Los incas fueron
gobernantes que recopilaron y dieron gran extensión a una
serie de costumbres que ancestralmente existían en los
Andes. Su valor no se
halla tanto en su capacidad creativa, sino en su habilidad para
difundir, ordenar y administrar el sistema andino en
un amplio territorio. La base de la cultura y
la
organización andina se encuentra en el parentesco, es
decir, en el ayllu, un conjunto de personas que se
consideran parientes pues creían descender de un
antepasado común. Éstos están a su vez
unidos por vínculos de reciprocidad, es decir,
están comprometidos a ayudarse mutuamente en las labores
cotidianas; a este tipo de trabajo se le conoce con el nombre de
ayni. También tienen la obligación de
trabajar juntos para el beneficio de todo el ayllu: este trabajo
se conoce como minca. Los miembros de un ayllu responden a
la autoridad de
sus curacas (caciques), que son los encargados de regular
las relaciones sociales, de ejecutar las fiestas, de almacenar
recursos,
repartir las tierras entre su gente y disponer de la mano de
obra. La economía inca no
conoció ni la moneda, ni el mercado, por lo
tanto los intercambios y la fuerza
laboral se
obtenían a través de lazos de parentesco o por
reciprocidad. Entre parientes existía un intercambio de
energía constante, pero también se daba trabajo
para la autoridad,
conocido como mita. El inca pedía como tributo
exclusivamente mano de obra, que era enviada a trabajar sus
tierras, a hacer cerámica, a construir andenes o grandes
obras arquitectónicas. A cambio, el
inca devolvía estos servicios
organizando rituales, manteniendo los caminos, repartiendo
bienes en caso
de necesidad o en fiestas; esta relación por la cual el
inca devolvía el trabajo del
ayllu se conoce como redistribución.
En el cenit de su poderío, los incas
habían desarrollado un sistema
político y administrativo no superado por ningún
otro pueblo nativo de América. El Imperio incaico era una
teocracia basada en la agricultura y
en el sistema de ayllus, o grupos de
parentesco, dominada por el inca, que era adorado como un dios
viviente. En la organización política inca llama
la atención la existencia de un sistema de
poder dual,
donde todas las autoridades aparecían siempre emparejadas:
por ejemplo, en el caso del inca, se propone la existencia de dos
incas que gobiernan en simultáneo, un inca hanan
(‘arriba’) y un inca hurin
(‘abajo’). De igual forma, las autoridades a nivel
local eran también duales: a nivel de los ayllus, las
máximas autoridades fueron los curacas; todo ayllu
tenía dos curacas, uno hanan y otro hurin. Por debajo de
los incas, se encontraban las familias de los antiguos incas, las
cuales formaban grupos de
parentesco conocidos como panacas (‘familia
noble’), quienes se encargaban de mantener el recuerdo del
inca fallecido, de realizar ceremonias en su nombre y de cuidar
de sus bienes y
alianzas hechas en vida. Las panacas tenían gran
influencia en la decisión del nombramiento de los
sucesores al cargo de inca. Debajo de este sector se encontraban
los jefes de los pueblos conquistados por los incas, los cuales,
en caso de no ser rebeldes, recibían una educación
cuzqueña y una serie de privilegios. El siguiente nivel de
autoridad lo constituían los curacas, jefes de los ayllus.
La gente común estaba agrupada en la categoría de
hatun runa, se trataba de campesinos miembros de un ayllu,
éstos tenían la obligación de ir a la mita
(trabajo por turnos) para el Estado
inca. Algunos salían temporalmente de esta
condición y eran movilizados fuera de su lugar de origen:
a estos se les conoce como mitimaes o mitmaqunas,
población que era movilizada a distintas
zonas con diferentes objetivos,
como obtener recursos o poblar
regiones. Finalmente estaban los yanaconas, quienes eran
separados definitivamente de su ayllu y pasaban a depender
directamente del inca, para quien desempeñaban una labor
especializada.
