"El fenómeno aluvional en Mendoza: experiencia y conciencia del 4 de enero
de 1970"
1.
Introducción
3. Origen del
problema
4.
Legislación
5. Anécdotas de la
tragedia
6. Repercusiones inmediatas tras la
inundacion
7. Después de la
tormenta
8. Creación de nuevos
organismos
9. Operatividad del Sistema de Alerta
Hidrológica de las cuencas
aluvionales
10. Veinticuatro años
después
11.
Conclusión
12. Bibliografía y
fuentes
Las condiciones ambientales a que está sometida
la ciudad de Mendoza, hace que, por ejemplo, una gran
precipitación en la precordillera ó en el
piedemonte, derive en rápido torrentes que buscan la
huella originaria por donde discurrir, en forma atenuada ó
vertiginosa, según haya sido la magnitud de la tormenta.
Mientras que, en el cono urbano, el fenómeno torrencial no
se produce, o apenas se evidencia en forma de lluvia muy leve. Es
decir, un panorama tranquilo y austero puede transformarse en un
caos de agua y barro,
que súbitamente irrumpe sobre la ciudad. Es entonces,
cuando vemos el trabajo
esforzado que hace, a través de sus mecanismos, por
deshacerse rápidamente de la inundación, para lo
que necesita de numerosas acequias, perfectamente limpias y
abiertas, sin techumbres que las cieguen.
El destino, impuesto por
el hombre, ha
emplazado a la ciudad de Mendoza en las últimas hondonadas
de la cordillera de Los Andes. A veces, pasos naturales de las
aguas primigenias, esos accidentes
topográficos se han ido cubriendo con el crecimiento de la
ciudad. No obstante ha sabido defenderse. Salvo algunas
catastróficas excepciones, ha esparcido las aguas
haciéndolas menos peligrosas y justamente las excepciones
se han debido, además, a otros factores, humanos en muchos
casos, que han operado negativamente complicando aún
más, una situación de tipo natural, por la zona de
asentamiento urbano.
Nuestro tema, la grave inundación del 4 de Enero
de 1970 es ejemplo de lo dicho. Hecho al que habría
contribuido el hombre, el
mismo habitante de la ciudad casi indefensa, ante una geografía de naturaleza hostil
y de una composición humana distraído, negligente y
hasta hace poco tiempo
indiferente.
Por ello creemos que esa tragedia pudo evitarse ó
atenuarse.
En la búsqueda de aclarar los interrogantes,
analizaremos todos los elementos a nuestro alcance.
Nuestra hipótesis fundamental apunta entonces, a
buscar grados de responsabilidad colectiva, en el marco de este
fenómeno y principalmente, en los eventos previos a
la tragedia de Enero de 1970.
Otro objetivo
propuesto, es rastrear las funciones de los
organismos responsables, creados en torno al problema
aluvional de Mendoza. También trataremos de descubrir, si
nuestra conciencia, como individuos responsables que habitamos
este medio, se ha modificado después del último
gran llamado de atención.
Si no fuera posible concluir de acuerdo a nuestras
aseveraciones, nos conformaremos con el objetivo general, que es
buscar las causas que pudieron agravar aquella inundación,
no para reprender u hostilizar a los responsables, sino para
tratar de evitar su recurrencia; como así también
para recordar a los que advirtieron del riesgo, a los que
como héroes, actuaron solidariamente en el período
de reconstrucción moral y
material. También a los que posteriormente trabajaron y
trabajan para que la tragedia no vuelva a ocurrir.
El fenómeno aluvional abarca toda el área
de la región andina. En nuestro tema está
restringido a investigar las causas y consecuencias del
aluvión del 4 de Enero de 1970. Por ello nos centraremos
en el estudio de los aspectos que, espacialmente, se
sitúan al Oeste de la urbe mendocina, (piedemonte y
entorno del zanjón Frías); principales avenidas y
canal Cacique Guaymallén. Sectores más afectados
por el suceso.
Y lo haremos introduciéndonos en los días
previos a la inundación, a cuyo comentario nos dedicaremos
más profundamente. Luego avanzaremos a través de
los meses y los años, alumbrando ella trabajo posterior
que conlleva importantes medidas y realizaciones, que aún
hoy: 1994, se llevan a cabo; asumiéndose la
responsabilidad de un compromiso con el medio ambiente
y con la sociedad que
descansa en ella.
Si bien esta problemática siempre ha sido motivo
de estudio, éste ha sido parcial y dirigido a la
consecución de algún fin específico y
estructural, como lo ha sido la construcción de diques, canales, puentes y
últimamente, antes del emplazamiento de un nuevo barrio
sobre el sector Oeste de la capital.
También, se nos presentan hoy diversos estudios sobre el
medio geográfico y ambiental que nos rodea, que responde a
una preocupación generalizada y universal del hombre: la
conservación de lo natural en el planeta. La Ecología, es la nueva
ciencia que
canaliza y ordena todas estas inquietudes.
Hasta hoy, no se han englobado todos estos elementos,
junto con la narración de los hechos que acaecieron en el
aluvión de 1970; no obstante, estar íntimamente
relacionados.
Las fuentes que
más datos nos han
aportado son los periódicos locales (Los Andes y Mendoza).
También hemos conseguido el valioso aporte de testigos
vivientes del trágico hecho, e importante
bibliografía para el estudio de los antecedentes.
Además, el interesante material de trabajos actuales,
producidos en el CRICYT, que nos ha cedido
gentilmente.
También acudimos, al conocimiento y
experiencia de profesores de la Universidad
Nacional de Cuyo, quienes se han sentido atraídos por este
estudio anteriormente y cuyos trabajos han sido nuestra
guía y marco de referencia para éste.
La naturaleza nos ha advertido, nos ha hecho entender
que este paisaje lacónico y seco se estremece, se inunda y
embarra fácilmente cuando llueve, tornándose
peligroso, en estos casos, por su marcada
inclinación.
Somos nosotros, habitantes de esta ciudad, quienes
tienen la responsabilidad de crear las condiciones y los medios, lo
más eficientes posibles, para seguir permaneciendo en
ella.
Síntesis aluvional de Mendoza
Al estudiar la historia de la ciudad de
Mendoza, advertimos la gran cantidad de víctimas y
daños materiales
provocados por los escurrimientos que bajan del área
pedemontana. Para ilustrar este aspecto de nuestra realidad, como
habitantes en riesgo permanente de una zona alterable, recurrimos
a una síntesis de los eventos más importantes
.
En 1716 una gran inundación destruyó gran
parte de los edificios céntricos, entre los que se hallaba
la Iglesia de
Nuestra Señora de Loreto.
En 1754 una inundación puso en peligro a los
pobladores de la vieja ciudad fundada en 1561.
En el año 1895 se precipitó sobre la
ciudad y los alrededores, una lluvia de características inusuales, provocando una
verdadera catástrofe. El agua que
descendía de la cerrillada del Oeste, arrastraba a su
paso, puentes, troncos de árboles, numerosos puestos de la
sierra, y posteriormente, ropas, muebles, animales muertos
y enceres de las casas de los barrios pobres, situados al oeste
de la ciudad. Este aluvión produjo 24 víctimas,
doscientos heridos e infinidad de familias sumidas en la miseria,
por haberlo perdido todo por su causa.
En el año 1900 se produce una crecida en el
río Mendoza, que destruye parte del Dique Luján,
hoy Cipolletti, y deja sin agua al canal Zanjón que
proveía este elemento a la ciudad. Dos días
después una fuerte lluvia caída en las
serranías del oeste, provocó una avenida torrencial
que inundó propiedades, viñas y casas.
En 1920, el 18 de Enero, una crecida del río
Mendoza, destruye parte de las obras de defensa existentes en La
Toma. El hecho se repite el 31 de Enero del mismo año,
provocando nuevamente pánico en la población.
En el año 1934 se produjo en el río
Mendoza una crecida, que provocó cuantiosos daños.
La catástrofe se originó en Punta de Vacas, en la
confluencia del río Tupungato con el río Mendoza.
Un glaciar obstruyó el cauce del río,
produciéndose una especie de dique de contención,
que al ser arrasado por la fuerza de las
aguas produjo una crecida que se prolongó hasta la
localidad de Palmira. Las aguas destruyeron la Usina de Cacheuta,
el Hotel de esa localidad, casas, caminos, puentes, edificios y
vías férreas que se hallaban a su paso. El
número de víctimas sobrepasó las 20 personas
y los daños se estimaron en más de 250.000
dólares.
En los años 1954, 1956 y 1957, se produjeron
considerables crecidas en el río Mendoza que provocaron
daños, especialmente en las zonas de Cacheuta y
Potrerillos.
El 31 de diciembre de 1959 una intensa lluvia,
caída en las cerrilladas del oeste y sobre la ciudad
misma, provocaron inundaciones y daños en le centro de
Mendoza. El comercio
resultó muy perjudicado pero no se registraron
víctimas. Las pérdidas económicas fueron
superiores a los 220.000 dólares.
El 4 de Enero de 1968, se produjo otro evento de
importancia en el departamento de Las Heras. Las pérdidas
fueron calculadas en 435.000 dólares. El mismo día,
otra avenida torrencial asoló el departamento de Tupungato
que arrasa plantaciones y las pérdidas se estimaron en
2.150.000 dólares.
Otro acontecimiento digno de ser destacado en el
aluvión que asoló el departamento de Las Heras, el
4 de Febrero de 1968. Una enorme masa de arena y barro se
desplazó sobre ese departamento y quedó depositada
en importantes arterias y propiedades aledañas.
