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Pensamiento filosófico de la ética política, con relación al México actual



Partes: 1, 2, 3

    1. La política y la
      ética
    2. Ética y política en
      el mundo antiguo
    3. La
      filosofía política en la Edad
      Media
    4. La
      filosofía política moderna
    5. Conclusión
      sobre el despliegue histórico de la relación
      ética política
    6. Sociología
      y filosofía: hacia una definición de la
      ética política
    7. Los
      valores morales y los valores
      políticos
    8. El
      papel de una ética política en una sociedad
      democrática
    9. Éticas
      procedimentalistas, un modelo para la ética
      política
    10. La
      relación ética – política en el
      pensamiento de José Martí
    11. Concepciones
      sobre el poder
    12. Caso
      práctico a la luz de la ética
      política
    13. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    Uno de los temas que se han puesto de moda en estos
    días, ante la cantidad y calidad de las
    denuncias de corrupción, es la ética
    política.
    Los ciudadanos tienen mucho tiempo
    planteando entre sus demandas la honestidad de los
    gobernantes.

    Sin embargo tal parece que se ha puesto mucho más
    atención en las demandas de acciones como
    el empleo, la
    vivienda, la seguridad,
    etcétera, y no se ha dimensionado la importancia que para
    la sociedad tiene
    el contar con un liderazgo
    transparente, congruente.

    Sabia la postura del ciudadano, hoy queda al descubierto
    con toda claridad a qué le tenía miedo: al
    engaño, a la corrupción.

    Los estudiosos dicen que para hacer funcionar las
    instituciones,
    la ética política debe ser contemplada como una
    virtud colectiva. Hacerlo de manera individual perjudica el
    actuar de una organización, de un país.

    La buena intención personal, que
    siempre es importante en la vida, no es suficiente cuando tenemos
    que tomar decisiones en las que entran en juego
    también las decisiones de otros individuos.

    Hay que comprender la relevancia de esta idea, para
    lograr los ajustes necesarios en lo colectivo. Los individuos que
    pretenden con su ética individual enfrentar las
    situaciones, sin hacer este cambio, sin
    corresponsabilizar a la sociedad en este proceso
    ético, simplemente pretenden convertirse en
    "héroes" y eso es lo menos que necesita este
    país.

    Este concepto tiene
    mucho que ver con la situación que actualmente sacude a
    México. Y
    es que los mexicanos teníamos muy clara la percepción
    de la corrupción que existía en nuestro
    país, sin embargo el observarla de una manera tan cruda
    nos sensibilizó, nos exigió más.

    Entonces viene la reflexión, qué tan
    importante, dentro de la escala de
    responsabilidad que debe cumplir un gobierno, es la
    ética política. ¿Es acaso más
    importante que las reformas estructurales? Y la sociedad
    seguramente en muchas mesas ya discute qué será lo
    mejor: un político eficaz o un político
    ético.

    Esta idea de la ética colectiva es muy destacada
    si logramos permearla a la sociedad. Y se trata simplemente de
    que todos participemos. Así como la fuerza de la
    participación social ha dado muestras en muchas
    áreas de desarrollo en
    nuestro país, también lo hará en la
    cuestión de la transparencia y la honestidad
    social.

    Así como la sociedad se ha concientizado y se ha
    organizado para exigir respeto a su
    voto, transparencia en el gobierno, libertad de
    expresión, rendición de cuentas, parece
    que llegó el momento para exigir con más severidad
    la ética política en todos sus gobernantes, no
    sólo en quienes encabezan el régimen.

    España, por ejemplo, nos ha dado muestras muy
    claras de lo que significa la ética colectiva en su
    máximo esplendor. Sus fuerzas políticas
    abandonaron los radicalismos, abandonaron sus proyectos
    individuales y establecieron un pacto que dio cauce a la democracia y
    modernización del pueblo español.
    Es decir, apostaron por el beneficio colectivo.

    La política es, antes que nada, una actividad
    humana, es una actividad que se ejerce por las personas y como
    tal está regida por la moral, que
    regula la conducta humana
    en cuanto al bien y al mal.

    Bajo esos esquemas, no se entiende cómo hoy
    observamos a algunos gobernantes pender su futuro como
    políticos en el concepto de ser honestos, aunque
    estén rodeados de colaboradores corruptos.

