El Psicoanálisis se ha planteado desde sus
inicios la cuestión de la muerte como
un problema vivencial y de conocimiento.
Considerando que resulta esencial para comprender la vida humana.
Pensar en términos psicológicos la cuestión
de la muerte, su
inevitabilidad, ha sido sin lugar a dudas una de las fuentes de
interrogantes esenciales del ser humano. Nos ha permitido
especialmente trabajar sin reducir la problemática a una
cuestión filosófica. Además de constituir un
posible paradigma del
límite en tanto inevitable, es también, una de las
formas posibles de pensar una articulación que nos
interesa particularmente. Comprendemos el Mito
Originario de la Muerte del
Padre como estructurante a la vez del sujeto y de la cultura;
muerte simbólica, cuya inscripción como
culpabilidad inconsciente es el fondo sobre el que la Ley opera. Este
padre muerto se vuelve más poderoso, que en vida, por
efecto de la obediencia retroactiva. Por la culpa y la deuda (el
don). Esto además porque era un padre también
amado.
Relacionaríamos el pensamiento
freudiano como universalista y el relativismo cultural, en las
significaciones de la muerte para los diferentes pueblos y
culturas. Consideraríamos además lo singular, no
solamente en que cada uno es mortal sino que también cada
uno tiene su propia forma de morir. Participamos, de manera
más o menos inconsciente, en el camino que nos conduce a
nuestra propia muerte.
La tendencia a sufrir accidentes,
muchas veces relacionados con diversos tipos de actos fallidos,
seria una forma bastante expresiva, aunque sencilla, de decir lo
mismo.
Articular duelo, muerte y desaparición es algo
problemático. Podemos tomar diversos ejes ordenadores,
pero trataremos de articular algunas relaciones con el proceso o los
momentos lógicos fundantes de la constitución subjetiva.
La idea de límite al pensamiento
mágico o místico (omnipotente), nos sostiene en el
aserto psicoanalítico: nunca nada es para siempre. Esto
quiere decir que trabajamos en el campo en donde lo más
significativo no es ciertamente la estabilidad y la certidumbre.
Cualquiera de las adquisiciones que hacemos en nuestro desarrollo
pueden trastocarse, perderse, variar, etcétera.
Los castigos míticos de exilio, locura y muerte;
la potencialidad humana a la locura como potencialidad del ser,
la locura de amor, de odio,
de ignorancia, de dolor y soledad, son los ámbitos que
nutren nuestra vida como preparación para la muerte. Cada
uno debería poder elegir
su muerte. Elegir es psicoanalíticamente hablando, lo
inconsciente que conduce, creando una cierta aceptación
para la muerte se transforma en algo "natural"; la vida que deja
lugar a la nueva vida. Pero lo traumático acecha, con la
muerte de los hijos, las desapariciones, las catástrofes
sociales que exacerban, a diferencia de las catástrofes
naturales, el narcisismo de las pequeñas diferencias. Lo
pequeño ocupa la dimensión de lo trágico y
los fundamentalismos religiosos, étnicos e
ideológicos cobran sus víctimas
sometiéndolas al poder, la
fuerza y el
terror.
Retomando la cuestión de la muerte, si bien no
existe la representación inconsciente de la propia muerte,
esto no quiere decir que no existan deseos y fantasías de
muerte. ¿Quién no quisiera, por ejemplo, un lugar
ideal, paradisiaco, con una tranquilidad absoluta como la del
nirvana?. Esta idea del "descansa en paz" (R.I.P.), es incluso
útil para los supérstites. Lo que se nos aparece
como conflictivo, paradójicamente, es la vida. Es la
fuente de disturbios y conflictos.
El lugar de la muerte es el que soporta la
estructuración del sujeto en el orden simbólico.
Freud
decía que la carta era la
palabra del ausente. Cuando nombramos una cosa, la palabra es ya
la muerte de la cosa. Al nombrar la cosa, valga la redundancia,
la cosa es otra cosa. Es algo con un nombre. Nunca hay una
relación unívoca entre la cosa y lo representado,
entre la cosa y la palabra. Lo que no podemos nombrar en las
cosas es lo que llamamos traumático. Es el silencio, el
secreto, el "saber no sabido" que se reconoce como propio
solamente por la interpretación o la construcción. Por eso trabajamos con
palabras. Lo que no se puede nombrar es el trauma. Siempre
estamos a una cierta distancia de las cosas, hay siempre un
cierto sentimiento de exilio. El momento en que nombramos,
nominamos, no es nunca el momento en que percibimos. Nuestras
palabras llegan siempre, con posterioridad, a nuestras
sensaciones. El principio del Estadio del Espejo, en
relación con el narcisismo en su especularidad, consiste
justamente en que nuestra percepción
es antropomórfica, pero a diferencia con la Psicología, para
nosotros, no existe una forma afuera, preexistente, es siempre
nuestra propia forma la que se busca afuera. La percepción
trabaja también bajo el retorno de lo reprimido. Nos
involucramos en nuestras percepciones, transferimos. Por esto
consideramos fundamental señalar el lugar de la verdad,
que no es la supuesta "percepción objetiva", sino un
atravesamiento de la subjetividad y una construcción / ficción
teórica que produce realidades que implican siempre una
interpretación. No nos referimos a la hermenéutica,
en donde se sacaría algo supuestamente profundo de
algún lugar. Se trata de una antihermenéutica en
donde interpretación es producción de sentido, de un sentido que es
nuevo y solamente verdadero para alguien en un determinado
momento.
