1.
2. Aporte
3. Dictadura
4. Protagonismo
5.
Actualidad
6. Instituciones
7. Opiniones
8. Frases
9. Participación Femenina
en gobiernos Municipales, 1970- 1998
Largas jornadas de sacrificio y abnegación
caracterizan la vida de las dominicanas. Para alcanzar el sitial
que hoy ocupan, debieron escalar por una controversial
montaña de trasformaciones políticas,
privaciones económicas y una constante
desvalorización de su poder.
Históricamente el ritmo de desarrollo de
la mujer dominicana
estuvo apegado a los vaivenes que en cuanto a la
implementación de leyes que
protegieran y reivindicaran su género, se efectuaron a
escala
mundial.
Los logros sociales, intelectuales, culturales y políticos
conseguidos por las dominicanas con sus luchas, definidas muchas
veces por el género opuesto como irracionales, han
caído como gotas de miel en un terreno tradicionalmente
salobre.
Generación tras generación, las dominicanas
recibían de sus madres las costumbres que una buena ama de
casa debía poseer, y el saber que acoge a la
sumisión, como el camino perfecto hacia la
redención espiritual, limitado por los cánones
católicos cosechados en el país desde la
época de la
colonización.
A mediados del siglo XIX, la clase femenina del país
recibía con abnegación y humildad las frases
intelectuales que las comparaban con la madre de Jesucristo (un
ser lleno de amor puro e
incondicional); al tiempo que las
usanzas de la época, las ataban a su mortal inferioridad,
por ser ellas "las causantes de la propagación del
pecado". Esta ambigüedad de sentimientos y creencias
ponían en duda la capacidad de raciocinio e igualdad de
la mujer frente
al hombre.
En los tiempos de la independencia,
no importando las delimitadas áreas en las que las mujeres
se les permitía intervenir en la vida pública de la
sociedad
dominicana, la reducida representación femenina tocaba
atrevidamente los límites, y se arriesgaba en tareas de
luchas políticas
relacionadas con la autonomía de la República.
Su labor, sin embargo, quedaba restringida a segundos lugares
aunque fuera importante, ya que las situaciones que
exigían rapidez de pensamiento
(para tácticas de guerra) o
conllevaban riesgos, estaban
destinadas de manera exclusiva a los hombres.
Para principios de
siglo, los atrevimientos y las presiones internas de las
dominicanas, salían a la luz en forma de
respetables escritoras y admirables maestras, las que se
encargaron de sembrar las semillas para el avance, el respeto y la
libertad del
género femenino en el país, inspiradas en el
pensamiento
hostosiano.
En los años que antecedieron a la dictadura de
Rafael Leonidas Trujillo los espacios de los primeros movimientos
feministas dejaban escapar sus primeros destellos, pero no en
demasía: el autoritarismo de los dominicanos, al igual que
en toda Latinoamérica era aún demasiado fuerte.
Años de lucha y de un lento despertar de conciencia
transcurrieron bajo una dictadura, una
crisis
política,
una intervención militar y los desequilibrados primeros
pasos de una nación que aprendía a vivir en
democracia, lo
que impulsó a la mujer dominicana
pensar en ella misma, en su desarrollo y
su real valorización dentro del importante lugar que ocupa
en la sociedad.
Los valores
culturales hispánicos opacaron a la mujer dominicana del
siglo XIX.
Dominicanas: amas de casa entregadas y maestras por instinto
Después de estar relegadas a la crianza de los
niños y al cuidado del hogar, a las mujeres se les
permitió ingresar en el área educativa; allí
encontró los primeros espacios para ampliar sus
conocimientos y dominios.
La mujer dominicana que nace junto a la República en 1844,
entra a la vida representativa en circunstancias
políticas, sociales y económicas muy limitadas: se
desenvuelve en una nación marcadamente rural e inserta en
un estatus económico con características feudales.
