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Edad Media




Enviado por demond



    Edad media

    Periodo de la historia europea que
    transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de
    Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. No obstante, las
    fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas:
    nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo
    cultural del continente. Parece que el término lo
    empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo de
    Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun
    imperii decades
    (Décadas de historia desde la decadencia
    del Imperio romano
    ), publicada en 1438 aunque fue escrita
    treinta años antes. El término implicó en su
    origen una parálisis del progreso, considerando que la
    edad media fue
    un periodo de estancamiento cultural, ubicado
    cronológicamente entre la gloria de la antigüedad
    clásica y el renacimiento.
    La investigación actual tiende, no obstante, a
    reconocer este periodo como uno más de los que constituyen
    la evolución histórica europea, con sus
    propios procesos
    críticos y de desarrollo. Se
    divide generalmente la edad media en
    tres épocas.

    Inicios de la edad media

    Ningún evento concreto
    determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad
    media: ni el saqueo de Roma por los
    godos dirigidos por Alarico I en el 410, ni el derrocamiento de
    Rómulo Augústulo (último emperador romano de
    Occidente) fueron sucesos que sus contemporáneos
    consideraran iniciadores de una nueva época.

    La culminación a finales del siglo V de una serie
    de procesos de
    larga duración, entre ellos la grave dislocación
    económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos
    germanos en el Imperio romano,
    hizo cambiar la faz de Europa. Durante
    los siguientes 300 años Europa occidental
    mantuvo una cultura
    primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada cultura del
    Imperio romano, que nunca llegó a perderse u olvidarse por
    completo.

    Fragmentación de la autoridad

    Durante este periodo no existió realmente una
    maquinaria de gobierno unitaria
    en las distintas entidades políticas,
    aunque la poco sólida confederación de tribus
    permitió la formación de reinos. El desarrollo
    político y económico era fundamentalmente local y
    el comercio
    regular desapareció casi por completo, aunque la economía monetaria
    nunca dejó de existir de forma absoluta. En la
    culminación de un proceso
    iniciado durante el Imperio romano, los campesinos comenzaron a
    ligarse a la tierra y a
    depender de los grandes propietarios para obtener su
    protección y una rudimentaria administración de justicia, en
    lo que constituyó el germen del régimen
    señorial. Los principales vínculos entre la
    aristocracia guerrera fueron los lazos de parentesco aunque
    también empezaron a surgir las relaciones feudales. Se ha
    considerado que estos vínculos (que relacionaron la
    tierra con
    prestaciones
    militares y otros servicios)
    tienen su origen en la antigua relación romana entre
    patrón y cliente o en la
    institución germánica denominada comitatus
    (grupo de
    compañeros guerreros). Todos estos sistemas de
    relación impidieron que se produjera una
    consolidación política
    efectiva.

    La Iglesia

    La única institución europea con carácter
    universal fue la Iglesia, pero
    incluso en ella se había producido una
    fragmentación de la autoridad.
    Todo el poder en el
    seno de la jerarquía eclesiástica estaba en las
    manos de los obispos de cada región. El papa tenía
    una cierta preeminencia basada en el hecho de ser sucesor de san
    Pedro, primer obispo de Roma, a quien
    Cristo le había otorgado la máxima autoridad
    eclesiástica. No obstante, la elaborada maquinaria del
    gobierno
    eclesiástico y la idea de una Iglesia encabezada por el
    papa no se desarrollarían hasta pasados 500 años.
    La Iglesia se veía a sí misma como una comunidad
    espiritual de creyentes cristianos, exiliados del reino de Dios,
    que aguardaba en un mundo hostil el día de la
    salvación. Los miembros más destacados de esta
    comunidad se
    hallaban en los monasterios, diseminados por toda Europa y
    alejados de la jerarquía eclesiástica.

    En el seno de la Iglesia hubo tendencias que aspiraban a
    unificar los rituales, el calendario y las reglas
    monásticas, opuestas a la desintegración y al
    desarrollo local. Al lado de estas medidas administrativas se
    conservaba la tradición cultural del Imperio romano. En el
    siglo IX, la llegada al poder de la
    dinastía Carolingia supuso el inicio de una nueva unidad
    europea basada en el legado romano, puesto que el poder
    político del emperador Carlomagno dependió de
    reformas administrativas en las que utilizó materiales,
    métodos y
    objetivos del
    extinto mundo romano.


    Vida cultural

    La actividad cultural durante los inicios de la edad
    media consistió principalmente en la conservación y
    sistematización del conocimiento
    del pasado y se copiaron y comentaron las obras de autores
    clásicos. Se escribieron obras enciclopédicas, como
    las Etimologías (623) de san Isidoro de Sevilla, en
    las que su autor pretendía compilar todo el
    conocimiento de la humanidad. En el centro de cualquier
    actividad docta estaba la Biblia: todo aprendizaje
    secular llegó a ser considerado como una mera
    preparación para la comprensión del Libro
    Sagrado.

