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Las Cruzadas




Enviado por turai




    1.
    Introducción


    3. La conquista de
    Jerusalén

    4. El apogeo del poderío latino en el
    oriente

    6. Cronología de las
    cruzadas

    7. Los Templarios.

    1.
    Introducción

    Fueron expediciones militares realizadas por los
    cristianos de Europa
    occidental, normalmente a petición del Papa, que
    comenzaron en 1095 y cuyo objetivo era
    recuperar Jerusalén y otros lugares de
    peregrinación en Palestina, en el territorio conocido por
    los cristianos como Tierra Santa,
    que estaban bajo control de los
    musulmanes. Los historiadores no se ponen de acuerdo respecto a
    su finalización, y han propuesto fechas que van desde 1270
    hasta incluso 1798, cuando Napoleón I conquistó
    Malta a los Caballeros Hospitalarios de San Juan de
    Jerusalén, una orden militar establecida en esa isla
    durante las Cruzadas. El vocablo cruzada (de ‘cruz’,
    el emblema de los cruzados) se aplicó también,
    especialmente en el siglo XIII, a las guerras contra
    los pueblos paganos, contra los herejes cristianos y contra los
    enemigos políticos del Papado. Por extensión, el
    término se emplea para describir cualquier guerra
    religiosa o política y, en
    ocasiones, cualquier movimiento
    político o moral.
    Así, en España,
    los alzados contra el gobierno
    republicano en 1936 pronto denominaron a la guerra iniciada por
    ellos mismos (1936-1939) Cruzada, por considerar que su objetivo
    era vencer el ateísmo.

    2. Contexto
    Histórico

     
    El origen de las Cruzadas está enraizado en el cataclismo
    político que resultó de la expansión de los
    Selyúcidas en el Próximo Oriente a mediados del
    siglo XI. La conquista de Siria y Palestina llevada a cabo por
    los Selyúcidas islámicos alarmó a los
    cristianos de occidente. Otros invasores turcos también
    penetraron profundamente en el igualmente cristiano Imperio
    bizantino y sometieron a griegos, sirios y armenios cristianos a
    su soberanía. Las Cruzadas fueron, en parte,
    una reacción a todos estos sucesos. También fueron
    el resultado de la ambición de unos papas que buscaron
    ampliar su poder
    político y religioso. Los ejércitos cruzados
    fueron, en cierto sentido, el brazo armado de la política
    papal.

    En un esfuerzo por entender por qué los cruzados las
    llevaron a cabo, los historiadores han apuntado como razones el
    dramático crecimiento de la población europea y la actividad comercial
    entre los siglos XII y XIV. Las Cruzadas, por tanto, se explican
    como el medio de encontrar un amplio espacio donde acomodar parte
    de esa población en crecimiento; y como el medio de dar
    salida a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de
    tierras. Las expediciones ofrecían, como se ha
    señalado, ricas oportunidades comerciales a los mercaderes
    de las pujantes ciudades de occidente, particularmente a las
    ciudades italianas de Génova, Pisa y Venecia.

    Aunque estas explicaciones acerca de las Cruzadas
    quizá tengan alguna validez, los avances en la investigación sobre el tema indican que los
    cruzados no pensaron encontrarse con los peligros de enfermedades, las largas
    marchas terrestres y la posibilidad de morir en combate en
    tierras lejanas. Las familias que quedaron en Europa tuvieron que
    combatir en muchas ocasiones durante largos periodos de tiempo para
    mantener sus granjas y sus posesiones. La idea de que los
    cruzados obtuvieron grandes riquezas es cada vez más
    difícil de justificar; la Cruzada fue un asunto
    extremadamente caro para un caballero que tuviera el
    propósito de actuar en Oriente si se costeaba por
    sí mismo la expedición, ya que probablemente le
    suponía un gasto equivalente a cuatro veces sus ingresos
    anuales.

