Este trabajo pertenece a la categoría de historia de la
historiografía.
Mucho se ha dicho de Heródoto, Tucídides (los
padres de la historia), pero también había que
incluir a Polibio (el primero en vislumbrar una historia de
carácter universal); y qué decir de Agustín
considerado Santo), uno de los padres de la Iglesia
católica (considerado aún más importante que
el apóstol San Pablo) en el sentido de trascendencia de su
pensamiento,
digamos en sí, que, con su escolástica, logra ser
uno de los baluartes del conocimiento
imperante en la Edad Media o
el modelo a
seguir previamente a la llegada del Renacimiento.
En fin, éstos autores pertenecientes a la
historiografía greco-romana y medieval sobresalen por
mucho a otros autores de la misma época. He ahí la
cuestión. Como aprendiz de historiador es de vital
importancia.
2.
Heródoto
Será Heródoto, quien represente el nacimiento de la
Historia frente a la Mitología. Aunque denomine a su obra:
Los nueve libros de la
Historia, con el nombre de las nueve Musas 2 , inspiradoras
mitológicas
de las tareas intelectuales, ya no trata tanto de los
héroes y los dioses, ni de deleitar con historias
asombrosas y fantásticas, como de llevar a cabo una labor
de cronista, acerca de las causas de las
Guerras
Médicas, que enfrentaron a griegos y persas (medos).
Todavía Heródoto no se distancia totalmente de los
relatos tradicionales y encuentra una cierta verosimilitud en las
leyendas sobre
el origen de la Guerra de
Troya, mezclando muchos otros relatos míticos con su labor
historiográfica. Su Proemio reincide en la novedad abierta
por Hesíodo al reivindicar su autoría del relato:
"Ésta es la exposición del
resultado de las investigaciones
de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el
tiempo, los
hechos humanos queden en el olvido y que las notables y
singulares empresas
realizadas, respectivamente, por griegos bárbaros -y, en
especial, el motivo de su mútuo enfrentamiento- queden sin
realce". Tenemos en la Historia de Heródoto la primera
obra extensa que se escribió en prosa griega, comparable
en magnitud a los poemas
épicos homéricos. Heródoto era consciente se
ser un continuador de la épica al tiempo que se daba
perfecta cuenta de que sus objetivos se
desplazaban desde la magnificación poética de los
relatos
tradicionales sobre dioses y héroes hacia la cronica
histórica de los hechos humanos.
Heródoto, nuestro historiador, toma a la Ilíada,
que narra el enfrentamiento mítico entre griegos y
asiáticos, como precedente a su labor más cercana.
Su obra comienza dando crédito
al rapto de Helena por los troyanos como origen de las disputas
entre griegos y bárbaros, precedido por el aún
más mítico rapto de Ío (L.I, 1-5). Concede,
pues, verosimilitud a las leyendas acerca del rapto de mujeres
como causas de
las contiendas antiguas, ya considerando lo que de ello contaban
los persas (L.I, 1-5) como lo que le narraron los sacerdotes
egipcios(LII,113-120). Y si bien puede apreciarse en la
tradición del rapto de
mujeres un motivo de contiendas en una remota época
prehistórica, la Guerra de Troya se situaría ya en
un estadio superior, no pudiéndose aceptar, como hace
Heródoto, tal causa, como motivo del primer
enfrentamiento multitudinario entre los dos pueblos.
3. Tucídides
Pocos son los datos que sobre
la vida de Tucídides se conocen y casi todos los conocidos
son gracias a lo que sobre sí mismo escribe en su
obra.
Sabemos que era hijo de Oloro y que pertenecía a una
familia
aristocrática ateniense, pues el mismo se llama ateniense
(Tuc. I 1); por el nombre de origen tracio de su padre se ha
querido ver una relación entre Tucídides y la familia de
los Filaidas, a la que pertenecía Cimón -cuyo
abuelo materno también se llamaba Oloro-, quien se
oponía al imperio naval ateniense tal y como propugnaba
Pericles.