    Creer que con la aportación de un solo individuo las
    cosas puedan cambiar, es tanto como querer suplantar el valor de la
    sociedad con el suyo propio y eso es una actitud
    arrogante.

    Por eso todo está relacionado, cuando se habla de
    gobernantes con más humildad, con honestidad, nos
    referimos a una conjugación de valores, de
    virtudes que componen una opción real de
    liderazgo.

    LA POLÍTICA Y LA
    ÉTICA

    1) Concepto de Política.

    Según su etimología, "político/a"
    es lo relativo a la polis, término con que los
    griegos designan la "comunidad"
    más amplia, última, no englobada en otra posterior
    y superior, resultado y condición de la plena
    realización humana.

    En cuanto miembro de la ciudad se es polites. La
    constitución estructuras y
    jurídica de la polis es politeia (que puede
    también, según los contextos, traducirse por
    ciudadanía, constitución, res
    pública
    , democracia).

    La idea de polis entraña un sentido de
    plenitud convivencial que está ausente de los
    términos latinos civitas, civis, civilis con que
    literal y respectivamente se traducen polis, polites,
    politikós
    . Sustantivado el término,
    "política" ("la" política) será el conjunto,
    orden o esfera de todas las actividades e instituciones, saberes
    y haceres, que se refieren específicamente de uno u otro
    modo a la polis.

    Con el término "política" se designa, en
    efecto, no sólo un determinado tipo de realidad,
    sino también los saberes acerca de ésta
    (descriptivos y/o prescriptivos,
    teóricos/prácticos, científico-positivos o
    filosóficos,…).

    Por "política" se entiende también
    tradicionalmente un "arte" (forma de
    saber práctico inmediato o simple actuar prudencial de
    quien posee dotes especiales, más naturales que
    adquiridas, para la dirección, gobernación o pastoreo de
    "hombres" en colectividad). Según otras acepciones,
    usuales también en referencia a ámbitos ajenos a su
    sentido más propio, "política" es, en general, un
    conjunto de supuestos, principios,
    medios,
    actividades con que se organiza y dirige un grupo humano
    para la consecución de determinados objetivos ("la
    política de nuestra empresa");
    conjunto de criterios y objetivos, proyectos, planes y programas de
    acción,
    global o sectorial, de agentes individuales o colectivos,
    públicos ("la política
    fiscal del gobierno"), o privados ("la política de
    ventas de
    nuestra Casa"). Y "con política" o "políticamente"
    se quiere decir, según el contexto, "con cuidado",
    "suavidad", "cortesía".

    La ciencia política puede definirse como
    un conjunto de enunciados descriptivos sobre las instituciones y
    acciones políticas. Estas instituciones y acciones
    consisten básicamente en relaciones de autoridad,
    gobierno y poder. La
    acción política será, por tanto, el
    ejercicio de esas relaciones. Ejemplos de acciones
    políticas son las decisiones legislativas de una asamblea
    soberana, o las decisiones ejecutivas de un gobierno
    legítimo.

    2) Concepto de Ética.

    La ética determina, por medio de
    enunciados normativos, qué debe hacerse (a qué se
    está obligado o, en general, qué debe ser).
    Esta determinación se realiza por dos vías:
    mediante la formulación de principios generales y
    particulares, o mediante la elección de un procedimiento
    ecuánime y generalmente aceptado, capaz de permitir una
    decisión sobre cada acción éticamente
    relevante. Cabe una distinción entre los enunciados de la
    ética: deontológicos y axiológicos. Los
    primeros se refieren al deber (por tanto se aplican a una
    acción o a un agente en tanto que obligatoria u obligado).
    Los segundos se refieren al valor (se aplican a objetos o estados
    de cosas en tanto que objetivamente valiosos o simplemente
    valiosos para alguien).

    3) La Ética Política.

    La ética política puede definirse
    etimológicamente como la ética propia del estado o
    la
    organización social. En este sentido estaría
    constituida por las normas de
    acción que efectivamente permiten la convivencia y la
    cooperación social y coordinan las acciones individuales
    para fomentar el bienestar general. Por otro lado, desde un punto
    de vista moderno podemos definir la ética política
    como la parte de la ética que se ocupa de los principios o
    normas de acción que deben regir el comportamiento
    del político en su calidad de gobernante o legislador,
    responsable, en última instancia, del bienestar y
    seguridad de todos los miembros del estado.