Es siempre nuestra propia forma lo que buscamos afuera.
Por esto es imprescindible introducir aquí la
cuestión del narcisismo (amarse a uno mismo, a la propia
imagen) y
diferenciarla del lugar de la verdad como a producir. Si hablamos
de lugares y agentes nos colocamos en una concepción
esencialmente diferente a la de la
comunicación. Lugares y agentes que los ocupan
configuran modalidades discursivas. Además del lugar de la
verdad está el lugar del otro, la relación al otro.
Es a través de las identificaciones narcisísticas
como se constituye el sujeto en la alienación y comienza
la separación. El Yo como siendo otro. Con otro cuya
imagen me
constituye. El deseo es "el deseo del otro" (Otro-otro-otros),
omnipotente primigenio, todopoderoso. La cuestión de la
imagen es esencial puesto que no es un reflejo. Por ejemplo:
madres con relaciones muy violentas y hostiles con sus hijos
generan en los niños lazos muy intensos amorosos. Cuanto
más violenta sea la madre, más fuerte el lazo
amoroso con ella y por consiguiente mayor dificultad para la
posibilidad de desvincularse de ese lazo. Lo mismo ocurre en el
ámbito de las parejas. Este tipo de relaciones suele
romperse de manera violenta, sumamente impulsiva. La
fantasía de quién se separa es que dando un portazo
los problemas
quedan detrás de la puerta. No es así. Los problemas los
llevan también con ellos. Insistiendo, imagen no es
reflejo.
Es de interés
considerar como proceso de
construcción la constitución de la subjetividad humana. Si
se dan ciertas condiciones puede instaurarse una
regulación de la vida pulsional que nos brinde la
posibilidad de desear y fantasear. Esto implica inevitablemente
el atravesamiento de los tabúes (prohibiciones)
básicos universales: canibalísticos, parricidas e
incestuosos.
Si hay un otro adulto deseante que se constituye en
primer lugar como función materna será posible la
construcción de un narcisismo o amor a
sí mismo. Esto es imprescindible para la
constitución de ese "nuevo acto psíquico", del cual
surge un Yo humano definido como lugar de conocimiento y
de desconocimiento. Ese nuevo acto psíquico es el Estadio
del Espejo.
Este otro materno, como dice Wilfred Bion, debe tener
capacidad de "rèverie", que consiste en volver asimilables
algunas de las experiencias displacenteras del infante. Esto
quiere decir que estas experiencias, al retornar de una madre "un
poco buena" como la llama Winnicot, posibilitará las
inscripciones-representaciones psíquicas. Es importante
este concepto porque
no transforma a la madre en una figura idealizada, sino que
considera que además del amor también el odio tiene
existencia. Ex – iste.
En la cotidianeidad podemos observar cuando las madres,
especialmente si se trata de niños muy pequeños, no
pueden arrullar, calmar al niño.
Esto es frecuente en el trabajo con
la violencia
familiar. Es notable la dificultad de "calmar",
"tranquilizar" a los niños de parte de los miembros de una
familia
violenta. La diferencia esencial pasa por la compulsión de
repetición, ya no solo la ex- xistencia sino
también la in-sistencia: el ciclo de la Violencia.
La Psicopatología de la Vida Cotidiana, como la
violencia
familiar, nos revela, como nos lo enseña Freud, de una
manera muy clara lo que ocurre también en la psicología de todos
los seres humanos. Todos podemos pasar por momentos de descontrol
sin considerarlo un problema de violencia
familiar. En la violencia el otro es un semejante,
fundamentalmente especularizado, con imagen sin sostén en
los ideales. Las cosas son como dice el Otro, omnisciente,
todopoderoso. No hay posibilidad de bascular del otro al otro y
poder preguntarse qué quiere, que es aquello por lo que
somos reclamados por nuestro ser. El núcleo verdadero de
nuestro ser: lo Inconsciente. El deseo. Se desea alienadamente el
deseo del otro, sin poder registrar para quién se es. Para
qué y quién hacemos lo que hacemos. Por esto la
atención a las demandas de amor de las víctimas,
con la actitud de
dama de caridad o de inmiscuirse morbosamente en la intimidad de
las personas, sin que quede planteada la pregunta
¿Quién me quiere?, ¿Para qué me
quiere?, es una burla alienante que reduplica la dependencia y
conducirá a repeticiones compulsivas del : "él
dice" "él quiere", "él no quiere", etc. Poder
preguntarse sobre lo que la persona quiere
para sí misma y los demás es el camino que debemos
transitar. Del mismo modo el asitencialismo demagógico es
una falta de respeto a la
Víctimas, puesto que la cantidad excluye inexorablemente
la calidad,
estableciéndose un programa
pedagógico de sustitución de dependencias que
resulta perverso, con resultados a corto plazo y sin investigaciones
que las avalen. Si a esto agregamos la enorme dificultad del
trabajo interdisciplinario se establecen hegemonías
judicializantes, priquiatrizantes, socializantes o
psicologizantes. Todo esto lleva a la necesidad imprescindible de
replantear el montaje de los Dispositivos Institucionales para
atender problemáticas, no de Víctimas de delitos, sino de
diferentes formas de padecer o sobrevivir a la violencia. La
pérdida de la singularidad del caso, según el
método
freudiano es una forma de masificación, de
imaginarización que obstaculiza los cambios que la
persona
esté preparada, requiera y considere necesarios. En este
sentido el tratamiento de los problemas de violencia se impregnan
de violencia, aún actuada o de "buena fe" o de buena
voluntad", como militancia de fundamentalismos religiosos, al
mismo tiempo que
autoritarios. Por otro lado la curiosidad morbosa de personas no
preparadas para este tipo e trabajo, valoran el sufrimiento por
el centimetraje cúbico de lágrimas sin poder
evaluar los verdaderos riesgos. Estos
siempre aparecen en relación con el trauma, es decir al
silencio. Aquí se juega esencialmente una
concepción de lazos sociales, los modos de
establecimiento. Las concepciones judicativas se hacen desde una
chismografía caritativa, con ánimo de hacer el
bien.