Como, según la ley ateniense,
era preciso tener más de treinta años de edad para
ser elegido estratego y debido a que Tucídides
participó como estratego en el sitio de Anfípolis
en el 424 a.C. (Tuc. IV 104), es
preciso que Tucídides naciera con anterioridad al 454 a.C.
Tal nombramiento para una acción en Tracia se debió
a la influencia de Tucídides entre los personajes
más destacados de Tracia -recordemos su
posible origen-, donde además tenía adjudicada la
explotación de unas minas de oro (Tuc. IV 105).
Educado en el seno de una familia aristocrática,
frecuentó las escuelas de la sofística a juzgar por
su estilo, su lengua y su
pensamiento.
Destinado a ejercer las más altas magistraturas, debido al
desastre de Anfípolis frente a Brásidas,
sufrió un destierro de 20 años (Tuc. V 26), tras
una previa condena a muerte por
rebeldía, en el año 423 a.C.
hasta el final de la guerra.
No obstante, fue el destierro el que le sugirió la idea de
historiar y narrar los acontecimientos de su guerra
contemporánea, ya que tení acceso a lo ocurrido en
ambos bandos, con cierta calma e imparcialidad.
Como fecha de su muerte se suele tomar como término post
quem el elogio a Arquelao de Macedonia, que falleció en el
399 a.C., elogio incluído en su obra.
Si bien Heródoto y Tucídides son considerados
padres de la historiografía clásica y mundial, no
obstante, son muy marcadas y notorias las características y diferencias por las
cuales ambos merecieron tal título.
Mientras Heródoto afirma que su obra es el fruto y
resultado de sus investigaciones (historíe),
Tucídides nunca llama así a su obra; el primero era
heredero de la logografía jonia (también escribe en
jonio),
mientras que el segundo era heredero de los sofistas, de la
escuela
sofística ateniense (y por ello también escribe en
ático).
Por otro lado, si bien aquél se mueve en el terreno
épico y religioso, ateniéndose a hechos antiguos,
fiel a las tradiciones orales donde la especulación
religiosa, la gloria del pasado de dioses y héroes, es
reflejada para darles eternidad a modo de aedo primitivo que
escribe en prosa, por contra Tucídides no da pie a la
especulación religiosa, se atiene a la naturaleza humana
para narrar unos acontecimientos
contemporáneos a él, algunos incluso vividos por
él mismo y otros que le fueron transmitidos, pero no por
el fruto de una larga tradición oral: para él su
obra tiene un valor
ejemplar: ktêma eis aeí (tesoro
para siempre).
Por su parte Heródoto se limitó al conflicto
entre griegos y persas, pero con el recuerdo constante del
pasado, recogida de datos sin criticarlos: antologías,
genealogías, historias locales, geografía
descriptiva y etnográfica (todo ello herencia de los
logógrafos
griegos), frente a Tucídides que innovará al
introducir la crítica histórica de las ideas
políticas, los acontecimientos, las causas
profundas y los detonantes externos del conflicto entre griegos
con una mezcla de objetividad.
Finalmente la utilización del pasado en Tucídides
-la Arqueología – está en función de hacer
comprensible el presente, mientras que en Heródoto
está en función de buscar la anécdota (casi
como una
enciclopedia etno-geográfica e histórica).
Si también Tucídides recibió el
título de padre de la historia fue en gran parte por culpa
del enfoque político que le dio a su historia.
Cuando trazó el programa de su
historia ya definió que no pretendía narrar los
acontecimientos de la guerra exclusivamente, sino que
pretendió plasmar lo que para él era lo más
importante: las ideas olíticas de ambos bandos, de los
protagonistas de la guerra, en cada omento de la guerra y de la
paz -incluyendo aquí la paz de Nicias-.
