Pensamiento filosófico de la ética política, con relación al México actual
- La política y la
ética - Ética y política en
el mundo antiguo - La
filosofía política en la Edad
Media - La
filosofía política moderna - Conclusión
sobre el despliegue histórico de la relación
ética política - Sociología
y filosofía: hacia una definición de la
ética política - Los
valores morales y los valores
políticos - El
papel de una ética política en una sociedad
democrática - Éticas
procedimentalistas, un modelo para la ética
política - La
relación ética – política en el
pensamiento de José Martí - Concepciones
sobre el poder - Caso
práctico a la luz de la ética
política - Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Uno de los temas que se han puesto de moda en estos
días, ante la cantidad y calidad de las
denuncias de corrupción, es la ética
política.
Los ciudadanos tienen mucho tiempo
planteando entre sus demandas la honestidad de los
gobernantes.
Sin embargo tal parece que se ha puesto mucho más
atención en las demandas de acciones como
el empleo, la
vivienda, la seguridad,
etcétera, y no se ha dimensionado la importancia que para
la sociedad tiene
el contar con un liderazgo
transparente, congruente.
Sabia la postura del ciudadano, hoy queda al descubierto
con toda claridad a qué le tenía miedo: al
engaño, a la corrupción.
Los estudiosos dicen que para hacer funcionar las
instituciones,
la ética política debe ser contemplada como una
virtud colectiva. Hacerlo de manera individual perjudica el
actuar de una organización, de un país.
La buena intención personal, que
siempre es importante en la vida, no es suficiente cuando tenemos
que tomar decisiones en las que entran en juego
también las decisiones de otros individuos.
Hay que comprender la relevancia de esta idea, para
lograr los ajustes necesarios en lo colectivo. Los individuos que
pretenden con su ética individual enfrentar las
situaciones, sin hacer este cambio, sin
corresponsabilizar a la sociedad en este proceso
ético, simplemente pretenden convertirse en
"héroes" y eso es lo menos que necesita este
país.
Este concepto tiene
mucho que ver con la situación que actualmente sacude a
México. Y
es que los mexicanos teníamos muy clara la percepción
de la corrupción que existía en nuestro
país, sin embargo el observarla de una manera tan cruda
nos sensibilizó, nos exigió más.
Entonces viene la reflexión, qué tan
importante, dentro de la escala de
responsabilidad que debe cumplir un gobierno, es la
ética política. ¿Es acaso más
importante que las reformas estructurales? Y la sociedad
seguramente en muchas mesas ya discute qué será lo
mejor: un político eficaz o un político
ético.
Esta idea de la ética colectiva es muy destacada
si logramos permearla a la sociedad. Y se trata simplemente de
que todos participemos. Así como la fuerza de la
participación social ha dado muestras en muchas
áreas de desarrollo en
nuestro país, también lo hará en la
cuestión de la transparencia y la honestidad
social.
Así como la sociedad se ha concientizado y se ha
organizado para exigir respeto a su
voto, transparencia en el gobierno, libertad de
expresión, rendición de cuentas, parece
que llegó el momento para exigir con más severidad
la ética política en todos sus gobernantes, no
sólo en quienes encabezan el régimen.
España, por ejemplo, nos ha dado muestras muy
claras de lo que significa la ética colectiva en su
máximo esplendor. Sus fuerzas políticas
abandonaron los radicalismos, abandonaron sus proyectos
individuales y establecieron un pacto que dio cauce a la democracia y
modernización del pueblo español.
Es decir, apostaron por el beneficio colectivo.
La política es, antes que nada, una actividad
humana, es una actividad que se ejerce por las personas y como
tal está regida por la moral, que
regula la conducta humana
en cuanto al bien y al mal.
Bajo esos esquemas, no se entiende cómo hoy
observamos a algunos gobernantes pender su futuro como
políticos en el concepto de ser honestos, aunque
estén rodeados de colaboradores corruptos.
Creer que con la aportación de un solo individuo las
cosas puedan cambiar, es tanto como querer suplantar el valor de la
sociedad con el suyo propio y eso es una actitud
arrogante.
