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El legado de Maquiavelo (página 2)



Partes: 1, 2

  1. En toda la obra de Maquiavelo, éste se
    muestra
    conciente de que la política consiste fundamentalmente de
    poder. Con
    riesgo de
    simplificar demasiado las cosas, podemos decir, que, en los
    ojos de Maquiavelo, todos los sujetos en la política
    tratan de adquirir, conservar y aumentar su poder, así
    como tratar de que los rivales pierdan el suyo. Está
    pues latente la idea de que el poder que uno gana, otro lo
    pierde.

    De allí surgirá la concepción
    del "poder suma cero". "El
    príncipe" es una obra dedicada a dar consejos al
    gobernante para que pueda desenvolverse con el mayor éxito posible en este "juego de
    poder". A lo largo de sus páginas desarrolla ejemplos
    de situaciones más o menos concretas en las que las
    premisas descritas líneas arriba están siempre
    presente de uno u otro modo.

    De esta manera, Maquiavelo aconseja al
    "príncipe" a no dejarse ver tal cual es en la
    realidad. Es bueno tener ciertas virtudes, pero cuando no se
    las tiene, habrá que aparentar tenerlas. Maquiavelo
    insiste en que los ojos miran lo que perece ser, pero no
    tienen la capacidad de palpar lo que realmente se es. Esta
    actitud,
    tiene su justificación en la naturaleza
    maligna de los hombres. Quienes tratan con el gobernante
    traen siempre intensiones ocultas. Por eso no es bueno que lo
    conozcan tal cual es en la realidad. Por su parte, el
    gobernante deberá tratar de indagar detrás de
    la apariencia de quienes lo buscan para descubrir sus
    verdaderos propósitos y personalidades. Si el
    gobernante actúa de este modo, estará siempre
    en ventaja.

    Relacionado con esta problemática está
    la percepción que Maquivelo tiene sobre la
    incapacidad de los hombres de considerar los problemas
    a largo plazo. "Los hombres tienen la vista corta", dice
    anunciando que se puede obtener ventaja de eso. De este modo,
    los provechos y beneficios inmediatos pueden acarrearles
    pérdidas a largo plazo. El gobernante deberá
    saber utilizar para su provecho estas tentaciones de los
    hombres, pero a la ves deberá saber cuidarse de no
    caer en ellas.

    Esto nos lleva a otro razonamiento de Maquiavelo.
    ¿Debe el gobernante ser impetuoso o precavido?, se
    pregunta. Depende, responde el mismo. Existen situaciones en
    las que el hombre
    debe saber actuar con decisión, si tiene la certeza de
    la fortaleza propia y de la debilidad del rival. Por el
    contrario, si las condiciones no son favorables, debe saber
    actuar con precaución.

    Para Maquiavelo es vital que el gobernante comprenda
    la relatividad del ímpetu y la precaución.
    Ninguna de estas características debe estar en su
    naturaleza, porque "el hombre
    precavido, cuando llega el tiempo de
    echar mano al ímpetu, no lo sabe hacer y por lo tanto
    se hunde" y a la inversa, el hombre impetuoso no se
    detendrá nunca, aunque las circunstancias sean
    adversas y también perecerá.

    Por eso, Maquiavelo sostiene que existen dos formas
    de luchar; una con las leyes y otra
    con la fuerza. La
    primera es propia del hombre y la segunda de las bestias,
    pero como las leyes no siempre son suficientes, será
    bueno entonces echar mano de la bestia que uno lleva adentro.
    Las bestias son de dos clases; el león y la zorra: el
    león no sabe cuidarse de las trampas y la zorra no lo
    hace de los lobos. "Es necesario, por tanto, ser zorra para
    conocer las trampas, y león para amedrentar a los
    lobos".

    El ímpetu para amedrentar y evitar perjuicios
    en el futuro es una de las obsesiones de Maquiavelo. Cuando,
    en su opinión, es necesario actuar con
    decisión, es capaz de recomendar hasta lo inaudito.
    Consideremos este consejo: cuando un gobernante ha tomado el
    poder de otro, es preciso que elimine a toda su estirpe para
    que no exista la posibilidad, de que ellos en el futuro
    confabulen contra él para recuperar el
    poder.

    Sin embargo, por otro lado, Maquiavelo, sabe ponerle
    un límite al ímpetu. Sostiene que uno debe
    poder hacerse temido, pero no odiado. Nos dice que es
    perfectamente posible combinar las dos cosas. El gobernante
    debe tener reputación de cruel cuando es necesario. De
    este modo, los demás sabrán cuidarse de
    él y evitarán tenerlo de enemigo. Si se quiere
    se estaría usando la estrategia
    de evitar que lo traicionen y le pongan trampas por temor a
    su venganza. Pero, por otro lado, debe también evitar
    ser odiado. Por que los que odian, dejan de tener temores y
    lo arriesgan todo. Por eso, el principio que Maquiavelo
    recomienda es no caer en la tentación de tomar los
    bienes de
    los otros y dedicarse a la rapiña, tampoco se debe
    tomar a las mujeres de los otros.

    Esas son las causas fundamentales del odio. De este
    modo, los que de uno u otro modo se relacionan con "el
    príncipe" sabrán que puede ser muy cruel con
    sus enemigos, pero a la ves sabrán que si no lo
    traicionan podrán estar seguros con
    sus bienes, propiedades y mujeres, pues él
    sabrá respetarlas.

