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"El fenómeno aluvional en Mendoza: experiencia y conciencia del 4 de enero
de 1970"




Enviado por jao6




    1.
    Introducción


    3. Origen del
    problema

    4.
    Legislación

    5. Anécdotas de la
    tragedia

    6. Repercusiones inmediatas tras la
    inundacion

    7. Después de la
    tormenta

    8. Creación de nuevos
    organismos

    9. Operatividad del Sistema de Alerta
    Hidrológica de las cuencas
    aluvionales

    10. Veinticuatro años
    después

    11.
    Conclusión

    12. Bibliografía y
    fuentes

    1.
    Introducción

    Las condiciones ambientales a que está sometida
    la ciudad de Mendoza, hace que, por ejemplo, una gran
    precipitación en la precordillera ó en el
    piedemonte, derive en rápido torrentes que buscan la
    huella originaria por donde discurrir, en forma atenuada ó
    vertiginosa, según haya sido la magnitud de la tormenta.
    Mientras que, en el cono urbano, el fenómeno torrencial no
    se produce, o apenas se evidencia en forma de lluvia muy leve. Es
    decir, un panorama tranquilo y austero puede transformarse en un
    caos de agua y barro,
    que súbitamente irrumpe sobre la ciudad. Es entonces,
    cuando vemos el trabajo
    esforzado que hace, a través de sus mecanismos, por
    deshacerse rápidamente de la inundación, para lo
    que necesita de numerosas acequias, perfectamente limpias y
    abiertas, sin techumbres que las cieguen.

    El destino, impuesto por
    el hombre, ha
    emplazado a la ciudad de Mendoza en las últimas hondonadas
    de la cordillera de Los Andes. A veces, pasos naturales de las
    aguas primigenias, esos accidentes
    topográficos se han ido cubriendo con el crecimiento de la
    ciudad. No obstante ha sabido defenderse. Salvo algunas
    catastróficas excepciones, ha esparcido las aguas
    haciéndolas menos peligrosas y justamente las excepciones
    se han debido, además, a otros factores, humanos en muchos
    casos, que han operado negativamente complicando aún
    más, una situación de tipo natural, por la zona de
    asentamiento urbano.

    Nuestro tema, la grave inundación del 4 de Enero
    de 1970 es ejemplo de lo dicho. Hecho al que habría
    contribuido el hombre, el
    mismo habitante de la ciudad casi indefensa, ante una geografía de naturaleza hostil
    y de una composición humana distraído, negligente y
    hasta hace poco tiempo
    indiferente.

    Por ello creemos que esa tragedia pudo evitarse ó
    atenuarse.

    En la búsqueda de aclarar los interrogantes,
    analizaremos todos los elementos a nuestro alcance.

    Nuestra hipótesis fundamental apunta entonces, a
    buscar grados de responsabilidad colectiva, en el marco de este
    fenómeno y principalmente, en los eventos previos a
    la tragedia de Enero de 1970.

    Otro objetivo
    propuesto, es rastrear las funciones de los
    organismos responsables, creados en torno al problema
    aluvional de Mendoza. También trataremos de descubrir, si
    nuestra conciencia, como individuos responsables que habitamos
    este medio, se ha modificado después del último
    gran llamado de atención.

    Si no fuera posible concluir de acuerdo a nuestras
    aseveraciones, nos conformaremos con el objetivo general, que es
    buscar las causas que pudieron agravar aquella inundación,
    no para reprender u hostilizar a los responsables, sino para
    tratar de evitar su recurrencia; como así también
    para recordar a los que advirtieron del riesgo, a los que
    como héroes, actuaron solidariamente en el período
    de reconstrucción moral y
    material. También a los que posteriormente trabajaron y
    trabajan para que la tragedia no vuelva a ocurrir.

    El fenómeno aluvional abarca toda el área
    de la región andina. En nuestro tema está
    restringido a investigar las causas y consecuencias del
    aluvión del 4 de Enero de 1970. Por ello nos centraremos
    en el estudio de los aspectos que, espacialmente, se
    sitúan al Oeste de la urbe mendocina, (piedemonte y
    entorno del zanjón Frías); principales avenidas y
    canal Cacique Guaymallén. Sectores más afectados
    por el suceso.

    Y lo haremos introduciéndonos en los días
    previos a la inundación, a cuyo comentario nos dedicaremos
    más profundamente. Luego avanzaremos a través de
    los meses y los años, alumbrando ella trabajo posterior
    que conlleva importantes medidas y realizaciones, que aún
    hoy: 1994, se llevan a cabo; asumiéndose la
    responsabilidad de un compromiso con el medio ambiente
    y con la sociedad que
    descansa en ella.

    Si bien esta problemática siempre ha sido motivo
    de estudio, éste ha sido parcial y dirigido a la
    consecución de algún fin específico y
    estructural, como lo ha sido la construcción de diques, canales, puentes y
    últimamente, antes del emplazamiento de un nuevo barrio
    sobre el sector Oeste de la capital.
    También, se nos presentan hoy diversos estudios sobre el
    medio geográfico y ambiental que nos rodea, que responde a
    una preocupación generalizada y universal del hombre: la
    conservación de lo natural en el planeta. La Ecología, es la nueva
    ciencia que
    canaliza y ordena todas estas inquietudes.

    Hasta hoy, no se han englobado todos estos elementos,
    junto con la narración de los hechos que acaecieron en el
    aluvión de 1970; no obstante, estar íntimamente
    relacionados.

    Las fuentes que
    más datos nos han
    aportado son los periódicos locales (Los Andes y Mendoza).
    También hemos conseguido el valioso aporte de testigos
    vivientes del trágico hecho, e importante
    bibliografía para el estudio de los antecedentes.
    Además, el interesante material de trabajos actuales,
    producidos en el CRICYT, que nos ha cedido
    gentilmente.

    También acudimos, al conocimiento y
    experiencia de profesores de la Universidad
    Nacional de Cuyo, quienes se han sentido atraídos por este
    estudio anteriormente y cuyos trabajos han sido nuestra
    guía y marco de referencia para éste.

    La naturaleza nos ha advertido, nos ha hecho entender
    que este paisaje lacónico y seco se estremece, se inunda y
    embarra fácilmente cuando llueve, tornándose
    peligroso, en estos casos, por su marcada
    inclinación.

    Somos nosotros, habitantes de esta ciudad, quienes
    tienen la responsabilidad de crear las condiciones y los medios, lo
    más eficientes posibles, para seguir permaneciendo en
    ella.

    2.
    Antecedentes

    Síntesis aluvional de Mendoza

    Al estudiar la historia de la ciudad de
    Mendoza, advertimos la gran cantidad de víctimas y
    daños materiales
    provocados por los escurrimientos que bajan del área
    pedemontana. Para ilustrar este aspecto de nuestra realidad, como
    habitantes en riesgo permanente de una zona alterable, recurrimos
    a una síntesis de los eventos más importantes
    .

    En 1716 una gran inundación destruyó gran
    parte de los edificios céntricos, entre los que se hallaba
    la Iglesia de
    Nuestra Señora de Loreto.

    En 1754 una inundación puso en peligro a los
    pobladores de la vieja ciudad fundada en 1561.

    En el año 1895 se precipitó sobre la
    ciudad y los alrededores, una lluvia de características inusuales, provocando una
    verdadera catástrofe. El agua que
    descendía de la cerrillada del Oeste, arrastraba a su
    paso, puentes, troncos de árboles, numerosos puestos de la
    sierra, y posteriormente, ropas, muebles, animales muertos
    y enceres de las casas de los barrios pobres, situados al oeste
    de la ciudad. Este aluvión produjo 24 víctimas,
    doscientos heridos e infinidad de familias sumidas en la miseria,
    por haberlo perdido todo por su causa.

    En el año 1900 se produce una crecida en el
    río Mendoza, que destruye parte del Dique Luján,
    hoy Cipolletti, y deja sin agua al canal Zanjón que
    proveía este elemento a la ciudad. Dos días
    después una fuerte lluvia caída en las
    serranías del oeste, provocó una avenida torrencial
    que inundó propiedades, viñas y casas.

    En 1920, el 18 de Enero, una crecida del río
    Mendoza, destruye parte de las obras de defensa existentes en La
    Toma. El hecho se repite el 31 de Enero del mismo año,
    provocando nuevamente pánico en la población.

    En el año 1934 se produjo en el río
    Mendoza una crecida, que provocó cuantiosos daños.
    La catástrofe se originó en Punta de Vacas, en la
    confluencia del río Tupungato con el río Mendoza.
    Un glaciar obstruyó el cauce del río,
    produciéndose una especie de dique de contención,
    que al ser arrasado por la fuerza de las
    aguas produjo una crecida que se prolongó hasta la
    localidad de Palmira. Las aguas destruyeron la Usina de Cacheuta,
    el Hotel de esa localidad, casas, caminos, puentes, edificios y
    vías férreas que se hallaban a su paso. El
    número de víctimas sobrepasó las 20 personas
    y los daños se estimaron en más de 250.000
    dólares.

    En los años 1954, 1956 y 1957, se produjeron
    considerables crecidas en el río Mendoza que provocaron
    daños, especialmente en las zonas de Cacheuta y
    Potrerillos.

    El 31 de diciembre de 1959 una intensa lluvia,
    caída en las cerrilladas del oeste y sobre la ciudad
    misma, provocaron inundaciones y daños en le centro de
    Mendoza. El comercio
    resultó muy perjudicado pero no se registraron
    víctimas. Las pérdidas económicas fueron
    superiores a los 220.000 dólares.

    El 4 de Enero de 1968, se produjo otro evento de
    importancia en el departamento de Las Heras. Las pérdidas
    fueron calculadas en 435.000 dólares. El mismo día,
    otra avenida torrencial asoló el departamento de Tupungato
    que arrasa plantaciones y las pérdidas se estimaron en
    2.150.000 dólares.

    Otro acontecimiento digno de ser destacado en el
    aluvión que asoló el departamento de Las Heras, el
    4 de Febrero de 1968. Una enorme masa de arena y barro se
    desplazó sobre ese departamento y quedó depositada
    en importantes arterias y propiedades aledañas.