Por eso todo está relacionado, cuando se habla de
gobernantes con más humildad, con honestidad, nos
referimos a una conjugación de valores, de
virtudes que componen una opción real de
liderazgo.
LA POLÍTICA Y LA
ÉTICA
1) Concepto de Política.
Según su etimología, "político/a"
es lo relativo a la polis, término con que los
griegos designan la "comunidad"
más amplia, última, no englobada en otra posterior
y superior, resultado y condición de la plena
realización humana.
En cuanto miembro de la ciudad se es polites. La
constitución estructuras y
jurídica de la polis es politeia (que puede
también, según los contextos, traducirse por
ciudadanía, constitución, res
pública, democracia).
La idea de polis entraña un sentido de
plenitud convivencial que está ausente de los
términos latinos civitas, civis, civilis con que
literal y respectivamente se traducen polis, polites,
politikós. Sustantivado el término,
"política" ("la" política) será el conjunto,
orden o esfera de todas las actividades e instituciones, saberes
y haceres, que se refieren específicamente de uno u otro
modo a la polis.
Con el término "política" se designa, en
efecto, no sólo un determinado tipo de realidad,
sino también los saberes acerca de ésta
(descriptivos y/o prescriptivos,
teóricos/prácticos, científico-positivos o
filosóficos,…).
Por "política" se entiende también
tradicionalmente un "arte" (forma de
saber práctico inmediato o simple actuar prudencial de
quien posee dotes especiales, más naturales que
adquiridas, para la dirección, gobernación o pastoreo de
"hombres" en colectividad). Según otras acepciones,
usuales también en referencia a ámbitos ajenos a su
sentido más propio, "política" es, en general, un
conjunto de supuestos, principios,
medios,
actividades con que se organiza y dirige un grupo humano
para la consecución de determinados objetivos ("la
política de nuestra empresa");
conjunto de criterios y objetivos, proyectos, planes y programas de
acción,
global o sectorial, de agentes individuales o colectivos,
públicos ("la política
fiscal del gobierno"), o privados ("la política de
ventas de
nuestra Casa"). Y "con política" o "políticamente"
se quiere decir, según el contexto, "con cuidado",
"suavidad", "cortesía".
La ciencia política puede definirse como
un conjunto de enunciados descriptivos sobre las instituciones y
acciones políticas. Estas instituciones y acciones
consisten básicamente en relaciones de autoridad,
gobierno y poder. La
acción política será, por tanto, el
ejercicio de esas relaciones. Ejemplos de acciones
políticas son las decisiones legislativas de una asamblea
soberana, o las decisiones ejecutivas de un gobierno
legítimo.
2) Concepto de Ética.
La ética determina, por medio de
enunciados normativos, qué debe hacerse (a qué se
está obligado o, en general, qué debe ser).
Esta determinación se realiza por dos vías:
mediante la formulación de principios generales y
particulares, o mediante la elección de un procedimiento
ecuánime y generalmente aceptado, capaz de permitir una
decisión sobre cada acción éticamente
relevante. Cabe una distinción entre los enunciados de la
ética: deontológicos y axiológicos. Los
primeros se refieren al deber (por tanto se aplican a una
acción o a un agente en tanto que obligatoria u obligado).
Los segundos se refieren al valor (se aplican a objetos o estados
de cosas en tanto que objetivamente valiosos o simplemente
valiosos para alguien).
3) La Ética Política.
La ética política puede definirse
etimológicamente como la ética propia del estado o
la
organización social. En este sentido estaría
constituida por las normas de
acción que efectivamente permiten la convivencia y la
cooperación social y coordinan las acciones individuales
para fomentar el bienestar general. Por otro lado, desde un punto
de vista moderno podemos definir la ética política
como la parte de la ética que se ocupa de los principios o
normas de acción que deben regir el comportamiento
del político en su calidad de gobernante o legislador,
responsable, en última instancia, del bienestar y
seguridad de todos los miembros del estado.
