Epistemología
La ciencia es
una cosa seria, pero no tiene porqué ser solemne.
Así parecen demostrarlo no pocos científicos que
hicieron de la sátira al su propio saber una deliciosa
profesión. ¿Motivos? A veces como recurso
didáctico para captar la atención del alumno aburrido, pero casi
siempre como una mordaz crítica a ciertas actitudes
'científicas' que toman la ciencia como
un saber perfecto, o como un semillero de hipótesis inverosímiles que nunca
terminan verificándose, o bien como una inagotable
anecdotario donde se pierde lo esencial de esta forma de conocimiento:
llegar a la verdad de las cosas.
El humorista Giovanni Mosca, a través de una
supuesta carta a su hijo,
muestra el
notable contraste entre cómo era presentada la ciencia en
su época y cómo es estudiada hoy en día.
"¿Y qué es, hijo mío, -dice- este libro de
física sin
Arquímides saliendo desnudo a la calle gritando
¡Eureka! ¡Eureka!; sin la viñeta de Franklin
que, seguido por graves caballeros corre bajo la tormenta
llevando el hilo de un magnífico cometa! Así
estudiábamos la física, con la
manzana de Newton, el
diablillo de Descartes, el
péndulo de Galileo, el cometa de Franklin, la rana de
Galvani y el tonel de Pascal" (1).
Mosca satiriza así ese mundo encantado que en su tiempo le
mostraban como 'la Ciencia', un
mundo pletórico de floridas anécdotas y
desopilantes fábulas
que, al fin y al cabo, terminaban haciendo del alumno un
especialista en bañaderas que nada sabía del
principio de la hidrostática.
En un futuro próximo quizás nosotros
también contemos a nuestros hijos lo mismo que
hacían nuestros abuelos, aunque en otros términos:
"¿Y qué es, hijo mío, esta revista de
divulgación científica sin la caricatura de
Einstein volando azorado en un ascensor por el espacio sideral, o
montando a caballo sobre la tierra
disfrazado de Newton y
jugando con los haces de luz de sendas
linternas en sus manos, o sin el reloj doblado al estilo
Dalí?"
La epístola de Mosca termina con una
irónica y elocuente recriminación: "Hijo
mío, eres mucho más adulto que yo.
¿Cuántas veces, en lugar de libros de
piratas, te sorprendí leyendo revistas técnicas?". El mismo Mosca justifica la
vieja forma de presentar la ciencia como una sucesión de
imágenes generadoras de admiración y
estupor, diciendo que por entonces los progresos
tecnológicos eran tan frecuentes e increíbles que
nadie tenía tiempo de
detenerse a comprender los principios
científicos que los ponían en funcionamiento: "Esta
es mi ciencia, hijo mío, escrita en un siglo donde los
hombres, pasando de asombro en asombro, vieron por vez primera la
máquina de vapor, el telégrafo, el teléfono, la lamparita eléctrica, el
motor a
explosión; en que mi padre vio por vez primera el
aeroplano, y yo mismo presencié el milagro de la
radiotelefonía. Tú en cambio, hijo
mío, te sonríes de mi viejo libro de
ciencia y ya te resulta claro y familiar el principio de la bomba
atómica, mientras yo aún hay días en que
creo que dentro del aparato de radio hay un
hombre
escondido".
La Ley de
Murphy
Tampoco han faltado los conspicuos pensadores que
buscaron humanizar las frías verdades de la ciencia con un
toque de cálido humor. ¿Quién no conoce la
famosa ley de Edsel
Murphy, que dice que si algo puede andar mal, es seguro que
andará mal? ¿O el primer corolario de dicha ley
debido a H. Snizel, quien descubrió que "si una cosa puede
andar mal, andará mal pero precisamente durante la
demostración"?
No hace mucho el ingeniero L. Lewin recopiló las
variadas aplicaciones de la ley de Murphy a distintas
áreas del conocimiento,
como por ejemplo a la matemática: "Todas las constantes son
variables",
"En todo error de cálculo,
si ha intervenido más de una persona,
jamás aparecerá el culpable", o "en todo conjunto
de cálculos, la cifra que aparece como más
evidentemente correcta, estará equivocada". La ingeniería también tiene lo suyo:
"Los planos originales serán destruídos por la
máquina copiadora", o "Cuanto más cerca se
esté de la terminación de un proyecto, tanto
mayor será la necesidad de efectuar cambios de
importancia". Y en el taller: "Toda herramienta se caerá
donde produzca el daño mayor", "las piezas intercambiables
no son intercambiables", "todo circuito de seguridad
servirá para destruír el resto del aparato", o
"toda falla aparece después de la inspección
final".
El mismo Lewin reconoce que en este listado
debían incluírse también otros ejemplos
adicionales, pero ocurrió que se traspapelaron algunas
notas, que serán invariablemente encontradas una vez
publicado el presente artículo. Nosotros, sin embargo,
alertados por la ley de Murphy, hemos tomado nuestros recaudos y
pudimos rescatar para los lectores otras dos leyes: la ley de
Gordon, según la cual "si no vale la pena hacer una
investigación, es inútil hacerla
bien", y la tercera ley de Parkinson, que proclama que "el
progreso de la ciencia varía en proporción inversa
al número de revistas que se publican".