Retomando la problemática de las experiencias del
niño, hay siempre experiencias que no se inscriben, que no
se registran. Esto es lo que le vuelve al niño cuando no
puede ser calmado.
A esto lo llamamos la "cosa en sí", lo que
siempre queda como "resto", como "inasimilable", lo "no
representable". El silencio del trauma.
Nos humanizamos entonces como seres escindidos,
divididos, es decir nuestra conducta
estará siempre sobredeterminada, al mismo tiempo que
producto de
loo aleatorio y de azar. Los productos
psíquicos serán una formación de compromiso
entre instancias o sistemas
psíquicos.
El amor parental, modo de encarnación del
Mito de
Narciso, es una de las facetas en las que los juegos
imaginarios del amor pueden llevarnos al ocultamiento de la
dimensión de muerte del narcisismo. Ninguna obra
clásica literaria sobre el amor ha
perdurado si no termina en la muerte. Las otras son de Hollywood.
El Psicologismo Norteamericano, tan frecuente en las
películas en que se resuelven las situaciones con
algún tipo de interpretación, estereotipada, da un
giro a la situación planteada, a partir de lo cual se
configuran los modos de conclusión de las
historias.
Pensamos entonces que es posible un amor a muerte por la
fascinación que puede producir la imagen en su
omnipotencia que puede ser feroz. Veremos esto en relación
con el autoritarismo.
Nos constituimos como Yo a partir de la imagen que nos
devuelven los otros. Este alias o alienación a la que
llamamos Yo tiene sin embargo un soporte simbólico. Es el
pasaje a través de esta primera alienación en la
constitución del yo humano, que puede surgir la
posibilidad de ruptura de este lazo narcisista con la madre. Este
Yo que a su vez es otro posibilita esa doble vertiente de
desconocimiento/no saber y la posibilidad también de un Yo
de conocimiento/saber.
En las relaciones de violencia, consideramos entonces,
el lugar de la muerte, la relación al otro y agregamos la
adhesión que el poder solicita y obtiene. Esta
adhesión tiene su fuente en la misma estructuración
del sujeto, del deseo humano. Corresponderá a una
identificación al superyó como ideal, feroz,
obsceno, omnipotente. Este es uno de los aparentes beneficios de
la adhesión, del consenso. Pero es al mismo tiempo lo que
posibilidades de puesta en cuestión del discurso, con
citas, enigmas, posibilidad de plantearse interrogantes: Sin
estas condiciones no hay tratamiento victimológico que no
sea una psicología espuria adaptativa, ejercida
esencialmente con gente sin entrenamiento
psicoterapeutico. Es comprensible que haya gente que se interese
por la Psicología, pero esto no es Interdisciplina. No es
abocarse a un problema concreto y
plantear la diversidad de alternativas que surjan de cada caso,
que es "Uno", único e irrepetible.
Esto que llamamos otro o alias es el constituirnos sobre
la base de la imagen que recibimos de nosotros por parte de los
otros. Como somos "vistos". La cuestión simbólica
aquí es para ser vistos por quienes hacemos lo que
hacemos. esto es ,sin duda una vuelta de tuerca. El poder toma su
soporte, su eficacia de la
aceptación de que es objeto. No se trata de un problema
cognitivo, sino constructivo, de actos inconscientes, de los
fundamentos de los cuales depende su eficacia.
Este otro, la madre toma o no en cuenta al padre. Si el
padre es alguien significativo para la madre, el niño
vivirá la experiencia de no ser todo para esa mamá.
Si la madre desea al padre este puede constituirse en
función y darle su nombre al niño. El niño
llevará, entonces, el Nombre del Padre. Vemos que lo que
se juega en la función materna, en este primer momento.