    La ética política adquiere su
    personalidad a
    partir de las difíciles relaciones históricas entre
    ética y política. Mientras la ética
    filosófica se halla comprometida con la formulación
    de principios universalmente válidos, que han de generar
    obligaciones
    (y, en contrapartida, derechos) irrenunciables, la
    práctica política se ve abocada a la toma de
    decisiones que, para hacer compatibles valores en conflicto, han
    de negar o limitar algunos de los derechos que la ética
    considera inalienables. Aspectos tópicos de esta vieja
    disputa son el debate
    libertad vs seguridad; derecho individual vs
    interés
    nacional; derecho de resistencia
    vs obediencia política, etc.

    La ética política es ética
    aplicada y, «desde la perspectiva de su aplicación,
    la ética debería ser entendida como el impulso del
    buen hacer y el rechazo de lo que está mal hecho.
    Si pensamos en el hacer político, habrá que decir
    que la ética es el impulso de la buena política
    y la crítica
    de la mala política
    . De algún modo, pues, el
    discurso
    ético se encuentra antes y después de la
    práctica política: antes, porque fija horizontes;
    después, porque critica sus fallos, desviaciones y
    omisiones. Si es difícil determinar en qué consiste
    la buena política, no lo es tanto decir en qué se
    está equivocando la política, cuando incurre en
    maldades. De una parte, la política es mala si utiliza
    procedimientos
    y medios impropios para fines supuestamente justos y
    democráticos. La mala política es, en una palabra,
    la política corrupta. También es mala la
    política que no se dedica a combatir el mal del mundo: las
    injusticias, las catástrofes, los privilegios, la violencia, la
    discriminación, el terror. Ahí es
    donde entra, como consecuencia, la buena política,
    dirigida a corregir lo que no es como debería ser»
    (Camps, V., "El segundo Rawls, más cerca de Hegel",
    Daimon. Revista de
    Filosofía
    , nº 15, 1997, p. 64)

    Tradicionalmente se buscaron caminos para someter la
    política práctica al imperio de los mandatos
    morales. Este intento proscribiría la injusticia, llenando
    de contenido ético la acción política. Sin
    embargo, este anhelo histórico de la filosofía
    moral se vio
    contrariado, paradójicamente, por la ética
    kantiana. En efecto, el rigorismo, universalismo y formalismo
    kantianos elevaron tanto la exigencia moral que parecía
    imposible que una práctica política no acabase por
    dar la espalda a la ética. Hegel supo ver que la moral
    pura jamás podría llegar a ser práctica.
    Ante él se abría un dilema: o justificar la
    aceptación de un imperativo categórico irrealizable
    o admitir la práctica impura como única alternativa
    al quietismo. Hegel optó por esto
    último.

    Ahondando en esta escisión entre principios
    éticos irrealizables y pragmatismo
    político sin límites
    externos, Max Weber
    formuló una distinción clásica en el campo
    de la ética política: la distinción entre
    ética de la convicción y ética de la
    responsabilidad o de las consecuencias. Desde Weber seguimos
    haciendo uso de esta distinción cada vez que abordamos las
    relaciones entre ética y política. La acción
    política se debe al cálculo de
    las consecuencias de sus actos, mientras que una ética
    basada en principios inamovibles acaba por no poder dar cuenta de
    las consecuencias de los actos. Así Victoria Camps
    sostiene, refiriéndose a la distinción de Weber,
    que mientras una ética pura juzga, critica y niega la
    acción (sobre la base de los principios), la acción
    política acaba ensuciándose las manos. Desde esta
    perspectiva es imposible que la ética pueda iluminar una
    teoría
    de la acción.

    Pero precisamente la tarea de la ética
    política es tratar de salvar ese abismo entre los
    principios y la acción, entre el individuo y la comunidad
    política. El contenido de la ética política,
    así como su alcance y el optimismo con que ha afrontado su
    cometido, han variado históricamente, dependiendo de la
    concepción ética dominante. Por eso, creemos que el
    mejor modo de abordar el carácter y contenido actual de una
    ética política, e incluso su misma posibilidad, es
    recorrer las etapas históricas más significativas
    de la relación entre ética y política,
    aunque sin perder de vista que nuestro objetivo no es
    el mero análisis histórico, sino la mejor
    comprensión del momento actual de esta relación.
    Con vistas a esta comprensión, nos centraremos en la
    comparación entre el mundo antiguo y la modernidad,
    comparación que nos llevará a los problemas
    contemporáneos y nos sugerirá la
    solución.