Resultados irreproducibles
En la opinión de Alexander Kohn, eminente
biólogo israelí,
una ciencia seria y sin humor sólo puede contribuír
al fracaso final de la sociedad donde se
desarrolló. Acuciado por esta idea, cierto día de
la década del '50 se decidió a fundar el "Journal
of Irreproducible results" (Diario de Resultados
Irreproducibles), una "sátira sin asomos de malignidad
acerca de la pedantería, la verbosidad, la oscuridad o la
estupidez pura y simple que caracterizan a algunos proyectos y
publicaciones científicas" (2).
Si bien hubo antecedentes de este tipo de publicaciones
que no prosperaron, entre ellos el "The Journal of Insignificant
Research" editado por L. Van Valen e impreso totalmente en
papel para
toallitas faciales, el periódico
de Kohn logró subsistir hasta nuestros días y hasta
tuvo una amplia difusión en nuestro país, en la
década del '60. Tenía la estructura de
una verdadera revista
científica como "Science" o "Nature" y, como ellas, estaba
dividido en varias secciones. En la primera de ellas, las
conclusiones lógicas o prácticas de las ideas
científicas imperfectamente comprobadas son llevadas tan
lejos como sea posible.
Como ejemplo se satirizaba un artículo de Asimov
sobre las propiedades y usos de la tiotimolina, curiosa sustancia
que se disuelve inmediatamente 'antes' de agregarle agua,
debiéndose esta especial cualidad a la existencia en su
estructura
molecular, de un átomo de
carbono que
asoma en la cuarta dimensión. Se comprobó que la
tiotimolina tenía importantes aplicaciones en el estudio
de la fuerza de
voluntad de las personas: si usted sostiene un vaso con agua y quiere
verterla en un recipiente que contiene tiotimolina, pero vacila,
¿se disolverá esta sustancia?
Otro ejemplo de la misma sección toma como
referencia el fracaso en el lanzamiento de cohetes
balísticos como el Thor, el Titán o el Atlas, para
lo cual se ha buscado una explicación
psicoanalítica descubriéndose que algunos de sus
fracasos tenían que ver con un 'complejo umbilical'. Antes
del lanzamiento, cada cohete está unido a una especie de
cordón umbilical para recibir el bombeo de combustible. El
miedo al momento donde se cortará esta unión
nutricia despierta en los cohetes tal ansiedad que provoca
tendencias inconcientes al suicidio y los
lleva hacia su autodestrucción.
Una segunda sección del Journal de Kohn trata del
arte de
publicar investigaciones
sin haberlas hecho en realidad, y cuyos autores son
científicos que viven bajo el lema 'publicar o perecer'.
Un importante artículo de esta sección presentaba
la sencilla igualdad 1+1=2
bajo la elegante pero complicadísima fórmula
equivalente, y también demostraba que la fórmula S
ex = f (u)n no guarda relación alguna con las integrales y
las exponenciales, sino que significa "sex is fun" (el sexo es
divertido). También fue aprovechada la fórmula de
un tal Sommer, que demostraba que la productividad P
de un laboratorio
depende del número de secretarias N, de su velocidad de
escritura a
máquina Ts, y del número de científicos
adscriptos a la institución S, de modo tal que la productividad
tiende al infinito cuando el número de científicos
tiende a cero.
Sin embargo y aún cuando el científico no
tenga la premura de publicar, otras cosas habrán de frenar
el desarrollo de
la ciencia, y entre ellas los problemas
burocráticos. Un jefe de departamento demostró
-según el Journal- que él solo disponía de
alrededor de un día por año para dedicarse a la
investigación una vez que descontó
los feriados, el tiempo de comer, el tiempo para recibir a
visitantes locales y extranjeros, para conferencias y charlas,
para la revisación y redacción de artículos y para la
correspondencia y el teléfono.
En 1962, todas estas sátiras y ridiculizaciones
sobre el difícil arte de
investigar alcanzaron suficiente difusión como para hacer
un libro que llegó a publicarse en Holanda bajo el
título de "Onderzoeckerskunst".
Y hablando de palabras raras, la tercera sección
del Journal está dedicada a todos aquellos
científicos que viven bajo un lema que aquí
podríamos enunciar como "para qué hacer las cosas
fáciles cuando pueden ser difíciles", y que
están empeñados en redactar sus pensamientos en la
forma más oscura e intrincada posible.
El Journal cita un ejemplo real extraído de un
artículo relativo a cierta enfermedad de los árboles: "Un cambio
provocado por una afección o infección o por un
afectante en el infectado, es una afección de respuesta
activa o pasiva. Si se opone a la infección, o a la
afección, o al infectante que la ha causado, es una
contrainfección activa o una contra-afección
activa. Si es una contrainfección activa o
contrafección activa es una defensa contra una
afección activa o una infección activa, es decir,
una reacción en el sentido estricto del término,
tal como lo utilizan los patólogos". Si después de
esta lectura el
paciente lector no queda afectado (o infectado), será
porque tiene el cerebro
vacío o es un genio.
