Consideraciones de carácter ético y moral en el desarrollo de Internet
Si la escritura y la
rueda constituyeron el núcleo informacional complementario
de la revolución
agraria, como el telégrafo y el ferrocarril lo fueron de
la revolución
industrial, Internet y las telecomunicaciones lo van a ser de la
auténtica revolución que va a marcar el nuevo
milenio: la de la biotecnología. Pero es particularmente en
Internet donde se concretan (no podemos decir exactamente "se
materializa", porque aunque se sustenta en redes materiales de
fibra
óptica o incluso todavía de cobre, el
contenido de la Internet es inmaterial).
El cambio que hoy
se ha producido en las comunicaciones
supone, más que una simple revolución
técnica, la completa transformación de aquello a
través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea
y que la percepción
verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e
ideas así como su rápida transmisión,
realizada de un continente a otro, tienen consecuencias,
positivas y negativas al mismo tiempo, sobre
el desarrollo
psicológico, moral y social
de las personas, la estructura y
el funcionamiento de las sociedades, el
intercambio de una cultura con
otra, la percepción y la transmisión de los
valores, las
ideas del mundo, las ideologías y las convicciones
religiosas.
En el contexto de las éticas aplicadas, que es el
de las sociedades tecnológicamente desarrolladas,
informacionales o postindustriales, cabe preguntarse si Internet
significa un tipo de novedad radical, de manera que marca un cambio
de rumbo en la civilización o si, por el contrario,
significa tan sólo una novedad más, de segundo
orden, en un contexto tecnológico pero previsible. Si
nadie supuso que el teléfono o la radio llevasen
implícitos cambios morales generalizados, y si muy pocos
asumen que la
televisión significa un reto moral de primer orden.
¿Por qué hay un contexto tan generalizado a la hora
de atribuir significación moral a Internet?
Generalmente, para ordenar los usos ambiguos de una
tecnología, bastan una serie de reglas,
expresadas en códigos deontológicos, que deben ser
formalmente respetados por los profesionales. Hay un buen
número de códigos propios tanto de los ingenieros
como de los usuarios de Internet. Y sin embargo no hay
ningún consenso efectivo no ya acerca de una
legislación internacional de uso común ni tan
siquiera, sobre las razones que debieran conducirnos a
ella.
La difusión de Internet plantea otras muchas
cuestiones éticas concernientes a asuntos como la
privacidad, la seguridad y
confidencialidad de los datos, el derecho
y la ley de propiedad
intelectual, la pornografía, los sitios cargados de odio,
la propagación de rumores y difamaciones disfrazados de
noticias, y
muchos más.
Internet tiene un conjunto de características
impresionantes. Es instantáneo, inmediato, mundial,
descentralizado, interactivo, capaz de extender ilimitadamente
sus contenidos y su alcance, flexible y adaptable en grado
notable. Es igualitario, en el sentido de que cualquiera, con el
equipo necesario y modestos conocimientos técnicos, puede
ser una presencia activa en el ciberespacio, anunciar su mensaje
al mundo y pedir ser oído.
Permite a las personas permanecer en el anonimato,
desempeñar un papel, fantasear y también entrar en
contacto con otros y compartir. Según los gustos del
usuario, se presta igualmente a una participación activa o
a una absorción pasiva. Puede emplearse para romper el
aislamiento de personas y grupos o, al
contrario, para profundizarlo. Por tanto la configuración
tecnológica que implica Internet tiene una importante
relación con sus aspectos éticos. Puede unir a la
gente, pero también puede separar, con sospechas mutuas, a
las personas y a los grupos divididos por ideologías,
políticas, posesiones, raza, etnia,
diferencias intergeneracionales e incluso religión y es
precisamente Internet la que plantea una aproximación
entre distintas culturas y personas que conduce a revisar de
nuevo sobre que bases hemos erigido nuestro sistema de
valores y creencias.
Página siguiente |