Función materna es una concepción que se toma en
cuenta si consideramos los aportes de la Escuela inglesa
de Psicoanálisis. En una línea
freudiana hablaríamos de lo pre-edípico, pero
esencialmente del complejo paterno. Con Lacan, mas allá
del Edipo, hablaríamos del deseo de la mujer y del
Nombre del Padre. Esto otorga una significación, un
significado al niño. Hay una producción de sentido, se trata por lo
tanto de una metáfora. Estamos ya en el nivel de la
identificación simbólica, al ideal parental. Al
producirse la sustitución del deseo de la madre por el
Nombre del padre se funda la posibilidad sustitutiva que
posibilita el desplazamiento de las cadenas asociativas, produce
como posibilidad el
lenguaje.
Esta metáfora es fundante, fundadora en tanto
posibilita la desligazón posible del niño con su
madre. Hemos visto que es mucho más dificultosa de llevar
a cabo en las relaciones violentas.
Habiéndose constituido el primer momento de
narcisisación-alienación será posible que
sobre él se produzca un corte en el camino hacia la
individuación, es decir, lo que el Psicoanálisis
tradicionalmente conceptualiza como castración, que desde
una reformulación lógica
podríamos definir en términos de límite, de
"no todo". Un límite a la omnipotencia de lo de vida y
muerte del narcisismo. A la desmesura del todo o nada. Esta es la
posibilidad de límite al poder y especialmente al poder
absoluto. Para esto es necesario que el niño sea "no todo"
para la madre y le dé lugar al padre. Luego el padre
será "no todo" para el niño y dará lugar a
la cultura.
¡Irás a la escuela porque
los niños de tu edad van a la escuela!. El Otro padre
dirá: ¡Vas a la Escuela porque Yo lo
digo!
Para la subjetivación de este límite hay
una condición previa, que está relacionada con los
ideales parentales. En esto quisiera ser muy preciso puesto que
aquí Freud se refiere a lo "parental" y no solamente al
padre o a la madre. Este ideal del que el infans se apropia,
constituye el modelo o
soporte sobre la base de la cual se constituirán las
series de las llamadas identificaciones secundarias.
Si le llamamos a la captura por la imagen
identificación primaria narcisista, la apropiación
de un ideal se constituirá en la identificación
primaria simbólica. Dará significación y
posibilitará la filiación del niño como
parte de una familia. Esta
identificación es simbólica en tanto da una
filiación, un lugar en una familia humana. Sostiene,
además, la imagen y permite su modulación en las
oscilaciones pasionales narcisísticas. Aquí primero
no quiere decir secuencia cronológica sino importancia
como momento fundante, momento de resignificaciones, siempre
"a-posteriori" en la constitución del psiquismo del
niño. Se trata de lógicas cronológicas y de
otros modos lógicos de pensamiento.
Recapitulando podríamos decir que para que se
establezca un corte o límite tiene que haberse consolidado
suficientemente, una previa relación narcisista. De este
modo este segundo momento al que llamamos separación puede
ser vivido como una pérdida, como un duelo y no como una
catástrofe. La catástrofe psíquica que se
produce en las víctimas de violación, por ejemplo.
Allí se juega la sexualidad y
también el deseo, el poder y la muerte. Por esto la
tortura va tan estrechamente relacionada a la muerte y la
desaparición.
Para que haya un corte tiene que haber algo que presente
la suficiente consistencia, un rechazo o resistencia a ser
cortado. Tiene que haber un narcisismo constituido. Solo duele,
es decir hay duelo, cuando perdemos algo que es valorado, valioso
para cada uno de nosotros. Aquí también como en el
caso de la muerte, el duelo es un concepto
generalizable que forma parte del pensamiento universalista
freudiano así como del máximo relativismo cultural
o singularidad en la que cada uno de nosotros vive algo como
pérdida según el valor personal que le
otorguemos a lo perdido. Como vemos lo universal se articula con
el relativismo cultural y da relevancia a la singularidad de la
experiencia.
Podemos considerar entonces el duelo como un modo de
nombrar la pérdida, que siempre tendrá que ver con
el miedo a la pérdida del amor, de anhelos, de deseos; la
pérdida de lo que llamamos en general "objetos". Objetos
en el lugar de la causa de la constitución de un psiquismo
humano sexuado. El Trabajo de
duelo consiste en desanudar "una a una " las expectativas que
había, que se tenía con respecto al objeto. La otra
parte del trabajo es la intensificación de los recuerdos.
Esto hace imposible la elaboración del duelo en la
desaparición, puesto que las expectativas quedan abiertas.
