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Fragmento del diccionario de la evolución




Enviado por latiniando



     En una mesa de su consultorio, el doctor Sigmund Freud
    tenía un jarrón de cristal lleno de las
    «antigüedades» que le encantaba coleccionar:
    escarabajos egipcios, hachas de mano de sílex del
    paleolítico, figurillas antiguas. ¿Qué
    relación guardaba esta ecléctica vitrina de
    curiosidades con el psicoanálisis? Freud trataba de
    investigar cómo los acontecimientos de la infancia de
    sus pacientes habían configurado sus personalidades
    adultas. Aquellos artefactos prehistóricos, solía
    decir a sus visitantes, eran claves de la «infancia de la
    especie humana».

    Freud había estudiado la carrera de biología durante el
    auge del darwinismo clásico, cuando las facultades de
    medicina alemanas
    enseñaban la recapitulación. Esta idea, impulsada
    en Alemania por
    Ernst Haeckel, mantenía que el desarrollo de
    cada individuo (ontogenia) es una reproducción a
    cámara rápida de toda la historia de la especie
    (filogenia)

    Basándose en observaciones generales del
    embrión en desarrollo, la
    teoría
    de la recapitulación ejerció una gran influencia
    fuera del ámbito científico. Esta analogía,
    mal aplicada y llevada al extremo de explicar un gran
    número de fenómenos sociales, provocó muchos
    daños. Se partía de la idea inexacta de que, en
    diversos momentos, el embrión humano se asemeja en el
    vientre materno a un pez adulto, un reptil, un mono, etc., y se
    suponía que todos los individuos atraviesan los mismos
    estadios de desarrollo.

    Según una aplicación ampliada de esta
    idea, la inteligencia
    de los niños europeos pasaba por una etapa similar a la de
    los adultos de las razas contemporáneas
    «inferiores» (salvajes) o de nuestros ancestros
    prehistóricos primitivos. Los pueblos tribales que
    habían sido esclavizados o colonizados por los europeos se
    consideraban «primitivos infantiles» que
    requerían la firme supervisión de un misionero paternal o un
    administrador
    colonial.

    A la tríada de niños, salvajes y hombres
    primitivos, Freud
    añadió un cuarto elemento: el adulto
    neurótico. (Otros teóricos de su tiempo, como
    Cesare Lombroso, habían sugerido que los
    «criminales» y los «idiotas» se
    habían detenido en un estadio de desarrollo
    humano anterior o eran «regresiones» hacia un
    tipo primitivo.)

    Al tratar a Freud, la mayoría de los autores ha
    considerado que sus teorías
    surgieron, plenamente formadas, de su propio sistema de
    pensamiento,
    sin precedentes científicos. En realidad, como ha mostrado
    Frank Sulloway en Freud, Biologist of the Mind (Freud,
    biólogo de la mente) (1979), esta «originalidad
    absoluta» es un mito; las
    ideas evolucionistas del siglo XIX ejercieron una enorme
    influencia en la formación del pensamiento de
    Freud.

    El mismo Freud comenzó sus Lecciones
    introductorias al psicoanálisis (1916) con la
    afirmación de la premisa de Haeckel, que a él le
    parecía evidente de por sí: «Todo individuo
    recapitula de alguna manera en forma abreviada el entero
    desarrollo de la especie humana». Y, en 1938, explicaba que
    «con los neuróticos es como si nos halláramos
    en un paisaje prehistórico, por ejemplo en el
    jurásico. Los grandes saurios siguen aún rondando,
    los equisetos crecen tan altos como palmeras».

    Stephen Jay Gould observa que la
    «recapitulación fue fundamental y omnipresente en el
    desarrollo intelectual de Freud». Sus estadios
    «oral» y «anal» representan no
    sólo las experiencias tempranas del niño, sino que
    se remontan, también, a un antepasado animal
    cuadrúpedo.

