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El Fraude y el Humor en la Ciencia




Enviado por Pablo Cazau



    Epistemología

     La ciencia es
    una cosa seria, pero no tiene porqué ser solemne.
    Así parecen demostrarlo no pocos científicos que
    hicieron de la sátira al su propio saber una deliciosa
    profesión. ¿Motivos? A veces como recurso
    didáctico para captar la atención del alumno aburrido, pero casi
    siempre como una mordaz crítica a ciertas actitudes
    'científicas' que toman la ciencia como
    un saber perfecto, o como un semillero de hipótesis inverosímiles que nunca
    terminan verificándose, o bien como una inagotable
    anecdotario donde se pierde lo esencial de esta forma de conocimiento:
    llegar a la verdad de las cosas.

    El humorista Giovanni Mosca, a través de una
    supuesta carta a su hijo,
    muestra el
    notable contraste entre cómo era presentada la ciencia en
    su época y cómo es estudiada hoy en día.
    "¿Y qué es, hijo mío, -dice- este libro de
    física sin
    Arquímides saliendo desnudo a la calle gritando
    ¡Eureka! ¡Eureka!; sin la viñeta de Franklin
    que, seguido por graves caballeros corre bajo la tormenta
    llevando el hilo de un magnífico cometa! Así
    estudiábamos la física, con la
    manzana de Newton, el
    diablillo de Descartes, el
    péndulo de Galileo, el cometa de Franklin, la rana de
    Galvani y el tonel de Pascal" (1).
    Mosca satiriza así ese mundo encantado que en su tiempo le
    mostraban como 'la Ciencia', un
    mundo pletórico de floridas anécdotas y
    desopilantes fábulas
    que, al fin y al cabo, terminaban haciendo del alumno un
    especialista en bañaderas que nada sabía del
    principio de la hidrostática.

    En un futuro próximo quizás nosotros
    también contemos a nuestros hijos lo mismo que
    hacían nuestros abuelos, aunque en otros términos:
    "¿Y qué es, hijo mío, esta revista de
    divulgación científica sin la caricatura de
    Einstein volando azorado en un ascensor por el espacio sideral, o
    montando a caballo sobre la tierra
    disfrazado de Newton y
    jugando con los haces de luz de sendas
    linternas en sus manos, o sin el reloj doblado al estilo
    Dalí?"

    La epístola de Mosca termina con una
    irónica y elocuente recriminación: "Hijo
    mío, eres mucho más adulto que yo.
    ¿Cuántas veces, en lugar de libros de
    piratas, te sorprendí leyendo revistas técnicas?". El mismo Mosca justifica la
    vieja forma de presentar la ciencia como una sucesión de
    imágenes generadoras de admiración y
    estupor, diciendo que por entonces los progresos
    tecnológicos eran tan frecuentes e increíbles que
    nadie tenía tiempo de
    detenerse a comprender los principios
    científicos que los ponían en funcionamiento: "Esta
    es mi ciencia, hijo mío, escrita en un siglo donde los
    hombres, pasando de asombro en asombro, vieron por vez primera la
    máquina de vapor, el telégrafo, el teléfono, la lamparita eléctrica, el
    motor a
    explosión; en que mi padre vio por vez primera el
    aeroplano, y yo mismo presencié el milagro de la
    radiotelefonía. Tú en cambio, hijo
    mío, te sonríes de mi viejo libro de
    ciencia y ya te resulta claro y familiar el principio de la bomba
    atómica, mientras yo aún hay días en que
    creo que dentro del aparato de radio hay un
    hombre
    escondido".

    La Ley de
    Murphy

    Tampoco han faltado los conspicuos pensadores que
    buscaron humanizar las frías verdades de la ciencia con un
    toque de cálido humor. ¿Quién no conoce la
    famosa ley de Edsel
    Murphy, que dice que si algo puede andar mal, es seguro que
    andará mal? ¿O el primer corolario de dicha ley
    debido a H. Snizel, quien descubrió que "si una cosa puede
    andar mal, andará mal pero precisamente durante la
    demostración"?

    No hace mucho el ingeniero L. Lewin recopiló las
    variadas aplicaciones de la ley de Murphy a distintas
    áreas del conocimiento,
    como por ejemplo a la matemática: "Todas las constantes son
    variables",
    "En todo error de cálculo,
    si ha intervenido más de una persona,
    jamás aparecerá el culpable", o "en todo conjunto
    de cálculos, la cifra que aparece como más
    evidentemente correcta, estará equivocada". La ingeniería también tiene lo suyo:
    "Los planos originales serán destruídos por la
    máquina copiadora", o "Cuanto más cerca se
    esté de la terminación de un proyecto, tanto
    mayor será la necesidad de efectuar cambios de
    importancia". Y en el taller: "Toda herramienta se caerá
    donde produzca el daño mayor", "las piezas intercambiables
    no son intercambiables", "todo circuito de seguridad
    servirá para destruír el resto del aparato", o
    "toda falla aparece después de la inspección
    final".

    El mismo Lewin reconoce que en este listado
    debían incluírse también otros ejemplos
    adicionales, pero ocurrió que se traspapelaron algunas
    notas, que serán invariablemente encontradas una vez
    publicado el presente artículo. Nosotros, sin embargo,
    alertados por la ley de Murphy, hemos tomado nuestros recaudos y
    pudimos rescatar para los lectores otras dos leyes: la ley de
    Gordon, según la cual "si no vale la pena hacer una
    investigación, es inútil hacerla
    bien", y la tercera ley de Parkinson, que proclama que "el
    progreso de la ciencia varía en proporción inversa
    al número de revistas que se publican".