Por nuestra parte hemos encontrado otro ejemplo real y
auténtico, y no cesamos de admirarnos que párrafos
como el que sigue hayan podido ser publicados: "Es el proceso del
libro un progresivo desarrollo
hacia la idea de des-enajenación -desilusión y
desideologización- de sujeto concomitantemente con el
quiebre del dominio de objeto
que desde el cogito aristotélico-cartesiano amparado en
las tesis
empiristas, positivistas, racionalistas críticas
alienó en forma gradual el sentido estructural de sujeto
volviendo a éste un mero servidor
gnoseológico y ontológico de la onticidad
cuantitativa de objeto".
Afortunadamente el autor de esto reconoce sus propias
limitaciones, cuando algunos renglones más adelante aclara
que "no es tarea fácil y lo sabemos tanto escritores como
lectores el poder
interpretador y explicitador que se ejerce sobre las ideas, ya
que, frecuentemente estas son desvirtuadas, malentendidas o
simplemente no comprehendidas (sic) y por ende el discurso que
sobre ellas se estructura es una pura especulación
vacía".
Si estos balazos verbales existen es en parte porque
muchos autores deben financiar sus propias ediciones y,
después de todo, el riesgo lo corre
quien aportó el capital.
Hablar complicando las cosas en vez de aclararlas es lo mismo
que, en el terreno de la psicoterapia, gastar tiempo y capacidad
profesional en pacientes que no están enfermos en
ningún sentido clínico. Esto es lo que Schofield en
1964 llamó el Síndrome de Yavis (3),
acróstico formado por Y (young, joven), A (atractivo), V
(verbalmente fluido), I (inteligente) y S (succesful,
triunfador), y con el cual ironizaba la forma que tenían
muchos psiquiatras norteamericanos jóvenes de elegir a sus
pacientes: éstos debían tener las mismas cualidades
que ellos (las antes indicadas), más allá de si
estaban o no enfermos.
Premios Nobel a la ignominia
En el Journal de Kohn hay aún otras secciones.
Una de ellas otorga periódicamente el premio Innoble a la
investigación más irreproducible de todas, con
diploma incluído, premio que recibieron entre otras, las
investigaciones sobre el flogisto y los rayos
mitogenéticos. Otra sección se ocupó de
transcribir textualmente ciertas frases de auténticos
científicos, tales como "la felicidad del hombre de
ciencia es tener un experimento que resulte bien y que se repita
continuamente", de Herschey, o "una observación oportuna hubiera sumergido a
Einstein en la confusión", de Duggan.
Los Premios Nobel a la Ignominia representan una
versión más actual (4), y son entregados por
auténticos ganadores de algún Premio Nobel,
sólo que en la ceremonia aparecen con grandes narices
postizas, sombreros ridículos y falsos anteojos. En 1991
se entregaron varios de estos premios, siendo el más
desopilante el de Física, entregado a Thomas Kyle, un
científico serio que publicó un artículo
hablando de una nueva clase de átomo, el
'administratum', cuyo núcleo tiene muchos neutrones pero
sólo uno de ellos trabaja en serio. Los demás son 8
asesores, 35 vice-neutrones y 256 asesores de vice-neutrones.
Kyle, que también presuntamente descubrió unas
partículas elementales llamadas 'ñoquis', fue el
único que rechazó el premio a la Ignominia de ese
año.
Un gusano bicéfalo
Por la década del '60 apareció otra
revista con el mismo tono burlón y destinada, según
su director, a humorizar un poco la ciencia para quitarle ese
velo de seriedad y circunspección que tan mal le quedaba.
Se trataba del "Worm Runner's Digest" (Revista del Amaestrador de
Gusanos), y fundada en los EEUU por el irreverente
psicólogo James V. Mc Connell (5).
En el curso de sus investigaciones, Mc Connell se
había interesado por el comportamiento
sexual del platelminto, un gusano plano común con la
cabeza en un extremo y la cola en el otro. Su indagación
lo llevó a concluír que es el animal más
antifreudiano que existe: a) al ser hermafrodita no experimenta
la envidia del pene, pues tiene ambos sexos; y b) al poseer una
misma abertura para comer y defecar, tiene confundidos sus
estadios oral y anal.
Sin embargo, el interés
original de Mc Connell no fueron los hábitos sexuales de
este bicho imposible de acusárselo de machista o
feminista, sino la posibilidad de amaestrarlos, lo que implicaba
poder
transmitirles cierta información para memorizar. Fue así
que cierto día amaestró a un gusano y luego, presa
de un ataque de sadismo, como él mísmo reconoce, lo
cortó en dos pedazos. A partir de la cabeza se
formó un nuevo gusano y a partir de la cola otro igual,
ambos enteros con cabeza y cola, y comprobó no sólo
que cada nuevo gusano recordaba lo aprendido, sino además
que las colas recordaban aún mejor que las cabezas. Mc
Connell concluyó que, al menos para los gusanos, perder la
cabeza en realidad mejoraba la
memoria.