El núcleo familiar del siglo XIX acató la
tradicional práctica de la religión cristiana y
los valores
culturales hispanos; para entonces, la población dominicana alcanzaba los 120 mil
habitantes. La mujer dominicana, dentro de su delimitada geografía fue la
responsable del buen manejo hogareño y la encargada de la
educación
de los hijos, ya que como señala el historiador Juan
Daniel Balcácer, los hombres estaban en el campo o en el
ejército y algunos dedicados al magisterio.
La República Dominicana fue el resultado de la labor de
grupos
políticos específicos (los trinitarios, los
conservadores), en los que comprometidas, pero escasas mujeres,
participaron.
La colaboración de mujeres como María Trinidad
Sánchez (que arriesgaba la estabilidad de su hogar para
planificar conspiraciones pro- independencia)
y Concepción Bona Hernández (que desde su sumisa
posición de mujer, puso un granito de arena con una labor
característica de las jóvenes de la
época:
bordó el escudo de la primera bandera dominicana), pudo
parecer a algunos un atrevimiento reprochable; en realidad no,
que ellas aceptaran aquellos riesgos era una
muestra de que
también a su género les afectaba la
situación política de la
nación y por lo tanto, ellas estaban dispuestas a hacer
algo
por el cambio social
necesario para los dominicanos.
Creada la República y realizada la Restauración el
país se organiza lentamente en todas sus instancias. En
aquellas circunstancias, el papel de la
mujer aflora en el área educativa y en las letras.
Tal es el caso de Salomé Ureña de Henríquez,
quien dirigió el Instituto de Señoritas, fundado
bajo la orientación del maestro Eugenio María de
Hostos, quien abiertamente afirmaba que "los hombres deben
devolver a la mujer el derecho de vivir racionalmente".
Las primeras estudiantes de Salomé Ureña, son las
que van a conformar el primer magisterio femenino de principios de
siglo, donde figuras como Luisa Ucema Pellerano se
destacaron.
A principios del siglo XX, la mujer empieza a tener una limitada
participación, sobre todo en el magisterio y en la vida
intelectual.
Para entonces, el marco rural aún predomina en la sociedad
dominicana, la política está identificada y
sostenida por caudillos (civiles y militares), y el rol de la
mujer debe ser entendido fundamentalmente como
hogareño.
La República Dominicana alcanza el millón de
habitantes en 1920, momentos en los que la feministas Ana Emilia
Abigail Mejía, Minerva Bernardino y la poetiza Virginia
Elena Ortea sobresalen en el ambiente
social dominicano.
A pesar de la pasividad femenina experimentada en esta
década, la labor de Abigail Mejía no se puede dejar
de destacar y en cuanto a esto, la directora ejecutiva del
Proyecto para
el apoyo a iniciativas democráticas de la Pontificia
Universidad
Católica Madre y Maestra, Mu- Kien Sang Ben, coincide
con Juan Daniel Balcácer al afirmar que esa feminista
jugó uno de los papeles más estelares en la lucha
por el voto femenino del país.
En esta década existía un grupo de
mujeres interesadas en obtener derechos civiles y
políticos, la mayoría eran maestras, (Petronila
Gómez por ejemplo). Uno de los pueblos en el que
existió un reducido movimiento
feminista, aunque pero con unas ideas muy claras, fue San Pedro
de Macorís.
El proyecto con el
que las feministas querían lograr sus derechos civiles y
políticos choca de frente con el inicio de la dictadura de
Rafael Leónidas Trujillo en 1930, cuando la nación
dominicana cuenta con un millón de habitantes.
Inmediatamente la autonomía del movimiento
feminista va en declive. Las planificaciones cambian, los puntos
que les interesaba reivindicar se adaptan con carácter de
obligatoriedad a lo que era la agenda del régimen. A
Trujillo le interesaba darle un toque de modernidad al
régimen y una forma de lograrlo era incorporando a las
mujeres, pues eso lo haría ver como un gobernante
democrático y liberal.