Administrativamente, todo el territorio estaba dividido
en cuatro grandes regiones o suyos (‘parte’),
a ello debe su nombre Tahuantinsuyu (una palabra quechua
que significa literalmente ‘Tierra de los
Cuatro Cuarteles’ o ‘de las Cuatro Partes’),
que estaba, a su vez, subdividido en cuatro: Antisuyu, Collasuyu,
Cuntisuyu y Chinchasuyu.
Fue el inca un pueblo de agricultores avanzados: para
cada zona desarrollaron una estrategia que
permitía obtener el máximo provecho. Utilizaron
andenes o terrazas de cultivo para aprovechar las laderas de los
cerros, camellones o waru waru en zonas altas inundables,
irrigaciones, etc. Es destacable la existencia de un arado de pie
conocido como chaquitaclla. Los cultivos más
importantes fueron la papa (patata) y el maíz,
además del ají, la chirimoya, la papaya, el tomate
y el frijol. Las llamas fueron los animales
básicos de transporte;
también se domesticaron las vicuñas y alpacas por
su fina lana. Otros animales
domesticados fueron guanacos, perros, cobayas y
ocas. Las principales manufacturas incas fueron la
cerámica, los tejidos, los
ornamentos metálicos y las armas con bellas
ornamentaciones. A pesar de no contar con caballos, ni
vehículos de ruedas ni un sistema de escritura, las
autoridades de Cuzco lograron mantenerse en estrecho contacto con
todas las partes del Imperio. Una compleja red de caminos empedrados
que conectaban las diversas zonas de las regiones,
permitía esta comunicación; mensajeros entrenados
—los chasquis—actuando en relevos,
corrían 402 km al día a lo largo de esos
caminos. Los registros de
tropas, suministros, datos de población e inventarios
generales se llevaban a cabo mediante los quipus, juegos de
cintas de diferentes colores anudados
según un sistema codificado, que les permitía
llevar la contabilidad.
Botes construidos con madera de
balsa constituían un modo de transporte
veloz a través de ríos y arroyos.
Entre las expresiones artísticas más
impresionantes de la civilización inca se hallan los
templos, los palacios, las obras públicas y las fortalezas
estratégicamente emplazadas, como Machu Picchu. Enormes
edificios de mampostería encajada cuidadosamente sin
argamasa, como el Templo del Sol en Cuzco, fueron edificados con
un mínimo de equipamiento de ingeniería. Otros logros destacables
incluyen la construcción de puentes colgantes a base de
sogas (algunos de casi cien metros de longitud), de canales para
regadío y de acueductos. El bronce se usó
ampliamente para herramientas y
ornamentos.
La religión tuvo un
carácter de gran formalidad. El dios
supremo de los incas era Viracocha, creador y señor de
todas las cosas vivientes. Otras grandes deidades fueron los
dioses de la creación y de la vida, Pachacamac, del Sol,
Inti (padre de los incas), y las diosas de la Luna, Mamaquilla,
de la Tierra,
Pachamama, y del rayo y la lluvia, Ilapa. Las ceremonias y
rituales incas eran numerosos y frecuentemente complejos y
estaban básicamente relacionados con cuestiones
agrícolas y de salud, en particular con el
cultivo y la recolección de la cosecha y con la
curación de diversas enfermedades. En las
ceremonias más importantes se sacrificaban animales vivos
y raramente se exigía la realización de sacrificios
humanos como ofrenda a los dioses. Los incas produjeron un rico
corpus de folclore y música, del cual
sólo perviven algunos fragmentos.
Cultura de los MAYAS
La agricultura ha
constituido la base de la economía maya desde
la época precolombina y el maíz es su principal
cultivo. Los mayas
cultivaban también algodón, frijol (poroto o
judía), camote (batata), yuca y cacao. Las técnicas
del hilado, el tinte y el tejido consiguieron un elevado grado de
perfección. Como unidad de cambio se
utilizaban las semillas de cacao y las campanillas de cobre,
material que se empleaba también para trabajos
ornamentales, al igual que el oro, la plata, el jade, las conchas
de mar y las plumas de colores.
Los mayas formaban
una sociedad muy
jerarquizada. Estaban gobernados por una autoridad política, el
Halach Uinic, jefe supremo, cuya dignidad era hereditaria
por línea masculina, y el Alma Kan, sumo sacerdote.