    La peor catástrofe soportada por la provincia
    ocurrió el 4 de Enero de 1970. Una fuerte tormenta se
    precipitó sobre la cuenca del Frías, que
    provocó la destrucción del dique homónimo,
    originando una avalancha de agua y lodo que inundaron las zonas
    de influencia del dique. El hecho provocó más de 24
    víctimas fatales y los accidentados se estimaron entre
    1500 y 2000 personas. Los daños materiales se calcularon
    en una suma superior a los 23.000.000 de dólares. A las
    referencias anteriores deben sumarse las pérdidas
    millonarias por inundaciones, en Chacras de Coria, Vistalba,
    Costa de Araujo y Perdriel. Además de las pérdidas
    de cosechas, que en algunos lugares fueron totales, debe tenerse
    en cuenta el lucro cesante, ya que muchas plantaciones no dieron
    frutos hasta dos años después. Referente a la
    red vial,
    solamente en reparación de caminos destruidos debieron
    invertirse más de 790.000 dólares.

    3. Origen del
    problema

    Para hablar del origen del problema aluvional de
    Mendoza, que provocó la gravosa inundación del 4 de
    Enero de 1970, es necesario sustraerse de esa sensación
    ciega que nos lleva a manifestarnos como dueños de
    la tierra.
    Dominantes, nos hemos asentado sobre ella para levantar las
    paredes que nos han ido obstruyendo la visión majestuosa y
    natural de la cordillera de Los Andes. Unica dueña de la
    realidad, de su geografía amplia y avasalladora, a cuyos
    pies nos hemos puesto a existir.

    Esa realidad, a veces poco observada, posee condiciones
    naturales imposibles de modificar: pronunciadas pendientes,
    escasa vegetación, cauces torrenciales cuya vida se
    relaciona con la intensidad, frecuencia y duración de las
    precipitaciones .

    La actividad del hombre también está
    ligada al problema, al involucrare en el crecimiento de las
    ciudades. Situación que creemos corresponde a Mendoza, (en
    lo referente al origen del problema), puesto que el
    aluvión ya bajaba antes de que el mendocino extendiera la
    ciudad. Es decir, las aguas excedentes de las precipitaciones
    intensas, ya inundaban las huertas de los Huarpes instalados en
    estos valles, quienes no tenían otra posibilidad para
    sobrevivir que el cultivar y asentarse cerca de estos cauces, que
    si bien evolucionaban repentinamente, proveían
    benéficamente a su existencia. Esto indica que la ciudad
    de Mendoza no habría prosperado en la forma que los hizo,
    si sus comienzos hubieran sido cimentados en el desierto de La
    Paz, por ejemplo.

    Entonces, el crecimiento de la ciudad de Mendoza no
    modificó el origen del problema, sino que sus habitantes
    pusieron en riesgo su vida al enfrentar el fenómeno,
    porque las simientes de los primeros pobladores, produjeron
    profundísimas raíces imposibles de transplantar.
    Por instinto quizás ó por necesidad, al igual que
    el hombre primitivo, seguimos habitando este suelo
    impredecible como la naturaleza.

    De esta manera, a través de la historia de
    Mendoza, la ciudad creció para dejar de ser una simple
    aldea del oeste argentino y más habitantes fueron quedando
    expuestos al escurrir de las aguas pluviales, provocando el
    fenómeno aluvional de consecuencias
    catastróficas.

    La situación se ha transformado en un problema,
    porque al darse las condiciones para que la ciudad creciera, su
    habitante ignoró los arroyos naturales, que desde siempre
    han descendido de las altas cumbres, cerrándoles el paso y
    desviándolos de su curso; ocultándolos bajo una
    pesada capa de asfalto, provocando la obstaculización de
    sus funciones naturales y específicas: el escurrimiento de
    los excesos pluviales de la precordillera y el
    piedemonte.

    Si observamos retrospectivamente la forma en que fue
    extendiéndose la ciudad de Mendoza, tomando como elemento
    los diversos planos existentes desde su fundación en 1561,
    notaremos como, por diversos motivos, se han ignorado en estos
    registros, los
    accidentes geográficos del valle de Huentota.

    No ocurre lo mismo con el plano de 1802, registro
    topográfico que muestra las zonas
    cultivadas del Gran Mendoza, dando una gran importancia a los
    canales que riegan los sembradíos; aunque resulta
    difícil ubicarlos, se advierte como influyeron en el
    desarrollo
    agrícola de Mendoza. Todos corren de Sur a Norte, menos el
    del Desagüe y la parte final del Zanjón, quienes lo
    hacen de Oeste a Este. Una interesante característica es
    que, aparece un zanjón más, que corre en esta
    dirección y que podría ser el
    Frías.

    Existen algunas pruebas de que
    el Frías habría atravesado el Tajamar y el
    Zanjón en sus grandes avenidas y se haya prolongado hasta
    Rodeo de la Cruz. Esto evidencia su peligrosidad desde
    antiguo.

    Se afirma que se confeccionó un plano de la
    ciudad de Mendoza en 1810, pero lamentablemente no ha sido
    posible hallarlo.

    En 1822 se preparó otro plano. En él se
    aprecia la realidad topográfica de aquel momento. La
    ciudad se ha extendido hacia el Sur y el Norte, y sus manzanas
    aparecen ya obstaculizando algunos cursos de aguas
    que seguramente, se desviaban hacia el Tajamar, quien junto con
    el canal Cacique Guaymallén, son los únicos que
    aparecen indicados en este plano .

    El plano de 1856 muestra una ciudad que se ha extendido
    tres manzanas más hacia el Sur bloqueando, aún
    más los cauces naturales.

    Producido el terremoto del 20 de Marzo de 1861, se
    trasladó la ciudad al Sudoeste de la antigua,
    construyéndose en los terrenos públicos de la
    Hacienda de San Nicolás. Pero la vieja ciudad
    siguió en pie, volviendo a levantarse en medio de las
    ruinas. Por estas circunstancias, es que aparecen juntas (la
    nueva y la vieja), en el plano de 1872. Aquí el
    Zanjón Frías aparece con el nombre de Astorga, con
    un brazo que se dirige al Sur, desconocido hasta entonces y que
    denominan "Río Seco" más abajo, cae en el cauce del
    actual Cacique Guaymallén con el nombre de Zanjón
    Escarpe. Otro río seco aparece desde la Acequia del
    Estado hasta
    llegar, en forma muy sinuosa a la Avenida San Martín, en
    las proximidades de la actual calle Godoy Cruz.

    Esta interpretación de Dragui Lucero, aporta
    datos referidos a los ríos secos, que hoy no podemos
    hallar en sus sitios originales y confirma la situación de
    bloqueo ha que han sido sometidos, desviando sus aguas por otros
    cauces que sumadas a las propias, ciegan su
    función.

    Otros canales que aparecen en el plano de 1872 son, la
    Acequia del Estado (actual Jarillal); Acequia Guevara (actual
    calle Paso de Los Andes), que hoy no puede observarse; el Tajamar
    y el Zanjón (actual Cacique Guaymallén); y canales
    Tobar Grande y Tobar Chico.

    La anarquía edilicia continúa complicando
    a la geografía, y obstinadamente, el mendocino busca
    instalarse más hacia el oeste, obstruyendo cada vez
    más a las acequias, que poco a poco irán
    desapareciendo bajo elegantes viviendas, rústicos
    albergues y empinadas avenidas.

    De esta manera, en el plano de 1908, se proyecta la
    continuación al Oeste de las calles de la nueva
    ciudad.

    "Este requerimiento de las zonas altas obedece a un
    imperativo de salubridad pública. Se busca afanosamente
    el aire fresco, el
    agua pura y un sentido estético al acercarse a la
    montaña y tener dominio visual
    del panorama del Este que brinda la altura".

    Ahora, ¿no habían ocurrido ya
    acontecimientos aluvionales catastróficos?. Recordemos la
    inundación devastadora de 1895. No obstante, en 1911 se
    aprobó el proyecto de
    expansión de la ciudad hacia el sudoeste, sin incluir una
    sola plaza y ni una sola avenida que corriera de Sur a Norte, en
    medio de 100 manzanas. Y ¿qué decir de las acequias
    y canales?. Simplemente no se mencionan. ¿Por qué?.
    Según Dragui Lucero:

    "Esta forma increíblemente simplista y maciza
    de proyectar una ciudad revela la despreocupación
    más elemental por las exigencias urbanísticas
    más irrenunciables"

    Ricardo Ponte, no cuestiona estas situaciones y muestra
    a una ciudad sin culpas, evolucionando de acuerdo a sus
    posibilidades y necesidades.

    Confirma nuestra apreciación sobre la
    ubicación de la ciudad de Mendoza, en zona de riesgo
    natural cuando dice:

    "La ciudad está allí donde existe la
    posibilidad del agua (para riego y consumo)
    originada en los deshielos cordilleranos".

    Comparte la opinión de Dragui Lucero sobre el
    crecimiento urbano en planos escalonados, que él llama
    "bandas" e ilustra esa opinión en forma
    gráfica.

    "La ciudad nació en su porción
    más baja, por donde ya circulaba el agua de riego y su
    crecimiento hacia el Oeste fue a contrapendiente, mediante el
    riego artificial a través de acequias, que fueron
    apareciendo en su desarrollo histórico"

    Menciona en principio, tres bandas que responden al uso
    agrícola primero y urbano después, como
    consecuencia del crecimiento. Después una cuarta banda
    conformada a mediados de este siglo, posee otras
    características, porque no le ha dado origen un curso de
    agua, sino la voluntad de ganar el piedemonte. Esto,
    respondería según Dragui Lucero, en su citada obra,
    a un interés
    estético. Ponte nada dice de ello.

    Finalmente manifiesta que la forma palmeada del Gran
    Mendoza, responde a la forma de discurrir el agua por sus
    hijuelas de riego que son como nervaduras de una palma y vincula
    el crecimiento urbano con este sistema de riego
    de origen prehispánico, en algunos casos.

    Es decir, Mendoza urbana fue creciendo entorno a estas
    acequias que antiguamente regaron sus vides. También sus
    calles se alinearon paralelamente a las hijuelas. Se trata de una
    necesidad imperiosa para sobrevivir en medio de un desierto que
    no contempla la anarquía urbana como
    consecuencia.