La peor catástrofe soportada por la provincia
ocurrió el 4 de Enero de 1970. Una fuerte tormenta se
precipitó sobre la cuenca del Frías, que
provocó la destrucción del dique homónimo,
originando una avalancha de agua y lodo que inundaron las zonas
de influencia del dique. El hecho provocó más de 24
víctimas fatales y los accidentados se estimaron entre
1500 y 2000 personas. Los daños materiales se calcularon
en una suma superior a los 23.000.000 de dólares. A las
referencias anteriores deben sumarse las pérdidas
millonarias por inundaciones, en Chacras de Coria, Vistalba,
Costa de Araujo y Perdriel. Además de las pérdidas
de cosechas, que en algunos lugares fueron totales, debe tenerse
en cuenta el lucro cesante, ya que muchas plantaciones no dieron
frutos hasta dos años después. Referente a la
red vial,
solamente en reparación de caminos destruidos debieron
invertirse más de 790.000 dólares.
Para hablar del origen del problema aluvional de
Mendoza, que provocó la gravosa inundación del 4 de
Enero de 1970, es necesario sustraerse de esa sensación
ciega que nos lleva a manifestarnos como dueños de
la tierra.
Dominantes, nos hemos asentado sobre ella para levantar las
paredes que nos han ido obstruyendo la visión majestuosa y
natural de la cordillera de Los Andes. Unica dueña de la
realidad, de su geografía amplia y avasalladora, a cuyos
pies nos hemos puesto a existir.
Esa realidad, a veces poco observada, posee condiciones
naturales imposibles de modificar: pronunciadas pendientes,
escasa vegetación, cauces torrenciales cuya vida se
relaciona con la intensidad, frecuencia y duración de las
precipitaciones .
La actividad del hombre también está
ligada al problema, al involucrare en el crecimiento de las
ciudades. Situación que creemos corresponde a Mendoza, (en
lo referente al origen del problema), puesto que el
aluvión ya bajaba antes de que el mendocino extendiera la
ciudad. Es decir, las aguas excedentes de las precipitaciones
intensas, ya inundaban las huertas de los Huarpes instalados en
estos valles, quienes no tenían otra posibilidad para
sobrevivir que el cultivar y asentarse cerca de estos cauces, que
si bien evolucionaban repentinamente, proveían
benéficamente a su existencia. Esto indica que la ciudad
de Mendoza no habría prosperado en la forma que los hizo,
si sus comienzos hubieran sido cimentados en el desierto de La
Paz, por ejemplo.
Entonces, el crecimiento de la ciudad de Mendoza no
modificó el origen del problema, sino que sus habitantes
pusieron en riesgo su vida al enfrentar el fenómeno,
porque las simientes de los primeros pobladores, produjeron
profundísimas raíces imposibles de transplantar.
Por instinto quizás ó por necesidad, al igual que
el hombre primitivo, seguimos habitando este suelo
impredecible como la naturaleza.
De esta manera, a través de la historia de
Mendoza, la ciudad creció para dejar de ser una simple
aldea del oeste argentino y más habitantes fueron quedando
expuestos al escurrir de las aguas pluviales, provocando el
fenómeno aluvional de consecuencias
catastróficas.
La situación se ha transformado en un problema,
porque al darse las condiciones para que la ciudad creciera, su
habitante ignoró los arroyos naturales, que desde siempre
han descendido de las altas cumbres, cerrándoles el paso y
desviándolos de su curso; ocultándolos bajo una
pesada capa de asfalto, provocando la obstaculización de
sus funciones naturales y específicas: el escurrimiento de
los excesos pluviales de la precordillera y el
piedemonte.
Si observamos retrospectivamente la forma en que fue
extendiéndose la ciudad de Mendoza, tomando como elemento
los diversos planos existentes desde su fundación en 1561,
notaremos como, por diversos motivos, se han ignorado en estos
registros, los
accidentes geográficos del valle de Huentota.
No ocurre lo mismo con el plano de 1802, registro
topográfico que muestra las zonas
cultivadas del Gran Mendoza, dando una gran importancia a los
canales que riegan los sembradíos; aunque resulta
difícil ubicarlos, se advierte como influyeron en el
desarrollo
agrícola de Mendoza. Todos corren de Sur a Norte, menos el
del Desagüe y la parte final del Zanjón, quienes lo
hacen de Oeste a Este. Una interesante característica es
que, aparece un zanjón más, que corre en esta
dirección y que podría ser el
Frías.
Existen algunas pruebas de que
el Frías habría atravesado el Tajamar y el
Zanjón en sus grandes avenidas y se haya prolongado hasta
Rodeo de la Cruz. Esto evidencia su peligrosidad desde
antiguo.
Se afirma que se confeccionó un plano de la
ciudad de Mendoza en 1810, pero lamentablemente no ha sido
posible hallarlo.
En 1822 se preparó otro plano. En él se
aprecia la realidad topográfica de aquel momento. La
ciudad se ha extendido hacia el Sur y el Norte, y sus manzanas
aparecen ya obstaculizando algunos cursos de aguas
que seguramente, se desviaban hacia el Tajamar, quien junto con
el canal Cacique Guaymallén, son los únicos que
aparecen indicados en este plano .
El plano de 1856 muestra una ciudad que se ha extendido
tres manzanas más hacia el Sur bloqueando, aún
más los cauces naturales.
Producido el terremoto del 20 de Marzo de 1861, se
trasladó la ciudad al Sudoeste de la antigua,
construyéndose en los terrenos públicos de la
Hacienda de San Nicolás. Pero la vieja ciudad
siguió en pie, volviendo a levantarse en medio de las
ruinas. Por estas circunstancias, es que aparecen juntas (la
nueva y la vieja), en el plano de 1872. Aquí el
Zanjón Frías aparece con el nombre de Astorga, con
un brazo que se dirige al Sur, desconocido hasta entonces y que
denominan "Río Seco" más abajo, cae en el cauce del
actual Cacique Guaymallén con el nombre de Zanjón
Escarpe. Otro río seco aparece desde la Acequia del
Estado hasta
llegar, en forma muy sinuosa a la Avenida San Martín, en
las proximidades de la actual calle Godoy Cruz.
Esta interpretación de Dragui Lucero, aporta
datos referidos a los ríos secos, que hoy no podemos
hallar en sus sitios originales y confirma la situación de
bloqueo ha que han sido sometidos, desviando sus aguas por otros
cauces que sumadas a las propias, ciegan su
función.
Otros canales que aparecen en el plano de 1872 son, la
Acequia del Estado (actual Jarillal); Acequia Guevara (actual
calle Paso de Los Andes), que hoy no puede observarse; el Tajamar
y el Zanjón (actual Cacique Guaymallén); y canales
Tobar Grande y Tobar Chico.
La anarquía edilicia continúa complicando
a la geografía, y obstinadamente, el mendocino busca
instalarse más hacia el oeste, obstruyendo cada vez
más a las acequias, que poco a poco irán
desapareciendo bajo elegantes viviendas, rústicos
albergues y empinadas avenidas.
De esta manera, en el plano de 1908, se proyecta la
continuación al Oeste de las calles de la nueva
ciudad.
"Este requerimiento de las zonas altas obedece a un
imperativo de salubridad pública. Se busca afanosamente
el aire fresco, el
agua pura y un sentido estético al acercarse a la
montaña y tener dominio visual
del panorama del Este que brinda la altura".
Ahora, ¿no habían ocurrido ya
acontecimientos aluvionales catastróficos?. Recordemos la
inundación devastadora de 1895. No obstante, en 1911 se
aprobó el proyecto de
expansión de la ciudad hacia el sudoeste, sin incluir una
sola plaza y ni una sola avenida que corriera de Sur a Norte, en
medio de 100 manzanas. Y ¿qué decir de las acequias
y canales?. Simplemente no se mencionan. ¿Por qué?.
Según Dragui Lucero:
"Esta forma increíblemente simplista y maciza
de proyectar una ciudad revela la despreocupación
más elemental por las exigencias urbanísticas
más irrenunciables"
Ricardo Ponte, no cuestiona estas situaciones y muestra
a una ciudad sin culpas, evolucionando de acuerdo a sus
posibilidades y necesidades.
Confirma nuestra apreciación sobre la
ubicación de la ciudad de Mendoza, en zona de riesgo
natural cuando dice:
"La ciudad está allí donde existe la
posibilidad del agua (para riego y consumo)
originada en los deshielos cordilleranos".
Comparte la opinión de Dragui Lucero sobre el
crecimiento urbano en planos escalonados, que él llama
"bandas" e ilustra esa opinión en forma
gráfica.
"La ciudad nació en su porción
más baja, por donde ya circulaba el agua de riego y su
crecimiento hacia el Oeste fue a contrapendiente, mediante el
riego artificial a través de acequias, que fueron
apareciendo en su desarrollo histórico"
Menciona en principio, tres bandas que responden al uso
agrícola primero y urbano después, como
consecuencia del crecimiento. Después una cuarta banda
conformada a mediados de este siglo, posee otras
características, porque no le ha dado origen un curso de
agua, sino la voluntad de ganar el piedemonte. Esto,
respondería según Dragui Lucero, en su citada obra,
a un interés
estético. Ponte nada dice de ello.
Finalmente manifiesta que la forma palmeada del Gran
Mendoza, responde a la forma de discurrir el agua por sus
hijuelas de riego que son como nervaduras de una palma y vincula
el crecimiento urbano con este sistema de riego
de origen prehispánico, en algunos casos.
Es decir, Mendoza urbana fue creciendo entorno a estas
acequias que antiguamente regaron sus vides. También sus
calles se alinearon paralelamente a las hijuelas. Se trata de una
necesidad imperiosa para sobrevivir en medio de un desierto que
no contempla la anarquía urbana como
consecuencia.