Esto ocurre también en los desaparecidos a causa de
desastres "naturales". La diferencia radica en que a partir de
los fenómenos naturales se desencadenan acciones de
solidaridad, que
posibilita, a modo de rèverie, el trabajo del duelo. Las
catástrofes terroríficas socio-polícas
obstaculizan las dos vertientes de elaboración. Del lado
de las expectativas acrecienta las expectativas en el derivar de
un a búsqueda y anula la posibilidad de la
intensificación de los recuerdos por la
descalificación de la valoración social que aceptan
la desaparición. Esta aceptación, o "por algo
será" nos impide valorar lo realmente ocurrido. Por otra
parte la desaparición produce un trauma, que en sentido
estricto se corresponde a una ruptura de las cadenas o conexiones
asociativas, se expresa, se pone en acto por lo tanto, en el
silencio. Por esto es que los actos rituales "en memoria" de los
desaparecidos cumplen un papel
fundamental en la respuesta social a esta pérdida. El
caminar en círculos, en demarcar tiempos y espacios. Esta
es una diferencia esencial con el trabajo del duelo.
El tercer tiempo sería entonces el del paso de la
separación a la diferencia de los sexos. En este momento
se hace posible el cuidar del otro. Se han atravesado los "modos
previos de la elección de objeto", en donde predomina el
odio del amor a muerte del apoderamiento y otras formas
destructivas del amor. Los celos y las reacciones violentas
frente al establecimiento de la pareja, la paternidad y
maternidad y el trabajo. Desencadenantes que en nuestro medio
debemos agregar el alcoholismo
como problema de salud y social completamente
descuidado puesto que no rinde el beneficio económico de
dedicarse al problema de las drogas, en
las que se hacen significativas inversiones.
Negocio este como el de las armas
imprescindiblemente protegido por las más altas esferas de
poder para que sea posible su multiplicación.
Veremos que siguiendo el esquema que planteamos podemos
considerar que las situaciones violentas se ponen en juego cuando
se dan separaciones (de las familias de origen), convivencia que
pone en juego la
identidad
sexual de cada uno y embarazo que
pone en juego la cuestión de la paternidad y la
maternidad. El trabajo, como el desempleo o
sub-empleo
cuestiona muy fuertemente el narcisismo y los roles establecidos
socialmente para el hombre y la
mujer. Recordemos
que la etimología de la palabra Crisis deriva
de términos latinos que se refieren a separación y
diferencia.
Constituido entonces el narcisismo se genera la
posibilidad de valoraciones de lo bueno, lo valioso, lo malo y lo
feo. Ética y
estética articuladas en los orígenes.
Es, entonces, la pérdida de algo valioso, que
puede registrarse como perdido y no como catástrofe, a
partir de la constitución del objeto del narcisismo, como
otro, ya no-solo semejante sino también diferente. Otro al
que llamamos prójimo.
La pérdida del objeto de la experiencia de
satisfacción que pone en movimiento al
deseo, alucinación, sueño y fantasía. Se
fundará de este modo la posibilidad de "encuentros" con el
objeto. Todo encuentro será para Freud un reencuentro con
el objeto perdido. Pérdida del objeto de la
pulsión, pérdida del objeto del deseo y en tercer
lugar, aunque siempre a posteriori, la pérdida del amor
materno que resignificará las pérdidas fundando un
espacio diferenciado, al que llamaremos con Lacan éxtimo.
Esto es un interior-exterior, es decir el Es, el Eso, el Ello o
como lo llamaba Freud "el núcleo verdadero de nuestro
ser".
Se ha abundado excesivamente, en la importancia de la
pérdida. Se ha reflexionado menos acerca de lo qué
se ha perdido. Esto ha producido una tendencia melancolizante en
el Psicoanálisis contemporáneo. En términos
de Octave Mannoni se ha resaltado solamente la especularidad de
ese Yo que se funda en el Estadio del Espejo, reduciendo el
imaginario a lo especular. El juego de las pasiones humanas,
el amor, el
odio, la ignorancia, tienen consistencia. Estos producen efectos
y son como todo producto
psíquico formaciones de compromiso entre instancias o
sistemas. La
ignorancia, que todos compartimos, nos remite a un "no querer
saber nada", que no por ello resulta menos
significativo.
El término pasiones es muy interesante, lo
suficiente como para preguntarnos que se juegan en ellas y como
gobiernan nuestras vidas. Pienso que él término
pasión no puede reducirse a ser definido solamente como un
afecto.
Recordemos que a partir de la experiencia de
satisfacción, a partir de sus huellas, de sus marcas, en sus
inscripciones, transitará un movimiento al
que llamamos deseo. El deseo va a actuar por una sumatoria de
estímulos. Huella es en Freud representación
también y por lo tanto puede ser reprimida. Los afectos no
se reprimen. Están relacionados con la experiencia de
dolor. Esto tiene que ver en su posibilidad de expresión
en el elogio de la locura, que hacemos como posibilidad humana de
enloquecer de dolor, de amor, de soledad. Esto quiere decir que
nuestro psiquismo tiende inevitablemente a deshacerse de los
afectos. En relación al amor surge entonces una
articulación con la atracción, con el deseo, con lo
buscado en tanto que perdido. El afecto no puede reprimirse,
derivará de diversas maneras siendo una fuente inevitable
de producción de equívocos. Si hay leyes a las que
llamamos proceso primario, estas regirán para las
representaciones inconscientes, no así para los afectos.
