- Palabras
preliminares - Introducción
- Problema
- La
perspectiva religiosa y sus distintos enfoques en las ciencias
sociales - El
problema del mal - El
análisis - Conclusiones
- Bibliografía
Manifestaciones y Representaciones del
Mal
Encarnado en la Figura del Diablo en
diferentes tradiciones religiosas de la ciudad de
Rosario
…"Hacía días que
María estaba preocupada por el marcado deterioro de
salud que
sufría su esposo Ernesto. Hacía ya cinco
días que éste se encontraba sin poder
levantarse del viejo catre de toda su vida, sin comer, emitir una
mínima palabra ni expresión; pero esa serena noche
del 28 de Septiembre sería fatal para la pobre mujer y sus seis
hijos. Justo allí, en el descampado, sin ningún
vecino más cercano a los dos o tres
kilómetros…
Desesperada María llamó a
Beto, el mayor de sus seis hijos y le rogó que partiera en
el viejo caballo manchado de su padre hasta el pueblo en busca de
la ayuda del único médico del lugar, el Dr.
Gutiérrez, al que recurrían todos los pueblerinos
por cualquier tipo de dolencia.
Partió enseguida, como alma que lleva
el diablo. Era una noche obscura y solo la luz de la luna
iluminaba el camino del jovencito que por primera vez, a sus
escasos dieciséis años, tenía que hacer las
veces del hombre de la
casa.
Mientras tanto en la casa el desenlace
fatal comienza a manifestarse. Ernesto se agita, su respiración se torna acelerada y, dando
saltos sobre el catre, emite desgarradores alaridos de
dolor.
Los chicos, llenos de pánico,
se refugian detrás de la madre que, atrapada en la
más profunda desesperación, mira atónita tan
desesperante situación.
El ataque llevaría
aproximadamente de siete a nueve minutos cuando de pronto el
cuerpo volvió a yacer sobre el viejo cobijado. Muy
despacio se acercó la mujer para
comprobar el estado de
su inerte marido; poso su oído sobre
el pecho… Respiraba, tenuemente pero respiraba.
Cuando el tiempo
parecía hacerse interminable, un ruido de
motor se
oyó en la puerta. Era su hijo, que venía
acompañado por el viejo doctor y una delgada y novata
enfermera. Entraron presurosamente a la casa y el doctor sin
esperar comentario alguno comenzó a revisar al
enfermo.
Durante aproximadamente una hora
intentó reanimarle sin alcanzar éxito
alguno.
- el pulso está bien, no hay
rastros de ataque cardíaco ni de derrame cerebral, la
temperatura
es normal… parece cosa de Mandinga! –
señaló el médico,
a lo que seguidamente
agregó:
– evidentemente, a mi modesto
entender, ha entrado, no se porque razón en estado de
coma profundo. Me gustaría llevarlo al hospital de
Mercedes para hacerle un análisis más exhaustivo y poder
tener la opinión de otros profesionales.
La enfermera que hasta el momento se
había mantenido en el más profundo de los
silencios, advirtió:
- hace ya un par de meses
ocurrió un caso bastante similar a unos pocos
kilómetros del lugar, y me acuerdo que en aquella
situación fue de gran utilidad la
ayuda de Consuelo, la curandera. - La curandera? Preguntó
extrañado el doctor. - Sí, la curandera. Dicen que
conoce mucho más de lo que podemos llegar a explicar.
Algunos hasta aseguran que es capaz de engañar al
mismísimo diablo.
Desesperada y solloza María
imploró la acercaran a lo de esa tal Consuelo,
petición a la que generosamente, pero cargado de dudas,
Gutiérrez accedió. La enfermera guió a ellos
hasta el vetusto rancho en que moraba la curandera.
Llegaron en quince minutos
aproximadamente.
Sólo un viejo farol iluminaba la
desvencijada puerta donde ésta moraba. Presurosamente
llamaron a la puerta, que no tardó demasiado en abrirse.
Intentó la angustiada esposa contar en pocas palabras lo
que le estaba sucediendo pero más atónita
quedó aún cuando aquella viejecita le
dijo:
- Ya sé a lo que vienen, denme
un par de minutos que me preparo y partimos – dijo
segura.
El médico poco podía
entender de la situación que tenía ante sus ojos
perturbados. En más de treinta años de
profesión había vivido experiencia
semejante.
Al poco tiempo salió Consuelo de
su rancho trayendo entre sus manos una pequeña cajita de
cartón atada con rojizo trozo de lana roja . Y así
partieron.
Ya en casa del enfermo, y estando todos
dentro, pidió enérgicamente cerraran y trancaran
las dos pequeñas ventanas y la puerta de la humilde
casilla. Ordenó colocaran al enfermo sobre la única
mesa que había en el lugar. Ya recostado el inerte cuerpo
sobre la misma prendió unas negras velas, que sacó
de la extraña cajita; en cada esquina de la mesa flameaba
la débil luz de las velas. Inmediatamente les pidió
a todos los presentes, entre los que se encontraban la esposa,
sus seis hijos, el médico y Rosalía la enfermera,
que hicieran como una ronda y comenzaran a girar alrededor de la
mesa rezando sin detenerse un instante las estrofas del Santo
Rosario.