La ética política adquiere su
personalidad a
partir de las difíciles relaciones históricas entre
ética y política. Mientras la ética
filosófica se halla comprometida con la formulación
de principios universalmente válidos, que han de generar
obligaciones
(y, en contrapartida, derechos) irrenunciables, la
práctica política se ve abocada a la toma de
decisiones que, para hacer compatibles valores en conflicto, han
de negar o limitar algunos de los derechos que la ética
considera inalienables. Aspectos tópicos de esta vieja
disputa son el debate
libertad vs seguridad; derecho individual vs
interés
nacional; derecho de resistencia
vs obediencia política, etc.
La ética política es ética
aplicada y, «desde la perspectiva de su aplicación,
la ética debería ser entendida como el impulso del
buen hacer y el rechazo de lo que está mal hecho.
Si pensamos en el hacer político, habrá que decir
que la ética es el impulso de la buena política
y la crítica
de la mala política. De algún modo, pues, el
discurso
ético se encuentra antes y después de la
práctica política: antes, porque fija horizontes;
después, porque critica sus fallos, desviaciones y
omisiones. Si es difícil determinar en qué consiste
la buena política, no lo es tanto decir en qué se
está equivocando la política, cuando incurre en
maldades. De una parte, la política es mala si utiliza
procedimientos
y medios impropios para fines supuestamente justos y
democráticos. La mala política es, en una palabra,
la política corrupta. También es mala la
política que no se dedica a combatir el mal del mundo: las
injusticias, las catástrofes, los privilegios, la violencia, la
discriminación, el terror. Ahí es
donde entra, como consecuencia, la buena política,
dirigida a corregir lo que no es como debería ser»
(Camps, V., "El segundo Rawls, más cerca de Hegel",
Daimon. Revista de
Filosofía, nº 15, 1997, p. 64)
Tradicionalmente se buscaron caminos para someter la
política práctica al imperio de los mandatos
morales. Este intento proscribiría la injusticia, llenando
de contenido ético la acción política. Sin
embargo, este anhelo histórico de la filosofía
moral se vio
contrariado, paradójicamente, por la ética
kantiana. En efecto, el rigorismo, universalismo y formalismo
kantianos elevaron tanto la exigencia moral que parecía
imposible que una práctica política no acabase por
dar la espalda a la ética. Hegel supo ver que la moral
pura jamás podría llegar a ser práctica.
Ante él se abría un dilema: o justificar la
aceptación de un imperativo categórico irrealizable
o admitir la práctica impura como única alternativa
al quietismo. Hegel optó por esto
último.
Ahondando en esta escisión entre principios
éticos irrealizables y pragmatismo
político sin límites
externos, Max Weber
formuló una distinción clásica en el campo
de la ética política: la distinción entre
ética de la convicción y ética de la
responsabilidad o de las consecuencias. Desde Weber seguimos
haciendo uso de esta distinción cada vez que abordamos las
relaciones entre ética y política. La acción
política se debe al cálculo de
las consecuencias de sus actos, mientras que una ética
basada en principios inamovibles acaba por no poder dar cuenta de
las consecuencias de los actos. Así Victoria Camps
sostiene, refiriéndose a la distinción de Weber,
que mientras una ética pura juzga, critica y niega la
acción (sobre la base de los principios), la acción
política acaba ensuciándose las manos. Desde esta
perspectiva es imposible que la ética pueda iluminar una
teoría
de la acción.
Pero precisamente la tarea de la ética
política es tratar de salvar ese abismo entre los
principios y la acción, entre el individuo y la comunidad
política. El contenido de la ética política,
así como su alcance y el optimismo con que ha afrontado su
cometido, han variado históricamente, dependiendo de la
concepción ética dominante. Por eso, creemos que el
mejor modo de abordar el carácter y contenido actual de una
ética política, e incluso su misma posibilidad, es
recorrer las etapas históricas más significativas
de la relación entre ética y política,
aunque sin perder de vista que nuestro objetivo no es
el mero análisis histórico, sino la mejor
comprensión del momento actual de esta relación.
Con vistas a esta comprensión, nos centraremos en la
comparación entre el mundo antiguo y la modernidad,
comparación que nos llevará a los problemas
contemporáneos y nos sugerirá la
solución.
