1.
Introducción
3. La Ciudad Y La
Comunicación
4. Las telecomunicaciones y la
modernidad
5.
Telepolis
6.
Notas
7.
Bibliografía
El desarrollo de
las telecomunicaciones debe empezar por esclarecer dos
estrategias de
abordaje, la primera tiene que ver con el establecimiento de las
prácticas simbólicas como algo inherente a lo
propiamente humano y cómo ellas encuentran en los medios de
comunicación un desarrollo necesario en el devenir de
la comunicabilidad, la segunda estrategia tiene
que ver con el lugar privilegiado en el que ellas se elaboran,
ese lugar es la ciudad que en tanto espacio comunicacional asume
los medios masivos
de circulación de intercambios simbólicos como
formas de control,
disciplinización y pertenencia para poder
subsistir como garantía ciudadana de ordenamiento. Es por
ello que el presente trabajo explora tanto el ámbito
simbólico como el urbano para aclarar en esa
relación símbolo-ciudad el devenir de la
comunicación de lo físico, a lo análogo
y a lo digital.
En primera instancia se presenta lo simbólico
como lo propiamente humano para luego abordar la ciudad como
espacio comunicacional y luego establecer ese desarrollo de las
comunicaciones
en ella que se presenta como un devenir sin el cual la ciudad no
podría simplemente existir.
Si pudiéramos definir lo humano de un modo
simple, definiríamos lo humano como aquello propiamente
simbólico, a diferencia de los animales, los
hombres nos relacionamos con el mundo de un modo
simbólico, al decir de Ernst Cassirer, más que
animales racionales, nuestra gran diferencia con lo animal es
nuestra capacidad para simbolizar, por lo tanto la diferencia con
ellos no radica en la racionalidad (en nombre de ella hemos
cometido actos que superan inversamente lo animal) sino en lo
simbólico, afirma entonces que somos animales
simbólicos. Compartimos con ellos una cualidad expresiva,
esa cualidad expresiva es la que hace que un animal marque su
territorio con respecto a otros animales o que las aves canten o
que las ceremonias del celo tengan contenidos expresivos visibles
para los demás, sin embargo estas cualidades expresivas de
los animales que se reflejan en cambios de color, cantos u
olores están en un ámbito de esquemas de
relación del animal con el mundo que denominaremos como
esquemas de Acción y Reacción, un animal expresa
esas cualidades como reacción a ciertos estímulos
perceptivos, más no elabora pensamientos, simplemente, en
su universo, el
animal se relaciona con el mundo de un modo reactivo: Frente a
la muerte el
animal no elabora pensamientos de miedo, aunque puede sentir las
expresiones de aquello que se lo motiva, simplemente reacciona
ante los estímulos prolongando en acción su
percepción, el animal vive un universo en
el que su cuerpo prolonga el movimiento de
los estímulos perceptivos en más movimiento, es
sólo que ese movimiento no es longitudinal sino que opera
como desviación, esa respuesta al estímulo se
prolonga en el animal pero su cuerpo, en la reacción, lo
transforma en otro como cualidad, como pura expresión.