    Sin embargo, a pesar de ser una empresa
    peligrosa, cara y que no daba beneficios, las Cruzadas tuvieron
    un amplio atractivo para la sociedad
    contemporánea. Su popularidad se cimentó en la
    comprensión de la sociedad que apoyó este
    fenómeno. Era una sociedad de creyentes, y muchos cruzados
    estaban convencidos de que su participación en la lucha
    contra los infieles les garantizaría su salvación
    espiritual. También era una sociedad militarista, en la
    que las esperanzas y las ambiciones estaban asociadas con
    hazañas militares.

    3. La conquista de
    Jerusalén

    Los cruzados permanecieron descansando en Antioquía el
    resto del verano, y a finales del mes de noviembre de 1098
    iniciaron el último tramo de su viaje. Evitaron atacar las
    ciudades y fortificaciones con el fin de conservar intactas sus
    tropas. En mayo de 1099 llegaron a las fronteras septentrionales
    de Palestina y al atardecer del 7 de junio acamparon a la vista
    de las murallas de Jerusalén.

    La ciudad estaba por aquel entonces bajo control
    egipcio; sus defensores eran numerosos y estaban bien preparados
    para resistir un sitio. Los cruzados atacaron con la ayuda de
    refuerzos llegados de Génova y con unas recién
    construidas máquinas de asedio. El 15 de julio tomaron por
    asalto Jerusalén y masacraron a casi todos sus habitantes.
    Según la concepción de los cruzados, la ciudad
    quedó purificada con la sangre de los
    infieles.

    Una semana más tarde el ejército
    eligió a uno de sus jefes, Godofredo de Bouillon, duque de
    la Baja Lorena, como gobernante de la ciudad. Bajo su liderazgo, los
    cruzados realizaron su última campaña militar y
    derrotaron a un ejército egipcio en Ascalón (ahora
    Ashqelon, Israel) el 12 de
    agosto. No mucho más tarde, la mayoría de los
    cruzados regresó a Europa, dejando a Godofredo y un
    pequeño retén de la fuerza
    original para organizar y establecer el gobierno y el control
    latino (o europeo occidental) sobre los territorios
    conquistados.

    4. El apogeo del
    poderío latino en el oriente

    Tras la conclusión de la primera Cruzada los
    colonos europeos en el Levante establecieron cuatro estados, el
    más grande y poderoso de los cuales fue el reino latino de
    Jerusalén. Al norte de este reino, en la costa de Siria,
    se encontraba el pequeño condado de Trípoli.
    Más allá de Trípoli estaba el principado de
    Antioquía, situado en el valle del Orontes. Más al
    este aparecía el condado de Edesa (ahora Urfa,
    Turquía), poblado en gran medida por cristianos
    armenios.

    Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran
    medida al aislamiento y relativa debilidad de los musulmanes. Sin
    embargo, la generación posterior a esta Cruzada
    contempló el inicio de la reunificación musulmana
    en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din
    Zangi, gobernante de Mosul y Halab (actualmente en el norte de
    Siria). Bajo el mando de Zangi, las tropas musulmanas obtuvieron
    su primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad
    de Edesa en 1144, tras lo cual desmantelaron
    sistemáticamente el Estado
    cruzado en la región.

    La respuesta del Papado a estos sucesos fue proclamar la
    segunda Cruzada a finales de 1145. La nueva convocatoria atrajo a
    numerosos expedicionarios, entre los cuales destacaron el rey de
    Francia Luis
    VII y el emperador del Sacro Imperio Romano
    Germánico Conrado III. El ejército germano de
    Conrado partió de Nuremberg (en la actual Alemania) en
    mayo de 1147 rumbo a Jerusalén. Las tropas francesas
    marcharon un mes más tarde. Cerca de Dorilea las tropas
    germanas fueron puestas en fuga por una emboscada turca.
    Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y
    peregrinos regresó a Europa. El ejército
    francés permaneció más tiempo, pero su
    destino no fue mucho mejor y sólo una parte de la
    expedición original llegó a Jerusalén en
    1148. Tras deliberar con el rey Balduino III de Jerusalén
    y sus nobles, los cruzados decidieron atacar Damasco en julio. La
    fuerza expedicionaria no pudo tomar la ciudad y, muy poco
    más tarde de este ataque infructuoso, el rey
    francés y lo que quedaba de su ejército regresaron
    a su país.