    ÉTICA Y POLÍTICA EN EL MUNDO
    ANTIGUO

    1. Platón: el condicionamiento político
      de la virtud

    La República de Platón
    es ejemplo paradigmático del influjo e interdependencia
    entre ética y política en la mentalidad griega.
    Ambas disciplinas son concebidas como partes de una única
    "ciencia del
    hombre".

    La justificación ética de las costumbres
    humanas y la justicia de la
    organización social dependen, según se explica en
    La República, del conocimiento
    del bien. La plasmación del bien en la vida
    individual o en la vida social sólo es posible,
    respectivamente, si la razón domina el alma humana y
    los filósofos gobiernan el estado. Por
    tanto, el estado no escapa a la jurisdicción del bien, y
    el libro de
    Platón
    desarrolla una paralelismo entre el alma humana y la
    organización social.

    Frente a la idea moderna de que la virtud moral (la
    felicidad) es un fin individual, mientras el estado ha de
    limitarse a hacerla posible asegurando los medios materiales
    para alcanzarla, Platón considera que el estado tiene como
    uno de sus fines (si no el principal) el perfeccionamiento de sus
    miembros en cuanto hombres, y esto no es posible sin la virtud.
    El estado debe ser, por así decir, "la condición de
    la salud de las
    almas".

    El estado es presentado casi como una institución
    educativa encaminada a la felicidad sólo indirectamente, a
    través de la virtud. Siguiendo con la analogía que
    preside su diálogo,
    Platón considera que el estado no debe diferenciarse del
    alma en lo concerniente a sus fines: el fin de ambos es realizar
    la idea de bien, la justicia.

    Desde una perspectiva moderna es fácil deslizarse
    hacia la conclusión de que esa pretendida identidad
    definición fines significa realmente el cumplimiento de
    una "justicia individual" para cada individuo, y una "justicia
    social" para el estado. Pero esto no es así para la
    mentalidad griega. Para aquella concepción, según
    la cual el hombre no
    se comprende sino inscrito en la sociedad, la justicia individual
    y la justicia política se deben mutua necesidad:
    sólo en la polis justa realiza el alma humana su
    ideal de virtud. Esta estrecha vinculación entre desarrollo
    personal y organización política es lo que
    llevó a Jaeger a escribir que «La
    República
    es el más hermoso libro sobre educación
    jamás escrito, porque en este libro, el estado aparece
    como potencia
    educativa al servicio de la
    idea de Bien, mediante su racionalización; y su finalidad
    es la salvación de las almas».

    El pensamiento
    platónico, tal como es expuesto en La
    República
    , no permite la escisión entre moral y
    política. El problema moral es un problema
    político: el hombre llamado a cumplir el mandato de la
    justicia sólo podrá hacerlo si el medio social es
    el adecuado y si cumple adecuadamente su cometido en la sociedad.
    Aunque también se puede decir que la política
    está al servicio de la moral, en el sentido de que las
    condiciones que Platón impone a la república y su
    caracterización de la estructura
    política están al servicio de la idea de Bien. En
    un sentido profundo, la política es concebida como
    auxiliar de la moral, su consecuencia y su
    coronamiento.

    La conexión ética/política tiene su
    origen en la propia antropología platónica.
    Platón distingue tres "almas" o regiones del alma; de
    ellas, sólo el alma superior o racional tiene capacidad
    para conocer el bien, por eso el alma racional ha de gobernar a
    las inferiores. Pero el alma superior necesita de las
    almas inferiores y del cuerpo, ya que es un alma
    encarnada. Y como las necesidades del cuerpo y de las almas
    inferiores sólo pueden ser satisfechas en comunidad
    mediante la cooperación, el alma superior necesita, para
    conseguir su fin, una organización política
    racional (que responda adecuadamente a su objetivo), ya
    que, como escribe Platón en el Menéxeno: «La
    organización social es la que forma a los hombres: si es
    buena los hace buenos; si mala, malos»
    (238a-238c).

    Resumiendo el pensamiento político de
    Platón podemos decir que la política basada en la
    forma racional (ideal) de un estado que sea trasunto del hombre
    en su estructura y fines es la única que promueve la
    realización personal (pero en comunidad) de la virtud. Y
    la virtud sólo se realiza completamente bajo el manto de
    tal organización política.

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