Otro experimento consistió en agarrar un gusano
-siempre desprevenidamente- y cortarle solamente la cabeza en dos
mitades. Cada mitad regeneraba una cabeza entera, con lo cual se
obtenía un gusano bicéfalo. Para sorpresa de Mc
Connell, este gusano recordaba aún mucho mejor lo
aprendido que cuando era normal, con lo cual obtuvo una segunda
conclusión: para la buena memoria, es mejor
tener dos cabezas en vez de una sola.
Otra experiencia, finalmente, se realizó cortando
un gusano amaestrado en trocitos muy pequeños y
dándoselos de comer a otros gusanos no amaestrados pero
sí muy hambrientos, los cuales pronto empezaron a
'recordar' lo que habían aprendido. Basándonos en
este experimento, podríamos llegar a una nueva
conclusión: si usted quiere ser inteligente, cómase
un muslito de Einstein.
Obviamente, las investigaciones de Mc Connell
tenían su lado serio. Lo que en última instancia
buscaba era el factor capaz de transferir la memoria,
concluyendo finalmente que se trataba del ARN (ácido
ribonucleico), pero la seriedad de esta preocupación no
tenía porqué prescindir del lado cómico del
asunto. Como en la vida, en la ciencia podemos ser responsables
sin por ello perder el humor.
Urgido por su jefe de departamento, que lo conminaba a
publicar o morir no importando si la investigación era
mala ("total el decano no se iba a dar cuenta"), Mc Connell
publicó finalmente sus conclusiones y, para su sorpresa,
los únicos que se interesaron por su artículo no
fueron sus ilustres colegas sino alumnos del colegio secundario,
que lo atiborraron de cartas
preguntándoles todo acerca del cuidado y amaestramiento de
gusanos.
"Algunos de ellos -cuenta Mc Connell-, nos
escribían exigiéndonos 'de inmediato' algunos
centenares de animales ya
amaestrados, pues ellos mismo no tenían tiempo para
ponerse a hacerlo", lo cual venía a demostrar que
seguramente habrían de ser brillantes científicos.
Entre Mc Connell y sus ayudantes terminaron armando un manual para
alumnos, que finalmente se convirtió en el primer
número de la Revista del Amaestrador de Gusanos. Hasta el
momento en que Mc Connell rememoraba toda esta historia habían
pasado ya diez años y la revista seguía saliendo
con una circulación internacional (36 países) de
miles de números, habiendo ya incorporado toda clase de
artículos serios entremezclados con burlas, sátiras
y anécdotas de todo tipo. No pocas veces algún
lector desprevenido se enfrascaba en la lectura de
un trabajo y por la mitad descubría que en realidad era
una sátira. Hubo que imprimir los textos fraudulentos en
forma invertida para evitar la confusión entre la
ficción y la realidad.
Textos fraudulentos
Y así como hay revistas-sátira que
incluyeron artículos serios, también hubieron
revistas serias que incluyeron sus artículos fraudulentos
para mofarse de ciertas veleidades científicas pero,
fundamentalmente, para ver hasta qué punto los lectores
creían o no en esos fraudes. Cuando la revista "La
Recherche" cumplió un año, resolvió publicar
un fraude… sin
aclarar esta circunstancia.
Prepararon un artículo que relacionaba la
configuración de ciertas estrellas con la nariz de un
animal inventado por un biólogo francés para
burlarse de los evolucionistas, que caminaba sobre su propia
nariz. El artículo hasta incluía citas de
periódicos inexistentes, y mucha gente lo tomó en
serio… incluyendo a un famoso periodista científico de
la
televisión francesa que vendía libros de
divulgación por millares (6).
También en Francia, la
revista "Science et vie" hizo un experimento similar.
Publicó un artículo sobre un 'triángulo de
Bouches-du-Rhone' (un departamento del país galo)
comparándolo con el famoso triángulo de las
Bermudas. Se afirmaba que tal zona fue localizada en las
proximidades de Marsella, mencionándose varias
catástrofes ocurridas allí. No sólo mucha
gente lo creyó al más puro estilo 'La guerra de los
mundos' de Orson Welles, sino que además la revista
recibió muchas cartas
confirmatorias. Un lector llegó a decir que su auto
había sufrido un desperfecto al entrar en el área
(6).
"El axioma de igualdad en la
teoría
matemática
de conjuntos es
análogo al concepto
homónimo de la política feminista".
Con teorías
como esta, el físico norteamericano Alan Sokal puso en
rídículo a una de las más prestigiosas
publicaciones de estudios culturales norteamericanas: "Social
Text"(7). La revista publicó un artículo de Sokal
creyendo que se trataba de un estudio que sustentaba
científicamente el análisis cultural posmoderno, cuando en
realidad era un experimento del científico para poner a
prueba el rigor con que se manejan los estudios culturales en los
Estados
Unidos. En su artículo, titulado "Transgrediendo los
límites: hacia una hermenéutica
transformadora de la teoría
cuántica de la gravedad", Sokal sostuvo disparates tales
como que "el número pi es ahora percibido en su
ineluctable historicidad".
Si los artículos periodísticos se
mantuvieran en el nivel de la mera invención, no
habría problemas,
pero el asunto se complica cuando en lugar de inventarse la
noticia, y ante la imposibilidad de ser descubierta, se la crea.