Cuando el dictador da las primeras muestras de su estilo de
gobernar, las dominicanas sabían que si pertenecían
al movimiento feminista, debían tener tendencia
trujillista, pues esa era la única forma de apoyar que sus
ideas.
Eso implicaba, según Neici Zeller, especialista en
desarrollo de proyectos de la
United States Agency for International Development (Agencia
Internacional para el Desarrollo, AID), que si alguna mujer daba
una
conferencia o
a hacer alguna demostración, debía expresar ante el
público asistente, su gratitud al presidente Trujillo por
sus buenos deseos hacia las mujeres.
Algunas mujeres se retiran del movimiento al darse cuenta de la
magnitud de lo que sucede, otras, interesadas en destacarse
políticamente, se quedan en él. Las presiones por
los derechos políticos de la mujer y el deseo de darle un
tono más dulce a la dictadura, hace que Trujillo les
permita medir su capacidad de fuerza y
convocatoria, por eso, para las elecciones del 1934 y 1938, les
permite ejercer un voto simbólico, en cuyas boletas de
elección las mujeres debieron escribir "yo quiero obtener
el derecho al voto". Aunque se logró que las mujeres
demostraran interés,
en realidad lo que comprobó Trujillo fue la capacidad
organizativa de los grupos
feministas, que para ese tiempo estaban
apoyados por la Comisión Internacional de Mujeres, cuya
sede estaba en Washington, Estados Unidos,
organización
interesada en tener la mayor cantidad de países donde la
mujer tuviera la mayor cantidad de derechos políticos.
La presidenta de esta comisión, Doris Steven
realizó una visita al país en 1938, con lo que el
dictador comprobó el aumento de sus bonos en la arena
política internacional, (un año después de
la matanza de los haitianos).
A pesar de todo este movimiento, fue 1942 cuando Trujillo
permitió que las mujeres tuvieran igualdad de
derechos civiles que los hombres, adquirieran sus cédulas
y votaran, precisamente cuando el régimen estaba
completamente consolidado.
El número de candidatas al congreso para las elecciones de
ese año representaba un permiso más del dictador,
sin embargo, su protagonismo político no es digno de
mencionar, pues no estaban allí por tener liderazgo,
sino, por ser adictas al régimen. Entre las candidatas a
la senaduría en las elecciones del 1942 estuvo Isabel
Mayer, oriunda de Montecristi. Que las mujeres participaran en
aquellas elecciones, fue una medida que no debe enfocarse
exclusivamente en función del interés
del dictador, pues con
o sin las mujeres Trujillo continuaría con el mando, pero
él no dio espaldas a las tendencias mundiales en las que
la mujer se incorporaba al trabajo de una manera distinta a como
se le veía: ya no se concebía exclusivamente como
la compañera del hombre que
forma la familia y
cuyo rol exclusivamente es doméstico.
4.
Protagonismo
Durante la dictadura y en el ocaso de la misma, la mujer
desempeñó un papel crucial:
fueron el apoyo, sostén y motivación
para los maridos, hermanos o familiares que combatieron la
opresión, además de resistir los asesinatos o
desapariciones de sus familiares.Connotadas figuras del sector
femenino que tuvieron participación activa de la lucha
contra Trujillo. Es aquí donde el espacio de las hermanas
Mirabal muestra su
fuerza y
amplitud. Ellas son la representación perfecta del escudo
femenino dominicano con que se encontró el Trujillo en el
ocaso de su dictadura.
Las negativas de Minerva Mirabal y el apoyo emocional y
práctico que ésta recibió de sus hermanas,
no solamente ejemplificó el cansancio de una nación
respecto a una dictadura, sino el valiente rechazo que las
dominicanas acumularon durante aquellos años de
opresión. El ajusticiamiento del tirano ocurre en 1961,
cuando en el país hay tres millones de habitantes y una
sociedad no tan rural como en 1930. Las
ciudades proliferaron y el movimiento migratorio del campo a la
ciudad permitió a muchas familias de origen campesina,
asimilar la cultura
urbana.