    Primera Cruzada

    El 28 de Noviembre de 1095, en el Concilio de Clermont,
    al grito de «¡Dios lo quiere! », el papa Urbano
    II invitó a todos los cristianos a tomar el camino de
    Jerusalén, ostentando una cruz como enseña. La
    Santa Sede asumió la
    organización y dirección de la empresa.
    Urbano II designó como legado suyo a Ademar de Monteil,
    obispo de Puy. Se formaron cuatro ejércitos: los
    caballeros del sur de Francia, capitaneados por el conde de
    Tolosa Raimundo de Saint – Gilles, atravesaron los Alpes,
    el valle de Po y Dalmacia; los de Lorena, al mando de Godofredo
    de Bouillon y de Balduino de Flandes, cruzaron Alemania y
    Hungría; los caballeros del norte de Francia, al mando de
    Hugo de Vermandois, y los normandos de Bohemundo de Tarento y de
    su sobrino Tancredo siguieron rutas más
    meridionales.

    El emperador bizantino Alejo I Comnend, facilitó
    a éstos el paso a Asia Menor.
    Pronto los cruzados se apoderaron de Nicea; en Dorilea (1
    –VII – 1097) obtuvieron una aplastante victoria sobre
    los selyúcidas, lo que les permitió alcanzar
    Antioquía, a través de Frigia y del Tauro, sin
    hallar gran resistencia.
    Conquistada Antioquía tras penoso asedio (1098), los
    cruzados intentaron adueñarse de Damasco. El legado
    pontificio Daímberto, sucesor de Ademar de Monteil, se
    apresuró a organizar el reino latino de Jerusalén,
    cuya Corona fue ofrecida a Godofredo de Bouillon. En Europa
    habían sido creados el condado de Edesa (1097 –
    1144) y el principado de Antioquía (1098 –
    1268).

    Segunda Cruzada(1147 – 1149)

    La conquista de Edesa por Zenguí, sultán
    turco de Mosul, hizo comprender a la cristiandad la fragilidad de
    sus establecimientos en Siria y Palestina. El papa Eugenio III
    confió a san Bernardo de Claraval la predicación de
    una nueva Cruzada, cuya dirección asumieron Luis VII de
    Francia y Conrado III de Alemania. Los ejércitos franceses
    partieron de Metz, mientras los alemanes desde Ratisbona;
    siguiendo el valle del Danubio arribaron a Contantinopla. En
    Anatolia, Conrrado III fue vencido por los turcos y
    decidió regresar a Constantinopla así desde
    allí embarcar hacia San Juan de Acre. En la ciudad Santa
    SE reunieron todas las fuerzas expedicionarias. Luis VII y
    Conrado III decidieron poner sitio a Damasco. La segunda cruzada,
    en la que había tantas esperanzas, constituyó un
    rotundo fracaso.

    Tercera Cruzada (1189 – 1192).

    Tras su victoria sobre Guido de Lusignan en la batalla
    de Hatin (Junio de1187), los turcos de Saladino se apoderaron de
    Jerusalén (Octubre de 1187) y del reino latino. El papa
    Gregorio VIII se apresuró a pedir de todos los monarcas
    apoyo para recuperar la Ciudad Santa. Afines de 1189 se sumaron a
    la cruzada Felipe Augusto de Francia y el monarca inglés
    Ricardo Corazón de
    León. Los expedicionarios alemanes, desde Ratisbona,
    tomaron la ruta del Danubio, a Constantinopla y pasaron al Asia
    Menor, donde derrotaron a los turcos cerca de Inconium; pero la
    inesperada muerte de
    Federico Barbarroja, un mes después, al atravesar el
    río Cnido, en Cicilia, privó a la tercera cruzada
    de su mejor estratega.