El jefe supremo delegaba la autoridad sobre las comunidades de
poblados a jefes locales o bataboob, capataces de
explotación agrícola que cumplían funciones
civiles, militares y religiosas. La unidad mínima de
producción era la familia
campesina, que cultivaba una ‘milpa’ (parcela de una
4-5 hectáreas) mediante el sistema de rozas, para atender
a sus necesidades y generar, a veces, un excedente del que se
apropiaba la clase dirigente.
Cultura de los AZTECAS
Sociedad y religión aztecas
La sociedad azteca
estaba dividida en tres clases: esclavos, plebeyos y nobles. El
estado de
esclavo era similar al de un criado contratado. Aunque los hijos
de los pobres podían ser vendidos como esclavos,
solía hacerse por un periodo determinado. Los esclavos
podían comprar su libertad y los
que lograban escapar de sus amos y llegar hasta el palacio real
sin que los atraparan obtenían la libertad
inmediatamente. A los plebeyos o macehualtin se les
otorgaba la propiedad
vitalicia de un terreno en el que construían su casa. Sin
embargo, a las capas más bajas de los plebeyos
(tlalmaitl), no se les permitía tener propiedades y
eran campesinos en tierras arrendadas. La nobleza estaba
compuesta por los nobles de nacimiento, los sacerdotes y los que
se habían ganado el derecho a serlo (especialmente los
guerreros).
En la religión azteca numerosos dioses
regían la vida diaria. Entre ellos Huitzilopochtli (deidad
del Sol), Coyolxahuqui (la diosa de la Luna que, según la
mitología azteca, era asesinada por su
hermano el dios del Sol), Tláloc (deidad de la lluvia) y
Quetzalcóatl (inventor de la escritura y el
calendario, asociado con el planeta Venus y con la
resurrección).
Los sacrificios, humanos y de animales, eran parte
integrante de la religión azteca. Para los guerreros el
honor máximo consistía en caer en la batalla u
ofrecerse como voluntarios para el sacrificio en las ceremonias
importantes. Las mujeres que morían en el parto
compartían el honor de los guerreros. También se
realizaban las llamadas guerras
floridas con el fin de hacer prisioneros para el sacrificio. El
sentido de la ofrenda de sangre humana (y
en menor medida de animales) era alimentar a las deidades solares
para asegurarse la continuidad de su aparición cada
día y con ella la permanencia de la vida humana, animal y
vegetal sobre la
Tierra.
Los aztecas
utilizaban la escritura pictográfica grabada en papel o
piel de
animales. Todavía se conserva alguno de estos escritos,
llamados códices. También utilizaban un sistema de
calendario que habían desarrollado los antiguos mayas.
Tenía 365 días, divididos en 18 meses de 20
días, a los que se añadían 5 días
‘huecos’ que se creía que eran aciagos y
traían mala suerte. Utilizaban igualmente un calendario de
260 días (20 meses de 13 días) que aplicaban
exclusivamente para adivinaciones. La educación era muy
estricta y se impartía desde los primeros años. A
las mujeres se les exhortaba a que fueran discretas y recatadas
en sus modales y en el vestir y se les enseñaban todas las
modalidades de los quehaceres domésticos que,
además de moler y preparar los alimentos,
consistían en descarozar el algodón, hilar, tejer y
confeccionar la ropa de la familia. A
los hombres se les inculcaba la vocación guerrera. Desde
pequeños se les formaba para que fueran fuertes, de modo
que los bañaban con agua
fría, los abrigaban con ropa ligera y dormían en el
suelo. A la
manera de los atenienses de la Grecia
clásica, se procuraba fortalecer el carácter de los
niños
mediante castigos severos y el fomento de los valores
primordiales como amor a la
verdad, la justicia y el
deber, respeto a los
padres y a los ancianos, rechazo a la mentira y al libertinaje,
misericordia con los pobres y los desvalidos. Los jóvenes
aprendían música, bailes y
cantos, además de religión, historia, matemáticas, interpretación de los
códices, artes marciales, escritura y conocimiento
del calendario, entre otras disciplinas.
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