Cabe mencionar las palabras con que Camila Henríquez
Ureña explicaba las razones por las que la mujer
adquiría el espacio que le correspondía en la
sociedad: "Al destruirse por la manufactura en
gran escala la
industria
doméstica, que constituía el trabajo
femenino, el costo de la vida
se
encareció, y el salario del
hombre no aumentó, de manera que ya no bastó para
la manutención de la familia obrera,
ni de aquella de la pequeña burguesía"
La mujer dominicana comienza a insertarse en las diferentes
instancias de la sociedad a partir de la revolución
de abril del 1965, sin embargo, en 1962 la doctora Josefina
Padilla se presenta como candidata a la vicepresidencia por el
Partido de la Revolución
Dominicana, lo que representó un avance
hacia la participación de la mujer en la vida
democrática dominicana. Este fue un proceso que se
desarrolla y que adquiere mayor dimensión en la medida en
que hay más libertades y por el hecho de que ya no es
el hombre la
única fuente de ingresos para
la familia.
Eso provocó que la mujer se incorporara a la fuerza de
trabajo, fenómeno que no fue exclusivamente dominicano,
pues
en las décadas de los 60 y 70 se operan a escala mundial
profundas transformaciones sociales; surgen movimientos
políticos, ideológicos, que le asignan a la mujer
un papel más activo, dinámico y protagónico
en la toma de
decisiones, en la participación de la vida
pública y empresarial. Luego de la apertura y de que la
sociedad dominicana se inserta dentro del sesgo moderno, afloran
nuevas profesiones. A las instituciones
de estudios superiores no sólo llega un mayor
número de mujeres, sino que escogen nuevas carreras, como
ingeniería, arquitectura,
administración de empresas,
derecho, medicina,
ciencias de la
informática, economía y sociología.
Los movimientos feministas iniciados en el 1960 y principios del
1970 se caracterizaron por la intensa lucha a favor de las
libertades públicas y la defensa de la soberanía nacional. De aquellos años
se pueden mencionar la Federación de Mujeres Dominicanas
(FMD) y otras organizaciones de
tipo
coyuntural y sectorial, como los "Comités de amas de casa"
y el "Comité de familiares de muertos, presos y
desaparecidos políticos". Según un informe que el
Centro de Investigación para la acción
femenina (Cipaf) realizó junto a otras 10 organizaciones no
gubernamentales, ("La mujer dominicana: evaluación
de una década"), es a partir de 1975, y especialmente en
los últimos años de esa década, cuando
comienza a abrirse un espacio para la percepción
de la problemática específica de las mujer. Se
inició el periodo de denuncia y comprensión de la
condición de mujer, llegando al país los efectos de
las ideas feministas que permitieron dar un viraje en los
objetivos de
los movimientos dominicanos, así como en las formas de
lucha y organización de las mujeres, todo lo cual
está relacionado con la conquista en 1978 por parte del
pueblo dominicano de una mayor apertura democrática y la
derogación de las leyes
anticomunistas que amparaban la persecución y la
supresión de los derechos políticos. El
movimiento de mujeres se fue haciendo importante en la
década del 70 y el 80, y en todo momento hubo dominicanas
que trabajaron y lucharon por las reivindicaciones del
género; una de esas dominicans fue Licelotte Marte,
conocida política dominicana que se destacó por sus
trabajos y
representaciones del país ante la
Organización de las Naciones Unidas.
En la década del 80 surgen más de 30 organizaciones
de mujeres que desarrollan actividades en áreas como
educación,
investigación, cultura,
generación de empleos, salud y promoción.
La población dominicana creció
demográficamente; de los ocho millones de habitantes que
tiene el país, el 52 por ciento es mujer, según el
último censo de población del 1993.