Por esto se pone tanto énfasis en el trabajo con la
palabra, la importancia de la literalidad y de su valor
fónico en el tratamiento. Esto se ha traducido
también en un escepticismo desvalorizativo de lo afectivo,
olvidando que la representación palabra del sistema
preconsciente-consciente brinda la posibilidad de la ligadura de
las palabras a los afectos que les corresponden.
Pero hay situaciones en las que no se habla, cosas,
hechos, que se prefieren ignorar. Ideas, posiciones que se
defienden apasionadamente o se rechazan profundamente. Uno de
estos temas, de vigencia actual en nuestro país, es el de
la tortura y desaparición sistemática de
personas.
Hemos perdido casi una generación de nuestros
ciudadanos más valiosos por la tortura y el exterminio
sistemático llevado a cabo por el terrorismo de
estado.
¿Cómo relacionamos lo que aparentemente
serían dos cuestiones de ámbitos muy
diferentes?.
Comparto con Robert Castel que una de las deudas
más importantes del Psicoanálisis es el estudio de
las relaciones entre la constitución de la subjetividad y
el poder. Esto se expresa en la práctica en la
ineficiencia gubernamental de caminar en la proposición
tanto de políticas
como de Dispositivos Institucionales diferenciados para los
problemas, que no se agoten en una caracterización
jurídica. Esto afecta la eficacia y la eficiencia en la
aplicación de los escasos recursos
disponibles.
Retomando el contexto y objetivo
general de la exposición decimos que se ha vivido en una
situación de terror, puesto que esto va mas allá
del miedo. El terror o pánico es a lo que no podemos
ponerle nombre. Lo que denominábamos trauma o
traumático. Es un miedo sin nombre, primordial. Es la
situación en las que trabajamos con frecuencia en los
sobrevivientes de la violencia.
Pero en este caso, el terror impuesto frente a
la posibilidad de ser "desaparecido", de la desaparición,
de estar más allá de la vida y la muerte involucra
lo social de un modo diferente. Se trata de una catástrofe
social. Existen puntos de relación entre ambas
problemáticas, puesto que cada una puede arrojar algo de
luz sobre la
otra. Ambas deben ser pensadas desde Dispositivos y marcos
Institucionales diferenciados. Estos marcos no han sido definidos
y mucho menos puesto en acción. Las tácticas y
estrategias
relacionadas con lo asistencial no son las mismas, aunque tengan,
también, puntos en común con otras modalidades de
sobrevivencia.
Es comprensible que, la dictadura de
terror, en nuestro país esto haya producido efectos
notables. Aún persistentes.
Mencionamos al pasar, la destrucción
sistemática de la Universidad
Argentina que se
inició en 1966 y que continua hasta nuestros
días.
Algunos efectos han consistido en la
proliferación de grupos con
posiciones teoricistas que comparten códigos
herméticos. Al no plantearse el problema de las
contrastaciones empíricas, es decir, no partir de los
problemas sino de imposiciones teóricas, resultan
inevitablemente dogmáticos. Esto quiere decir que se
imponen como verdades absolutas e indiscutibles. Debemos
también considerar la exclusión de los
ámbitos institucionales en los que se desempeñaban
a quienes en esos años llamábamos Trabajadores de
la Salud Mental. Era
sin lugar a dudas una época de aperturas al trabajo
interdisciplinario, que se correspondía a importantes
movimientos intelectuales y sociales en otros
países.
En relación con el tema que nos ocupa se
planteó un interrogante y se llevó a cabo una
puesta en cuestión de los efectos del poder, desde
distintas perspectivas con relación a la subjetividad, tal
vez en el aspecto menos estudiado, el de la
adhesión.
En este breve esquema de desarrollo que
tratamos de sistematizar, debemos considerar que existe una
situación de desamparo inicial en donde el otro se
constituye como alguien de quien depende la vida o la muerte del
cachorro humano, me refiero al otro (Otro), es decir a una
socialidad que es primordial, esencial en la constitución
del psiquismo humano. Esta dependencia tan particular constituye
para Freud la condición del surgimiento, de la fuente de
los motivos morales.
Ese otro puede ser un otro omnipotente, constituyendo
una extimidad que al no poder limitarse, reprimirse, censurarse,
no puede poner límites. Aquí es,
paradójicamente, donde surge la exigencia de que alguien
ponga orden. Donde se expresa la necesidad de una mano
dura.
Si hablábamos de un narcisismo de vida y un
narcisismo de muerte esto tiene articulaciones
con deseos de vida y de muerte del otro.
La desaparición de personas, sea como hecho
aislado o sistemático como en nuestro país, tiene
que ver con un deseo de muerte omnipotente que se expresa en
"matar la muerte". Esta es, a nuestro entender, una acertada
hipótesis de trabajo propuesta en el
texto con ese
título por la Dra. Gilou García Reynoso. Se
expresaría así la omnipotencia de un poder, sobre
la vida y la muerte. Este poder que mata y que pretende
además estar más allá de la muerte. Nos
encontraríamos aquí con un saber y un no saber, que
coexisten. La gente sabía y no sabía lo que estaba
ocurriendo. A esto Freud lo llamó escisión del Yo,
tema que trabajó en sus textos sobre el Fetichismo y en la
31º Conferencia sobre
la descomposición de la
personalidad psíquica así como en El Yo y el
Ello. Existe una fetichización del poder, un valor
absoluto en sí del mismo.