    En cuanto a la desertificación de zonas rurales,
    sí podríamos culpar al hombre, pero solamente a la
    que se produce irracionalmente y que no es fruto del hombre que
    vive en estas zonas y que se nutre de las posibilidades naturales
    para conseguir sus necesidades básicas, (leña,
    piedras, frutos silvestres, etc.), sino de aquel que busca
    enriquecimiento, transformando su actividad en
    depredación.

    Además, existe un fenómeno también
    natural, que está expandiendo continuamente los
    desiertos.

    El pastoreo primitivo, también está
    inserto en el origen del problema, ya que produciría la
    desaparición de la escasa flora del piedemonte. Este tipo
    de pastoreo ya no existe prácticamente, aunque sí
    persiste la necesidad de proveerse de alimentos por
    parte de los que hoy, por distintas razones, habitan el
    piedemonte y que poseen ganado caprino para industrializar
    productos que
    servirán para su propio sustento y/o para comercializar
    por otros, que cubran otras necesidades. Sin embargo, al no tener
    grandes dimensiones, no influye aumentando el riesgo
    aluvional.

    Por lo tanto, el fenómeno aluvional se
    ciñe a, un piedemonte erosionado por torrentes que
    provocaron las precipitaciones estivales, irregulares y
    desiguales en tiempo y espacio, de gran magnitud (81 mm/hora el
    31 de diciembre de 1959). Estos elementos, más la
    existencia de pendientes del orden del 5 % al 10 %, dan como
    resultado un fenómeno de alta peligrosidad aluvional, que
    puede llegar a producir pérdidas humanas y materiales en
    construcciones civiles, carreteras, ferrocarril, sector
    industrial y, geográficamente, acentúa el grado de
    erosión, constituyendo un peligro más ante la
    posibilidad de una futura inundación.

    4.
    Legislación

    Numerosas leyes y normas han
    tratado de reglamentar el curso de las aguas pluviales, la
    desforestación y forestación de bosques en
    pendientes, sin lograr la efectividad necesaria, debido a que por
    lo general, no se aplican ó porque se trata de programas
    costosos y difícilmente realizables, por su gran
    envergadura espacial.

    Así, el artículo 201 de la Ley de Aguas
    prevé el problema de la deforestación de cuencas en
    función del buen régimen de las aguas. El monte
    propio de la precordillera, atenúa la crecida deteniendo y
    dispersando los torrentes aluvionales. Viniendo a constituirse en
    pequeños diques que hay que preservar.

    La ley n° 3596-69 sobre loteos, especifica que el
    fraccionamiento de terrenos dentro de los cauces aluvionales,
    (hecho muy común en nuestra región, por la
    geografía en la que está ubicada la ciudad de
    Mendoza), deberán contar con un adecuado sistema de
    defensas, alcantarillado y acequias que permiten el libre
    escurrimiento de las aguas.

    Esta ley, por ejemplo, no debió alcanzar a ser
    puesta en práctica antes de 1970, ya que fue sancionada en
    1969. Y aún hoy, cabe preguntase, ¿cuántos
    barrios del oeste poseen estas defensas que prevé la
    ley?.

    Al respecto, hace pocos días, durante una de esas
    tormentas repentinas, varias viviendas del barrio La Favorita,
    fueron destruidas por el paso de un torrente descontrolado, que
    bajó de la cerrillada. La causa, según los
    residentes de la población, es la falta de defensas,
    aunque también se debió a la falta de
    precaución, de quienes irresponsablemente se asientan para
    vivir, sobre hechos de ríos dormidos. Este tipo de
    actitudes se
    han vuelto muy comunes en los últimos veinte años,
    por la evolución demográfica, por la
    acción de un sistema socioeconómico, que ha ido
    marginando a muchos individuos alrededor de la ciudad, o
    atraídos por un mundo mejor, abandonaron las zonas rurales
    improductivas y también por la actitud
    benévola e indiferente, que ha permitido el ingreso de
    inmigrantes marginales en sus propios países, que han
    engrosado los caseríos del piedemonte y aumentado el
    número de personas al que el pueblo y gobierno
    mendocinos, deben proveer de defensas y otras infraestructuras,
    que muchas veces no están al alcance de los recursos
    financieros provinciales, y que se necesitan para atender a la
    sociedad local.

    Por lo tanto, es necesario realizar un mayor y
    más eficiente control del
    crecimiento urbano, en la periferia de la ciudad de Mendoza y
    constatar si los nuevos asentamientos, que las circunstancias
    mencionadas producen, se hallan en áreas protegidas del
    riesgo aluvional. Si esto no fuese así, debería
    advertirse a los habitantes de esas villas, acerca de la
    situación en que se encuentran, o proceder a su
    erradicación en caso de que no sea posible la
    realización de obras antialuvionales, en el sector del
    problema.

    Si exceptuamos esta situación social, que forma
    parte de nuestra realidad y que está relacionada con el
    espíritu solidario y abierto; apreciamos que se producen
    falencias y falta de valoración en las provisiones de
    defensa aluvional.

    "Se favorecen programas ó proyectos
    más fáciles de evaluar, en detrimento de aquellos
    que teniendo más sentido, resultan más
    difícilmente cuantificables".

    Esto está relacionado, con los beneficios que
    produce la concreción de u proyecto, que en el caso
    aluvional, es muy difícil de evaluar, por la naturaleza
    del fenómeno, (dispersión espacial amplia de los
    aluviones). Como consecuencia de ello, las inversiones
    públicas en defensa antialuvional, queda rezagadas con
    relación a otras inversiones públicas.

    "Además carecen de espectacularidad política, con
    relación a otras más impactantes y fáciles
    de publicar".

    No estamos de acuerdo con la afirmación anterior.
    La sociedad, en general, sabe apreciar el valor de las
    obras públicas, siempre que se nos informe de su
    importancia. Cierto es que estas obras no se realizaban muy a
    menudo en la época de estas declaraciones y si se
    efectuaban, poco importaba la opinión pública en
    1978.

    5. Anécdotas de la
    tragedia

    Las obras necesarias no se realizaron y las construidas
    hasta entonces no funcionaron en forma óptima. Así,
    un diluvio de agua y barro se abalanzó contra el dique,
    que débilmente pudo contenerlo, y apenas lleno, se
    desplomó liberando al mortífero caudal en
    dirección a la ciudad.

    ¿Hacia dónde huyó la gente para
    salvarse de la creciente?. ¿Qué percibieron y
    qué oyeron?. ¿Qué vieron?. Dejemos que ellos
    mismo, testigos vivos de los hechos, que no han olvidado aquella
    inesperada masa barrosa avanzando por las calles, barriendo con
    todo a su paso; nos cuenten su experiencia, y de esta manera
    respondan a la incertidumbre de los que estuvimos ausentes y nos
    sirva para continuar planificando el futuro, que inciertamente
    nos enfrenta a un medio hostil.

    Mirta Tuler, que en 1970 tenía 17 años y
    residía sobre calle Belgrano, frente al Barrio
    vico, a una cuadra de Peltier; recuerda que se
    encontraba en la planta alta de su casa y con su familia, cuando
    una gran tormenta produjo la interrupción del servicio
    eléctrico. Encendieron la radio a
    transistores
    donde se informaba sobre el meteoro y daban recomendaciones para
    que la población no se dirigiera hacia la montaña.
    Instantes después oyeron un estruendo lejano, un trueno.
    La tormenta ya había cesado. Minutos después un
    rumor extraño, las llevó a las ventanas desde done
    vieron, una masa de agua muy oscura que avanzaba
    rápidamente cubriendo toda la calle. Tras éste
    primer avance, el torrente se tornó más lento y
    pastoso. Muchos elementos que se debatían en él, lo
    hacían impresionante. El zanjón Frías,
    había desaparecido bajo esas aguas y junto con la calle
    conformaban un gran río que, frente al domicilio de Mirta,
    subió hasta el medio metro, dejando un sedimento de
    treinta centímetros, acumulado en el garaje.

    Como si escapara de los abrumadores recuerdos de la
    trágica tarde, comenta que formaba parte de un grupo
    literario, por entonces, relacionado con el escritor Ramponi.
    Cuya esposa quedó muy afectada por la inundación,
    incluso tratada psicológicamente, debido a la
    pérdida de sus obras pictóricas, desarrolladas
    durante los últimos diez años, depositadas en el
    sótano de su casa.

    Lo que más impactó a Mirta, recuerda
    súbitamente, fueron las imágenes
    que aparecieron al día siguiente en los diarios: una gran
    fotografía
    con la imagen de una
    mujer fallecida,
    asfixiada por el lodo. En aquel instante advirtió
    cuán grande y trágico había sido aquel
    fenómeno, que estrepitosamente transformara, en un
    día turbulento, aquel domingo apacible de
    verano.

    Edgar Tarico, ex sacerdote, que en 1970 dirigía
    la capilla de Nuestra Señora Virgen del Valle de Villa
    Hipódromo, recuerda aquel día como un gran
    sobresalto en las vidas de los que residían en la villa, y
    sobre todo, para los que ocupaban las manzanas junto al canal.
    "Aquel día llovió durante horas", expresa
    reflexivamente.

    Por la tarde, la lluvia se detuvo y habiendo terminado
    sus obligaciones
    religiosas, salió a respirar aire fresco.
    Dirigiéndose casi instintivamente hacia el Frías, a
    tan sólo una cuadra de su casa, detrás de la
    capilla.

    Con tanta agua caída, imaginó que el cauce
    habría crecido. Extrañamente, eso no había
    ocurrido. Observó la montaña advirtiendo la gran
    tempestad que se abatía en la cerrillada. La
    impresión le produjo temor.

    Otros vecinos se le acercaron Menos cautos, no
    presentían ninguna desgracia. Sin embargo, algunos de
    ellos tenían sus viviendas junto al canal y en una cavidad
    que abarcaba una cuadra ó más, con un desnivel de
    alrededor de cinco metros, respecto a la calle y al resto del
    barrio. Separaba a este conglomerado urbano del peligroso
    zanjón, un muro de unos cinco metros por tres de ancho, y
    de tierra. Es
    decir, que vivían en una verdadera olla. Incluso
    había algunas casas en el mismo lecho del
    Frías.

    Esta situación se debía al incumplimiento
    del contrato de una
    empresa, que
    había extraído arena y ripio del lugar, con el
    compromiso de rellenar el sitio, para después proceder al
    loteo correspondiente. Al no producirse ninguno de los dos actos,
    familias procedentes de las zonas rurales, excluidas de su medio,
    por diferentes razones, se fueron asentando en ese terreno
    baldío pero peligroso.