¿Qué nos diferenciaría entonces de lo
meramente expresivo animal?. Lo simbólico, por un proceso que
opera en la transformación de lo originariamente humano,
al desarrollar una habilidad propiamente técnica del uso
de la mano, el hombre
desarrolla el lenguaje y
su cerebro, lo que
lo distancia de lo animal (ver André Leroi-Gourhan), su
capacidad técnica transforma su cerebro y las cuerdas
bucales, logrando de este modo producir sonidos articulados que
permiten la circulación comunicacional más que
expresiva, simbólica. Los hombres no sólo se
expresarán sino que tendrán la capacidad de
producir símbolos que circulan en el ámbito
comunicacional de sus comunidades, las comunidades humanas
serán comunidades simbólicas que los identifican
como comunidades culturales. Los hombres sólo pueden
existir en estas comunidades, su naturaleza es
propiamente social. Sin embargo, lo que sucede es que esa
naturaleza simbólica no se mantiene en un esquema de
Acción y Reacción, da un paso más
allá y torna el movimiento en símbolo, es como si
el símbolo transformara el movimiento y lo convirtiera en
intervalo y ese intervalo ya no es movimiento, sino pensamiento,
es un paso del movimiento (cualidad espacial) al Tiempo. La
capacidad del hombre para
transformar el movimiento en tiempo es lo que nos conduce al
pensamiento, los primeros medios de transporte y
la invención de la Escritura en
Mesopotamia 3.500
años antes de Cristo son la expresión de su
desarrollo: la utilización de la rueda, los carruajes, las
canoas, etc. El hombre habita un universo no animal sino
simbólico, un mundo de pensamiento, sin obviar que el
hombre también puede asumir esas potencias reactivas de lo
animal, los hombres habitamos un mundo en el que lo que podemos
percibir, lo podemos percibir como símbolo, no es la cosa
lo que percibimos sino lo que nos significa de ella, no vemos una
piedra si ella no nos significa algo, nuestro universo es tan
grande como nuestra capacidad para nombrarlo, no olvidemos que
cuando Dios crea el mundo, crea un mundo por la palabra, cuando
dijo Luz, ella
empezó a existir; es así como nuestro mundo, a
diferencia del animal, es un mundo hecho de nuestra capacidad
para simbolizarlo; una divinidad, no es una cosa, es el
símbolo de la creación o del amor o de la
muerte, pues
una divinidad es la consumación simbólica de una
manera de relacionarnos con el mundo. Fuera de nuestra capacidad
para nombrar o simbolizar no existe nada, nada existe que no
pueda ser nombrado, es así como el universo
humano difiere del animal, un erizo vive un mundo que le es
propio y no es el nuestro, es diferencialmente distinto del
nuestro pues no es simbólico sino expresivo, es pura arena
y agua y
alimento y seres pero no lo percibe simbólicamente,
nosotros sí.
En un universo semejante, los intercambios
simbólicos adquieren valores
comunes en el interior de una cultura que
los legitima como prácticas desde el consenso, pues un
símbolo sólo puede tener sentido cuando circula
colectivamente y lo que se comunica siempre es simbólico,
de este modo la circulación de la comunicación dentro de la cultura
está garantizada por ellos. Dentro de esa gama
encontraremos, desde señales de humo, rituales y pinturas
ceremoniales hasta los sofisticados sistemas de
telecomunicación actuales que sirven de soporte a esa
circulación simbólica.
3. La Ciudad Y La
Comunicación
Lo que haremos en lo que sigue es explorar los modos que
toma esa comunicabilidad en las relaciones que los hombres
establecen entre sí y veremos cómo la ciudad es un
espacio comunicacional en el que se optimizan los procesos de
intercambio simbólico.