En cuanto a la desertificación de zonas rurales,
sí podríamos culpar al hombre, pero solamente a la
que se produce irracionalmente y que no es fruto del hombre que
vive en estas zonas y que se nutre de las posibilidades naturales
para conseguir sus necesidades básicas, (leña,
piedras, frutos silvestres, etc.), sino de aquel que busca
enriquecimiento, transformando su actividad en
depredación.
Además, existe un fenómeno también
natural, que está expandiendo continuamente los
desiertos.
El pastoreo primitivo, también está
inserto en el origen del problema, ya que produciría la
desaparición de la escasa flora del piedemonte. Este tipo
de pastoreo ya no existe prácticamente, aunque sí
persiste la necesidad de proveerse de alimentos por
parte de los que hoy, por distintas razones, habitan el
piedemonte y que poseen ganado caprino para industrializar
productos que
servirán para su propio sustento y/o para comercializar
por otros, que cubran otras necesidades. Sin embargo, al no tener
grandes dimensiones, no influye aumentando el riesgo
aluvional.
Por lo tanto, el fenómeno aluvional se
ciñe a, un piedemonte erosionado por torrentes que
provocaron las precipitaciones estivales, irregulares y
desiguales en tiempo y espacio, de gran magnitud (81 mm/hora el
31 de diciembre de 1959). Estos elementos, más la
existencia de pendientes del orden del 5 % al 10 %, dan como
resultado un fenómeno de alta peligrosidad aluvional, que
puede llegar a producir pérdidas humanas y materiales en
construcciones civiles, carreteras, ferrocarril, sector
industrial y, geográficamente, acentúa el grado de
erosión, constituyendo un peligro más ante la
posibilidad de una futura inundación.
Numerosas leyes y normas han
tratado de reglamentar el curso de las aguas pluviales, la
desforestación y forestación de bosques en
pendientes, sin lograr la efectividad necesaria, debido a que por
lo general, no se aplican ó porque se trata de programas
costosos y difícilmente realizables, por su gran
envergadura espacial.
Así, el artículo 201 de la Ley de Aguas
prevé el problema de la deforestación de cuencas en
función del buen régimen de las aguas. El monte
propio de la precordillera, atenúa la crecida deteniendo y
dispersando los torrentes aluvionales. Viniendo a constituirse en
pequeños diques que hay que preservar.
La ley n° 3596-69 sobre loteos, especifica que el
fraccionamiento de terrenos dentro de los cauces aluvionales,
(hecho muy común en nuestra región, por la
geografía en la que está ubicada la ciudad de
Mendoza), deberán contar con un adecuado sistema de
defensas, alcantarillado y acequias que permiten el libre
escurrimiento de las aguas.
Esta ley, por ejemplo, no debió alcanzar a ser
puesta en práctica antes de 1970, ya que fue sancionada en
1969. Y aún hoy, cabe preguntase, ¿cuántos
barrios del oeste poseen estas defensas que prevé la
ley?.
Al respecto, hace pocos días, durante una de esas
tormentas repentinas, varias viviendas del barrio La Favorita,
fueron destruidas por el paso de un torrente descontrolado, que
bajó de la cerrillada. La causa, según los
residentes de la población, es la falta de defensas,
aunque también se debió a la falta de
precaución, de quienes irresponsablemente se asientan para
vivir, sobre hechos de ríos dormidos. Este tipo de
actitudes se
han vuelto muy comunes en los últimos veinte años,
por la evolución demográfica, por la
acción de un sistema socioeconómico, que ha ido
marginando a muchos individuos alrededor de la ciudad, o
atraídos por un mundo mejor, abandonaron las zonas rurales
improductivas y también por la actitud
benévola e indiferente, que ha permitido el ingreso de
inmigrantes marginales en sus propios países, que han
engrosado los caseríos del piedemonte y aumentado el
número de personas al que el pueblo y gobierno
mendocinos, deben proveer de defensas y otras infraestructuras,
que muchas veces no están al alcance de los recursos
financieros provinciales, y que se necesitan para atender a la
sociedad local.
Por lo tanto, es necesario realizar un mayor y
más eficiente control del
crecimiento urbano, en la periferia de la ciudad de Mendoza y
constatar si los nuevos asentamientos, que las circunstancias
mencionadas producen, se hallan en áreas protegidas del
riesgo aluvional. Si esto no fuese así, debería
advertirse a los habitantes de esas villas, acerca de la
situación en que se encuentran, o proceder a su
erradicación en caso de que no sea posible la
realización de obras antialuvionales, en el sector del
problema.
Si exceptuamos esta situación social, que forma
parte de nuestra realidad y que está relacionada con el
espíritu solidario y abierto; apreciamos que se producen
falencias y falta de valoración en las provisiones de
defensa aluvional.
"Se favorecen programas ó proyectos
más fáciles de evaluar, en detrimento de aquellos
que teniendo más sentido, resultan más
difícilmente cuantificables".
Esto está relacionado, con los beneficios que
produce la concreción de u proyecto, que en el caso
aluvional, es muy difícil de evaluar, por la naturaleza
del fenómeno, (dispersión espacial amplia de los
aluviones). Como consecuencia de ello, las inversiones
públicas en defensa antialuvional, queda rezagadas con
relación a otras inversiones públicas.
"Además carecen de espectacularidad política, con
relación a otras más impactantes y fáciles
de publicar".
No estamos de acuerdo con la afirmación anterior.
La sociedad, en general, sabe apreciar el valor de las
obras públicas, siempre que se nos informe de su
importancia. Cierto es que estas obras no se realizaban muy a
menudo en la época de estas declaraciones y si se
efectuaban, poco importaba la opinión pública en
1978.
Las obras necesarias no se realizaron y las construidas
hasta entonces no funcionaron en forma óptima. Así,
un diluvio de agua y barro se abalanzó contra el dique,
que débilmente pudo contenerlo, y apenas lleno, se
desplomó liberando al mortífero caudal en
dirección a la ciudad.
¿Hacia dónde huyó la gente para
salvarse de la creciente?. ¿Qué percibieron y
qué oyeron?. ¿Qué vieron?. Dejemos que ellos
mismo, testigos vivos de los hechos, que no han olvidado aquella
inesperada masa barrosa avanzando por las calles, barriendo con
todo a su paso; nos cuenten su experiencia, y de esta manera
respondan a la incertidumbre de los que estuvimos ausentes y nos
sirva para continuar planificando el futuro, que inciertamente
nos enfrenta a un medio hostil.
Mirta Tuler, que en 1970 tenía 17 años y
residía sobre calle Belgrano, frente al Barrio
Cívico, a una cuadra de Peltier; recuerda que se
encontraba en la planta alta de su casa y con su familia, cuando
una gran tormenta produjo la interrupción del servicio
eléctrico. Encendieron la radio a
transistores
donde se informaba sobre el meteoro y daban recomendaciones para
que la población no se dirigiera hacia la montaña.
Instantes después oyeron un estruendo lejano, un trueno.
La tormenta ya había cesado. Minutos después un
rumor extraño, las llevó a las ventanas desde done
vieron, una masa de agua muy oscura que avanzaba
rápidamente cubriendo toda la calle. Tras éste
primer avance, el torrente se tornó más lento y
pastoso. Muchos elementos que se debatían en él, lo
hacían impresionante. El zanjón Frías,
había desaparecido bajo esas aguas y junto con la calle
conformaban un gran río que, frente al domicilio de Mirta,
subió hasta el medio metro, dejando un sedimento de
treinta centímetros, acumulado en el garaje.
Como si escapara de los abrumadores recuerdos de la
trágica tarde, comenta que formaba parte de un grupo
literario, por entonces, relacionado con el escritor Ramponi.
Cuya esposa quedó muy afectada por la inundación,
incluso tratada psicológicamente, debido a la
pérdida de sus obras pictóricas, desarrolladas
durante los últimos diez años, depositadas en el
sótano de su casa.
Lo que más impactó a Mirta, recuerda
súbitamente, fueron las imágenes
que aparecieron al día siguiente en los diarios: una gran
fotografía
con la imagen de una
mujer fallecida,
asfixiada por el lodo. En aquel instante advirtió
cuán grande y trágico había sido aquel
fenómeno, que estrepitosamente transformara, en un
día turbulento, aquel domingo apacible de
verano.
Edgar Tarico, ex sacerdote, que en 1970 dirigía
la capilla de Nuestra Señora Virgen del Valle de Villa
Hipódromo, recuerda aquel día como un gran
sobresalto en las vidas de los que residían en la villa, y
sobre todo, para los que ocupaban las manzanas junto al canal.
"Aquel día llovió durante horas", expresa
reflexivamente.
Por la tarde, la lluvia se detuvo y habiendo terminado
sus obligaciones
religiosas, salió a respirar aire fresco.
Dirigiéndose casi instintivamente hacia el Frías, a
tan sólo una cuadra de su casa, detrás de la
capilla.
Con tanta agua caída, imaginó que el cauce
habría crecido. Extrañamente, eso no había
ocurrido. Observó la montaña advirtiendo la gran
tempestad que se abatía en la cerrillada. La
impresión le produjo temor.
Otros vecinos se le acercaron Menos cautos, no
presentían ninguna desgracia. Sin embargo, algunos de
ellos tenían sus viviendas junto al canal y en una cavidad
que abarcaba una cuadra ó más, con un desnivel de
alrededor de cinco metros, respecto a la calle y al resto del
barrio. Separaba a este conglomerado urbano del peligroso
zanjón, un muro de unos cinco metros por tres de ancho, y
de tierra. Es
decir, que vivían en una verdadera olla. Incluso
había algunas casas en el mismo lecho del
Frías.
Esta situación se debía al incumplimiento
del contrato de una
empresa, que
había extraído arena y ripio del lugar, con el
compromiso de rellenar el sitio, para después proceder al
loteo correspondiente. Al no producirse ninguno de los dos actos,
familias procedentes de las zonas rurales, excluidas de su medio,
por diferentes razones, se fueron asentando en ese terreno
baldío pero peligroso.