Las reivindicaciones que en el campo social, intelectual y
político, ha logrado la mujer, desde un punto de vista de
grupo, gremios
sociales, partidos
políticos y grupos de la sociedad civil,
son numerosas.
En las últimas tres décadas la mujer
participó en la vida pública, no de manera
restringida, pero si aplacada por el duro escudo del dominicano
machista, quien casi por obligatoriedad, tuvo que sensibilizarse
y reconocer la capacidad y el alto nivel intelectual alcanzado
por la mujer.
De cara al siglo 21, tenemos una sociedad mayormente femenina,
con una alta participación en la vida pública,
privada e intelectual. En la actividad electoral, le corresponden
a la mujer el 33 por ciento de los cargos, esto gracias a la
resolución legislativa del 8 de marzo de este año.
Mediante esa misma resolución, también se
convirtió en ley un proyecto
que modificó el artículo cinco de la Ley de
Organización Municipal, para que en la boleta electoral
municipal de todos los partidos se incluya una mujer en los
puestos de síndico o visesíndico. La comisionada
para el apoyo de la reforma y modernización de la justicia, Aura
Celeste Fernández, reconoce el alto interés de
parte de la mujer
dominicana, especialmente en esta última década, de
traspasar las fronteras del hogar y de lo tradicional para
convertirse en un ente productivo. "Este es un factor muy
objetivo, –
afirma la comisionada – pero también hay un componente de
subjetividad altísimo. No es lo mismo una mujer que aporta
en el hogar (siendo una buena ama de casa o madre de familia) a una
mujer que con esos dos componentes también aporta una
cuota de lo que es el presupuesto
familiar, porque puede estar mejor colocada al interior del
hogar, para fijar y determinar lo que son las propias
políticas, de poder
ser tomadas mayormente en cuenta por su pareja y ser respetada".
La mujer dominicana se desarrolló más al nivel de
un sector social, específicamente el nivel medio (y a un
nivel alto de la clase media), a
pesar de esto, aún hay que trabajar mucho a la mujer del
pueblo. Para Aura Celeste Fernández, esto es necesario
porque hay un componente de educación en donde la mujer
del pueblo "no tiene acceso a la educación formal y eso de
por sí es una limitante para cualquier tipo de despertar
de conciencia".
Desde enero del 1997 la Dirección General de Promoción de la Mujer de la Mujer se
encargó de canalizar las inquietudes de las mujeres
dominicanas para convertir la Ley en un instrumento de paz y
equidad. No es hasta el 21 de julio del 1999 cuando el presidente
Leonel Fernández,
promulga la ley que convierte a esa institución en una
Secretaría de Estado. Con la
formalización de esta institución las dominicanas
ganan un espacio, unas autoridades que se responsabilizan a
establecer las normas y
coordinar la ejecución de políticas, planes y
programas a
nivel sectorial, interministerial y con la sociedad civil,
dirigidos a lograr la equidad de género y el pleno
ejercicio de la ciudadanía por parte de las mujeres".
Entre las leyes que favorecen a las dominicanas en la actualidad
está la
24-97 (Ley de no violencia
contra la mujer), creada para proteger de la violencia a la
mujer y a los miembros de la familia, castigando de manera
efectiva la violencia en la casa y el abuso sexual.