    Resultados irreproducibles

    En la opinión de Alexander Kohn, eminente
    biólogo israelí,
    una ciencia seria y sin humor sólo puede contribuír
    al fracaso final de la sociedad donde se
    desarrolló. Acuciado por esta idea, cierto día de
    la década del '50 se decidió a fundar el "Journal
    of Irreproducible results" (Diario de Resultados
    Irreproducibles), una "sátira sin asomos de malignidad
    acerca de la pedantería, la verbosidad, la oscuridad o la
    estupidez pura y simple que caracterizan a algunos proyectos y
    publicaciones científicas" (2).

    Si bien hubo antecedentes de este tipo de publicaciones
    que no prosperaron, entre ellos el "The Journal of Insignificant
    Research" editado por L. Van Valen e impreso totalmente en
    papel para
    toallitas faciales, el periódico
    de Kohn logró subsistir hasta nuestros días y hasta
    tuvo una amplia difusión en nuestro país, en la
    década del '60. Tenía la estructura de
    una verdadera revista
    científica como "Science" o "Nature" y, como ellas, estaba
    dividido en varias secciones. En la primera de ellas, las
    conclusiones lógicas o prácticas de las ideas
    científicas imperfectamente comprobadas son llevadas tan
    lejos como sea posible.

    Como ejemplo se satirizaba un artículo de Asimov
    sobre las propiedades y usos de la tiotimolina, curiosa sustancia
    que se disuelve inmediatamente 'antes' de agregarle agua,
    debiéndose esta especial cualidad a la existencia en su
    estructura
    molecular, de un átomo de
    carbono que
    asoma en la cuarta dimensión. Se comprobó que la
    tiotimolina tenía importantes aplicaciones en el estudio
    de la fuerza de
    voluntad de las personas: si usted sostiene un vaso con agua y quiere
    verterla en un recipiente que contiene tiotimolina, pero vacila,
    ¿se disolverá esta sustancia?

    Otro ejemplo de la misma sección toma como
    referencia el fracaso en el lanzamiento de cohetes
    balísticos como el Thor, el Titán o el Atlas, para
    lo cual se ha buscado una explicación
    psicoanalítica descubriéndose que algunos de sus
    fracasos tenían que ver con un 'complejo umbilical'. Antes
    del lanzamiento, cada cohete está unido a una especie de
    cordón umbilical para recibir el bombeo de combustible. El
    miedo al momento donde se cortará esta unión
    nutricia despierta en los cohetes tal ansiedad que provoca
    tendencias inconcientes al suicidio y los
    lleva hacia su autodestrucción.

    Una segunda sección del Journal de Kohn trata del
    arte de
    publicar investigaciones
    sin haberlas hecho en realidad, y cuyos autores son
    científicos que viven bajo el lema 'publicar o perecer'.
    Un importante artículo de esta sección presentaba
    la sencilla igualdad 1+1=2
    bajo la elegante pero complicadísima fórmula
    equivalente, y también demostraba que la fórmula S
    ex = f (u)n no guarda relación alguna con las integrales y
    las exponenciales, sino que significa "sex is fun" (el sexo es
    divertido). También fue aprovechada la fórmula de
    un tal Sommer, que demostraba que la productividad P
    de un laboratorio
    depende del número de secretarias N, de su velocidad de
    escritura a
    máquina Ts, y del número de científicos
    adscriptos a la institución S, de modo tal que la productividad
    tiende al infinito cuando el número de científicos
    tiende a cero.

    Sin embargo y aún cuando el científico no
    tenga la premura de publicar, otras cosas habrán de frenar
    el desarrollo de
    la ciencia, y entre ellas los problemas
    burocráticos. Un jefe de departamento demostró
    -según el Journal- que él solo disponía de
    alrededor de un día por año para dedicarse a la
    investigación una vez que descontó
    los feriados, el tiempo de comer, el tiempo para recibir a
    visitantes locales y extranjeros, para conferencias y charlas,
    para la revisación y redacción de artículos y para la
    correspondencia y el teléfono.

    En 1962, todas estas sátiras y ridiculizaciones
    sobre el difícil arte de
    investigar alcanzaron suficiente difusión como para hacer
    un libro que llegó a publicarse en Holanda bajo el
    título de "Onderzoeckerskunst".

    Y hablando de palabras raras, la tercera sección
    del Journal está dedicada a todos aquellos
    científicos que viven bajo un lema que aquí
    podríamos enunciar como "para qué hacer las cosas
    fáciles cuando pueden ser difíciles", y que
    están empeñados en redactar sus pensamientos en la
    forma más oscura e intrincada posible.

    El Journal cita un ejemplo real extraído de un
    artículo relativo a cierta enfermedad de los árboles: "Un cambio
    provocado por una afección o infección o por un
    afectante en el infectado, es una afección de respuesta
    activa o pasiva. Si se opone a la infección, o a la
    afección, o al infectante que la ha causado, es una
    contrainfección activa o una contra-afección
    activa. Si es una contrainfección activa o
    contrafección activa es una defensa contra una
    afección activa o una infección activa, es decir,
    una reacción en el sentido estricto del término,
    tal como lo utilizan los patólogos". Si después de
    esta lectura el
    paciente lector no queda afectado (o infectado), será
    porque tiene el cerebro
    vacío o es un genio.

