En toda la obra de Maquiavelo, éste se
muestra
conciente de que la política consiste fundamentalmente de
poder. Con
riesgo de
simplificar demasiado las cosas, podemos decir, que, en los
ojos de Maquiavelo, todos los sujetos en la política
tratan de adquirir, conservar y aumentar su poder, así
como tratar de que los rivales pierdan el suyo. Está
pues latente la idea de que el poder que uno gana, otro lo
pierde.De allí surgirá la concepción
del "poder suma cero". "El
príncipe" es una obra dedicada a dar consejos al
gobernante para que pueda desenvolverse con el mayor éxito posible en este "juego de
poder". A lo largo de sus páginas desarrolla ejemplos
de situaciones más o menos concretas en las que las
premisas descritas líneas arriba están siempre
presente de uno u otro modo.De esta manera, Maquiavelo aconseja al
"príncipe" a no dejarse ver tal cual es en la
realidad. Es bueno tener ciertas virtudes, pero cuando no se
las tiene, habrá que aparentar tenerlas. Maquiavelo
insiste en que los ojos miran lo que perece ser, pero no
tienen la capacidad de palpar lo que realmente se es. Esta
actitud,
tiene su justificación en la naturaleza
maligna de los hombres. Quienes tratan con el gobernante
traen siempre intensiones ocultas. Por eso no es bueno que lo
conozcan tal cual es en la realidad. Por su parte, el
gobernante deberá tratar de indagar detrás de
la apariencia de quienes lo buscan para descubrir sus
verdaderos propósitos y personalidades. Si el
gobernante actúa de este modo, estará siempre
en ventaja.Relacionado con esta problemática está
la percepción que Maquivelo tiene sobre la
incapacidad de los hombres de considerar los problemas
a largo plazo. "Los hombres tienen la vista corta", dice
anunciando que se puede obtener ventaja de eso. De este modo,
los provechos y beneficios inmediatos pueden acarrearles
pérdidas a largo plazo. El gobernante deberá
saber utilizar para su provecho estas tentaciones de los
hombres, pero a la ves deberá saber cuidarse de no
caer en ellas.Esto nos lleva a otro razonamiento de Maquiavelo.
¿Debe el gobernante ser impetuoso o precavido?, se
pregunta. Depende, responde el mismo. Existen situaciones en
las que el hombre
debe saber actuar con decisión, si tiene la certeza de
la fortaleza propia y de la debilidad del rival. Por el
contrario, si las condiciones no son favorables, debe saber
actuar con precaución.Para Maquiavelo es vital que el gobernante comprenda
la relatividad del ímpetu y la precaución.
Ninguna de estas características debe estar en su
naturaleza, porque "el hombre
precavido, cuando llega el tiempo de
echar mano al ímpetu, no lo sabe hacer y por lo tanto
se hunde" y a la inversa, el hombre impetuoso no se
detendrá nunca, aunque las circunstancias sean
adversas y también perecerá.Por eso, Maquiavelo sostiene que existen dos formas
de luchar; una con las leyes y otra
con la fuerza. La
primera es propia del hombre y la segunda de las bestias,
pero como las leyes no siempre son suficientes, será
bueno entonces echar mano de la bestia que uno lleva adentro.
Las bestias son de dos clases; el león y la zorra: el
león no sabe cuidarse de las trampas y la zorra no lo
hace de los lobos. "Es necesario, por tanto, ser zorra para
conocer las trampas, y león para amedrentar a los
lobos".El ímpetu para amedrentar y evitar perjuicios
en el futuro es una de las obsesiones de Maquiavelo. Cuando,
en su opinión, es necesario actuar con
decisión, es capaz de recomendar hasta lo inaudito.