Recuerda el ex cura, que trató de advertir a los
vecinos contagiándoles su temor, pero ya era tarde. A sus
espaldas un estruendo interrumpió la conversación.
No estaban muy lejos de donde se iniciaba la tragedia. En tres
ó cuatro minutos, el torrente llegó hasta donde se
encontraban. Algunos moradores del bajo alcanzaron a huir con lo
puesto solamente, porque las aguas envistieron el muro e
inundaron la olla que pronto se convirtió, en un oscuro
remolino a donde la creciente penetraba fatalmente, para ahogar a
sus víctimas, que junto a enceres domésticos y
animales, flotaban sobre las pastosas aguas.
El padre Tarico vio pasar los cuerpos de los que
habitaban más arriba, bajando trágicamente,
enredados entre ramas y alimañas, en un viaje vertiginoso
y fatal. Y no pudo más que llorar y rezar. Sus manos, sus
fuerzas no podían alcanzarlos sin ser arrastrado él
mismo. Lentamente, las aguas fueron descendiendo. En la cuadra
trágica flotaban varios cuerpos amortajados por el barro.
Ya no era tiempo de llorar. Solo de obrar. Para eso estaba vivo.
Para eso había dejado su misión
oficial en Tunuyán: para acompañar a los
desamparados.
Hizo que sonara el campanario convocando a la comunidad. Los
primeros en llegar, fueron los bomberos, dedicándose a la
tarea de rescatar cuerpos sin vida.
Mientras tanto, la noche ya había encubierto la
tragedia, pero los inundados sin techo comenzaron a llegar a la
capilla. El padre, ya había abierto las puertas del templo
y con los vecinos más próximos, se disponían
a improvisar un albergue, en el no muy amplio edificio sagrado.
Hacia las 22, otro diluvio descargó sus aguas sobre la
ciudad. Los curiosos y no afectados, se habían retirado a
sus casas, pero pronto regresaron con ayuda y con los
días, la cadena solidaria creció. Tuvieron
suficientes suministros, que la misma sociedad les
proveyó.
Cuesta creerlo, pero según Tarico, ningún
funcionario del gobierno se acercó al lugar, excepto el
cuerpo de asistentes sociales, que organizarían otros
albergues en Godoy Cruz.
Entre treinta y cuarenta familias se aglutinaron en
torno al padre Tarico y a su colaborador, el padre Contreras,
cuyo aporte valora enormemente el ex sacerdote. Este hombre, les
infundiría las ideas de cómo luchar para recuperar
sus viviendas. Entre otras cosas, hizo que los afectados formaran
una comisión que los mantuviera unidos y organizados, para
así efectuar con éxito sus reclamos. Tarico fue el
portavoz del grupo:
"Yo careteaba en todos lados por los inundados,
siempre quise estar junto a los pobres, por eso me fui a
ejercer a Villa del Parque, después de la
rebelión de los 27 sacerdotes, tras el Concilio Vaticano
II de 1965".
A los cinco ó seis días de hecho,
dispusieron ocupar los terrenos fiscales, que se hallaban
detrás del hospital José Néstor Lencinas,
por la falta de acción gubernamental. Con adobes
levantaron algunas paredes, que se transformaron en aleros, que
divididos con trozos de telas y bolsas, fueron el albergue para
algunas familias.
Advertidas las autoridades y temiendo el surgimiento de
una nueva villa, fueron desalojados por la policía
montada. El grupo insistió en el pedido de carpas, que
anteriormente se les habían negado. Finalmente, se
consiguieron, gracias a la
organización y persistencia de los
inundados.
La policía no entró más al barrio
de emergencia, tras la promesa de que no se seguirían
levantando casas de emergencia. Pero la fatiga de esos
días y noches, velando por los afectados, provocaron al
padre Contreras una seria tuberculosis.
Tarico continuaría solo al frente de la lucha.
Ante la noticia de la llegada del presidente
Onganía a la provincia y a la visita que haría a la
zona afectada, el ex sacerdote organizó una convocatoria,
para que se hicieran los reclamos al primer mandatario. Pero,
como lo prueban las crónicas periodísticas,
Onganía y su comitiva, cruzaron velozmente las calles de
Villa del Parque, para dirigirse directamente y visitar solamente
el destruido dique Frías. Esta indiferencia, motivó
que Tarico organizara una poblada, que anunció por el
altavoz de la Capilla. Rápidamente una columna de cerca de
quinientas personas, se dirigió hacia la casa de gobierno,
donde concluiría la visita del presidente. Con sus
pancartas ignoradas por la comitiva, llegaron a la explanada. La
concurrencia se había aumentado con otro grupo proveniente
de una zona también muy afectada de Godoy Cruz:
"Confín Desagüe".
Todo fue inútil. Ignorados por los funcionarios,
estos sólo accedieron a reunirse con Tarico, quien se
negó por no permitir que lo acompañaran algunos de
los damnificados.
Entre cánticos nacionales y voces de protesta,
fueron dispersados por la policía, mientras en el interior
del edificio de gobierno se homenajeaba al presidente, con un
almuerzo, antes de su partida en visita oficial a Chile.
Unas semanas después comenzaría la
construcción de un barrio en cuyas obras, se empleó
a muchos de los albergados, pero cuando éstos, empezaron a
denunciar falencias en el manejo de los materiales, se los
alejó de la tarea. No obstante, se construyeron 150 casas
aproximadamente, que junto con $300, se adjudicaron a los
afectados por la inundación.
Pero antes de eso, había llegado el invierno, con
sus padecimientos y hubo que seguir trabajando para mantener a
esas gentes desprovistas de casi todo. Una olla popular
salvó la situación alimentaria, gracias a la labor
de estos sacerdotes y a la comunidad solidaria.
María Cristina Amitrano, joven asistente social
por entonces. Recuerda que fue convocada por la
subsecretaría de Acción Social y Vivienda, para
atender los barrios de emergencia del sudoeste.
Realizó su tarea en la Escuela Rawson de
Godoy Cruz, durante los meses de febrero y marzo de 1970. Luego
se otorgaron tres meses de alojamiento, alimentos y control
sanitario a 200 personas aproximadamente. La tarea
consistía en controlar a la gente y observar a los
niños; es decir, hacer todo lo posible para que esa gente
reunida se adaptara a las circunstancias.
Seis meses después del trágico hecho,
continuaba trabajando en el campamento de Parque Sur, levantado,
especialmente para damnificados totalmente desprotegidos, con la
colaboración de un sacerdote. Se fabricaban los adobes
para las primeras viviendas en la Municipalidad de Godoy
Cruz.
No recuerda mucho más, que haber visto bastante
miseria, pero considera que la ayuda gubernamental fue más
que suficiente. Tanto es así, que debieron comenzar a
estimular a los padres de familia, para que retornaran a sus
trabajos ó buscaran nuevos empleos, ya que no
manifestaban, por sí mismos, muchos deseos de
hacerlo.
Esta contradicción con respecto al testimonio
anterior, es bastante extraña; y sin dudar de ellos, hemos
podido averiguar, que la ayuda y atención de los
damnificados, varió según las zonas, de acuerdo al
grado de destrucción que produjo el aluvión y a la
concentración demográfica.
Seguramente, la opinión de los testigos responde
a la situación que experimentaron de acuerdo al sitio en
que les correspondió actuar, que como dijimos,
varió en calidad y
cantidad, según el sector.
Creemos también que, el papel que
asumieron los sacerdotes y la comunidad de Villa del Parque,
contribuyó a que la atención de los funcionarios,
se desviara a lugares numéricamente más castigados
y con menor carácter organizativo.
Nelly Gray de Cerdán, en aquella época, se
aprestaba a preparar su tesis doctoral
y el hecho que nos ocupa, fue el tema de la misma, cuyos
resultados fueron publicados por el Diario Los Andes. Pero
además de esto, fue testigo presencial de la tragedia en
momentos en que regresaba de un día de campo, como muchos
mendocinos, ese día de verano.
Cuenta que salieron apresuradamente del club en donde se
hallaban, preocupados por la gran tormenta que se abatió
sobre Chacras de Coria, alrededor de las 17, pero cuando llegaron
a la intersección de la calle Ugarte y Panamericana, unos
20 metros antes, el motor del
automóvil se detuvo, por efecto de la fuerte lluvia y las
aguas que ya corrían por el camino, salidas del cauce de
un zanjón que se hallaba a esa distancia y que
descendía del piedemonte.
Se mantuvieron en el interior del vehículo y
cuando amenguó la tormenta, limpiaron los vidrios
empañados del parabrisas. Entonces observaron el
patético espectáculo que traía el canal:
heladeras, troncos, etc. El agua comenzó a desbordarse
peligrosamente y saliendo del auto, se refugiaron en un sitio
más alto, donde debieron permanecer hasta las seis de la
mañana, en que el caudal descendió dejando
más ó menos visible el puente, por donde
debían cruzarlo.
Después vino la tarea en la Universidad, su
colaboración con el grupo del Profesor Capitanelli, quien
fue convocado por el gobierno para ser consultado respecto al
fenómeno aluvional, por su gran experiencia en el
tema.
Recuerda una visita que se hizo, a las obras aluvionales
durante el mes de setiembre de 1969, en que se advirtieron
algunas falencias en el sistema aluvional. Denunciadas, no puede
asegurar que se realizaran las correspondientes reparaciones.
Pero sí cree, que había preocupación por
parte de las autoridades respecto al peligro aluvional, a que
está sometido el área del Gran Mendoza.