Por ello, para dar una perspectiva política a su obra,
utiliza dos recursos: la
crítica que hace a lo largo de toda la obras y los
discursos de
los distintos dirigentes políticos de ambos bandos a cada
momento; es así como dibuja los planteamientos
políticos, aunque no sabemos, eso sí, con
cuánta fidelidad a la realidad o si bien están
hechos a posteriori en función de su propia subjetividad y
de la finalidad de su obra (cf. infra). Es notorio que en los
discursos se reflejan personajes favorecidos por la
crítica de Tucídides -como
Pericles- y que ello se debe achacar a la proximidad de ideas
políticas de Tucídides y los distintos
protagonistas.
Al mismo tiempo busca en cada acontecimiento y en el conjunto de
la guerra en sí misma la causa profunda; de hecho, gran
parte del libro I
desarrolla lo que para él son causa profunda del
conflicto, por un
lado, y, por otro, los detonantes externos del mismo, derivados,
no obstante, de la causa profunda: la expansión del
imperialismo
de Atenas y, encadenado a esto, el conflicto de Corcira, el
conflicto de Potidea
y el decreto megárico.
Relacionado con tal concepto
están todas las alusiones y meditaciones que
Tucídides va haciendo sobre el poder: su
mayor procupación como político y militar es
analizar el fenómeno del poder, del imperialismo
y del hecho revolucionario. Para nuestro autor la ambición
de poder es un impulso innato de la naturaleza humana y es
éste el que, como motor de los
impulsos humanos, explica la conducta de los
estados en la idea de que el débil está dominado
por el fuerte -la filosofía del más fuerte. Por
ello la Historia de la Guerra del Peloponeso es la historia del
intento de conservación y aumento del poder imperialista
de Atenas,
resultado de un plan prefijado de
expansión imperialista y excusado en el temor del propio
imperio a perder su poder a manos de potencias rivales. Es por
ello que el imperialismo es el centro focal de la
reflexión de Tucídides en boca primero de los
grandes políticos atenienses (Pericles, Cleón,
Nicias y Alcibíades) con las matizaciones y precauciones
de cada uno de ellos y después de los principales
personajes del bando contrario (Hermócrates,
Arquídamo, Brásidas) con sus temores e
individualismos, con la idea subyacente de que la gran
beneficiada de la guerra fue Esparta.
Es por ellos que autores de la talla de Maquiavelo -en El
príncipe – y de Hobbes -en su
Leviathan – se basan en ideas políticas de poder expuestas
en distintos puntos de la obra de Tucídides para elaborar
sus
propias tesis,
así como la idea surgida en grandes estudiosos de
Tucídides que ven en él un acérrimo defensor
de la Machtpolitik -política del poder- de Pericles y lo
describen como "el político que
escribió para políticos".
La madurez de Tucídides coincidió con el desarrollo de
la guerra: al comienzo de ésta -431 a.C.- debía de
rondar la treintena. Es gracias al estierro de 20 años
cuando decide contar y analizar la historia de lo
sucedido, ponerla por escrito con la intención de ser
leída con espíritu crítico
(xyngrafeîn), no para ser escuchada por un auditorio:
contar cómo se han producido y quiénes fueron los
participantes desde el punto de vista propio como
partícipe durante un tiempo y después omo
observador de la misma y desde el punto de vista inmediato de
gentes que participaron en los avatares de la misma y con el
análisis del semblante psicológico y
político de los grandes personajes de la misma mediante no
ya la narración, sino mediante los discursos. Es la
narración de la historia con información de primerísimo orden,
tamizada eso sí por el filtro objetividad-subjetividad de
Tucídides.