ÉTICA Y POLÍTICA EN EL MUNDO
ANTIGUO
- Platón: el condicionamiento político
de la virtud
La República de Platón
es ejemplo paradigmático del influjo e interdependencia
entre ética y política en la mentalidad griega.
Ambas disciplinas son concebidas como partes de una única
"ciencia del
hombre".
La justificación ética de las costumbres
humanas y la justicia de la
organización social dependen, según se explica en
La República, del conocimiento
del bien. La plasmación del bien en la vida
individual o en la vida social sólo es posible,
respectivamente, si la razón domina el alma humana y
los filósofos gobiernan el estado. Por
tanto, el estado no escapa a la jurisdicción del bien, y
el libro de
Platón
desarrolla una paralelismo entre el alma humana y la
organización social.
Frente a la idea moderna de que la virtud moral (la
felicidad) es un fin individual, mientras el estado ha de
limitarse a hacerla posible asegurando los medios materiales
para alcanzarla, Platón considera que el estado tiene como
uno de sus fines (si no el principal) el perfeccionamiento de sus
miembros en cuanto hombres, y esto no es posible sin la virtud.
El estado debe ser, por así decir, "la condición de
la salud de las
almas".
El estado es presentado casi como una institución
educativa encaminada a la felicidad sólo indirectamente, a
través de la virtud. Siguiendo con la analogía que
preside su diálogo,
Platón considera que el estado no debe diferenciarse del
alma en lo concerniente a sus fines: el fin de ambos es realizar
la idea de bien, la justicia.
Desde una perspectiva moderna es fácil deslizarse
hacia la conclusión de que esa pretendida identidad
definición fines significa realmente el cumplimiento de
una "justicia individual" para cada individuo, y una "justicia
social" para el estado. Pero esto no es así para la
mentalidad griega. Para aquella concepción, según
la cual el hombre no
se comprende sino inscrito en la sociedad, la justicia individual
y la justicia política se deben mutua necesidad:
sólo en la polis justa realiza el alma humana su
ideal de virtud. Esta estrecha vinculación entre desarrollo
personal y organización política es lo que
llevó a Jaeger a escribir que «La
Repúblicaes el más hermoso libro sobre educación
jamás escrito, porque en este libro, el estado aparece
como potencia
educativa al servicio de la
idea de Bien, mediante su racionalización; y su finalidad
es la salvación de las almas».
El pensamiento
platónico, tal como es expuesto en La
República, no permite la escisión entre moral y
política. El problema moral es un problema
político: el hombre llamado a cumplir el mandato de la
justicia sólo podrá hacerlo si el medio social es
el adecuado y si cumple adecuadamente su cometido en la sociedad.
Aunque también se puede decir que la política
está al servicio de la moral, en el sentido de que las
condiciones que Platón impone a la república y su
caracterización de la estructura
política están al servicio de la idea de Bien. En
un sentido profundo, la política es concebida como
auxiliar de la moral, su consecuencia y su
coronamiento.
La conexión ética/política tiene su
origen en la propia antropología platónica.
Platón distingue tres "almas" o regiones del alma; de
ellas, sólo el alma superior o racional tiene capacidad
para conocer el bien, por eso el alma racional ha de gobernar a
las inferiores. Pero el alma superior necesita de las
almas inferiores y del cuerpo, ya que es un alma
encarnada. Y como las necesidades del cuerpo y de las almas
inferiores sólo pueden ser satisfechas en comunidad
mediante la cooperación, el alma superior necesita, para
conseguir su fin, una organización política
racional (que responda adecuadamente a su objetivo), ya
que, como escribe Platón en el Menéxeno: «La
organización social es la que forma a los hombres: si es
buena los hace buenos; si mala, malos»
(238a-238c).
Resumiendo el pensamiento político de
Platón podemos decir que la política basada en la
forma racional (ideal) de un estado que sea trasunto del hombre
en su estructura y fines es la única que promueve la
realización personal (pero en comunidad) de la virtud. Y
la virtud sólo se realiza completamente bajo el manto de
tal organización política.
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