    No tardaron en surgir dudas y desacuerdos entre el
    monarca inglés y el francés, por lo que Guido de
    Lusignan decidió regresar a su país. La tercera
    cruzada se convirtió en una empresa personal del
    esforzado pero poco hábil Ricardo Corazón de
    León, quien logró derrotar a Saladini en Arsuf,
    pero no consiguió conquistar Jerusalén. El soberano
    inglés y el sultán turco, acordaron una tregua de
    tres años, tres meses, tres semanas y tres días; el
    mantenimiento
    de las posiciones respectivas y el libre acceso a
    Jerusalén de los peregrinos cristianos, sin armas y en
    pequeños grupos. La
    cristiandad no pudo admitir con alegría este acuerdo:
    habían sido muchas las fuerzas movilizadas para un tan
    pobre resultado.

    Cuarta Cruzada

    A la muerte de
    Saladino (1193), el papa Celestino III encomendó al
    emperador Enrique VI la organización de una nueva cruzada; pero la
    repentina muerte del monarca alemán (1197) abocó la
    empresa al fracaso. Poco después de ser elevado al trono
    papal, Inocencio III hizo un nuevo llamamiento a la cristiandad,
    instándola a anuar sus fuerzas y reconquistar los Santos
    Lugares. El emperador alemán Felipe de Suabia y numerosos
    caballeros del Occidente europeo respondieron a la llamada del
    papa , pero como se vieron los motivos que impulsaban a unos y a
    otros eran muy dispares. Mientras que el papa Inocencio III
    deseaba ardientemente la recuperación de la Ciudad Santa,
    Venecia sólo pretendía consolidar su dominio del
    comercio en el
    mediterráneo oriental; por su parte, Felipe de Suabia,
    alegando los derechos de su esposa,
    trataba de hacerse con el trono de Constantinopla; finalmente,
    debe destacarse que fue el ansia de botin, más que una
    convicción religiosa, lo que movió a la nobleza de
    Occidente a alistarse en el ejército cruzado.

    Los cruzados, no pudiendo reunir la cantidad convenida,
    pagaron los servicios de
    las naves venecianas con la conquista de la ciudad de Zara, que
    poco antes se había liberado del dominio de la
    Serenísima y se había entregado al rey de
    Hungría. Desde Zara la expedición puso rumbo a
    Constantinopla, dividida por las luchas entre Alejo III e Isaac
    II. Los cruzados tomaron la ciudad y repusieron en el trono a
    Isaac II, al que quedó asociado su hijo Alejo IV;
    éstos, según lo acordado previamente, concedieron a
    los venecianos extraordinarios privilegios comerciales y
    decretaron la unión de las iglesias bajo la autoridad del
    romano pontífice. Tales medidas provocaron un
    levantamiento popular que depuso a Isaac II y a Alejo IV y que
    elevó al poder a Alejo V Ducas; éste anuló
    todas las disposiciones dadas por sus antecesores, a lo que
    replicaron los cruzados sitiando nuevamente Constantinopla.
    Dueños de la ciudad, resolvieron no abandonarla, y
    eligieron emperador a Balduino de Flandes, mientras que los
    restantes caballeros expedicionarios y Venecia se
    repartían las provincias del imperio.

    Quinta cruzada

    Aunque muy afectado por el imprevisto fin de la Cuarta
    Cruzada, Inocencio III no cejó en su desempeño de
    agrupara toda la cristiandad occidental y, bajo la autoridad
    papal, conducirla a la conquista de los Santos Lugares. El IV
    Concilio de Letrán(1215) aprobó la
    predicación de una nueva cruzada. La muerte
    sorprendió a Inocencio III apenas iniciados los
    preparativos (1216). Su sucesor, Honorio III, prosiguió la
    empresa. Participaron en ella Andrés II de Hungría,
    el duque Leopoldo VI de Austria, Guillermo de Holanda y Juan de
    Brienne, rey titular de Jerusalén, entre otros. En un
    principio la expedición tuvo como objetivo la conquista de
    Palestina, pero no habiendo logrado expugnar el Monte Tabor, los
    cruzados se trasladaron hacia Egipto, donde
    tomaron Damieta y obtuvieron un cuantioso botín. Alramado,
    el sultán ayubita les propuso la paz, que el cardenal
    pelagio, legado pontificio, creyendo fácil la conquista de
    todo el país, rechazó, contra el parecer de Juan,
    partidario de canjear Damieta por Jerusalén. Los
    expedicionarios marcharon sobre El Cairo, pero los continuos
    ataques de que eran objetos y la crecida del Nilo les obligaron a
    emprender la retirada. Los supervivientes, para salvar su vida y
    su libertad,
    hubieron de devolver Damieta al sultán (1221).