"Lo que ocurre, es que en aquella época no
existía el criterio ecologista con que hoy tratamos estos
temas, se confiaba mucho más en la tecnología, en las
grandes obras. Unico medio que podía darnos la
protección necesaria. Actualmente, por suerte, esa
filosofía de los grandes diques, se está
complementando con otras obras menores, pero de gran importancia,
como son los "gaviones", que controlan el escurrimiento de las
aguas y sedimentos en el mismo piedemonte, haciendo más
lento el descenso de los torrentes temporarios".
Este sistema ya había sido aconsejado, antes de
la gran inundación, pero lamentablemente no hubo tiempo,
ó tal vez no se creyó necesario
realizarlos.
Indudablemente, se ha evolucionado muchísimo en
este campo, no obstante, la incertidumbre se mantiene:
serán suficientes y eficientes las obras actuales para
soportar una próxima inundación de igual ó
mayor magnitud, que la del 4 de enero de 1970?.
Todos esperamos que se lo
sean.
6. Repercusiones inmediatas tras la
inundacion
Primeras investigaciones
Como suele ocurrir, tras los hechos, funcionarios e
instituciones
se movilizaron rápidamente, instrumentado un operativo de
emergencia social. También se apresuraron en buscar las
causas que produjeron la tragedia. Así, se organizaron
comisiones especiales que investigaron en las diversas
áreas del problema.
La sociedad y la conciencia habían sido golpeadas
profundamente. Las pérdidas habían sido muy
grandes.
Mendoza toda iniciaría un movimiento de
concientización de su riesgosa ubicación
geográfica y de la necesidad de preservar el medio
ambiente, lo
mejor posible.
De esta nueva corriente de ideas surgirían nuevos
organismos y una nueva estructuración de áreas, que
antes tenían una competencia
confusa.
La comisión que ordenó el Ministro de
Obras y Servicios
Públicos, se formará por resolución n° 1
de 1970, para que examinara técnicamente el origen del
desastre. Fue una de las primeras acciones
gubernamentales.
Dicha comisión fue la encargada de investigar la
destrucción del dique Frías, después de la
crecida del 4 de enero de 1970. Concluyó en su informe
elevado al Ministro que, el estado de
la presa era óptimo para cumplir con el objetivo para el
cual se había levantado: "atenuación de
crecientes".
Respecto al material de embarque, el mismo cuerpo
informó que tras una serie de verificaciones en las
paredes laterales de la cuenca del Frías, aquel se
encontraba a 11 metros aproximadamente por debajo del
coronamiento que alcanzaba los 14 metros desde el lecho del
dique, antes de su destrucción. Es decir, que el volumen de
sedimentos depositados, era de 3 metros aproximadamente; se trata
del 7.2 % (10.000 m’) de la capacidad máxima de
embalse, calculada en 140.000 m’, según el
proyecto.
El mismo informe continúa diciendo que, el
fenómeno del 4 de enero aportó un volumen de agua
que sobrepasó la capacidad del vaso y determinó el
funcionamiento forzado de la obra de toma y del aliviadero, a
pesar de los cuales, éstos no lograron atenuar el caudal
que bajó de la cerrillada.
Según el Ministro de Obras y Servicios
Públicos, Luis M. Magistochi, el sistema estaba en
perfectas condiciones y el dique Frías se hallaba limpio,
cuando fue inspeccionado, justamente un día antes del
desastre
Sin embargo, gente del lugar dijo a la prensa que el
embalse se hallaba embancado en un cuarto de su parte. A estas
afirmaciones, el Ministro agregó que el embanque
habría ayudado a mantenerlo en pie, algunos minutos
más y que de haber estado totalmente limpio, no
habría contenido a las aguas.
Esto nos indica, en primer lugar, una aparente
contradicción en las declaraciones del funcionario y la
falta de certeza en los datos que habría poseído la
institución.
Luego, deducimos que el Ministro acepta que el dique se
hallaba embancado en un gran porcentaje, pero agrega
inmediatamente, que dicho estado de embancamiento habría
servido para prevenir que el muro de contención se
desmoronara antes.
Sin demasiado conocimiento de las leyes de
hidráulica, cualquiera puede deducir, que el daño
habría sido menor, si el dique hubiera funcionado
correctamente, liberando a las aguas por sus conductos
correspondientes y limpios. Y que, si su destino era derrumbarse,
menos nocivo habría sido, que ello se produjera antes de
que la presión y el volumen de líquidos y elementos
acumulados, fuese mayor, sin esperar a que el embanque depositado
en el lecho del dique, "lo mantuviera en pie algunos minutos
más"; Afirmación ésta, que pertenece al
Ministro Luis A. Magistochi.
Vecinos y personas que lo habían visitado
informaron a los medios que el dique presentaba grietas en sus
paredes. Construido en 1942, bajo la dirección del
Ingeniero Federico Tapper, quien también acudió al
lugar e hizo declaraciones a la prensa, algunas de las cuales
confirmarían el mal estado de conservación del
Frías
Al respecto, hay que aclarar que fue muy poca ó
nula la importancia que se dio a sus declaraciones, posiblemente
muy valiosas, por su participación en la obra y por su
experiencia e interés al presentarse
espontáneamente, en el lugar de los hechos. También
extraña que sea su única aparición en la
prensa, ya que no se advierte su presencia en actividad
pública alguna, después de visitar el lugar y hacer
declaraciones como estas:
(….) "el dique no funcionó
gracias a la mala conservación de sus dispositivos. Con
sólo tres metros de margen para trabajar desde la base
de embancado hasta el coronamiento, la torre de descarga y
posiblemente el canal aliviadero, no funcionó"
.
Aclaró luego que, la pared del dique tenía
por única misión evitar que el agua se filtrara a
través de las piedras, es decir, era impermeabilizado; y
que la contención sería realizada por
acumulación de piedras.
"El dique Frías fue concebido para controlar el
paso del agua, no para contenerla. Los excesos de los caudales
serían eliminados por la torre de evacuación y
por el vertedero aliviador".
Todo el sistema dependía de un cuidado constante,
consistente en el desembanque y la limpieza de las bocas de
entrada de los dispositivos que permiten dar una salida
paulatina, al agua acumulada en el cuenco del dique. Su
conclusión fue:
(…) "imposibilitado el dique de realizar su
función de drenaje y con un margen de seguridad de
sólo tres metros, fue fácilmente arrasado por la
masa de agua que descendió de las montañas. En
buenas condiciones, los dispositivos, hubieran podido impedir
el desastre ó, por lo menos reducir sus
consecuencias".
Estas consideraciones del Ingeniero Tapper, contrastan
bastante con lo manifestado por el Ministro Magistochi, quien
parece haber reducido el control del dique, a un sobrevuelo en
helicóptero, el día anterior; después del
cual habría considerado, que la presa, se hallaba en buen
estado de funcionamiento.
Sin embargo, el Ingeniero Tapper, tampoco
escaparía a ciertas contradicciones, o por lo menos a la
falta de criterio y quizás de conocimientos de la zona y
su peligro aluvional. Al seguir con la lectura del
informe que presentara la comisión, antes mencionada,
observamos que en el proyecto elevado al Inspector General de la
ex Dirección Nacional de Irrigación, Ing. C.A.
Volpi, en mayo de 1939, el Ing. Tapper defiende su proyecto
porque reemplazaría con ventajas a otro que consideraba la
construcción de dos diques: el "A", en el sitio donde
confluyen actualmente los ríos secos y forman el
zanjón Frías, y el "B" que no se ha conseguido
ubicar.
Consideraba sin objeto la construcción del
conducto de desagüe que atraviesa la escollera, para este
tipo de presa que debía contener agua por pocas horas y
para las escasas lluvias que se precipitan en la cuenca
.
Se aprecia aquí la falta de conocimiento del
medio y la falta de experiencia, al emprender una obra que
debía resguardar a una ciudad de una vía natural de
aguas. Que ya en aquella época, había manifestado
importantes avenidas aluvionales. Tal es el caso de la crecida de
1936, con una precipitación de 15.6 mm.
El dique propuesto regularía hasta el doble de lo
registrado en aquella oportunidad. Evidentemente no sirvió
para posteriores inundaciones como la registrada en 1959 y por
supuesto tampoco en la de 1970.
Lo cierto es que el dique se construyó bajo la
dirección de Tapper, pero su proyecto fue modificado
incluyéndose la torre y el conducto de desagüe; y
así mismo, la obra resultó inútil para el
gran volumen de líquido y sedimentos, que fueron a dar
contra el dique que no pudo evacuar los afluentes resultantes de
aquel diluvio de 50 mm. precipitados en 1 hora,
aproximadamente.
Por huellas de sedimentos en las laderas de la olla, el
volumen de agua y barro, llegó a superar en 0.78 metros.
el coronamiento del dique, que cedió por la presión
del material de arrastre, al no encontrar cabida en el lecho del
embalse, ocupado ya por diversas capas de sedimentos, acumuladas
a través del tiempo.
Al respecto, la opinión en cuanto a los niveles
de embanque, motivo principal para dilucidar las causas del
desastre, varían según la fuente de donde
provenga.
La Comisión Oficial dice que, el nivel se hallaba
por debajo de los 11 metros de la corono del dique, que alcanza
14; por lo tanto, la torre con celdas de desagüe de 10
metros se hallaba obstruida en un 30 %; y el canal aliviador
parcialmente obstruido. Si esto es correcto y teniendo en cuenta
el gran volumen de sedimentos que produjo la bajante, la
obstrucción por falta de desembancado, ayudó para
que el proceso se
completara antes de que el dique alcanzara a evacuar. Hecho que
sí se produjo en diciembre de 1939 y durante la
finalización de la construcción del dique, cuando
el pluviómetro ubicado en la obra registró, una
lluvia de 46.8 mm. Entonces; cómo es que no pudo contener
el agua de la lluvia del 4 de enero de 1970 de 55mm, y con el
dique terminado y en perfectas condiciones de funcionamiento,
según las autoridades de turno.