Es, por tanto, el primer autor que escribe una historia sobre
hechos contemporáneos y por ello se constituye como
principal fuente histórica de dicho período -junto
con escritores como Eurípides y Aristófanes que en
sus piezas teatrales incluían alusiones, burlas, noticias
y críticas sobre la guerra-, aunque, eso sí, de un
modo incompleto, pues murió al parecer antes de poder
acabarla. Sólo Jenofonte, Cratipo, Teopompo y las
Hellenica Oxyrhynchia continuaron el relato donde aquél lo
dejó, pero con una menor calidad, con una
mayor falta de testimonio y documentos
inmediatos y con la falta de la concepción
histórica tucidídea.
4. Polibio
En Polibio encontramos la idea de esa nueva clase de historia
plenamente desarrollada. Como todo verdadero historiador, Polibio
tiene n tema bien definido, a saber: la conquista del mundo por
Roma; pero
Polibio da principio a su relato en una época situada
más de 150 años antes del tiempo en que se escribe.
De esta manera su campo de inspección comprende cinco
generaciones en lugar de una. Polibio, dotado de una mente
crítica y filosófica, supo evitar los peligros de
una deformación histórica al elegir como punto de
partida de su narración el momento en que, a su parecer,
las autoridades eran fidedignas, fuentes que,
por otra parte, empleó con notable juicio crítico.
Para Polibio, la historia de Roma comienza con Roma ya
plenamente constituida, adulta y lista para embarcarse en su
misión
conquistadora. El grave problema de cómo se gesta un
espíritu nacional lo elude Polibio para él, el
espíritu dado y preconfeccionado es el
espíritu de la historia, la sustancia inmutable que
está debajo de los ambios. Justamente del mismo modo que
los griegos no podían entrever la posibilidad del problema
que llamaríamos de los orígenes del pueblo
helénico, así tampoco existe para Polibio el
problema del origen de los romanos, y si tuvo conocimiento, como
sin duda lo tuvo, de las tradiciones acerca de la
fundación de Roma, simplemente las omitió de
su relato, en cuanto se situaban en un punto más
allá de donde arranca el saber histórico,
según él lo concebía.
Polibio emplea la palabra historia no en un sentido general y
primitivo, es decir, significando cualquier de investigación, sino en su sentido moderno
de historia, es decir, algo que se concibe como una
vestigación especial que requiere un nombre especial que
le sea propio. Polibio es el abogado de los derechos que tiene esta
ciencia a ser
estudiada con carácter de universalidad y por sus propios
méritos, nos advierte en la primera frase de su libro que
esto es algo que antes no se había hecho. Se ve a
sí mismo como el primero en concebir a historia en cuanto
tal como una forma del pensamiento dotada de valor universal. En
sí para Polibio, la historia merece consideración,
no porque sea científicamente verdadera o demostrable,
sino porque es escuela y campo de adiestramiento
para la política. Polibio no piensa que el estudio de la
historia impedirá a los hombres caer en los yerros de sus
predecesores y que les permitirá superarlos en sus
éxitos; el éxito a que conduce el estudio
histórico es un éxito interior, una victoria sobre
sí mismo, no sobre las circunstancias. Polibio aplica a la
historia las mismas nociones helenísticas que aplicaron
los estoicos y epicúreos a la ética.
Ambas escuelas, en efecto, coincidían en pensar que el
problema de la vida moral no era
saber controlar los acontecimientos del mundo en torno,
según creyeron los moralistas
griegos clásicos, sino saber cómo conservar la
integridad y el quilibrio interno una vez que se había
abandonado el intento de controlar los sucesos externos. Y es que
para la mente helenística la
conciencia de
sí mismo ya no es, como para la mente helénica, una
potencia
conquistadora del mundo; es una ciudadela que ofrece un asilo
seguro contra
un mundo a la vez hostil y huraño.