    Por nuestra parte hemos encontrado otro ejemplo real y
    auténtico, y no cesamos de admirarnos que párrafos
    como el que sigue hayan podido ser publicados: "Es el proceso del
    libro un progresivo desarrollo
    hacia la idea de des-enajenación -desilusión y
    desideologización- de sujeto concomitantemente con el
    quiebre del dominio de objeto
    que desde el cogito aristotélico-cartesiano amparado en
    las tesis
    empiristas, positivistas, racionalistas críticas
    alienó en forma gradual el sentido estructural de sujeto
    volviendo a éste un mero servidor
    gnoseológico y ontológico de la onticidad
    cuantitativa de objeto".

    Afortunadamente el autor de esto reconoce sus propias
    limitaciones, cuando algunos renglones más adelante aclara
    que "no es tarea fácil y lo sabemos tanto escritores como
    lectores el poder
    interpretador y explicitador que se ejerce sobre las ideas, ya
    que, frecuentemente estas son desvirtuadas, malentendidas o
    simplemente no comprehendidas (sic) y por ende el discurso que
    sobre ellas se estructura es una pura especulación
    vacía".

    Si estos balazos verbales existen es en parte porque
    muchos autores deben financiar sus propias ediciones y,
    después de todo, el riesgo lo corre
    quien aportó el capital.
    Hablar complicando las cosas en vez de aclararlas es lo mismo
    que, en el terreno de la psicoterapia, gastar tiempo y capacidad
    profesional en pacientes que no están enfermos en
    ningún sentido clínico. Esto es lo que Schofield en
    1964 llamó el Síndrome de Yavis (3),
    acróstico formado por Y (young, joven), A (atractivo), V
    (verbalmente fluido), I (inteligente) y S (succesful,
    triunfador), y con el cual ironizaba la forma que tenían
    muchos psiquiatras norteamericanos jóvenes de elegir a sus
    pacientes: éstos debían tener las mismas cualidades
    que ellos (las antes indicadas), más allá de si
    estaban o no enfermos.

    Premios Nobel a la ignominia

    En el Journal de Kohn hay aún otras secciones.
    Una de ellas otorga periódicamente el premio Innoble a la
    investigación más irreproducible de todas, con
    diploma incluído, premio que recibieron entre otras, las
    investigaciones sobre el flogisto y los rayos
    mitogenéticos. Otra sección se ocupó de
    transcribir textualmente ciertas frases de auténticos
    científicos, tales como "la felicidad del hombre de
    ciencia es tener un experimento que resulte bien y que se repita
    continuamente", de Herschey, o "una observación oportuna hubiera sumergido a
    Einstein en la confusión", de Duggan.

    Los Premios Nobel a la Ignominia representan una
    versión más actual (4), y son entregados por
    auténticos ganadores de algún Premio Nobel,
    sólo que en la ceremonia aparecen con grandes narices
    postizas, sombreros ridículos y falsos anteojos. En 1991
    se entregaron varios de estos premios, siendo el más
    desopilante el de Física, entregado a Thomas Kyle, un
    científico serio que publicó un artículo
    hablando de una nueva clase de átomo, el
    'administratum', cuyo núcleo tiene muchos neutrones pero
    sólo uno de ellos trabaja en serio. Los demás son 8
    asesores, 35 vice-neutrones y 256 asesores de vice-neutrones.
    Kyle, que también presuntamente descubrió unas
    partículas elementales llamadas 'ñoquis', fue el
    único que rechazó el premio a la Ignominia de ese
    año.

    Un gusano bicéfalo

    Por la década del '60 apareció otra
    revista con el mismo tono burlón y destinada, según
    su director, a humorizar un poco la ciencia para quitarle ese
    velo de seriedad y circunspección que tan mal le quedaba.
    Se trataba del "Worm Runner's Digest" (Revista del Amaestrador de
    Gusanos), y fundada en los EEUU por el irreverente
    psicólogo James V. Mc Connell (5).

    En el curso de sus investigaciones, Mc Connell se
    había interesado por el comportamiento
    sexual del platelminto, un gusano plano común con la
    cabeza en un extremo y la cola en el otro. Su indagación
    lo llevó a concluír que es el animal más
    antifreudiano que existe: a) al ser hermafrodita no experimenta
    la envidia del pene, pues tiene ambos sexos; y b) al poseer una
    misma abertura para comer y defecar, tiene confundidos sus
    estadios oral y anal.

    Sin embargo, el interés
    original de Mc Connell no fueron los hábitos sexuales de
    este bicho imposible de acusárselo de machista o
    feminista, sino la posibilidad de amaestrarlos, lo que implicaba
    poder
    transmitirles cierta información para memorizar. Fue así
    que cierto día amaestró a un gusano y luego, presa
    de un ataque de sadismo, como él mísmo reconoce, lo
    cortó en dos pedazos. A partir de la cabeza se
    formó un nuevo gusano y a partir de la cola otro igual,
    ambos enteros con cabeza y cola, y comprobó no sólo
    que cada nuevo gusano recordaba lo aprendido, sino además
    que las colas recordaban aún mejor que las cabezas. Mc
    Connell concluyó que, al menos para los gusanos, perder la
    cabeza en realidad mejoraba la
    memoria.