    Esta primera etapa de la edad media se cierra en el
    siglo X con las segundas migraciones germánicas e
    invasiones protagonizadas por los vikingos procedentes del norte
    y por los magiares de las estepas asiáticas, y la
    debilidad de todas las fuerzas integradoras y de expansión
    europeas al desintegrarse el Imperio Carolingio. La violencia y
    dislocamiento que sufrió Europa motivaron que las tierras
    se quedaran sin cultivar, la población disminuyera y los monasterios se
    convirtieran en los únicos baluartes de la
    civilización.

    La alta edad media

    Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un
    periodo de evolución desconocido hasta ese momento. La
    época de las grandes invasiones había llegado a su
    fin y el continente europeo experimentaba el crecimiento
    dinámico de una población ya asentada. Renacieron la vida
    urbana y el comercio
    regular a gran escala y se
    desarrolló una sociedad y
    cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras.
    Este periodo se ha convertido en centro de atención de la moderna investigación y se le ha dado en llamar el
    renacimiento del
    siglo XII.

    El poder papal

    Durante la alta edad media la Iglesia católica,
    organizada en torno a una
    estructurada jerarquía con el papa como indiscutida
    cúspide, constituyó la más sofisticada
    institución de gobierno en Europa occidental. El Papado no
    sólo ejerció un control directo
    sobre el dominio de las
    tierras del centro y norte de Italia sino que
    además lo tuvo sobre toda Europa gracias a la diplomacia y
    a la
    administración de justicia (en
    este caso mediante el extenso sistema de
    tribunales eclesiásticos). Además las
    órdenes monásticas crecieron y prosperaron
    participando de lleno en la vida secular. Los antiguos
    monasterios benedictinos se imbricaron en la red de alianzas feudales.
    Los miembros de las nuevas órdenes monásticas, como
    los cistercienses, desecaron zonas pantanosas y limpiaron
    bosques; otras, como los franciscanos, entregados voluntariamente
    a la pobreza,
    pronto empezaron a participar en la renacida vida urbana. La
    Iglesia ya no se vería más como una ciudad
    espiritual en el exilio terrenal, sino como el centro de la
    existencia. La espiritualidad altomedieval adoptó un
    carácter individual, centrada ritualmente en el sacramento
    de la eucaristía y en la identificación subjetiva y
    emocional del creyente con el sufrimiento humano de Cristo. La
    creciente importancia del culto a la Virgen María,
    actitud
    desconocida en la Iglesia hasta este momento, tenia el mismo
    carácter emotivo.

    Aspectos intelectuales

    Dentro del ámbito cultural, hubo un resurgimiento
    intelectual al prosperar nuevas instituciones
    educativas como las escuelas catedralicias y monásticas.
    Se fundaron las primeras universidades, se ofertaron graduaciones
    superiores en medicina, derecho
    y teología, ámbitos en los que fue intensa la
    investigación: se recuperaron y tradujeron escritos
    médicos de la antigüedad, muchos de los cuales
    habían sobrevivido gracias a los eruditos árabes y
    se sistematizó, comentó e investigó la
    evolución tanto del Derecho canónico como del
    civil, especialmente en la famosa Universidad de
    Bolonia. Esta labor tuvo gran influencia en el desarrollo de
    nuevas metodologías que fructificarían en todos los
    campos de estudio. El escolasticismo se popularizó, se
    estudiaron los escritos de la Iglesia, se analizaron las
    doctrinas teológicas y las prácticas religiosas y
    se discutieron las cuestiones problemáticas de la
    tradición cristiana. El siglo XII, por tanto, dio paso a
    una época dorada de la filosofía en
    Occidente.

    Innovaciones artísticas

     También se produjeron innovaciones en el
    campo de las artes creativas. La escritura
    dejó de ser una actividad exclusiva del clero y el
    resultado fue el florecimiento de una nueva literatura, tanto en
    latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas.
    Estos nuevos textos estaban destinadas a un público
    letrado que poseía educación y tiempo libre para
    leer. La lírica amorosa, el romance cortesano y la nueva
    modalidad de textos históricos expresaban la nueva
    complejidad de la vida y el compromiso con el mundo secular. En
    el campo de la pintura se
    prestó una atención sin precedentes a la
    representación de emociones
    extremas, a la vida cotidiana y al mundo de la naturaleza. En la
    arquitectura,
    el románico alcanzó su perfección con la
    edificación de incontables catedrales a lo largo de rutas
    de peregrinación en el sur de Francia y en
    España,
    especialmente el Camino de Santiago, incluso cuando ya comenzaba
    a abrirse paso el estilo gótico que en los siguientes
    siglos se convertiría en el estilo artístico
    predominante.