5. Índole de la
historiografía greco-romana
I) Humanismo
La historiografía greco-romana es humanística. Es
un relato de la historia humana, de la historia de los hechos del
hombre, de sus
propósitos, sus éxitos y sus fracasos. La
noción filosófica que sustenta esa tendencia es la
idea de la voluntad humana eligiendo libremente sus propios fines
y limitada en el éxito que logre en su persecución
sólo por el despliegue de su propia energía y por
la capacidad del intelecto que los aprehenda y que arbitra los
medios para su
consecución. Esto implica que cuanto acontece en la
historia,
acontece como resultado directo de la voluntad humana, y que hay
alguien directamente responsable de ese acontecer, ya para
aplauso, ya para censura, según la cosa sea buena o
mala.
El humanismo
greco-romano, sin embargo, adolecía de una debilidad
especial característica, porque su visión
psicológica o moral era inadecuada: estaba fundada, en
efecto, en la idea de que el hombre
es
esencialmente un animal racional, con lo que quiero significar la
doctrina de que todo ser humano individual es un animal capaz de
razón.
Según esta idea helenística-romana, el hombre se
hace capaz de vivir sabiamente, escudado por su racionalidad, en
un mundo loco y malvado.
II) El sustancialismo
¿Qué se quiere decir con sustancialismo? Se quiere
decir que dicha historiografía está construida
sobre la base de un sistema
metafísico cuya categoría fundamental es la
categoría de sustancia. Para Platón
las sustancias son inmateriales. Para Aristóteles es la mente, sin vuelta de
hoja. O también se tenía la idea de que lo
inmutable es cognoscible. Pero no es histórico.
En Heródoto tenemos un esfuerzo por alcanzar un punto de
vista verdaderamente histórico. Para él los sucesos
tenían importancia en sí mismos y eran cognoscibles
por sí mismos. Pero ya en Tucídides el punto de
vista histórico empieza a opacarse por el sustancialismo.
Para Tucídides los sucesos tienen sobre todo importancia
por la luz que arrojan
sobre entidades eternas y sustanciales de las cuales aquellos
solamente son accidentes. La
corriente de pensar historicista que manaba tan libremente en
Heródoto empieza a congelarse.
Aurelius Augustinus nació en el año 354 en Tagaste,
en lo que es actualmente Argelia.
De madre cristiana, para el 386 se adhiere a la secta de los
maniqueos, forma popular y difundida del gnosticismo dualista.La
filosofía. Agustín concibe a la filosofía
como abarcando todo lo que es de interés
supremo para el hombre. "El hombre no tiene ninguna razón
para filosofar como no sea alcanzar la felicidad",
decía.
Pero esta búsqueda de conocimiento sólo es un
elemento de la búsqueda de la sabiduría en la
philosophia, tal como lo entienden Agustín y sus
contemporáneos. Así, la razón de fondo por
la cual Agustín rechazó el
escepticismo de la Segunda Academia fue porque, en su
opinión, lo desesperaba de alcanzar la felicidad.
Después de convertirse al cristianismo,
Agustín lo aceptó como único camino hacia la
felicidad y, por lo tanto, como la única
"filosofía" verdadera.
El neoplatonismo le había servido como preparación
para el evangelio al liberarlo de su materialismo
anterior. La posición de una mente racional es lo que
distingue al hombre de las bestias; las ctividades propias de la
mente, pues, son distintivas y esencialmente humanas. El
más elevado de ellos es el poder de pensamiento y de
juicio, porque éste regula el ejercicio de todas las otras
funciones
distintivamente humanas. La beatitud consiste en la completa
satisfacción de las facultades racionales del hombre.
También se realiza en ella la búsqueda del
conocimiento y la comprensión; la sabiduría humana
se completa con la visión de la verdad que no pertenece a
la esencia de la beatitud. En sí, con la beatitud insiste
en el carácter radicalmente intelectual de esta
autorrealización completa del hombre a la que llama
beatitud. En la medida en que este objetivo de la
vida humana es una autorrealización intelectual, el
progreso hacia tal fin es un progreso en el
conocimiento y en la comprensión. La vida feliz reside
en la sabiduría, y su búsqueda es inevitablemente
una búsqueda de sabiduría, philosophia, que incluye
un
aumento de la captación y la comprensión.
