurso
que en general se emplea como solución de los conflictos,
para llegar a la instancia de la muerte, a la expresión de
una dimensión en la que el hombre actúa y a la que
está de alguna manera consagrado.
El progreso hacia esta hondura lo es en el sentido de un
sentimiento de la muerte, viene y nada se puede hacer. El hombre
está inerme frente a ella, no tanto porque ella es
más fuerte que lo que podemos pretender para nosotros
mismos sino porque además el hombre está solo y ha
aceptado y, por otra parte, ella está en nosotros mismos,
es nosotros mismos, se desprende y sale fuera y cuando regresa,
la unidad que se recompone es definitiva.
-JITRIK, Noé. Horacio Quiroga. Una obra de
experiencia y riesgo. Buenos Aires.,
Ediciones Culturales Argentinas, 1959.
-MIGNON DOMÍNGEZ, Petrona. 16 Cuentos argentinos.
Selección, prólogo y notas.17ª
edición. Bs. As. Ed . Abril S.A.,1988
(Clásicos Huemul N°70).
-QUIROGA, Horacio. Cuentos de amor, de locura y de
muerte. Bs.As., Kapeluz,1996.
(Grandes Obras de la Literatura Universal).
-QUIROGA, Horacio. Cuentos de la selva y otros cuentos.
Cántaro Editores, 1998.
Resumen:
Esta monografía intenta abordar como tema la
"predilección de Horacio Quiroga por los temas de muerte".
Horacio Quiroga fue un hombre al que le tocó protagonizar
una sucesión de muertes muy confusas, la presencia
dramática, llena de sucesos lastimosos,
desgraciados y fatales en su vida, influye en sus obras,
cargándolas de un gran contenido de tragedia.
Pero, ¿qué buscaba Quiroga al recaer constantemente
en temas de muerte? ¿por qué es en esos temas
cuando obtiene sus mejores obras? ¿por qué es
allí en donde
su estilo es el más personal y más limpio de
influencias?.
Trabajo enviado y realizado por:
Luis Gonzalo López