    Recuerda el ex cura, que trató de advertir a los
    vecinos contagiándoles su temor, pero ya era tarde. A sus
    espaldas un estruendo interrumpió la conversación.
    No estaban muy lejos de donde se iniciaba la tragedia. En tres
    ó cuatro minutos, el torrente llegó hasta donde se
    encontraban. Algunos moradores del bajo alcanzaron a huir con lo
    puesto solamente, porque las aguas envistieron el muro e
    inundaron la olla que pronto se convirtió, en un oscuro
    remolino a donde la creciente penetraba fatalmente, para ahogar a
    sus víctimas, que junto a enceres domésticos y
    animales, flotaban sobre las pastosas aguas.

    El padre Tarico vio pasar los cuerpos de los que
    habitaban más arriba, bajando trágicamente,
    enredados entre ramas y alimañas, en un viaje vertiginoso
    y fatal. Y no pudo más que llorar y rezar. Sus manos, sus
    fuerzas no podían alcanzarlos sin ser arrastrado él
    mismo. Lentamente, las aguas fueron descendiendo. En la cuadra
    trágica flotaban varios cuerpos amortajados por el barro.
    Ya no era tiempo de llorar. Solo de obrar. Para eso estaba vivo.
    Para eso había dejado su misión
    oficial en Tunuyán: para acompañar a los
    desamparados.

    Hizo que sonara el campanario convocando a la comunidad. Los
    primeros en llegar, fueron los bomberos, dedicándose a la
    tarea de rescatar cuerpos sin vida.

    Mientras tanto, la noche ya había encubierto la
    tragedia, pero los inundados sin techo comenzaron a llegar a la
    capilla. El padre, ya había abierto las puertas del templo
    y con los vecinos más próximos, se disponían
    a improvisar un albergue, en el no muy amplio edificio sagrado.
    Hacia las 22, otro diluvio descargó sus aguas sobre la
    ciudad. Los curiosos y no afectados, se habían retirado a
    sus casas, pero pronto regresaron con ayuda y con los
    días, la cadena solidaria creció. Tuvieron
    suficientes suministros, que la misma sociedad les
    proveyó.

    Cuesta creerlo, pero según Tarico, ningún
    funcionario del gobierno se acercó al lugar, excepto el
    cuerpo de asistentes sociales, que organizarían otros
    albergues en Godoy Cruz.

    Entre treinta y cuarenta familias se aglutinaron en
    torno al padre Tarico y a su colaborador, el padre Contreras,
    cuyo aporte valora enormemente el ex sacerdote. Este hombre, les
    infundiría las ideas de cómo luchar para recuperar
    sus viviendas. Entre otras cosas, hizo que los afectados formaran
    una comisión que los mantuviera unidos y organizados, para
    así efectuar con éxito sus reclamos. Tarico fue el
    portavoz del grupo:

    "Yo careteaba en todos lados por los inundados,
    siempre quise estar junto a los pobres, por eso me fui a
    ejercer a Villa del Parque, después de la
    rebelión de los 27 sacerdotes, tras el Concilio Vaticano
    II de 1965".

    A los cinco ó seis días de hecho,
    dispusieron ocupar los terrenos fiscales, que se hallaban
    detrás del hospital José Néstor Lencinas,
    por la falta de acción gubernamental. Con adobes
    levantaron algunas paredes, que se transformaron en aleros, que
    divididos con trozos de telas y bolsas, fueron el albergue para
    algunas familias.

    Advertidas las autoridades y temiendo el surgimiento de
    una nueva villa, fueron desalojados por la policía
    montada. El grupo insistió en el pedido de carpas, que
    anteriormente se les habían negado. Finalmente, se
    consiguieron, gracias a la
    organización y persistencia de los
    inundados.

    La policía no entró más al barrio
    de emergencia, tras la promesa de que no se seguirían
    levantando casas de emergencia. Pero la fatiga de esos
    días y noches, velando por los afectados, provocaron al
    padre Contreras una seria tuberculosis.
    Tarico continuaría solo al frente de la lucha.

    Ante la noticia de la llegada del presidente
    Onganía a la provincia y a la visita que haría a la
    zona afectada, el ex sacerdote organizó una convocatoria,
    para que se hicieran los reclamos al primer mandatario. Pero,
    como lo prueban las crónicas periodísticas,
    Onganía y su comitiva, cruzaron velozmente las calles de
    Villa del Parque, para dirigirse directamente y visitar solamente
    el destruido dique Frías. Esta indiferencia, motivó
    que Tarico organizara una poblada, que anunció por el
    altavoz de la Capilla. Rápidamente una columna de cerca de
    quinientas personas, se dirigió hacia la casa de gobierno,
    donde concluiría la visita del presidente. Con sus
    pancartas ignoradas por la comitiva, llegaron a la explanada. La
    concurrencia se había aumentado con otro grupo proveniente
    de una zona también muy afectada de Godoy Cruz:
    "Confín Desagüe".

    Todo fue inútil. Ignorados por los funcionarios,
    estos sólo accedieron a reunirse con Tarico, quien se
    negó por no permitir que lo acompañaran algunos de
    los damnificados.

    Entre cánticos nacionales y voces de protesta,
    fueron dispersados por la policía, mientras en el interior
    del edificio de gobierno se homenajeaba al presidente, con un
    almuerzo, antes de su partida en visita oficial a Chile.

    Unas semanas después comenzaría la
    construcción de un barrio en cuyas obras, se empleó
    a muchos de los albergados, pero cuando éstos, empezaron a
    denunciar falencias en el manejo de los materiales, se los
    alejó de la tarea. No obstante, se construyeron 150 casas
    aproximadamente, que junto con $300, se adjudicaron a los
    afectados por la inundación.

    Pero antes de eso, había llegado el invierno, con
    sus padecimientos y hubo que seguir trabajando para mantener a
    esas gentes desprovistas de casi todo. Una olla popular
    salvó la situación alimentaria, gracias a la labor
    de estos sacerdotes y a la comunidad solidaria.

    María Cristina Amitrano, joven asistente social
    por entonces. Recuerda que fue convocada por la
    subsecretaría de Acción Social y Vivienda, para
    atender los barrios de emergencia del sudoeste.

    Realizó su tarea en la Escuela Rawson de
    Godoy Cruz, durante los meses de febrero y marzo de 1970. Luego
    se otorgaron tres meses de alojamiento, alimentos y control
    sanitario a 200 personas aproximadamente. La tarea
    consistía en controlar a la gente y observar a los
    niños; es decir, hacer todo lo posible para que esa gente
    reunida se adaptara a las circunstancias.

    Seis meses después del trágico hecho,
    continuaba trabajando en el campamento de Parque Sur, levantado,
    especialmente para damnificados totalmente desprotegidos, con la
    colaboración de un sacerdote. Se fabricaban los adobes
    para las primeras viviendas en la Municipalidad de Godoy
    Cruz.

    No recuerda mucho más, que haber visto bastante
    miseria, pero considera que la ayuda gubernamental fue más
    que suficiente. Tanto es así, que debieron comenzar a
    estimular a los padres de familia, para que retornaran a sus
    trabajos ó buscaran nuevos empleos, ya que no
    manifestaban, por sí mismos, muchos deseos de
    hacerlo.

    Esta contradicción con respecto al testimonio
    anterior, es bastante extraña; y sin dudar de ellos, hemos
    podido averiguar, que la ayuda y atención de los
    damnificados, varió según las zonas, de acuerdo al
    grado de destrucción que produjo el aluvión y a la
    concentración demográfica.

    Seguramente, la opinión de los testigos responde
    a la situación que experimentaron de acuerdo al sitio en
    que les correspondió actuar, que como dijimos,
    varió en calidad y
    cantidad, según el sector.

    Creemos también que, el papel que
    asumieron los sacerdotes y la comunidad de Villa del Parque,
    contribuyó a que la atención de los funcionarios,
    se desviara a lugares numéricamente más castigados
    y con menor carácter organizativo.

    Nelly Gray de Cerdán, en aquella época, se
    aprestaba a preparar su tesis doctoral
    y el hecho que nos ocupa, fue el tema de la misma, cuyos
    resultados fueron publicados por el Diario Los Andes. Pero
    además de esto, fue testigo presencial de la tragedia en
    momentos en que regresaba de un día de campo, como muchos
    mendocinos, ese día de verano.

    Cuenta que salieron apresuradamente del club en donde se
    hallaban, preocupados por la gran tormenta que se abatió
    sobre Chacras de Coria, alrededor de las 17, pero cuando llegaron
    a la intersección de la calle Ugarte y Panamericana, unos
    20 metros antes, el motor del
    automóvil se detuvo, por efecto de la fuerte lluvia y las
    aguas que ya corrían por el camino, salidas del cauce de
    un zanjón que se hallaba a esa distancia y que
    descendía del piedemonte.

    Se mantuvieron en el interior del vehículo y
    cuando amenguó la tormenta, limpiaron los vidrios
    empañados del parabrisas. Entonces observaron el
    patético espectáculo que traía el canal:
    heladeras, troncos, etc. El agua comenzó a desbordarse
    peligrosamente y saliendo del auto, se refugiaron en un sitio
    más alto, donde debieron permanecer hasta las seis de la
    mañana, en que el caudal descendió dejando
    más ó menos visible el puente, por donde
    debían cruzarlo.

    Después vino la tarea en la Universidad, su
    colaboración con el grupo del Profesor Capitanelli, quien
    fue convocado por el gobierno para ser consultado respecto al
    fenómeno aluvional, por su gran experiencia en el
    tema.

    Recuerda una visita que se hizo, a las obras aluvionales
    durante el mes de setiembre de 1969, en que se advirtieron
    algunas falencias en el sistema aluvional. Denunciadas, no puede
    asegurar que se realizaran las correspondientes reparaciones.
    Pero sí cree, que había preocupación por
    parte de las autoridades respecto al peligro aluvional, a que
    está sometido el área del Gran Mendoza.