Los procesos de identidad
cultural radican en una identidad simbólica, se
diría que es la pertenencia a unas prácticas
culturales determinadas las que garantizan tal identidad, por lo
tanto si tenemos espacios de comunicabilidad es en la comunidad o la
aldea en la que se tienen que garantizar esos espacios, es
así como la sociabilidad propia del hombre tiene que estar
garantizada por un espacio comunicacional que puede ser el lugar
que lo une a otros, que lo concentra para protegerse y para
integrarse y además que en el plano simbólico le
permite saber a qué o a quienes pertenece. Por las
prácticas simbólicas inherentes a todo proceso
comunicacional se garantiza la adscripción a una unidad
simbólica que lo trasciende: la cultura. Dentro de ese
marco de referencia tenemos entonces la posibilidad de inscribir
no sólo la comunicación como un fenómeno de
intercambio simbólico a distancia sino con soportes tales
como el cuerpo (tatuajes, collares, pinturas, incisiones,
ablaciones, el Quipú inca etc.) el espacio físico
(el templo, el tambo, el camino, el tótem o la pintura
rupestre) fenómenos físicos (la lluvia, el trueno,
los cometas -recuérdese la visión que tiene
Moctezuma que hizo pensar a los españoles que ya los
esperaban gracias a la Telepatina- la astrología)
etcétera. Todos ellos representan ese universo
simbólico que habita el hombre y que como lo
planteábamos anteriormente significa su adscripción
a una comunidad cultural que lo sustenta. Las formas que toma ese
universo enlazan al hombre a la comunidad y en ella circulan como
mecanismos de identidad; ahora bien, el desarrollo que cada una
de esas formas adquiere es diferencial en cada sociedad y es tan
sofisticada como amplio es su dominio
territorial, pues la noción de comunidad debe crecer
simbólicamente en la medida en que el territorio, la
unidad mínima expresiva, debe contener dentro de sí
las marcas de ese
dominio o control de la comunidad y ellas deben ser entendidas
por aquellos que hacen parte de una comunidad simbólica
diferente. Si antes afirmábamos que la maniobrabilidad
técnica transforma el cerebro o el cuerpo, ahora diremos
que el territorio debe ser la expresión de ese dominio de
una forma simbólica. La comunicación de ese dominio
siempre debe ser expresada de una manera simbólica, se
dice de grandes conquistadores que marcaban con cadáveres
el territorio que conquistaban, los romanos al expandir su
territorio tenían que garantizar la circulación de
tropas por carreteras, construían acueductos o templos en
ellos y articulaban ese espacio a su imperio (Hispania, Gales o
Bretaña). El imperio Inca tenía unos sistemas de
carreteras(1) – cuando eran empinados se convertían en
escalas para garantizar la circulación peatonal- haciendo
del imperio un espacio comunicacional con un sistema de
calzadas que alcanzó cerca de 15.000 kilómetros de
longitud que confluían en el Cuzco y que a su vez
permitía que Manco Capac se alimentara con peces del
Atlántico en pleno Machu Picchu pocas horas después
de pescados y todo gracias a un sistema de postas que
recorrían esos caminos – para lograrlo, lo hacían
masticando la hoja de coca-.
El espacio y la marca comunican
el dominio, lo expresan de un modo que puede ser violento o
integral, pero en la medida en que el territorio crece, crecen
las necesidades comunicacionales, pues es necesario garantizar en
su interior la circulación de las señales o la
advertencia o el control (El imperio Persa -alrededor de 600
años antes de Cristo- mantenía su unidad gracias a
un eficiente sistema de comunicaciones basado en los correos a
caballo y sitios de la carretera en que se hacían los
cambios de éstos). Encontrada esta relación de lo
simbólico y lo territorial, podemos afirmar que la
comunicación es esencial no sólo en el mantenimiento
de la comunidad simbólica sino que tiene que garantizar el
control sobre él, por lo tanto se deben desarrollar
soportes de comunicabilidad que circulen en el territorio de un
modo eficaz: la carretera, las señales de humo o las
palomas mensajeras o incluso el eco (el jodler o gorgojeo o el
silbido de los pastores alpinos y campesinos al rebotar en las
paredes de las montañas) o las campanas medievales, sirven
para superar las dificultades físicas del enlace
simbólico y se convierten en modos de comunicabilidad que
en última instancia garantizan el control de un espacio
(El estadounidense Paul, se convirtió en héroe
nacional por haber cabalgado una noche entera para avisar de la
llegada de los ejércitos ingleses). La libre
circulación de tropas por un espacio determinado hace que
se construyan puentes o carreteras, las señales de humo
(codificado el significado de la forma o la cadencia de la
emisión) de los indígenas norteamericanos
permitían mediante la mirada un rango de comunicabilidad
apreciable. Existen pues los territorios y en ellos lo que se
debe garantizar es un espacio comunicacional de integración y defensa, esa es la lógica
de los intercambios culturales: por un lado la
identificación de todos los individuos como pertenecientes
a unas prácticas simbólicas determinadas y por el
otro la expresión de esa identidad en marcas y huellas en
el territorio.