Para Tapper, el nivel de embancado, habría
alcanzado hasta 11 metros, obstruyendo la torre y el canal
aliviador.
Según los vecinos, la pared estaba agrietada y el
zanjón, aguas abajo, no estaba asegurado con paredes de
refuerzo.
Casi todos los que han expresado su opinión,
coinciden en la falta de atención y mantenimiento
del sistema aluvional, por lo menos en lo que se refiere a la
simple observación directa de los que por esos
días, serían testigos del desafortunado
hecho.
Actualmente, es otra la impresión que un tiene al
visitar el lugar. La obra ya no se presenta como un simple muro
para contener las crecidas, sino un monumental dique de gran
extensión y altura, con la torre y sus celdas
completamente a la vista, con un importante canal aliviador de
aguas, perfectamente limpio. Agua abajo, el zanjón
Frías, se presenta igualmente limpio, canalizado y
firme.
Llama la atención, la proximidad de viviendas
junto al gran canal. También han quedado incluidas, en el
actual cuenco del embalse, un grupo de viviendas sobre unas lomas
y entre las cuales se observan huellas de avenidas aluvionales.
Si nos imaginamos esta gran olla, repleta de aguas, aquellas
casas quedarían cubiertas totalmente.
¿Por qué están ahí?. Tal vez
no conozcan la historia del lugar y por qué esa gran
muralla ciñe la quebrada.
¿Quién les autorizó a instalarse
allí?.
Preguntas como estas hay que responderlas ahora, no
ignorarlas como se hizo en 1969, por ejemplo. Porque el lugar y
su obra nos dan la sensación de estar bien protegidos,
aquí en la ciudad y en nuestras casas; pero, si un
asciende al dique, se asombrará de arribar en tan poco
tiempo, a la gran pendiente que lo sostiene y la inmensidad
solitaria que lo inunda. Se tiene la sensación de que
está abandonado, fuera de control y que puede comportarse
a su antojo, si la naturaleza se lo exige.
Creo que estas sensaciones, no se experimentaron antes
de la inundación de 1970, o no le ocurrió lo mismo,
alguien observó el lugar desde un helicóptero, el
día anterior a la catástrofe.
¿Falta de responsabilidad, de experiencia, de
datos precisos ó falta de consulta de los
mismos?.
Después de ocurrido el hecho, vemos aparecer los
antecedentes: 1939: 46 mm.; 1959: otra gran inundación,
después de la cual, el dique fue reparado y limpiado en
1962, después de que fuera creada la Dirección de
Defensa contra aluviones (ley 2797 del 23-1-61).
En 1967, se habría realizado el desembancado
nuevamente con máquinas de la D.P.V., en el tramo
comprendido entre el camino que conduce al cuenco del
Frías, hasta el dique mismo, según el Ingeniero
Daniel E. Cardone de la Dirección de Hidráulica.
Pero del desembancado mismo del cuenco, nada informa. Sólo
insiste en que al día de la inundación se hallaba
desembancado, confirmado esto, personalmente y durante el mismo
día 4 de enero de 1970, en horas de la mañana.
Agrega que esto puede ser constatado por fotografías
tomadas en octubre de 1969.
Esto es muy curioso y hasta confunde nuestro juicio. Una
vez más tenemos que hacer frente a diversas opiniones: la
del responsable, quien culpa a lo impredecible de la naturaleza y
que como hombre de ciencia explica la variedad de elementos, que
se ponen en juego en una
determinada situación, que deriva en caos, según el
grado y dimensión que alcancen, (densidad de
cúmulos, altura, humedad, tiempo de precipitación,
etc.); y la del simple observador y afectado que sabiamente
intuye, pero que no posee los medios para hacer frente a las
advertencias de su espíritu.
Al consultar al ingeniero Fonetti, sobre la posibilidad
de que se hubiera podido evitar que la inundación causara
tantos desastres, nos respondió que la prevención
de estos siniestros era imposible. Para calcular el volumen
aluvional era necesario tener un control durante unos 50
años. Aseguró, que era difícil saber si
ocurriría una tormenta crítica, (y lo es
todavía), hasta que se produzca, hasta que precipite.
Agregó que, el Frías, soportaría 90 mm. en
25 minutos, actualmente.
Con respecto a la formación de estas tormentas,
aclaró que los cúmulos suelen alcanzar 25 Km. de
altura y se calcula que pueden descargar un tercio de su volumen;
pero dónde es el interrogante. Luego comentó
que:
(…) "esto podía darse en el mismo sitio y con
cierta intensidad; desplazarse y descargar en un área
muy amplia; o puede no hacerlo; o hacerlo en forma de granizo.
El radar detecta la formación de tormentas (hasta 200 en
la época crítica de diciembre a marzo), de esas
200, unas 80 representan serio peligro y en las que,
habría que evacuar".
En este sentido dijo que, se hacía imposible
movilizar poblaciones tantas veces, si teníamos en cuenta
que en la mayoría de las ocasiones no se producen, ya que
para que descarguen, deben darse ciertas condiciones, tales como:
una fuerte evaporación, más ingreso de aire
húmedo del sudeste.
Otro elemento que es importante analizar, es el de la
Estación Meteorológica de San Martín, que
detecta tormentas en un radio de 500 Km y
que, justamente aquel día (4-1-70), localizaba la
formación de una gran tormenta hacia el Oeste, cinco horas
antes de que precipitara. Da la sensación de que su
única función era localizar tormenta y nada
más, porque nada se hizo o no se supo que
hacer.
Hablamos de 1970, época en que ya existían
los teléfonos, automóviles, altavoces. Estos tres
elementos, solamente, podrían haber salvado las vidas de
algunas personas, que se hallaban junto a las vías
naturales de torrentes pluviales más riesgosas:
zanjón Frías, calle San Martín, Cacique
Guaymallén; vías estas, en torno a las cuales se
ciñe, históricamente, la mayor concentración
demográfica. El sistema de alerta al que hacemos
referencia y en el que confluyen los tres elementos mencionados
arriba, más una estación meteorológica,
funciona efectivamente, en la zona de las sierras de
Córdoba, salvando la vida de turistas y residentes,
atraídos por las cálidas y transparentes aguas de
sus arroyos, que abruptamente, suelen transformarse, en
peligrosos torrentes de líquidos pluviales, que bajan de
las altas sierras, donde se producen fuertes lluvias, haciendo
elevar sus niveles hasta 10 metros, tornando un paisaje agreste y
plácido en una trampa mortal; de la cual se encarga de
salvar, un equipo de emergencia que, informado, transita por una
senda adyacente a los cauces, advirtiendo a las personas, que se
alejen de los ríos y arroyos.
Cabe preguntarse, si este sistema funcionaba en dicha
zona en 1970 y si pudo adaptarse y funcionar también en
Mendoza.
Mientras preguntas como éstas quedan flotando en
nuestra conciencia, el tiempo transcurre. También fue
así en la época que nos ocupa: tiempos de trabajo,
investigación y responsabilidad y en los
que se vislumbra ese nuevo criterio de enfrentar el entorno
natural. Se trata de convivir con él, lo más
armónicamente posible y no de avasallarlo.
"Hombre versus naturaleza"
Disipadas las negras aguas de la inundación,
reseco y lánguido otra vez el terreno pedemontano,
reconstruidos los hogares y los espíritus; un año
después, llega el tiempo del estudio y la
reflexión.
Aparecen publicaciones de análisis profundo sobre el fenómeno
aluvional, una mayor observación de nuestro entorno,
evidencia la preocupación del mendocino por el comportamiento
de la naturaleza y ratifica su decisión de permanecer en
su tierra, pero mejorando la relación con ella. Luego
vendrá la experiencia ecológica, controlando los
residuos, ampliando espacios verdes, etc. Cuanto más
limpia esté Mendoza, más rápido y menos
caótica será la inundación.
Parte del título de este capítulo, forma
parte del artículo que la Profesora Nelly Gray de
Cerdán de la UNC., y que publicara un año
después de la catástrofe. Para ella, el
fenómeno aluvional de Mendoza responde a:
(…) "una complicada y rápida evolución
del paisaje que nos rodea. Se trata de una zona de equilibrios
críticos que pueden transformar el medio
rápidamente. Estos son: alta sismicidad, el clima seco con
un régimen pluvial de 100 a 200 mm., concentrado en
cuatro ó cinco precipitaciones de tipo torrencial"
.
Estas provocan serias y rápidas transformaciones
del medio por que adquieren gran poder, debido
a la fuerte pendiente y se encauzan peligrosamente, cargadas de
un volumen impresionante de materiales sólidos, por
estrechos cauces que desembocan en zonas pobladas.
Otro elemento causante de estos equilibrios
críticos, es el hombre, cuya acción constante
modifica el medio ambiente que llega a perder, en muchos casos
"su fisonomía de conjunto estable", advierte la misma
Profesora y continúa diciendo:
"El hombre se ha involucrado con la naturaleza al
organizar el espacio voluntaria o involuntariamente. De manera
que nos movemos en medio de un paisaje fruto del hombre,
antrópico, no natural. Los mendocinos hemos creado un
oasis en medio del desierto, pero a la para hemos roto un
equilibrio
natural. Esto hace que la labor diaria dependa de la inteligencia
que el hombre emplea en defensa de la naturaleza que pugna
constantemente por imponer y mantener su ritmo" .
Es decir, que el fenómeno aluvional, es un
fenómeno natural y violento, al que el hombre
contribuiría interfiriendo negativamente y que se
manifiesta en la creación de diques no adecuados,
estrechamiento de los cauces, la reducción del
número de cauces que naturalmente, antes atravesaban la
ciudad y puentes angostos que aumentan la velocidad de
las bajantes.