    Otro experimento consistió en agarrar un gusano
    -siempre desprevenidamente- y cortarle solamente la cabeza en dos
    mitades. Cada mitad regeneraba una cabeza entera, con lo cual se
    obtenía un gusano bicéfalo. Para sorpresa de Mc
    Connell, este gusano recordaba aún mucho mejor lo
    aprendido que cuando era normal, con lo cual obtuvo una segunda
    conclusión: para la buena memoria, es mejor
    tener dos cabezas en vez de una sola.

    Otra experiencia, finalmente, se realizó cortando
    un gusano amaestrado en trocitos muy pequeños y
    dándoselos de comer a otros gusanos no amaestrados pero
    sí muy hambrientos, los cuales pronto empezaron a
    'recordar' lo que habían aprendido. Basándonos en
    este experimento, podríamos llegar a una nueva
    conclusión: si usted quiere ser inteligente, cómase
    un muslito de Einstein.

    Obviamente, las investigaciones de Mc Connell
    tenían su lado serio. Lo que en última instancia
    buscaba era el factor capaz de transferir la memoria,
    concluyendo finalmente que se trataba del ARN (ácido
    ribonucleico), pero la seriedad de esta preocupación no
    tenía porqué prescindir del lado cómico del
    asunto. Como en la vida, en la ciencia podemos ser responsables
    sin por ello perder el humor.

    Urgido por su jefe de departamento, que lo conminaba a
    publicar o morir no importando si la investigación era
    mala ("total el decano no se iba a dar cuenta"), Mc Connell
    publicó finalmente sus conclusiones y, para su sorpresa,
    los únicos que se interesaron por su artículo no
    fueron sus ilustres colegas sino alumnos del colegio secundario,
    que lo atiborraron de cartas
    preguntándoles todo acerca del cuidado y amaestramiento de
    gusanos.

    "Algunos de ellos -cuenta Mc Connell-, nos
    escribían exigiéndonos 'de inmediato' algunos
    centenares de animales ya
    amaestrados, pues ellos mismo no tenían tiempo para
    ponerse a hacerlo", lo cual venía a demostrar que
    seguramente habrían de ser brillantes científicos.
    Entre Mc Connell y sus ayudantes terminaron armando un manual para
    alumnos, que finalmente se convirtió en el primer
    número de la Revista del Amaestrador de Gusanos. Hasta el
    momento en que Mc Connell rememoraba toda esta historia habían
    pasado ya diez años y la revista seguía saliendo
    con una circulación internacional (36 países) de
    miles de números, habiendo ya incorporado toda clase de
    artículos serios entremezclados con burlas, sátiras
    y anécdotas de todo tipo. No pocas veces algún
    lector desprevenido se enfrascaba en la lectura de
    un trabajo y por la mitad descubría que en realidad era
    una sátira. Hubo que imprimir los textos fraudulentos en
    forma invertida para evitar la confusión entre la
    ficción y la realidad.

    Textos fraudulentos

    Y así como hay revistas-sátira que
    incluyeron artículos serios, también hubieron
    revistas serias que incluyeron sus artículos fraudulentos
    para mofarse de ciertas veleidades científicas pero,
    fundamentalmente, para ver hasta qué punto los lectores
    creían o no en esos fraudes. Cuando la revista "La
    Recherche" cumplió un año, resolvió publicar
    un fraude… sin
    aclarar esta circunstancia.

    Prepararon un artículo que relacionaba la
    configuración de ciertas estrellas con la nariz de un
    animal inventado por un biólogo francés para
    burlarse de los evolucionistas, que caminaba sobre su propia
    nariz. El artículo hasta incluía citas de
    periódicos inexistentes, y mucha gente lo tomó en
    serio… incluyendo a un famoso periodista científico de
    la
    televisión francesa que vendía libros de
    divulgación por millares (6).

    También en Francia, la
    revista "Science et vie" hizo un experimento similar.
    Publicó un artículo sobre un 'triángulo de
    Bouches-du-Rhone' (un departamento del país galo)
    comparándolo con el famoso triángulo de las
    Bermudas. Se afirmaba que tal zona fue localizada en las
    proximidades de Marsella, mencionándose varias
    catástrofes ocurridas allí. No sólo mucha
    gente lo creyó al más puro estilo 'La guerra de los
    mundos' de Orson Welles, sino que además la revista
    recibió muchas cartas
    confirmatorias. Un lector llegó a decir que su auto
    había sufrido un desperfecto al entrar en el área
    (6).

    "El axioma de igualdad en la
    teoría
    matemática
    de conjuntos es
    análogo al concepto
    homónimo de la política feminista".
    Con teorías
    como esta, el físico norteamericano Alan Sokal puso en
    rídículo a una de las más prestigiosas
    publicaciones de estudios culturales norteamericanas: "Social
    Text"(7). La revista publicó un artículo de Sokal
    creyendo que se trataba de un estudio que sustentaba
    científicamente el análisis cultural posmoderno, cuando en
    realidad era un experimento del científico para poner a
    prueba el rigor con que se manejan los estudios culturales en los
    Estados
    Unidos. En su artículo, titulado "Transgrediendo los
    límites: hacia una hermenéutica
    transformadora de la teoría
    cuántica de la gravedad", Sokal sostuvo disparates tales
    como que "el número pi es ahora percibido en su
    ineluctable historicidad".