Tal lo que ocurrió en la década del '40 en Buenos Aires:
según refieren algunos memoriosos, hubo algunos
periodistas que provocaban un crimen para luego disponer de algo
importante para contar. Es en esta perspectiva donde puede
apreciarse la trágica diferencia que hay entre descubrir,
inventar y crear una noticia.
La historia del doctor
Bourbaki
Todo comenzó cuando cierta vez un
matemático, el Dr. Bourbaki, fue invitado a pronunciar una
conferencia en
la Ecole Normale Supérieure de París (8). El hombre
venía precedido de impresionantes antecedentes como
matemático: miembro notable de la Academia Real de
Poldava, y autor de muchísimas obras de la especialidad,
muchas de ellas publicadas por el Institut Mathématique de
l'Université de Nancago donde además era uno de sus
más brillantes profesores.
Ese día disertó ante importantes
funcionarios y, aunque nadie pudo entender nada, todos le
expresaron su admiración felicitándolo
efusivamente. Desde entonces, desapareció y nunca
más se lo volvió a ver en
público.
En realidad, este Dr. Bourbaki jamás
existió. Fue el invento de un grupo de
individuos con cierto sentido del humor que contrataron a un
actor para que improvisara una disertación totalmente
falsa y plagada de ideas sin sentido y fórmulas
descabelladas. Quienes le escuchaban tampoco se animaron a hacer
preguntas, quizá por miedo a mostrar su
ignorancia.
Los autores de la farsa fueron un grupo de
auténticos matemáticos franceses, de los más
brillantes del siglo, y que en la realidad habían
publicado alrededor de 1939 una monumental obra de su
especialidad empleada asiduamente en todo el mundo (los
"Elementos de Matemática"), bajo el seudónimo
colectivo de Nicolás Bourbaki. Al elegir este apellido se
inspiraron en un auténtico general que había
intervenido en la guerra
franco-prusiana de 1871, de nombre Charles Bourbaki, y de quien
se contaban desopilantes anécdotas como aquella que
afirmaba que luego de fracasar en una batalla intentó
suicidarse con un balazo en la cabeza…pero erró el
disparo. Finalmente murió en 1897.
Por supuesto que el currículum que arrastraba el
falso conferenciante fue también un fraude. La Academia
Real de Poldava nunca existió, lo mismo que la Universidad de
Nancago, palabra esta última derivada de Nancy y Chicago,
dos de los lugares donde efectivamente trabajaron algunos de los
auténticos matemáticos complotados.
No es este, sin embargo, el único caso de
currículum fraudulento. Alrededor de la década del
'40, el estadounidense Marvin Hewitt había abandonado sus
estudios cuando contaba apenas 17 años, pero sin embargo,
a fuerza de
inventar sus propios currícula, dictó innumerables
clases y conferencias en distintas universidades a lo largo de 8
años (9).
Solía impresionar con sus notables, aunque
imaginarias referencias a las autoridades universitarias, y entre
ellas le gustaba incluír un doctorado en filosofía,
otro en física, e incluso una vez fue un 'antiguo Director
de Investigación de la RCA'.
Marvin Hewitt, sin embargo, cometió un solo
error: solía tomar nombres de auténticos
científicos, con lo cual sus fraudes fueron finalmente
desbaratados, terminando así su 'brillante' carrera como
profesor universitario.
Otros fraudes famosos
En 1898, Louis de Rougement relató en una
conocida publicación una aventura que todos tomaron como
auténtica durante mucho tiempo y según la cual,
tras haber naufragado en las costas de Australia, había
participado en festines de caníbales, se había
construído una casa con conchas perlíferas,
había mandado mensajes en seis lenguas utilizando
pelícanos, y había cabalgado sobre tortugas de 270
kilos, entre otras cosas, incluyendo también el haberse
curado de una fiebre durmiendo dentro de un búfalo muerto.
Las sociedades
científicas invitaron a Rougement a pronunciar
conferencias sobre su aventura antropológica, y hasta
publicó un libro que causó sensación,
titulado "Treinta años entre los caníbales de
Australia". Cuando fue descubierta su farsa, viajó a
Africa del Sur
donde dictó algunas otras conferencias anunciándose
como 'el mayor embustero del mundo'.
En 1859 Charles Darwin dio a
conocer su famosa teoría que causó un gran revuelo,
llegando al imaginario popular en forma de una idea: el hombre
descendía del mono. Desde entonces todo el mundo se puso a
buscar ese 'eslabón perdido' entre el simio y el hombre.
Nadie lo encontró, pero Charles Dawson, geólogo
aficionado, decidió inventarlo, y pulió
cuidadosamente un cráneo humano hasta darle una apariencia
simiesca, presentando su producto a la
comunidad
científica y alegando haberlo desenterrado de un pozo de
guijarros en Piltdown Common, en Inglaterra (10).
Finalmente el Dr. Weiner, de la Universidad de
Oxford, descubrió el fraude, y el famoso Hombre de
Piltdown, otrora el descubrimiento científico más
increíble del siglo XIX, volvió definitivamente a
su sepultura.