En estos textos queda claramente expuesto que la idea
del Ich freudiano no es la traducción inglesa de la
psicología adaptativa del yo (Ego), que tiene gran peso en
Estados Unidos
e Inglaterra.
Preguntarnos ¿Qué decimos? cuando decimos
Yo no resulta para nada obvio. Esto constituye una
delimitación esencial en la diferenciación de los
diversos modos de las lecturas de Freud y por lo tanto de los
desarrollos posfreudianos. Modos esencialmente diferentes de
pensar y trabajar en la clínica.
Hemos hablado de la constitución del yo a partir
de una imagen especular de otro adulto sexuado deseante, que
resultará inevitablemente enigmática para el
infante. Que se constituye como alienado en la imagen y el deseo
del otro.
Hemos visto que era necesario poner en cuestión
la concepción del tiempo como cronológico
rescatando el "a-posteriori". Es conveniente complejizar e
interrogarse sobre los diversos modos lógicos, no
solamente del tiempo sino también del espacio. Por eso
hablábamos de extimidad, un exterior que es a la vez un
interior, el Ello freudiano. Cuando nos referimos a la socialidad
como primordial pensábamos que el considerar la
cuestión del otro en la constitución de la
subjetividad nos llevaría no solamente a plantearnos
acerca de quien ejerce el abuso de poder, sino también los
diversos modos de respuesta sociales. Le llamábamos los
modos de adhesión. Esta cuestión hace que este
problema nos concierna a todos. Los lazos con el poder del terror
pueden establecerse desde el silencio, parálisis por
terror hasta el consenso más abierto. No se trata del
absurdo de que todos somos culpables, puesto que la responsabilidad es proporcional al poder y esto
incluye la fuerza bruta
de las armas. Debemos
considerar que es extremadamente difícil de reconocer, en
uno mismo, estas situaciones en las que tenemos vergüenza,
aún horror. Decíamos que la percepción es
narcisista y antropomórfica. ¿Las alternativas son
terror o adhesión ciega?. Pero por otra parte surge el
término, valioso: alternativas.
No podemos ser tan ingenuos en pensar que solamente
fueron víctimas los afectados de manera directa. Es
importante también preguntarnos por el conjunto de la
población. Pienso que aún no
está claro el precio que
todos hemos tenido que pagar por el terrorismo de
estado.
La tesis que
trabaja García Reynoso se refiere a que el procedimiento de
la desaparición de personas es una amenaza de
"des-estructuración" subjetiva. El que "adhiere" al poder,
quién de alguna manera acepta el procedimiento de
la desaparición, es víctima él
también del poder absoluto. Es alcanzado en el
núcleo mismo de su constitución, forjándose
de esta manera la ilusión de un yo autónomo: Yo
todo lo puedo. El precio que
pagamos es el empobrecimiento en nuestro ser y en nuestra
creatividad.
En relación con este poder abusivo no solamente
hay terror y miedo. Hay exilios internos y externos y
también se producen muchos fenómenos sobre los
cuales nos hemos interrogado muy poco. Una pregunta delicada es
si puede haber una dictadura de
esa modalidad sin consenso social. Pienso que esto no es posible
y que se abre aquí uno de los aspectos a investigar
más interesantes e ignorados de este proceso.
A los profesionales que trabajamos con la violencia
familiar nos resulta "familiar", "siniestro", reconocer el poder
de fascinación identificatoria que ejercen las personas
autoritarias, brutales, crueles, violentas.
Este otro que no tiene límites tampoco puede
poner límites. La persona puede pensar entonces soy como
él, soy todopoderoso, para mí tampoco hay
límites. Esta es una hipótesis posible siguiendo la línea
de la identificación con el agresor abierta por
Ferenczi.
La "plata dulce" conduce a una línea interesante
de interrogantes acerca de una contabilidad
psíquica, de un mercantilismo
en donde los objetos de consumo
sustituyen hedonísticamente los enigmas que nos plantean
los objetos en su relación con el deseo humano.
¡¡Deme dos!!. Consumo como
un modo de no saber, con pasión, acerca de nuestros
deseos. Aquí la demanda toma
el lugar del deseo. Demanda que es
siempre de amor. Esto funda la creencia de cada uno en el
absolutismo
del poder. Es en esta creencia que este tipo de poder se
sostiene. Siempre además demandando amor. Aquí
radica la eficacia mayor del poder. Poder imaginario, sostenido
como poder real y absoluto por el consenso explícito o
implícito que se le otorgue. Esto abriría alguna
líneas de cuestionamiento interesantes en nuestra
relación con este tipo de poder. La creencia en él
lo crea también.
"Matar la muerte", hacer desaparecer la existencia
humana. Esta es una tentativa siniestra de suprimir los
límites, que son condición de la propia vida. Es a
partir del reconocimiento mutuo que se instituye la culpabilidad
inconsciente y la deuda (simbólica, imposible de
saldar).