    Si los artículos periodísticos se
    mantuvieran en el nivel de la mera invención, no
    habría problemas,
    pero el asunto se complica cuando en lugar de inventarse la
    noticia, y ante la imposibilidad de ser descubierta, se la crea.
    Tal lo que ocurrió en la década del '40 en Buenos Aires:
    según refieren algunos memoriosos, hubo algunos
    periodistas que provocaban un crimen para luego disponer de algo
    importante para contar. Es en esta perspectiva donde puede
    apreciarse la trágica diferencia que hay entre descubrir,
    inventar y crear una noticia.

    La historia del doctor
    Bourbaki

    Todo comenzó cuando cierta vez un
    matemático, el Dr. Bourbaki, fue invitado a pronunciar una
    conferencia en
    la Ecole Normale Supérieure de París (8). El hombre
    venía precedido de impresionantes antecedentes como
    matemático: miembro notable de la Academia Real de
    Poldava, y autor de muchísimas obras de la especialidad,
    muchas de ellas publicadas por el Institut Mathématique de
    l'Université de Nancago donde además era uno de sus
    más brillantes profesores.

    Ese día disertó ante importantes
    funcionarios y, aunque nadie pudo entender nada, todos le
    expresaron su admiración felicitándolo
    efusivamente. Desde entonces, desapareció y nunca
    más se lo volvió a ver en
    público.

    En realidad, este Dr. Bourbaki jamás
    existió. Fue el invento de un grupo de
    individuos con cierto sentido del humor que contrataron a un
    actor para que improvisara una disertación totalmente
    falsa y plagada de ideas sin sentido y fórmulas
    descabelladas. Quienes le escuchaban tampoco se animaron a hacer
    preguntas, quizá por miedo a mostrar su
    ignorancia.

    Los autores de la farsa fueron un grupo de
    auténticos matemáticos franceses, de los más
    brillantes del siglo, y que en la realidad habían
    publicado alrededor de 1939 una monumental obra de su
    especialidad empleada asiduamente en todo el mundo (los
    "Elementos de Matemática"), bajo el seudónimo
    colectivo de Nicolás Bourbaki. Al elegir este apellido se
    inspiraron en un auténtico general que había
    intervenido en la guerra
    franco-prusiana de 1871, de nombre Charles Bourbaki, y de quien
    se contaban desopilantes anécdotas como aquella que
    afirmaba que luego de fracasar en una batalla intentó
    suicidarse con un balazo en la cabeza…pero erró el
    disparo. Finalmente murió en 1897.

    Por supuesto que el currículum que arrastraba el
    falso conferenciante fue también un fraude. La Academia
    Real de Poldava nunca existió, lo mismo que la Universidad de
    Nancago, palabra esta última derivada de Nancy y Chicago,
    dos de los lugares donde efectivamente trabajaron algunos de los
    auténticos matemáticos complotados.

    No es este, sin embargo, el único caso de
    currículum fraudulento. Alrededor de la década del
    '40, el estadounidense Marvin Hewitt había abandonado sus
    estudios cuando contaba apenas 17 años, pero sin embargo,
    a fuerza de
    inventar sus propios currícula, dictó innumerables
    clases y conferencias en distintas universidades a lo largo de 8
    años (9).

    Solía impresionar con sus notables, aunque
    imaginarias referencias a las autoridades universitarias, y entre
    ellas le gustaba incluír un doctorado en filosofía,
    otro en física, e incluso una vez fue un 'antiguo Director
    de Investigación de la RCA'.

    Marvin Hewitt, sin embargo, cometió un solo
    error: solía tomar nombres de auténticos
    científicos, con lo cual sus fraudes fueron finalmente
    desbaratados, terminando así su 'brillante' carrera como
    profesor universitario.

    Otros fraudes famosos

    En 1898, Louis de Rougement relató en una
    conocida publicación una aventura que todos tomaron como
    auténtica durante mucho tiempo y según la cual,
    tras haber naufragado en las costas de Australia, había
    participado en festines de caníbales, se había
    construído una casa con conchas perlíferas,
    había mandado mensajes en seis lenguas utilizando
    pelícanos, y había cabalgado sobre tortugas de 270
    kilos, entre otras cosas, incluyendo también el haberse
    curado de una fiebre durmiendo dentro de un búfalo muerto.
    Las sociedades
    científicas invitaron a Rougement a pronunciar
    conferencias sobre su aventura antropológica, y hasta
    publicó un libro que causó sensación,
    titulado "Treinta años entre los caníbales de
    Australia". Cuando fue descubierta su farsa, viajó a
    Africa del Sur
    donde dictó algunas otras conferencias anunciándose
    como 'el mayor embustero del mundo'.

    En 1859 Charles Darwin dio a
    conocer su famosa teoría que causó un gran revuelo,
    llegando al imaginario popular en forma de una idea: el hombre
    descendía del mono. Desde entonces todo el mundo se puso a
    buscar ese 'eslabón perdido' entre el simio y el hombre.
    Nadie lo encontró, pero Charles Dawson, geólogo
    aficionado, decidió inventarlo, y pulió
    cuidadosamente un cráneo humano hasta darle una apariencia
    simiesca, presentando su producto a la
    comunidad
    científica y alegando haberlo desenterrado de un pozo de
    guijarros en Piltdown Common, en Inglaterra (10).
    Finalmente el Dr. Weiner, de la Universidad de
    Oxford, descubrió el fraude, y el famoso Hombre de
    Piltdown, otrora el descubrimiento científico más
    increíble del siglo XIX, volvió definitivamente a
    su sepultura.