La búsqueda de la felicidad para Agustín por medio
de la philosophia tiene una cualidad profundamente intelectual.
Ésta philosophia cristiana, tal como la concebía
Agustín, se basaba en una revelación
histórica de la acción divina.
La razón por la cual, para Agustín, la fe sola no
podía desempeñar la función de una
"filosofía cristiana" era el carácter incompleto y
rudimentario de la fe.
La función de la fe, en la "filosofía cristiana" de
Agustín, es el primer paso, al que dirige la mente en la
dirección correcta y le extiende la
recompensa prometida, la de la plena comprensión, que es
el objetivo buscado. La fe, para él, es siempre el
requisito necesario para una correcta comprensión. Es el
punto de partida de todo progreso en la comprensión y la
puerta de entrada a la verdad.
Así, para Agustín, la fe es anterior a la
razón, en el sentido de que sin fe la razón es
impotente para alcanzar su objeto: la felicidad.
Agustín no se interesa en lo que nosotros llamamos
filosofía, por sí misma. Él es un
teólogo de cabo a rabo, que se ocupa de tratar de
comprender lo que cree que es la revelación de Dios.
El conocimiento humano. La reflexión de Agustín
sobre el conocimiento parte de su tentativa por responder a los
filósofos que, para él negaban su
posibilidad, aquellos a quienes llama los "académicos".
Agustín consideraba que la conciencia sensorial es, n
general confiable, ya que siempre es posible someter sus datos a
la evaluación
crítica de la mente.
La reivindicación agustiniana de la posibilidad de obtener
un conocimiento confiable se realiza en dos frentes. La primera
clase incluye los objetos de los cinco sentidos, es decir, el
mundo material.
La segunda clase es el mundo inteligible, al que la mente conoce
independientemente de la experiencia sensorial.
Como sostenía Platón, hay dos mundos: el mundo
inteligible, "en el que habita la verdad misma", y el sensible,
que "influye sobre nosotros en la vista y el tacto". De estos
mundos, el primero es "verdadero en sí mismo, mientras que
el segundo es semejante a la verdad y hecho a su imagen".
Agustín reivindica el conocimiento sensorial contra los
ataques escépticos.
Para Agustín, como para Platón, el conocimiento del
mundo, .inteligible se adquiere independientemente de la
experiencia. Pero en la obra de Agustín aparecen muchos
elementos de juicio que dan apoyo a
la principal opinión restante: la de que la luz divina
imprime en nuestras mentes las ideas y conceptos que contiene, y
la de que suministra a la mente los patrones de sus juicios.
Agustín sostenía que una de las funciones de la
iluminación divina en la mente humana es suministrarle
reglas del juicio.Las imágenes y
los conceptos de la mente son el material de los juicios hechos
bajo la iluminación por la luz divina.
No hay nada más característico del procedimiento de
Agustín que esta manera de colocar una concepción
filosófica dentro de su perspectiva religiosa general y
explotarla en su servicio.
Debemos pasar ahora a otro aspecto, la teoría
platónica de la reminiscencia. La mente percibe mediante
iluminación, la verdad, la universalidad y la necesidad de
los juicios.
Buena parte del pensamiento de Agustín sobre la conducta humana
está condicionado por el contexto teológico de la
ley y los mandamientos de revelación divina (o
revelación histórica), de la gracia divina que
permite a los hombres cumplir la voluntad de Dios, del pecado
como rechazo de esta ayuda y, sobre todo, de la concepción
que contiene el Nuevo Testamento del amor.
7.
Conclusión
· Heródoto, en efecto, no reduce su atención
a los simples acontecimientos; los considera
humanísticamente en cuanto actos de seres humanos que
tuvieron sus motivos para obrar del modo en que braron. Separa el
mito de lo que
él considera historia o hechos de los hombres. Es el Padre
de la Historia.