Mientras que la ley 55-97 las mujeres campesinas son susceptibles
de recibir parcelas por parte
del Instituto Agrario Dominicano. A pesar de la
promulgación de la ley 24-97, que representa un logro para
la mujer, la mentalidad del hombre machista dominicano
pasó los límites a penas un año
después de formalizada. El Centro de Educación y
Asistencia Jurídica (Cejauri) registró 80 casos de
violaciones y agresiones, de las que sólo 10 llegaron a
los tribunales, mientras que el Centro de Protección Legal
y
Servicio
Social del Sur, en 1997 registró 150 casos de violencia
intrafamiliar: violaciones sexuales, demandas de
protección, reconocimientos de paternidad y demandas de
divorcio. El
alcance de la ley 55-97 también ha sido cuestionado con
frecuencia por el Centro de Estudios Sociales y
Demográficos (Cedem), afirmando que "ante a
opresión masculina y la exclusión de los más
elementales derechos
económicos, sociales y políticos, es natural que
las mujeres rurales recurran a otras alternativas: emigrar,
lanzarse a un mercado laboral hostil y
casarse temprano". Es por eso que a pesar de los avances, el
camino que le falta por recorrer a la mujer dominicana se observa
aún largo. Las jornadas de concientización a las
familias, la difusión de las leyes en los medios de
comunicación y el
establecimiento de oficinas coordinadoras en las cabeceras de las
provincias que representen a la Secretaría de la Mujer,
son sólo una parte de las necesidades del género
femenino dominicano.
Aura Celeste Fernández está de acuerdo en que
todavía hay que trabajar mucho en el despertar de la
conciencia de las mujeres. "Siento que hemos ganado mucho, pero
todavía falta por trabajar, es una labor delicada, pues no
podemos caer en situaciones extremistas. Somos sostén del
hogar y la
familia, prolijamos la unidad, porque somos las que transmitimos
las tradiciones familiares, somos las que rescatamos nuestros
muertos y los vamos haciendo vivos frente a nuestros hijos y
nietos", afirmó Fernández.
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7. Opiniones:
• Josefina Padilla
"El liderazgo
político en las dominicanas se ha desarrollado, pero no en
la medida en que la mujer debía participar, eso se debe
básicamente a que no se le concede el espacio que ellas se
merecen.
En la República Dominicana hay más mujeres que
hombres, sin embargo el hombre
tiene el derecho de participar en todos los porcentajes y a las
mujeres se les "concede" un 40 por ciento, como una
aprobación, o sea, que la mujer es un ser de segunda
categoría, así se le considera en el Estado;
pero yo creo que debió concedérsele el 50 por
ciento, que es lo que se merecen".
• Neici Zeller
"El liderazgo político de la mujer dominicana siempre ha
sido destacado, tanto en derecha, como en izquierda. Es algo que
tenemos que sopesar muy bien, porque en algunos países se
habla nada más de la mujer como una fuerza política
conservadora y aquí no es el caso, tenemos mujeres
destacadas en el
amplio ámbito político".
• Mu- Kien Sang Ben
Considero que los logros que la mujer ha adquirido han sido a
través de luchas sistemáticas. Los logros obtenidos
han sido por un movimiento organizado de mujeres. Si tu me
preguntas si soy feminista porque creo que todavía tenemos
mucho qué lograr en el ámbito de los derechos
políticos, yo te digo que sí, ahora bien, si tu me
dices si yo soy feminista y una mujer porque el hecho de ser
mujer, raya en la negación de la ética, en
la negación de un proyecto político verdaderamente
democrático, que se proyecte como un proyecto autoritario,
no soy feminista. No por ser mujer voy a defender posiciones con
las que no estoy de acuerdo o que rayan en la ética o
que enarbolan
proyectos para
mi atrasados.
• Juan Daniel Balcácer.
Todas esas universidades llegaron a tener (y tienen
todavía hoy) una matrícula elevadísima de
mujeres. Eso se debe fundamentalmente al hecho de que
también en la subconciencia colectiva del pueblo
dominicano, donde ya se han operado transformaciones muy
importantes en el ámbito sociológico y
cultural, la mujer es educada para ser un ente útil y
autosuficiente; antes la cultura era al revés, la mujer
era educada para aspirar a casarse, formar un hogar y servirle a
su marido y sus hijos.
• Aura Celeste Fernández
"Llevar el dinero a la
familia implica para la mujer tener poder, el que tiene información tiene poder, así mismo
la que aporta dinero para la
vida familiar, genera poder hacia el interior del hogar. En cada
mujer ya hay un germen de conciencia interna, de entendimiento
por la misma actitud
protagónica que asumimos en cada esfera social en la que
participamos, en donde tenemos ya el
conocimiento, aunque sea subyacente, de que somos plurales,
capaces de intervenir en las más diversas áreas."