Cuando aparecen las primeras ciudades ellas se
convierten en espacios comunicacionales que deben optimizar el
intercambio simbólico en unos soportes que compartan los
ciudadanos, la aparición de la escritura es fundamental al
transformar las culturas orales (por ejemplo la griega arcaica)
en culturas que depositan su memoria en la
fijeza y la publicidad de la
escritura. Para las culturas orales (muchas precolombinas
incluidas) la cultura se transmite por la boca y el oído
-obviamente los símbolos también circulan como
percepciones en todos los demás sentidos- de allí
que la palabra se convierta en un soporte fundamental en la
educación
de las nuevas generaciones que son integradas a la comunidad
mediante la oralización de todo su pasado mítico en
leyendas,
anécdotas o historias. La aparición de la escritura
pone de relieve un
factor fundamental en la cultura y en las prácticas
simbólicas: la fijeza la circulación de la palabra
y la publicidad que se le pueda dar a ella en forma de texto escrito,
ya no es necesario un interlocutor físico para poner en
circulación la palabra, Platón se
quejaba de que quienes lo leyeran podrían interpretar
muchas cosas de las que él no podría defenderse,
obviamente aún lo leemos e interpretamos y él no
está presente para poner en duda o en acuerdo todo aquello
que decimos de él, Borges afirma que
la filosofía es un dialogo perpetuo
con él y con Aristóteles, pensamos que es un simple
monólogo.
La aparición de la Escritura fue tan
transformadora que ya aquello que se realizaba en la plaza
pública -como era el filosofar o la justicia o el
historiar- pasó a ser una acción mediada por la
palabra fija de la escritura. La lectura es
una acción autista en la que el interlocutor, sea
filósofo, Estado o
historiador se hallan ausentes. Es por ello que otro
fenómeno como la aparición de la imprenta (2) va a
transformar toda nuestra concepción del mundo al permitir
la circulación masiva de la escritura y la necesidad del
aprendizaje de
ella para la libre circulación de nuestro universo
simbólico en palabras fijas que publicitaban nuestro
universo simbólico. No podemos en este momento olvidar que
una cultura que deposita en el libro toda su
capacidad comunicacional lo hace para integrar y dominar un
territorio que ya no sólo será físico sino
mental, ese territorio mental es el de los imaginarios
colectivos. La Biblia es, en el universo simbólico de
Gutenberg, el elemento central de una necesidad de
circulación masiva del mensaje cristiano que debe
atravesar todo el universo social de la Europa de ese
entonces, pues debe legitimar los poderes que se sustentan en ese
mensaje. Es obvio, entonces, que la aparición de la
imprenta es fundamental en la legitimación de los poderes
y es por ello que evidenciamos que los medios de
comunicación son el espacio mediante el cual se legitiman
esas expresiones culturales como mecanismos de integración
cultural y simbólica a una comunidad determinada. A la
lógica del territorio como control e integración,
la aparición de la imprenta se articula como un mecanismo
en el que circulan los intercambios simbólicos necesarios
para la integración ideológica de la comunidad
cristiana. También está el hecho de que se legitima
la representabilidad en imágenes
visuales del santoral cristiano para que la comunidad iletrada
pueda ver esas imágenes con adoración y reconozca
en ellas su pertenencia a la comunidad, lo que generó una
identificación de ellas con la representación
mental y se convirtió en culto por las imágenes. La
reproductibilidad técnica genera un mecanismo
comunicacional inserto en unas prácticas simbólicas
que la convierten en un instrumento de integración y
control. Cuando aparecen las Linternas mágicas, un sistema
de iluminación similar al de los proyectores de
diapositivas, el padre Kircher en 1646, en su fascinación
por ella: " Ubica a la Linterna Mágica dentro de un
conjunto de dispositivos de ilusión muy variados que
tienen por objetivo
común provocar la credibilidad de los catecúmenos.
Le confiere, como lo hará más tarde la
Compañía de Jesús, gran importancia como
instrumento para la propagación de la fe " (Perriault,
1991).