· Tucídides, se atiene a la naturaleza humana para
narrar unos acontecimientos contemporáneos a él,
algunos incluso vividos por él mismo y otros que le fueron
transmitidos, pero no por el fruto de una
larga tradición oral: para él su obra tiene un
valor ejemplar: ktêma eis aeí (tesoro para siempre).
Finalmente la utilización del pasado en Tucídides
-la Arqueología – está en función de hacer
comprensible el presente, mientras que en Heródoto
está en función de buscar la anécdota (casi
como una enciclopedia etno-geográfica e
histórica).
· Polibio, es el abogado de los derechos que tiene esta
ciencia a ser estudiada con carácter de universalidad y
por sus propios méritos, y nos advierte en la primera
frase de su libro que esto es algo que
antes no se había hecho. Se ve a sí mismo como el
primero en concebir la historia en cuanto tal como una forma del
pensamiento dotada de valor universal. En sí para Polibio,
la historia merece consideración,
no porque sea científicamente verdadera o demostrable,
sino porque es escuela y campo de adiestramiento para la
política.
· Agustín (Santo), buena parte de su pensamiento
sobre la conducta humana está condicionado por el contexto
teológico de la ley y los mandamientos de
revelación divina (o revelación histórica),
de la
gracia divina que permite a los hombres cumplir la voluntad de
Dios, del pecado como rechazo de esta ayuda y, sobre todo, de la
concepción que contiene el Nuevo Testamento del amor. Como
sostenía Platón, hay dos mundos: el mundo
inteligible, "en el que habita la verdad misma", y el sensible,
que "influye sobre nosotros en la vista y el tacto". De estos
mundos, el primero es "verdadero en sí mismo, mientras que
el
segundo es semejante a la verdad y hecho a su imagen.
Debemos estar seguros entonces
de que la historia de la historiografía debería de
situarnos como amantes -ya no del pasado- sino de la misma
historia en un plano superior a cualquier persona que se
interesa por
el futuro, así sería entonces pensar en un porvenir
con rumbo y con campo abierto a cualesquier profesión de
carácter social. Pero no es que la historia se coloque en
una situación diferente a otra ciencia
social, aunque es de reconocerse que ella misma es "reina" y ella
mi es ciencia que originó otras ciencias, como
la sociología y otras más.
Heródoto, Tucídides, Polibio y San
Agustín son solamente unos pocos y son también
algunos de los principales que contribuyeron al engrandecimiento
y estudio del ser humano en todas sus facetas. La
historia como ciencia nació con los primeros, con los
últimos se consolidó y además se
conjuntó con otros saberes que aún estaban
naciendo, como el cristianismo (y me refiero únicamente a
San Agustín).
El ser humano no está condenado a vivir en forma errante
en un futuro controlado por personas que se imaginan tal
situación. La humanidad tiene un rico pasado, un pasado
que les servirá determinantemente para no cometer los
mismos vicios de ayer, las mismas angustias vividas, las mismas
desdichas de antaño. Es por eso que ahora está
aquí proyectándose para mañana en forma
total. Créase el
historiador ha contribuido en mucho y seguirá
contribuyendo… porque la humanidad sí tiene esperanza y
no existe un fin de la historia.
8.
Bibliografía
Collingwood, R. G. Idea de la historia. F. C. E., México,
1952.
"Agustín" de R. A. Markus, en el libro de O'Connor, D. J.
Historia
crítica de la filosofía occidental. Paidos,
España,
1982.
Heródoto. Los nueve libros de la historia. Porrúa,
México, c1981.
Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Iberia,
España, c1963.
Polibio. Historia
universal: Durante la República romana. Orbis,
España, c1986.
San Agustín. Tratados. SEP,
México, c1984.
Trabajo enviado y realizado por:
Tirso Ramón
Falcón
24 años
Universidad
Juárez
Autónoma de Tabasco
México