    Sin embargo, en materia de
    fraudes, tal vez no hubo como un tal Manuel Elizalde, miembro del
    gobierno de
    Filipinas, quien sostuvo en 1971 con total convencimiento haber
    encontrado el pueblo más primitivo de la tierra. Los
    denominó los "tasaday" y vivían en medio de la
    selva como en la Edad de Piedra, cubriéndose con hojas y
    comiendo frutas. Elizalde cercó la zona donde
    presuntamente se encontraban los tasaday, con el fin de preservar
    la existencia de tamaña reliquia antropológica, y
    sólo quince años después pudo descubrirse la
    trampa. El hombre había contratado a una docena de
    personas para representar la primitiva tribu, dejarse 'descubrir'
    y, golpe de efecto mediante, lograr consenso para su carrera
    política.

    Ni qué hablar tampoco de aquellos
    científicos que, a mediados del siglo XIX, anunciaron el
    descubrimiento del protoplasma básico de donde
    surgió… nada menos que la vida. Fue denominado el
    "Bathybius haeckelli", y era una sustancia viscosa que fue
    extraída del lecho marino frente a las costas de Irlanda.
    Se llegó a pensar que todos los mares estaban cubiertas
    por esta sustancia, la que finalmente resultó ser
    simplemente barro que, en combinación con alcohol, daba
    la apariencia -para quien quisiera ver- que la sustancia
    tenía vida propia.

    La historia está plagada de fraudes: algunas
    otras muestras son el famoso Protocolo de los
    Sabios del Sion, donde se denunciaba una supuesta
    conspiración judía para adueñarse del mundo,
    y una famosa tiara de oro de una 'antiguedad de 2200
    años', expuesta como tal en el Museo del Louvre durante
    siete años. Hoy en día la falsa tiera puede verse
    en algunas raras exposiciones de falsificaciones del citado museo
    francés.

    Sin embargo, el último y más famoso de
    todos los fraudes fue obra de dos ingleses desocupados y ansiosos
    por matar el aburrimiento, decididos a jugarle una gran broma a
    la comunidad
    científica seria y a los investigadores de Ovnis (11).
    Utilizando sólo dos tablas, unos trozos de soga y alguna
    otra herramienta, los señores Bower y Chorley trazaron en
    diversos trigales del sur de Inglaterra unos
    extraños círculos donde la vegetación
    aparecía misteriosamente aplastada. Mr. Bower y Mr.
    Chorley jamás pensaron que su broma llegaría tan
    lejos. En poco tiempo había por lo menos 35 expertos en
    cosechas circulares, y se comenzó a publicar un periódico
    exclusivo para el misterioso acontecimiento, llamado "The
    Cereologist". Un libro sobre el asunto, "Evidencias circulares",
    vendió en poco tiempo 50.000 ejemplares, y todos los
    días apareció una nueva teoría que explicaba
    el curioso fenómeno, tanto en la ciencia oficial como en
    el fantástico contexto de la ovnilogía. El
    físico T. Meaden afirmaba que los círculos eran
    producidos por remolinos de aire cargados
    eléctricamente de materia que
    aplastaba las mieses, mientras algunos científicos
    japoneses se inclinaban por una especie de rayo circular generado
    por microondas.
    Uno de ellos, Otsuki, llegó a decir muy suelto de cuerpo
    que 'lo he comprobado porque logré efectos similares en mi
    laboratorio
    con ayuda de un computador'.

    Ni qué hablar de las explicaciones
    paracientíficas, que iban desde las huellas de naves
    extraterrestres, hasta una 'energía curativa que se
    extenderá a escala
    planetaria'. Tampoco faltaron los atribulados dueños de
    esos campos, que optaron por aumentar sus ingresos
    organizando tours para mostrar los fenómenos de cerca y
    hasta para tocar la hierba aplastada, cobrando a razón de
    una libra por cabeza. No podemos dejar de mencionar la
    teoría más curiosa de todas, y que afirma que los
    señores Bower y Chorley son en realidad unos farsantes que
    inventaron una broma para hacerse famosos, aprovechando un
    extraño fenómeno que aún hoy persiste sin
    una explicación satisfactoria. El tiempo dirá, en
    definitiva, quién tuvo la razón.

    Leones en apuros

    No siempre el humor está vinculado con fraudes.
    Muchas veces suele ser una puerta para hacer comprensibles muchos
    conceptos científicos complejos y abstractos. La
    Teoría Matemática de la Caza Mayor, de Henry
    Pétard (12), es una humorada científica que,
    más allá de la no explicitada intención de
    su autor, se nos aparece como un desopilante recurso
    didáctico para explicar los más actuales métodos de
    investigación de la matemática, la
    física teórica y la física experimental,
    aplicados a la caza de un león que deambula somnoliento
    por el desierto de Sahara.