    "Lo que ocurre, es que en aquella época no
    existía el criterio ecologista con que hoy tratamos estos
    temas, se confiaba mucho más en la tecnología, en las
    grandes obras. Unico medio que podía darnos la
    protección necesaria. Actualmente, por suerte, esa
    filosofía de los grandes diques, se está
    complementando con otras obras menores, pero de gran importancia,
    como son los "gaviones", que controlan el escurrimiento de las
    aguas y sedimentos en el mismo piedemonte, haciendo más
    lento el descenso de los torrentes temporarios".

    Este sistema ya había sido aconsejado, antes de
    la gran inundación, pero lamentablemente no hubo tiempo,
    ó tal vez no se creyó necesario
    realizarlos.

    Indudablemente, se ha evolucionado muchísimo en
    este campo, no obstante, la incertidumbre se mantiene:
    serán suficientes y eficientes las obras actuales para
    soportar una próxima inundación de igual ó
    mayor magnitud, que la del 4 de enero de 1970?.

    Todos esperamos que se lo
    sean.

    6. Repercusiones inmediatas tras la
    inundacion

    Primeras investigaciones

    Como suele ocurrir, tras los hechos, funcionarios e
    instituciones
    se movilizaron rápidamente, instrumentado un operativo de
    emergencia social. También se apresuraron en buscar las
    causas que produjeron la tragedia. Así, se organizaron
    comisiones especiales que investigaron en las diversas
    áreas del problema.

    La sociedad y la conciencia habían sido golpeadas
    profundamente. Las pérdidas habían sido muy
    grandes.

    Mendoza toda iniciaría un movimiento de
    concientización de su riesgosa ubicación
    geográfica y de la necesidad de preservar el medio
    ambiente, lo
    mejor posible.

    De esta nueva corriente de ideas surgirían nuevos
    organismos y una nueva estructuración de áreas, que
    antes tenían una competencia
    confusa.

    La comisión que ordenó el Ministro de
    Obras y Servicios
    Públicos, se formará por resolución n° 1
    de 1970, para que examinara técnicamente el origen del
    desastre. Fue una de las primeras acciones
    gubernamentales.

    Dicha comisión fue la encargada de investigar la
    destrucción del dique Frías, después de la
    crecida del 4 de enero de 1970. Concluyó en su informe
    elevado al Ministro que, el estado de
    la presa era óptimo para cumplir con el objetivo para el
    cual se había levantado: "atenuación de
    crecientes".

    Respecto al material de embarque, el mismo cuerpo
    informó que tras una serie de verificaciones en las
    paredes laterales de la cuenca del Frías, aquel se
    encontraba a 11 metros aproximadamente por debajo del
    coronamiento que alcanzaba los 14 metros desde el lecho del
    dique, antes de su destrucción. Es decir, que el volumen de
    sedimentos depositados, era de 3 metros aproximadamente; se trata
    del 7.2 % (10.000 m’) de la capacidad máxima de
    embalse, calculada en 140.000 m’, según el
    proyecto.

    El mismo informe continúa diciendo que, el
    fenómeno del 4 de enero aportó un volumen de agua
    que sobrepasó la capacidad del vaso y determinó el
    funcionamiento forzado de la obra de toma y del aliviadero, a
    pesar de los cuales, éstos no lograron atenuar el caudal
    que bajó de la cerrillada.

    Según el Ministro de Obras y Servicios
    Públicos, Luis M. Magistochi, el sistema estaba en
    perfectas condiciones y el dique Frías se hallaba limpio,
    cuando fue inspeccionado, justamente un día antes del
    desastre

    Sin embargo, gente del lugar dijo a la prensa que el
    embalse se hallaba embancado en un cuarto de su parte. A estas
    afirmaciones, el Ministro agregó que el embanque
    habría ayudado a mantenerlo en pie, algunos minutos
    más y que de haber estado totalmente limpio, no
    habría contenido a las aguas.

    Esto nos indica, en primer lugar, una aparente
    contradicción en las declaraciones del funcionario y la
    falta de certeza en los datos que habría poseído la
    institución.

    Luego, deducimos que el Ministro acepta que el dique se
    hallaba embancado en un gran porcentaje, pero agrega
    inmediatamente, que dicho estado de embancamiento habría
    servido para prevenir que el muro de contención se
    desmoronara antes.

    Sin demasiado conocimiento de las leyes de
    hidráulica, cualquiera puede deducir, que el daño
    habría sido menor, si el dique hubiera funcionado
    correctamente, liberando a las aguas por sus conductos
    correspondientes y limpios. Y que, si su destino era derrumbarse,
    menos nocivo habría sido, que ello se produjera antes de
    que la presión y el volumen de líquidos y elementos
    acumulados, fuese mayor, sin esperar a que el embanque depositado
    en el lecho del dique, "lo mantuviera en pie algunos minutos
    más"; Afirmación ésta, que pertenece al
    Ministro Luis A. Magistochi.

    Vecinos y personas que lo habían visitado
    informaron a los medios que el dique presentaba grietas en sus
    paredes. Construido en 1942, bajo la dirección del
    Ingeniero Federico Tapper, quien también acudió al
    lugar e hizo declaraciones a la prensa, algunas de las cuales
    confirmarían el mal estado de conservación del
    Frías

    Al respecto, hay que aclarar que fue muy poca ó
    nula la importancia que se dio a sus declaraciones, posiblemente
    muy valiosas, por su participación en la obra y por su
    experiencia e interés al presentarse
    espontáneamente, en el lugar de los hechos. También
    extraña que sea su única aparición en la
    prensa, ya que no se advierte su presencia en actividad
    pública alguna, después de visitar el lugar y hacer
    declaraciones como estas:

    (….) "el dique no funcionó
    gracias a la mala conservación de sus dispositivos. Con
    sólo tres metros de margen para trabajar desde la base
    de embancado hasta el coronamiento, la torre de descarga y
    posiblemente el canal aliviadero, no funcionó"
    .

    Aclaró luego que, la pared del dique tenía
    por única misión evitar que el agua se filtrara a
    través de las piedras, es decir, era impermeabilizado; y
    que la contención sería realizada por
    acumulación de piedras.

    "El dique Frías fue concebido para controlar el
    paso del agua, no para contenerla. Los excesos de los caudales
    serían eliminados por la torre de evacuación y
    por el vertedero aliviador".

    Todo el sistema dependía de un cuidado constante,
    consistente en el desembanque y la limpieza de las bocas de
    entrada de los dispositivos que permiten dar una salida
    paulatina, al agua acumulada en el cuenco del dique. Su
    conclusión fue:

    (…) "imposibilitado el dique de realizar su
    función de drenaje y con un margen de seguridad de
    sólo tres metros, fue fácilmente arrasado por la
    masa de agua que descendió de las montañas. En
    buenas condiciones, los dispositivos, hubieran podido impedir
    el desastre ó, por lo menos reducir sus
    consecuencias".

    Estas consideraciones del Ingeniero Tapper, contrastan
    bastante con lo manifestado por el Ministro Magistochi, quien
    parece haber reducido el control del dique, a un sobrevuelo en
    helicóptero, el día anterior; después del
    cual habría considerado, que la presa, se hallaba en buen
    estado de funcionamiento.

    Sin embargo, el Ingeniero Tapper, tampoco
    escaparía a ciertas contradicciones, o por lo menos a la
    falta de criterio y quizás de conocimientos de la zona y
    su peligro aluvional. Al seguir con la lectura del
    informe que presentara la comisión, antes mencionada,
    observamos que en el proyecto elevado al Inspector General de la
    ex Dirección Nacional de Irrigación, Ing. C.A.
    Volpi, en mayo de 1939, el Ing. Tapper defiende su proyecto
    porque reemplazaría con ventajas a otro que consideraba la
    construcción de dos diques: el "A", en el sitio donde
    confluyen actualmente los ríos secos y forman el
    zanjón Frías, y el "B" que no se ha conseguido
    ubicar.

    Consideraba sin objeto la construcción del
    conducto de desagüe que atraviesa la escollera, para este
    tipo de presa que debía contener agua por pocas horas y
    para las escasas lluvias que se precipitan en la cuenca
    .

    Se aprecia aquí la falta de conocimiento del
    medio y la falta de experiencia, al emprender una obra que
    debía resguardar a una ciudad de una vía natural de
    aguas. Que ya en aquella época, había manifestado
    importantes avenidas aluvionales. Tal es el caso de la crecida de
    1936, con una precipitación de 15.6 mm.

    El dique propuesto regularía hasta el doble de lo
    registrado en aquella oportunidad. Evidentemente no sirvió
    para posteriores inundaciones como la registrada en 1959 y por
    supuesto tampoco en la de 1970.

    Lo cierto es que el dique se construyó bajo la
    dirección de Tapper, pero su proyecto fue modificado
    incluyéndose la torre y el conducto de desagüe; y
    así mismo, la obra resultó inútil para el
    gran volumen de líquido y sedimentos, que fueron a dar
    contra el dique que no pudo evacuar los afluentes resultantes de
    aquel diluvio de 50 mm. precipitados en 1 hora,
    aproximadamente.

    Por huellas de sedimentos en las laderas de la olla, el
    volumen de agua y barro, llegó a superar en 0.78 metros.
    el coronamiento del dique, que cedió por la presión
    del material de arrastre, al no encontrar cabida en el lecho del
    embalse, ocupado ya por diversas capas de sedimentos, acumuladas
    a través del tiempo.

    Al respecto, la opinión en cuanto a los niveles
    de embanque, motivo principal para dilucidar las causas del
    desastre, varían según la fuente de donde
    provenga.

    La Comisión Oficial dice que, el nivel se hallaba
    por debajo de los 11 metros de la corono del dique, que alcanza
    14; por lo tanto, la torre con celdas de desagüe de 10
    metros se hallaba obstruida en un 30 %; y el canal aliviador
    parcialmente obstruido. Si esto es correcto y teniendo en cuenta
    el gran volumen de sedimentos que produjo la bajante, la
    obstrucción por falta de desembancado, ayudó para
    que el proceso se
    completara antes de que el dique alcanzara a evacuar. Hecho que
    sí se produjo en diciembre de 1939 y durante la
    finalización de la construcción del dique, cuando
    el pluviómetro ubicado en la obra registró, una
    lluvia de 46.8 mm. Entonces; cómo es que no pudo contener
    el agua de la lluvia del 4 de enero de 1970 de 55mm, y con el
    dique terminado y en perfectas condiciones de funcionamiento,
    según las autoridades de turno.