    La famosa obra de Freud Tótem y tabú
    (1913) se subtitula: Algunos puntos de coincidencia entre la vida
    mental de los salvajes y los neuróticos. En esta
    imaginativa obra clásica, Freud meditaba sobre la
    relación entre el tabú del incesto, difundido por
    el mundo entero —el «complejo de Edipo», que
    creía haber encontrado en los niños— y el
    totemismo tribal: la identificación con un animal sagrado
    que sólo puede ser muerto una vez al año en que es
    devorado ritualmente.

    Al llegar aquí, elaboró su propio mito
    psicoanalítico de «la horda primigenia»,
    versión freudiana del pecado original. Freud imaginaba que
    la primera sociedad
    prehistórica había sido un clan patriarcal regido
    por un padre dominante que monopolizaba la comida y el sexo. Para
    conseguir una mujer, los hijos
    asesinaron a su padre. Pero entonces se sintieron demasiado
    culpables como para disfrutar de las mujeres. Según el
    pensamiento de Freud, esta situación habría sido el
    origen del tabú del incesto.

    Más tarde, los hijos aliviaron su sentimiento de
    culpa fundiendo el recuerdo de su padre con el de un animal
    simbólico totémico cuya muerte era
    tabú. Sin embargo, una vez al año, el tótem
    sagrado era muerto y devorado simbólicamente. El nuevo
    «mito original» de Freud era audaz e imaginativo,
    pero no hay pruebas de que
    tales sucesos hayan ocurrido nunca.

    Últimamente se han detectado especulaciones
    aún más cogidas por los pelos en su manuscrito Una
    fantasía filogenética, escrito en 1915 pero
    olvidado y guardado en un viejo baúl durante setenta
    años y publicado por fin en 1987.

    Esta extraña obra rastrea las huellas de la
    histeria, las obsesiones, las neurosis de
    angustia y otros trastornos modernos hasta la rigurosa vida de
    nuestros antepasados en el período glacial. La angustia,
    por ejemplo, surgió porque "la humanidad, bajo la
    influencia de las privaciones que le imponía el avance de
    la glaciación, se angustió de manera general. El
    mundo exterior, predominantemente amable hasta entonces y que
    ofrecía todo tipo de satisfacciones, se transformó
    en una masa de peligros amenazadores".

    Sometidos a estas rigurosas condiciones, las personas
    tuvieron que limitar su número, lo que provocó una
    reorientación de los instintos libidinales hacia otros
    objetos. La situación resurge en la actualidad en forma de
    «histeria de conversión» o fetichismo (deseos
    sexuales dirigidos a objetos como el calzado o el cuero, en vez
    de al sexo opuesto).
    Según su idea, los comportamientos que carecen de sentido
    en el mundo actual deben de haber tenido una utilidad en el
    pasado y haber sido transmitidos como una especie de memoria
    hereditaria.

    Las conclusiones de Freud sobre los orígenes y
    disfunciones del comportamiento
    se basan, pues, en dos teorías
    biológicas anticuadas: la recapitulación, combinada
    con la herencia
    lamarckiana. La mayoría de los freudianos actuales,
    desconocedores de la historia de la teoría
    de la evolución, no pueden apreciar la
    profundidad con que el pensamiento de Freud hunde sus
    raíces en estas importantes modas científicas del
    siglo XIX, que han sido abandonadas desde hace mucho tiempo por los
    biólogos.

    Diccionario de la evolución incluimos la voz dedicada al
    neurólogo austriaco Sigmund Freud.
    Para Richard Milner, autor de esta obra, el evolucionismo no
    está limitado a las ciencias
    biológicas, sino que ha influido en otras áreas de
    conocimiento
    como la psicología e, incluso, el
    psicoanálisis. Milner defiende en este fragmento la
    influencia que ejercieron las ideas evolucionistas del siglo XIX
    en el pensamiento de Freud.

    Fragmento de Di Fuente: Milner, Richard.
    Diccionario de
    la evolución. Barcelona. Biblograf, 1995.
    De Richard Milner.
    Sigmund Freud (1856-1939)

    Material recopilado y enviado por:
    Profesor josé luis dell’ordine

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