Consideremos este consejo: cuando un gobernante ha tomado el
poder de otro, es preciso que elimine a toda su estirpe para
que no exista la posibilidad, de que ellos en el futuro
confabulen contra él para recuperar el
poder.Sin embargo, por otro lado, Maquiavelo, sabe ponerle
un límite al ímpetu. Sostiene que uno debe
poder hacerse temido, pero no odiado. Nos dice que es
perfectamente posible combinar las dos cosas. El gobernante
debe tener reputación de cruel cuando es necesario. De
este modo, los demás sabrán cuidarse de
él y evitarán tenerlo de enemigo. Si se quiere
se estaría usando la estrategia
de evitar que lo traicionen y le pongan trampas por temor a
su venganza. Pero, por otro lado, debe también evitar
ser odiado. Por que los que odian, dejan de tener temores y
lo arriesgan todo. Por eso, el principio que Maquiavelo
recomienda es no caer en la tentación de tomar los
bienes de
los otros y dedicarse a la rapiña, tampoco se debe
tomar a las mujeres de los otros.Esas son las causas fundamentales del odio. De este
modo, los que de uno u otro modo se relacionan con "el
príncipe" sabrán que puede ser muy cruel con
sus enemigos, pero a la ves sabrán que si no lo
traicionan podrán estar seguros con
sus bienes, propiedades y mujeres, pues él
sabrá respetarlas.Este razonamiento, parecería indicar que
Maquiavelo no es malévolo, pues está
recomendando no hacer el mal a los otros (si no se tiene
motivos para ello). ¿Qué piensa Maquiavelo
sobre el bien y el mal? Existe un célebre pasaje en su
obra al respecto, en el que le aconseja al gobernante "no
alejarse del bien, si se puede, pero saber entrar en el mal,
si se ve obligado".Esta terrible frase en la que se aconseja "saber
entrar en el mal" (si se está obligado) indica que
cuando Maquiavelo aconsejaba al gobernante no hacer el mal a
los otros, no era principio moral el
que lo guiaba, era más bien una guía
utilitaria. Es decir, no hacer el mal, porque no conviene, ya
que solo se gana el odio de los otros y eso perjudica. Vemos
acá claramente que la idea de que "el fin justifica
los medios"
esta latente en todo el razonamiento.Otra parte interesante de la obra de Maquiavelo, es
aquella en la que trata de los aduladores. Sostiene que es
natural que los aduladores rodeen al gobernante, puesto que
es poderoso y todos quieren ganarse sus favores. El peligro
que se corre con ellos es que impiden al gobernante ver la
verdad.Las adulaciones al gobernante provienen de todo
lado, y éste termina creyendo que todo eso es verdad,
que todo está bien, que es amado por su pueblo, que
nadie lo odia y que por lo tanto no corre ningún
peligro. Si el gobernante cree, como es frecuente, entonces
no tendrá una visión real de lo que ocurre con
su pueblo y sus enemigos. Terminará cegado y
caerá inevitablemente por no haber podido ver la
verdad.Para evitar este efecto negativo que tienen los
aduladores, Maquiavelo aconseja al "príncipe" que haga
ver a quienes le rodean que no está mal que le digan
la verdad, que él no se enojará por eso. Sin
embargo, esto tiene un problema. Si todos le dicen la verdad
al príncipe, entonces le estarán faltando al
respeto, y
un gobernante que no goza del respeto de sus súbditos
es un príncipe débil a los ojos de los
demás. Los débiles que no se ganan el respeto
de los demás no pueden ser gobernantes.Entonces para evitar caer en los dos extremos (ser
cegado por los aduladores o irrespetado por todos) Maquiavelo
aconseja al gobernante, saber elegir a sus consejeros. Deben
ser hombres sensatos. Solo a ellos debe el gobernante darles
la libertad
de decirle la verdad, pero no en cualquier momento, sino,
sólo cuando se les pide su opinión y tampoco
deben opinar sobre lo que ellos quieran, sino sólo al
respecto de la cuestión que el príncipe desea
saber.Una vez que el gobernante los ha escuchado,
él debe decidir sobre su accionar por sí solo.
Nunca debe escuchar y seguir todos los consejos de una sola
persona. Se
convertiría en su marioneta.De este modo, el gobernante hace bien en preguntar
constantemente a sus allegados sobre los temas que el quiere
saber. Debe incluso enojarse con aquellos que, por temor a su
enojo, no le han dicho la verdad. La verdad es valiosa y
proviene de hombres sabios. Por eso, la regla principal de
Maquiavelo en este sentido es "Un príncipe que por si
mismo no sea sabio, no puede recibir buenos
consejos".- Los consejos de
Maquiavelo. - Comentarios
finales.
Existe mucho en la obra de Maquiavelo que va en contra
de la moral
aceptada por la comunidad hoy en
día: La idea de que el hombre es malo y egoísta por
naturaleza, los consejos al gobernante de saber ser cruel y de
saber entrar al mal, la idea de promover una actitud que aparenta
ser lo que no se es, en fin, la idea del engaño como norma
en la actividad política.
Podemos naturalmente explicarnos por qué
Maquivelo pensaba todo esto. Al fin de cuentas, una de
sus premisas básicas consiste justamente en que moral y
política no tienen nada que ver una con la otra. Sin
embargo, no porque Maquiavelo lo haya dicho, tenemos las personas
que vivimos 500 años después de él
aceptarlo. Es acá donde viene la pregunta clave:
¿Si es que la moral aceptada por todos, rechaza muchas de
las ideas de Maquiavelo, por qué, entonces, su obra ha
tenido tal trascendencia?
¿Será que en realidad, Maquiavelo
tenía razón en última instancia y en verdad
el hombre es malo y doble por naturaleza, y rechaza sus ideas
solo aparentemente, hacia fuera, pero en su interior las acepta
con regocijo? En realidad, es aterrador pensar que esa sea la
respuesta.
Existe sin embargo otra posible respuesta: Las personas
que rechazamos las ideas de Maquiavelo, no por eso podemos
ignorarlas. Porque si muchos no seguimos sus consejos, sabemos
que otros si lo hacen y, entonces, habrá que tener las
espaldas cubiertas.
Si es que en el plano individual, podemos tener esta
precaución, para los que tratan con el poder, del que
depende la vida de miles y miles de personas, esta
precaución se convierte en una
obligación.
Nicolás Maquiavelo. El
Príncipe.
George H. Sabine. Historia de la teoría
política.
Carlos Echazú C.
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