Sin embargo, en materia de
fraudes, tal vez no hubo como un tal Manuel Elizalde, miembro del
gobierno de
Filipinas, quien sostuvo en 1971 con total convencimiento haber
encontrado el pueblo más primitivo de la tierra. Los
denominó los "tasaday" y vivían en medio de la
selva como en la Edad de Piedra, cubriéndose con hojas y
comiendo frutas. Elizalde cercó la zona donde
presuntamente se encontraban los tasaday, con el fin de preservar
la existencia de tamaña reliquia antropológica, y
sólo quince años después pudo descubrirse la
trampa. El hombre había contratado a una docena de
personas para representar la primitiva tribu, dejarse 'descubrir'
y, golpe de efecto mediante, lograr consenso para su carrera
política.
Ni qué hablar tampoco de aquellos
científicos que, a mediados del siglo XIX, anunciaron el
descubrimiento del protoplasma básico de donde
surgió… nada menos que la vida. Fue denominado el
"Bathybius haeckelli", y era una sustancia viscosa que fue
extraída del lecho marino frente a las costas de Irlanda.
Se llegó a pensar que todos los mares estaban cubiertas
por esta sustancia, la que finalmente resultó ser
simplemente barro que, en combinación con alcohol, daba
la apariencia -para quien quisiera ver- que la sustancia
tenía vida propia.
La historia está plagada de fraudes: algunas
otras muestras son el famoso Protocolo de los
Sabios del Sion, donde se denunciaba una supuesta
conspiración judía para adueñarse del mundo,
y una famosa tiara de oro de una 'antiguedad de 2200
años', expuesta como tal en el Museo del Louvre durante
siete años. Hoy en día la falsa tiera puede verse
en algunas raras exposiciones de falsificaciones del citado museo
francés.
Sin embargo, el último y más famoso de
todos los fraudes fue obra de dos ingleses desocupados y ansiosos
por matar el aburrimiento, decididos a jugarle una gran broma a
la comunidad
científica seria y a los investigadores de Ovnis (11).
Utilizando sólo dos tablas, unos trozos de soga y alguna
otra herramienta, los señores Bower y Chorley trazaron en
diversos trigales del sur de Inglaterra unos
extraños círculos donde la vegetación
aparecía misteriosamente aplastada. Mr. Bower y Mr.
Chorley jamás pensaron que su broma llegaría tan
lejos. En poco tiempo había por lo menos 35 expertos en
cosechas circulares, y se comenzó a publicar un periódico
exclusivo para el misterioso acontecimiento, llamado "The
Cereologist". Un libro sobre el asunto, "Evidencias circulares",
vendió en poco tiempo 50.000 ejemplares, y todos los
días apareció una nueva teoría que explicaba
el curioso fenómeno, tanto en la ciencia oficial como en
el fantástico contexto de la ovnilogía. El
físico T. Meaden afirmaba que los círculos eran
producidos por remolinos de aire cargados
eléctricamente de materia que
aplastaba las mieses, mientras algunos científicos
japoneses se inclinaban por una especie de rayo circular generado
por microondas.
Uno de ellos, Otsuki, llegó a decir muy suelto de cuerpo
que 'lo he comprobado porque logré efectos similares en mi
laboratorio
con ayuda de un computador'.
Ni qué hablar de las explicaciones
paracientíficas, que iban desde las huellas de naves
extraterrestres, hasta una 'energía curativa que se
extenderá a escala
planetaria'. Tampoco faltaron los atribulados dueños de
esos campos, que optaron por aumentar sus ingresos
organizando tours para mostrar los fenómenos de cerca y
hasta para tocar la hierba aplastada, cobrando a razón de
una libra por cabeza. No podemos dejar de mencionar la
teoría más curiosa de todas, y que afirma que los
señores Bower y Chorley son en realidad unos farsantes que
inventaron una broma para hacerse famosos, aprovechando un
extraño fenómeno que aún hoy persiste sin
una explicación satisfactoria. El tiempo dirá, en
definitiva, quién tuvo la razón.
Leones en apuros
No siempre el humor está vinculado con fraudes.
Muchas veces suele ser una puerta para hacer comprensibles muchos
conceptos científicos complejos y abstractos. La
Teoría Matemática de la Caza Mayor, de Henry
Pétard (12), es una humorada científica que,
más allá de la no explicitada intención de
su autor, se nos aparece como un desopilante recurso
didáctico para explicar los más actuales métodos de
investigación de la matemática, la
física teórica y la física experimental,
aplicados a la caza de un león que deambula somnoliento
por el desierto de Sahara.
Es así que entre los métodos
matemáticos encontramos los siguientes:
a) Método
axiomático o de Hilbert: colocamos una jaula en el Sahara
y dentro de ella encerramos dos axiomas: 1- la clase de los
leones del Sahara es no-vacía, y 2- si hay un león
en el Sahara, hay un león en la jaula. Mediante ciertas
reglas de inferencia, de estos axiomas se puede concluír
el siguiente teorema: 3- hay un león en la jaula, con lo
cual lo habremos cazado.
b) Método de
la geometría
de inversión: suponemos que la jaula es
esférica, nos introducimos en ella y cerramos la puerta.