    Es así que entre los métodos
    matemáticos encontramos los siguientes:

    a) Método
    axiomático o de Hilbert: colocamos una jaula en el Sahara
    y dentro de ella encerramos dos axiomas: 1- la clase de los
    leones del Sahara es no-vacía, y 2- si hay un león
    en el Sahara, hay un león en la jaula. Mediante ciertas
    reglas de inferencia, de estos axiomas se puede concluír
    el siguiente teorema: 3- hay un león en la jaula, con lo
    cual lo habremos cazado.

    b) Método de
    la geometría
    de inversión: suponemos que la jaula es
    esférica, nos introducimos en ella y cerramos la puerta.
    Procedemos a la inversión, con lo cual el león entra
    en la jaula y nosotros salimos de ella.

    c) Método proyectivo: suponiendo que el desierto
    es un plano, proyectamos este plano en una recta, y luego esta
    recta en un punto. Necesariamente el león habrá de
    estar en ese punto, y lo mantenemos allí
    encerrado.

    d) Método de Bolzano Weiestrass: dividimos el
    Sahara en dos y ponemos una barrera bien sólida. Suponemos
    que el león ha de estar en una de ambas mitades, la cual
    volvemos a dividir en otros dos sectores mediante una barrera, y
    así sucesivamente. El diámetro de estos nuevos
    recintos se achica cada vez más y el león queda
    finalmente aprisionado en un espacio cuyo diámetro es
    arbitrariamente pequeño.

    Los métodos de
    la física teórica para la caza del león no
    son menos delirantes: a) Método de Schröedinger: en
    un momento dado existe una probabilidad
    positiva de que el león se halle en la jaula.
    Siéntese y espere. b) Método relativista:
    desparrámese por el desierto cebo formado por materia
    interestelar. Una vez distribuído proyectemos un rayo de
    luz, y este se
    curvará rodeando al león. Aprovechemos su
    desconcierto para cazarlo impunemente.

    Y por último, los métodos de la
    física experimental: a) Método
    termodinámico: consiste en construír una membrana
    semiimpermeable, permeable a todo menos a los leones. No
    habrá más que barrer con ella todo el desierto. b)
    Método de desintegración: radiemos el desierto con
    neutrones. Cuando el león adquiera radiactividad y
    comience a desintegrarse, ya no será capaz de defenderse y
    podremos cazarlo. Y hay aún otro método similar,
    consistente en dar de comer espinaca a los herbívoros del
    Sahara (vegetal que, como sabemos, contiene mucho hierro), pero
    magnetizándola previamente. El león comerá
    los herbívoros y quedará magnetizado, con lo cual
    sólo bastará atraerlo hacia la jaula mediante un
    gigantesco imán.

    Humor en la ciencia ficción

    La hermana menor de la ciencia tampoco escatimó
    esfuerzos por introducir el humor y la ironía. En la
    historia "División de condominio", por ejemplo, aparecen
    unos seres extraterrestres con forma de ameba que vienen a buscar
    combustible para sus naves, a cambio del cual ellos
    entregarían a los terráqueos literatura
    pornográfica. Por supuesto, el único interesado en
    el canje fue un profesor de biología, que
    recibió un libro con fotografías de las distintas
    etapas de la división mitótica de aquellos
    seres.

    En "El bardo inmortal", Isaac Asimov narra cómo
    un científico logra resucitar a Shakespeare, y lo
    inscribe bajo otro nombre en un curso de literatura sobre…Shakespeare.
    Asimov termina anunciando las consecuencias de una
    discusión que se suscitó entre el profesor y su
    anónimo e insigne alumno acerca de la
    personalidad del famoso escritor.

    Y así como hay auténticos Shakespeares
    detrás de seres anónimos, también hay falsos
    Shakespeares detrás de auténticos pícaros, y
    esto ya no es ciencia ficción. William Henry Ireland
    tenía 17 años cuando hizo creer al mundo que
    había descubierto una obra desconocida de Shakespeare (en
    realidad escrita por él mísmo en papel muy
    antiguo y con tinta artificialmente envejecida). La obra,
    titulada "Vortigern y Rowena", tuvo amplia repercusión y
    hasta fue estrenada en el teatro la noche
    del 2 de abril de 1796. El primer actor, John Kemble,
    había sospechado que la obra era apócrifa, pero
    quiso convertirse él también en cómplice de
    la broma e intentó infructuosamente que la obra fuese
    estrenada un día antes, el 1° de Abril, que en
    Inglaterra se conmemora el Día de los
    Inocentes.

    ¿Qué ocultos motivos llevan a
    científicos y escritores hacia el humor? Tal vez, como
    cuenta el psicoanálisis, estén canalizando
    impulsos sexuales reprimidos, cosa que, desde que Freud escribiera
    "El chiste y su relación con el inconciente", muchos
    consideraron como el mejor chiste del creador del psicoanálisis. Y es que, si la gente se
    tomaba en broma lo que Freud
    decía en serio, debía ser porque éste se
    tomó en serio lo que la gente decía en
    broma.

    Pablo Cazau

    (1) Mosca Giovanni, "Viva la presión
    atmosférica", Buenos aires,
    Ciencia Nueva, Año I, N° 2, Junio 1970, página
    52.

    (2) Kohn Alexander, "Los científicos que se
    burlan de la ciencia", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año
    II, N° 13, Marzo 1972, página 26.

    (3) Rycroft Ch., "Diccionario de
    psicoanálisis", Paidós, Buenos Aires, 1976,
    página 108.

    (4) Diario Clarín, Buenos Aires,
    14-1-92.

    (5) Mc Connell James, "Confesiones de un humorista
    científico", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año I,
    N° 4, Agosto 1970, página 16.

    (6) Revista Ciencia Hoy, N°3, Buenos Aires,
    página 23.

    (7) Revista Luna, Buenos Aires, 25-4-97.

    (8) Diario Clarín, Buenos Aires,
    18-5-93.