4. Las telecomunicaciones y
la modernidad
Demostrado el hecho de que los soportes de la
comunicación integran y controlan el imaginario colectivo,
veremos en la Modernidad y en
el espíritu racionalista que la inspira la necesidad de
producir soportes comunicacionales que integren una
territorialidad en expansión, con el descubrimiento de las
Indias occidentales y su integración al universo
simbólico europeo, las prácticas comunicacionales
tienden a generar símbolos que intercambian diferentes
culturas, es así como aparecen versiones indígenas
de la virgen (morenas) o los españoles al ver morsas creen
ver sirenas y las tratan como tal o los indígenas que al
ver jinetes, no veían hombres sobre caballos (que
desconocían) sino algo muy similar a una bestia o una
divinidad que lanzaba fuego y mataba. Cuando el conquistador
aparece en escena, planta una cruz y una bandera que son el
símbolo de la posesión sobre un territorio, una
marca, una huella que habla de una expansión territorial
que debe comunicar simbólicamente su llegada,
inicialmente, la comunicabilidad con los territorios conquistados
se traduce en símbolos que circulan en galeones
transportando lo que para los europeos era el símbolo de
poder: el oro, las piedras preciosas, la plata, etc. Los sistemas
de navegación se convierten en primera instancia en una
primera forma de comunicación con el viejo continente y
que lee en el cielo a través de sextantes la ruta, el
camino a las indias y a la riqueza. Es por ello que se desarrolla
la industria
naviera y ella apareja la necesidad de un mejoramiento de los
aparatos, la riqueza extraída no siempre noblemente de los
territorios conquistados permite el desarrollo de técnicas
de visión como el telescopio o el catalejo, pues al
aparecer la necesidad, su desarrollo puede ser financiado y es
así como la modernidad entra de plano en la
financiación de proyectos de
investigación o experimentación que
coinciden con la ampliación territorial de los estados
(3). Holanda, potencia
comercial de ultramar es la que se convierte en el lugar
privilegiado para el desarrollo de los telescopios y una serie de
proyectos ópticos que permitirán su
sofisticación en catalejos, microscopios y demás
juegos de
lentes. Lo que tratamos de afirmar es que el territorio y su
expansión crean necesariamente un desarrollo de las
tecnologías comunicacionales. El desarrollo
científico y racionalista a partir del Renacimiento, va
a ser la base sobre la que aparezcan las primeras
tecnologías telecomunicacionales. Ellas se van a sustentar
tanto en la física (4) como en la
electrónica y van a ser los soportes
comunicacionales privilegiados dada su capacidad para permitir el
intercambio simbólico a distancia. Cuando Galileo propone
el universo como un libro escrito por Dios en caracteres
matemáticos, abre un territorio antes desapercibido a la
racionalidad, la aparición del tele y el microscopio son
invenciones que permiten penetrar en fronteras perceptivas
desconocidas hasta ese entonces, el universo simbólico del
hombre se amplía en lo micro y lo macro al hacer visibles
planetas
(Galileo descubre Saturno en 1610) o microorganismos, se abre y
expande a cada nueva experiencia perceptiva que mediada por el
aparato debe nombrar, clasificar y legitimar dentro de esa nueva
territorialidad vasta y ya infinita; Al ampliar y nombrar
galaxias nuevas o microorganismos nuevos, la solidez cerrada del
mundo medieval se convierte en un Tonel de las Danaides que
sólo a través del desarrollo científico y de
la física o las matemáticas pueden ser explicables,
leyes
universales, conceptos y categorías que agrupan y explican
el funcionamiento gravitatorio de los planetas, las cadenas
evolutivas y demás le permiten al hombre moderno ubicarse
en el sustrato de la producción simbólica y
científica. La Razón se metaforiza como Luz, pues
al permitir la visibilidad de los fenómenos físicos
o químicos, le otorga al hombre la experiencia de un mundo
previsible, estable e infinito (sólo hasta mediados del
siglo XIX Cantor introdujo la noción en la matemática) que sólo a través
de la ciencia
puede devenir imagen, Siglo de
las Luces, Enciclopedia, el mundo es pequeño para quien
hace del cosmos una extensión territorial medible y
ordenable.