    Para Tapper, el nivel de embancado, habría
    alcanzado hasta 11 metros, obstruyendo la torre y el canal
    aliviador.

    Según los vecinos, la pared estaba agrietada y el
    zanjón, aguas abajo, no estaba asegurado con paredes de
    refuerzo.

    Casi todos los que han expresado su opinión,
    coinciden en la falta de atención y mantenimiento
    del sistema aluvional, por lo menos en lo que se refiere a la
    simple observación directa de los que por esos
    días, serían testigos del desafortunado
    hecho.

    Actualmente, es otra la impresión que un tiene al
    visitar el lugar. La obra ya no se presenta como un simple muro
    para contener las crecidas, sino un monumental dique de gran
    extensión y altura, con la torre y sus celdas
    completamente a la vista, con un importante canal aliviador de
    aguas, perfectamente limpio. Agua abajo, el zanjón
    Frías, se presenta igualmente limpio, canalizado y
    firme.

    Llama la atención, la proximidad de viviendas
    junto al gran canal. También han quedado incluidas, en el
    actual cuenco del embalse, un grupo de viviendas sobre unas lomas
    y entre las cuales se observan huellas de avenidas aluvionales.
    Si nos imaginamos esta gran olla, repleta de aguas, aquellas
    casas quedarían cubiertas totalmente.

    ¿Por qué están ahí?. Tal vez
    no conozcan la historia del lugar y por qué esa gran
    muralla ciñe la quebrada.

    ¿Quién les autorizó a instalarse
    allí?.

    Preguntas como estas hay que responderlas ahora, no
    ignorarlas como se hizo en 1969, por ejemplo. Porque el lugar y
    su obra nos dan la sensación de estar bien protegidos,
    aquí en la ciudad y en nuestras casas; pero, si un
    asciende al dique, se asombrará de arribar en tan poco
    tiempo, a la gran pendiente que lo sostiene y la inmensidad
    solitaria que lo inunda. Se tiene la sensación de que
    está abandonado, fuera de control y que puede comportarse
    a su antojo, si la naturaleza se lo exige.

    Creo que estas sensaciones, no se experimentaron antes
    de la inundación de 1970, o no le ocurrió lo mismo,
    alguien observó el lugar desde un helicóptero, el
    día anterior a la catástrofe.

    ¿Falta de responsabilidad, de experiencia, de
    datos precisos ó falta de consulta de los
    mismos?.

    Después de ocurrido el hecho, vemos aparecer los
    antecedentes: 1939: 46 mm.; 1959: otra gran inundación,
    después de la cual, el dique fue reparado y limpiado en
    1962, después de que fuera creada la Dirección de
    Defensa contra aluviones (ley 2797 del 23-1-61).

    En 1967, se habría realizado el desembancado
    nuevamente con máquinas de la D.P.V., en el tramo
    comprendido entre el camino que conduce al cuenco del
    Frías, hasta el dique mismo, según el Ingeniero
    Daniel E. Cardone de la Dirección de Hidráulica.
    Pero del desembancado mismo del cuenco, nada informa. Sólo
    insiste en que al día de la inundación se hallaba
    desembancado, confirmado esto, personalmente y durante el mismo
    día 4 de enero de 1970, en horas de la mañana.
    Agrega que esto puede ser constatado por fotografías
    tomadas en octubre de 1969.

    Esto es muy curioso y hasta confunde nuestro juicio. Una
    vez más tenemos que hacer frente a diversas opiniones: la
    del responsable, quien culpa a lo impredecible de la naturaleza y
    que como hombre de ciencia explica la variedad de elementos, que
    se ponen en juego en una
    determinada situación, que deriva en caos, según el
    grado y dimensión que alcancen, (densidad de
    cúmulos, altura, humedad, tiempo de precipitación,
    etc.); y la del simple observador y afectado que sabiamente
    intuye, pero que no posee los medios para hacer frente a las
    advertencias de su espíritu.

    Al consultar al ingeniero Fonetti, sobre la posibilidad
    de que se hubiera podido evitar que la inundación causara
    tantos desastres, nos respondió que la prevención
    de estos siniestros era imposible. Para calcular el volumen
    aluvional era necesario tener un control durante unos 50
    años. Aseguró, que era difícil saber si
    ocurriría una tormenta crítica, (y lo es
    todavía), hasta que se produzca, hasta que precipite.
    Agregó que, el Frías, soportaría 90 mm. en
    25 minutos, actualmente.

    Con respecto a la formación de estas tormentas,
    aclaró que los cúmulos suelen alcanzar 25 Km. de
    altura y se calcula que pueden descargar un tercio de su volumen;
    pero dónde es el interrogante. Luego comentó
    que:

    (…) "esto podía darse en el mismo sitio y con
    cierta intensidad; desplazarse y descargar en un área
    muy amplia; o puede no hacerlo; o hacerlo en forma de granizo.
    El radar detecta la formación de tormentas (hasta 200 en
    la época crítica de diciembre a marzo), de esas
    200, unas 80 representan serio peligro y en las que,
    habría que evacuar".

    En este sentido dijo que, se hacía imposible
    movilizar poblaciones tantas veces, si teníamos en cuenta
    que en la mayoría de las ocasiones no se producen, ya que
    para que descarguen, deben darse ciertas condiciones, tales como:
    una fuerte evaporación, más ingreso de aire
    húmedo del sudeste.

    Otro elemento que es importante analizar, es el de la
    Estación Meteorológica de San Martín, que
    detecta tormentas en un radio de 500 Km y
    que, justamente aquel día (4-1-70), localizaba la
    formación de una gran tormenta hacia el Oeste, cinco horas
    antes de que precipitara. Da la sensación de que su
    única función era localizar tormenta y nada
    más, porque nada se hizo o no se supo que
    hacer.

    Hablamos de 1970, época en que ya existían
    los teléfonos, automóviles, altavoces. Estos tres
    elementos, solamente, podrían haber salvado las vidas de
    algunas personas, que se hallaban junto a las vías
    naturales de torrentes pluviales más riesgosas:
    zanjón Frías, calle San Martín, Cacique
    Guaymallén; vías estas, en torno a las cuales se
    ciñe, históricamente, la mayor concentración
    demográfica. El sistema de alerta al que hacemos
    referencia y en el que confluyen los tres elementos mencionados
    arriba, más una estación meteorológica,
    funciona efectivamente, en la zona de las sierras de
    Córdoba, salvando la vida de turistas y residentes,
    atraídos por las cálidas y transparentes aguas de
    sus arroyos, que abruptamente, suelen transformarse, en
    peligrosos torrentes de líquidos pluviales, que bajan de
    las altas sierras, donde se producen fuertes lluvias, haciendo
    elevar sus niveles hasta 10 metros, tornando un paisaje agreste y
    plácido en una trampa mortal; de la cual se encarga de
    salvar, un equipo de emergencia que, informado, transita por una
    senda adyacente a los cauces, advirtiendo a las personas, que se
    alejen de los ríos y arroyos.

    Cabe preguntarse, si este sistema funcionaba en dicha
    zona en 1970 y si pudo adaptarse y funcionar también en
    Mendoza.

    Mientras preguntas como éstas quedan flotando en
    nuestra conciencia, el tiempo transcurre. También fue
    así en la época que nos ocupa: tiempos de trabajo,
    investigación y responsabilidad y en los
    que se vislumbra ese nuevo criterio de enfrentar el entorno
    natural. Se trata de convivir con él, lo más
    armónicamente posible y no de avasallarlo.

    7. Despues de la
    tormenta

    "Hombre versus naturaleza"

    Disipadas las negras aguas de la inundación,
    reseco y lánguido otra vez el terreno pedemontano,
    reconstruidos los hogares y los espíritus; un año
    después, llega el tiempo del estudio y la
    reflexión.

    Aparecen publicaciones de análisis profundo sobre el fenómeno
    aluvional, una mayor observación de nuestro entorno,
    evidencia la preocupación del mendocino por el comportamiento
    de la naturaleza y ratifica su decisión de permanecer en
    su tierra, pero mejorando la relación con ella. Luego
    vendrá la experiencia ecológica, controlando los
    residuos, ampliando espacios verdes, etc. Cuanto más
    limpia esté Mendoza, más rápido y menos
    caótica será la inundación.

    Parte del título de este capítulo, forma
    parte del artículo que la Profesora Nelly Gray de
    Cerdán de la UNC., y que publicara un año
    después de la catástrofe. Para ella, el
    fenómeno aluvional de Mendoza responde a:

    (…) "una complicada y rápida evolución
    del paisaje que nos rodea. Se trata de una zona de equilibrios
    críticos que pueden transformar el medio
    rápidamente. Estos son: alta sismicidad, el clima seco con
    un régimen pluvial de 100 a 200 mm., concentrado en
    cuatro ó cinco precipitaciones de tipo torrencial"
    .

    Estas provocan serias y rápidas transformaciones
    del medio por que adquieren gran poder, debido
    a la fuerte pendiente y se encauzan peligrosamente, cargadas de
    un volumen impresionante de materiales sólidos, por
    estrechos cauces que desembocan en zonas pobladas.

    Otro elemento causante de estos equilibrios
    críticos, es el hombre, cuya acción constante
    modifica el medio ambiente que llega a perder, en muchos casos
    "su fisonomía de conjunto estable", advierte la misma
    Profesora y continúa diciendo:

    "El hombre se ha involucrado con la naturaleza al
    organizar el espacio voluntaria o involuntariamente. De manera
    que nos movemos en medio de un paisaje fruto del hombre,
    antrópico, no natural. Los mendocinos hemos creado un
    oasis en medio del desierto, pero a la para hemos roto un
    equilibrio
    natural. Esto hace que la labor diaria dependa de la inteligencia
    que el hombre emplea en defensa de la naturaleza que pugna
    constantemente por imponer y mantener su ritmo" .

    Es decir, que el fenómeno aluvional, es un
    fenómeno natural y violento, al que el hombre
    contribuiría interfiriendo negativamente y que se
    manifiesta en la creación de diques no adecuados,
    estrechamiento de los cauces, la reducción del
    número de cauces que naturalmente, antes atravesaban la
    ciudad y puentes angostos que aumentan la velocidad de
    las bajantes.