    La nueva unidad europea

    Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del
    siglo anterior. La Iglesia se convirtió en la gran
    institución europea, las relaciones comerciales integraron
    a Europa gracias especialmente a las actividades de los banqueros
    y comerciantes italianos, que extendieron sus actividades por
    Francia,
    Inglaterra,
    Países Bajos y el norte de África, así como
    por las tierras imperiales germanas. Los viajes, bien
    por razones de estudio o por motivo de una peregrinación
    fueron más habituales y cómodos. También fue
    el siglo de las Cruzadas; estas guerras,
    iniciadas a finales del siglo XI, fueron predicadas por el Papado
    para liberar los Santos Lugares cristianos en el Oriente
    Próximo que estaban en manos de los musulmanes. Concebidas
    según el Derecho canónico como peregrinaciones
    militares, los llamamientos no establecían distinciones
    sociales ni profesionales. Estas expediciones internacionales
    fueron un ejemplo más de la unidad europea centrada en la
    Iglesia, aunque también influyó el interés de
    dominar las rutas comerciales de Oriente. La alta edad media
    culminó con los grandes logros de la arquitectura
    gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de
    Aquino y la visión imaginativa de la totalidad de la
    vida humana, recogida en la Divina comedia de Dante
    Alighieri.

    La baja edad media

    Si la alta edad media estuvo caracterizada por la
    consecución de la unidad institucional y una síntesis
    intelectual, la baja edad media estuvo marcada por los conflictos y
    la disolución de dicha unidad. Fue entonces cuando
    empezó a surgir el Estado
    moderno —aún cuando éste en ocasiones no era
    más que un incipiente sentimiento nacional— y la
    lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado se
    convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa
    durante algunos siglos posteriores. Pueblos y ciudades
    continuaron creciendo en tamaño y prosperidad y comenzaron
    la lucha por la autonomía política. Este
    conflicto
    urbano se convirtió además en una lucha interna en
    la que los diversos grupos
    sociales quisieron imponer sus respectivos
    intereses.

    Inicios de la ciencia
    política

    Una de las consecuencias de esta pugna, particularmente
    en las corporaciones señoriales de las ciudades italianas,
    fue la intensificación del pensamiento
    político y social que se centró en el Estado
    secular como tal, independiente de la Iglesia.

    La independencia
    del análisis político es sólo uno
    de los aspectos de una gran corriente del pensamiento
    bajomedieval y surgió como consecuencia del fracaso del
    gran proyecto de la
    filosofía altomedieval que pretendía alcanzar una
    síntesis de todo el
    conocimiento y experiencia tanto humano como
    divino.

    La nueva espiritualidad

    Aunque este desarrollo filosófico fue importante,
    la espiritualidad de la baja edad media fue el auténtico
    indicador de la turbulencia social y cultural de la época.
    Esta espiritualidad estuvo caracterizada por una intensa
    búsqueda de la experiencia directa con Dios, bien a
    través del éxtasis personal de la
    iluminación mística, o bien mediante
    el examen personal de la
    palabra de Dios en la Biblia. En ambos casos, la Iglesia
    orgánica —tanto en su tradicional función de
    intérprete de la doctrina como en su papel
    institucional de guardián de los sacramentos— no
    estuvo en disposición de combatir ni de prescindir de este
    fenómeno.

    Toda la población, laicos o clérigos,
    hombres o mujeres, letrados o analfabetos, podían
    disfrutar potencialmente una experiencia mística.
    Concebida ésta como un don divino de carácter
    personal, resultaba totalmente independiente del rango social o
    del nivel de educación pues era
    indescriptible, irracional y privada. Por otro lado, la lectura
    devocional de la Biblia produjo una percepción
    de la Iglesia como institución marcadamente diferente a la
    de anteriores épocas en las que se la consideraba como
    algo omnipresente y ligado a los asuntos terrenales. Cristo y los
    apóstoles representaban una imagen de radical
    sencillez y al tomar la vida de Cristo como modelo de
    imitación, hubo personas que comenzaron a organizarse en
    comunidades apostólicas. En ocasiones se esforzaron por
    reformar la Iglesia desde su interior para conducirla a la pureza
    y sencillez apostólica, mientras que en otras ocasiones se
    desentendieron simplemente de todas las instituciones
    existentes.

    En muchos casos estos movimientos adoptaron una postura
    apocalíptica o mesiánica, en particular entre los
    sectores más desprotegidos de las ciudades bajomedievales,
    que vivían en una situación muy difícil.
    Tras la aparición catastrófica de la peste negra,
    en la década de 1340, que acabó con la vida de una
    cuarta parte de la población europea, bandas de
    penitentes, flagelantes y de seguidores de nuevos mesías
    recorrieron toda Europa, preparándose para la llegada de
    la nueva época apostólica.

    Esta situación de agitación e innovación espiritual desembocaría
    en la Reforma protestante; las nuevas identidades políticas
    conducirían al triunfo del Estado
    nacional moderno y la continua expansión económica
    y mercantil puso las bases para la transformación
    revolucionaria de la economía europea. De
    este modo las raíces de la edad moderna
    pueden localizarse en medio de la disolución del mundo
    medieval, en medio de su crisis social
    y cultural.

     

     

    Autor:

    Carlos Derij

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