Lo anteriormente planteado sugiere que a una
extensión territorial del dominio, la sigue una
sofisticación de los soportes comunicacionales, es
así como durante la Modernidad se potencia el desarrollo
de las telecomunicaciones de una manera insospechada hasta
entonces, los fenómenos de ondas sonoras o
lumínicas (5), el electromagnetismo (6) y la electricidad (7),
son medidos, experimentados, descubiertas sus leyes y
desarrollados. A un universo infinito, le sigue un desarrollo
amplio de las técnicas de comunicación y es
así como aparecen el Telégrafo (8) y el
teléfono (9), Niepce en 1820 desarrolla y capitaliza en
Helioscopias la Cámara Oscura, Muybridge (10) intenta
darles movimiento y con Edison les intenta dar hasta sonido a esas
imágenes y de allí al cine
sólo hay que dar un paso (11). La luz eléctrica y
todo lo que la acompaña son una cascada de invenciones que
están en la base de los soportes telecomunicacionales. El
desarrollo cada vez más amplio de esas técnicas
está en proporción directa a la experiencia
simbólica del hombre, a más universalismo, mayores
tecnologías. No sorprende entonces que a la
expansión suceda la invención, el desarrollo
telecomunicacional está ligado a nuestra experiencia del
mundo, un mundo abierto e infinito que sólo hasta hoy a
encontrado un límite: La luz, ella es el límite,
tanto de la velocidad como
de la Razón (en tanto es su propia metáfora), el
universo es tan grande como nuestra capacidad para verlo y
racionalizarlo, no hay nada más allá. Es tan grande
y abierto como nuestra capacidad para simbolizarlo y es
así como las telecomunicaciones como soporte tienen como
límite la velocidad de la luz y la
racionalidad.
Basado en las ondas, este universo que hemos vuelto
telecomunicacional nos hace habitar un mundo que ha alterado
profundamente nuestra manera de relacionarnos con él,
la radio y la
tv (12) han sido sistemas tradicionalmente analógicos que
de alguna forma han entrado a hacer parte de nuestra cotidianidad
y la han transformado, son ellos los medios privilegiados de
intercambio simbólico que a diario performa nuestra
visión del mundo pues a través de ellos se integra
y se codifica nuestra relación con él. Una
comunidad de televidentes tiene una visión del mundo
diferente a la de quien no lo posee, desde la radio es
igual.
Nuestro universo es algo que creemos conocer a
través de esos medios que nos lo traen a nuestro hogar sin
necesidad de participar de él, se viaja en las
exploraciones documentales a territorios insospechados, animales
nunca vistos se vuelven parte de nuestro universo
simbólico y en espectáculo, sucesos distantes nos
preocupan, nuestra moda se
intercambia con otras lejanas, en la radio se escucha la música de otros
lugares y poco a poco hacemos parte de una comunidad
simbólica planetaria que se corresponde a la
globalización de los mercados. En la
medida en que las Telecomunicaciones aproximan lo lejano, nos
enlazamos a prácticas culturales y simbólicas
diferentes y hacemos parte de un mercado global de
la música o la moda; se viaja en la tv del hogar a
Pakistán sin boleto y sin aeropuertos, el mundo se
telecomunica de un modo virtual y a la experiencia física
de él, le sigue una experiencia imaginaria que traduce los
intercambios culturales que circulan en los medios en una
apropiación mental del mundo que habitamos. Esto nos
conduce directamente a nuestra contemporaneidad en la que la
experimentación y traducción del universo
analógico al digital, nos representa el mundo como
imágenes audiovisuales binarias, estamos en Internet y en el desarrollo
digital de las telecomunicaciones.
Página siguiente |