    Para esta investigadora, las soluciones a
    esta marcada inestabilidad de nuestro medio, sólo son
    posibles mediante una profunda meditación coordinada de
    todos los aspectos, naturales y humanos, asimilando esa
    situación de convergencia de factores que explican la
    realidad actual.

    Si estamos de acuerdo con la Profesora de Cerdán,
    tendremos que concluir, en que el nuevo y gran dique Frías
    y el sofisticado sistema hidrológico n solucionan el
    problema aluvional. Según ella, la falta de estudios
    especializados y el encarar el problema, desde un punto de vista
    muy parcial, condujo a la equivocación que pagamos
    constantemente por:

    (…) "negar la individualidad del comportamiento de los
    arroyos que atraviesan nuestra ciudad, e instalar un solo tipo de
    dique para todos igual".

    Cada aparato torrencial tiene un estilo propio de
    funcionamiento. Además, las precipitaciones no son siempre
    intensas en la misma proporción en cada cuenca. El tipo de
    lluvias mendocinas es localizado y afecta en distintos momentos a
    cada uno de ellos.

    Este planteo se confirma si observamos el cuadro
    irregular, resultante de la inundación. .

    "El dique San Isidro ha desaparecido
    prácticamente debajo de un espeso manto de piedra y
    lodo, arrastrados por el mismo arroyo, el Frías fue
    destruido en forma explosiva en pocas horas y los diques Maure
    y Papagallos se encuentran en diferentes estados de
    conservación" .

    Esto nos indica que no se puede ignorar la experiencia
    que nos dejó la inundación; es decir, ignorar el
    comportamiento irregular de las aguas, antes de que lleguen a los
    cuencos de los diques, para ser retenidas. Como sigue diciendo la
    Profesora Cerdán:

    "Es necesario conocer la potencia de
    los arroyos superiores y sus cuencas, que es justamente donde
    reciben su carga máxima y donde realizan un
    rápido y violento trabajo de remoción de
    materiales de todo peso y calibre. Corrección y no
    contención; es decir, retardar el tiempo de
    concentración en las cuencas altas".

    La investigadora termina su nota denunciando, que esta
    "corrección", no se ha comenzado y que es ésta y no
    la simple contención de los torrentes, la que debe ser
    objeto de estudios técnicos minuciosos. Exhorta sobre la
    necesidad de un plan de
    acción orgánico a muy largo plazo, que permita la
    vigilancia constante de los procesos
    geomorfológicos, a fin de concebir y construir un sistema
    de defensas, que no caduque, que se adecue constantemente a las
    necesidades de la zona, hasta lograr un control completo de las
    aguas.

    En parte, estos requerimientos han sido cumplidos en
    forma paulatina. La red hidrometeorológica, que opera en
    INCYTH, la limpieza de diques y cauces, el llamado a concientizar
    a la población suburbana, sobre los riesgos de la
    deforestación y mal asentamiento, etc. Pero no se ha
    tenido en cuenta, sino hasta hoy, en que se están
    realizando obras de acuerdo a las investigaciones
    de la UNC, respecto del control superior de las cuencas, mediante
    pequeños diques de contención, que corrigen el
    escurrimiento brusco de las aguas, de manera que llegando al
    dique Frías, puedan ser evacuadas cómodamente y sin
    grandes riesgos de desmoronamiento, debido a la fuerza del agua,
    que desciende por una pendiente marcada verticalidad.

    Todo esto ha sido posible, gracias al trabajo y
    perseverancia de investigadores que, mendocinos al fin, tratan de
    que hombre y naturaleza, puedan resolver positivamente, este
    enfrentamiento, que ya es inevitable.

    También se debe a la responsabilidad de las
    nuevas autoridades de gobierno que, igualmente, imbuidas de esa
    naciente idea ecológica, han estado más abiertas a
    las opiniones fundamentadas por técnicos y profesionales,
    muchas veces, desinteresados. Y han otorgado los medios, para que
    se creen, los organismos de control necesarios y se
    efectúen obras de carácter prioritario, como
    así también, los grupos de
    emergencia que, increíblemente, no existían en
    1970.

    8. Creación de nuevos
    organismos

    Con esta última y grave experiencia, se ha tomado
    la debida conciencia y los diversos organismos, se han puesto a
    trabajar. Se han creado otros para áreas que no
    existían anteriormente. Tal es el caso del Centro Regional
    Andino del INCYTH (Instituto Nacional de Ciencia y Técnica
    Hídricas). Dicho organismo, opera desde el año 1975
    una red hidrometeorológica, en un área de 600 Km
    cuadrados al oeste de la ciudad de Mendoza. A partir de 1982, se
    automatiza y se extiende.

    La aplicación más importante de esta red,
    es el "servicio de alerta hidrológica" para el río
    Mendoza y las cuencas aluvionales del oeste del gran Mendoza.
    Esto permite aumentar la seguridad de las obras
    hidráulicas, que se operan en la región y las que
    se construyan en el futuro.

    Las características de este sistema le permiten
    trabajar en "tiempo real", es decir, que la información sobre precipitación
    ó escurrimiento, está disponible en una central de
    recepción y procesamiento, simultáneamente con la
    ocurrencia del fenómeno hidrológico ó
    meteorológico en estudio ó evaluación.

    Es importante aclarar que, los objetivos de
    la red han sido elaborados considerando el aluvión del 4
    de enero de 1970 y uno de ellos es, disponer de un sistema de
    alerta hidrológica de aluviones para la ciudad de Mendoza
    y departamentos vecinos..

    El sistema funciona mediante la instalación de
    estaciones pluviométricas, seis de las cuales están
    situadas en áreas urbanas de los departamentos Capital,
    Godoy Cruz, Luján y Rivadavia; el resto, en la zona
    pedemontana.

    El río Mendoza también se halla controlado
    a través de sus dos afluentes (Tupungato y Cuevas), debido
    a los antecedentes de obstrucción del río Plomo
    (afluente del Tupungato), por parte del glaciar homónimo;
    en 1985 produjo un endicamiento y embalse de aguas con
    características peligrosas.

    Durante un curso de postgrado, entre el 28 de setiembre
    y el 23 de octubre de 1992, sobre recursos hídricos, se
    trató el tema de alerta hidrológica en Mendoza. De
    las exposiciones se obtiene la siguiente
    información:

    (…) "en la zona pedemontana de Mendoza no existen
    ríos como tales, sólo torrentes que permanecen
    secos la mayor parte del año. En esta área, las
    nevadas son débiles y poco frecuentes, la
    precipitación media anual raramente supera los 300 mm.
    Sin embargo, la mayor parte de estas lluvias precipita durante
    el verano, originadas por tormentas de tipo convectivo de alta
    intensidad y corta duración. Existen registros
    históricos de 90 mm. en una hora y registros
    instantáneos de 5 mm. por minuto".

    Estos datos, estarían confirmando la resistencia y
    funcionamiento del Frías (actual), a pesar de que no se
    dan fechas exactas de aquellos registros.

    "El tiempo real", característica del sistema del
    que hablamos, se hace imprescindible por la morfología del
    lugar y por los tiempos de concentración de los
    líquidos que oscilan, entre pocas horas a 15-30 minutos,
    según el área y pendientes; los puntos más
    altos, están a 3000 metros y los más bajos a 800
    metros, separados entre sí, por menos de 30
    kilómetros.

    Todo esto, sumado a la escasa protección vegetal,
    por depredación humana y animal, crea condiciones muy
    dificultosas para un sistema de alerta hidrológica,
    exigiendo un equipo de transmisión en verdadero tiempo
    real.

    Considerando estos informes, es
    necesario reflexionar sobre los medios o elementos que se
    están utilizando actualmente, en este tipo de
    instalaciones y que no estaban al alcance de los funcionarios e
    investigadores de los años 60. Lo que no justifica, la
    desactualización de obras antialuvionales, su
    mantenimiento y un mejor y progresivo ordenamiento urbano y
    social.

    9. Operatividad del Sistema de
    Alerta Hidrológica de las cuencas
    aluvionales

    Sin entrar en detalles del complejo sistema de alerta
    hidrológica del INCYTH, nos aproximaremos a su cometido,
    tratando de describir sus características más
    notorias.

    Por supuesto, la campaña en torno a este sistema
    se organiza durante el verano, época en que existe el
    peligro aluvional. La información básica parte del
    Servicio Meteorológico Nacional, quien tras un sondeo,
    comunica al Centro Regional andino las posibilidades de
    formación de tormenta y su localización.

    En caso de que comience a precipitar sobre las
    estaciones de la red, que están situadas
    estratégicamente, estas comienzan a transmitir
    automáticamente: identificación de la
    estación, acumulación de mm. y hora. Esto en
    sólo milisegundos y sincronizado por un solo reloj,
    él de la
    computadora.

    Luego, se define el nivel de alerta de cada cuenca en
    relación con las posibilidades de escurrimiento de la
    cuenca afectada y su grado de control y peligrosidad.

    En caso de que los datos computados deriven en un
    alerta, el operador de turno avisará
    telefónicamente o radialmente, a las personas a cargo de
    los organismos pertinentes, pera lo cual dispone de una lista de
    nombres y teléfonos oficiales y particulares.

    Uno de esos organismos es el Departamento General de
    Irrigación, cuya función ante situaciones de alta
    precipitación, es ejecutar las maniobras necesarias en el
    sistema de riego, a fin de preservar vidas y bienes.

    La Dirección Provincial de Defensa Civil posee un
    plan de emergencia muy vasto y eficiente que no existía
    como tal, en 1970 y con el que hoy podemos contar felizmente.
    Tiene como misión ejecutar las tareas de generar la
    "alerta selectiva", en las probables zonas afectadas. El plan
    incluye los departamentos de Capital, Godoy Cruz,
    Guaymallén, Las Heras, Maipú, Luján y
    Lavalle.

    Posee una estructura
    especial para atender el sistema de alerta hidrológica que
    emana del INCYTH y de la que no se informa a personas ajenas al
    organismo.

    Estos datos seguramente nos tranquilicen, porque sabemos
    ahora, que se está trabajando, velando por la seguridad de
    los habitantes de una ciudad en "riesgo natural". Pero la amenaza
    sigue latente, la inundación puede regresar y llevarse
    nuestro patrimonio, a
    nuestra propia ciudad ó tan sólo
    maltratarla.