Procedemos a la inversión, con lo cual el león entra
en la jaula y nosotros salimos de ella.
c) Método proyectivo: suponiendo que el desierto
es un plano, proyectamos este plano en una recta, y luego esta
recta en un punto. Necesariamente el león habrá de
estar en ese punto, y lo mantenemos allí
encerrado.
d) Método de Bolzano Weiestrass: dividimos el
Sahara en dos y ponemos una barrera bien sólida. Suponemos
que el león ha de estar en una de ambas mitades, la cual
volvemos a dividir en otros dos sectores mediante una barrera, y
así sucesivamente. El diámetro de estos nuevos
recintos se achica cada vez más y el león queda
finalmente aprisionado en un espacio cuyo diámetro es
arbitrariamente pequeño.
Los métodos de
la física teórica para la caza del león no
son menos delirantes: a) Método de Schröedinger: en
un momento dado existe una probabilidad
positiva de que el león se halle en la jaula.
Siéntese y espere. b) Método relativista:
desparrámese por el desierto cebo formado por materia
interestelar. Una vez distribuído proyectemos un rayo de
luz, y este se
curvará rodeando al león. Aprovechemos su
desconcierto para cazarlo impunemente.
Y por último, los métodos de la
física experimental: a) Método
termodinámico: consiste en construír una membrana
semiimpermeable, permeable a todo menos a los leones. No
habrá más que barrer con ella todo el desierto. b)
Método de desintegración: radiemos el desierto con
neutrones. Cuando el león adquiera radiactividad y
comience a desintegrarse, ya no será capaz de defenderse y
podremos cazarlo. Y hay aún otro método similar,
consistente en dar de comer espinaca a los herbívoros del
Sahara (vegetal que, como sabemos, contiene mucho hierro), pero
magnetizándola previamente. El león comerá
los herbívoros y quedará magnetizado, con lo cual
sólo bastará atraerlo hacia la jaula mediante un
gigantesco imán.
Humor en la ciencia ficción
La hermana menor de la ciencia tampoco escatimó
esfuerzos por introducir el humor y la ironía. En la
historia "División de condominio", por ejemplo, aparecen
unos seres extraterrestres con forma de ameba que vienen a buscar
combustible para sus naves, a cambio del cual ellos
entregarían a los terráqueos literatura
pornográfica. Por supuesto, el único interesado en
el canje fue un profesor de biología, que
recibió un libro con fotografías de las distintas
etapas de la división mitótica de aquellos
seres.
En "El bardo inmortal", Isaac Asimov narra cómo
un científico logra resucitar a Shakespeare, y lo
inscribe bajo otro nombre en un curso de literatura sobre…Shakespeare.
Asimov termina anunciando las consecuencias de una
discusión que se suscitó entre el profesor y su
anónimo e insigne alumno acerca de la
personalidad del famoso escritor.
Y así como hay auténticos Shakespeares
detrás de seres anónimos, también hay falsos
Shakespeares detrás de auténticos pícaros, y
esto ya no es ciencia ficción. William Henry Ireland
tenía 17 años cuando hizo creer al mundo que
había descubierto una obra desconocida de Shakespeare (en
realidad escrita por él mísmo en papel muy
antiguo y con tinta artificialmente envejecida). La obra,
titulada "Vortigern y Rowena", tuvo amplia repercusión y
hasta fue estrenada en el teatro la noche
del 2 de abril de 1796. El primer actor, John Kemble,
había sospechado que la obra era apócrifa, pero
quiso convertirse él también en cómplice de
la broma e intentó infructuosamente que la obra fuese
estrenada un día antes, el 1° de Abril, que en
Inglaterra se conmemora el Día de los
Inocentes.
¿Qué ocultos motivos llevan a
científicos y escritores hacia el humor? Tal vez, como
cuenta el psicoanálisis, estén canalizando
impulsos sexuales reprimidos, cosa que, desde que Freud escribiera
"El chiste y su relación con el inconciente", muchos
consideraron como el mejor chiste del creador del psicoanálisis. Y es que, si la gente se
tomaba en broma lo que Freud
decía en serio, debía ser porque éste se
tomó en serio lo que la gente decía en
broma.
Pablo Cazau
(1) Mosca Giovanni, "Viva la presión
atmosférica", Buenos aires,
Ciencia Nueva, Año I, N° 2, Junio 1970, página
52.
(2) Kohn Alexander, "Los científicos que se
burlan de la ciencia", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año
II, N° 13, Marzo 1972, página 26.
(3) Rycroft Ch., "Diccionario de
psicoanálisis", Paidós, Buenos Aires, 1976,
página 108.
(4) Diario Clarín, Buenos Aires,
14-1-92.
(5) Mc Connell James, "Confesiones de un humorista
científico", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año I,
N° 4, Agosto 1970, página 16.
(6) Revista Ciencia Hoy, N°3, Buenos Aires,
página 23.
(7) Revista Luna, Buenos Aires, 25-4-97.
(8) Diario Clarín, Buenos Aires,
18-5-93.
