- Valores incuestionables de la
psicología humanista - Indigencia y
humorismo - El sentido
de la indigencia - El
sentido de humor: el humor como fuente de
sentido - El humor
como forma de conocimiento - El
perfeccionismo malogra el humor
Valores incuestionables de la psicología
humanista.
A la influencia de la psicología humanista no
solo hay que reconocerle el mérito de haber centralizado y
resaltado, en el ámbito de la teoría
psicológica y de la práctica clínica
contemporánea, la unicidad y el valor de la
persona como
núcleo central y sede de interacción de los procesos
mentales sino, además, el haber recuperado por este medio
las cualidades esenciales de la persona. Por "cualidades
esenciales" de la persona nos referimos a la capacidad del
hombre para
alcanzar un conocimiento
de la realidad de adentro y de afuera, de
autotrascenderse y de autodeterminarse de cara a esa realidad; de
encontrarla y asumirla libre y responsablemente.
Pero también habría que decir, a favor de
la psicología humanista, que en la imagen que esboza
del hombre, ha ofrecido un puesto importante a la cualidad del
humor que, como propiedad de
lo espiritual, puede acreditarse como rasgo distintivo de la
singularidad de lo humano.
La psicología humanista ha generado un proceso que
pudiéramos llamar de "deseriezización" de la
psicología. Ha despomposizado o desolemnizado el furor
científico, propio de una psicología positivista
que marginando la dimensión espiritual, se movía en
el estrecho campo de los reflejos condicionados y de la
relación estímulo-respuesta. Lo cual no quiere
decir que la psicología humanista ha restado carácter científico a su
teorización psicológica, sino que ha añadido
la frescura de que carecía la psicológica al
resaltar su interés
por el humor no solo como recurso y estrategia
psicoterapéutica, sino como una forma de percibir,
de referirse y de "tratar" la vida. La atención, pues, a la importancia del humor
es una contribución característica de la
psicología humanista.
Indigencia y humorismo.
Para la denominada tercera fuerza en
psicología, el humor no sólo facilita una cierta
distancia de nosotros mismos y, por ende, favorece la salud mental,
como sostienen, entre otras escuelas pertenecientes a esta
tendencia, el enfoque logoterapéutico de Frankl y la
psicoterapia
centrada en el cliente de Carl
Rogers. El humor nos refiere que estamos plenamente vivos y es la
expresión más palpable y directa de la salud emocional del individuo.
Sin embargo, recientes desarrollos en el terreno de la
psicología humanista existencial cruzan los confines
anteriores y apuntan al humor como a una forma, ante todo, de
conocimiento y de ubicación del sujeto ante
su propia indigencia.
Según estas últimas aportaciones, el humor
expresa que nos damos cuenta de nuestra impotencia, de nuestra
condición limitada que experimentamos momento a momento,
aun de manera irrefleja, y que la asumimos como mejor podemos,
sin engañarnos ni avergonzándonos de ella, sino
riéndonos cuando prácticamente no podemos hacer
nada y tal vez, en última instancia, sea el único
remedio infalible de que disponemos para hacerle
frente.
Claro está, la indigencia y el humor al que nos
referimos solicitan una aclaración. Examinemos cada uno de
estos términos.
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