    Sexta cruzada

    La predicó el papa Honorio III, y desde un primer
    momento se contó con el emperador Federico II
    prestaría a ella todo su apoyo y colaboración. El
    monarca alemán había hecho numerosas promesas en
    tal sentido, pero jamás había tenido
    intención de cumplirlas. (Federico II veía a la
    cruzada como algo anacrónico: a sus ojos la diplomacia era
    un arma más eficaz que la guerra; por otra parte, la
    cruzada había de favorecer los intereses del papado, su
    encarnizado rival,, pero en modo alguno los suyos.) Una y otra
    vez Federico II aplazó la expedición. Sólo
    ante la excomunión lanzada contra él por Gregorio
    IX, el enérgico sucesor de Honorio III, Federico II
    decidió embarcarse hacia Palestina, acompañado de
    un reducido ejército(1228). Su propósito no era la
    conquista de los santos Lugares, sino el establecimiento de un
    condominio cristiano-musulmán sobre ellos. Federico II y
    el sultán egipcio llegaron fácilmente a un acuerdo,
    por el que aquél recibió Jerusalén, Nazaret,
    Belén y las poblaciones situadas junto al camino entre el
    puerto de Jaffa y la Ciudad Santa; también se
    concertó una tregua de diez años(1229).

    Séptima cruzada

    En 1939, poco antes de expirar la tregua acordada en
    1229, Teobaldo de Champaña, rey de Navarra, dirigió
    una expedición a Tierra Santa, sin resultado alguno. Como
    respuesta, los musulmanes se adueñaron nuevamente de
    Jerusalén. Un año después, en 1240, Ricardo
    de Cornualles recupera los Santos Lugares para la cristiandad,
    pero por poco tiempo: en 1244 las fuerzas cristianas en Palestina
    eran derrotadas en la batalla de Gaza y, como consecuencia, solo
    jaffa y San Juan de acre permanecían bajo su dominio. Ante
    este desastre el papa Inocencio IV Hizo un nuevo llamamiento a
    los príncipes cristianos. Luis IX de Francia asumió
    la dirección de la cruzada. El monarca y lo mas granado de
    la nobleza Francesa embarcaron en Aigües-Mortes (1248),
    rumbo a Chipre y Egipto, donde, tras apoderarse de Damieta
    (1249), marcharon sobre El Cairo. Como hicieran treinta
    años antes los expedicionarios de la Quinta Cruzada, Luis
    IX y sus caballeros desoyeron las ofertas del sultán
    egipcio de canjear Damieta por los Santos Lugares. En las
    proximidades de Mensura los musulmanes infligieron a los cruzados
    una dura derrota, y en la retirada fue hecho prisionero el rey
    Francés con buena parte de su hueste. El precio de su
    libertad fue la entrega de Damieta y de un millón de
    besantes de oro. Desde Egipto Luis IX paso a Palestina, donde
    permaneció varios años, hasta 1254, impulsando la
    fortificación de las pocas plazas en poder de los
    cristianos.