Los derechos del hombre, como
imperativos de una ética, no
pueden ser una moral de
ocultamiento. Implican el derecho a la vida y su correlato el
derecho a la muerte en tanto propia, intrínseca a la vida
misma.
Freud, en Temas de Actualidad de Guerra y
Muerte nos dice: "si tu quieres soportar la vida prepárate
para la muerte". E. Erikson nos describe los diversos modos de
relación con nuestra propia muerte en los distintos
momentos por el que transcurre nuestra vida. La aceptación
de la muerte es necesaria para que haya vida. Cada ves que nace
un hijo muere un hijo y nace un padre (Pierre Legendre).
Aquí uno de los desencadenantes de violencia mencionados.
Esto es estar del lado de la vida.
Estamos comentando brevemente lo que podríamos
denominar una línea de trabajo centrada en cuestiones de
tiempo y espacio que actualmente denominamos lazo social que
toman diferentes modalidades discursivas. Esto es fundamental,
como comentábamos anteriormente en tanto permite la
circulación de agentes y lugares en los juegos de las
disparidades intersubjetivas. Lugares de madres, de padres e
hijos, que se van correspondiendo con distintas "personas" en
distintos momentos. Ruptura esencial con la concepción
biologista de la sexuación y la filiación. En la
ingenuidad comercial de D.S.M.IV, de un conductismo
farmacológico. Lo que se centra en la "tipicidad", no en
la singularidad.
No podemos pensar estos problemas en términos
simplistas y confundir personas con lugares y funciones, ni en
un dualismo ingenuo bueno/malo. Es en este sentido el concepto de
discurso en
los que se interrelacionan lugares y agentes sin confundir uno
con el otro.
El trabajo de duelo implica la pérdida de algo
valorado sin que esto excluya la ambivalencia. Este trabajo
supone una presencia que Freud destacó en sus dimensiones
experiencial y mítica del hombre frente
al muerto y a la muerte. Vicisitud singular, la muerte resulta
paradigma de
todo límite posible. Es lo único a lo que sin dudas
todos nos vamos a enfrentar.
Todas las culturas que conocemos han elaborado rituales
que se expresan en prácticas socialmente reguladas de los
mitos
predominantes en esa Culturas. Esos rituales con sus correlatos
míticos son esenciales para el trabajo de la
elaboración del duelo. Esta elaboración
consistiría en poder deshacer cada uno de los lazos
libidinales que nos unían a "nuestros muertos", como una
complicada red o madeja a partir de la
cual la libido puede ligarse posteriormente a otros objetos. La
desaparición implica la incertidumbre entre la vida y la
muerte. Esto es utilizado con frecuencia ficcionalmente en las
obras de terror. Es un obstáculo irreparable en la
elaboración del duelo. Debe recurrir a otros mecanismos.
Las circunstancias históricas e ideológicas, que
limitan la solidaridad
tuvieron el efecto de potenciar el agrupamiento, de una manera
defensiva y elaborativa. El riesgo es el
encerramiento. Como Dispositivo Institucional ha sido importante
el apoyo del grupo de
pares, la denuncia de la verdad, la
organización, la lucha ideológica y aún
política.
Esto ha sido lo única que se ha revelado eficaz en este
problema, como modalidad particular elaborativa del
duelo.
Por este motivo el trabajo de duelo con relación
a los desaparecidos debe transcurrir con un modo de
elaboración como el que iniciaron las Madres de Plaza de
Mayo. Presencia, cortes en el tiempo, los jueves. . Frente a la
incertidumbre y el dolor, el caminar en círculos con un
pañuelo blanco en la cabeza fue generando un espacio
simbólico. Implicó cortes y significaciones
sociales profundos. Se trataba del deseo, no pura demanda. Las
llamaban "las locas", eran las únicas que podían
mostrar algo que tenia que ver con la verdad. La verdad de la
tortura, el terror y la desaparición. No es la
única verdad, pero es lo esencial de la verdad. Es la
posibilidad de no olvidar, de recuperar la historia, asumiendo el
dolor, el horror y la responsabilidad. Este es el único modo
posible de enfrentarse a un duelo caracterizado por la
pérdida de la realidad de la muerte. Un duelo frente a la
locura que se produjo intencionalmente con el método de
la desaparición sistemática de personas y con el
robo de niños que rompe la filiación de nuestra
civilización occidental. Un ataque a la esencia de la
Ley de la
paternidad y la maternidad. Los Derechos "son humanos" o no
los son Entonces, primero, hay un trabajo de
simbolización. La violencia siempre se origina, se causa y
determina desde el poder y la fuerza.
Madres. . abuelas. . hijos. , la Historia no ha muerto, la
historia continua. .
Dedicado al sacerdote y entrañable amigo Jose
Nasser (r.i.p.), que pese a las armas y al mitrado
cordobés participó en la defensa de los derechos humanos.
perdió la catedra universitaria, su docencia en el
seminario y su
parroquia por sus creencias.
Autor:
Ruben Musicante
musicantecba[arroba]arnet.com.ar