(9) "El gran libro de lo asombroso e inaudito",
Selecciones del Reader's Digest, México,
1977, página 429.
(10) "El gran libro de lo asombroso e inaudito", op.
cit., página 443.
(11) Revista "Descubrir" N°5, Buenos Aires,
página 42.
(12) Pétard Henry, "Teoría
matemática de la caza mayor", Buenos Aires, Ciencia Nueva,
Año I, N° 4, Agosto 1970, página 28.
Apéndice
Se supone que luego de haber analizado este
artículo, nuestros pacientes lectores estarán
más sensibilizados para diferenciar lo auténtico de
lo fraudulento…, o tal vez no. Vamos a la prueba final, y
descubra cuál de estas afirmaciones NO es un
fraude:
1) Newton empezó a interesarse en el movimiento de
los cuerpos luego de una noche de juerga en el teatro de
revistas.
2) Después de haber descubierto el principio de
conservación de la materia, Lavoisier fue guillotinado por
no haber previsto el principio de conservación de la
cabeza.
3) Para Descartes, los
monos hablan, solo que no quieren hacerlo porque de otro modo los
pondrían a trabajar.
4) ¡Es merdis! es una famosa exclamación de
Arquímides, que pronunció al salir corriendo de la
bañadera y poner un pie en el inodoro.
5) Freud creó el psicoanálisis cierto
día que su maestra le pidió una explicación
acerca de su conducta.
6) ¡E pur si muove! (¡Y sin embargo se
mueve!) Exclamación atribuída a Galileo cuando el
médico le dijo que era impotente.
7) Cuando a Heráclito le exigieron que demostrara
su teoría de que todo cambia, llevó a cabo la
prueba suprema: tuvo que cambiar su teoría.
8) Revelan insospechados secretos de la vida sentimental
de Einstein, lo que tenía relación con la
circunstancia de estar siempre despeinado.
Respuestas
La única afirmación que no es un fraude es
el convencimiento de Descartes acerca de los monos. Las restantes
afirmaciones son falsas, pero tienen un fondo de
verdad:
1) El interés de
Newton por el movimiento de
los cuerpos desembocó en la creación de la Mecánica que lleva su nombre. En todo caso
la culpa la tuvo la caída de la manzana y no el
bamboleante movimiento femenino.
2) Lavoisier, creador del principio de
conservación de la materia, fue efectivamente guillotinado
en 1794, entre otras cosas por haber creado una
compañía privada para recaudar impuestos para
el
Estado.
3) Descartes no sólo estaba convencido sobre la
cuestión de los monos que no querían hablar, sino
que además pensaba que los perros no
tenían emociones ni
sufrían dolor, y que si uno les pisaba la cola y aullaban,
era porque se ponía en funcionamiento un mecanismo similar
al que produce un sonido al
apretarse la tecla de un piano.
4) Arquímides salió corriendo,
efectivamente, de la bañadera, pero su exclamación
fue ¡Eureka!, que significa ¡Lo encontré!…
Lo que por fin había encontrado era el principio de la
hidrostática que lleva su nombre, y no se tropezó
con ningún inodoro.
5) Freud empezó a elaborar su teoría a
partir de los intentos por explicar la conducta de
ciertas pacientes histéricas, hacia fines del siglo
XIX.
6) Galileo, efectivamente, pronunció esta frase
frente a sus amigos cuando terminó un juicio en su contra,
donde fue obligado a decir que la tierra era
inmóvil, lo que iba en contra de su propia creencia. Al
salir del tribunal musitó: ¡Y sin embargo se
mueve!…
7) Heráclito es el autor de la famosa
teoría de que todo cambia siempre, uno de cuyos ejemplos
más famosos es el hecho de que nunca nos bañamos
dos veces en el mismo río. Por supuesto, sostuvo su
teoría hasta el final de sus días.
8) Un libro de reciente aparición
revelaría ciertos secretos de la vida amorosa de Einstein,
pero nada tiene que ver en ello su desmañada cabellera. Se
afirma allí que fue un empedernido mujeriego que
engendró hijos ilegítimos y que castigaba a su
mujer.
Según un amigo suyo, en realidad 'amaba' a las mujeres
pero las consideraba criaturas inferiores. Este mismo amigo
sostuvo que cuanto más vulgares, sudorosas y malolientes
eran, más le gustaban. Si todo esto es cierto, no debieron
ser solamente las curvas espacio-temporales las que
habrían despertado la curiosidad del gran
sabio.
Este texto es un
fragmento del artículo homónimo, y está
incluído dentro de libro "Fantasía y realidad: una
excursión por la ciencia y la literatura". Si algún
internauta conoce otros fraudes (que no sean fraudulentos), lo
invito a comunicármelo por E-Mail. Y si ha inventado una
nueva ley de Murphy también, la que haremos figurar con su
nombre.
Autor:
Pablo Cazau
Licenciado en Psicología y Profesor
de Enseñanza Media y Superior en Psicología
(Universidad de Buenos Aires).
Ejerce la docencia en las Cátedras de
Psicopatología, Problemas de Aprendizaje,
Epistemología, Didáctica General y Diseños
Experimentales.