Para esta investigadora, las soluciones a
esta marcada inestabilidad de nuestro medio, sólo son
posibles mediante una profunda meditación coordinada de
todos los aspectos, naturales y humanos, asimilando esa
situación de convergencia de factores que explican la
realidad actual.
Si estamos de acuerdo con la Profesora de Cerdán,
tendremos que concluir, en que el nuevo y gran dique Frías
y el sofisticado sistema hidrológico n solucionan el
problema aluvional. Según ella, la falta de estudios
especializados y el encarar el problema, desde un punto de vista
muy parcial, condujo a la equivocación que pagamos
constantemente por:
(…) "negar la individualidad del comportamiento de los
arroyos que atraviesan nuestra ciudad, e instalar un solo tipo de
dique para todos igual".
Cada aparato torrencial tiene un estilo propio de
funcionamiento. Además, las precipitaciones no son siempre
intensas en la misma proporción en cada cuenca. El tipo de
lluvias mendocinas es localizado y afecta en distintos momentos a
cada uno de ellos.
Este planteo se confirma si observamos el cuadro
irregular, resultante de la inundación. .
"El dique San Isidro ha desaparecido
prácticamente debajo de un espeso manto de piedra y
lodo, arrastrados por el mismo arroyo, el Frías fue
destruido en forma explosiva en pocas horas y los diques Maure
y Papagallos se encuentran en diferentes estados de
conservación" .
Esto nos indica que no se puede ignorar la experiencia
que nos dejó la inundación; es decir, ignorar el
comportamiento irregular de las aguas, antes de que lleguen a los
cuencos de los diques, para ser retenidas. Como sigue diciendo la
Profesora Cerdán:
"Es necesario conocer la potencia de
los arroyos superiores y sus cuencas, que es justamente donde
reciben su carga máxima y donde realizan un
rápido y violento trabajo de remoción de
materiales de todo peso y calibre. Corrección y no
contención; es decir, retardar el tiempo de
concentración en las cuencas altas".
La investigadora termina su nota denunciando, que esta
"corrección", no se ha comenzado y que es ésta y no
la simple contención de los torrentes, la que debe ser
objeto de estudios técnicos minuciosos. Exhorta sobre la
necesidad de un plan de
acción orgánico a muy largo plazo, que permita la
vigilancia constante de los procesos
geomorfológicos, a fin de concebir y construir un sistema
de defensas, que no caduque, que se adecue constantemente a las
necesidades de la zona, hasta lograr un control completo de las
aguas.
En parte, estos requerimientos han sido cumplidos en
forma paulatina. La red hidrometeorológica, que opera en
INCYTH, la limpieza de diques y cauces, el llamado a concientizar
a la población suburbana, sobre los riesgos de la
deforestación y mal asentamiento, etc. Pero no se ha
tenido en cuenta, sino hasta hoy, en que se están
realizando obras de acuerdo a las investigaciones
de la UNC, respecto del control superior de las cuencas, mediante
pequeños diques de contención, que corrigen el
escurrimiento brusco de las aguas, de manera que llegando al
dique Frías, puedan ser evacuadas cómodamente y sin
grandes riesgos de desmoronamiento, debido a la fuerza del agua,
que desciende por una pendiente marcada verticalidad.
Todo esto ha sido posible, gracias al trabajo y
perseverancia de investigadores que, mendocinos al fin, tratan de
que hombre y naturaleza, puedan resolver positivamente, este
enfrentamiento, que ya es inevitable.
También se debe a la responsabilidad de las
nuevas autoridades de gobierno que, igualmente, imbuidas de esa
naciente idea ecológica, han estado más abiertas a
las opiniones fundamentadas por técnicos y profesionales,
muchas veces, desinteresados. Y han otorgado los medios, para que
se creen, los organismos de control necesarios y se
efectúen obras de carácter prioritario, como
así también, los grupos de
emergencia que, increíblemente, no existían en
1970.
8. Creación de nuevos
organismos
Con esta última y grave experiencia, se ha tomado
la debida conciencia y los diversos organismos, se han puesto a
trabajar. Se han creado otros para áreas que no
existían anteriormente. Tal es el caso del Centro Regional
Andino del INCYTH (Instituto Nacional de Ciencia y Técnica
Hídricas). Dicho organismo, opera desde el año 1975
una red hidrometeorológica, en un área de 600 Km
cuadrados al oeste de la ciudad de Mendoza. A partir de 1982, se
automatiza y se extiende.
La aplicación más importante de esta red,
es el "servicio de alerta hidrológica" para el río
Mendoza y las cuencas aluvionales del oeste del gran Mendoza.
Esto permite aumentar la seguridad de las obras
hidráulicas, que se operan en la región y las que
se construyan en el futuro.
Las características de este sistema le permiten
trabajar en "tiempo real", es decir, que la información sobre precipitación
ó escurrimiento, está disponible en una central de
recepción y procesamiento, simultáneamente con la
ocurrencia del fenómeno hidrológico ó
meteorológico en estudio ó evaluación.
Es importante aclarar que, los objetivos de
la red han sido elaborados considerando el aluvión del 4
de enero de 1970 y uno de ellos es, disponer de un sistema de
alerta hidrológica de aluviones para la ciudad de Mendoza
y departamentos vecinos..
El sistema funciona mediante la instalación de
estaciones pluviométricas, seis de las cuales están
situadas en áreas urbanas de los departamentos Capital,
Godoy Cruz, Luján y Rivadavia; el resto, en la zona
pedemontana.
El río Mendoza también se halla controlado
a través de sus dos afluentes (Tupungato y Cuevas), debido
a los antecedentes de obstrucción del río Plomo
(afluente del Tupungato), por parte del glaciar homónimo;
en 1985 produjo un endicamiento y embalse de aguas con
características peligrosas.
Durante un curso de postgrado, entre el 28 de setiembre
y el 23 de octubre de 1992, sobre recursos hídricos, se
trató el tema de alerta hidrológica en Mendoza. De
las exposiciones se obtiene la siguiente
información:
(…) "en la zona pedemontana de Mendoza no existen
ríos como tales, sólo torrentes que permanecen
secos la mayor parte del año. En esta área, las
nevadas son débiles y poco frecuentes, la
precipitación media anual raramente supera los 300 mm.
Sin embargo, la mayor parte de estas lluvias precipita durante
el verano, originadas por tormentas de tipo convectivo de alta
intensidad y corta duración. Existen registros
históricos de 90 mm. en una hora y registros
instantáneos de 5 mm. por minuto".
Estos datos, estarían confirmando la resistencia y
funcionamiento del Frías (actual), a pesar de que no se
dan fechas exactas de aquellos registros.
"El tiempo real", característica del sistema del
que hablamos, se hace imprescindible por la morfología del
lugar y por los tiempos de concentración de los
líquidos que oscilan, entre pocas horas a 15-30 minutos,
según el área y pendientes; los puntos más
altos, están a 3000 metros y los más bajos a 800
metros, separados entre sí, por menos de 30
kilómetros.
Todo esto, sumado a la escasa protección vegetal,
por depredación humana y animal, crea condiciones muy
dificultosas para un sistema de alerta hidrológica,
exigiendo un equipo de transmisión en verdadero tiempo
real.
Considerando estos informes, es
necesario reflexionar sobre los medios o elementos que se
están utilizando actualmente, en este tipo de
instalaciones y que no estaban al alcance de los funcionarios e
investigadores de los años 60. Lo que no justifica, la
desactualización de obras antialuvionales, su
mantenimiento y un mejor y progresivo ordenamiento urbano y
social.
9. Operatividad del Sistema de
Alerta Hidrológica de las cuencas
aluvionales
Sin entrar en detalles del complejo sistema de alerta
hidrológica del INCYTH, nos aproximaremos a su cometido,
tratando de describir sus características más
notorias.
Por supuesto, la campaña en torno a este sistema
se organiza durante el verano, época en que existe el
peligro aluvional. La información básica parte del
Servicio Meteorológico Nacional, quien tras un sondeo,
comunica al Centro Regional andino las posibilidades de
formación de tormenta y su localización.
En caso de que comience a precipitar sobre las
estaciones de la red, que están situadas
estratégicamente, estas comienzan a transmitir
automáticamente: identificación de la
estación, acumulación de mm. y hora. Esto en
sólo milisegundos y sincronizado por un solo reloj,
él de la
computadora.
Luego, se define el nivel de alerta de cada cuenca en
relación con las posibilidades de escurrimiento de la
cuenca afectada y su grado de control y peligrosidad.
En caso de que los datos computados deriven en un
alerta, el operador de turno avisará
telefónicamente o radialmente, a las personas a cargo de
los organismos pertinentes, pera lo cual dispone de una lista de
nombres y teléfonos oficiales y particulares.
Uno de esos organismos es el Departamento General de
Irrigación, cuya función ante situaciones de alta
precipitación, es ejecutar las maniobras necesarias en el
sistema de riego, a fin de preservar vidas y bienes.
La Dirección Provincial de Defensa Civil posee un
plan de emergencia muy vasto y eficiente que no existía
como tal, en 1970 y con el que hoy podemos contar felizmente.
Tiene como misión ejecutar las tareas de generar la
"alerta selectiva", en las probables zonas afectadas. El plan
incluye los departamentos de Capital, Godoy Cruz,
Guaymallén, Las Heras, Maipú, Luján y
Lavalle.
Posee una estructura
especial para atender el sistema de alerta hidrológica que
emana del INCYTH y de la que no se informa a personas ajenas al
organismo.
Estos datos seguramente nos tranquilicen, porque sabemos
ahora, que se está trabajando, velando por la seguridad de
los habitantes de una ciudad en "riesgo natural". Pero la amenaza
sigue latente, la inundación puede regresar y llevarse
nuestro patrimonio, a
nuestra propia ciudad ó tan sólo
maltratarla.