    (9) "El gran libro de lo asombroso e inaudito",
    Selecciones del Reader's Digest, México,
    1977, página 429.

    (10) "El gran libro de lo asombroso e inaudito", op.
    cit., página 443.

    (11) Revista "Descubrir" N°5, Buenos Aires,
    página 42.

    (12) Pétard Henry, "Teoría
    matemática de la caza mayor", Buenos Aires, Ciencia Nueva,
    Año I, N° 4, Agosto 1970, página 28.

    Apéndice

    Se supone que luego de haber analizado este
    artículo, nuestros pacientes lectores estarán
    más sensibilizados para diferenciar lo auténtico de
    lo fraudulento…, o tal vez no. Vamos a la prueba final, y
    descubra cuál de estas afirmaciones NO es un
    fraude:

    1) Newton empezó a interesarse en el movimiento de
    los cuerpos luego de una noche de juerga en el teatro de
    revistas.

    2) Después de haber descubierto el principio de
    conservación de la materia, Lavoisier fue guillotinado por
    no haber previsto el principio de conservación de la
    cabeza.

    3) Para Descartes, los
    monos hablan, solo que no quieren hacerlo porque de otro modo los
    pondrían a trabajar.

    4) ¡Es merdis! es una famosa exclamación de
    Arquímides, que pronunció al salir corriendo de la
    bañadera y poner un pie en el inodoro.

    5) Freud creó el psicoanálisis cierto
    día que su maestra le pidió una explicación
    acerca de su conducta.

    6) ¡E pur si muove! (¡Y sin embargo se
    mueve!) Exclamación atribuída a Galileo cuando el
    médico le dijo que era impotente.

    7) Cuando a Heráclito le exigieron que demostrara
    su teoría de que todo cambia, llevó a cabo la
    prueba suprema: tuvo que cambiar su teoría.

    8) Revelan insospechados secretos de la vida sentimental
    de Einstein, lo que tenía relación con la
    circunstancia de estar siempre despeinado.

    Respuestas

    La única afirmación que no es un fraude es
    el convencimiento de Descartes acerca de los monos. Las restantes
    afirmaciones son falsas, pero tienen un fondo de
    verdad:

    1) El interés de
    Newton por el movimiento de
    los cuerpos desembocó en la creación de la Mecánica que lleva su nombre. En todo caso
    la culpa la tuvo la caída de la manzana y no el
    bamboleante movimiento femenino.

    2) Lavoisier, creador del principio de
    conservación de la materia, fue efectivamente guillotinado
    en 1794, entre otras cosas por haber creado una
    compañía privada para recaudar impuestos para
    el
    Estado.

    3) Descartes no sólo estaba convencido sobre la
    cuestión de los monos que no querían hablar, sino
    que además pensaba que los perros no
    tenían emociones ni
    sufrían dolor, y que si uno les pisaba la cola y aullaban,
    era porque se ponía en funcionamiento un mecanismo similar
    al que produce un sonido al
    apretarse la tecla de un piano.

    4) Arquímides salió corriendo,
    efectivamente, de la bañadera, pero su exclamación
    fue ¡Eureka!, que significa ¡Lo encontré!…
    Lo que por fin había encontrado era el principio de la
    hidrostática que lleva su nombre, y no se tropezó
    con ningún inodoro.

    5) Freud empezó a elaborar su teoría a
    partir de los intentos por explicar la conducta de
    ciertas pacientes histéricas, hacia fines del siglo
    XIX.

    6) Galileo, efectivamente, pronunció esta frase
    frente a sus amigos cuando terminó un juicio en su contra,
    donde fue obligado a decir que la tierra era
    inmóvil, lo que iba en contra de su propia creencia. Al
    salir del tribunal musitó: ¡Y sin embargo se
    mueve!…

    7) Heráclito es el autor de la famosa
    teoría de que todo cambia siempre, uno de cuyos ejemplos
    más famosos es el hecho de que nunca nos bañamos
    dos veces en el mismo río. Por supuesto, sostuvo su
    teoría hasta el final de sus días.

    8) Un libro de reciente aparición
    revelaría ciertos secretos de la vida amorosa de Einstein,
    pero nada tiene que ver en ello su desmañada cabellera. Se
    afirma allí que fue un empedernido mujeriego que
    engendró hijos ilegítimos y que castigaba a su
    mujer.
    Según un amigo suyo, en realidad 'amaba' a las mujeres
    pero las consideraba criaturas inferiores. Este mismo amigo
    sostuvo que cuanto más vulgares, sudorosas y malolientes
    eran, más le gustaban. Si todo esto es cierto, no debieron
    ser solamente las curvas espacio-temporales las que
    habrían despertado la curiosidad del gran
    sabio.

    Este texto es un
    fragmento del artículo homónimo, y está
    incluído dentro de libro "Fantasía y realidad: una
    excursión por la ciencia y la literatura". Si algún
    internauta conoce otros fraudes (que no sean fraudulentos), lo
    invito a comunicármelo por E-Mail. Y si ha inventado una
    nueva ley de Murphy también, la que haremos figurar con su
    nombre.

     

     

    Autor:

    Pablo Cazau
    Licenciado en Psicología y Profesor
    de Enseñanza Media y Superior en Psicología
    (Universidad de Buenos Aires).
    Ejerce la docencia en las Cátedras de
    Psicopatología, Problemas de Aprendizaje,
    Epistemología, Didáctica General y Diseños
    Experimentales.

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