    Este razonamiento, parecería indicar que
    Maquiavelo no es malévolo, pues está
    recomendando no hacer el mal a los otros (si no se tiene
    motivos para ello). ¿Qué piensa Maquiavelo
    sobre el bien y el mal? Existe un célebre pasaje en su
    obra al respecto, en el que le aconseja al gobernante "no
    alejarse del bien, si se puede, pero saber entrar en el mal,
    si se ve obligado".

    Esta terrible frase en la que se aconseja "saber
    entrar en el mal" (si se está obligado) indica que
    cuando Maquiavelo aconsejaba al gobernante no hacer el mal a
    los otros, no era principio moral el
    que lo guiaba, era más bien una guía
    utilitaria. Es decir, no hacer el mal, porque no conviene, ya
    que solo se gana el odio de los otros y eso perjudica. Vemos
    acá claramente que la idea de que "el fin justifica
    los medios"
    esta latente en todo el razonamiento.

    Otra parte interesante de la obra de Maquiavelo, es
    aquella en la que trata de los aduladores. Sostiene que es
    natural que los aduladores rodeen al gobernante, puesto que
    es poderoso y todos quieren ganarse sus favores. El peligro
    que se corre con ellos es que impiden al gobernante ver la
    verdad.

    Las adulaciones al gobernante provienen de todo
    lado, y éste termina creyendo que todo eso es verdad,
    que todo está bien, que es amado por su pueblo, que
    nadie lo odia y que por lo tanto no corre ningún
    peligro. Si el gobernante cree, como es frecuente, entonces
    no tendrá una visión real de lo que ocurre con
    su pueblo y sus enemigos. Terminará cegado y
    caerá inevitablemente por no haber podido ver la
    verdad.

    Para evitar este efecto negativo que tienen los
    aduladores, Maquiavelo aconseja al "príncipe" que haga
    ver a quienes le rodean que no está mal que le digan
    la verdad, que él no se enojará por eso. Sin
    embargo, esto tiene un problema. Si todos le dicen la verdad
    al príncipe, entonces le estarán faltando al
    respeto, y
    un gobernante que no goza del respeto de sus súbditos
    es un príncipe débil a los ojos de los
    demás. Los débiles que no se ganan el respeto
    de los demás no pueden ser gobernantes.

    Entonces para evitar caer en los dos extremos (ser
    cegado por los aduladores o irrespetado por todos) Maquiavelo
    aconseja al gobernante, saber elegir a sus consejeros. Deben
    ser hombres sensatos. Solo a ellos debe el gobernante darles
    la libertad
    de decirle la verdad, pero no en cualquier momento, sino,
    sólo cuando se les pide su opinión y tampoco
    deben opinar sobre lo que ellos quieran, sino sólo al
    respecto de la cuestión que el príncipe desea
    saber.

    Una vez que el gobernante los ha escuchado,
    él debe decidir sobre su accionar por sí solo.
    Nunca debe escuchar y seguir todos los consejos de una sola
    persona. Se
    convertiría en su marioneta.

    De este modo, el gobernante hace bien en preguntar
    constantemente a sus allegados sobre los temas que el quiere
    saber. Debe incluso enojarse con aquellos que, por temor a su
    enojo, no le han dicho la verdad. La verdad es valiosa y
    proviene de hombres sabios. Por eso, la regla principal de
    Maquiavelo en este sentido es "Un príncipe que por si
    mismo no sea sabio, no puede recibir buenos
    consejos".

  2. Los consejos de
    Maquiavelo.
  3. Comentarios
    finales.

Existe mucho en la obra de Maquiavelo que va en contra
de la moral
aceptada por la comunidad hoy en
día: La idea de que el hombre es malo y egoísta por
naturaleza, los consejos al gobernante de saber ser cruel y de
saber entrar al mal, la idea de promover una actitud que aparenta
ser lo que no se es, en fin, la idea del engaño como norma
en la actividad política.

Podemos naturalmente explicarnos por qué
Maquivelo pensaba todo esto. Al fin de cuentas, una de
sus premisas básicas consiste justamente en que moral y
política no tienen nada que ver una con la otra. Sin
embargo, no porque Maquiavelo lo haya dicho, tenemos las personas
que vivimos 500 años después de él
aceptarlo. Es acá donde viene la pregunta clave:
¿Si es que la moral aceptada por todos, rechaza muchas de
las ideas de Maquiavelo, por qué, entonces, su obra ha
tenido tal trascendencia?

¿Será que en realidad, Maquiavelo
tenía razón en última instancia y en verdad
el hombre es malo y doble por naturaleza, y rechaza sus ideas
solo aparentemente, hacia fuera, pero en su interior las acepta
con regocijo? En realidad, es aterrador pensar que esa sea la
respuesta.

Existe sin embargo otra posible respuesta: Las personas
que rechazamos las ideas de Maquiavelo, no por eso podemos
ignorarlas. Porque si muchos no seguimos sus consejos, sabemos
que otros si lo hacen y, entonces, habrá que tener las
espaldas cubiertas.

Si es que en el plano individual, podemos tener esta
precaución, para los que tratan con el poder, del que
depende la vida de miles y miles de personas, esta
precaución se convierte en una
obligación.

BIBLIOGRAFÍA

Nicolás Maquiavelo. El
Príncipe.

George H. Sabine. Historia de la teoría
política.

 

Carlos Echazú C.

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