Podremos alejarnos cuando se nos alerte de los torrentes
aluvionales, pero no podremos salvar a la ciudad, a nuestras
posesiones.
La lucha contra el aluvión
continúa.
Muchos, sobre todo los que no fueron afectados
directamente por el desastre, casi no lo recuerdan. Otros, tal
vez crean que nada se está haciendo para prevenir un
próximo aluvión.
Como ya se ha dicho. Este fenómeno es
impredecible. Pero hoy, gracias a las importantes obras que se
realizan, es posible mitigarlos.
La lucha contra el aluvión continúa y esta
se entabla, actualmente, en el mismo piedemonte y en la misma
precordillera; allí donde se origina el problema, en un
área muy vasta que es necesario controlar, porque de nada
servirá el nuevo dique Frías, en caso de que una
fuerte precipitación se produzca fuera de sus cuencas y
fuera de la de los otros diques, (Maure, Papagallos,
etc.).
Por ello, el Ministerio de Medio Ambiente
Urbanístico y Vivienda avaló el Programa de
Investigación y Desarrollo Manejo Ecológico del
Piedemonte, que se inició en agosto de 1992, en la cuenca
del Maure.
El programa "engloba aspectos referidos a
corrección de torrentes y control de erosión,
mejoramiento del hábitat, investigación de procesos
físicos y biológicos y educación" . Si bien
sus objetivos y actividades son muy amplios, uno de ellos, capta
especialmente nuestra atención: es el de la
disminución del riesgo de catástrofe por aluviones,
mediante la conservación de la diversidad biológica
y funcional del piedemonte, "corrigiendo, mejorando y restaurando
su capacidad de bienes y servicios a la sociedad".
Una de sus características, es la austeridad del
plan de actividades, ya que parte del mismo se realiza a muy bajo
costo financiero,
nucleando acciones voluntarias y de instituciones educacionales.
La forestación, por ejemplo, se efectúa a
través de las escuelas situadas en las cercanías de
las cuencas referidas, creando así, una conciencia
más latente de los problemas de
un ecosistema tan
frágil.
Las obras que se realizan son de carácter
intensivo y extensivo:
"Las de carácter intensivo, que son la
realización de pequeñas obras: trampas de agua,
diques de gaviones, etc. y las de carácter extensivo,
que es el mejoramiento de la vegetación natural
presente" .
Las "trampas de agua" permiten el aprovechamiento de las
aguas aluvionales, al quedar retenidas en el vaso, facilitando el
enriquecimiento subsuperficial y la recarga de acuíferos.
Así, su entorno, se vuelve más húmedo y
favorece el progreso de las especies transplantadas. Luego, los
"diques de gaviones", construidos por debajo del sector de las
trampas; módulos de tejido de alambres rellenos de
piedras, retienen los acarreos por su estructura flexible, y en
caso de rotura de alguna de las trampas(aguas arriba), brindan
protección, soportando el flujo que genera la
destrucción de aquellas. Además, su
construcción, resulta sumamente económica ya que se
utilizan elementos de poco costo y autóctonos (cantos
rodados); además no requiere mano de obra calificada como
la construcción de estructuras de
mampostería.
"Una ventaja adicional del empleo de
pequeñas obras es que el sistema de corrección
actúa, con la primera obra construida; situación
que no se presenta cuando se construye una gran obra como las
que existen" .
Como vemos, aquella idea que expresaran los
investigadores en las publicaciones periodísticas de 1971,
ha sido concretada, esperamos que de manera eficiente, para que
reduzcan el riesgo natural ante el cual vivimos expuestos.
Sólo nos queda esperar, para comprobar, si lo
materializado desde 1970, rinde sus frutos. Puede asegurarse que
si el próximo aluvión proviniera de las misma
cuencas que aquel, sería controlado por las obras
actuales. Pero, como esto no es predecible, debemos seguir
atentos a la investigación y trabajos encaminados al
control del fenómeno.
Tras el desarrollo de los acontecimientos relatados, de
las erráticas primeras declaraciones en torno a lo
acaecido el fatídico domingo 4 de enero de 1970, que
costó tantas vidas y bienes, mucho se dijo y
especuló. Si bien es cierto que también se
asumieron responsabilidades, fueron de carácter
tardío. Tan tarde, que a un año del desastre, en
plena y nueva temporada estival y con peligro de grandes
precipitaciones, el panorama del Frías continuaba
igual.
Vendrían otros hombres, más capaces y con
más elementos a su alcance que capitalizarían la
experiencia e iniciarían una serie de acciones que
continuarían hasta hoy.
Pero, quién responde a los interrogantes de aquel
aluvión. Viviendas riesgosamente asentadas, cauces y
diques no controlados y con averías, etc.
Es difícil hacer un análisis pormenorizado
de todos y de cada uno de los elementos que engloban el
fenómeno aluvional, por el tipo de comportamiento que
manifiestan; pero existen y siempre han existido las
señales de la naturaleza, en evidente advertencia. Lo
hemos visto ya a través de los registros de otras
inundaciones y en los ríos secos que aparecen ya en los
planos de la ciudad de Mendoza, del siglo pasado.
Honesto sería entonces confesar que, la tragedia
no pudo evitarse porque no existían los medios para
hacerlo, porque no se concientizó con las experiencias de
1939 y 1959, porque tal vez no hubo preocupación por estos
temas y sólo se trató de mantener lo que se
había construido en 1940; un muro de tres metros de ancho,
relleno de piedras y cubierto de una fina capa de asfalto; de
poca altura y que al estar realizado en la confluencia de tres
ríos secos, que luego forman el Frías, se
habría ido cubriendo de embanque con las periódicas
bajantes. Se sabe que estas acumulaciones no permiten el buen
funcionamiento de los diques de contención.
Antes de derrumbarse, el dique Frías
habría recibido varios aportes de sedimentos, debido a que
se había producido en sus inmediaciones, una seguidilla de
tormentas con fuertes precipitaciones durante los tres
días anteriores a la catástrofe.
Era solamente el preludio de lo que ocurriría el
4 de enero por la tarde y que acabaría con el inerme dique
Frías, el que no estuvo en condiciones para cumplir con el
cometido de su creación: contener y controlar los
aluviones precordilleranos.
Pero, no sólo no sirvió porque el volumen
de aguas aluvionales fuera impresionante para su capacidad, sino
porque no fue mantenido en condiciones, reforzado y controlado
debidamente.
La tragedia pudo evitarse, simplemente porque, de haber
estado emplazado el dique actual, que soporta 90 mm. en 25
minutos, podría haberlo hecho con menos volumen en 1970.
Se aduce que para estudiar y controlar el fenómeno se
necesitan 50 años de registros estadísticos.
Pensamos que con 30 años, llenos de antecedentes desde
1939, se podría haber avanzado algo más, que la
simple observación y escasa manutención del
Frías y otros cauces.
Creemos que lo que ocurrió, fue por la falta de
toma de conciencia, responsabilidad real y estudio de las
condiciones ambientales que nos rodeaban.
Así como hemos venido construyendo los
últimos 50 años, nuestras casas, de manera tal que
puedan prevenirnos de un resultado desastroso, ante un temblor de
gran intensidad, como ocurrió en 25 de enero de 1985;
debieron, los que tuvieron la autoridad y
los medios para hacerlo, construir el dique que hoy nos protege,
junto con otras obras de características especiales que
hemos analizado. Y además crear los organismos esenciales
para que actuaran ante una emergencia.
Al respecto,
resulta casi vergonzoso descubrir, que en 1970, no
existían, ni plan ni organismo de Defensa
Civil.
No obstante estas carencias de carácter social,
junto con medidas de acción ambientales de los
funcionarios de la época, hay que decir, que la ayuda a
los sectores más castigados por la inundación, fu
rápida y eficaz, incluso excesiva, (según palabras
de la asistente social María C. Amitrano), gracias al
trabajo de los efectivos sociales que actuaron en los distintos
albergues, que dispuso el gobierno inmediatamente de conocidos
los hechos.
Fue una labor improvisada, pero eficiente; de
carísimos resultados, que esperamos hayan servido de
experiencia real a todos; desde los que indiferentes arrojamos
residuos a nuestras acequias, agudizando ya, aquí abajo el
problema aluvional; hasta los funcionarios de turno, que
responsablemente, deben atender y proveer a los estudios que
realizan investigadores de la nueva corriente ambiental y
ecológica, tendiente a conseguir una convivencia
armónica, con el medio, preservándolo para que
así contribuya finalmente, a nuestra propia
permanencia.
12. Bibliografía y
fuentes
Programa de Investigación y Desarrollo. Manejo
Ecológico del Piedemonte del CRICYT, Mza. 1993
Bertranou, A. y otros. "Uso del Agua y Ambiente Hídrico.
El caso de Mendoza". CRICYT. Mza. 1978.
Dragui Lucero, Juan. "Integración de la ciudad de Mendoza a
través de su evolución histórica". En Actas
de la XV Semana de Geografía. Mza. UNC. 1951.
Ponte, Ricardo. "Aquella Ciudad de Barro". Municipalidad de
Mendoza. 1987.
> Solanes, Miguel R. y otros. "Aspectos sociales,
institucionales y legales del manejo de áreas inundables.
INCYTH., Mza. 1977.
> Informe oficial de la Comisión Investigadora del
Ministerio de Obras y Servicios Públicos. Gobierno de Mza.
1970.
> Sistema de alerta hidrológica en Mendoza. INCYTH,
1992.
> Alerta hidrológica de la Defensa Civil. Gno. de
Mza.
de Manejo Unidad Ecológico de Cuencas. CRICYT. Mza.
1993.> Diarios Los Andes y Mendoza.
Autor:
Lic. José Osvaldo Antequera