El precio ha sido
muy alto, pero ahora estamos en una posición diferente, la
mujer ha entendido cabalmente que la mujer no sólo da para
el hogar y que su capacidad es infinita.
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"La empresaria dominicana necesita oportunidades"
Para la empresaria Elena Villeya de Paliza, la mujer dominicana
aprovechó las últimas tres décadas para
prepararse académicamente, y las que no tuvieron la
oportunidad de hacerlo, no se quedaron atrás y se
atrevieron a subsistir de forma inteligente y honesta. Al hablar
de la mujer empresaria dominicana, Villeya de Paliza se declara
convencida de que "una de las cosas fundamentales que está
cambiando, que ya ha cambiado, que debe seguir cambiando y que
cambiará aún más, es el nivel de
educación femenino". El hecho de que la mujer esté
participando en las universidades en niveles superiores a los
hombres, creará un potencial femenino muy fuerte,
según la empresaria, ya que la educación es la base
para poderse desarrollar, insertar y competir mejor en el
mercado
laboral. Un
punto considerado
importante por la dama, es la necesidad de que se les brinde a
las dominicanas la posibilidad de obtener financiamientos para
desarrollar negocio o pequeñas empresas en
condiciones competitivas. "A las mujeres empresarias les
recomendaría balance, – afirmó Villeya de Paliza –
no creo que la mujer tiene que dejar de ser mujer para ser
empresaria, sí creo que tiene que ser muy profesional.
Añadió que la madre dominicana es una madre
dedicada y trabajadora, que por principio tiende a ser honesta,
lo que indica que tiene una alta escala de valores que
debe ser protegida y propagadas a través de las
escuelas.
Cuando la mujer haya logrado su emancipación
económica verdadera; cuando haya desaparecido por completo
la situación que la obliga a prostituirse en el matrimonio de
interés o en la venta
pública de sus favores; cuando los prejuicios que pesan
sobre su conducta sexual
hayan sido destruidos por la decisión de cada mujer de
manejar su vida; cuando las mujeres se hayan acostumbrado al
ejercicio de la libertad y los
varones hayan mejorado su detestable educación
sexual; cuando se viva días de nueva libertad y de
paz, y a través de muchos tanteos se halle manera de fijar
las nuevas bases de
unión entre el hombre y la mujer, entonces se dirán
palabras decisivas sobre esta compleja cuestión. Pero
nosotros no oiremos esas palabras. La época que nos toca
vivir es la de derribar barreras, de franquear obstáculos,
de demoler para que se construya luego, en todos los aspectos, la
vida de
relación entre los seres humanos.
Camila Henríquez Ureña. Conferencia
pronunciada en la Institución Hispano- Cubana de Cultura
el 25 de julio de 1939.
De los 102,635 estudiantes de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, 38,617 son hombres, que
representan el 36 por ciento y 64,018 son mujeres, que
representan el 64 por ciento del estudiantado total.
9. Participación
Femenina en gobiernos Municipales, 1970- 1998
Año Ambos sexos Sindicas mujeres % de mujeres Ambos sexos
Regidoras
mujeres % de mujeres
1970 78 1 1.28 423 33 7.80
1974 78 1 1.28 453 48 10.60
1978 84 0 0.00 484 61 12.60
1982 94 2 2.13 584 23 3.94
1986 99 4 4.04 637 39 6.12
1990 103 5 4.85 625 64 10.24
1994 107 6 5.61 642 65 14.80
1998 117 3 2.56 777 176 22.65
De las treinta provincias en que se divide el país,
sólo diez han contado con una representante en la
Cámara del Senado (4%) contra 242 senadores
(96%).
Autor:
Manuela Lora