Sin cuestionar la petición los
nueve procedieron a dar comienzo al rito mientras la curandera
recitaba unas misteriosas letanías y apoyaba sus arrugadas
manos sobre el pecho del enfermo.
- no teman ante cualquier cosa que
pueda suceder- advirtió la anciana.
No termina de decir esas palabras cuando
comienza a temblar toda la casa como si un terremoto azotara la
zona; una ráfaga de viento sacude las ventanas estropeadas
provocando un chirrido que erizaba la piel. No
alcanzando con esto; centenares de piedras caían sobre el
techo de chapas, haciendo un ruido tremendo.
Como entender semejante tormenta si la
noche estaba por demás de apacible?…
Molestos, pero concentrados en el rezo,
los presentes iban ya por la cuarta estación del Rosario
cuando sucedió lo impensado: Ernesto se sentó de
golpe sobre la mesa como si hubiese despertado de una terrible
pesadilla.
Al mismo instante el más
pequeño de los hijos cae muerto sobre el suelo de material
ante el estupor de los testigos cuasi obligados de tan macabro
espectáculo. Fútiles fueron los esfuerzos del
médico por intentar resucitarlo. La suerte del
niñito había sido echada. Nadie podía parar
de llorar; el ahora recuperado padre sostenía entre sus
brazos el cuerpecito de Justo, el más amado de sus hijos
quizá por ser el menor e inesperado de sus
ellos.
Poco a poco fueron saliendo de la casa.
Hasta que la anciana, ante la inquisición persistente de
Gutiérrez, decidió tomar la palabra y dijo lo
siguiente:
– con el Diablo no se juega ni se
pacta espero que Ernesto aprenda la lección. Mandinga le
devolvió el alma pero no se iba a ir con las manos
vacías… jamás lo hace"…
Así me lo contó mi amigo y así lo
he escrito, respetando las identidades de los auténticos
protagonistas del acontecimiento. El ya no está entre
nosotros, como para avalar mi relato, sin embargo creí
justo relatar la última historia que me dejó.
No es leyenda ni fantasía. Sucedió. Creer o
reventar dice el dicho popular. Quien quiera creer, que lo crea,
sino… Tan sólo de eso se trata: de creer.
Federico Maurantonio
Salinas.
22 de Noviembre de 2002.
"Sostengo que el sentimiento
religioso cósmico
es la
motivación más fuerte y
noble
para la investigación
científica"…
Albert Einstein. Ideas y opiniones;
(1954:35)
Palabras
preliminares
ontar la génesis de este trabajo me
lleva a remontarme al 19 de noviembre de 1998. En esos momentos
me encontraba preparando el final de la materia Formas
de la Conciencia
Social. Ese mismo año también cursaba Metodología Orientación
Sociocultural, donde realicé una investigación acerca de los diferentes
tipos de miedos que sufrían los actores sociales de una
institución no gubernamental de esta ciudad, entre los
cuales aparecía, de manera recurrente, el temor hacia la
figura del Diablok .
Esta cuestión me llevó a acercarme
aún más a mi buen amigo y excelente profesor
Buenaventura "Tura" Teránf , al
frente de Formas, dados sus profundos conocimientos en lo que
respecta a las cuestiones de índole
simbólico-religiosa. Alentado por nuestros comunes
intereses fue fácil para mi elegirlo como el director de
mi tesis;
allí se inició una extensa búsqueda y
rastreo de material bibliográfico referente al tema – que
aún no estaba en sí demasiado definido – y
comencé a escribir los primeros esbozos de lo que hoy
está en sus manos.
Todo marchaba sobre rieles, mi entusiasmo se acrecentaba
día tras día queriendo terminar pronto con las
materias restantes para alcanzar la meta tan
esperada: el Título.
Otro pilar importante en mi vida fue alguien que desde
mis 9 años creyó en mis sueños de
convertirme en Antropólogo, se llama Luisa, mi adorada
abuela, quien con sus joviales casi 80 apuntaló esos
sueños con infinitas dosis de amor y
comprensión, "bancando" mis horas de estudio y siendo
parte de lo que se estaba gestando.
Pero la vida, que pone obstáculos por
demás de duros en el camino, sorpresivamente, en menos de
un año, me golpeó con la pérdida de mi
incondicional compañera y de mi queridísimo
amigo…
Por un tiempo quedé aturdido y sin demasiadas
ganas de continuar, todo se tornaba denso… creía haber
perdido toda motivación. Pero muy dentro mío
sabía que tenía que seguir, que les debía a
ellos, y porque no a mí, un final sino feliz por lo menos
exitoso.
Y llegaron primero Edith y Elena intentando levantar la
bandera; no pudo ser, pero agradezco el tiempo que me
dispensaron.
Y el azar hizo que a fines del año 2000 nos
cruzáramos con la que hasta el día de hoy es quien
me acompaña en mi proyecto y
sabiendo llevar adelante las riendas del mismo, me refiero a la
Dra. Silvia María Montenegro.
Así llego a este día. Siguiendo
quizá el camino que hace casi 20 años me propuse y
que de algún lugar del "cosmos" guiaron más de un
espíritu benévolo.
Luis Federico Maurantonio
Salinas.
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