    Octava Cruzada

    La perdida de Jaffa y de Antioquía (1268) Hacia
    proveer un inmediato fin de los establecimientos cristianos en
    Oriente. Ello Movió a Luis IX a tomar nuevamente la cruz.
    Probablemente cediendo a los deseos de su hermano Carlos de
    Anjou, rey de Nápoles y de Sicilia, deseoso de liberarse
    de los piratas que asolaban las cosas de los estados, el monarca
    Francés decidió atacar al Islam por la
    retaguardia. Desde Aigües-Mortes, donde embarco el 1 de
    agosto de 1270, puso rumbo a Túnez. Poco días
    después de haber formado el cerco de esta ciudad, se
    declaro una terrible epidemia entre los sitiadores; el 25 de
    agosto sucumbía Luis IX. La expedición quedo al
    mando de Carlos de Anjou, quien obtuvo del sultán tunecino
    un ventajoso tratado (1270). En 1274 el papa alentó una
    nueva expedición, a la que prometio su ayuda el emperador
    Rodolfo de Habsburgo; pero no paso de ser un proyecto. Aun en
    el s. XIV la cristiandad organizo varias campañas contra
    los infieles, que no pueden ser calificados de
    cruzada.

    Consecuencias De Las Cruzadas  

    La expulsión de los latinos de Tierra Santa no puso fin a
    los esfuerzos de los cruzados, pero la respuesta de los reyes
    europeos y de la nobleza a nuevas convocatorias de Cruzadas fue
    débil, y las posteriores expediciones se llevaron a cabo
    sin ningún éxito. Dos siglos de Cruzadas
    habían dejado poca huella en Siria y Palestina, salvo
    numerosas iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes
    castillos, como los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en
    la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de
    Trípoli y Monfort, cerca de Haifa (Israel). Los efectos de
    las Cruzadas se dejaron sentir principalmente en Europa, no en el
    Próximo Oriente. Los cruzados habían apuntalado el
    comercio de las ciudades italianas, habían generado un
    interés
    por la exploración del Oriente y habían establecido
    mercados
    comerciales de duradera importancia. Los experimentos del
    Papado y de los monarcas europeos para obtener los recursos
    monetarios para financiar las Cruzadas condujeron al desarrollo de
    sistemas de
    impuestos
    directos de tipo general, que tuvieron consecuencias a largo
    plazo para la estructura
    fiscal de los
    estados europeos. Aunque los estados latinos en el Oriente
    tuvieron una corta vida, la experiencia de los cruzados
    estableció unos mecanismos que generaciones posteriores de
    europeos usarían y mejorarían, al colonizar los
    territorios descubiertos por los exploradores de los siglos XV y
    XVI.

    6. Cronología de
    las cruzadas

    Aunque Las Guerras Santas han existido por siglos
    innumerables, La Cruzadas son las ocho campañas en las
    Tierras Santas que tuvieron lugar de 1095 hasta 1270 . La
    siguiente es una cronología global de esas ocho
    campañas:

    La cruzada de los labriegos

    1095-1096

    La primera cruzada

    1095-1099

    La segunda cruzada

    1147-1149

    La tercera cruzada

    1189-1192

    La cuarta cruzada

    1202-1204:

    La cruzada de los niños

    1202-1202

    La quinta cruzada

    1218-1221

    La sexta cruzada

    1228-1229

    La séptima cruzada

    1248-1254

    La última cruzada

    1270-12??

    7. Los
    Templarios.

    La Orden del Temple fue fundada en 1118, para asegurar
    la custodia de los Santos Lugares, y proteger las rutas de
    Peregrinacíon. La Orden alcanzó su máimo
    esplendor en el siglo XIII.

    Los caballeros de Dios, hora de la Iglesia y la
    Cristiandad.

    Su lema tanto para entrar en combate, como para inciar
    cualquier accíon de ayuda al prójimo era: NON
    NOBIS, DOMINE, NON NOBIS, SED TUONOMINI DA GLORIAM.

    "Da Gloria, no para nosostros, Señor, no para
    nosotros, sino para tu nombre".

    Era una fuerza militar muy bien organizada y formban las
    fuerzas de chequq en toda las Cruzadas. En el ataque estaban en
    vanguardia y
    en las retiradas, en la retaguardia. Durante un siglo aseguraron
    el gobierno efectivo del Reino Latino de Constantinpla. No
    pagaban impuestos, tributo ni peaje, solo obedecian al Papa y
    tenian posesiones en toda Europa y Oriente Medio…

     

     

    Autor:

    José Salto

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