    Podremos alejarnos cuando se nos alerte de los torrentes
    aluvionales, pero no podremos salvar a la ciudad, a nuestras
    posesiones.

    La lucha contra el aluvión
    continúa.

    10. Veinticuatro años
    después

    Muchos, sobre todo los que no fueron afectados
    directamente por el desastre, casi no lo recuerdan. Otros, tal
    vez crean que nada se está haciendo para prevenir un
    próximo aluvión.

    Como ya se ha dicho. Este fenómeno es
    impredecible. Pero hoy, gracias a las importantes obras que se
    realizan, es posible mitigarlos.

    La lucha contra el aluvión continúa y esta
    se entabla, actualmente, en el mismo piedemonte y en la misma
    precordillera; allí donde se origina el problema, en un
    área muy vasta que es necesario controlar, porque de nada
    servirá el nuevo dique Frías, en caso de que una
    fuerte precipitación se produzca fuera de sus cuencas y
    fuera de la de los otros diques, (Maure, Papagallos,
    etc.).

    Por ello, el Ministerio de Medio Ambiente
    Urbanístico y Vivienda avaló el Programa de
    Investigación y Desarrollo Manejo Ecológico del
    Piedemonte, que se inició en agosto de 1992, en la cuenca
    del Maure.

    El programa "engloba aspectos referidos a
    corrección de torrentes y control de erosión,
    mejoramiento del hábitat, investigación de procesos
    físicos y biológicos y educación" . Si bien
    sus objetivos y actividades son muy amplios, uno de ellos, capta
    especialmente nuestra atención: es el de la
    disminución del riesgo de catástrofe por aluviones,
    mediante la conservación de la diversidad biológica
    y funcional del piedemonte, "corrigiendo, mejorando y restaurando
    su capacidad de bienes y servicios a la sociedad".

    Una de sus características, es la austeridad del
    plan de actividades, ya que parte del mismo se realiza a muy bajo
    costo financiero,
    nucleando acciones voluntarias y de instituciones educacionales.
    La forestación, por ejemplo, se efectúa a
    través de las escuelas situadas en las cercanías de
    las cuencas referidas, creando así, una conciencia
    más latente de los problemas de
    un ecosistema tan
    frágil.

    Las obras que se realizan son de carácter
    intensivo y extensivo:

    "Las de carácter intensivo, que son la
    realización de pequeñas obras: trampas de agua,
    diques de gaviones, etc. y las de carácter extensivo,
    que es el mejoramiento de la vegetación natural
    presente" .

    Las "trampas de agua" permiten el aprovechamiento de las
    aguas aluvionales, al quedar retenidas en el vaso, facilitando el
    enriquecimiento subsuperficial y la recarga de acuíferos.
    Así, su entorno, se vuelve más húmedo y
    favorece el progreso de las especies transplantadas. Luego, los
    "diques de gaviones", construidos por debajo del sector de las
    trampas; módulos de tejido de alambres rellenos de
    piedras, retienen los acarreos por su estructura flexible, y en
    caso de rotura de alguna de las trampas(aguas arriba), brindan
    protección, soportando el flujo que genera la
    destrucción de aquellas. Además, su
    construcción, resulta sumamente económica ya que se
    utilizan elementos de poco costo y autóctonos (cantos
    rodados); además no requiere mano de obra calificada como
    la construcción de estructuras de
    mampostería.

    "Una ventaja adicional del empleo de
    pequeñas obras es que el sistema de corrección
    actúa, con la primera obra construida; situación
    que no se presenta cuando se construye una gran obra como las
    que existen" .

    Como vemos, aquella idea que expresaran los
    investigadores en las publicaciones periodísticas de 1971,
    ha sido concretada, esperamos que de manera eficiente, para que
    reduzcan el riesgo natural ante el cual vivimos expuestos.
    Sólo nos queda esperar, para comprobar, si lo
    materializado desde 1970, rinde sus frutos. Puede asegurarse que
    si el próximo aluvión proviniera de las misma
    cuencas que aquel, sería controlado por las obras
    actuales. Pero, como esto no es predecible, debemos seguir
    atentos a la investigación y trabajos encaminados al
    control del fenómeno.

    11.
    Conclusión

    Tras el desarrollo de los acontecimientos relatados, de
    las erráticas primeras declaraciones en torno a lo
    acaecido el fatídico domingo 4 de enero de 1970, que
    costó tantas vidas y bienes, mucho se dijo y
    especuló. Si bien es cierto que también se
    asumieron responsabilidades, fueron de carácter
    tardío. Tan tarde, que a un año del desastre, en
    plena y nueva temporada estival y con peligro de grandes
    precipitaciones, el panorama del Frías continuaba
    igual.

    Vendrían otros hombres, más capaces y con
    más elementos a su alcance que capitalizarían la
    experiencia e iniciarían una serie de acciones que
    continuarían hasta hoy.

    Pero, quién responde a los interrogantes de aquel
    aluvión. Viviendas riesgosamente asentadas, cauces y
    diques no controlados y con averías, etc.

    Es difícil hacer un análisis pormenorizado
    de todos y de cada uno de los elementos que engloban el
    fenómeno aluvional, por el tipo de comportamiento que
    manifiestan; pero existen y siempre han existido las
    señales de la naturaleza, en evidente advertencia. Lo
    hemos visto ya a través de los registros de otras
    inundaciones y en los ríos secos que aparecen ya en los
    planos de la ciudad de Mendoza, del siglo pasado.

    Honesto sería entonces confesar que, la tragedia
    no pudo evitarse porque no existían los medios para
    hacerlo, porque no se concientizó con las experiencias de
    1939 y 1959, porque tal vez no hubo preocupación por estos
    temas y sólo se trató de mantener lo que se
    había construido en 1940; un muro de tres metros de ancho,
    relleno de piedras y cubierto de una fina capa de asfalto; de
    poca altura y que al estar realizado en la confluencia de tres
    ríos secos, que luego forman el Frías, se
    habría ido cubriendo de embanque con las periódicas
    bajantes. Se sabe que estas acumulaciones no permiten el buen
    funcionamiento de los diques de contención.

    Antes de derrumbarse, el dique Frías
    habría recibido varios aportes de sedimentos, debido a que
    se había producido en sus inmediaciones, una seguidilla de
    tormentas con fuertes precipitaciones durante los tres
    días anteriores a la catástrofe.

    Era solamente el preludio de lo que ocurriría el
    4 de enero por la tarde y que acabaría con el inerme dique
    Frías, el que no estuvo en condiciones para cumplir con el
    cometido de su creación: contener y controlar los
    aluviones precordilleranos.

    Pero, no sólo no sirvió porque el volumen
    de aguas aluvionales fuera impresionante para su capacidad, sino
    porque no fue mantenido en condiciones, reforzado y controlado
    debidamente.

    La tragedia pudo evitarse, simplemente porque, de haber
    estado emplazado el dique actual, que soporta 90 mm. en 25
    minutos, podría haberlo hecho con menos volumen en 1970.
    Se aduce que para estudiar y controlar el fenómeno se
    necesitan 50 años de registros estadísticos.
    Pensamos que con 30 años, llenos de antecedentes desde
    1939, se podría haber avanzado algo más, que la
    simple observación y escasa manutención del
    Frías y otros cauces.

    Creemos que lo que ocurrió, fue por la falta de
    toma de conciencia, responsabilidad real y estudio de las
    condiciones ambientales que nos rodeaban.

    Así como hemos venido construyendo los
    últimos 50 años, nuestras casas, de manera tal que
    puedan prevenirnos de un resultado desastroso, ante un temblor de
    gran intensidad, como ocurrió en 25 de enero de 1985;
    debieron, los que tuvieron la autoridad y
    los medios para hacerlo, construir el dique que hoy nos protege,
    junto con otras obras de características especiales que
    hemos analizado. Y además crear los organismos esenciales
    para que actuaran ante una emergencia.
    Al respecto,
    resulta casi vergonzoso descubrir, que en 1970, no
    existían, ni plan ni organismo de Defensa
    Civil.

    No obstante estas carencias de carácter social,
    junto con medidas de acción ambientales de los
    funcionarios de la época, hay que decir, que la ayuda a
    los sectores más castigados por la inundación, fu
    rápida y eficaz, incluso excesiva, (según palabras
    de la asistente social María C. Amitrano), gracias al
    trabajo de los efectivos sociales que actuaron en los distintos
    albergues, que dispuso el gobierno inmediatamente de conocidos
    los hechos.

    Fue una labor improvisada, pero eficiente; de
    carísimos resultados, que esperamos hayan servido de
    experiencia real a todos; desde los que indiferentes arrojamos
    residuos a nuestras acequias, agudizando ya, aquí abajo el
    problema aluvional; hasta los funcionarios de turno, que
    responsablemente, deben atender y proveer a los estudios que
    realizan investigadores de la nueva corriente ambiental y
    ecológica, tendiente a conseguir una convivencia
    armónica, con el medio, preservándolo para que
    así contribuya finalmente, a nuestra propia
    permanencia.
    12. Bibliografía y
    fuentes

    Programa de Investigación y Desarrollo. Manejo
    Ecológico del Piedemonte del CRICYT, Mza. 1993
    Bertranou, A. y otros. "Uso del Agua y Ambiente Hídrico.
    El caso de Mendoza". CRICYT. Mza. 1978.
    Dragui Lucero, Juan. "Integración de la ciudad de Mendoza a
    través de su evolución histórica". En Actas
    de la XV Semana de Geografía. Mza. UNC. 1951.
    Ponte, Ricardo. "Aquella Ciudad de Barro". Municipalidad de
    Mendoza. 1987.
    > Solanes, Miguel R. y otros. "Aspectos sociales,
    institucionales y legales del manejo de áreas inundables.
    INCYTH., Mza. 1977.
    > Informe oficial de la Comisión Investigadora del
    Ministerio de Obras y Servicios Públicos. Gobierno de Mza.
    1970.
    > Sistema de alerta hidrológica en Mendoza. INCYTH,
    1992.
    > Alerta hidrológica de la Defensa Civil. Gno. de
    Mza.
    de Manejo Unidad Ecológico de Cuencas. CRICYT. Mza.
    1993.> Diarios Los Andes y Mendoza.

     

     

    Autor:

    Lic. José Osvaldo Antequera

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